Las Verdades de las Mentiras.
Tener a Miklotov como nuestro aliado sería maravilloso; sería un gran impulso si revelamos públicamente este respaldo. Atraeríamos mucha atención hacia Irlam y podríamos obtener mejores contratos e información más precisa.
Pero eso no estaría bien; si hago público el apoyo de Miklotov, volverán tras él nuevamente. La persona que Miklotov debe respaldar debe mantenerse neutral y no hacer ningún esfuerzo adicional.
—Apoya a Priscilla Barielle —digo en voz baja ante la mirada sorprendida tanto de Emilia como de Miklotov.
Este niega con la cabeza.
—Mi nieto era lo único que me quedaba; ahora el crecimiento de Emilia como candidata es lo más importante.
Miklotov estaba dispuesto a sacrificarse para iniciar una conmoción, sabiendo que tarde o temprano lo matarían. No va a dejarse caer sin luchar. Si Miklotov se declaraba nuestro principal apoyo, su muerte sería el detonante que movería a todos.
Sí, porque alguna candidata sería culpada por ello.
—Entonces, ¿qué? Si mueres, nada cambiará. Te necesitamos vivo. —Dirijo mi mirada hacia Emilia con una sonrisa—. Estoy seguro de que Emilia tampoco te permitirá sacrificar tu vida, pase lo que pase ¿verdad?
Emilia observa con cierto enojo tierno a Miklotov mientras comprende su verdadera intención. Toma las manos de Miklotov y le mira directamente a los ojos.
—No voy a permitirte hacer eso. Sé que debes estar pasando por un momento desgarrador y triste, pero eso no significa que tu vida haya llegado a su fin. Tu nieto no querría eso para ti.
—Señorita... —murmura Miklotov.
Emilia sonríe, irradiando tranquilidad.
—Incluso si dejas de ser sabio, te aceptaremos con los brazos abiertos para que puedas disfrutar de una vida tranquila.
Los ojos de Miklotov se abren desmesuradamente; parece ser más sentimental de lo que había imaginado. Sin embargo, no ha derramado ni una sola lágrima.
Bueno, no sé qué haría yo en su lugar.
La venganza.
Viví casi hasta morir por ella. Derrotar al estado… Supongo que tenemos algo en común.
—Sin duda alguna, no me arrepiento de mi decisión —afirma Miklotov con determinación.
Miklotov parece decidido y Emilia también parece comprender sus intenciones. Emilia ha manejado la situación admirablemente bien; probablemente ni siquiera pensó en utilizarlo para sus propios fines y aun así logró ganarse su confianza sin ningún problema.
Emilia y el protagonista de la novela se parecen mucho entre sí. Supongo que por eso se amaban mutuamente.
Y luego está alguien como yo...
Miklotov se levanta y saca otro papel del bolsillo; me lo entrega gentilmente mientras habla sobre un premio otorgado a quien derrotó a un arzobispo, así como un reconocimiento al pueblo en general.
—El comité acordó otorgar un premio, pero lamentablemente no pude aumentar las recompensas —explica Miklotov frunciendo el ceño—. La primera recompensa consiste en una jugosa suma monetaria: quinientas monedas santas.
—Normalmente se otorgan dos mil —añade con pesar—, pero debido a muchos problemas y la falta de un gobernante en Lugunica, el país no está pasando por su mejor momento.
Quinientas monedas santas siguen siendo una cantidad asombrosa. Te permitirían vivir lujosamente y sin preocupaciones durante toda tu vida. Aunque bueno, ese dinero no será para mí...
Los soldados insistieran en que sea entregado a las familias de los fallecidos.
Sin embargo, otorgarles tal suma causaría más problemas en sus vidas. Es difícil cuando no saben cómo administrar semejantes cantidades de dinero... Supongo que tendré que pensar cuidadosamente como entregarles el dinero.
El siguiente premio es un reconocimiento al lugar que resistió y eliminó la amenaza.
—Dada su escasa población —continúa Miklotov—, hemos decidido realizar un cambio: este pueblo se convertirá en un pueblo honorario de Lugunica.
—El problema radica en la condición que han añadido —continúa Miklotov con voz sombría—. Los caballeros imperiales y los nobles se encargarán de gobernar el pueblo como un estado honorario.
