Cada corazón es diferente.

Cierro mis ojos durante unos segundos, permitiendo que los pensamientos fluyan en mi mente.

¿Por qué me encuentro en esta situación?

¿Por qué debo enfrentar estos desafíos abrumadores?

El anhelo de la felicidad y la tranquilidad se debate con las circunstancias adversas que me rodean.

Nunca parece haber un momento de paz duradera...

Mis párpados se abren de nuevo y mi atención se centra en un caballero en particular. Entre la multitud, un hombre se acerca cojeando hacia nosotros. Nos aproximamos lo suficiente para escuchar sus palabras entre suspiros agotados.

—¡Lo mataron! ¡Han matado a Rort, nuestro líder de escuadrón! —sus ojos reflejan devastación mientras sus puños se aprietan con ira—. La ballena atacó verticalmente, atrapó a Rort y a otros siete camaradas. Arrancó la tierra y los engulló...

Un escalofrío recorre mi espalda al escuchar su relato.

El caballero menciona que Rort se sacrificó para infligir daño a la bestia y ser recordado en la historia. Un gesto desesperado y heroico que resuena en el aire como un eco triste.

La pérdida del líder del escuadrón ha dejado un vacío profundo en las filas de los caballeros. La moral ha sido golpeada duramente, y los ánimos se tambalean.

Quedan tres tiros con los cañones mágicos, y su capacidad para causar daño se vuelve crucial en este momento.

Sin Anastasia, la cantidad de magos disponibles es limitada, lo que nos deja dependiendo en gran medida de Emilia y sus reservas aparentemente inagotables de maná.

Yo también podría aportar, pero incluso los cañones físicos tienen un límite. Los proyectiles son escasos, y solo quedan suficientes para tres rondas adicionales, excluyendo la versión mejorada con un solo proyectil.

La niebla ha empezado a disiparse en grandes cantidades, lo que plantea preguntas inquietantes.

¿Los cristales anti-maná han funcionado eficazmente para absorberla?

¿O la ballena ha absorbido la niebla para recuperarse de alguna manera?

La incertidumbre en torno a la naturaleza de este monstruo y sus tácticas solo agrega a la sensación de peligro inminente.

Los caballeros, cuyas miradas oscilan entre la tristeza y la rabia, necesitan un motivo para seguir adelante. Crusch, con un gesto de culpabilidad en sus ojos, parece compartir el peso de la situación.

A pesar de no haber compartido muchas interacciones, siento que de alguna manera puedo comprenderla mejor a medida que el tiempo avanza. Un entendimiento mutuo parece surgir entre nosotros, basado en las experiencias compartidas y las cargas que llevamos.

En ese momento, una fuerza interior me impulsa a alzar mi voz. Junto maná en mis cuerdas vocales y, con una intensidad apasionada, exclamo:

—¡Son caballeros, cuyas vidas están entrelazadas con la muerte en cada esquina! —mi voz resuena con determinación— ¡Alcémonos! ¡Luchemos en honor a los caídos!

Las miradas de los presentes se dirigen hacia mí, pero es Crusch quien se une al llamado, su voz llena de firmeza:

—¡No podemos permitirnos rendirnos ahora! —aprieta su puño con determinación— ¡Debemos vengar a nuestros camaradas! ¡Regresemos con la cabeza de esa mabestia!

El efecto de nuestras palabras se propaga, inyectando un nuevo sentido de propósito en los corazones desgarrados de los caballeros. La sorpresa en sus rostros se transforma en determinación renovada.

Aunque sé que nuestras palabras no afectarán a todos por igual, necesitamos despertar el espíritu de venganza y resistencia en esta hora oscura.

—¡Avancemos! —grita Crusch, señalando una dirección al azar, ya que no podemos ver a través de la niebla—. Llevemos a los heridos hacia el campamento.

Inmediatamente, tomo medidas para coordinar la localización del campamento. Le pido a Alsten que se comunique con los magos para usar magia de fuego y encontrar la ubicación de los cañones.

A pesar de que la niebla se ha dispersado, la distancia que hemos recorrido es considerable, y necesitamos encontrar los cañones antes de que el enemigo vuelva a atacarnos.

La ballena está mostrando patrones de ataque sigilosos, lo que indica que se siente amenazada por nosotros de alguna manera.

Su falta de acercamiento a la artillería puede indicar temor a esa zona en particular, o incluso la posibilidad de que esté absorbiendo la niebla para recuperarse.

Sea cual sea la situación, sabemos que necesitamos un cambio en la dinámica de esta batalla.

Continuamos avanzando, inspirando a los caballeros a nuestro alrededor con un nuevo propósito. En este momento, la venganza y la determinación son nuestros aliados más poderosos.

Ese ataque interno, aunque incierto en su efecto, al menos debería estar causando algún daño, o al menos eso espero. La ventaja de los hierros clavados en su carne es que continuarán infligiendo daño constante.

No estoy seguro de la morfología exacta de esta bestia, pero espero que sea similar a la de una ballena en ese aspecto.

¿Poseerá órganos internos?

Sería lo ideal, aunque en base a lo que he visto en la serie animada, no puedo afirmar si tiene órganos o no. Sin embargo, deseo estar equivocado.

—¡Lleven a los heridos! ¡Prepárense para partir! —mi voz resuena con autoridad, instando a todos a montarse en sus dragones.

En breve, una llamarada de fuego masiva se eleva en el aire, señal de que es hora de avanzar. Ordenamos a los caballeros restantes a avanzar con rapidez, y durante esa travesía, mi mente se ocupa de las razones detrás de la disminución de la niebla.

