Capítulo 10: Casa nueva.

Mientras se alejaban del parque, la ciudad parecía más silenciosa, como si se preparara para algo nuevo. Bonnie iba caminando delante y Fern iba detrás de ella, sin decir nada, ajustando la correa de su guitarra; no obstante, en su mente las palabras de la mujer en el baño de su ahora antigua casa resonaban, pero trató de enfocarse en el sonido de los pasos de la joven de cabello rosa, quien parecía mantener un ritmo calmado y seguro.

-Oye, Bonnie-habló Fern llamando la atención de su ex profesora.

-¿Huh? ¿qué ocurre, Fern?-preguntó ella con un tono de voz calmado a pesar del frío de la noche.

-¿Falta mucho para llegar al lugar donde voy a quedarme?

-No. Solo tenemos que caminar un par de calles más, no está muy lejos-respondió la joven mujer. Fern asintió lentamente, más para sí mismo que para Bonnibel, a pesar de su respuesta, la incertidumbre seguía invadiendo su pecho pero no podía negar que las circunstancias no le dejaban otra opción.

-Entonces… ¿vives sola?-preguntó más por llenar el silencio que por verdadera curiosidad.

Bonnie giró la cabeza ligeramente hacia él mientras seguían caminando.

-Sí, bueno. Más o menos. Vivo en un edificio de apartamentos cerca de la escuela, es práctico para trabajar… y tranquilo-respondió ella. El chico notó la breve pausa antes de la última palabra. No quiso indagar, pero algo en su tono le pareció curioso.

-¿Te incomoda que me quede?-preguntó, su voz sonando más áspera de lo que pretendía. Bonnibel se detuvo un momento, mirándolo con una expresión serena pero firme.

-No me incomoda. Si así fuera, no te lo habría ofrecido.

Fern tragó saliva y apartó la mirada. Había algo en su manera de hablar que le recordaba a Marceline: directa, pero sin juicio.

-Gracias-murmuró sin saber qué más decir.

-De nada-dijo Bonnie sonriendo levemente antes de retomar el camino. Al llegar al edificio de apartamentos, Bonnie subió por una escalera seguida de Fern, ambos comenzaron a caminar por un pasillo el cual estaba tenuemente iluminado y contaba con alrededor de ocho puertas enfrentadas entre sí, cuatro en el lado izquierdo y cuatro en el lado derecho, todas de un color marrón oscuro con diferentes números-este edificio es propiedad de la escuela, normalmente los maestros y el consejo estudiantil residen aquí-le explicó mientras caminaban, ambos se pararon frente a una de las últimas puertas del lado izquierdo-este apartamento ha estado desocupado por mucho tiempo, aquí vivía el profesor Petrikov pero lo desocupó hace años. No es nada lujoso, pero estarás más cómodo que aquí que en el parque-Bonnibel abrió la puerta con un suave clic, dejando pasar a Fern primero. El lugar era pequeño pero acogedor, una luz cálida contrastaba con la frialdad de la noche afuera. Había una cama, una silla, un escritorio, una pequeña nevera, había otra puerta más de color blanco que debía suponer era el armario, una mesa de noche, y un vaso descansaba en ésta junto con un par de bolígrafos-puedes dejar tu guitarra junto al escritorio-indicó ella mientras se quitaba su abrigo. Fern hizo lo que le pidió, dejando la guitarra con cuidado antes de sentarse en la cama. Sus hombros se relajaron casi de inmediato, como si finalmente pudiera respirar después de lo que pareció ser una eternidad-te dejaré quedarte aquí y solo por esta noche será gratis, la renta del apartamento es de doscientos cincuenta dólares a la semana más expensas y alimentos pero, sabiendo lo que pasó, intentaré hablar con el encargado y los miembros del consejo estudiantil para que te dejen quedarte por un precio más accesible-

Fern asintió lentamente mientras observaba el apartamento. No era gran cosa, pero después de una noche como la que había tenido, se sentía como un oasis.

-Gracias-murmuró, sin saber si debía decir algo más. La mujer de cabello rosa dejó su abrigo sobre la silla y se sentó junto a él, apoyando los codos en las rodillas.

