Notas: Antes que nada, les quiero agradecer sus comentarios y también darles las gracias por darle la oportunidad a mi primer fanfic aquí. Sé que todos queremos que InuYasha y Kagome ya se conozcan pero aún hay que esperar un poco más así que también eso les agradezco, su paciencia para que este fic se desarrolle bien. Les dejo un beso y con la continuación:
VII
—¡Mi estimado Lord Kirinmaru! —Takemaru recibió con los brazos abiertos al hombre que, con elegantes ropas, bajó del carruaje luego de que lo hiciera un hombrecillo de estatura baja y ojos grandes—. Es un honor tenerlo de vuelta por estos lares.
—Un gusto verlo de nuevo y tan saludable, Lord Takemaru —saludó Kirinmaru aceptando el saludo para después, con un gesto educado, referirse al hombre que venía con él—. Permítame que le presente a Sir Jaken, hombre de extrema confianza de su majestad.
—Sea bienvenido al valle de los molinos, Sir Jaken —respondió con cordialidad.
—Es un honor, mi señor —Jaken dio una suave reverencia.
—Pasen, bienvenidos a mi hogar —los invitó pidiéndoles el paso para que entrasen en la fortaleza—. Ya he ordenado que les preparen sus habitaciones para que puedan descansar y refrescarse.
—En realidad, mi Lord —empezó Kirinmaru—. Primero quisiéramos hablar con usted en privado sobre nuestra visita.
—Bueno, debo decir que ha sido realmente una sorpresa verlos aquí, mis señores —aceptó Takemaru pidiéndoles que le siguieran.
—Admito que es repentino, mi Lord, espero sepa disculpar pero es un asunto importante —comenzó Kirinmaru pasando por el gran umbral del castillo.
—¿Igual de importante que la última vez que me honró con su presencia? —preguntó Takemaru sin poder evitar ser suspicaz al mismo tiempo que tomaba la delantera del grupo, dirigiendo a sus invitados a su despacho privado.
—Curiosamente, tiene que ver con ésa última vez que lo vimos, mi señor —le aseguró Kirinmaru cuando se detuvieron frente a una gran puerta de roble rojizo—. Su majestad el rey le agradece que aceptara a su alteza el príncipe bajo su protección, pero es tiempo de que regrese al palacio real.
La sonrisa en el rostro de Takemaru fue amplia y satisfecha—. Pasen por favor, mis señores —con entusiasmo, les abrió la puerta a su despacho.
Yéndose de los terrenos del señor de los molinos tal como había entrado, a escondidas, Kikyo gritó de miedo cuando sintió la fuerte mano de alguien sujetarla del brazo.
—¡Suikotsu! —le reclamó cuando se dio cuenta que se trataba de él, se liberó de su agarre y se alejó un par de pasos—. Casi me matas del susto.
—Agradece que he sido yo quien te encontró y no alguien más —el semblante de Suikotsu era serio, pero se veía sinceramente preocupado por ella—. Ya regresó tu padre, está preguntando por ti.
Sintió sus ojos abrirse ligeramente más ante la noticia.
—¿Llegó al molino? —preguntó pensando que, al ser aún de día, quizá fuera a supervisar el trabajo que aún quedaba pendiente.
—No, está en tu casa —Suikotsu volvió a tomarla del brazo y esta vez ella no opuso resistencia—, vamos.
En silencio, comenzaron a caminar a un paso similar con dirección a su hogar.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó Kikyo sin apartar su mirada del camino de tierra que se abría entre la llanura con dirección al pueblo.
—No es tan difícil adivinar dónde estabas o con quién…
Kikyo volvió a liberarse del agarre de su amigo y lo encaró—. ¿Qué quieres decir?
—¿Acaso no estabas con InuYasha? —Suikotsu arqueó una ceja y Kikyo se mordió los labios, el muchacho río sintiendo la ironía quemarle la garganta —. Estás tan entusiasmada con ese linajudo que ni te das cuenta de lo obvia que te has vuelto.
—InuYasha no es…
—Sí lo es, y ni siquiera lo digo por quien fue su padre. Porque seguramente al rey le da igual en qué se gasta la vida su medio hermano —no le permitió terminar y retomó su andar rumbo a la que también era su casa—. Aún cuando es lo que es, sigue siendo hijo de una mujer aristócrata.
