Expectativas.
Crusch nos invita a regresar a nuestras habitaciones mientras preparan la cena y menciona que deben estar guiando a los soldados en este momento.
Mañana se llevará a cabo un banquete para informar sobre las estrategias a seguir durante la batalla, así como para asignar cargos y establecer las normas del evento.
Emilia acompaña a Beatrice a su habitación ya que desean pasar el tiempo leyendo el libro recién adquirido. Por mi parte, decido salir y explorar la mansión por mi cuenta.
Emilia se ha desenvuelto admirablemente bien incluso frente al comportamiento hostil de Félix; poco a poco va mejorando y aprendiendo, aunque noto ciertas dificultades en expresarse con claridad en ocasiones.
Sin embargo, no espero ni pretendo que ella sea alguien distinta.
El nombre de Emilia irá conquistando todos los campos conforme logre más hazañas; comenzando con el enfrentamiento contra la ballena blanca.
Es gracias al mismo principio por el cual he conseguido mantenerme cerca de Crusch sin despertar sospechas excesivas y guardando celosamente mis secretos.
Cuando uno supera las expectativas impuestas por otros individuos, estos pierden el control sobre nosotros.
En ese momento fugaz en el cual tomé desprevenida a Crusch durante nuestra conversación anterior comprendí cómo había renunciado internamente ante mí, lo cual me permitió guiar el curso de nuestro diálogo.
Es algo similar a lo que hizo el protagonista en su encuentro con Anastasia; tan pronto ella apareció, perdió el dominio sobre la conversación y se vio abrumada por la situación.
Crusch es una mujer muy inteligente, pero precisamente debido a eso también es extremadamente leal a sus propias expectativas.
Desde mi posición en el tercer piso puedo observar cómo Crusch, Félix y Wilhelm caminan desde el patio hacia un pequeño quiosco que da paso a un campo abierto.
Una vez llego al lugar, quedo maravillado ante la belleza del campo de flores que se despliega ante mis ojos: rosas y diversas variedades florales se alzan majestuosamente.
En contraste, los jardines de la mansión Roswaal son más genéricos; un simple patio con escaso número de flores y predominancia de arbustos.
Me adentro en el campo y me maravillo ante la deslumbrante belleza que se alza frente a mis ojos. Mariposas de colores vibrantes revolotean entre las flores, buscando ávidamente el dulce néctar que estas ofrecen.
A medida que avanzo y doy una vuelta, diviso un elegante quiosco erguido con gracia en medio del paisaje.
Me acerco cautelosamente, percatándome de la presencia de las personas en ese lugar maravilloso.
Con cada paso más cerca, puedo distinguir claramente a Félix, Wilhelm y Crusch; los tres parecen estar absortos en la contemplación del rifle ornamental. Félix sostiene una taza de té mientras Crusch y Wilhelm examinan minuciosamente el arma, palpando sus detalles y explorando su cargador.
—Según las indicaciones —explica Wilhelm con voz serena— debemos insertar el cargador en la ranura libre ubicada en la parte inferior del rifle.
Permanezco allí observándolos desde lejos, esperando pasar inadvertido por unos momentos más antes de revelar mi presencia.
Desafortunadamente carezco del conocimiento necesario para actuar sigilosamente como ellos lo hacen; así que continúo caminando lentamente hasta hacerme visible.
Crusch está a punto de insertar el cargador cuando siento cómo sus penetrantes ojos se fijan directamente en mí. En respuesta a su mirada inquisitiva, esbozo una sonrisa amable y agito ligeramente mi mano mientras me aproximo hacia ellos.
Wilhelm echa un vistazo rápido hacia mí mientras Félix exclama emocionado:
—¡Es Marco! ¡Nya! —se muestra radiante, saludándome con entusiasmo.
Wilhelm, por otro lado, inclina levemente su cabeza en señal de respeto. Es probable que esté agradecido por la información brindada acerca de la ballena blanca, aunque sé que esto no ha terminado aún; todavía hay mucho trabajo por hacer para garantizar nuestro éxito.
Me pregunto qué ocurriría si revelara ante Wilhelm que Pandora fue quien asesinó a su amada esposa.
¿Será posible ganarme su confianza y alinear sus intereses con los míos?
La muerte de ella durante el ataque de la ballena es una debilidad que podría aprovechar en el futuro...
Pero ahora no es momento para divagaciones mentales. Debemos actuar en el presente y concentrarnos en las tareas pendientes.
—Decidí dar un paseo por los majestuosos pasillos de la mansión.