-No tienes que agradecérmelo. Todos necesitamos ayuda en algún momento-hizo una pausa, mirándolo directamente a los ojos-aunque no puedo evitar preguntarme… ¿qué pasó realmente?-

Fern apartó la mirada, fijándose en un punto indefinido del suelo. No quería revivir la escena en el baño, las palabras de la mujer, los sollozos de los niños.

-Solo... digamos que las cosas se complicaron en casa-respondió, su voz apenas un susurro. Bonnie asintió, respetando su silencio. Se levantó y fue hacia la pequeña nevera, sacando una botella de agua y se la ofreció.

-Ten. Probablemente no has comido ni bebido nada en horas.

Fern aceptó la botella, bebiendo un largo trago antes de dejarla sobre la mesa de noche junto al vaso.

-Gracias. Otra vez.

-No te preocupes por el dinero ahora-añadió ella volviendo a su tono más profesional-de verdad intentaré hablar con los del consejo para que puedas quedarte aquí a un precio razonable. Mientras tanto, descansa. Parece que lo necesitas-

Fern asintió nuevamente. Mientras ella se levantaba para irse, él la observó, notando lo distinta que parecía fuera del ambiente de la escuela. Menos rígida, más accesible.

-Bonnie-dijo de repente, justo antes de que ella saliera por la puerta.

-¿Sí?

-De verdad, gracias-habló Fern, demostrando por primera vez un lado amable que nadie había visto-no sé qué habría hecho esta noche sin tu ayuda-

La joven sonrió suavemente.

-Siempre habrá alguien dispuesto a ayudarte, Fern. Solo tienes que aceptar la ayuda.

Con eso, cerró la puerta tras de sí, dejando a Fern solo en el pequeño apartamento. Por primera vez en lo que parecía mucho tiempo, sintió una chispa de esperanza.

Puede que este apartamento no sea la gran cosa, pero es mejor que lo que tenía hace unas horas.

Mientras tanto, esa misma noche en otra parte de la ciudad, más específicamente casi llegando a las afueras, Finn y Minerva se encontraban sentados frente a la pequeña mesa de la cocina que usaban de vez en cuando para desayunar y cenar. El sonido de los cubiertos chocando contra los platos llenaba el pequeño comedor, acompañado por el ocasional murmullo de la televisión encendida en la sala. Finn masticaba en silencio, su mirada fija en el guiso frente a él mientras su madre revisaba un par de papeles junto a su plato.

-¿Y bien?-preguntó ella de repente, sin levantar la vista de su trabajo. No es que no le quisiera prestar atención a su hijo, desafortunadamente, le tocó otra noche más en la que debió llevar historiales médicos para completar en casa-¿cómo te fue hoy?-

Finn tragó antes de responder, encogiéndose de hombros.

-Bien, supongo.

Minerva levantó la mirada de sus papeles por un momento, arqueando una ceja.

-Eso no me dice mucho, Finn. ¿Algo interesante? ¿Tuviste problemas?

Finn dudó por un momento, considerando si debía mencionar el desastre del examen de química. Pero sabía que eso probablemente le ganaría una larga charla sobre la importancia de los estudios, así que optó por un enfoque más seguro.

-Nada fuera de lo normal. Solo clases y… ya sabes, cosas de la escuela.

Minerva pareció aceptar la respuesta, aunque mantuvo su mirada fija en él por un segundo más antes de volver a sus papeles. Finn suspiró internamente, agradecido por evitar el interrogatorio, no quería decirle cómo le había ido en el examen de Química de ese día a pesar de que le había prometido que lo haría. El silencio pronto se volvió incómodo. Mientras jugaba con su cuchara, un pensamiento cruzó su mente, y recordó la invitación de Phoebe.

-Oye, mamá…-comenzó usando su tono casual, aunque su mente ya planeaba cómo formular la petición-¿recuerdas que la próxima semana habrá un festival de rock en el centro de la ciudad?-

-Sí, lo recuerdo-dijo Minerva levantando la mirada nuevamente-y si mal no recuerdo, acordamos que iríamos los dos juntos-

-Sí pero… hubo un cambio de planes, Phoebe me invitó a ir con ella. Y, bueno, pensé que podría ser divertido... ya sabes, salir un rato.

