La Mansión Karsten.

—La señorita Crusch está esperándolos en su despacho —anuncia una cortés sirvienta inclinándose ante nosotros indicándonos el camino hacia la entrada principal de la mansión.

Decido dejar a los soldados aguardando en la entrada, mientras Emilia, Beatrice y yo ascendemos hasta el cuarto piso, donde se encuentra el despacho de Crusch. La mansión presenta una decoración un tanto distinta; en lugar de ostentar lujo desmesurado, irradia un aura más militar.

Los colores neutros y formales dan testimonio de que pertenece a una noble familia sin caer en la ostentación.

La sirvienta toca delicadamente la puerta para anunciar nuestra llegada. Tras recibir permiso, abre las puertas y nos adentramos en el recinto. Emilia es la primera en entrar, seguida por Beatrice y finalmente mi persona.

Saludamos cortésmente a Crusch, quien luce radiante con su rostro fino y definido. Su piel pálida pero bien cuidada revela los rastros del cansancio que pueden ser eliminados mediante el uso de magia curativa; algo que ambos sabemos muy bien.

Finalmente nos invita a tomar asiento e inicia la conversación tan esperada.

—¿Tienen alguna idea sobre por qué les he convocado? —interroga Crusch, escrutando detenidamente nuestras expresiones.

Su pregunta no tiene otro propósito más que analizar cómo reaccionaremos ante ella: si mentiremos, mostraremos nerviosismo o confianza excesiva.

Decir "La ballena blanca" podría ponernos en aprietos, resultaría poco convincente ahora mismo.

La mejor forma de responder es sin duda...

—En nombre de mi señorita, comprendo que hemos sido convocados para enfrentar una batalla —respondo con seguridad

Crusch entrecierra sus ojos ligeramente, mientras que Wilhelm y Félix permanecen en silencio, convirtiendo este encuentro en un juego para ganar su confianza.

Emilia se mantiene serena, observando atentamente la conversación.

—Anastasia me informó sobre tus actividades de recolección de carrozas hacia tu mansión, así que hice algunas conexiones a partir de tu solicitud —continúo hablando con sinceridad hasta el momento.

Todo lo que he dicho hasta ahora es cierto, por lo que no debería haber problema alguno con respecto a su detector. Ahora solo queda dar un paso más e inferir algo más profundo.

Ella parece interesada en escucharme seguir adelante, por lo tanto, prosigo:

—Al pedirnos venir a tu mansión mientras llevabas a cabo estas acciones, percibí en tu mirada algo distinto a una simple invitación. Eso indica claramente que se trata de algo importante.

Crusch arquea una ceja levemente y responde intentando tenderme una trampa:

—Mi rostro siempre muestra la misma expresión, sin importar las circunstancias; no hay motivos para llegar a esa suposición —afirma ella firmemente.

Niego con la cabeza para indicarle amablemente que está equivocada.

Ella puede pensar que carece de expresiones faciales claras pero cualquier gesto forma parte de ello. Es como decir que Wilhelm no tiene expresiones faciales; eso sería una falacia.

Nadie escapa al lenguaje del rostro, incluso yo mismo estoy sujeto a él. Entonces comienzo a hablar:

—Antes de que comenzaran los discursos, mencionaste que eres una mujer ocupada, y aunque podría haber muchas razones detrás de ello, todo está conectado: tu solicitud, las carrozas que están llegando, los caballeros que se están formando y, lo más importante…

Creo una pausa para captar toda la atención de Crusch, quien afila sus ojos expectantes ante lo que tengo por decir. Entonces añado:

—La sorpresa que te ha llegado: la derrota del culto de la bruja a manos de nuestra fuerza desconocida para ti hasta ahora.

Ella me mira con su rostro imperturbable, sus ojos penetrantes analizando cada una de mis palabras, sopesando la información que le brindo.

Es cierto que nuestra relación ha sido meramente comercial hasta el momento, dedicados a la producción y venta de maquinarias a vapor, aunque también rivales en otros aspectos, como la venta de materiales como espadas.

En mi enfoque, me he centrado en herramientas agrícolas y otros objetos de utilidad y alta demanda.

Las espadas, por otro lado, requieren un esfuerzo considerable en su producción, ya que involucran múltiples procesos, haciéndolas menos eficientes desde mi perspectiva.