Era de suponerse.
Convertir a Irlam en un pueblo honorario sería una oportunidad sin precedentes para su avance, por lo que han ideado esta estrategia para controlar el pueblo y obtener tanto las armas como la máquina a vapor.
Beatrice frunce el ceño y refunfuña con indignación ante sus palabras.
Miklotov no puede hacer nada al respecto; dejar el pueblo solo sería equivalente a:
"No proteger el honor de Lugunica".
La siguiente recompensa me sorprende.
—Se otorgará al llamado "ejército de Irlam" el estatus de fuerza aliada —anuncia Miklotov solemnemente.
El estatus de fuerza aliada implica que no somos caballeros, pero sí aliados en las intenciones del Reino de Lugunica.
Esto significa que nos apoyarán en decisiones militares y monetarias, así como también nos exigirá brindar ayuda cuando haya guerra o cuando nuestra fuerza sea necesaria.
—Estas recompensas parecen más bien una soga atada al cuello —comenta Miklotov entre risitas avergonzadas.
—Es obvio que estas condiciones son simplemente formas de atarnos al reino para arrebatarnos todo lo nuestro.
Si aceptamos convertirnos en fuerza aliada, nos robarán los planos del rifle bajo la excusa del deber hacia el reino para aumentar su poderío militar.
En este mundo, claramente no existen las patentes, por lo que ocultar el método de creación es algo común.
La última recompensa tampoco es mejor.
—Se otorgará a Marco Luz el título de caballero real del Reino de Lugunica —anuncia Miklotov con amargura—. Normalmente no harían algo así, pero los logros del arzobispo no pueden ser atribuidos a un plebeyo y mucho menos a alguien que no contó con el apoyo del reino.
«El caballero Marco Luz derrotó a un arzobispo» Suena mucho mejor en la mente de todos, ya que se asocia automáticamente a los caballeros como figuras honorables.
Esto implica que estoy obligado a cumplir las normas del reino, sus peticiones y estar atado a sus reglas de honor.
—Sin duda es sorprendente, y supongo que me veo obligado a aceptar todas estas condiciones o quedarme sin nada —murmuro con resignación.
Miklotov asiente en silencio, su expresión reflejando la frustración de sus intentos fallidos por cambiar la situación.
—No te desilusiones completamente, hay algo más que pude lograr —dice Miklotov mientras me entrega otra carta, esta vez adornada con mayor pompa.
Al verla, una sonrisa se dibuja en mis labios.
—Se le otorga a Marco Luz el estatus de barón. Fue lo máximo que pude conseguir hasta ahora —explica Miklotov.
El estatus de nobleza, aunque sea baja nobleza, garantiza el poder para administrar un pequeño feudo. Esto significa que podré tener tierras bajo mi nombre si soy capaz de adquirirlas.
Seré capaz de comprar terrenos alrededor del dominio de Roswaal sin necesitar utilizar su nombre para ello.
Además, ser un noble ya me convierte en parte del reino y abre la posibilidad de ascender dentro de esos términos. Me brinda cierto estatus aparte de mis propias posesiones.
Una gran puerta se ha abierto ante mí, incluso si es solo como miembro inferior de la nobleza. Aunque no sea equivalente a ser un caballero real debido a las implicaciones inherentes al título nobiliario.
—Entonces rechazo las otras opciones y me quedaré con esto —anuncio decidido. Miklotov asiente solemnemente antes de levantarse y dirigirse hacia nosotros dos.
Nos ponemos en pie y estrechamos la mano extendida por Miklotov. Ahora que esta inesperada alianza ha sido formada, solo nos queda esperar y hacer todo lo posible por llevarla a cabo de manera exitosa
Antes de partir, meto la mano en el bolsillo de mi chaqueta y saco el dispositivo de comunicación. Se lo entrego a Miklotov y le explico rápidamente su funcionamiento y las precauciones para tener en cuenta.
—Lo utilizaremos para compartir información, evitando así cualquier filtración o interceptación indeseada —explico con determinación.
—Es un aparato sumamente versátil. Es desgarrador pensar que los seguidores del culto posean algo tan avanzado —comenta Miklotov mientras examina el dispositivo con asombro.