La expresión de Minerva se endureció ligeramente, dejando el papel que tenía en las manos sobre la mesa.

-¿Averiguaste si el festival está en un lugar seguro?

-Claro que sí-se apresuró a responder el chico rubio-es solo música, bandas locales tocando en un escenario. No es la gran cosa, y… Phoebe estará conmigo todo el tiempo-

-Hmm...-Minerva cruzó los brazos, recargándose ligeramente en la silla-¿sabes? no me gusta la idea de que estés afuera tan tarde, menos si no estoy ahí contigo-

Finn sintió un pequeño nudo formarse en su estómago.

-No será hasta muy tarde, lo prometo. Además, Phoebe puede asegurarse de que no pase nada raro. Ella siempre está al pendiente de todo.

Minerva suspiró, tamborileando los dedos sobre la mesa mientras lo estudiaba. Finalmente, asintió.

-Está bien. Pero quiero que me mandes un mensaje cuando llegues y otro cuando regreses. Y si hay algún problema, quiero que me llames de inmediato.

El chico sonrió ampliamente, aliviado.

-¡Gracias, mamá! Lo prometo, no te decepcionaré.

Minerva esbozó una pequeña sonrisa, tomando su cuchara nuevamente.

-Eso espero, cariño. Ahora, termina tu cena antes de que se enfríe.

Finn asintió volviendo a comer con renovado entusiasmo. Por primera vez en todo el día, sentía que algo emocionante estaba por suceder. No podía estar más que equivocado con aquel pensamiento.


Marceline empujó la puerta de entrada, soltando un largo suspiro mientras dejaba caer su bolsa en el suelo del pasillo. El estuche donde descansaba su bajo colgaba de su hombro, y su cuerpo pedía a gritos una ducha y un rato de tranquilidad.

-¿Y bien?-la voz de un hombre resonó desde el comedor, cargada de ese tono entre desinteresado y crítico que ella conocía tan bien.

La joven de largo cabello oscuro se detuvo en seco.

-¿Qué quieres ahora, papá?-preguntó dejándose caer en el sillón de la sala sin molestarse en mirarlo.

Hunson apareció desde la cocina, con una taza de té en la mano y una expresión severa en el rostro.

-¿Qué crees que quiero? saber si estás desperdiciando más tiempo con esa banda y los amigos que tienes en lugar de pensar en tu futuro.

Marceline apretó los dientes, cómo odiaba que siempre que llegaba a casa tuviera el mismo dilema con su padre.

-Mi futuro es la música, papá.

Hunson bufó, dejando la taza sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.

-Por favor, Marcy. La música no paga las cuentas. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? si realmente quisieras algo mejor para tu vida, estarías buscando una carrera más estable, como hacía tu madre.

El mencionar a su madre había sido un golpe bajo. Marceline se puso de pie, clavando su mirada en la de su padre.

-No metas a mamá en esto-exclamó la joven intentando contener su enojo-ella sí me apoyaba, estaría orgullosa de lo que soy ahora-

Hunson alzó las manos, fingiendo inocencia.

-Solo digo la verdad. Siempre creyó que eras capaz de grandes cosas, no de perder el tiempo tocando en bodegas abandonadas.

El silencio que siguió fue tenso. Marceline respiró hondo, cerrando los ojos un momento antes de responder.

