La Capital de Lugunica.

Al abrir mis ojos, me encuentro con el delicado rostro de Emilia. Sus largas pestañas plateadas enmarcan su piel tersa y suave mientras su respiración lenta acompaña la serenidad matutina. Es una vista magnífica que nutre mis ojos al despertar.

Para mi sorpresa, Emilia ha colocado su brazo sobre mí, envolviéndome en un abrazo afectuoso mientras Beatrice permanece entre nosotros dos. Si alguien nos viera en este instante, bien podrían pensar que somos una pareja inseparable.

Sonrío ante la ocurrencia y luego de admirar por unos segundos esta situación peculiar, acaricio con delicadeza la mejilla de Emilia.

Bajo mis caricias tiernas, sus párpados se agitan y ella comienza a abrir lentamente sus ojos como si emergiera de un profundo sueño.

Mantengo mi sonrisa radiante mientras ella despierta poco a poco. En un momento determinado parece percatarse de mi presencia porque sus ojos se abren con fuerza e intensidad, buscando encontrarme allí mismo frente a ella.

Antes de que Emilia pueda pronunciar palabra alguna, pongo mi dedo índice sobre sus labios, señalando algo debajo de ella. Curiosa, Emilia dirige su mirada hacia abajo y descubre a Beatrice abrazándola con ternura.

En ese mismo instante, una lágrima escapa de los ojos de Emilia, una sola lágrima cargada de sentimientos profundos.

Emilia retira su brazo cuidadosamente de mi cuerpo y envuelve a Beatrice en un abrazo cálido. La luz comienza a intensificarse gradualmente, permitiéndome contemplar claramente esta hermosa imagen bañada por la plenitud del día.

—Parecen hermanas —comento emocionado—. Estabas hablando mientras dormías y Beatrice decidió acercarse para calmarte.

Una sonrisa ilumina el rostro de Emilia al comprender los motivos detrás del gesto amoroso de Beatrice. Ella acaricia con dulzura la cabeza de Beatrice, quien empieza a despertar bajo esas caricias afectuosas.

Beatrice levanta su cabeza para encontrarse con la mirada radiante de Emilia. Esta última sonríe con cariño y felicidad genuina al verla despierta.

—Buenos días —saluda Emilia en voz baja pero llena de calidez.

Al percatarse del estado consciente en el que se encuentra ahora Emilia, Beatrice se ruboriza levemente y libera su agarre antes volverse hacia mí dándole la espalda.

—Buenos días... supongo —responde tímidamente entre murmullos apenas audibles.

Supongo que de alguna manera han estrechado lazos y se han vuelto más cercanas. Espero en el futuro que Beatrice se abra aún más hacia Emilia, para que ambas puedan compartir una conexión más profunda.

—Buenos días a ambas. Veo que han descansado bien —comento mientras asentimos y salimos de la cama.

Yo me estiro ligeramente para despertarme por completo, mientras observo cómo Emilia permanece absorta en sus pensamientos, probablemente todavía somnolienta.

De repente, Emilia dirige su mirada hacia Beatrice y toma sus manos sorprendiéndola con esta inesperada propuesta.

—¡Tomemos un baño juntas! —exclama Emilia emocionada ante la desconcertante expresión de Beatrice.

—¿Qué...? —balbucea Beatrice sin poder articular respuesta alguna ante el arrebato entusiasta de Emilia. Los ojos de esta última brillan como estrellas fugaces, mientras Beatrice queda envuelta en la iniciativa impulsiva e irresistible de Emilia.

Beatrice me mira con cierta incredulidad, pero yo simplemente encojo los hombros resignado. No hay nada que pueda hacer para detener la determinación de Emilia.

—¡Sí! ¡Ven! —exclama Emilia mientras jala a Beatrice hacia la puerta—. Jeje, tomaré un baño con la adorable Betty.

—¿Cómo me llamaste, de hecho? —intenta oponerse Beatrice, pero es prácticamente arrastrada por la emoción y el entusiasmo desbordante de Emilia.