Por ello, llegamos a un acuerdo: Crusch se encargaría de fabricar sus espadas, armaduras y escudos de hierro, mientras yo me ocuparía de la producción de herramientas de minería y otros productos afines, dado que no tendrían posibilidad de competir con los precios que puedo ofrecer.

Sin embargo, todo cambiará cuando tenga acceso al acero, lo que modificará por completo nuestra situación y requerirá una nueva discusión.

La familia Karsten es una de las aliadas más importantes de Lugunica, lo que me lleva a pensar sobre las posibles conexiones que tiene con los sabios y las personas que respaldan sus acciones.

Es crucial para mí conocer a fondo a esta mujer, determinar si será una aliada o una potencial amenaza en el futuro.

Inesperadamente, Crusch sonríe, lo que toma a Félix por sorpresa.

La intensidad de su mirada se desvanece momentáneamente, y en ese gesto, vislumbro una pizca de admiración y respeto.

Este será un encuentro crucial para el destino de nuestros negocios y alianzas, y me aseguraré de estar preparado para cada paso que demos juntos

—¡Nya! La ama Crusch está sonriendo —exclama Félix mientras se acerca para ver a Crusch, pero recibe una mirada amenazante a cambio.

Retrocede y se coloca en posición, como si ella hubiera pedido silencio o algo similar. Crusch recupera su expresión neutra y desliza una hoja hacia nosotros.

Félix camina hacia mí, entregándome la hoja.

—Tienes razón, son preparativos para una batalla —afirma, mientras miro con extrañeza a Félix por haberme entregado la hoja.

—La líder de este campamento es la señorita Emilia, así que será mejor que ella la lea —admito, mirando a Félix con cierta molestia.

No logro comprender del todo a Félix, siempre parece feliz y optimista en su fachada, pero sus palabras y acciones revelan una personalidad más compleja, desagradable.

Espero equivocarme en mis impresiones claro está.

—Es cierto, siempre parece que Marco es quien da las órdenes, y la señorita Emilia, a diferencia de la señorita Crusch, no parece...

—¡Félix! —interrumpe Crusch, dejando a Félix un tanto agitado.

Félix mira a Crusch, pero ella parece molesta. Él intenta decir algo, pero Emilia habla primero.

—Félix, ¿podrías explicarme el motivo de tu comentario? —Emilia sonríe mientras observa a Félix detenidamente.

Sé que Emilia no tiene malas intenciones, pero el comentario de Félix fue grosero e innecesario. Ella debe estar buscando una respuesta honesta, pero la expresión que emplea puede darle un significado diferente.

—Fue solo un pequeño desliz, ¡lo siento! Nya —se disculpa Félix inclinándose brevemente antes de entregar la carta a Emilia y colocarse a la derecha de Crusch.

Crusch suspira para calmarse mientras mira a Emilia.

—Lamento la actitud de mi caballero. Debo disciplinarlo correctamente, parece que no ha comprendido las palabras de la señorita Emilia durante la selección.

Sus orejas se mueven, como si estuviera reflexionando. Es posible que la atención de Félix se haya desviado o, tal vez, simplemente la haya ignorado.

Félix no dice nada, solo mantiene su sonrisa culposa.

Emilia comienza a leer la hoja con calma, pero noto que su rostro se tensa un poco. El miedo empieza a apoderarse de ella mientras intenta mantener la calma.

—La ballena blanca... —murmura Emilia, y ante la confirmación de mis sospechas, abro los ojos intentando disimular la sorpresa.

Desconozco el alcance completo de su habilidad, pero al menos espero que no pueda percibir todas nuestras emociones.

Beatrice también reacciona, mirando sorprendida a Emilia.

—Tengo información de que la ballena blanca aparecerá dentro de poco. No tengo una fecha y hora exacta, pero se estima que será en dos días, aunque podría ser más o menos tiempo —prosigue Crusch.

La ventaja de información que tenía el protagonista es crucial, por lo que debo encontrar una forma de obtenerla yo también. Aunque no dispongo de la hora ni la confirmación exactas del día, no parece ser información verdaderamente relevante.

Al menos ya sé dónde estará.

—Hay algo que podría ser útil, pero primero hablemos de lo que viniste a pedir —agrego, enfocándome nuevamente en el motivo de nuestra reunión.

Ella me mira con seriedad mientras entrega una hoja a Félix, quien a su vez se la pasa a Emilia.

Sin perder tiempo, esta comienza a leerla en voz alta.

