Muy buenas a todos los lectores que siguen esta peculiar historia. Antes que nada quiero desearles un feliz y próspero año nuevo, y que cumplan con sus metas a lo largo de estos nuevos meses; así como las ya conocidas mil gracias a Ana Karen por seguir comentando la historia.
Este capítulo corresponde a la canción "Keep Your Friends Close", cuya traducción literal sería la misma que lleva el título del cap, de la saga del océano del musical de Epic.
Capítulo 12: Mantén a tus Amigos Cerca
Bolt escaló por el costado de la isla, y cuando llegó a la cima de esta se encontró con una vista hermosa e inigualable: un precioso y frondoso bosque, con ríos cruzando de lado a lado; estando por encima de las nubes de tormenta el sol brillaba con toda tranquilidad, manteniendo tibio el lugar. El can quedó maravillado por la hermosa vista, y comenzó a abrirse paso por el lugar con cuidado. A pesar de que el lugar se veía y sentía seguro, Jack tenía razón al mencionar que no quería hacer enojar a una deidad y arriesgarse a perder la vida, o empeorarles el resto del viaje.
Conforme Bolt se adentraba en el bosque flotante, observando con curiosidad alrededor, casi podía escuchar una melodía en el aire. Si no hubiera estado en una situación tan necesitada, seguramente lo hubiera disfrutado mucho más. Pero en ese momento había urgencia, y dado que no había encontrado a nadie aún, el can decidió hablar al aire:
–Oh, gran dios del viento, Eolo –Comenzó, sin alzar demasiado la voz, pero haciéndose escuchar–, no sé si sepas esto, pero mi camino y el de mis hombres está bloqueado por una tormenta impenetrable. Vine a pedirte asistencia, que nos permitas el paso hacia nuestro hogar, que calmes los vientos y los hagas favorables para que podamos terminar nuestro viaje a casa, mis amigos y yo.
Por un momento, no hubo respuesta alguna. Luego una corriente de aire comenzó a girar alrededor de Bolt, con una risa melódica incorporada en el viento. Sonaba etérea, celestial, y en pocos segundos un brillante vencejo, de colores vibrantes, azulados y verdosos, apareció volando frente al can, aun soltando una risilla que bien podía ser juguetona.
–Bienaventurado, mortal; yo soy el viento –Se presentó el ave, con una voz más andrógina y femenina de lo que Bolt esperaba para un dios–: giro y revuelvo; y también le doy al fuego su aliento –Canturreó mientras volaba un par de veces alrededor del can–. He oído tu plegaria, y te presento con un juego.
–¿Un juego? –Repitió el can, comenzando a caminar detrás del vencejo a través del bosque, hasta que este se detuvo sobrevolando sobre una mesa de piedra, frente a la cuál Bolt tomó asiento. Una serie de criaturillas comenzaron a acercarse al pastor suizo, saliendo de entre los arbustos y las copas de los árboles. Bolt reconoció de inmediato a las criaturillas de la isla, las que le ofrecieron la fruta del loto cuando viajó con Rhino, tiempo atrás— ¡Ustedes!, ¿qué hacen aquí? –Preguntó atónito, más con sorpresa que con enojo, pues no esperaba ver a los "come-lotos" fuera de aquella isla.
–Ah, ellos –Contestó el ave sin aterrizar–; son mis queridos winions; van y vienen, se pasean con las corrientes. A veces se pierden, a veces regresan –Sin darle demasiada importancia a la mirada curiosa de Bolt sobre las criaturillas, pues el can estaba analizando que estos tenían su pelaje menos oscuro y púrpura que los que encontró en la isla, la deidad prosiguió–. Un juego, es lo que te ofrezco. Y si lo ganas, obtendrás tu deseo.
–Bien, juguemos entonces –Replicó Bolt sin perder el tiempo, entiendo que su deseo era, claramente, llegar a casa.
Eolo produjo una bolsa grande de cuero, atada y cerrada con un hilo de plata que brillaba. –Presta atención, mortal, a esta bolsa de aquí –Explicó el ave, aun con voz cantada y juguetona–, pues he guardado los vientos tormentosos en ella. Lo único que debes, es no abrirla jamás.
Bolt frunció el ceño. –¿Eso es todo?, suena demasiado simple; ¿cuál es el truco?
El vencejo volvió a reír, produciendo una leve corriente de aire en el proceso.
–Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más –Canturreó–. Si ellos quieren abrirla, debes decirles "¡no, seño-or!"
–Tal vez recurrir a matarlos, si hace falta –Agregaron los winions, con tal calma y tranquilidad, como si matar a alguien fuera lo más inconsecuente de la vida.
–Espera, ¿cómo, cómo? –Preguntó Bolt, confundido por la manera críptica de hablar del ave.
–Pues, el fin siempre justificará el medio –Respondió Eolo–; los amigos se tornan enemigos y rivales. Así que, mantén a tus amigos cerca, y tus enemigos aún más, pues nunca sabrás en quién confiar.