Emilia se detiene y fija su mirada en Beatrice. Luego entreabre los labios y entrecierra los ojos, realzando aún más su belleza con cada gesto. Su voz resuena llena de emociones profundas cuando responde con una sonrisa celestial que nos deja a ambos sorprendidos.

—Betty, el dulce espíritu con un corazón muuuy hermoso.

Ambas salen de la habitación dejándome solo ante el eco residual de ese momento mágico. Camino hacia un cajón y saco las vestimentas usadas durante nuestro culto. Deseaba investigarlas más a fondo, pero si clonarlas resulta imposible por ahora, lo mejor será darles un buen uso en otra forma.

Pasadas unas horas me encuentro parado sobre una plataforma frente a mis soldados. Todos ellos me observan expectantes, sus miradas rebosan determinación y aunque han trabajado arduamente como nunca, puedo percibir vida palpable en cada uno de ellos.

—¡Soldados! Como bien saben hoy es el día en que las candidatas al trono de Lugunica harán su presentación. Por esta razón, nos dirigiremos hacia la capital. Sin embargo, desconocemos los peligros que podrían acecharnos en el camino, por lo tanto, seleccionaremos a aquellos que sean más aptos para acompañarnos en este viaje hacia Lugunica.

Cada escuadrón ha sido asignado un número. No soy hábil con los nombres y aprovecho esta oportunidad para establecer un mayor orden dentro de nuestras filas, así tendré claro qué grupo corresponde a cada uno. Aunque cada escuadrón tiene ciertos apodos característicos propios de sus integrantes.

Todos miran con sorpresa e impaciencia mientras esperan mis palabras, algunos mantienen expresiones neutras, pero todos están llenos de determinación.

Una vez finalizada la selección, todos me observan con seriedad y compromiso.

—¡Eso es todo! —exclamo con fuerza haciendo que todos realicen un saludo militar al unísono.

—¡Sí mi general! —responden al instante todos ellos como una sola voz.

La elección del capitán Lucas como líder del escuadrón fue bastante sencilla debido a su dedicación sin igual y habilidades excepcionales

Aparte de ser un hombre serio, el escuadrón liderado por Lucas es el más equilibrado en cuanto a habilidades, complementando sus debilidades entre sí. Lucas es un individuo dotado de grandes destrezas y aunque puede mostrar cierta sensibilidad en ocasiones, generalmente mantiene su fortaleza inquebrantable.

—Las personas seleccionadas deben presentarse en una hora en la mansión del señor Roswaal L Mathers —anuncio extendiendo mi brazo para dar órdenes— ¡Rompan filas!

Me dirijo hacia mi oficina donde encuentro a Otto trabajando junto a Rem. Ambos parecen llevarse cada vez mejor; Otto ha experimentado un notable crecimiento bajo la tutela de Rem y ella, a su vez, le ha ayudado a suplir sus deficiencias.

—Vengan los dos un momento —les llamo. Se colocan frente a mí y saco uno de los dispositivos de comunicación de mi chaqueta. Rem extiende las manos para recibirlo con curiosidad evidente.

—Este dispositivo nos ayudará a mantenernos comunicados mientras esté fuera —explico detalladamente—. Es necesario que lo utilicemos.

Rem me mira sorprendida.

—¿Yo no iré contigo?

Niego con la cabeza instantáneamente.

—La situación administrativa no está muy estable y necesito que ambos se queden aquí para apoyar al pueblo. Dado que Roswaal no está presente, alguien debe encargarse de manejar todo el asunto desde aquí.

Comprende rápidamente y asiente comprensiva.

Otto parece notar la tensión incómoda e intenta hacer algún comentario ligero:

—En cualquier caso, con una candidata al trono tendremos mucho trabajo —hace una pose extraña que llama la atención de ambos—. Y qué mejor manera de trabajar al máximo.

En ese preciso instante, Alsten irrumpe en la habitación. Por unos segundos, su mirada se posa en Otto, quien permanece en su peculiar postura.

—General, vine como me solicitó —Alsten ignora a Otto y se acerca hacia mí.