El contrato comienza hablando de la formación de una fuerza para lograr derrotar a la ballena blanca. Como participantes, estaremos presentes en el evento que se realizará en honor al evento, ya que es costumbre hacerlo tras grandes catástrofes.

A continuación, se detallan los requisitos para recibir reconocimiento.

Para ser nombrados parte activa de esta victoria, debemos contribuir significativamente y nuestras hazañas serán tenidas en cuenta al otorgar los créditos correspondientes.

Es probable que ella vea nuestra fuerza como un simple añadido, pero esta condición nos favorece.

De todas formas, sé que Crusch no es alguien que robaría el mérito ajeno.

En cuanto al desfile con la cabeza de la ballena blanca es algo que debemos hacer, luego las partes del monstruo serán repartidas entre aquellos que más hayan contribuido.

Por último, cualquier persona fallecida será asumida por su respectivo grupo; no habrá cargos monetarios ni responsabilidad si sus sanadores no pudieron hacer nada para salvarnos.

La batalla contra la ballena traerá consigo heridos y muertos inevitables.

Emilia termina de leer y dirige su mirada hacia Crusch con una sonrisa radiante.

—Si se trata de ayudar a eliminar uno de los males más grandes —dice Emilia firmemente—. Yo, Emilia y el ejército de Irlam estaremos allí para ayudar.

Emilia coloca el papel sobre la mesa, toma una pluma y firma sin la menor vacilación.

No me sorprende en absoluto; no esperaba un resultado diferente.

De todas formas, lograr derrotar a la ballena confirmará las sospechas sobre nuestro poder y también disipará las sospechas de que pertenecemos al culto, a su vez otorgará reconocimiento tanto al ejército de Irlam como a Emilia.

Esta Emilia cada vez se aleja más de su yo antiguo, ahora, poco a poco.

Parece más un líder.

Crusch se levanta y ambas mujeres se estrechan las manos en señal de acuerdo.

—Hace unos meses no pude apreciarte como lo hago ahora —admite Crusch mientras observa con asombro a Emilia—. Tu discurso fue magnífico, me hizo reconocerte como una rival temible.

Emilia sonríe sin titubear ni un instante.

—Tengamos una lucha justa —proclama Emilia con determinación, sellando así su alianza inesperada.

Una pequeña pero poderosa coalición nacida de circunstancias imprevistas.

—La razón por la cual me he acercado a ustedes está ligada directamente a la demostración de la fuerza de Marco. —Crusch me mira, mientras señala mi rifle—. Lamentablemente, el alcance del arma no será suficiente contra un enemigo cuyo tamaño se estima como inmenso.

—Entonces... ¿por qué te has tomado la molestia? —interrogo a Crusch con escepticismo—. No hay motivo para hacer esto si desde el principio sabes que no podremos lograrlo.

Los motivos de Crusch son simples: utilizarme únicamente como una defensa más.

Pero yo ya he percibido sus intenciones y debe temer que reveles sus planes a otros como a Anastasia, aunque desconozco por completo que se trata de enfrentar a una ballena blanca.

Deje caer una pequeña pista al mencionar a Anastasia.

La batalla contra el trono es de quien tenga más aprobación general, eso significa que los logros son claves para tal propósito.

—Quería contratarlos para custodiar las afueras; mientras nosotros luchamos, ustedes resguardarían y bloquearían cualquier intento de avance —explica con calma.

Es lo más lógico para ella, así evitaríamos obtener el reconocimiento deseado y ella saldría ganando.

Sonrío confiado mientras clavo mis ojos en los suyos.

—Sin embargo, nunca dije que eso fuera todo lo que tenemos preparado —añado misteriosamente—. Naturalmente, poseemos otras formas de enfrentarnos a la ballena blanca.

Ahora es momento de ayudar un poco más...

Crusch arquea las cejas, sorprendida cuando pronuncio esa palabra clave. Revisa algo entre sus notas y luego vuelve su mirada hacia mí expectante.

—Miren esto —anuncio triunfalmente.

Del bolsillo saco el metía y lo conecto con Rem, quien me mira con una sonrisa cómplice. Rápidamente la conexión se establece con Alsten, quien ya se encuentra en posición de artillería.

La demostración está lista para comenzar.

Una pila antigua de armaduras ha sido preparada previamente para mostrar el poderío de nuestro ataque. Camino hacia Crusch y le entrego el metía con calma.