Explicando mi razón mientras Félix observa curiosamente a su alrededor. De repente, sin previo aviso, sus manos tocan mis brazos y los aprietan con entusiasmo.
—Para no ser un caballero, tienes unos músculos sorprendentemente bien definidos —afirma Félix en tono juguetón mientras se coloca sobre mi espalda.
Siento el contacto cálido de sus manos en mi piel y percibo cómo comienza a utilizar su magia.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral ante la cercanía de su poder. Actuar enfadado ahora sería imprudente; después de todo, si así lo deseara, Félix podría hacer estragos en mis órganos vitales en un abrir y cerrar de ojos.
No tengo manera alguna de contrarrestarlo estando tan cerca. Además, sé que él es incapaz de percibir el miasma que me rodea. Crusch al notarlo intenta decir algo, aproximándose a Félix.
Sin embargo, soy más rápido.
—Tranquilícese, señorita Crusch —intervengo con un gesto calmante hacia ella para evitar más altercados.
Félix murmura entre dientes mientras su cola se agita frenéticamente por todas partes.
—Es extraño... Posees dos elementos, pero has sido capaz de utilizar artes espirituales sin estar cerca del espíritu correspondiente...
El uso de las artes espirituales requiere una proximidad muy cercana al espíritu relacionado; esa es la razón por la cual Julius no puede usar magia del Fuego si el espíritu está vinculado a otra persona.
No estoy diciendo que yo sea una excepción, sino más bien que mi puerta y la de Beatrice están unidas por un contrato.
En otras palabras, Beatrice ya no utiliza su propia puerta; soy yo quien le proporciona maná a ella para que pueda realizar los hechizos.
El protagonista pudo utilizar el elemento Minya porque sostenía la mano de Beatrice en ese momento.
Este principio parecía inquebrantable hasta ahora, pero si Beatrice es capaz de usar magia, eso significa que lo contrario también podría ser posible.
La clave radica en el entendimiento del elemento mágico: construyes tu propia puerta y la vas perfeccionando y refinando a medida que utilizas diferentes tipos de magia.
Beatrice me enseñó la magia Yin e intentó explicármela basándose en conceptos de mi propio mundo. Pude encontrar conexiones lógicas entre ambos sistemas y gracias a ello puedo emplear magia gravitacional con cierto dominio.
Sin embargo, el hechizo Minya carece de sentido para mí. No comprendo la noción de detener materia en el tiempo.
Mi magia está limitada a lo que puedo entender, pero eso no es necesariamente negativo; me abre las puertas para utilizar cosas diferentes a las que los magos actuales están acostumbrados.
Claro está, esto no significa que usar un elemento para el cual mi puerta no fue creada sea sin consecuencias.
Pero poco a poco se ha ido adaptando y ajustando.
—Solo tengo unos pocos meses de experiencia, por lo tanto, no puedo explicarte un motivo en particular —respondo evasivamente, tratando de evitar su pregunta directa.
La prueba de si el conocimiento es realmente clave se encuentra en manos de una pequeña niña que está siendo entrenada con miras a convertirse en una prodigiosa maga en el futuro.
Necesito poner a prueba si es posible o no, por lo que solo me queda esperar pacientemente hasta que su maestro le enseñe los fundamentos mientras ella asiste a sus clases regulares.
Su progreso resultará crucial ya que contar con un mago Yang llenaría ese vacío de poder tan necesario.
El único problema radica en su corta edad, pero bueno... tendré que idear alguna solución al respecto.
Félix me mira con curiosidad durante unos instantes antes de darme la espalda despreocupadamente.
—Bueno, supongo que al final tampoco me interesa mucho —murmura Félix sin darle mayor importancia al asunto.
Crusch observa con desaprobación la actitud de Félix hacia mí, aunque este último guarda silencio.
Parece tener algún tipo conflicto personal conmigo, aunque en realidad no recuerdo haber hecho nada que pudiera provocar su animosidad. Tal vez, en lugar de decírmelo directamente, ha transmitido su desagrado a través de Emilia y ahora intenta tenderme una trampa con sus palabras.
¿Será posible que Félix esté siendo controlado por los sabios?
Dudo mucho de esa posibilidad, pero si hay un caso remoto en el que esto sea cierto, me pregunto cómo reaccionaría Crusch frente a ello.
En cualquier caso, necesito descubrir la verdad por mí mismo. Solo hay una forma de alterar la actitud de Félix; solo una persona tiene ese poder sobre él.
Por lo tanto, tendré que poner manos a la obra sin demora.
