Monologo de Marco

Somos lo que vemos.

He dedicado largos momentos a reflexionar sobre todas las ocasiones en que he entablado conversaciones con estas personas.

Para mí, que he sido testigo de los laberintos de sus pensamientos más profundos y he desentrañado sus secretos más íntimos, cada interacción se convierte en una sinfonía de colores y emociones que anhelo experimentar en carne propia.

Los engranajes de la vida giran sin cesar, y los cambios se presentan como un sendero inevitable que debemos transitar. A mi alrededor, todos han experimentado metamorfosis notables, y Emilia, en particular, se está transformando en un ser completamente distinto.

Es hora de que también yo me adapte y evolucione, como un árbol que abraza el cambio de estaciones.

Mientras contemplo su hermosa figura dormida, sentado frente a ella, mi mente se sumerge en un mar de recuerdos que hemos compartido hasta ahora.

Algunas de estas vivencias, anhelaría compartirlas con mis padres, aunque sé que esa posibilidad se desvaneció en las brumas del pasado.

Los entrelazados hilos de mis aciertos y desaciertos han tejido el tapiz de mi existencia, y, sin embargo, no logro vislumbrar claramente la esencia de mi propia identidad.

¿En qué me estoy convirtiendo?

Me alguna forma, mi sentir se torna grisáceo, me extiendo más allá del tejido de la realidad, ya que puedo rehacer todo lo que desee.

Mis emociones son complejas, pero no me puedo dejar abrumar por ellas.

Tan solo persiste en mí una frase incrustada en lo más profundo de mi ser, un mantra que me guía en la oscuridad: "Hay que hacer lo que toca hacer".

Enfrento cada día sin importar el torbellino de emociones que me embargue, sin importar las tormentas internas que amenacen con arrastrarme. Mi deber es claro y mi compromiso inquebrantable.

Desde que llegué a este lugar, he experimentado una transformación interior. La compañía de otros seres ha despertado en mí una sensibilidad latente, algo que no necesariamente es bueno.

Durante mucho tiempo, me mantuve apartado del mundo, sumido en una desconfianza que consumía mi existencia, por eso la compañía se hizo algo agradable.

La ironía se cierne sobre mi camino, pues aquella a quien rescaté resultó ser la misma que intentó arrebatarme la vida.

La vida es un torbellino de giros impredecibles que nos sumergen en el desconcierto. Y en medio de esta vorágine, no puedo evitar pensar que mi resurgimiento personal solo será posible al borde del abismo, al límite de la muerte misma.

Si, solo al morir, siento que estoy vivo.

Incluso la muerte, un destino que parece inevitable, ha sido arrebatada de mis manos. Siento el peso de una carga inmensa al saber que un futuro incierto aguarda tras el horizonte.

Quizás hubiera sido más sabio vivir en la ignorancia de lo que está por venir, eso habría cambiado las decisiones que habría de tomar. Sin embargo, acepto con valentía el desafío y continúo mi marcha, forjándome en el fuego de las adversidades y creciendo en fortaleza.

El recuerdo de la primera vez que arrebaté una vida me atormentaba en pesadillas perturbadoras. No obstante, con el paso del tiempo, ese recuerdo se ha desvanecido, convertido en un destello fugaz en la vastedad de mi mente.

Aunque mi esencia permanezca inmutable, anhelo perseverar en mi avance constante.

Mis emociones, en ocasiones, me han servido como ancla que obstaculiza mi progreso. Por ello, me esfuerzo en cultivar la serenidad en estos días venideros. Cuando finalmente ponga pie en la capital, desplegaré una imagen impecable, sin titubeos ni fisuras.

"Hay que hacer lo que debemos hacer", estas palabras resuenan en mi interior como un mantra inamovible, una guía en la maraña de caminos que se presentan ante mí.


Prologo

Todo inicia con querer hacerlo.

Mientras acaricio suavemente la cabeza de Emilia, quien reposa plácidamente en su cama, me sumerjo en profundas reflexiones. Ahora, nos enfrentamos al desafío de reconstruir el pueblo, y el tiempo apremia.