—Este metía de comunicación lo obtuvimos del culto tras su derrota —explico con voz firme, mientras Crusch asiente en confirmación.

Luego dirijo mi mirada hacia Alsten, quien la saluda respetuosamente con un gesto militarizado.

—Esta será una prueba del modelo número uno de cañón —anuncio, y Alsten muestra el imponente cañón a Crusch.

Un suspiro aliviado escapa de sus labios; seguramente había imaginado que se trataba de los cañones que llevan su nombre.

Ver que no era así resulta ser una buena noticia para ella.

—¡Atención! —exclama Alsten enérgicamente mientras señala el cañón y la pila de armaduras preparadas.

Crusch observa atentamente sin pronunciar palabra alguna. Wilhelm luce interesado, pero Félix me dedica breves miradas antes de dirigir su atención al metía.

—¡Disparen! —grito con determinación.

¡Boom!

Un estruendo ensordecedor irrumpe desde el metía y en ese mismo instante los ojos de los tres presentes se abren desmesuradamente por la sorpresa. Especialmente Wilhelm y Crusch parecen estar absolutamente asombrados por lo presenciado.

Tras una nube de polvo las armaduras yacen destruidas en su totalidad y repartidas por el suelo.

Después de unos minutos, Alsten se despide y cierra la transmisión. Tomo el metía entre mis manos y lo guardo cuidadosamente en mi bolsillo.

Crusch y Wilhelm parecen estar procesando toda esa nueva información recibida mientras Félix es el primero en romper el silencio.

—¿Tú fuiste quien creó eso, Marco? —Félix me mira con una sonrisa curiosa mientras se acerca a mí.

No permito que su actitud me intimide y respondo con seguridad.

—Sí, fui yo quien diseñó esos cañones —admito orgulloso—. Son un valioso añadido a nuestra estrategia de combate. Su alcance es impresionante y su velocidad de recarga es más o menos aceptable. Además, contamos también con el modelo dos; aunque este último tiene un alcance más corto, su poder destructivo es voraz.

Ahora es cuando debo hacer una comparación con respecto a sus cañones mágicos. Hechos en Costuul, la ciudad industrializada de Lugunica, una ciudad que centra en crear cosas similares a la ingeniería usando la magia.

Claro, eso hace que solo sea accesible a unos pocos.

—Los cañones prescinden del uso de la magia, lo cual les permite recargarse rápidamente y disparar varias veces sin problemas para infligir daño devastador enemigo tras enemigo —concluyo mi explicación con un tono lleno de convicción.

Crusch me observa con una mezcla de sorpresa y asombro.

Probablemente había esperado una gran revelación con los cañones mágicos, pero ahora debe comprender que, frente a un enemigo como la ballena blanca, esta tecnología resulta más efectiva.

Si mis cálculos no me fallan, el motivo por el cual su ataque en la novela no funcionó contra el monstruo es debido a su poderosa protección mágica.

Sin embargo, su defensa física es considerablemente baja con respecto a la mágia, o por lo menos no tan alta.

Aunque admito haber tomado una decisión arriesgada al apostar por este nuevo método de combate, ya hemos sellado el contrato y no hay vuelta atrás.

—También tengo información sobre la ubicación más probable donde aparecerá la ballena blanca —afirmo solemnemente.

No dispongo de datos precisos; después de todo, esta realidad difiere de la novela original.

Pero es lo único en lo que puedo basarme para trazar nuestras estrategias.

Tomando desprevenidos incluso a Emilia y Beatrice, todas las miradas se dirigen hacia mí expectantes. Ahora llega el momento oportuno para aprovechar las ambigüedades entre lo que constituye una verdad y una mentira.

—Leí en un libro acerca del lugar donde suele manifestarse habitualmente... Lamentablemente dicho libro no está actualmente en mis manos —comento con semblante serio.

Es una afirmación veraz, ya que el libro al que me refiero se encuentra en mi habitación y no lo tengo a mano en este preciso instante.

La bendición divina de Crusch debería estar confirmando la verdad de mis palabras. Además, siento una confianza inquebrantable en lo que estoy diciendo, sin dejar lugar para sospechas o dudas.

Emilia me observa con seriedad. Aunque no dice nada, puedo percibir su escepticismo ante mis declaraciones.