Un comunicador de este tipo es extremadamente raro, por lo que son pocas las personas que tienen uno en su posesión. Y mucho menos se puede clonarlo fácilmente; es necesario crearlo desde cero.
Pero estoy seguro de que podré lograrlo junto a Beatrice una vez comprenda completamente la magia Yin.
Salimos los tres con calma y nos encontramos con Gildark, quien parece haber sido sacado debido a la naturaleza de nuestra conversación.
Sin embargo, puedo percibir cierta confianza en él por parte de Miklotov, aunque también noto su cautela. Eso no me desagrada en absoluto
—Señorita Emilia, señor Marco, permítanme acompañarlos —pide Gildark con voz profunda y seria.
Asentimos y comenzamos a caminar juntos.
A medida que avanzamos, puedo sentir las miradas penetrantes de algunos nobles y caballeros hacia nosotros. Son solo miradas, nada más. No dicen ni murmuran palabra alguna porque saben muy bien lo ocurrido al otro noble.
Sonrío satisfecho mientras disfruto del desconcierto en sus rostros.
Beatrice y Emilia parecen apreciar el lugar mientras yo me divierto viendo cómo los nobles sufren en silencio ante nuestra presencia.
Supongo que incluso lo malo tiene su lado bueno.
Sin embargo, no hemos obtenido el dinero ni el reconocimiento que esperaba. Mi plan dependía precisamente de ser reconocidos como algo importante para este reino.
—Es un poco decepcionante —comento con resignación mientras dirijo mi mirada hacia el techo del pasillo donde nos encontramos ahora mismo.
Mi mente vuela pensando si debería haber tomado otro camino. Quizás, aceptar el premio y luego apuñalarlos por la espalda. El problema es cuándo llevar a cabo tal acción.
Mi fuerza reside en las armas e industria, perder eso sería caer en un abismo.
Es como en mi mundo: si entregas todo lo que tienes, te lanzan al pozo de la oscuridad, pero si no lo entregas, buscarán obtenerlo de otras formas.
La seguridad de Irlam necesita ser reforzada urgentemente, sobre todo desarrollando mejores técnicas para fabricar armamento.
Actualmente, la mejor versión se encuentra en un regalo que preparé previamente. Sin embargo, el metía es sin duda una necesidad imperante.
Me preocupa profundamente el hecho de que exista magia de clonación del elemento tierra y que haya lugares donde esta práctica sea común; Es algo inquietante y desconocido para mí hasta ahora.
Si logran clonar la pólvora, será un gran impedimento para nuestros planes. Es por eso por lo que hemos añadido hechizos a las balas, aunque su efectividad no es del todo satisfactoria.
Lo mejor que he logrado hacer hasta ahora es incorporar los hechizos al cargador mismo.
De esta manera, la protección se activa si alguien intenta desarmar el cargador, pero si son las propias balas las que están dentro del arma no hay problema alguno.
Mientras divago sobre todas las cosas que debo hacer y mejorar en este aspecto, me doy cuenta de que finalmente hemos llegado a nuestro destino. El camino ha sido largo y extenuante, pero pronto estaremos dejando atrás este lugar.
Es realmente asombroso cómo han ocurrido todos estos acontecimientos y sobre todo maravilloso el aliado con el cual nos hemos encontrado.
No puedo olvidar tampoco la pequeña conexión que establecí con ese noble. Parece ser una pieza importante en todo esto.
Los soldados realizan un saludo militar y nos incitan a subir a unas carrozas preparadas especialmente para nosotros: una para nosotros mismos y otra para los soldados.
—Caballero Gildark —le digo mientras le entregó una carta—. Si deseas contactarnos en algún momento, envía una carta directamente a Irlam; una vez que el mensajero llegue allá, enviaré una carta de respuesta.
Gildark asiente en señal de comprensión antes de retirarse discretamente.
En estos momentos delicados no conviene llamar demasiado la atención hacia él ni permitir sospechas innecesarias.
Estamos bajo constante vigilancia tanto de los nobles como de los cultistas, por lo que la precaución es nuestra mejor aliada. Afortunadamente, Gildark parece entenderlo y confío en que hará bien las cosas.
Subimos a la carroza y nos dirigimos hacia la mansión de Roswaal en Lugunica, donde pasaremos la noche antes de continuar con nuestras tareas pendientes.