Las noticias del ataque ya deben estar esparciéndose como la pólvora, por lo que debemos aprovechar esta oportunidad para recibir el reconocimiento que merecemos. Los pueblos circundantes, al observar nuestra victoria y nuestra valentía al enfrentar el mal que aquejaba al mundo, seguramente desearán unirse a nosotros.

Aumentar la población es mi prioridad ahora.

Este gran logro comenzará a labrar su reputación, pero con ello, también nos exponemos a enemigos indeseables.

En las narraciones que me brinda la novela, puedo adentrarme en diversos temas que vivió el protagonista, pero el entramado político permanece en la penumbra. Aunque poseo algunos volúmenes al respecto, carezco de detalles más precisos.

Al protagonista nunca le interesó nada de esto.

Sin embargo, sé que Emilia pronunciará un discurso formidable. No obstante, me inquieta la postura de Roswaal. Contemplo a Emilia y su crecimiento, y no puedo evitar preguntarme qué dicta su libro de profecías y que curso desea.

Afortunadamente, no me aflige el aspecto monetario. Las minas de Roswaal han triplicado su producción, hemos hallado yacimientos de mayor calidad, y eso se ha convertido en nuestra principal fuente de ingresos. Sin embargo, para mantenernos a la vanguardia, debo ponerme al día en la creación de nuevos implementos para la máquina a vapor.

Si mi objetivo es monopolizar todos los mercados, necesitaré establecer fábricas, lo cual requerirá reclutar a personas idóneas.

El discurso resulta crucial, ya que debemos dejar en claro que fuimos nosotros quienes derrotamos al culto. Solo así lograremos atraer a nuevos habitantes al pueblo. No obstante, para lograrlo, debo ser astuto y elocuente en mis palabras.

Me levanto de la cama y abro la puerta que conduce a la biblioteca perdida. Allí, frente a mí, se encuentra Beatrice. Sus labios se fruncen en un gesto de disgusto. Con una sonrisa comprensiva, me acerco a ella con calma y, una vez frente a ella, me arrodillo y, siguiendo el ejemplo de Emilia, deposito un cálido beso en su frente.

—¿Deseas otro? —le pregunto a Beatrice con una sonrisa, mientras el aroma de los libros llena la habitación—. Parece que te estoy malcriando.

Beatrice devuelve mi sonrisa y su mirada se pierde en algún punto indeterminado. Sus ojos brillan con un deje de celos hacia Emilia, aunque siempre las trato a ambas con delicadeza, ella sabe que no es exactamente lo mismo.

—El contratista de Betty no necesita hacer más que rendirse ante ella —comenta Beatrice, con tono divertido, pero también lleno de admiración hacia su amiga—. En cambio, tú le brindas tu afecto. ¿Será que te gusta?

Beatrice se inclina ligeramente y desvía su mirada para evitar encontrarse con la mía. Es evidente que hay algo más detrás de sus palabras.

Pensar que sentiría celos por eso.

—Ella es como una hermanita para mí —respondo sin titubear, dejando traslucir mis verdaderos sentimientos—. Tengo que cuidarla como corresponde y ser un modelo para seguir para ayudarla a crecer y avanzar en la vida. Ese también es el deseo de Puck.

»—En cambio, tú eres como una hija para mí, aunque nunca he tenido una. Tu felicidad es lo que me hace feliz.

Sobo su cabeza con calma mientras hablo, pero Beatrice me mira preocupada. De repente toma mi mano y la sostiene con delicadeza, fijando sus ojos en los míos.

Puedo sentir cómo nuestras respiraciones se entrecruzan en el aire cargado de emociones contenidas. Me sorprende ver esa calma aplastante reflejada en los ojos profundos de Beatrice.

Y entonces ella habla:

—No tienes por qué ser así supongo... —susurra Beatrice acercándose más, rodeando sus brazos alrededor de mi cuello.

Un escalofrío recorre mi espalda mientras siento el calor de su cuerpo tan cerca del mío. Pero es su voz calmada y serena la que me impacta aún más.