Me acerco con confianza mientras saludo formalmente a Crusch y Wilhelm. Sin embargo, antes de poder avanzar demasiado, ella me detiene repentinamente.
—Puedes llamarme simplemente Crusch, Marco —me dice Crusch con seguridad en su mirada.
Sí... creo que esta es la mejor manera.
—Por supuesto, Crusch. —Me acerco a ella con delicadeza, tomando el rifle de sus manos con cuidado. Mientras tanto, Wilhelm permanece atento a cada uno de mis movimientos, por lo que será mejor esperar hasta que se calme un poco.
—Permítame enseñarle —digo mientras avanzamos hacia el campo abierto.
Los tres me siguen expectantes y curiosos por ver qué es lo que haré.
Una vez en medio del vasto campo, me giro para enfrentar a los tres individuos que han depositado su confianza en mí. Observan con atención cada uno de mis movimientos y palabras.
—Me entiendo perfectamente con ustedes porque compartimos la misma visión: todos somos capaces de avanzar; sin embargo, para lograrlo debemos mirar más allá del horizonte.
Este mundo está fuertemente arraigado en la magia y eso impide aprovechar al máximo todas las posibilidades disponibles.
Entrego el rifle nuevamente a Crusch y adopto una posición firme para apuntar. Ella comienza a imitarme lentamente y analizo detenidamente su postura.
—¿Me permites hacer algunas correcciones? —pregunto mientras identifico los errores presentes en su posición.
Crusch me mira extrañada ya que seguramente considera que la postura no importa demasiado dado que el arma funciona similar a una ballesta donde solo se debe presionar el gatillo.
Sin embargo, asiente ante mi solicitud y yo me acerco confiadamente hacia ella.
Observándola más de cerca puedo apreciar claramente las facciones perfectas de Crusch; su piel sin imperfecciones es lo que más llama mi atención. Su cabello, sedoso y brillante, sería la envidia de muchas mujeres.
Incluso yo desearía poseer una cabellera tan exquisita como la suya, aunque para bien la mía es mucho más gruesa.
—La postura es de suma importancia para evitar lesiones, por lo tanto, te pido que coloques tus pies separados a la anchura de tus hombros —le indico con seriedad.
Crusch obedece sin titubear y yo me agacho ligeramente para hacer algunas correcciones. Toco sus tobillos y los muevo sutilmente, guiándola en cada movimiento.
—El retroceso puede hacerte caer; es como chocar con una espada. La mayor parte de la fuerza se dirige hacia el torso y las piernas —explico con detalle mientras ella escucha atentamente.
No pronuncia palabra alguna, pero puedo percibir cierta tensión en el ambiente debido a nuestras circunstancias actuales.
—¡Nya! ¡Solo lo dijiste para aprovecharte de la señorita Crusch! —interviene Félix acercándose amenazante hacia mí, pero Wilhelm lo detiene rápidamente antes de que pueda causar algún problema adicional.
Félix comienza a protestar en voz alta mientras yo continúo imperturbable con mi enseñanza.
—La razón por la cual nos caemos radica principalmente en una mala alineación de la columna durante las diferentes posturas que adoptamos. Ustedes, como espadachines expertos, conocen bien esta premisa. Yo también estoy familiarizado con las reacciones del arma que sostienen entre sus manos —comento calmadamente y silencio cualquier comentario innecesario antes de proseguir—. No deseo ocasionar ningún daño a la señorita Crusch.
Félix parece quejarse por el contacto, pero no noto animosidad hacía mí, quizás solo estoy pensando demasiado.
Muestro mis intenciones abiertamente; Crusch podría vislumbrar mis mentiras entre líneas, pero no creo sea grave. Mi objetivo principal es mantener la calma y evitar que esta situación se descontrole.
—Debo admitir que eres sumamente cauteloso, incluso con tu actuación durante la selección real —observa Crusch detenidamente mientras acomodo cuidadosamente sus piernas.
No puedo negar que me sorprende la sensación de sus músculos bien formados; no esperaba encontrar tal contraste al tocarlos. Me posiciono detrás de ella, pensando en qué decir mientras me acerco lentamente.
En este momento, Crusch ya está comenzando a intuir mi forma de pensar y seguramente preparará algunas trampas para descubrir mi verdadera identidad.
—Discúlpame un segundo —susurro mientras coloco mis manos en sus caderas, sorprendiéndola incluso a ella misma—. Por favor, sigue el movimiento de tus caderas con tu espalda.