Después iremos a visitar la mansión de Crusch.
Mañana mismo se me otorgará el título de barón sin más dilación.
Lamentablemente, no habrá celebraciones ni festejos en esta ocasión, lo cual es una pena considerando que las festividades son excelentes oportunidades para establecer nuevas conexiones sociales y políticas.
Sin embargo, Miklotov ha apresurado todo debido a la naturaleza urgente de nuestra situación actual. Es mejor recibir mi merecida recompensa cuanto antes para evitar cualquier intento posterior por parte de otros nobles por robarse el crédito.
No cabe duda de que rápidamente se correrá la noticia: "La persona que derrotó a un arzobispo ahora se convierte en barón". Este hecho seguramente será conocido en todos los rincones del reino.
Emilia, quien está sentada al otro lado de la carroza, se acerca a mí y toma mi mano con una dulce sonrisa en sus labios.
—Siempre he deseado tener un caballero a mi lado —dice Emilia mientras mira por la ventana con una chispa juguetona en sus ojos—. El caballero de Emilia, Marco Luz. Jejeje...
Sus palabras provocan risas en ella misma mientras me observa con ternura. En ese momento, Beatrice también sujeta mi mano y exclama orgullosamente:
—¡Hmpf! Marco ya es un verdadero caballero. —Beatrice coloca su otra mano sobre su pecho, inflándolo con orgullo— ¡Marco es el caballero de Betty de hecho!
Emilia sonríe inclinándose hacia adelante para apreciar la expresión sorprendida de Beatrice. Con tono burlón añade:
—Así es... Marco es el caballero de Emilia.
Estas palabras hacen que los ojos de Beatrice se abran completamente y me abrace con fuerza, presionando su cabeza contra mi pecho mientras lanza una mirada afilada hacia Emilia.
—Eso no es cierto en absoluto de hecho —afirma Beatrice apretando aún más el abrazo— ¡Marco es el caballero de Betty!
A pesar de tener más de cuatrocientos años, Beatrice ha estado comportándose como una niña desde que comenzó esta nueva etapa en nuestra vida juntos.
Y aunque pueda parecer extraño para alguien tan antiguo actuar así, encuentro gratificante verla siendo ella misma y haciendo lo que le complace.
¿Quién soy yo para impedirlo?
Emilia hace un mohín mientras observa a Beatrice. Luego, se agacha y toma suavemente una de las mejillas de Beatrice entre sus dedos.
—No seas egoísta, eso no está bien —le dice Emilia en tono regañón—. No te comportes como una niña malcriada.
Beatrice ignora los intentos de reprimenda de Emilia, así que me toca actuar a mí. La siento en mis piernas y la miro directamente a los ojos.
—Betty debe ser una buena niña —le digo con voz suave pero firme—. Me sentiría muy decepcionado si mi princesa fuera tan egoísta.
Mis palabras parecen resonar en el interior de Beatrice mientras ella considera lo que le he dicho.
A medida que nuestras miradas se encuentran, puedo ver cómo reflexiona sobre sus acciones y emociones. Es importante para mí guiarla hacia un camino más compasivo y generoso.
La dulzura del momento nos envuelve mientras continuamos nuestro viaje hacia la mansión de Roswaal en Lugunica. Las complicidades entre nosotros crecen cada día más fuertes, formando un vínculo profundo e indestructible.
Los ojos de Beatrice se abren en sorpresa, y su mirada se llena de tristeza mientras baja la cabeza. En un tono suave y apesadumbrado, ella argumenta:
—Marco es el caballero de Betty de hecho... A Betty le da miedo que se aleje de ella supongo.
Sus palabras me hacen comprender que Beatrice aun teme perderme, siente el peso de la inseguridad en su corazón. Y aunque ahora sea cierto que soy una parte importante de su vida, no puedo prever qué nos depara el destino.
Antes de poder responderle a Beatrice, Emilia interviene con dulzura.
—Marco nunca se alejará de ti por estar cerca de otras personas —dice Emilia asegurándole con ternura— Él te quiere muuuchísimo.
Beatrice asiente con una expresión desanimada, como si hubiera imaginado futuros donde quedaba abandonada y sola. La veo aferrarse a mí cada vez más, lo cual me preocupa profundamente.