-Gracias por el recordatorio, papá-habló con sarcasmo-ahora, si me disculpas, tengo cosas que hacer-tomó su bajo y su bolsa, subió las escaleras antes de que el hombre pudiera decir algo más. Cuando llegó a su habitación, cerró la puerta de golpe y dejó escapar un grito ahogado contra su almohada de color vino. Apenas logró estabilizarse un poco, la joven observó hacia el estuche donde tenía guardado su bajo, se levantó de la cama y se acercó a abrirlo para sacar nuevamente su instrumento favorito, abrió con la mano libre su bolsa, de ella extrajo un cuaderno enfundado en cuero morado oscuro junto con una pluma negra y roja, aquel cuaderno era importante para ella, pues allí se dedicaba a componer sus canciones. Su padre se lo había dado tiempo atrás diciéndole que lo usara para cosas útiles y no le encontró mejor utilidad que para llenarlo de borradores, escritos, palabras y algunas veces rimas sin sentido. Regreso a su cama, se sentó en ésta con su bajo apoyado en su regazo, abrió el cuaderno y comenzó a hojear algunas páginas buscando la canción que estaba trabajando en secreto para tocar en el festival, quizás si hacía el menor ruido posible, podría trabajar un poco y luego ir a darse un baño, de verdad necesitaba despejar su mente. Sin perder más tiempo, colocó la correa de su bajo alrededor de sus hombros y comenzó a entonar la canción por dónde la había dejado-después de ti entendí, que el tiempo no hace amigos. Que corto fue el amor, y que largo el olvido. Seré tu luz, seré un disfraz, una farola que se enciende al pasar. Cualquier mariposa, la estrella polar, que viene sola y que solita se va…-tarareó esa estrofa al tiempo que pasaba la pluma sobre las líneas del cuaderno, ajustando una rima que anotó previamente y que no terminaba de sonar bien. Había logrado entrar en un ritmo cómodo, el ruido de fondo de la discusión con su padre poco a poco comenzaba a desvanecerse-seré el sabor de un beso en el mar, un viejo proverbio sobre cómo olvidar. Seré inmortal… na na na na na na na naaa-el sonido de su teléfono vibrando en la mesita de noche interrumpió su concentración. Marceline suspiró, dejando la pluma sobre el cuaderno y alcanzando el dispositivo. El nombre de Fern parpadeaba en la pantalla-¿qué pasa, Fern?-contestó apoyando el teléfono entre su oreja y su hombro mientras ajustaba las cuerdas de su bajo.

-Nada importante-respondió el rubio con las puntas teñidas de verde del otro lado de la línea. Su voz sonaba casual, casi despreocupada pero había algo en su tono que la joven captó de inmediato.

-Si no fuera nada importante, no me hubieras llamado a estas horas de la noche ¿qué sucede?

Fern tardó un poco en responder y cuando lo hizo, su voz ahora estaba cargada de ironía.

-¿Recuerdas cuando fuimos a la policía? Bueno, tengo algo que decirte: todavía no tienen ni una pista de dónde están mis padres.

Marceline dejó de ajustar su bajo, no pudo evitar fruncir el ceño al escuchar a su amigo.

-¿Te dijeron algo más?

-Nada. Solo el mismo discurso de siempre. Que están "haciendo todo lo posible"-Fern soltó una carcajada seca-pero, ¿sabes qué? está bien. Tal vez es mejor así-

Marceline no respondió de inmediato. Sabía que Fern tenía la costumbre de minimizar lo que sentía, de fingir que no le importaba nada cuando claramente estaba afectado.

-Fern...-comenzó, su voz más suave esta vez-sabes que no tienes que actuar como si no te importara-

El chico al otro lado del teléfono dejó escapar un largo suspiro al otro lado de la línea.

-¿Y qué ganaría con eso? mis padres no van a aparecer solo porque los extraño.

Marceline apretó los labios. Quería decirle algo que lo consolara pero conocía bien a su amigo y sabía que Fern no era del tipo que aceptaba palabras dulces con facilidad.

-Bueno, si necesitas hablar o cualquier otra cosa... ya sabes dónde encontrarme.

Fern hizo un ruido que podría interpretarse como una risa o un suspiro.

-Gracias, Marcy. Por ahora estoy bien-respondió él-solo quería… ya sabes, hablar un poco-

-Eso está bien-respondió Marceline, relajándose ligeramente.

La línea quedó en silencio por un momento antes de que Fern dejara escapar un suspiro y comenzara a hablar nuevamente.

-Deberías volver a lo que sea que estuvieras haciendo-sugirió-seguro es más productivo que escuchar mis dramas-

-Nah, no era nada serio-respondió la joven de cabello oscuro fingiendo despreocupación-solo estaba tratando de avanzar la canción que quiero que toquemos en el festival-

-¿Aquella canción secreta de la que nunca nos dices nada? ¿y que ni siquiera conocemos la letra?-preguntó Fern del otro lado de la línea.