Otto inclina la cabeza y reflexiona sobre lo que acaba de hacer, mientras Rem esboza una pequeña sonrisa fugaz y se dirige a su escritorio. Observo a Alsten mientras le entrego el dispositivo y le explico su funcionamiento y propósito.

—¡Entendido! —exclama Alsten con determinación—. Las carrozas y las armas están preparadas y revisadas minuciosamente.

Con eso, los preparativos están completos, aunque aún falta algo. Mi mirada se posa en una elegante caja de madera negra que descansa sobre mi escritorio. En su interior hay un pequeño regalo destinado a nuestra valiosa socia comercial.

Un preludio al inicio de nuestra colaboración.

Después de una hora, me encuentro frente al escuadrón en la mansión. Todos visten sus uniformes con determinación mientras me observan fijamente. Este es un escuadrón formado por individuos altamente cualificados, dotados de habilidades notables.

—Nuestra misión principal será recopilar información del pueblo —les digo seriamente—. Necesito que estén atentos y preparados para cualquier situación imprevista.

Las miradas del escuadrón no muestran vacilación alguna, excepto Lucas. Los soldados poseen cualidades únicas cada uno a su manera. Siendo Lucas el capitán, todos están bajo mi mando en esta élite militar; sin embargo, decidí no seleccionar solo capitanes para este grupo especializado.

Lessed es un hombre corpulento con músculos prominentes, cabello corto morado oscuro e impresionante altura; destaca por sus habilidades físicas excepcionales y resistencia inquebrantable.

Por otro lado, Bert es uno de los capitanes asignados al escuadrón, pero decidí incluirlo debido a que este grupo representa una nueva fuerza y requiere lo mejor de nuestro ejército.

Arne, un mago especializado en el elemento tierra que se postuló para formar parte del ejército, posee habilidades diversas y aprovecha su dominio de la magia para obtener ventajas tácticas.

—¡Sí, mi general! —responden al unísono con determinación.

Entrego el metía a Lucas y el escuadrón se dirige hacia las carrozas preparadas. Dado que somos más numerosos esta vez, necesitamos dos carrozas para cumplir con nuestra misión. En una viajarán Emilia, Roswaal, Ram, Beatrice y yo; mientras que en la otra irá el escuadrón.

Emilia y Beatrice conversan animadamente mientras suben a la carroza. Por otro lado, Roswaal y Ram abordan sin decir apenas palabra alguna.

—¡Vamos! —exclama Emilia invitándome a entrar.

Con paso firme me uno a ellos en la carroza e iniciamos nuestro viaje lleno de incertidumbre hacia lo desconocido.

El momento de emerger a la luz ha llegado, y ahora debemos convertirnos en una fuerza imparable. Justo antes de subir a la carroza, mi mirada se desvía hacia la mansión donde veo a Luan observando desde una ventana. Le sonrío y me despido con un gesto, deseándole un buen día.

Una vez que tomo asiento, partimos rumbo a la capital. Los preparativos están completos y esta vez todo saldrá sin contratiempos. Las medidas contra la ballena han sido tomadas; solo necesito hablar con Alsten si es necesario.

Además, Rem también está en Irlam, así que todo estará bien.

Mi prioridad ahora es conocer al gremio de herreros recomendados por Baltazar y reclutarlos. Una vez que los tengamos a bordo, podremos contratar personas de pueblos cercanos para transportarlas hasta Irlam.

Si todo sale según lo planeado, Lugunica tendrá un nuevo competidor en su industria.

Observo el paisaje por la ventanilla mientras viajamos. Cada vez que atravieso este mundo no puedo evitar pensar en su naturaleza plana: cómo funciona el viento o cómo actúa la gravedad aquí. Debe haber algo más regulando todo esto; aunque algunos crean que es Odd laguna, yo siento que hay algo más profundo.

Al ser un mundo plano, si me elevo lo suficiente debería poder ver los límites del horizonte; sin embargo, cuando intenté hacerlo con Beatrice no vi nada más allá. En ese fugaz instante diviso algo fuera de lo común por la ventana.

—¡Detén las carrozas! —exclamo con determinación.