—Yo también puedo sentir lo que sientes, aunque sea solo una parte de hecho —confiesa Beatrice tocando su frente con la mía—. Me duele tanto que quisiera llorar supongo. Poner tanto estrés en ti no está bien, tarde o temprano te derrumbarás de hecho.

Cierro los ojos por un momento, agradecido por las palabras sinceras y el amor incondicional de Beatrice. Ella siempre ha sido un pilar importante en mi vida, alguien en quien confiar plenamente.

Pero ahora no es momento de detenerse ni dejarse llevar por los sentimientos. Si caigo, si me rindo, si descanso... todo colapsará. Debo seguir adelante y esforzarme al máximo para recoger los frutos merecidos.

Aunque deseaba vivir tranquilo en este mundo cruel y despiadado, he sido recibido por una tras otra tragedia inesperada.

Con un tono serio pero lleno de determinación respondo:

—Gracias, realmente gracias —correspondo su abrazo con delicadeza—. Sin embargo, ahora debo continuar hacia adelante y te pido que me sigas acompañando en esta travesía incierta pero llena de esperanza.

Beatrice se aparta levemente para dirigir su rostro hacia mí. Cierra los ojos con fuerza antes de posar sus labios tiernamente en mi mejilla. Puedo sentir su temblor, pero también el amor que emana de ella.

Sé lo difícil que le resulta a Beatrice mostrar afecto de esta manera, por eso aprecio aún más este gesto íntimo y sincero.

«Voy a protegerte siempre», pienso para mí mismo mientras nos abrazamos con fuerza.

Ella me mira sonrojada mientras yo sonrío. Tomo su mano y me levando, listo para seguir.

—Siempre que necesites, Betty estará a tu lado, de hecho. No importa lo que acontezca, nunca te dejará de amar, Marco —murmura Beatrice, afianzando su agarre con dulzura.

Sus palabras, suaves como una brisa de primavera, se deslizan por mis oídos y se anidan en mi corazón. Betty siempre ha sido así, un faro en medio de la tormenta, dispuesta a amarme incondicionalmente sin importar las circunstancias. No puedo evitar que mis labios esbocen una tímida sonrisa mientras siento cómo sus manos aferran las mías con firmeza.

Pero ahora no es momento para debilidades. Estos próximos tres días serán cruciales; proyectos importantes esperan mi atención y el éxito en las elecciones depende de mí.

La determinación fluye por mis venas mientras me adentro al mundo exterior desde la seguridad acogedora de la biblioteca.

Beatrice me acompaña hacia el lugar donde retienen a aquella chica desafortunada que lo ha perdido todo. Necesito respuestas, necesito confirmar algo crucial para avanzar en este camino tortuoso que he elegido seguir.

Al llegar al pasillo en el que esta su habitación, me encuentro con Ram, cuyos ojos reflejan cierto malestar ante mi presencia constante. A fin de cuentas, siempre estoy creando problemas para ella; nada irrita más a Ram que el trabajo.

Levanto delicadamente mi mano libre para saludarla y le dedico una sonrisa pícara intentando incomodarla ligeramente.

—Buenas tardes —susurro con voz melodiosa—, parece que has estado bastante ocupada últimamente ¿no?

Ella hace una mueca de disgusto y chasca su lengua en señal de desaprobación.

—¡Tsh! Y yo que tenía la esperanza de no volver a encontrarte. —Ram se cruza de brazos, dejando en claro su descontento—. Definitivamente, hierba mala nunca muere.

En medio de esa tensión palpable, me doy cuenta de que nuestra relación siempre ha sido así: una danza constante entre el antagonismo y la complicidad. Y aunque las palabras afiladas floten en el aire como cuchillos amenazantes, sé que Ram estará allí para apoyarme cuando lo necesite.

Sus palabras están cargadas de sarcasmo y resentimiento. Es comprensible; después de todo, siempre le estoy dando trabajo adicional y Ram aborrece nada más que eso: trabajar. Pero no puedo evitarlo; cada vez que me sumerjo en las profundidades insondables del conocimiento prohibido, nuevos desafíos emergen y requieren de su presencia.

—Afirmas lo evidente, aún sigues con vida a pesar de todo —replico desechando su insulto y lanzándolo de vuelta.