No quiero generar dependencia malsana en ella; deseo que tenga oportunidad de conocer a otras personas y disfrutar plenamente del mundo que le rodea.
No digo esto porque no quiera ser amado por ella; simplemente anhelo que ese amor sea saludable y equilibrado.
Algún día partiré al encuentro final con la muerte, dejando atrás este mundo. Sin embargo, me reconfortaría saber que Emilia continuará acompañando a Beatrice durante mucho tiempo más.
Este pensamiento refuerza aún más mi convicción: una relación romántica entre Emilia y yo sería cruel e injusta para ella.
Yo moriré como un simple mortal mientras ella seguirá viviendo como una elegante elfa. Aunque eso no signifique que su vida terminará, estoy seguro de que encontrará a alguien más en el futuro.
Es la naturaleza de la vida, después de todo
Pero, aun así, no puedo evitar pensar en lo injusto que es para Beatrice.
Beatrice asiente con gracia y sus ojos se posan en Emilia, cuya apariencia parece haber mejorado. Pero es en el tono suave y tierno de Beatrice donde encuentro la verdadera esencia de su alma.
—Lo siento, de hecho. Betty no pretendía decir eso en absoluto supongo —susurra Beatrice mientras toma la mano de Emilia con delicadeza, como si fuera una joya frágil que teme romper.
La ternura que emana de Beatrice se intensifica a medida que los segundos transcurren; sus labios forman pequeños pucheros mientras lucha por encontrar las palabras adecuadas.
Mi corazón amenaza con desfallecer ante tanta dulzura desbordante.
Beatrice ha sido, sin duda alguna, la bendición más extraordinaria que haya recibido jamás; ella ha logrado transformar mi vida por completo.
—Betty puede compartirle si eso te hace feliz supongo—murmura Beatrice—, pero Betty siempre será la número uno de hecho.
Las palabras de Beatrice empalagan mi corazón hasta rebosar. Una sonrisa ilumina el rostro radiante de Emilia cuando coloca su mano sobre la cabeza de Betty.
—Será nuestro caballero ¿verdad? —dice Emilia mientras me observa con un brillo travieso en los ojos.
Beatrice asiente antes de que Emilia nos abrace a ambos repentinamente; sus brazos envuelven nuestros cuerpos como un escudo protector contra cualquier adversidad del mundo exterior.
En ese íntimo abrazo, nuestras cabezas se inclinan hacia el centro fusionándose en perfecta armonía.
El tiempo parece detenerse mientras permanecemos así, inmersos en un silencio que habla más que mil palabras. Y entonces, tras unos segundos eternos y preciosos, Emilia se separa de nosotros con una sonrisa radiante en sus labios.
—Jeje... Supongo que al final sí podré tener a mi caballero —afirma Emilia mientras me mira con ternura infinita; sus dedos entrelazados revelan la complicidad de nuestros destinos entrelazados.
Un paralelismo sobrecogedor surge ante mí como una ola embravecida: el recuerdo vívido de aquella vez en la que viajaba por este mundo lleno de deseos e incertidumbres, cuando había decidido consumirlo todo a mi paso; aquel día fatídico en el que arriesgué sin vacilar mi propia vida para salvarla.
Fue el día en el que conocí a Emilia y todo comenzó.
Y ahora estamos aquí, envueltos en esta atmósfera mágica donde nuestras vidas convergen.
Sin pensarlo dos veces, poso mi mano temblorosa sobre la mejilla suave y cálida de Emilia, sorprendiéndola ligeramente, pero encontrando un refugio seguro dentro de su mirada asombrada.
Mientras siento cómo las emociones se agolpan dentro de mí como olas tumultuosas contra los acantilados rocosos del destino compartido entre estas dos Emilias tan dispares pero conectadas por hilos invisibles... Me sumerjo profundamente en mis pensamientos sobre todo lo ocurrido hasta ahora.
Si ambas Emilias, la creada en la novela literaria y esta Emilia tuviesen la oportunidad de encontrarse cara a cara... ¿Qué tipo de interacciones surgirían entre ellas?
Es una pregunta que provoca escalofríos en mi ser y despierta un anhelo desconocido dentro de mí.