Las carrozas se detienen y bajo rápidamente. Camino unos pasos hasta encontrarme frente a una planta peculiar. Esta planta tiene un tallo alto y erguido, que alcanza hasta dos metros de altura.

Sus hojas son grandes, ovaladas e intensamente verdes. Se disponen en forma de roseta alrededor del tallo, creando una apariencia densa y frondosa.

Ignoro las palabras de los demás mientras contemplo la planta con asombro.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta Emilia sorprendida.

—¡Está loco! Siempre lo supe —añade Ram con desdén.

Esta planta es sin duda alguna...

—Tabaco —susurro sorprendido.

La existencia de plantas de tabaco en este mundo me ha tomado completamente por sorpresa. El tabaco, cultivado principalmente por su contenido de nicotina, posee efectos tanto relajantes como adictivos.

Este descubrimiento podría abrir un nuevo y prometedor mercado, algo distinto a las pipas que se usan comúnmente en esta época y que solo contienen hierbas de olor.

—¿A qué distancia nos encontramos del pueblo? —pregunto al conductor con curiosidad.

—No estamos muy lejos, aproximadamente a una hora de distancia —responde él.

El proceso para elaborar el tabaco no es particularmente complejo; implica secar las hojas, fermentarlas y repetir el proceso de secado. Sin embargo, desconozco cómo podrían afectar a la salud humana.

—Mis disculpas por mi reacción anterior. —Me inclino en señal de disculpa antes de volver a subir a la carroza.

Una vez dentro, todos me miran expectantes buscando una explicación; incluso Roswaal parece intrigado por mi comportamiento inusual.

—En mi mundo, estas plantas son utilizadas para relajar la mente y calmar el cuerpo. Son ampliamente conocidas y su presencia aquí me sorprendió enormemente.

Tras explicarles cómo se procesa el tabaco y sus diversos usos, las miradas acusatorias cesan. Solo Beatrice permanece tranquila e imperturbable; sin duda alguna ella es un ser angelical.

Mientras pasamos el tiempo viajando hacia nuestro destino final, continúo observando por la ventana mientras organizo mis pensamientos.

—Llegaremos justo a tiempo para presenciar el inicio de las elecciones. Mañana tendremos que reunirnos con los herreros. —Miro el reloj, indicando que quedan pocas horas para el medio día.

—De hecho, Betty quiere comprar algunos libros. —Me mira con anhelo mientras sostiene mi brazo.

A Beatrice siempre le ha encantado la lectura; los libros de su madre eran todos obras de investigación y antiguas historias. Estoy interesado en adquirir algunas novelas para sumergirme en la literatura de este lugar. Por supuesto, mi prioridad son los libros relacionados con la magia.

—Yo también deseo comprar más libros. Podemos ir al atardecer —respondo mientras acaricio su cabeza cariñosamente.

Finalmente llegamos a la capital y puedo percibir desde lejos el bullicio y movimiento constante del lugar. Las casas y todo lo que nos rodea irradian vida, justificando plenamente su título como capital. Sin duda alguna, este frenesí se debe principalmente a las elecciones que están por comenzar.

Continuamos avanzando hasta llegar a la magnífica residencia que Roswaal posee en la capital. Situada cerca del imponente castillo principal, esta casa es un verdadero tesoro de belleza y amplitud.

No cabe duda de que Roswaal es extraordinariamente rico en todos los aspectos materiales.

El castillo principal se alza majestuosamente ante nuestros ojos desde aquí. Aunque atacar la capital sería una empresa sumamente difícil, también parece sencillo debido a su ubicación estratégica.

Sin embargo, me pregunto qué medidas de protección habrán implementado para salvaguardarla.

—Debemos llegar lo más pronto posible. —Roswaal me mira fijamente, transmitiéndome sus palabras con determinación.

Mi tarea será analizar posibles cultistas y miembros infectados por el miasma, así como evaluar la situación interna por mi cuenta. El único problema radica en que no pertenezco a la nobleza; por ende, mis interacciones pueden verse limitadas.

Observo a mis soldados mientras esperan ansiosos instrucciones.