—Deja de darle vueltas y dime a qué quieres llegar —Kikyo se apresuró para volver a estar a su ritmo.
—Él jamás se va a casar contigo —ambos se detuvieron de golpe, ella su cuerpo entero tembló como si le acabaran de lanzar un balde lleno de agua fría—. Y si sabiéndolo sigue ilusionándote, entonces es un sinvergüenza.
—¡Él ha hablado con Lord Takemaru! —la joven de largo cabello negro se defendió—, ¡Incluso le ha escrito a su hermano!
Suikotsu soltó una carcajada—. Eso quiere decir que no lo sabe, entonces es peor, es un idiota.
Quiso gritarle que se detuviera, que dejara de ofender a InuYasha pero las palabras no salieron de su boca. Suikotsu no la esperó más, le tomó el brazo por tercera vez, ahora aplicando un poco más de fuerza para evitar que volviera a liberarse de su agarre y emprendió de nuevo su camino llevándola con él.
Kikyo, en silencio, solo arrastró los pies al dejarse guiar con dirección a su casa. Con la cabeza completamente en blanco, un nudo en el estómago y el corazón congelado en su pecho.
—Buenas tardes, abuelo —saludó sobriamente. Su abuelo, sentado en el sofá individual de su espacio de lectura dentro de su despacho levantó la cabeza de los documentos que estaba atendiendo y le sonrío.
—¡Kagome!, ¡pasa, mi cielo, pasa! —la invitó entusiasmado a que tomara asiento en el sofá frente a él—. ¿Qué te ha parecido el primer día de las fiestas en la viña?, ¿te has divertido?
—Sí, la vendimia ha sido interesante y la he pasado bien con mis amigas —respondió sentándose en el sofá, moviéndose un poco para sentirse cómoda.
—¿Está todo bien? —preguntó el hombre de cabello y barba canosas al notarla más seria de lo normal.
—Nada es solo que…mañana será la noche de audiencia, ¿verdad?
—Como todos los años, querida, después de la pisa de la uva —le respondió con tranquilidad para después soltar una ronca risa—. He escuchado que este año habrá muchas parejas esperando mi permiso para casarse, es un poco abrumador.
Kagome sonrió nerviosa y se encogió de hombros—. Si bueno…todo mundo espera casarse la próxima primavera, cuando la viña se llena de flores…
—¿Y qué es lo que a ti te inquieta de todo eso, mi niña?
—Yo… —no quería hablarle directamente de lo que había sucedido con Koga esa mañana, no era propio y sabía que lo mejor era que él fuera quien lo dijera directamente—, yo he escuchado que quizás este año alguien podría pedirle mi mano en matrimonio y…
—¿Quieres esperar al próximo año para casarte? —sugirió buscando comprenderla
—N-no…la verdad, no me asusta la idea de casarme —respondió tratando de lucir lo menos tensa posible—. Pero aún quiero ser yo quien decida con quién.
—No te agobies antes de que pasen las cosas, Kagome —la tranquilizó con una afable sonrisa—. Déjame primero escuchar las propuestas que llegarán para ti este año.
La pelinegra aceptó con un suave movimiento de cabeza.
—Sé que siempre te he asegurado que al final tendrás tú la decisión, pero quiero que recuerdes que es importante que cumplas con tu responsabilidad con tu apellido —continuó su abuelo en un tono más serio pero procurando continuar amigable—. Yo pondré mi empeño en elegir a los candidatos más apropiados para ti, pero necesito que tú también pongas de tu parte y recuerdes tu deber.
Kagome enderezó su espalda y miró a su abuelo directamente a los ojos—. No lo defraudaré abuelo.
El anciano hombre soltó una sonora risa y la felicitó por hacerlo sentir orgulloso. Ella también sonrió pero sus manos se aferraron al sillón con ansiedad.
Le pidió a los dioses que su abuelo aceptara la propuesta de Koga, haría las cosas más fáciles pero, si no era así, les pidió la sabiduría para elegir un buen candidato pero, sobre todas las cosas, les suplicó que el destino que habían escrito para ella la hiciera feliz.