Ella se dispone a pronunciar alguna respuesta, pero la interrumpo enérgicamente, ganando así esta batalla verbal.

—Hemos logrado derrotar al arzobispo de la pereza. —Mi mirada se torna seria mientras mis ojos se clavan en Ram con determinación—. Ahora debemos adquirir información crucial.

Un destello arrogante ilumina el rostro de Ram ante mi semblante serio.

—¿Acaso esperas que te aplauda? —abre la puerta y un soplo caliente nos envuelve contrastando con el frio exterior.

El maná presente en ella indudablemente proviene de otro mundo; denso y abrasador como las llamas ancestrales. No estoy seguro qué causa este efecto tan singular, pero es algo que Beatrice ha estado estudiando minuciosamente. Afirma que no existe registro alguno sobre ello en los antiquísimos libros heredados de su madre.

Es mejor decir que no lo recuerda.

Por otra parte, el maná emanado por Emilia es helado como el vacío sideral, mientras que este nuevo descubrimiento arde cual volcán furioso. Resulta sumamente curioso cómo alguien tan diferente ha llegado hasta nosotros en medio de estas circunstancias sombrías.

Ram rompe el silencio añadiendo más detalles a esta compleja situación.

—Despertó hace unos minutos, sin embargo, solo tuve tiempo para conversar brevemente antes de que cayera inconsciente —sus palabras solo aumentan la intrincación de todo esto.

Me revela que ella nació y creció en Ultem, aquel pequeño pueblo arrasado por las garras del culto. Durante ese fatídico ataque liderado por el arzobispo, una neblina misteriosa envolvió cada rincón de aquel lugar, absorbiendo sin piedad toda forma de vida.

—El miasma de la bruja —susurro con voz apenas audible mientras mi mente se llena de imágenes macabras.

Si lo reflexiono detenidamente, resulta sumamente extraño que tal cantidad de personas hayan desaparecido sin dejar rastro alguno. No importa cuán vasto sea nuestro mundo o qué tan lejos lleguen sus fronteras; la escala utilizada para este propósito es irracionalmente alta. Solo existe una manera plausible para lograrlo.

—Deben poseer alguna forma siniestra para convertir a las personas en fervientes seguidores del culto —Ram intuye mis pensamientos y asiente concordando conmigo.

—Eso es algo imposible de hecho, el miasma no funciona de esa manera supongo. Un ser humano común y corriente sucumbiría ante su influjo y enloquecería al instante de hecho—objeta Beatrice con una expresión de incredulidad que rechaza nuestra propuesta.

Algo extraño está ocurriendo en este mundo, hay eventos que desafían toda lógica conocida. Todo esto tiene un aire misterioso y perturbador.

—Solo existe una forma de verificarlo —indico con determinación—. Si queremos obtener respuestas claras, debemos hacer que ella presencie los cadáveres de los fallecidos. Si alguno de ellos proviene de su aldea natal, entonces debemos replantear todo lo que creíamos saber.

Ambas me observan con sorpresa e incredulidad. Reconozco la crueldad inherente a esta acción, pero es el único camino posible para comprender la verdad oculta tras el miasma.

Necesito profundizar mi comprensión sobre esta fuerza oscura y haré lo necesario para lograrlo.

Me acerco cautelosamente a la joven desconocida y empiezo a sacudirla suavemente. Su cabello blanco como la nieve le otorga una apariencia etérea similar a una muñeca delicada; sin embargo, al tocarla puedo percibir claramente su maná envolvente. Es incluso más poderoso que cuando la vi por primera vez.

La chica comienza a retorcerse levemente mientras sus ojos se abren lentamente frente a mí: unos ojos ardientes como llamas vivas cargados con un poder insondable. Quedo sorprendido y absorto ante su mirada, hipnotizado por la belleza enigmática que emana de ellos.

De repente, Beatrice me jala del brazo con cierta brusquedad, sacándome de mi ensimismamiento.

—No te quedes allí sin decir nada —comenta Beatrice con evidente molestia en su voz.