Bolt hizo su regreso al barco confundido. Eolo se reusó a explicarse más, y aunque lo hiciera, su forma tan rara de hablar no era de mucha ayuda. Algunos de los winions, al menos, amablemente, le estaban ayudando a cargar la bolsa de regreso. El can vino a descubrir que las orejas largas y caídas de las criaturillas doblaban como alas, ya que estos iban volando a baja altura, aleteando con sus orejitas mientras sostenían la bolsa de los vientos con las patas. "Nunca sabrás en quién confiar", le resonaba en la cabeza. ¿Cómo no sabría?, el can le confiaría la vida a cada uno de sus hombres, sin dudarlo.
Cuando el can hubo escalado cuesta abajo, de regreso a su nave, Peri y un dóberman, así como Jack y otro par de gatos, se acercaron a recibirlo.
–Capitán, ¿qué sucedió? –Preguntó el Beagle, justo antes de reparar en la bolsa cargada por los winions–, ¿qué hay en la bolsa, capitán?
–Algo peligroso, chicos; no debemos dejar que nos distraiga. Les explico en…
–¡Es tesoro! –Exclamaron los winions sin advertencia alguna.
Bolt volteó a verlos con los ojos abiertos de incredulidad.
–¿Qué?
–¡Adiós!
Ni bien los winions se alejaron volando, tras dejar a bolsa tirada junto a las patas de Bolt, los hombres comenzaron a acercarse, exclamando emocionados.
–¡Abramos la bolsa!
–¡Sí, veamos que consiguió!
–¡Abra la bolsa, capitán!
–¡No, no, no! –Se apresuró a ladrar Bolt, interponiéndose entre la bolsa y sus compañeros antes de que estos llegaran a abrirla–. Todo el mundo, escuche bien: ¿Ven cómo la bolsa está cerrada? Así es como debe de estar. Esta bolsa tiene la tormenta guardada adentro; no podemos dejar que el rumor del tesoro se esparza –Les advirtió seriamente, mirando a Jack en particular para asegurarse de tener el apoyo de su segundo al mando.
La mirada de los demás no era muy convencida; si bien el gato bombay asintió en silencio, Peri y los demás se veían poco persuadidos, y con un genérico encoger de hombros y un "Lo intentaremos," se apartaron de Bolt para volver a sus labores.
Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más, resonaba la voz de Eolo conforme Bolt les ordenó bajar los arpones y regresar las naves al mar para navegar. Conforme transcurría el resto del día, el can pudo notar a varios de sus hombres observando la bolsa indiscretamente, la cuál él terminó atándose a la cintura para no perder de vista.
No sabes en quién puedes confiar.
Ahora quieren abrir la bolsa y obtener sus respuestas,
Tal vez te la quieran arrebatar.
Conforme el cielo se iba oscureciendo, Bolt se dirigió a su cuarto para descansar un poco. Tremenda fue su sorpresa al encontrarse con uno de sus compañeros felinos oculto debajo de la cama, prácticamente asechándolo para intentar curiosear el contenido de la bolsa. Un gruñido de "fuera" lo hizo salir huyendo, pero cuando el can se acercó a cerrar su puerta, alcanzó a ver en la distancia algunos pares de ojos fijos en él y en la entrada de su cuarto.
El fin siempre justificará los medios, mortal,
Nada ha sido igual desde ese umbral
Bolt escuchó en un murmullo cerca de dónde había ido a comer para distraerse algo así; unos de sus hombres discutiendo como "el capitán actúa raro desde el enfrentamiento en la cueva del cíclope; desde que Rhino murió". Con un gruñido de entre dientes, el pastor suizo regresó a su camarote y cerró para prepararse a descansar.
Mantén a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más, o perderás.
La sangre se le heló a Bolt. El camarote no tenía seguro; nunca lo había tenido. Con un temblor, el can se dio cuenta de que no, no confiaba del todo en ninguno de sus hombres. Había visto el interés, por no decir avaricia, en sus ojos al pasar cerca de ellos con la bolsa, y en realidad, Jack no había sido excepción. Claro, había obedecido órdenes, y mantenido a los demás a raya, pero el gato negro también tenía ese brillo de ambición en los ojos.
No sabes en quién puedes confiar, ¿o sí?
No necesito dormir, decidió Bolt en silencio, cayendo en cuenta de que sí, les confiaría su vida a sus hombres. Pero no la bolsa de los vientos.
Y eso hizo.
Durante los siguientes nueve días, el can se rehusó a dormir. Comía, seguía navegando el barco sobre el mar tranquilo y bajo el cielo azul, seguía entablando conversación con Jack y sus hombres—mientras sostenía la bolsa bien contra él, manteniéndola alejada de patas curiosas y miradas ambiciosas—, pero no durmió. Y, de hecho, conforme los días se empezaron a acumular, Bolt se vio lentamente dejándole más y más el control de la nave a Jack. Se guardaba en su camarote—después de pedirle al gato bombay que no fuera molestado—durante ratos largos, sin salir a platicar con nadie.