—Ustedes se encargarán de recopilar información importante —les digo con firmeza—. Necesito que consulten con los mercaderes acerca de los tipos de productos ingresados recientemente y cuáles son las producciones más demandadas.

Dado que no somos una fuerza reconocida oficialmente, resulta imposible para mis hombres ingresar directamente al lugar. Solo aquellos formalmente invitados junto con sus sirvientes tienen acceso permitido.

—¡Entendido, mi general! —responden al unísono con determinación en sus rostros.

Roswaal se aproxima hacia mí y me susurra solemnemente:

—He obtenido un permiso para que estas personas ingresen.

No es sorprendente que Roswaal haya conseguido tal autorización, considerando su influencia. Sin embargo, lo desconcertante radica en el hecho de que yo nunca solicité dicho permiso. Es probable que se trate de una trampa.

—¿Es realmente necesario su ingreso? —pregunto con cautela mientras busco desesperadamente una excusa adecuada.

—Obtener información comercial será más sencillo a través de algunos conocidos comerciantes —responde Roswaal con convicción—. Sin duda alguna, lo más importante es que ellos sean reconocidos y puedan establecer contactos.

Mi mente trabaja frenéticamente para encontrar la mejor manera de abordar esta situación llena de incertidumbre.

Sus palabras revelan una verdad irrefutable, y sin embargo, Roswaal no es la clase de hombre que actúa movido por el deseo de ayudar. De cualquier manera, al adentrarnos en este lugar, sabía que nuestros rifles saldrían a la luz.

El verdadero problema radica en el riesgo de que intenten robarnos nuestras armas. En ese sentido, estar aquí resulta incluso más seguro.

—Entendido. Gracias por tu ayuda —le digo a Roswaal mientras se dirige a hablar con los sirvientes del lugar.

Mi atención vuelve entonces hacia mis soldados.

—Cambiamos de planes —les anuncio con firmeza—. El señor Roswaal L Mathers nos ha concedido permiso para ingresar al castillo; debemos demostrar de qué estamos hechos.

Mis palabras resuenan con fuerza y todos sienten una oleada de emoción recorrer sus cuerpos. Probablemente nunca imaginaron tener la oportunidad de poner un pie dentro del castillo principal de la capital, pero ahora eso es completamente posible.

Roswaal decide cambiar las carrozas por otras más elegantes en apariencia, con diseños formales, pero no excesivamente ostentosos.

Sin decir más, partimos rumbo al castillo y nos toma menos de diez minutos ingresar a él. El lugar es indudablemente hermoso: estatuas adornan su interior y varias fuentes están distribuidas estratégicamente.

Al bajar del carruaje se puede percibir inmediatamente la magnificencia del lugar; comparado con esta fortaleza imponente, incluso la mansión de Roswaal palidece en tamaño.

Varios caballeros vigilan atentamente mientras nobles van y vienen de un lado a otro. Los sirvientes se distinguen fácilmente por su vestimenta, que sigue el mismo estilo utilizado por Roswaal. Yo decido mantenerme con mi uniforme militar para dejar en claro que fue el ejército de Irlam quien triunfó, no solo yo.

Emilia también lleva puesta la elegante indumentaria militar hecha por Rem, que le otorga una apariencia seria y formal. Lo único diferente es su peinado, cuidadosamente elaborado por Rem para resaltar sus características orejas y ojos.

Comenzamos a caminar y todas las miradas se posan sobre nosotros; está claro que la atención se centra en Emilia. Sin embargo, todos mantenemos una expresión neutra. Una vez dentro del gran pasillo del castillo, las miradas se vuelven más intensas.

Susurros acompañan las miradas desagradables dirigidas hacia nosotros.

No puedo ver el rostro de Emilia, ya que debo permanecer detrás de ella, pero su postura no ha cambiado. Camina con firmeza mientras nos dirigimos hacia la recepción donde dará inicio formalmente al proceso electoral.

La sala de recepción resulta un espacio angosto en comparación con los amplios pasillos del castillo. Los cuadros y las obras de arte que adornan las paredes son sofisticados, con un estilo detallado y realista que trasciende lo abstracto.