La joven me observa con cautela, sus ojos llenos de desconfianza. Para ella, esta es la primera vez que nos encontramos. Me inclino ligeramente en un gesto cordial, tratando de transmitirle tranquilidad.

—Permíteme presentarme. Soy Marco Luz, alcaide de Irlam y general del ejército —digo con confianza mientras sostengo su mirada.

Al escuchar mi presentación, la chica se lanza hacia mí impulsivamente. Beatrice está a punto de detenerla, pero le hago una señal para que espere. Ella me agarra firmemente, mostrando signos de desesperación en su rostro mientras sus ojos se oscurecen.

Su agarre se fortalece y puedo notar la fuerza presente en su cuerpo a pesar de su apariencia delicada. Aunque sea tan delgada, irradio una determinación inquebrantable.

—¿¡Los mataron!? —grita furiosa; el caos se refleja en su mirada mientras sus ojos arden con sed de venganza y lágrimas contenidas— ¿Acabaron con esos bastardos? —pregunta sin apartar los ojos de mí.

Una sonrisa arrogante se dibuja en mi rostro mientras intento liberarme del agarre férreo de sus manos usando toda mi fuerza.

—Sí, todos los cultistas incluyendo al arzobispo han muerto; ninguno ha sobrevivido —anuncio provocando un destello aún más intenso en sus ojos penetrantes.

Ella cae arrodillada al suelo, golpeando con fuerza el suelo con sus manos. Todos nos quedamos sorprendidos por su comportamiento, pero rápidamente se levanta.

Ha experimentado la pérdida de todos sus seres queridos. Es poco probable que haya alguien más con vida, lo cual significa que ahora no tiene a nadie ni nada. A pesar de su apariencia juvenil, parece tener dieciséis años o quizás un poco más; no es más que una niña en realidad.

Sus ojos pierden brillo y el rojo ardiente se desvanece en un carmesí opaco. Al haber escuchado mi respuesta devastadora, su mirada se sumerge en un vacío abrumador.

En este momento, no tengo tiempo que perder.

—Cuéntame todo desde el principio —ordeno mientras la ayudo a sentarse en la cama.

El calor sofocante comienza a disminuir cuando Ram abre la ventana y una brisa cálida entra, refrescando el ambiente. La joven parece contener las lágrimas mientras su mirada se posa en un collar que lleva alrededor de su cuello, mostrando una determinación inquebrantable.

—Te contaré todo, así que por favor escucha con atención —menciona antes de comenzar a relatar la situación.

Ella explica que entre todos los pueblos se había corrido la voz sobre los movimientos del culto, lo cual mantenía a todos alerta y resguardándose durante las noches. Sin embargo, en esa tarde fatídica cuando nadie lo esperaba, una neblina purpúrea empezó a envolver el pueblo.

Al parecer, ella también tiene la capacidad de ver y percibir el miasma, lo cual resulta aún más extraño según mi teoría de que solo aquellos con espíritu o personas traumatizadas pueden hacerlo.

La densidad del miasma provocó que todas las personas enloquecieran; al final fue tan intenso que ella misma no pudo ver nada.

—Mi madre se sacrificó luchando contra los cultistas para permitirme escapar —añade con tristeza en sus palabras.

Cuenta que su madre es una maga del fuego y confiesa ignorar cómo llegaron al pueblo ya que nunca le habló acerca de su pasado. Finalmente revela que su madre le entregó el collar antes de dejarla huir.

—Hay un fragmento de ese recuerdo borroso desde el momento en que perdí contacto visual con mi madre hasta llegar al pueblo —admite desconcertada.

Esto confirma mi teoría de que ella fue capturada y utilizada para atacarnos desde dentro. Lo que Petelgeuse no sabía es que la joven sería capaz de liberarse del control del miasma y de él mismo, inconscientemente.

Si su relato es verídico, entonces mi curiosidad por su familia se intensifica aún más. Sin embargo, este no es el momento adecuado para profundizar en ese aspecto.

—Lamento mi imprudencia, pero actualmente necesitamos confirmar algo importante. Me gustaría saber si podrías identificar a las personas de tu pueblo —propongo con cuidado, tratando de no abrumarla—. Necesitamos comprender qué ocurrió exactamente.