Poso mi mano en su mejilla con delicadeza, y una sonrisa se dibuja en los labios de Emilia.
Lentamente, nuestros rostros se acercan, y puedo percibir un tímido rubor que tiñe sus mejillas. Sus ojos revelan un anhelo profundo mientras comienzan a cerrarse lentamente.
Sin apartar la mirada de la suya, coloco mi frente contra la suya en un gesto íntimo y sincero.
Nuestras narices se rozan en un beso esquimal cargado de significado.
—Esto me lo enseñaron las chicas del pueblo; es una muestra de afecto y cercanía... —explica Emilia con cierta vacilación.
En la novela resulta más que evidente que ella está perdidamente enamorada del protagonista, pero desconoce por completo el significado verdadero de ese sentimiento porque lo ha concebido como algo abstracto e inalcanzable.
Aunque personalmente me gusta ver al amor como algo mucho más trascendental que meras palabras.
Intrigado por saber qué efectos ha tenido este gesto tan sencillo sobre ella, le pregunto sin perder la calma:
—¿Has sentido algo?
Emilia desvía momentáneamente su mirada antes de responder con firmeza mientras encoge ligeramente los hombros:
—¡Eso no te lo diré!
Una sonrisa traviesa ilumina el rostro radiante de Emilia después de pronunciar esas palabras provocativas. Observando cómo Beatrice queda sorprendida ante esta insinuación audaz.
—Coqueteando descaradamente frente a mí supongo—dice Beatrice, lanzando una mirada fulminante hacia Emilia. Sin embargo, esta última se limita a sonreír enigmáticamente sin pronunciar palabra alguna.
Sorprendiendo a Beatrice, Emilia se lanza hacia ella y la carga en sus brazos con una fuerza inesperada.
Las puertas de la carroza se abren repentinamente, y los sirvientes curiosos asoman la cabeza para presenciar este inusual espectáculo.
—Mira, también contigo —afirma Emilia con una sonrisa pícara.
La sostiene con delicadeza mientras ambas comparten un beso esquimal, provocando que el rostro de Beatrice muestre asombro y desconcierto.
—¿¡Que...!
Beatrice apenas tiene tiempo para articular palabra antes de encontrarse en la misma posición que yo momentos atrás. Es evidente que esta situación habría sido desfavorable si hubiese ocurrido durante mi encuentro con Emilia.
El simple rumor de una relación romántica entre nosotros podría generar conflictos indeseables. Después de todo, la reina es el epicentro del poder y su pareja debe estar a su altura en cuanto a estatus social.
Aunque quizás cuando Emilia sea finalmente coronada como reina podrá permitirse hacer lo que le plazca sin preocuparse por las opiniones ajenas.
Me pregunto qué tipo de persona elegirá o hacia quién caerá enamorada. Supongo que le gustarán hombres similares al protagonista de la novela: joviales, cariñosos e inmaduros.
De alguna manera, ese tipo de personalidad fue lo que ayudó a transformarla en alguien diferente dentro del relato literario, ya que se adapta completamente a sus edad mental, aun sí realmente no es un avance.
Descendemos del carruaje justo cuando el sol comienza a ocultarse en el horizonte dorado; las primeras estrellas hacen su aparición tímida mientras la temperatura comienza a descender gradualmente.
La noche se encuentra en sus primeras etapas, y me parece una buena oportunidad para dar un paseo. Después de un día tan largo y estresante, no vendría mal disfrutar de una cerveza refrescante para despejar la mente.
O quizás podría aprovechar la ocasión para "adquirir prestado" el vino que Roswaal guarda celosamente en este lugar; eso sería mucho más gratificante.
Decido salir a caminar, buscando así liberar tensiones acumuladas durante esta jornada agotadora. Tras un breve descanso y haber hecho uso del baño, todos parecen estar listos para partir nuevamente.
Observo a mis soldados con determinación mientras estos mantienen su mirada firme y sus cuerpos erguidos como verdaderos guardianes de nuestra causa común.
—La noche es un momento peligroso, pues nunca se sabe qué clase de ladrones o individuos podríamos encontrarnos en nuestro camino. Debemos mantenernos alerta en todo momento y proteger a la señorita Emilia y la señorita Beatrice con todas nuestras fuerzas —advierto con voz firme.
