Capítulo 1. Ganar una apuesta

El barullo dentro del gran salón principal de la Guarida del Apostador era caótico. Toda clase de criaturas: desde fantasmas, demonios y hasta humanos; deambulaban por todos lados haciendo sus apuestas.

Los crupieres controlaban las apuestas con la mayor de las diligencias, procurando que la casa siempre ganará; los camareros, corrían de un lado a otro sosteniendo en sus bandejas bocadillos y bebidas de… dudoso contenido; y los guardias de seguridad molían a golpes a cualquiera que se atreviera a causar disturbios, generando así que varios curiosos y morbosos se juntaran a su alrededor, complicando aún más las cosas.

Todos los días era así en la Guarida del Apostador: desastrosamente escandaloso.

Sin embargo, esa noche la atmósfera se sintió diferente: más salvaje y desenfrenada de lo habitual. Un aura maligna y opresora se extendía por todo el lugar, poniéndole los pelos de punta a todo el mundo, dicha aura de poder se colaba en los huesos de todos los presentes, como una sombra que asfixiaba incluso a los más valientes.

Algunos temblaban de miedo y se quedaban paralizados ante tal presencia tiránica, mientras que otros estaban eufóricos por tal demostración de poder.

La razón de tal conmoción era simple, Hua Chengzhu los había honrado con su presencia esa noche.

Al final de una escalinata, una cortina de gasa roja mantenía alejada de las miradas indignas a Hua Cheng, el Rey Fantasma más temido en los tres reinos. Solamente una silueta borrosa era evidencia de que Hua Cheng estaba ahí, su figura difuminada era suficiente para causar el terror en quien quiera que se atreviera a fijar su vista en esa dirección. Por supuesto, nadie quería sentir curiosidad más allá de los límites de la cortina.

En un lujoso diván de terciopelo rojo, Hua Cheng descansaba perezosamente sosteniendo una copa en una de sus manos observando el contenido fluir libremente, para él, era más interesante ver el líquido que lo que sucedía en el casino. Con sus piernas cruzadas y su otra mano recargada contra su mejilla, su semblante serio e indiferente creaba un contraste abismal al frenesí que se vivía en el salón principal de la Guarida del Apostador.

Parecía aburrido, como si soñara con estar en algún otro lugar antes que en la Guarida del Apostador. Hua Cheng soltó un suspiro y cerró sus ojos, concentrándose en suprimir el bullicio a su alrededor, encerrándose así en sus propias fantasías. El mundo entero pareció desvanecerse y Hua Cheng por fin pudo dirigir sus pensamientos a una sola cosa, o más bien, a alguien:

Xie Lian

No pude evitar pensar en su cabello largo y sedoso. La sensación de suavidad en sus dedos al cepillarlo era una de sus cosas favoritas, el tenue aroma a flores que desprendía su cabello al final del día lo relajaba tanto que muchas veces dormía con su rostro enterrado en esa cabellera que tanto amaba.

También pensó en su piel tersa y blanca como el jade más precioso y puro, la facilidad con la que su frágil piel podía ser marcada por él lo fascinaba en demasía. En más de una ocasión, el cuerpo de Xie Lian había suplido a un gran lienzo en blanco, mientras que los labios de Hua Cheng eran el pincel más fino que pintaba las más bellas obras de arte que jamás habían existido.

Las marcas de amor dejadas por él, cubriendo a Xie Lian de pies a cabeza, y cuyas tonalidades variaban entre el violeta y el carmesí, eran suficientes para calentarlo y hacer que su...

Mejor cambiar de rumbo.

Y es que no solo era la apariencia de Xie Lian lo que a él le atraía, era su personalidad amable, noble y gentil lo que él amaba. Muchas cosas de Xie Lian le parecían adorables, por ejemplo: sus pequeños gestos al hablar; su seriedad cuando pensaba en algo; la forma en que su risa pasaba de tímida al principio, pero escandalosa al final; su rostro ruborizado cuando se sentía avergonzado por alguna indecencia por parte de Hua Cheng; la manera en que Xie Lian se estremecía cuando Hua Cheng lo tocaba en sus lugares más sensibles, obligándole a ver las estrellas; los gemidos y lloriqueos necesitados de Xie Lian poco antes de que alcanzará el org…

Suficiente, ese no era el momento ni el lugar para pensar en esas cosas.

En conclusión, Hua Cheng amaba todo de Xie Lian. Si tuvieras que hacer una lista de lo que más le gustaba de Xie Lian, nunca acabaría de escribir. Lo cual era una bendición que no le hayan pedido hacer algo así, porque ver una lista escrita con el puño y letra de Hua Cheng significaría más una ofensa que una alabanza. Xie Lian nunca se lo dirá en la cara, pero sin importar cuanto practicará, la caligrafía de Hua Cheng nunca mejorará.