Con delicadeza y precisión comienzo a guiarla en una serie de movimientos fluidos.
Por las palabras que ha dirigido hacia mí, puedo percibir un gran aprecio y estima. Sin embargo, nunca hemos conversado en términos de personalidad, por lo que Crusch ahora se encuentra en la búsqueda de descubrir quién soy realmente.
Ella espera algo de mí, al igual que yo espero algo de ella.
El protagonista ha logrado ganarse su aprecio y confianza al mostrarse optimista ante las adversidades y convertirse en una luz brillante entre tanta oscuridad.
La oscuridad que envuelve a Crusch, el motivo detrás de su deseo por romper el pacto con el dragón; incluso la vestimenta peculiar de Félix; todo tiene una relevancia importante que debo encontrar.
Para alguien tan imponente como ella, la mejor manera de ganar su admiración es demostrándole superioridad. Aunque no posea la misma fuerza física, tengo mis propias formas de luchar.
—La revelación del ataque al culto fue guardada para el discurso de la señorita Emilia —comento mientras me subo a sus hombros y coloco el rifle en posición—. He estado trabajando arduamente junto a ella durante este tiempo. En aquel momento era necesario crear un contraste: una persona desconocida, pero con un trasfondo impresionante; insulté el orgullo de los sabios para lograrlo.
Crusch responde con calma mientras observa cómo empiezo a flexionar sus brazos.
—Entonces... ¿ya sabías que eso iba a ocurrir? —pregunta intrigada.
Asiento afirmativamente mientras analizo cuidadosamente su postura y veo que ya es perfecta.
—Todos somos conscientes de las dificultades por las que ha pasado la señorita Emilia. Para poder alcanzar a aquellos que dudan de ella, necesita superar las expectativas de todos —añado recordando el momento en el que hizo valer su nombre y se ganó el respeto al liberar su maná y demostrar su fuerza.
—Ahora, lo más importante es desviar ese odio —continúo diciendo mientras reflexiono sobre los motivos detrás del resentimiento hacia ella: ser una demi humana sin un trasfondo claro y, al mismo tiempo, tener una apariencia similar a Satella o al menos coincidir con las descripciones.
—¿Desviar ese odio? —me pregunta Crusch con curiosidad en sus ojos. Le sonrío mostrándole algo que he comenzado a forjar.
—Sí, el objetivo es despertar un odio hacia Emilia, no por su apariencia, sino por la sorpresa que sus acciones provocan. Sin embargo, debemos tener en cuenta que este plan no es infalible; al final, su aspecto siempre tendrá cierta influencia.
Crusch se torna pensativa, mientras Félix y Wilhelm hacen silencio, ambos parecen estar escuchando atentamente mis palabras, por lo que continuo:
—Emilia debe labrarse un nombre propio y para lograrlo, sus logros opacarán las acciones de los sabios y de aquellos caballeros envidiosos que desearían llevarse todo el crédito —agrego con firmeza.
Me incluyo entre aquellos que desean crear una fuerza contraria a ellos.
La envidia de los caballeros y el resentimiento de los sabios por no poder reclamar la gloria hará que busquen cualquier oportunidad para desacreditar a Emilia a toda costa.
—Cuando el odio se arraiga y se hace visible ante todos, las acciones de ellos se vuelven predecibles. Por eso sabía que mencionar mi hazaña de asesinar al arzobispo nos llevaría inevitablemente a una batalla. Quería demostrarles que estaban equivocados en sus suposiciones y mostrarles la existencia de una fuerza amenazante —reflexiono con seguridad.
Prestar atención a Emilia es crucial; así podremos identificar quiénes son nuestros verdaderos aliados y reducir las posibilidades de traición.
Pero también hay algo más que quiero lograr.
—Ya sabía que podía derrotar a ese caballero, por eso decidí enfrentarlo. —Me coloco nuevamente detrás de Crusch, teniendo cuidado para no tocar de más, deslizo mi mano y me acomodo para ayudarle a disparar.
Interrumpir la conversación desviará su atención y evitará que piensen en el motivo hasta que yo lo revele o, al menos, impedirá que lo mencionen en voz alta.
Dirijo su mano hacia el gatillo y guío uno de sus dedos directamente hacia él.
La belleza de Crusch es innegable; incluso en esta situación tensa se mantiene calmada. Ha comprendido mis intenciones y eso me reconforta.
Establecer este tipo de comunicación profunda es gratificante; tal vez si sobrevive, intentaré llevarme mejor con ella.