-Exacto, de esa misma me estoy refiriendo.

-Claro, misteriosa como siempre-bromeó Fern aunque su tono tenía un matiz de curiosidad genuina-espero que al menos valga la pena tanto secreto-

-Créeme, Fern-Marceline sonrió ligeramente, mirando las notas que había escrito-va a valer cada segundo-

No era mentira lo que decía, para la joven aquella canción cargaba un gran significado, pues esa canción se la estaba dirigiendo a una persona muy especial para ella con quien había tenido una fuerte conexión pero que por razones de la vida se vieron obligadas a ponerle punto final a lo suyo, pues llegó un punto en el que no coincidían en absolutamente nada y llegaban a tener fuertes desacuerdos.

-Oye, Marcy-salió de sus recuerdos al escuchar la voz de Fern hablar de vuelta por el auricular de su teléfono-mejor hablemos de otra cosa, ¿qué tal estás tú? ¿qué tan insoportable fue hoy tu papá?-

Marceline sonrió ligeramente, aunque el comentario tocó una fibra sensible.

-Ah, lo de siempre. No entiende nada de lo que hago, y parece que nunca lo hará. Pero está bien, supongo. Si no me lo recuerda él, ¿quién lo hará?

Fern soltó una risa breve.

-Al menos tienes algo de estabilidad en casa-comentó el chico al otro lado del teléfono-yo ni siquiera tengo luz eléctrica-

-Eso es porque eres un desastre, Fern-bromeó Marceline, aunque su tono conservaba un matiz de preocupación-y ¿qué vas a hacer con respecto al festival?-

-Ensayar como un lunático y esperar que no me dé un ataque de pánico cuando estemos en el escenario-respondió él con un tono casual que no convencía del todo a Marceline.

-No creo que tengas ese problema. He visto como tocas tu guitarra y parece que tienes fuego en las manos amigo, en todo caso, si te da un ataque de pánico, me encargaré de que la audiencia piense que es parte del show.

Ambos se rieron, el humor negro alivianó la tensión de la conversación. Fern acomodó su guitarra a un costado de la cama de su nuevo hogar, sosteniendo el teléfono entre el hombro y la oreja.

-¿Y tú? ¿Tienes alguna canción nueva en mente?-preguntó.

-Sí, pero no pienso cantarla si sigues siendo tan curioso-bromeó Marceline hojeando las páginas de su cuaderno. El tono de la conversación se volvió más relajado, una mezcla de comentarios triviales y bromas que ayudaban a la joven a desconectarse del estrés del día a día. Sin darse cuenta, el tiempo pasó volando.

Hasta que un golpe en la puerta de su habitación interrumpió el momento.

-Marcy-dijo la voz de su padre al otro lado-ya es muy tarde. Deberías apagar las luces e irte a dormir. Mañana tienes que acompañarme a hacer unos recados-

Marceline apretó los labios, rodando los ojos aunque sabía que su padre no podía verla.

-Está bien, ya voy-respondió alargando la última palabra con un tono ligeramente molesto.

-A la cama en diez minutos. Y nada de música-añadió Hunson antes de alejarse.

Apenas los pasos del hombre dejaron de escucharse, la joven de largos y oscuros cabellos regresó al teléfono dejando escapar un largo suspiro.

-Tengo que colgar. Parece que soy una niña de siete años con toque de queda otra vez.

Fern rió entre dientes.

-Dulces sueños, princesa-dijo el chico a modo de broma.

-Sí, claro. Que descanses, Fern.

Marceline colgó, apagó la luz y se dejó caer sobre la cama. Mientras cerraba los ojos, su mente vagó por los acordes de la canción a medio terminar, con la voz de Fern todavía resonando en su cabeza. Y hablando de eso, su teléfono se iluminó de repente, la joven lo tomó con una mano, lo desbloqueó viendo que tenía un mensaje de Fern:

"Descansa, Marcy ;)"

Respuesta de Marceline:

"Ya cállate y vete a dormir de una vez, Fern."