Ella me mira con cierto temor mientras aprieta los puños con fuerza. Cierra los ojos y tras un largo suspiro asiente.

—Si solo se trata de identificarlos, supongo que puedo hacerlo —con una voz entrecortada, la joven acepta mi propuesta.

Se levanta y se inclina ante nosotros como muestra de respeto.

—Permíteme presentarme, soy Luan. No tengo apellido, ya que mi madre nunca me lo reveló, por lo tanto, me presento simplemente con mi nombre. —Luan hace un esfuerzo por contener sus emociones y mantener la calma—. Muchas gracias por rescatarme.

—Es un placer conocerte, Luan. Ahora descansa, puedes quedarte aquí todo el tiempo que desees. Si necesitas algo, solo tienes que llamar a una de las sirvientas; todas sabrán cómo atenderte —comento mientras doy media vuelta.

Esta joven es extraordinaria. El hecho de que sea capaz de eliminar el miasma es sorprendente. Debo asegurarme de retenerla a toda costa; si investigo más a fondo su habilidad, tal vez pueda descubrir una forma de combatir el miasma. Sin duda alguna, la necesito.

No puedo compartir esta información sobre su habilidad con Roswaal; guardaré este secreto para mí mismo y Beatrice.

Ram me mira como si esperara que le diera alguna indicación. Ella informará a Roswaal todo lo que yo le diga, así que no puedo confiarle nada en este momento.

—Vigílala bien; es probable que Roswaal llegue esta noche o mañana por la mañana y no quiero ningún contratiempo. —La miro con una sonrisa para evitar cualquier tipo de relajamiento en su actitud.

Ella chasquea la lengua y me da la espalda mientras me alejo del lugar.

Ahora tengo que regresar al pueblo; mientras Emilia descansa tengo responsabilidades pendientes allí. Necesitamos limpiar todo y asegurarnos de tener los cañones preparados para la batalla contra la ballena, en caso de que ocurra. Todo debe estar listo.

El problema radica en que no tengo una hora o fecha exacta para ello, así que tendré que confiar en Crusch e improvisar si es necesario. Debo prepararme lo más rápido posible.

—Será mejor que evites usar magia durante estos días. Tu puerta ha estado dañándose y reparándose constantemente; aunque esto la haga más resistente, sería prudente darte un descanso —advierte Beatrice mientras me mira con preocupación—. No olvides que tenemos pendiente hablar sobre el gen supongo.

Aunque personalmente no sienta ningún cambio evidente, ahora soy portador del gen de la pereza. Petelgeuse era capaz de utilizar magia sin complicaciones, pero cada vez que hay mucho miasma presente, parece haber interferencias entre mi cuerpo y el flujo del maná.

Cuando Puck apareció durante la batalla, de alguna manera mi puerta se reparó. Sin embargo, no tengo idea de qué sucederá ahora que soy portador del gen de la pereza.

—Sí, podemos hablar antes de acostarnos. Por ahora, iré al pueblo para verificar que todo esté en orden —le respondo a Beatrice mientras me alejo hacia el pueblo.

Lo siguiente en mi lista es asegurarme de cuántos cañones tenemos disponibles. Sé que están siendo producidos, pero desconozco cuánto tiempo llevará. En estos días es mejor mostrar todos nuestros recursos disponibles.

El pueblo luce cada vez más hermoso: con sus calles de cemento, adornadas con luces cristalinas que lo iluminan incluso durante la noche. Si tuviera que compararlo con algo, diría que se asemeja a un pequeño pueblo en mi mundo natal.

Mi objetivo es mejorar continuamente en todos los aspectos a medida que nos expandamos; cuando haya más gente podremos incluso construir centros comerciales. La idea principal es aprovechar mis conocimientos para hacer uso de lo mejor de ambos mundos.

Ahora debo dirigirme hacia la base militar; supongo que han llevado allí a los heridos para brindarles un mejor cuidado y también porque es donde se gestiona todo el asunto militar. La base militar fue construida inmediatamente después del final de la segunda fase del proyecto.