Los soldados responden al instante, realizando un saludo militar impecable mientras vociferan al unísono:
—¡Como ordene mi general!
Cada vez más, estos hombres se asemejan verdaderamente a auténticos soldados. Y la razón detrás de su habilidad y destreza radica en el riguroso entrenamiento al que han sido sometidos.
Las barridas del bosque: ese es el nombre que recibe su arduo adiestramiento.
Consiste en expandir sus límites trabajando con cristales protectores instalados estratégicamente en las profundidades del frondoso bosque.
Esta tarea les proporciona coerción y disciplina, ya que deben enfrentarse a hordas de mabestias salvajes para poner a prueba su valía.
Incluso han llegado a enfrentarse cara a cara con los líderes de estas manadas feroces. Las mabestias gigantes, cuya derrota solía ser una hazaña casi imposible, ahora son consideradas la última prueba para los soldados; una oportunidad para demostrar su astucia y coordinación táctica.
El caso del capitán Bert es, por ejemplo, un evento destacado: durante aquel combate crucial contra las bestias menores, él ideó una estrategia audaz.
Mientras sus compañeros luchaban contra las criaturas inferiores, él tomaría personalmente la responsabilidad de enfrentarse al líder.
Fue en el preciso instante en que la mabestia rugió y avanzó amenazante hacia él. Con su increíble habilidad de puntería, logró disparar directamente a través de la boca del monstruo hasta alcanzar su cerebro desprotegido. Esa era una zona vulnerable debido a una capa más débil que no estaba fortificada como las demás.
Este acto valiente y certero le otorgó al capitán Bert un título honroso: el tiempo récord para derrotar a un líder de manada entre todos los soldados.
Pero no solo sus proezas individuales son notables; es fundamental destacar que, en situaciones donde cada vida está en juego, tanto la disciplina como la coordinación son cruciales para sobrevivir.
Y ahí radica el motivo por el cual estos hombres aprenden con tanta rapidez.
El entrenamiento al que han sido sometidos puede ser descrito como infernal, pero ha dado resultados aceptables hasta ahora.
Después de cada sesión extenuante, Emilia cuida meticulosamente de las heridas de aquellos soldados que resultaron lastimados y también brinda apoyo energético incluso a aquellos cuyos cuerpos están indemnes.
Su presencia es una adición invaluable para acelerar su recuperación muscular.
Así pues, mientras nos preparamos para emprender nuestro camino nocturno bajo este oscuro cielo estrellado, sé que puedo confiar plenamente en mis hombres y en nuestra futura reina Emilia para superar cualquier obstáculo o peligro inesperado que podamos encontrar durante nuestra pequeña travesía.
En un futuro próximo, tengo planeado desarrollar cámaras de maná como parte del entrenamiento para prepararnos ante la eventualidad de enfrentar a magos poderosos.
Emilia sale hacia el patio, donde nosotros la esperamos ansiosos. Viste un elegante traje blanco casual y lleva puesta un buzo que le permite pasar desapercibida entre la multitud.
—Prefiero caminar tranquilamente sin llamar la atención. Necesito relajarme por un momento —afirma Emilia mientras toma la mano de Beatrice con ternura.
Sin duda alguna, es comprensible su deseo en esta situación. Si estuviera en su lugar, haría exactamente lo mismo.
Pero aquí no estamos en Irlam; cualquier negocio o establecimiento que tenga conocimiento de quién es Emilia se verá tentado a rechazarla debido a los prejuicios arraigados.
Lo mejor es evitar incomodidades.
Hasta que logremos más hazañas y cambiemos las percepciones de las personas, Emilia será vista como "la semidemonio". Pero estoy seguro de que en un futuro cercano será reconocida bajo otro título:
Emilia, la prometedora candidata al trono. Tal como ella misma declaró durante el proceso selectivo.
Beatrice me extiende su otra mano para tomarla y así comenzamos nuestra caminata juntos.
Como entregué mi metía (dispositivo mágico) comunicador a Miklotov antes de salir, ahora he tomado prestada el dispositivo personal de Emilia para mantener informados tanto a Rem como a Alsten sobre nuestra situación general.
En estos momentos debemos permanecer alerta y vigilantes dentro del pueblo ante cualquier posible amenaza o individuo malintencionado que pueda intentar hacernos daño.