Mensaje de Fern:

"Está bien, lo que tú digas, jefa -_-."

Marceline soltó una risa baja, dejó el teléfono sobre la mesa de noche y cerró los ojos nuevamente. Con esa última nota ligera, el peso del día pareció disiparse un poco más, permitiéndole finalmente relajarse.


El día amaneció gris, la luz se filtraba por la ventana de un pequeño apartamento dando de lleno en el rostro de cierto chico de cabellos rubios que se fue a dormir tarde por estar hablando por teléfono con su amiga y compañera de banda. Pudo oír que golpeaban su puerta, pero le restó importancia y volvió a refugiarse dentro de las cálidas sábanas, o al menos eso quiso hacer hasta que quien sea que estuviese afuera colocó una llave en la cerradura y abrió la puerta del apartamento.

-¡Buenos días~! ¡A levantarse~!-canturreó una voz dulce y femenina, voz que Fern había conocido tan solo un par de horas y que ya sabía de quién se trataba. Fern, con una mueca de incomodidad, levantó la cabeza de las almohadas, entreabrió los ojos solo lo suficiente para ver la figura de Bonnibel de pie en la puerta, con una sonrisa amplia en su rostro mientras en su mano sostenía un juego de llaves.

-¿Es en serio?-preguntó el chico rubio con la voz aún ronca debido a que había dormido poco. Comenzó a estirarse perezosamente bajo las sábanas. Bonnie se acercó con una taza de café en la mano que tenía libre, pues con la otra abrió la puerta del apartamento.

-Claro, son casi las diez de la mañana, ya es tarde para seguir durmiendo y tienes cosas por hacer-respondió ella mientras dejaba la taza sobre el escritorio-no quiero que te acostumbres demasiado al lujo de descansar. Además, si sigues durmiendo hasta el mediodía, no vas a estar listo para comenzar a trabajar-

Los ojos de Fern se abrieron enormemente al escuchar esto y enseguida se levantó de la cama quedando sentado en ella, con las mantas cubriendo la mitad de su cuerpo.

-¡¿Qué?!-exclamó en un tono de voz alarmado, indicando que no se esperaba esa respuesta-no entiendo… ¿c-cómo que trabajar?-

-Anoche me puse en contacto con los miembros del consejo estudiantil, les escribí un correo explicándoles la situación que estamos atravesando en el edificio y que tenemos un nuevo residente, en este caso tú-respondió la joven de cabellos rosas-me dijeron que accedían a dejar que te quedes, siempre y cuando te comprometas una o dos veces a la semana a trabajar dando tutorías. De ese modo podrás conseguir el dinero para pagar la renta-

Fern dejó que sus palabras se asentaran, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar. Después de un momento, suspiró profundamente, con una mezcla de incredulidad y resignación.

-¿Tutorías? ¿en serio?-preguntó, pasándose una mano por el cabello aún un poco desorientado-no sé ni siquiera por dónde empezar. ¡Y apenas puedo dormir, Bonnie!-

Bonnibel no perdió la compostura, como si estuviera acostumbrada a esas reacciones. Por alguna razón, Fern le recordaba un poco a uno de sus estudiantes que compartía los mismos rasgos físicos que él, casi como si fueran hermanos separados al nacer.

-Lo sé, no es ideal. Pero es una forma de que puedas quedarte aquí-respondió Bonnie-además, no tienes que ser un experto. Hay materias con las que te podría ayudar, y puedes enseñar algo sencillo, como matemáticas o química. La idea es que hagas el esfuerzo, y el resto lo haces a tu ritmo. No tienes que hacerlo todos los días, pero sí como un compromiso para que puedas cumplir con el acuerdo-

Fern, aunque reticente, parecía asimilar la propuesta. La idea de estar atado a un horario y de enseñar algo le resultaba desconcertante, pero sabía que no tenía muchas opciones.

-Supongo que no tengo otra opción ¿verdad?-dijo con una sonrisa irónica, sintiendo cómo la carga de responsabilidades empezaba a caer sobre sus hombros. Bonnibel asintió, poniéndose de pie mientras organizaba un par de papeles en el escritorio.

