IV
Cuando la flecha dio certeramente en el centro de la diana, se escuchó una ovación unánime del grupo de tres jovencitas que miraban la práctica de tiro con arco de esa mañana.
—¡Muy bien, Lady Kagome! —dijo una de ellas mientras todas aplaudían.
—¡No ha fallado casi ningún tiro! —agregó otra de ellas.
Viendo esa escena en el patio de armas desde una de las almenas del castillo, Lord Higurashi dio un largo trago a su tarro con vino caliente que había elegido beber para calentar esa fría mañana de otoño.
—Su nieta es muy talentosa, mi Lord —escuchó la voz de Lord Hojo a su derecha quien también observaba la mañana de entrenamiento de la joven—. Además de muy linda
—Lo es —respondió sin apartar su mirada del patio de armas, ahora las tres mujeres se habían acercado a su nieta luego de que ella dejara su arco y carcaj con flechas en la mesa a un lado de ella. La joven de cabello negro azabache recibió a sus amigas con una sonrisa amplia y encantadora.
—Probablemente reciba muchas propuestas de matrimonio mañana en las fiestas de la cosecha de la viña —vaticinó Lord Hojo—, ¿ha pensado usted en un posible candidato?
Lord Higurashi, un hombre ya viejo con el cabello canoso,dirigió su mirada hacia su izquierda donde vio a un hombre de cabello igual de canoso que él esperando su respuesta.
—Aunque usted vea a mi nieta muy diestra con el arco, aún es una muchacha sensible, como todas las de su edad —le explicó con calma—. Le he dado la libertad de elegir marido. Así que, si hay alguna propuesta para ella este año, ella decidirá si la acepta o no.
Lord Hojo resopló con sorpresa—. Arriesgado dejar esa elección en una jovencita inocente, mi lord.
—Tiene libertad pero no absoluta, por supuesto, cualquier candidato necesitará mi autorización —le tranquilizó regresando su mirada al patio de armas, donde Kagome ya se quitaba los guantes de cuero y soltaba su cabello de la coleta en la que lo llevaba dando por terminada su mañana de ejercicio—. Sabe perfectamente que, aún por arriba del corazón, está su lugar como miembro del clan Higurashi. Mi nieta cumplirá siempre con su deber.
—Bueno, es sinceramente esperanzador escucharle decir eso —continuó Lord Hojo mucho menos tenso—. Eso quiere decir que, aún cuando quiera cederle la elección a ella, aún podemos hablar de mi hijo como una seria propuesta para Lady Kagome.
El viejo señor de la viña de las luciérnagas soltó una risa y respondió—. Claro, mi señor, aún podemos hablarlo —antes de darle otro nuevo sorbo a su bebida.
—¿Así que quieres casarte con la hija del molinero? —su padrastro recostó la espalda sobre el respaldo alto de su silla de roble evidentemente divirtiéndose de lo que acababa de escuchar—. No creo que sea la esposa apropiada para ti.
—Es la esposa que quiero —se defendió sin levantarse de su silla, ubicada justo frente al elegante escritorio del señor del valle de los molinos.
—A pesar de ser…lo que eres —InuYasha tuvo que apretar los puños para disipar la frustración de no poder golpear a Takemaru—. No eres un bastardo común ni mucho menos corriente. Tu madre era hija de Lord Takano, señor del valle y tú padre, bueno, nada menos que el rey de todo lo que tocan tus pies. No es tan sencillo.
—¿Por qué?, yo no soy el heredero del señorío del valle, es Bankotsu, y por parte del rey…no tengo ni espero nada —sostuvo sin dar su brazo a torcer—. Lo único que sé que tengo son las tierras que Lord Takano dejó para cuando precisamente yo decidiera hacerme de mujer y familia.
—Sí, vaya, pero él se refería por mujer a alguna viuda o la hija de alguna familia… mejor acomodada que la de un simple molinero —Takemaru se levantó de su silla y comenzó a divagar un poco por su despacho—. No. Simplemente no hay manera.
El joven peliplata se puso violentamente de pie y miró directo a los ojos a su padrastro—. No vine aquí para recibir un no. Me has repetido hasta el hartazgo que no soy tu hijo, que soy un vil bastardo, entonces no voy a permitir que decidas sobre mí.
—Bastardo o no, perteneces a una de las familias más importantes del reino y, mira tú, ¡a la propia familia real! Si tu padre no se hubiera encargado de que todo dios se enterara de quién eras ni siquiera tendrías tierras que reclamar, tierras que sin mi autorización no recibirás, así que te recomiendo que dejes de creer que puedes pasar por encima de mí —fue turno de Lord Takemaru de defenderse—. Créeme que si fuera por mí, podrías casarte con la prostituta de la taberna si te diera la gana y me daría lo mismo, pero tú y yo tenemos deberes que cumplir. Estoy seguro que aprendiste algo referente al deber los años que viviste con tu padre en la corte.
InuYasha casi se hace daño por la forma tan fuerte en la que se mordió los labios para intentar apaciguar la furia que le corría por las venas como fuego vivo, su cuerpo temblaba tanto que le dio asco. Dio un fuerte golpe en el escritorio de su padrastro y salió a paso largo del despacho, sin dar reverencias, sin pedir permiso. A. LA. PUTA. MIERDA.
No se conformaría con la negativa de Takemaru. Si no había más remedio que escribirle a Sesshomaru, ni hablar, lo haría.
Que de algo le sirviera, ser hermano del rey.