Hua Cheng susspiró una vez más con añoranza y se preguntó a qué hora volvería Xie Lian de su aburrida reunión en el cielo con sus inútiles compañeros que solo le robaban el tiempo a su gege. Hua Cheng extrañaba a Xie Lian y ya quería tenerlo entre sus brazos lo más pronto posible.

Ya se podía imaginar cómo sería su próximo encuentro. Seguramente Xie Lian se retorcería y se resistiría un poco antes de ceder a sus deseos y concederle a Hua Cheng su tan anhelado beso. Entonces, aprovechando el calor del momento, Hua Cheng lo besaría saboreando sus dulces y húmedos labios mientras una descarga de electricidad hacía latir nuevamente su corazón muerto; lo acariciaría con la delicadeza de una pluma rozando la superficie del agua provocando que su piel se erizara al tacto; Xie Lian se derretiría en sus brazos suplicando por más y finalmente ellos podrían…

De repente, una voz resonó dentro de la cabeza de Hua Cheng, interrumpiendo sus pensamientos más lujuriosos. Frunció levemente el ceño e inmediatamente colocó dos de sus dedos sobre su sien derecha para escuchar lo que Yin Yu tenía que decirle por medio de la matriz de comunicación.

Más le valía a Yin Yu que se trataba de un asunto importante, Hua Cheng estaba enojado de que sus fantasías fueran cortadas justo cuando iba a llegar a la mejor parte.

Al terminar su conversación, los ojos de Hua Cheng se abrieron y su mirada se oscureció, y por primera vez en la noche, prestó genuina atención a lo que sucedió en la Guarida del Apostador.

Sus ojos recorrieron todo el vestíbulo, pero nada parecía ir fuera de lo normal.

Hasta que lo noté.

Era casi imperceptible, como un leve cosquilleo en el aire, como si una energía extraña flotara perturbando el equilibrio. Hua Cheng lo notó al instante. Podía sentir residuos de un poder desconocido en el salón principal del casino. Alguien estaba manipulando las mesas de juego.

En Ciudad Fantasma, todos sabían que estaba prohibido ejercer algún tipo de magia o hechizo que pudiera otorgar ventaja sobre las apuestas. Incluso el mismísimo Hua Cheng seguía esta regla: en la Guarida del Apostador, tu única aliada debía ser la suerte.

Cualquiera que incumpliera esta regla de oro, se enfrentaría a Hua Cheng. ¡Que osadía por parte de la criatura que se atrevía a hacer ese tipo de trampas en presencia de Hua Cheng!

En una esquina del salón, una figura destacaba del resto de los jugadores. Estaba ataviada con una gran capa negra adornada con intrincados detalles de brocado dorado, cubriendo así la totalidad de su cuerpo. Lo único visible de esta persona era una fracción de su rostro que sobresalía de su capucha, unos labios coloreados de un intenso color rojo, cual una cereza, eran los únicos protagonistas que aquella desconocida mostraba con orgullo.

Aunque la mayoría de los que asistían a la Guarida del Apostador solían llevar capas para mantener el anonimato y no llamar la atención, esta mujer había logrado todo lo contrario. Su porte y elegancia la hacían sobresalir aun en su intento de pasar desapercibida, o puede que tal vez su intención desde el principio haya sido exactamente capturar la mirada de todos.

En cualquier caso, esta desconocida había logrado tener sobre ella la mirada de todos, incluida la de Hua Cheng.

Cuando sintió la penetrante mirada de Hua Cheng hacia ella, la mujer de la capa volteo en dirección a la cortina y curvo sus preciosos labios hacia arriba formando una pequeña sonrisa que desbordaba suficiencia.

Hua Cheng solo atinó a levantar una ceja. ¿Quién se creía que era para atreverse a sonreírle así al todopoderoso Lluvia Sangrienta que Busca la Flor?

La crupier encargada de supervisar los juegos dio inicio a una nueva ronda:

—¡Comenzamos las apuestas! —dijo la mujer encargada —Ya conocen las reglas: cada participante lanzará los dados una vez. Quien obtenga el número más alto será declarado ganador y podrá reclamar su premio a Hua Chengzhu. En cambio, el perdedor deberá entregar lo más valioso que posea.

Este sistema de juego podía garantizar que Hua Cheng tuviera el control en cada momento sobre el tipo de cosas que se apostaban, de esta forma, la casa podía decidir qué peticiones se aceptaban y cuáles se negaban. Así todas las apuestas se hacían en nombre de Hua Cheng sin la necesidad de que él estuviera jugando personalmente.