—Lo que dices es cierto, pero de alguna manera. —Crusch suspira visiblemente abrumada por la situación—, pensé que tenía una gran estima hacia ti... Sin embargo, ahora incluso me quedo sin palabras. Nunca había cuestionado tanto los poderes de mi bendición divina como en este momento.

Ella sonríe resignadamente, rindiéndose ante las circunstancias actuales.

—Cuando nos conocimos por primera vez... ¿Ya tenías desarrolladas estas armas? —cuestiona Crusch mientras busca respuestas claras a sus interrogantes.

Niego con el cabeza y admito que aquel proyecto aún estaba en proceso de creación cuando tuvimos nuestro primer encuentro. No era más que un plan sobre papel en ese entonces.

La pólvora es otro asunto distinto; uno del cual prefiero guardar silencio por ahora.

—Entonces en poco tiempo has creado estas dos armas letales, derrotado al culto de la bruja y ahora te enfrentas a la ballena blanca —Crusch parece haber comprendido su error al invitarnos.

Tenía planeado generar aún más confianza, pero parece que no será necesario. Me reservaré el hecho de que la ballena blanca es vulnerable a los ataques físicos.

Al fin y al cabo, es una criatura como cualquier otra mabestia.

—Esta es una oportunidad para acabar con un gran mal. La desaparición de este temible ser mejorará el comercio y beneficiará a todos en general —comento con determinación.

A partir de ahí comienzo a compartir todo lo que sé sobre la ballena blanca: menciono su ubicación según aquel libro profético, así como las palabras escritas acerca de su posible aparición en el árbol de Flugel.

También describo sus habilidades, desde la niebla capaz de borrar existencias hasta su capacidad para influir en las mentes mediante sonidos poderosos. No olvidó mencionar su habilidad para crear clones y cómo podemos derrotarla.

Es un plan meticulosamente trazado por mí mismo para cumplir las metas que me he propuesto sin lugar a duda ni vacilación.

—Toda esta información proviene del libro del cual también obtuve detalles sobre el culto de la bruja —agrego lamentando no poder mostrarles dicho ejemplar.

Crusch comenzará a inferir que poseo un libro profético. Este temor aumentará aún más ante nuestras posibilidades y hará reflexionar sus acciones.

En este momento lo fundamental es enfrentarnos a la ballena blanca, por lo que no es necesario revelar más detalles. Además, la hora del ataque en la novela es a las tres de la tarde, aunque el día puede variar y he omitido esa información.

—Debes confiar en mí al proporcionarte esta información. Si tengo algo más que decir, lo haré en su debido momento. Por tanto, te pido que no me presiones y llevémonos bien. —Me levanto y me acerco a ella extendiendo mi mano—. Soy un socio de la señorita Emilia, pero también tengo un nombre propio y no me gusta depender exclusivamente de ella para ganármelo. Si piensan que pertenezco al culto, niego rotundamente tal afirmación; tampoco soy un arzobispo ni alguien relacionado con ellos. En este momento no somos enemigos.

Crusch se queda pensativa ante mis palabras mientras estrechamos nuestras manos con firmeza.

Demostrar firmeza es la mejor manera de manejar esta situación. Si bien el contrato está firmado, eso no nos coloca en una posición inferior ante Crusch. No puedo permitir que mi propia luz se vea eclipsada.

Emilia y yo somos complementarios, funcionamos como un todo.

Poco a poco, ella irá aprendiendo de nuestras interacciones y crecerá a pasos agigantados.

—No puedo hacer otra cosa más que confiar en tu información. —Crusch estrecha mi mano, aceptando mis palabras.

Pasamos varias horas estableciendo un plan meticuloso. Lo vamos moldeando con base en los caballeros confirmados como participantes y las tropas de infantería bajo mi mando.

Mis soldados serán responsables de vigilar la entrada inferior del árbol, mientras que algunos caballeros lo harán desde arriba. La inversión realizada por mí se refleja en mis soldados; por su parte, los recursos de Crusch servirán para su propio apoyo

Gracias a nuestros logros previos hemos conseguido esto sin depender de vender parte de nuestros ingresos, así que me siento bastante satisfecho con los resultados obtenidos.

Finalmente llegamos a la estrategia definitiva: Emilia se ofrece como escudo para amparar a los cañones y heridos.

Crusch muestra sorpresa ante esta propuesta inesperada, pero explico que Emilia posee una fuerza mucho mayor de lo que puede percibirse superficialmente.