Se encuentra un poco apartada del pueblo por razones obvias de seguridad y consta de un edificio grande y espacioso distribuido en dos pisos.

Es un lugar vital ya que cuenta con habitaciones destinadas para los cadetes postulantes además posee instalaciones importantes como una enfermería, salas de mando, almacenes y salas de reuniones.

A medida que sea necesario, nos iremos expandiendo; pero por ahora esto será suficiente.

Toda el área está cercada con vallas de hierro y protegida con cristales para evitar cualquier ataque. Pero eso no es todo: hay trampas estratégicamente ubicadas en todo el lugar; desde mabestias hasta minas que han sido instaladas previamente.

Este lugar debe ser impenetrable. En el futuro, planeo utilizar la magia de Beatrice para hacer espacios apartados del resto como lo es la biblioteca prohibida o los almacenes.

Si tan solo no hubiera perdido todo ese conocimiento valioso...

Los soldados me saludan a mi llegada. Estos hombres son guardianes que permanecieron en la base militar incluso durante la batalla. Es crucial mantener este lugar lo más seguro posible.

Al entrar, admiro la magnificencia del edificio. Es una obra impresionante que ha requerido gran parte de nuestra inversión económica y recursos materiales.

Me encamino de inmediato hacia la enfermería, ansioso por conocer la situación de los heridos. Al llegar, me recibe el saludo fatigado de varios soldados que emergen del lugar, probablemente en busca de sus compañeros. A pesar del agotamiento que se refleja en sus rostros, perseveran con estoicismo y determinación. Son conscientes de su deber y luchan por su propia gente.

Rem se acerca a mí; ella también muestra signos evidentes de cansancio, pero conserva su sonrisa característica.

—Buenas noches, general. —Me saluda mientras me entrega una carpeta—. Entrego el informe oficial.

Inmediatamente hojeo el informe. Más de la mitad de los heridos ya han sido dados de alta y se han reincorporado para brindar ayuda sin demora. Aquellos que lamentablemente perdieron extremidades han sido dados de baja del servicio militar activo. Esto implica que ya no podrán servir como soldados en nuestras filas.

Sin embargo, he decidido ofrecerles oportunidades laborales dentro del ámbito administrativo del ejército: gestionar almacenes y desempeñarse en otras áreas afines. Además, tendrán un año sabático para adaptarse a su nueva realidad y aprovechar las academias militares para adquirir nuevos conocimientos.

En este mundo existen prótesis mágicas, aunque aún no hemos profundizado lo suficiente sobre ellas. Si logro obtenerlas quizás podamos considerar reintegrar a estas personas valientes a nuestras fuerzas armadas, aunque dudo mucho que deseen regresar después de todo lo ocurrido.

Aquellos pacientes cuyo estado era crítico han sido estabilizados, por lo que solo nos queda esperar a que despierten. Esto significa que no habrá más bajas aparte de las ocho vidas preciosas que ya hemos perdido.

Un suspiro aliviado escapa de mis labios. Nuestra población es aún pequeña para alcanzar los objetivos que anhelo; cada pérdida representa un golpe inapreciable para nosotros.

—Perfecto, en ese caso puedes ir a descansar —le sonrío con gratitud—. Has hecho un trabajo excelente y una vez estén estables, los trasladaremos a sus hogares.

Deseo posar mi mano sobre su cabeza como muestra de reconocimiento, pero la presencia de tanta gente me obliga a mantener las formalidades. Rem comprende esta realidad y se inclina antes de alejarse del lugar.

Ahora debemos ocuparnos de contactar a las familias afectadas. Es vital brindarles el apoyo necesario en estos momentos difíciles.

Le pido a uno de los soldados que llame al coronel y le solicite su presencia en mi oficina. El oficial asciende rápidamente y se dirige en busca de Alsten.

Una vez dentro de mi despacho, me dedico a gestionar los preparativos. Por ahora, no habrá lugar para celebraciones. Debemos asegurarnos de que todos los fallecidos reciban un funeral digno y el campo de batalla quede limpio de cadáveres antes de poder pensar en cualquier tipo de festejo. Roswaal probablemente llegará mañana, lo cual significa que solo contaremos con su ayuda a partir del próximo día.