La desconocida de la capa se acercó a una mesa alargada, lista para jugar. A su alrededor se reunieron varias criaturas para ver cómo se desarrollarían las apuestas. Debido a su creciente popularidad esa noche, muchos se pusieron a hablar sobre esta mujer de identidad incierta.

—Dicen que este es su vigésimo juego —dijo en voz baja un pequeño espíritu de pez tratando de ponerse en puntillas para ver lo que sucedía con la mujer de la capa —¡Y no ha perdido ni una vez!

A su lado alguien le respondió:

—¡Eso es imposible! Nadie a excepción de nuestro Hua Chengzhu puede ganar tantas veces seguidas.

—Lo que dice es verdad —un hombre con una máscara demoníaca, cuya apariencia era similar al rostro de un zorro, le dio la razón al pequeño espíritu pez. —Soy testigo de que no ha perdido ni una sola vez, llevo siguiéndola toda la noche. Además, aunque esta noche tiene la racha ganadora, en ninguna de sus apuestas ha pedido beneficios.

—Pues que tonta, tiene la buena fortuna de ganar todos sus juegos y aun así no pide nada. ¡Que perdida de tiempo!

—¡Que arrogancia la suya! Mira que venir aquí y no apostar como se debe es un insulto a Chengzhu. ¿Entonces qué hace aquí si no hay nada que quiera pedirle a nuestro señor?

—Que aburrido, jugar sin pasar por la adrenalina de perder o ganar no es para nada divertido.

Varios cuchicheos similares se hicieron oír entre los curiosos que se acercaron a observar. La molestia y la indignación hacia la mujer de la capa por su forma de apostar predominaban entre los presentes.

Normalmente, todos los que iban a la Guarida del Apostador era para jugar un todo o nada, es decir, se ganaba todo o se perdía todo; y si se tenía la suerte de salir victorioso, el ganador podía pedir su premio a Hua Cheng. Que alguien apostara sin pedir ningún beneficio era una gran blasfemia en contra del señor de la ciudad.

Deleitándose con la atención recibida, la desconocida de la capa sonriendo una vez más con un atisbo de desdén, enfureciendo aún más a la multitud y ganándose una nueva ola de comentarios en su honor.

En el extremo contrario de la mesa, un hombre que aparentaba ser de la nobleza por su ostentosa vestimenta, se acercó y agarró el cubilete donde estaban los dados para efectuar el primer tiro. Él sería el oponente de la mujer de la capa.

—Yo ofrezco a mi primogénito que está próximo a nacer, Hua Chengzhu puede hacer lo que desee con él. A cambio, quiero las armas más poderosas y los recursos para ganar la guerra en contra del reino enemigo que aqueja a mi nación. —Apostó el hombre sin titubear. La frialdad de este sujeto al ofrecer así a su futuro heredero hizo que todos los espectadores brincaran de emoción; para ellos, mientras más cruel, era mejor.

—De acuerdo, Chengzhu ha aceptado su apuesta —dijo el crupier después de permanecer unos momentos en silencio. Posteriormente se giró hacia la mujer de la capa.

—Este collar es mi posesión más valiosa, si pierdo, Chengzhu puede quedárselo —dijo la mujer de la capa mientras extendía su mano y mostraba un precioso colgante dorado con joyas de rubí. — En cuanto a que es lo que quiero si gano… Nada. Solo juego para divertirme.

Claramente ese collar se veía costoso. Aunque una simple vista parecía un accesorio común y corriente, en realidad, se trataba de una reliquia imbuida en energía espiritual. Cualquiera podía sentir que aquel collar emitía un poder inusual.

—Está bien, Chengzhu acepta su apuesta.

Una vez aceptadas ambas ofertas, el hombre al fin hizo su tirada, puso el cubilete sobre la mesa después de agitar durante unos instantes, y muy lentamente comenzó a descubrir los dados. El sudor le corría por todo el cuerpo y el corazón le iba a mil. Al fin y al cabo, el futuro de su reino dependía del resultado de este simple lanzamiento de dados.

Un cuatro y un cinco.

El hombre sospechaba que parecía aliviado, ese era un buen resultado. Sería muy difícil que la mujer de la capa pudiera superarlo. Desafortunadamente, el hombre desconocía la racha ganadora de su contrincante. Así que cuando la mujer sacó dos seises, quedó petrificada, su tez se volvió pálida y comenzó a temblar. Su derrota implicaría perder a su heredero, y muy probablemente su nación caería ante el enemigo.

Derrotado, el hombre se empujó de rodillas y comenzó a maldecir, unos guardias tuvieron que cargar al hombre y sacarlo de la Guarida del Apostador a rastras, su rostro era una mezcla entre impotencia y dolor. Mientras lo sacaban, abucheos y burlas se escucharon por todo el lugar, regodeándose de la desgracia ajena.