-Exactamente. Pero no te preocupes, Fern. Haré todo lo que pueda para que esto funcione, ¿de acuerdo?

-De acuerdo-respondió el chico rubio con las puntas teñidas de verde sonriendo ligeramente-a propósito, Bonnie. Hay algo que me olvide preguntarte anoche-

-¿Sí? ¿Qué es?

-¿Dónde… uh… dónde está el baño? Necesito arreglarme y darme una ducha si quiero empezar el día.

-Acompáñame, pero primero necesito que tomes un cambio de ropa y unos tenis o zapatos-Bonnie salió del apartamento, Fern se apresuró a salir de su cama, recoger todo lo que la mujer le dijo y salió detrás de ella cerrando la puerta con su pie, no se preocupó en poner de nuevo la llave ya que a fin de cuentas volvería dentro de un rato. Ambos caminaron por el pasillo hasta llegar a las escaleras, bajaron por éstas, cruzaron otro pasillo, las paredes del edificio con su tono neutro y la luz tenue que entraba desde las ventanas creaba una atmósfera algo desolada. Bonnibel avanzaba con rapidez sin apresurarse demasiado pero manteniendo un paso firme. Fern la siguió a su ritmo, notando lo diferente que era la estructura del edificio comparado con su anterior hogar. Cuando llegaron a las escaleras, comenzaron a bajar, y Fern notó cómo el edificio parecía volverse un poco más cálido a medida que se adentraban en las zonas menos grises. Cruzarían otro pasillo antes de que la mujer de cabello rosa se detuviera frente a una puerta que, a diferencia de las otras, contaba con una pequeña placa que decía "Baño"-aquí es-añadió abriendo la puerta con una ligera sonrisa.

Fern la miró, sorprendido por lo que vio dentro.

Bueno, aunque el baño no es precisamente lujoso, debo reconocer que está bastante limpio y tiene un aire acogedor a comparación del baño en mi vieja casa.

El suelo de azulejos brillaba por la continua limpieza y la luz cálida que emanaba de una lámpara daba un toque hogareño.

-Es bastante... tranquilo, ¿no es así?-comentó Fern, asintiendo con una ligera sonrisa.

-Eso es todo lo que necesitas, ¿no?-respondió Bonnibel con una sonrisa amistosa-si necesitas algo más, solo avísame. Me gustaría quedarme y esperar a que termines pero hoy tengo que verme con la madre de uno de mis estudiantes, tenemos un tema serio que discutir. Llámame si necesitas algo o ven a buscarme a la escuela, no está lejos-

Fern asintió y, agradecido, entró al baño. Al mirarse en el espejo, se dio cuenta de lo mucho que le hacía falta una ducha. Se quitó la ropa que llevaba puesta el día anterior sintiendo que la nueva rutina (aunque incómoda) finalmente empezaba a tomar forma.

Bonnie llegó al laboratorio de Química donde la estaba esperando Minerva, respiró profundamente mientras se preparaba para hablar con ella sobre lo que estaba sucediendo con Finn. Tenía la intención de ayudarlo, pero sabía que la conversación no sería fácil. Entró con pasos firmes, pero cuando la mujer de cabello rubio la vio, ésta se levantó para recibirla.

-Buenos días, Bonnie. ¿Está todo bien?-preguntó Minerva sonriendo brevemente, aunque su mirada estaba centrada en unos papeles sobre el escritorio.

-Todo bien, gracias por preguntar-respondió Bonnie-sin embargo, te cité porque necesito hablar contigo de algo serio. Se trata de Finn-añadió sin miramientos.

-¿Qué pasa con Finn?-preguntó Minerva quien frunció el ceño ligeramente intrigada-¿hubo algún problema con el examen?-

Bonnie se sentó frente a ella y comenzó a hablar sobre las calificaciones de Finn, le mostró el examen de Química que recientemente había reprobado y le comentó que estaba teniendo problemas en la materia. En eso, la puerta del laboratorio se abrió, y Finn entró apresuradamente, algo impropio de él. Ambas mujeres lo miraron casi al mismo tiempo.