Mis soldados no pueden ingresar, por lo que se mantienen afuera del lugar. Se colocan a ambos lados del pasillo, listos para actuar si algo ocurre fuera de la sala. Roswaal habla con el caballero apostado en la puerta, quien me mira antes de abrir paso.

Antes de cruzar el umbral, Emilia se acerca a mí con una mirada ligeramente nerviosa.

—¿Podrías estar detrás mío durante todo este tiempo? —me pregunta mientras sus manos se mueven inquietas.

Comprendo su deseo de sentirse tranquila en esta situación tan tensa; sin embargo, no puedo comportarme como desearía. Ella lo sabe bien, pero quizás solo buscaba oírlo decirlo.

Coloco mi mano izquierda sobre mi pecho y tomo su mano derecha con la mía. La miro directamente a los ojos mientras ella fija su mirada en mí.

—Lamentablemente no puedo cumplir tu solicitud —respondo solemnemente—. Estoy dispuesto a recibir cualquier castigo posteriormente. Ahora es momento para que brilles e ilumines a todos con tu gracia y belleza incomparables. Sé que serás impecable en tu desempeño, pues posees una voluntad y una fortaleza superiores a las de cualquier otro.

Mis soldados siguen mis palabras alzando su saludo militar hacia Emilia y expresando con determinación:

—Señorita Emilia, el ejército y el pueblo de Irlam le deseamos éxito en su presentación.

—Haz lo mejor que puedas, supongo —añade Beatrice.

Emilia mira sorprendida a todos los presentes. Sus manos dejan de temblar y una sonrisa confiada se dibuja en su rostro.

—¡Sí! Gracias a todos.

Emilia da media vuelta y se dirige hacia su posición. Roswaal la acompaña hasta llegar allí. Todas las miradas convergen en ella; algunas están teñidas de desprecio mientras susurros apenas audibles llenan el aire.

Algunos caballeros lanzan miradas desdeñosas mientras los nobles muestran expresiones cargadas de profundo desdén.

Emilia mantiene su sonrisa, caminando con seguridad mientras Roswaal la acompaña.

Enfrente se encuentran Crusch y Anastasia, quienes mantienen sus espaldas rectas en cumplimiento del protocolo. Me dirijo hacia donde están los caballeros y me topo con Reinhard. Al verme, él sonríe y hace señas para que me una a ellos.

Lleno de confianza camino junto a Beatrice hacia el grupo de caballeros, captando la atención inmediata de Félix, quien es el primero en saludar.

—¡Marco! ¡Hola! —exclama Félix con alegría, luego dirige su mirada hacia Beatrice— ¿Quién es esta adorable niña que has traído contigo Marco

Félix abre los ojos sorprendido y se coloca detrás de mí.

—¿Es tu hija? —pregunta antes incluso de darme tiempo para responder.

Sin embargo, Reinhard mira a Beatrice con asombro y se inclina ligeramente como muestra de respeto.

—Usted debe ser un gran espíritu ¿verdad? Disculpe mi atrevimiento —dice Reinhard con respeto.

Beatrice observa a Reinhard molesta, probablemente porque siente cómo él absorbe toda la energía mágica del ambiente, aunque solo esté parado allí.

—Desde luego que lo soy —responde Beatrice airadamente.

Félix reacciona rápidamente ante las palabras de Beatrice y le sonríe.

—¡Nya! ¿Qué hace Marco con un gran espíritu?

Beatrice sostiene mi mano firmemente mientras responde:

—No tengo por qué responder esa pregunta supongo.

Yo sonrío y les explico tanto a Félix como a Reinhard que he hecho un contrato recientemente con Beatrice. Reinhard menciona que Beatrice tiene renombre entre los nobles, ya que varios han intentado hacer contratos con ella.

—Eso explicaría algunas miradas —murmuro mientras dirijo mi mirada hacia la sección de nobles en la parte superior del salón, donde varios desvían su contacto visual conmigo.

Desde el principio noté ciertas miradas dirigidas hacia mí y pensé que era por ser alguien desconocido, pero parece que es a causa de Beatrice.