Emilia libera una pequeña ráfaga de maná como prueba y el hielo comienza a formarse alrededor suyo antes detenerse abruptamente.

—Eso es... —Crusch mira asombrada, aceptando la realidad—, noté su gran maná durante la selección, tienen razón.

Todos subestimaron a Emilia. Quedaron atónitos por su actitud, pero su fuerza no tiene rival. Aunque carezca de habilidad con la espada debido a la falta de entrenamiento en esgrima, eso no impide que pueda luchar eficazmente.

De hecho, no la he visto luchar con la espada, quizás tenga algo que yo no sepa.

Una batalla entre Emilia y Crusch sería algo digno de ver, pero de momento no tenemos la confianza para llevarlo a cabo, ya que sería perjudicial para el bando que pierda.

Debería ser llevada a cabo en completo secreto.

—Además, si es posible, me encargaré de los heridos —declara Emilia con convicción.

—¡Nya! Pero esa tarea es mía —Félix mira sorprendido a Emilia, quien no dice nada en respuesta.

—Cuantos más curanderos tengamos, mejor. Emilia puede que no esté al nivel de Félix, pero es muy competente en esa área —añado rápidamente para evitar que Félix siga hablando.

Emilia sin duda no se compara con la habilidad natural de Félix; lo que ha logrado hasta ahora ha sido a base de esfuerzo y dedicación. Sin duda, ella es una carta valiosa en nuestro juego estratégico.

Beatrice también se ofrecerá como sanadora, lo cual sorprendió a todos y suscitó preguntas sobre el motivo. Pero expliqué que por ahora no puedo revelarlo, ya que es algo sumamente importante entre ella y yo.

—Aun así, su presencia debe ser tomada en cuenta; tenerla como curandera será... —comienzan a objetar.

Rechazo rotundamente esa idea.

—No hay otra opción posible —insisto firmemente.

A regañadientes aceptan mi decisión. Así pues, me quedaré junto a Crusch para organizar la estrategia del juego. Como comandante secundario tendré que tomar decisiones cruciales para guiar el curso de la batalla.

—¿Crees que los caballeros me aceptarán? —pregunto preocupado ante la posibilidad de un gran resentimiento hacia mí por parte de ellos.

—Tu desempeño durante las batallas te ha otorgado cierto estatus; dudo mucho que alguien diga algo al respecto. Y si lo hacen, siéntete libre de actuar según tus principios —responde Crusch con seguridad en sus palabras.

Si fuera por mí les daría una lección a todos esos caballeros llenos de odio hacia mí. Por alguna razón, comienzo a sentir una aversión hacia ellos.

Supongo que se debe a lo sucedido y a las revelaciones de los herreros.

Me pregunto si Crusch estará al tanto de todo esto.

Decidí dejar como último recurso el segundo modelo del cañón, asegurándoles que es un arma definitiva pero muy arriesgada debido a su corto alcance.

Con todas las decisiones tomadas, me doy cuenta de que aún no he almorzado. Sin embargo, tendré que aguantar hasta la cena según parece.

—Antes de retirarnos —llamo a Lucas, quien en pocos minutos toca la puerta.

Permito su entrada y Lucas entra con una caja de madera negra, meticulosamente lustrada y decorada con detalles lujosos. Se inclina respetuosamente antes de entregarla a Crusch, quien la recibe con expectación en sus ojos.

Emilia habla calmadamente.

—Nuestros objetivos son similares; lo pude percibir durante tu discurso. Ambos buscamos ver el potencial en las personas y desarrollarlo. Yo también comparto esa visión. —Emilia sonríe llenando el aire de anticipación—. Marco me enseñó muchas cosas a lo largo del tiempo que estuvimos juntos. Gracias a eso, he podido formular mi propio objetivo y veo similitudes entre el mío y el tuyo.

Crusch abre la caja cautelosamente mientras los tres contemplan su contenido, abriendo los ojos sorprendidos ante lo que encuentran dentro. Ella toma su regalo delicadamente, observándolo con curiosidad palpable.

—Esto es... —susurra Crusch acariciando lentamente el obsequio, notando que guarda semejanza con nuestras armas.

Un rifle ornamental se presenta ante ellos: un arma tallada en madera negra adornada por líneas doradas que le confieren un aspecto opulento.

En su empuñadura reposa un cristal rojo deslumbrante donde se encuentra grabado el nombre de Crusch.