Crusch parece sorprendida por el cambio repentino en mi actitud, pero mantengo la calma y serenidad aparentes como si no me importara el contacto físico.
—Eres muy audaz al hacer esto con una candidata al trono —comenta Crusch sin mirarme, ya que le he indicado mantener la vista fija en el rifle.
—Si no fuera audaz, quién sabe dónde estaría hoy día —respondo enfático.
Si me hubiera rendido, quién sabe qué habría sido de mí.
—Exhala lentamente y sostén la respiración, prepárate para el impacto en tu hombro —susurro con determinación.
Crusch vuelve a inhalar profundamente y mientras ella exhala, escucho atentamente su respiración hasta que se detiene por un instante. En ese mismo instante, presiono firmemente su dedo.
¡Bang!
El sonido del disparo retumba con fuerza en el aire, haciendo que Félix se cubra los oídos. La bala surca el espacio antes de chocar con un árbol cercano, dejando una marca profunda en su corteza.
Crusch abre sus hermosos ojos ámbar con sorpresa y comprensión al mismo tiempo.
Ahora entiende lo que presenció durante mi ardua batalla de mejor manera.
—Entonces eso fue lo que ocurrió —murmura Crusch mientras camina hacia el árbol dañado para examinar las consecuencias del disparo.
—¿Tus soldados también poseen armas similares? —pregunta Wilhelm intrigado por todo lo acontecido.
Asiento afirmativamente mientras explico que puedo producir tales armas a gran escala siempre y cuando tenga los materiales necesarios. Empiezo a describir cómo es un entrenamiento sencillo: solo se requiere puntería y dispondrán de esa arma letalmente precisa a su disposición.
—En tan solo unos pocos meses entrenaste a tus soldados y lograron derrotar al culto —comenta Wilhelm asombrado ante tal proeza.
Obviamente la razón detrás de esto fue la falta de inteligencia en el ataque del culto.
No estaban preparados ni sabían a qué se enfrentaban. Si hubiera sido contra caballeros, la situación habría sido un tanto más complejo debido a las armaduras de acero que portan y que nuestras balas actuales no pueden perforar.
—La verdadera fuerza reside en el conocimiento, pero mantener ese conocimiento sin llevarlo a la práctica es, para mí, un pecado —afirmo con convicción.
Wilhelm parece comprender mis palabras y le entrego mi rifle. En un instante, él adopta la postura correcta sin necesidad de mucha instrucción por mi parte. Con su altura es un poco más complejo, pero de la misma forma me pongo detrás de él. Acomodo ligeramente sus hombros y le indico que repita el proceso de respiración profunda tal como le enseñe a Crusch.
Wilhelm tiene más experiencia, asi que realmente solo con ver a Crusch le bastó para necesitar un apoyo mínimo.
Wilhelm dispara y la bala impacta en otro árbol cercano mientras una ligera bruma sale del cañón del rifle.
Necesito nitroglicerina...
—Esta es solo una primera versión. Haré armas aún mejores, más rápidas, más poderosas y con mayor capacidad. —Sonrío con confianza.
Una nueva era está por comenzar, y seré yo quien la forje.
Mostrar mis ambiciones podría hacer que me vean como un problema potencial, pero sé que no jugarán sucio. Al menos puedo ver en Crusch suficiente nobleza como para confiar en ella.
Sería diferente contarle todo esto a Anastasia...
Mis palabras no son meras promesas vacías; las respaldo con pruebas tangibles y considero importante compartirlas frente a Crusch. Quiero intimidarla ligeramente, sacarla de su zona de confort, pero eso no es lo único relevante.
—Si estas armas estuvieran disponibles en todas partes, dudo que los caballeros sigan siendo necesarios —afirma Wilhelm.
Por supuesto, si hablamos de habilidades con la espada gracias a la magia, solo los más fuertes podrían mantenerse firmes. Pero si nos referimos al número de combatientes... incluso Julius tendría dificultades para sobrevivir.
—Igualmente, los caballeros más fuertes podrían desviar una bala —prosigo—. Por supuesto usted lo sabe bien porque fue capaz de ver el movimiento de la bala ¿no es así?
Gracias a la magia ese tipo de hazaña es posible, y eso me da fe de que algún día podré superar esa barrera mediante mejoras o incluso añadiendo elementos mágicos.
—Es muy observador señor Marco —admite Wilhelm entregándome mi rifle—. Aunque sé que puedo desviarla reconozco que pocos caballeros serían capaces de lograrlo —ofrece hacer una demostración—. Si gusta, puedo mostrárselo.