—Enhorabuena, la joven dama ha ganado.

Nuevos cuchicheos se hicieron oír. La mujer de la capa estaba disfrutando el momento.

—¡Escuchen por favor! —interrumpió otro trabajador del establecimiento —Me acaban de informar que Chengzhu ha decidido participar personalmente en los juegos de hoy, quien quiera apostar, acérquese de este lado.

Aunque todos estaban ansiosos por ver a Hua Cheng en acción, nadie se atrevió a dar el primer paso. Era sabido que Hua Cheng casi nunca perdía, razón por la cual todos temían apostar contra él, las probabilidades de perderlo todo eran demasiado altas.

Mientras todos se veían unos a otros esperando por el valiente que se atrevería a jugar con Hua Cheng, el sonido de unos pasos resonó entre la multitud. La mujer de la capa se acercó a la mesa principal ubicada al pie de las escaleras donde descansaba Hua Cheng, y dijo:

—Si me permiten, me gustaría jugar contra Chengzhu. Pero esta vez sí quiero algo a cambio.

—Habla —dijo Hua Cheng con tono indiferente.

—Deseo tener una audiencia privada con Hua Chengzhu, tengo algunos negocios que podrían interesarle.

Aunque su tono de voz era dulce y melodiosa, el significado de sus palabras denotaba cierta arrogancia, lo que hacía que cualquier comentario que saliera de su boca sonara realmente ácido.

Por segunda vez en la noche, Hua Cheng levantó una ceja. ¿Qué tramaba esa mujer? ¿Por qué de repente quería hacer negocios con Hua Cheng?

—¡Pero que descarada! —susurro un pequeño fantasma. —Ella no tiene oportunidad con nuestro Chengzhu, su corazón ya le pertenece a otra persona.

—¡Al tío abuelo no le va a gustar esto! —habló alguien más en voz baja.

—Yo opino que saquemos a patadas a esta insolente. Mira que hacerle este tipo de propuestas a Chengzhu es ridículo.

—Está bien —respondió Hua Cheng para sorpresa de todos. —Si yo gano me quedaré con ese bonito collar que mostraste antes.

La mujer alarmantemente en aprobación.

—Ya conocen las reglas: cada participante lanzará los dados una vez. Quien obtenga el número más alto será declarado ganador.

La desconocida sostuvo el cubilete con los dados y con un movimiento elegante y grácil de sus manos, agitó el cubilete. Entonces hizo su lanzamiento.

Todos eran conscientes de que la dama de la capa negra no era alguien normal, y la larga lista de victorias acumuladas esa noche reafirmaba esa hipótesis.

Por esa razón, todos estaban a la expectativa. ¿Será posible que esa mujer pudiera ganarle a Hua Cheng? Las opiniones estaban divididas, pero nadie se atrevió a decirlas en voz alta.

La mujer retiró el cubilete mostrando los dados.

Dos seises.

¡Había obtenido el número máximo!

Sin embargo, Hua Cheng también tenía un amplio historial de victorias. Seguramente empataría el resultado, ¿no?.

Hua Cheng soltó una pequeña carcajada que solo él fue capaz de escuchar, y salió de su cabina privada, todos quedaron boquiabiertos al verlo bajar con ese semblante intimidante típico de él. Al bajar las escaleras se puso en el extremo contrario de la mesa, agarró el cubilete e hizo su lanzamiento.

La tensión se respiraba en el aire, el silencio reinó por primera vez en la Guarida del Apostador desde la apertura del establecimiento. Nadie se atrevió a hacer ni el más mínimo movimiento.

Finalmente, Hua Cheng reveló los resultados.

Un gemido de sorpresa fue lanzado al unísono entre todas las criaturas presentes, no tardó mucho para que la histeria colectiva se propagara por el lugar.

Un cinco y un seis.

Eso fue lo que obtuvo.


Nota del autor:

¡Hola a todos! La verdad estoy muy emocionada y nerviosa por comenzar a publicar esta historia. Soy apenas una novata que esta tratando de establecer su estilo de escritura, así que ofrezco disculpas por algún error en la redacción o en la ortografía.

Este es el primer capítulo de una historia un poco larga (a decir verdad aún no se cuantos capítulos serán). Espero que esta lectura sea de su agrado. :)
Por último, me gustaría decir que planeó hacer una actualización de forma quincenal, así que la próxima fecha tentativa de actualización sería para el 15 de febrero de 2025.
Agradezco nuevamente a las personas que se atrevieron a leer esto y que llegaron hasta aquí. . 3