—De cualquier manera, me alegra verlos bien a ambos —comento sonriendo.

Félix nos observa a ambos con una sonrisa, aprovechando el momento en que todos se organizan.

—La señorita Crusch dijo que vendrías, pero no pensé que estarías aquí —comenta Félix curioso.

Reinhard mira de reojo a Beatrice mientras pregunta:

—¿Ustedes ya se conocían?

Félix dirige su mirada hacia Reinhard y responde sin dudar:

—Marco y la señorita Crusch tienen contratos comerciales, por lo que hay ocasiones en las que nos vemos ¡Nya! Aunque han sido pocas veces.

Yo miro a Reinhard para añadir algo sin decir mucho.

—Cuando esto acabe podemos hablar con calma.

Reinhard asiente y ambos nos ponemos en posición. Delante de él se posiciona un caballero de cabello morado, cuyo porte elegante y apariencia sofisticada lo hacen parecer la imagen misma del caballero ideal.

El caballero gira hacia nosotros y parece sorprenderse al vernos, inclinándose inmediatamente hacia Beatrice. Ella muestra sorpresa ante este gesto, pero no puede apartar sus ojos de Julius, quien le devuelve una confiada sonrisa.

—Es un enorme placer tener la compañía de un gran espíritu —dice Julius con un tono serio y calmado.

La actitud segura de Julius sorprende a algunas personas presentes, aunque debido al mal momento actual solo hace ese breve saludo. Beatrice parece quedarse sin aliento probablemente debido a la bendición divina que posee Julius.

En ese mismo instante, las puertas vuelven a abrirse para dar paso a la siguiente candidata al trono. Priscilla Barielle, con su largo cabello rubio rojizo brillando como el sol mismo, fluye desde una sola horquilla antes de caer por su espalda.

Sus ojos carmesí tienen un destello de determinación que traiciona su personalidad dominante. Su piel es pálida y blanca, y sus labios ligeramente rosados.

Ella camina con gracia sin desviar la mirada, irradiando un aura de confianza mientras se acerca a tomar su posición. Su vestido aristocrático negro y rojo es lujoso, con mangas envolventes caídas de los hombros y una falda roja hasta los tobillos con amplio dobladillo.

Lleva un enaguas negro, una gran cinta negra con rayas rojas alrededor de su cintura y un adorno adornado con flores negras bordadas en joyas esmeralda que decora el lado opuesto.

Una vez posicionada, todos comienzan a acomodarse para dar inicio al evento.

Su vestido también es sin espalda y embellecido con varias esmeraldas sujetadas a la falda. Es un diseñó usado por la realeza de Vollachia, por lo que su diseño es demasiado elegante e imponente.

Detrás de Félix se alza su caballero, cuya corpulencia robusta y musculatura abultada le otorgan una presencia imponente.

Mi mirada es inmediatamente atraída hacia su brazo izquierdo, incompleto desde el antebrazo hacia abajo, envuelto en vendajes que ocultan el muñón donde solía estar.

Varias cicatrices dispersas adornan su cuerpo, incluyendo un par de marcas en forma de garras sobre su antebrazo derecho.

Su aspecto descuidado, con ropa desaliñada y piernas sin afeitar mientras calza sandalias, lo confunden con un bandido o algún otro ser marginal.

Indudablemente, su apariencia contrasta fuertemente con la de su ama, Priscilla Barielle.

Una vez han llegado todos nosotros al consejo de sabios realiza su entrada solemne. Hombres ancianos avanzan hacia sus asientos; son quienes administran Lugunica en ausencia del rey.

Mientras caminan lentamente uno de ellos aparta momentáneamente la mirada para posarla sobre mí antes de continuar camino a Beatrice. No había previsto que mi compañera atrajera tanta atención negativa.

Finalmente, cuando todos están sentados frente a nosotros, el jefe supremo del caballero Marcos Gildark toma una postura seria y dirige sus ojos hacia las candidatas mientras comienza a narrar:

—Desde hace mucho tiempo —explica él— los miembros de la familia real han estado ocultando...