—Sería un placer presenciarlo —responde Crusch, aprobando la propuesta de Wilhelm.
Me preparo rápidamente, apunto con destreza y utilizo algo de vita para mantenerme firme en el suelo y disminuir el retroceso del rifle.
—Dispara cuando estés listo —Wilhelm se coloca en posición sosteniendo su espada.
Aprieto el gatillo y la bala sale disparada a gran velocidad. En un abrir y cerrar de ojos, Wilhelm desenvaina su espada y realiza un corte transversal preciso que divide la bala en dos fragmentos. Una onda de viento se expande desde él mientras guarda nuevamente su arma en la vaina.
Sin duda alguna, asesinar a Wilhelm sería posible...
Puede que yo solo no pueda, pero si los cuarenta de nosotros disparamos balas en todas las direcciones, incluso si él reacciona a un disparo, la ráfaga continua debería impedirle esquivar todos.
Una flecha o una ballesta tienen un retraso de segundos entre disparos, mientras que un rifle tiene un retraso de milisegundos.
—Fue una demostración impresionante —aplaudo sorprendido—. Sin duda alguna usted posee una gran destreza.
Wilhelm me mira con expresión extraña; aunque muestro mi admiración genuina, es probable que pueda ver a través de mí.
—Nunca he sido entrenado y hasta hace poco tiempo nunca había visto a alguien tan habilidoso con la espada, además de Julius. Por eso realmente me asombra —admito ligeramente decepcionado.
Quizás si hubiera practicado intensamente la esgrima habría podido enfrentarme mejor a Julius. Aunque si en mi mundo hubiese practicado arduamente sería otra cuestión.
Es obvio que la esgrima en mi mundo es superior por siglos de desarrollo que lleva, solo que no está adaptada a los cuerpos extraordinarios que tienen las personas gracias al maná.
Si alguien proficiente de la espada viniese a este mundo, adquiriese maná y luchara. Doy fe de que sería una de las personas más fuertes en poco tiempo.
—Cuando lo mencionaste me sorprendí porque tu cuerpo se ve robusto y bien entrenado. —Crusch se coloca junto a mí analizándome detenidamente.
—Solo hago ejercicio para mantenerme en forma; mi puerta fue creada recientemente así que toda mi vida dependí únicamente de mi fuerza para crecer, sin contar con la magia.
Camino lentamente hacia la entrada del jardín para retirarme.
—Voy a verificar qué está haciendo la señorita Emilia —anuncio mientras doy media vuelta para marcharme—. Ha sido un placer compartir este tiempo con todos ustedes.
Crusch me sostiene por detrás. No sé en qué momento se acercó, pero no me sorprende. Giro para enfrentarla y noto que me mira intensamente.
—Tú... —Crusch me mira directamente a los ojos, parece haberse dejado llevar, lo cual me resulta extraño—. ¿Quién eres?
Ella se da cuenta de lo que ha dicho e intenta girarse y fingir que no ha sucedido, pero yo sonrío y la detengo tomando su hombro para hacerla volver.
—Soy Marco Luz. Si deseas saber más de mí, entonces no apartes tus ojos de mí.
SS-Crusch
Un hombre peligroso.
Inserto el cargador del arma con cuidado, ya que desconozco cuán delicada es esta nueva adquisición.
Es hermosamente confeccionada; a simple vista parece una ballesta, pero su forma es totalmente diferente. Observo las pequeñas piezas de metal en el cargador, que, según la nota que lo acompañaba, son proyectiles.
Mientras examino la caja en busca de más detalles, mi atención es rápidamente captada por sus ojos, que se encuentran con los míos.
Su mirada me toma por sorpresa, pero él sonríe y le saluda amablemente.
Correspondiendo el gesto, observo cómo Félix se acerca a él con alegría, aunque últimamente he notado cierta extrañeza en él.
Después de la batalla, Félix explica las heridas causadas en el caballero con el que luchó. Estaba al borde de la muerte, pero en mi opinión, fue una batalla justa y una gran sorpresa.
La emoción de lo desconocido me embarga mientras me preparo para descubrir más sobre esta arma.
—¡Es Marco! ¡Nya! —Félix sonríe alegre mientras saluda con entusiasmo.
Wilhelm, por otro lado, se inclina levemente.
Parece querer hablar con Marco, pero se contiene por algún motivo. Su información sobre la ballena es precisa y detallada, como si la hubiese visto con sus propios ojos.
Si mis suposiciones son correctas, debe tener alguna forma de visión del futuro.