Bolt estaba consciente de que poco a poco parecía más decrépito y raro para los demás, pero no podía dormir. No podía quitarle los ojos, pesados y llenos de cansancio, a la bolsa de los vientos. Pero había funcionado; durante esos nueve días, nadie lo había desafiado. La bolsa seguía cerrada, los barcos andaban de viento en popa, y estaban cada vez más cerca de casa.
Mittens, ya estoy cerca. No puedo esperar para crear nuevos recuerdos contigo.
El can casi podía jurar que escuchaba la voz de su dulce amada. "No te duermas, cachorrito, ya estás cerca."
Marcus, hijo mío. Tiempo de ser el padre que no pude ser los primeros años de tu vida.
"No te duermas, papá;" Bolt notó que la voz de su hijo era tenue, apenas perceptible. No sabía como imaginársela, pues nunca había escuchado a Marcus decir palabra. "ya estás cerca."
A Bolt le pesaban los ojos. Le pesaba el corazón, y el alma. El viaje había sido duro y peligroso, y no había sido sin tragedia, pero ya casi llegaba a casa. Muchas cosas habían cambiado, pero él era el mismo perro, el mismo esposo y padre que siempre había sido. Estaba listo para reunirse con ellos. Lo podía visualizar perfectamente. La voz de Mittens le resonaba en la cabeza.
"Abre los ojos, cachorrito."
…
"Bolt, despierta."
…
"Despierta." Esta vez sonó más fuerte, aún la voz de la gatita. "Bolt, despierta. ¡Están abriendo la bolsa, tienes que despertar!"
El can abrió los ojos de golpe, y cayó de la cama, mirando alterado a su alrededor. La puerta de su camarote estaba enteramente abierta, y la bolsa ya no estaba atada a su cintura.
¡NO!
El can salió corriendo a cubierta, dónde, en pleno centro del barco, la bolsa yacía abierta de par en par, una ráfaga de vientos violentos sacudiendo todo alrededor mientras escapaban de sus confines. Con toda la fuerza de la naturaleza, los vientos concentrados empujaron las velas bruscamente, hasta el punto en el que comenzaron a levantar los barcos del mar, arrastrándolos por el aire lejos de Ítaca.
–¿¡A dónde nos lleva la tormenta!? –Gritó Bolt, su voz apenas audible con la fuerza de los vientos rugiendo alrededor.
Durante unos momentos, el aire manifestó el cuerpo de Eolo, el vencejo inmutable ante los fuertes vientos que arrastraban todo lejos de su destino y hacia tierras desconocidas.
–Te dije que mantuvieras la bolsa cerrada, y has fallado –Le respondió al can, por primera vez, sin canturreo en su voz–. ¡Si tuviera que adivinar, te diría que van camino a la tierra de los gigantes!
Bolt abrió la boca para contestar, pedirle ayuda, u otro juego para retomar su camino, pero tan rápido como apareció, el cuerpo de la deidad se desvaneció entre las corrientes de viento, dejándolo desamparado.
La tormenta rugió con fuerza, arrastrando las naves por los cielos en dirección a quién sabe dónde. En medio del pánico y desastre, Bolt dio con la negra y esbelta figura de Jack, batallando por no ser empujado por los vientos al igual que todos a bordo del barco.
–¡Ayúdame a cerrar la bolsa! –Le gritó el can, gesticulando con la cabeza.
–¡Pero, señor, es muy tarde! –Replicó el gato, sus ojos abiertos en miedo y desconcierto.
–¡No importa, podemos guardar lo que sea de viento que aun quede y usarlo para alguna otra ocasión!
Ante esto, Jack centró su vista y le asintió a Bolt. El can correspondió el gesto, y entre los dos comenzaron a empujar contra los vientos, avanzando a gachas para llegar hasta la bolsa, que aun despilfarraba violentamente corriente tras corriente de aire agitado. La fuerza de los vientos estuvo cerca de llevarse a Jack, pero Bolt alcanzó a agarrarlo del pellejo, y con un gesto de confianza, musitó toda su fuerza para lanzar al gato hasta la bolsa. Jack entendió su misión, y si bien tuvo que hacer esfuerzo por aterrizar en dónde quería, logró caer sobre la bolsa de los vientos, pisando la apertura para contenerlos, mientras Bolt corría a cerrarla con el hilo de plata nuevamente.
Ambos respiraron agitados una vez que la bolsa estuvo cerrada nuevamente, aunque la calma no duró mucho, pues los barcos aterrizaron con fuerza, salpicando alrededor, en una laguna cercana al mar, pero con rodeadas por rocas que les complicarían el paso. Estaban también cerca de una costa que parecía habitada. Antes de que alguno pudiera reaccionar con propiedad, o comenzar a analizar la situación en la que estaban, una voz, grave, profunda y estridente, les llegó a los oídos.
–¡Bolt Forrester de Ítaca! ¿Acaso tienes idea de quién soy?
