POV de Hikari

Kenma estaba sentado en su escritorio viendo hacia la ventana. No parecía inmutarse por sus compañeros que pasaban, las conversaciones que lo rodeaban o el olor de los almuerzos que poco a poco iban apareciendo en el aula. Me quedé en la puerta mirándolo un rato, pensando en el aura solitaria e inocente que emanaba. Poco a poco los recuerdos se venían a mi mente, desde la primera vez que lo vi, el primer momento cuando nos divertimos jugando juntos, la vez que me defendió de unas vecinas que me molestaban, ese trágico incidente y el instante en que nos separamos.

Nos conocimos desde niños, éramos vecinos que vivían en la misma cuadra y nuestros padres eran amigos. Siempre iba a su casa o él a la mía en las celebraciones importantes, algunos fines de semana o a petición nuestra. Aunque esto último fue algo gradual. Una amistad que poco a poco fue creciendo hasta convertirse en un vínculo muy sincero y bello.

Kenma siempre fue un niño introvertido, le encantaba jugar videojuegos y no hacía mucho deporte. Lo que no sabían muchos, es que desde pequeño su corazón era inmenso. Aunque no expresaba mucho con las palabras, sus acciones silenciosas mostraban cómo ponía siempre a los demás antes que a él. En cambio, a mi me gustaba el sol, jugar tenis y básquetbol, nadar con mis amigas y pasar tiempo en familia. Pero también era bastante tímida y amaba el tiempo a solas en la naturaleza, leer libros, escribir cuentos, pintar y también jugar videojuegos. Era una persona ambivertida que encontraba serenidad, paz y alegría junto a mi amigo.

A medida que iniciamos el penúltimo año de primaria, nuestros encuentros se hicieron menos frecuentes hasta que ya no volvieron a suceder. Me mudé al extranjero y, recientemente, he vuelto a Tokio.

Los primeros días de nuestro regreso estuvimos muy ocupados con la mudanza, con la papelería y la burocracia. Para mí, Kenma era solo un recuerdo arrinconado en mi memoria. Un recuerdo feliz, nostálgico y lleno de cariño. Entré a la preparatoria Nekoma sin esperar reencontrarme con mi pasado. Nuestro primer encuentro fue una sorpresa para ambos.


Hace 1 mes

Estaba algo nerviosa por ser el primer día de clases del segundo semestre. Las vacaciones de verano se habían terminado y me esperaba una nueva escuela, nuevos compañeros, nuevas aventuras. El día transcurrió sin mayor novedad. Los profesores eran muy amables, sobre todo Manabu sensei, a quien gracias a las ocupaciones de los demás, se le designó ayudarme con toda la papelería de ingreso y darme la bienvenida a pesar de ser uno de los entrenadores del equipo de voleibol masculino.

Sonó la campana del almuerzo y, como no tenía mucha hambre, decidí recorrer un poco el Nekoma para conocerlo mejor. Recorrí varios pasillos, la cafetería y las canchas de tenis hasta que llegué a lo que parecía un gimnasio. Me acerqué a la puerta y comprobé que eran las canchas de voleibol. Tal vez Manabu sensei se encontraría por aquí.

-Este deporte me recuerda a él- dije en voz alta, rememorando el pasado, sin esperar lo que sucedería a continuación.

Me di la vuelta y, cuando quise dar el primer paso, me choqué contra algo/alguien. Lentamente empecé a caer, pero un fuerte agarre me sujetó de la muñeca y evitó una dura caída.

-Discúlpame, no me di cuenta. Muchas gracias por…

Me quedé atónita. Ante mí estaba Kenma, igual o más sorprendido que yo. Nos quedamos viéndonos a los ojos por lo que parecieron minutos, pero tal vez solo fueron un par de segundos. No dijimos nada, solo mirábamos lo que parecía algo imposible. Hasta que Kenma tomó aire, exhaló y escuché su voz por primera vez desde hace mucho tiempo.

-Hikari - dijo nervioso- Qué…¿qué haces…?… ¿cuándo…?

Estaba tan sorprendida, que no me di cuenta que varios alumnos, quienes luego supe que eran los integrantes del equipo de voleibol, estaban observando toda la escena. No sabía qué decir. Poco a poco la felicidad estalló fuera de mi, sonreí, y no pude evitar darle un gran abrazo, fuerte y largo. No sabía por qué, pero no quería soltarlo. Tal vez inconscientemente me aferré a él en un intento por no volver a pasar por una dolorosa separación.

-¡Kenma! ¡Estás aquí!- grité emocionada. Cerré los ojos y no pude evitar que unas lágrimas brotaran y mojaran un poco su hombro.

Kenma pareció dudar por un instante, pero sonrió dulcemente y, aunque no le gusta ser mucho el centro de atención desde que éramos niños y evita realizar cualquier acción que lo haga resaltar, lentamente rodeó mi cintura y me abrazó de vuelta.

-Y tú también- dijo pausadamente suspirando sobre mi cuello.