—Quise dar un paseo por la mansión —explica, uniéndose a nosotros.
Entonces empieza a guiarme la postura a usar, lo que me sorprende, ya que es solo un arma de disparo por gatillo.
De manera audaz y sin temor alguno, Marco toca mi cuerpo, un gesto que he experimentado poco, incluyendo el contacto con Félix. Al principio, me siento incómoda, pero intento disimularlo y le hago una pregunta para conocer más sobre él.
Sin embargo, me sorprendo cuando siento su firme agarre en mi cintura.
La proximidad de su mano me genera una extraña mezcla de nerviosismo y curiosidad. Intento mantener la calma y seguir la conversación, pero mi mente está ocupada tratando de comprender sus habilidades y su tranquilidad en medio de esta situación.
Marco sigue hablando como si nada estuviese sucediendo, y puedo percibir honestidad en sus intenciones gracias a la bendición del viento, que me permite ver los sentimientos más profundos de las personas.
En ese momento, lo único que puedo percibir en él es una gran calma, ni felicidad, ni molestia, solo tranquilidad.
Continúa explicándome su forma de pensar, los planes que llevó a cabo durante la selección y cómo utilizó la revelación del ataque al culto para crear un contraste y poner a prueba el orgullo de los sabios.
Mi asombro no disminuye al descubrir que todo fue parte de un elaborado plan.
Sin embargo, también siento una cierta vergüenza por haber actuado de manera impulsiva y prejuiciosa. Como gobernante, entiendo la importancia de darme a conocer y comprender las intenciones de los demás.
—Todos somos conscientes de las dificultades por las que ha pasado la señorita Emilia. Para poder alcanzar a aquellos que dudan de ella, necesita superar las expectativas de todos —añade, recordando el momento en el que hizo valer su nombre y se ganó el respeto al liberar su maná y demostrar su fuerza.
En ese momento, me siento un poco humillada ante su forma de pensar. Como gobernante, aprender a desviar el odio y las adversidades es una habilidad invaluable. Aunque me siento abrumada por todo lo que he descubierto, también siento una determinación renovada para enfrentar los desafíos que se presenten y alcanzar mi objetivo.
Su palabras y acciones me hacen darme cuenta de Marco, más que un simple socio, esconde un misterio aún más profundo y fascinante de lo que había imaginado. En mi camino hacia el dominio que ansío, sé que contar con aliados como él será esencial para enfrentar cualquier adversidad que se presente en el camino.
Su respuesta me sorprende, por lo que no me puedo evitar preguntar:
—¿Desviar su odio?
Entonces, él comenzó a explicar todo, desde el momento en que llegó hasta el enfrentamiento con el caballero, detallando su plan meticulosamente de principio a fin y compartiendo su perspectiva sobre los acontecimientos.
Marco es más de lo que creí, sin lugar a duda él es alguien que posee el pensamiento de un gobernante.
El plan había sido meticulosamente trazado desde sus cimientos más profundos hasta su culminación gloriosa. Era un rompecabezas estratégico intrincado, donde cada pieza tenía un propósito preciso y vital. Cada detalle había sido considerado con minuciosidad obsesiva, anticipando los movimientos del enemigo y preparándonos para cualquier eventualidad.
Con confianza, toma mis manos, y al sentir su sinceridad y buenas intenciones, decidí aceptar su gesto sin reservas. Darme a conocer de forma negativa en este momento sería imprudente e inmaduro, ya que él siempre se ha dirigido a mí con amabilidad y cortesía.
Sus manos son firmes y seguras, sin embargo, carecían de callos perceptibles a simple vista. Sus músculos están bien definidos. Su apariencia es exótica y llamativa, alejada de los estándares convencionales de elegancia aristocrática a los que estoy acostumbrada a ver en otros hombres nobles.
De alguna manera inexplicable pero innegablemente cierta, encontraba placer estético al observarlo detenidamente. Su presencia irradiaba una fuerza imponente y magnética, con un optimismo y una visión detallada de las cosas.
—Eres muy audaz al hacer esto con una candidata al trono —comento sin mirarle ya que mantengo la vista fija en el rifle.
Intento hacerlo sorprender, o al menos sentirlo intimidado.
—Si no fuera audaz, quién sabe dónde estaría hoy día —responde enfático.
De alguna forma, es algo inquietante.
La destreza intelectual de Marco ha sido un rasgo que he podido apreciar a lo largo de nuestras interacciones previas. Su aguda mente, afilada como una espada bien templada, no solo se ha destacado en el ámbito comercial, sino que ahora puedo vislumbrar su brillantez abarcando diversos campos sin esfuerzo aparente.