—Es un rifle; así es como se llama el arma que he creado. Funciona mediante balas —comento serenamente intentando asimilar la información—. Las balas son proyectiles destinados a causar daño; podríamos considerarlo como un cañón portátil, aunque, por supuesto, su poder destructivo es menor. Sin embargo, su velocidad de disparo es superior.

Sí, los rifles no son solo armas para infligir heridas.

—Es un arma que puede acabar instantáneamente con la vida de alguien; no está diseñada para causar dolor —añado enfáticamente.

Si bien es cierto que podría ocasionarlo, en tiempos de guerra el objetivo principal es matar. Por eso existen reglas destinadas a evitar el sufrimiento innecesario y otros horrores durante los enfrentamientos en mi mundo.

La meta final es eliminar al enemigo; cuantos más puedas aniquilar, mejor.

Crusch mira el rifle con asombro y después de unos minutos admirándolo lo vuelve a colocar dentro de la caja cuidadosamente.

—Un gesto de confianza —admite Crusch mientras lee una nota que se encuentra dentro del estuche.

Bueno, se podría interpretar así. Yo lo veo como un pequeño obsequio adicional: este nuevo rifle tiene un mecanismo especial que se activa cuando intentas desmontarlo por completo.

En cuanto alguien intente desarmarlo completamente, estallará gracias a una carga explosiva interna alimentada por tu propia energía mágica recolectada lentamente durante el proceso.

La pólvora utilizada en las balas contiene fragmentos de lamicta de fuego, lo que provoca la explosión al entrar en contacto con el ambiente. Es por eso por lo que el manejo de la pólvora es tan peligroso y requiere extremo cuidado, especialmente para las mujeres trabajadoras.

Sin embargo, a pesar de este mecanismo complejo, no se debe asumir que el arma no puede recibir mantenimiento.

De hecho, está intrínsecamente ligada a su portador. Esto es algo que leí en un documento escrito por Beatrice: un método único en el cual el arma se une directamente al poseedor. Solo quien lleva consigo esta protección tiene la capacidad de desactivarla por completo.

Para lograrlo, solo basta con dejar caer una gota de sangre sobre ella y luego infundir mana durante aproximadamente dos minutos; así se eliminará temporalmente la protección. Para volver a sellarlo completamente, solo necesitas añadir otra gota de sangre.

Le expliqué detalladamente a Beatrice cómo funciona el ADN y le compartí todo mi conocimiento al respecto. El arma está vinculada al ADN del individuo portador; una secuencia única e intransferible en cada caso particular.

Esta medida proporciona una contraseña sumamente segura ya que tanto el mano ingresado como la sangre deben coincidir perfectamente.

La adquisición de los cristales piroxeno adecuados nos costó casi cien monedas santas y varias pruebas fallidas dañaron algunos ejemplares antes de alcanzar éxito finalmente.

Fue sin duda una inversión considerable y se espera incrementar los costes a medida que produzcamos más armas similares; pero considero necesario realizar esta inversión.

Después de leer la carta, Crusch parece comprender la seguridad que conlleva este mecanismo, aunque su opinión no cambia drásticamente al respecto.

—Estas precauciones están presentes en mi arma y en todas las armas —añado rápidamente, procurando no darle la sensación de que desconfiamos de ella.

—Entiendo. Sin duda es un regalo impresionante. —Crusch cierra cuidadosamente la caja mientras me observa con una leve sonrisa—. Nosotros no hemos preparado algo similar; sin embargo, esperaremos hasta después de completar nuestra misión para tomar cualquier decisión final.

Aunque ella no afirma formar una alianza directa, tampoco lo niega. Crusch tiene mayores posibilidades de ascender al trono por pertenecer a los Karsten.

El verdadero problema radica en el hecho de que estoy seguro de que los sabios elegirán a alguien fácilmente manipulable para asegurar sus propios intereses. Por tanto, será necesario evaluar cuánto confía realmente Crusch en esta burocracia corrupta.

Si los sabios la escogen, estoy seguro de que buscarán una forma de socavar nuestros tratos. Sin embargo, eso me permitirá identificar fácilmente a aquellos que intentan traicionarnos.

Crusch es indudablemente una mujer inteligente, pero desconozco hasta qué punto está al tanto de todo lo que está sucediendo.

Por eso, debo decidirlo bien.

Si ella oculta algo que no sé. Algo que pueda perjudicarnos, entonces…

Tendré que tomar acciones en consecuencia.