Alsten, como siempre, se pone en marcha sin vacilar ante mis instrucciones. Es un hombre leal y diligente.
Creo que sería pertinente considerar la instalación de mallas metálicas alrededor de Irlam para asegurar su protección. Colocar muros resultaría ineficiente y costoso, especialmente teniendo en cuenta nuestros recursos limitados.
Pero con el buen suministro de hierro del que disponemos, podríamos construir una sólida red de trampas ocultas dentro de las mallas para disuadir a posibles intrusos.
Además, necesito desarrollar metías capaces no solo de proteger estas mallas, sino también de alertarnos ante cualquier intento de entrada forzada o presencia indeseable en nuestra área segura.
La seguridad es una prioridad absoluta en estos momentos cruciales. Será lo primero que atienda al regresar, pero mientras tanto, dependeré del arduo trabajo de los soldados asignados a proteger el pueblo.
Ellos laboran incansablemente, conscientes de su deber como guardianes.
Estoy seguro de que Alsten organizará los turnos y las tareas de manera eficiente y efectiva. Confío plenamente en su habilidad para mantener la seguridad del lugar.
La ciudad adquiere un encanto diferente cuando cae la noche. Las tabernas y restaurantes abren sus puertas, atrayendo a clientes con sus luces cálidas y prometedoras.
Nosotros caminamos por las calles observando todo con tranquilidad, disfrutando de este momento apacible para despejar nuestras mentes.
—Marco, mira —exclama Emilia señalando hacia un puesto de comida cercano.
A simple vista parecía ser un restaurante común y corriente, pero algo ha llamado su atención y ahora también captura mi curiosidad— ¿no es eso lo que preparaste una vez? ¡Hamburguesas!
Mis ojos se abren sorprendidos ante tal descubrimiento inesperado. Nunca imaginé encontrar hamburguesas aquí; aunque bien pensado no debería ser tan extraño después de todo.
Sin embargo, resulta fascinante ver cómo estas delicias han encontrado su camino hasta esta tierra lejana.
Quizás, estoy olvidando algo.
Emilia y Beatrice deciden entrar sin dudarlo ni un instante tras esa revelación culinaria irresistible.
Al cruzar la entrada del establecimiento, nos envuelve una atmósfera acogedora propia de un restaurante familiar donde se comparten momentos de alegría y satisfacción.
La suave iluminación y los murmullos animados de los comensales crean un ambiente reconfortante.
Una amable mesera nos guía hasta nuestra mesa, mientras el escuadrón de seguridad ocupa un rincón más discreto para evitar llamar la atención y desorientar a posibles individuos indeseables que pudieran ingresar con intenciones maliciosas.
Beatrice y Emilia se sientan cómodamente en su asiento mientras la mesera entrega las cartas. En un papel grande y grueso aparecen listados los diferentes platillos ofrecidos por el restaurante.
El plato estrella, sin lugar a duda, es la hamburguesa; pero también hay variantes intrigantes en sus preparaciones.
Mi atención es capturada principalmente por el papel utilizado para imprimir el menú. Me viene a la mente mi idea de crear una imprenta utilizando una máquina a vapor para llevar esta forma avanzada de impresión al siguiente nivel.
Aunque bien sé que no necesariamente se requiere una máquina a vapor para ello, resultaría mucho más práctico y eficiente hacerlo así.
Tengo en mente hacer un periódico local y contratar personas dedicadas a recopilar noticias interesantes sobre Lugunica y más allá.
Sería algo distintivo que aún no se ha realizado aquí.
Emilia y Beatrice optan por pedir hamburguesas preparadas tradicionalmente, sin arriesgarse demasiado con sabores nuevos.
Por mi parte, decido probar una opción diferente: una hamburguesa con salsa especial acompañada de pollo. Sin embargo, no reconozco los nombres utilizados para describir la salsa en el menú.
Le pregunto a Emilia si tiene alguna idea, pero ella también desconoce su significado.
Así que tendré que esperar y descubrirlo por mí mismo.
Preguntarles a los meseros no es una cuestión, pierde la magia de la sorpresa.
Antes de que la mesera se retire, le pido un favor amablemente.
—¿Podría hablar con su encargado?