Exhalo lentamente y contengo mi respiración mientras me preparo para recibir el golpe en el hombro. Concentrada y siguiendo cada uno de sus pasos meticulosos, percibo cómo su mano presiona la mía y guía mi dedo hacia el gatillo del arma.
¡Bang!
El estruendo retumba en mis oídos mientras siento un impacto contundente en mi hombro. Sin embargo, gracias a la posición estratégica adoptada por Marco, mi cuerpo logra absorber gran parte del retroceso provocado por la descarga explosiva.
A partir de ese momento, mis ojos se mantienen fijos en la dirección del proyectil con un asombro renovado y una incredulidad que permea todo mi ser.
Su destreza innata es algo que no puedo ignorar.
Reconozco que contar con alguien como él a mi lado sería una adición invaluable para mis futuros propósitos. Sin embargo, lamento profundamente no haber podido brindarle ayuda antes de que su camino se cruzara con el de Emilia.
Ahora, mientras reflexiono sobre las posibilidades de forjar una alianza sólida entre nosotros dos, resulta evidente la perspicacia excepcional que posee Marco.
Ha evitado discutir ciertos temas delicados durante nuestras conversaciones previas, lo cual me lleva a inferir que precisamente esos temas son los que le otorgan su importancia y singularidad.
—Voy a verificar qué está haciendo la señorita Emilia —anuncia Marco mientras da media vuelta para marcharse—. Ha sido un placer compartir este tiempo con todos ustedes.
Su figura se aleja lentamente, pero su presencia parece volverse cada vez más fuerte y enigmática. De alguna manera inexplicable, ha aparecido en nuestras vidas para cambiarlo todo por completo. Las demostraciones convincentes de sus capacidades alimentan mi confianza en sus palabras; sin embargo, mi sentido del peligro sigue alertándome constantemente.
En ese momento, Wilhelm susurra cauteloso al oído:
—Si me permites dar mi opinión... Creo sinceramente que dejar a un hombre como él con total libertad de acción es más peligroso que mantenerlo como aliado. Marco es un individuo problemático, ha identificado a sus enemigos de forma intencionada y ha tomado medidas para futuros enfrentamientos.
Incluso Wilhelm Van Astrea parece tener altas expectativas puestas en él.
Sin darme cuenta, me encuentro sosteniendo el traje de Marco, impidiendo que se aleje por completo. Lo miro con seriedad y él se vuelve hacia mí, encontrando mi mirada sin temor alguno.
Las palabras brotan de mis labios antes de poder contenerlas:
—Tú... —mi voz titubea por un instante mientras lo observo detenidamente— ¿Quién eres?
Al percatarme del error cometido al pronunciar aquella pregunta tan directa, doy media vuelta e intento apartarme; sin embargo, Marco sujeta mi hombro con firmeza y logra volver a capturar mi atención.
—Soy Marco Luz —responde tranquilamente—. Si deseas saber más, entonces no apartes tus ojos de mí.
Sus palabras me envuelven sorpresivamente, evocando un recuerdo fugaz en las profundidades de mi mente: una reminiscencia vaga pero familiar donde escuché exactamente esas mismas palabras antes.
Aprieto mis puños con fuerza para sofocar ese recuerdo efímero y hacerlo desvanecerse entre la niebla del olvido.
Su optimismo contagioso y su habilidad para explicar las situaciones crean una sensación arrolladora de seguridad dentro uno mismo. El plan meticulosamente trazado para derrotar a la ballena blanca muestra una coherencia y solidez impresionantes.
No obstante, hay algo más en él que va más allá de sus estrategias magistrales.
Hay algo que destaca aún más sobre él: está dispuesto a tomar los mayores riesgos sin titubear ni ampararse tras comandar ejércitos desde lejos como otros lo hacen.
Es raro, es como si pudiese ver a través de nosotros. Se siente como si ya supiese de antemano con podríamos actuar, como somos.
Como si ya nos conociese.
¿Será posible confiar plenamente en alguien como él? ¿Hasta dónde llegará su influencia sobre nosotros? Estas interrogantes persisten en mi mente mientras sigo observando a Marco con mezcla de temor y fascinación, consciente de que, de no formar una alianza, tendré que enfrentarme a él.
Después de presenciar todo lo que ha logrado y al conectar todos los cabos sueltos, solo puedo afirmar con certeza abrumadora:
Marco Luz... es un hombre peligroso.