Es imperativo que consigamos más gente para Irlam, para así poder generar nuestros propios productos y dejar de depender tanto del exterior. Afortunadamente, nos encontramos en una zona montañosa donde podemos avanzar con la exterminación de las bestias mágicas y establecer nuestras propias minas para obtener minerales por nosotros mismos.

Hoy hemos detenido toda producción y enviado a todas las personas a sus hogares, convirtiéndolo así en un día perdido desde el punto de vista económico.

Sin embargo, lo más importante ahora es asegurar la fabricación constante de balas. Sé que hay un lote por salir pronto, por lo que no tendremos problemas durante las elecciones si necesitamos unas cuantas balas adicionales; pero sin duda alguna no podremos soportar otro ataque sin suficiente munición.

Con un doloroso martilleo en la cabeza intento examinar todos los documentos apilados sobre mi escritorio. A diferencia de mi vida anterior en otro mundo, aquí cada uno representa garabatos e innumerables soluciones a problemas. El papeleo burocrático se ha convertido en una de las tareas más tediosas que he presenciado.

Necesito urgentemente alguien que pueda encargarse de administrar todo este caos. Suspiro abrumado mientras me pregunto cuándo despertará Otto, quien es la siguiente persona en unirse a nuestro equipo aquí. Rem ya tiene demasiadas responsabilidades sobre sus hombros.

Roswaal puede encargarse de los asuntos relacionados con la mansión y su economía personal, pero lo referente a Irlam es mi responsabilidad exclusiva. No deseo que esté al tanto de mis ganancias ni detalles adicionales, por lo que le envío informes escuetos y poco detallados.

Justo cuando estoy inmerso en estos pensamientos, Alsten hace su entrada oportuna.

—¡Mi general! —Alsten realiza un saludo militar impecable— Ya he contactado a todas las familias; deben estar por llegar.

Me levanto rápidamente y comenzamos nuestra labor. Durante toda la noche organizamos la situación y explicamos a las familias de los heridos todo lo acontecido. Algunas comprendieron el sacrificio realizado por sus seres queridos, mientras otras cayeron presas del llanto inconsolable.

Para aquellos cuyos seres amados perdieron la vida en combate, fuimos extremadamente cuidadosos y les brindamos un espacio íntimo para despedirse uno por uno.

Les otorgamos media hora antes de permitir el ingreso del próximo grupo familiar. A medida que avanzaba la noche, todas las familias abandonaron nuestras instalaciones y los soldados finalmente pudieron regresar a sus hogares exhaustos.

El silencio se apoderó del lugar, dejando tras de sí solo susurros y el eco de corazones rotos.

Mañana nos enfrentaremos a la ardua tarea de recoger todos los cuerpos sin vida esparcidos por el campo de batalla. Es fundamental para nosotros identificar si pertenecen a habitantes de otros pueblos y asegurarnos de que cada uno sea enterrado adecuadamente.

La idea de quemar los cadáveres queda descartada debido al daño ambiental que esto causaría, además del humo tóxico que se propagaría por toda la ciudad.

La única solución viable que se me ocurre es cavar fosas profundas en una zona alejada para dar sepultura a todos estos desafortunados individuos. Afortunadamente, con el uso de magia elemental se puede lograr. El poder manipular la tierra permite excavar estas tumbas con relativa facilidad.

Me hubiera gustado mantener los cadáveres expuestos durante más tiempo utilizando nuestros comunicadores como prueba visual del terrible ataque sufrido; sin embargo, esta opción no resulta factible en su totalidad.

Optaremos entonces por dejar las prendas junto a las fosas mientras enterramos los cuerpos desnudos. De este modo, al menos tendremos pruebas tangibles de lo ocurrido.

Sentado frente a mi abrumador escritorio, mis ojos comienzan a cerrarse involuntariamente mientras intento continuar con mi interminable montaña de papeles burocráticos.

Incapaz ya de seguir luchando contra el agotamiento, me inclino sobre el escritorio y permito que el cansancio tome control absoluto sobre mí.