Pero Anastasia interrumpe bruscamente con tonalidad arrogante e impaciente:

—Espera un momento —interrumpe ella—. Entiendo que quieras hacer un espectáculo o algo parecido, pero soy una persona muy ocupada. —Dirige su mirada hacia Gildark mientras agita su mano con impaciencia—. Como dicen en Kararagi, el tiempo es dinero. No veo la necesidad de añadir estas narraciones que no aportan nada al final del día. Tengo muchas cosas por hacer y lo último que quiero es desperdiciar mi tiempo.

Crusch se encoge de hombros ante las palabras de Anastasia, pero luego habla con seriedad:

—Estoy de acuerdo con ella.

Gildark cuestiona si alguien como ella debería expresarse así, pero Crusch refuta argumentando la importancia clara de las tradiciones y formalidades.

—El tiempo de todos los presentes es limitado —añade, haciendo que Anastasia mire hacia ella en aprobación.

El motivo de la prisa de Crusch se revela como los preparativos para la aparición de la ballena, y sus últimas palabras confirman mis peores sospechas.

La ballena está por hacer su entrada.

—Sería prudente que nos informemos inmediatamente sobre esto, ya que estamos aquí —concluye ella, provocando que uno de los sabios tome la palabra.

Un hombre mayor con una frondosa barba bien cuidada y cabello completamente blanco, junto con las arrugas evidentes en su rostro denotan su avanzada edad.

—Señorita Crusch, ¿acaso sabe usted por qué estamos aquí?

Crusch sonríe orgullosa mientras asiente afirmativamente.

—Es una fiesta. De esta manera, aunque seamos rivales, podremos entablar relaciones —responde ella con seguridad.

La verdad es que no sé qué pensar al respecto. Es imposible creer que ella no esté al tanto del verdadero propósito del evento. Su respuesta resulta inaudita; supongo que debe tener otras intenciones ocultas bajo esa fachada amigable.

El gran sabio rechaza inmediatamente su explicación y dirige su mirada hacia Félix. Nuestros ojos se encuentran durante un breve instante y yo le dedico una pequeña sonrisa mientras él espera a recibir instrucciones para dar explicaciones.

Félix explica el asunto rápidamente y Crusch se disculpa apresuradamente; sin embargo, Anastasia no permite lugar a ninguna conciliación posible.

Su necedad solo ha logrado desperdiciar más tiempo del necesario.

—¡Disculpen! Puede ser que te arrepientas ahora mismo, pero yo no me arrepiento de mis palabras. —Dirige su mirada hacia Emilia y Priscilla—. ¿No es una pérdida de tiempo, acaso?

Emilia permanece en silencio, manteniendo la mirada al frente. No hay necesidad alguna de agregar algo más cuando las personas a tu alrededor están envueltas en discusiones.

El silencio es la mejor respuesta posible.

Priscilla, por su parte, habla con un tono austero y confiado:

—Que continúe, después de todo insistirán en explicar sus razones. —Sin dirigir su mirada hacia nadie en particular, añade—: continúa Gildark

Gildark prosigue y explica el motivo principal de nuestra reunión. En la Piedra del Dragón se ha inscrito una nueva profecía que dicta que deben reunirse cinco sacerdotisas elegidas por la Marca del Dragón.

Una vez seleccionadas serán las candidatas para ascender al trono de Lugunica.

En ese instante, la sala se llena de confusión debido a que solo hay cuatro candidatas presentes.

—¡Caballero Reinhard Van Astrea! ¡Al frente! —exclama Gildark, haciendo que Reinhard cambie su expresión a una mirada confiada. Este camina con determinación hacia el frente, reclamando la atención de todos. De un momento a otro, se arrodilla sobre una pierna, coloca su mano en su pecho y vocifera con seguridad:

—Honorables miembros del consejo de sabios, yo... Reinhard Van Astrea, miembro de los caballeros imperiales anuncio el cumplimiento de mi misión.

Levantándose con elegancia y firmeza, añade:

—La quinta y última sacerdotisa del dragón, y candidata al trono. —Tras una pausa dramática exclama—: ¡Ha sido encontrada!