Es posible que la falta de generación de maná por parte de la mabestia sea un indicativo de que nuestro plan está funcionando, aunque no debido al daño infligido, sino a la interrupción de su flujo.

Las heridas internas y el sangrado deben estar acumulándose, especialmente si esta criatura cuenta con órganos. Si posee una anatomía similar a la de un ser vivo considerable, entonces nuestro plan podría tener éxito.

De repente, un agudo silbido se corta en el aire, atrayendo nuestra atención hacia arriba.

No lo notamos mientras avanzábamos, pero un fuerte viento se precipita desde el cielo. Detenemos momentáneamente nuestra marcha, solo para presenciar el descenso veloz de la ballena hacia la ubicación de la artillería.

Al levantar la vista, me encuentro con la magnitud de su forma y las heridas que la marcan. La sangre empieza a gotear hacia el suelo mientras avanza, una imagen impactante y siniestra a partes iguales.

A pesar de nuestra aproximación, todavía estamos alrededor de un kilómetro de distancia, pero dado su avance rápido, tomará solo segundos para que llegue al lugar donde se encuentra artillería. La niebla se está despejando aún más, dejando al descubierto parte de nuestro alrededor.

—¡Tratemos de embestirle! —grita Wilhelm, cuya voz está cargada de una mezcla de irá y determinación.

—¡Salgamos de su alcance! ¡Estamos en la zona de tiro! —mi voz se alza con urgencia, dividiendo a nuestros hombres en dos grupos mientras tomamos distancia.

Crusch se mantiene a mi lado mientras nos apartamos del peligro inminente, y Wilhelm toma el otro flanco.

La ballena parece ignorarnos por completo y continúa su curso hacia artillería. Aprovechamos esta oportunidad para alejarnos y ganar tiempo.

Sin embargo, observamos con inquietud mientras el colosal monstruo se acerca a su objetivo. La idea de que artillería sea alcanzado por su embestida es una posibilidad que no deseamos contemplar.

—¡Sube! —mi mano se extiende hacia Crusch, y mis ojos reflejan la seriedad de la situación—. ¡Rápido!

Ella se lanza hacia mí, tomando posición detrás de mí, y en respuesta a mi solicitud, uso murak para reducir la gravedad en un círculo a nuestro alrededor.

Aunque usar murak de esta manera consume más maná, es necesario para nuestro próximo movimiento.

Grímnir responde al cambio de condiciones acelerando con una velocidad asombrosa. El viento se vuelve frío y penetrante mientras nuestra velocidad aumenta. Crusch, sorprendida por la súbita aceleración, se aferra con firmeza.

En cuestión de segundos, nos encontramos a la par de la gran ballena. Grímnir ha soportado el cambio sin perder el equilibrio, superando incluso mis expectativas.

La comparación entre nuestras dimensiones y la de la ballena es tan absurda como la de hormigas intentando morder a un gigante, pero es en ese pensamiento donde encuentro mi inspiración.

Las hormigas también tienen su forma de luchar.

Grímnir responde a mi comando y sigue avanzando, mientras yo libero aún más maná para mantener murak.

La aceleración del dragón se vuelve aún más impresionante, y el viento se vuelve aún más intenso a medida que nos acercamos.

La ballena se mantiene a nuestro lado, su gran tamaño es intimidante, pero en lugar de desalentarme, me llena de determinación.

Crusch parece captar mi plan y toma medidas para prepararse. Ella se levanta ligeramente en el asiento, apoyándose mientras carga su ataque. El viento agita su cabello, pero sus ojos ardientes y concentrados reflejan su dedicación a este momento.

Juntos, nos preparamos para el próximo movimiento.

—¡Ten esto! —Crusch exclama mientras mueve su brazo, liberando una hoja de viento que impacta en el costado de la bestia. La hoja de viento detiene momentáneamente su avance y causa que la ballena tambalee ligeramente.

La criatura emite un grito de dolor y una profusa cantidad de sangre comienza a brotar, tiñendo el suelo con su presencia. Sin embargo, a pesar de su herida, la bestia persiste en su trayectoria, dejando tras de sí un rastro de sangre en su camino.

Sin poder más, pongo fin al efecto de murak para disminuir nuestra velocidad. Usar murak de esta manera, en áreas amplias, requiere un esfuerzo considerable y deja una sensación de debilidad en mi ser.

Estoy lejos de Beatrice y me cuesta mantener mi nivel de maná.

—La... niebla... —murmuro mientras observo cómo la niebla parece estar un poco menos densa. En ese momento, la ballena aprovecha la niebla circundante para sanar sus heridas y recargar su maná.

Mi mente se pone en alerta.

¿Está tratando de agotar nuestros recursos?

¿O está preparando un ataque final?

Continuamos siguiendo a la bestia, con el equipo de caballeros manteniendo una distancia segura detrás de nosotros. Wilhelm y su escuadrón deberían estar avanzando hacia el campamento según lo planeado.

La velocidad de la ballena comienza a disminuir, lo que nos permite salir del rango de fuego de artillería.

En ese momento, el escuadrón de caballeros se une a nosotros, preparándose para enfrentar la inminente confrontación.

Protuberancias comenzaron a crecer en la piel de la ballena, y los huecos que se forman empiezan a girar. En un abrir y cerrar de ojos, la bestia se cubre con estas protuberancias, y de manera sorprendente, todos dejamos de atacar, desconcertados por esta extraña reacción.

Un silencio tenso llena el aire mientras esperamos la siguiente movida.

En ese momento, siento la necesidad de tomar medidas drásticas. Cargo mi voz con maná y, de manera impulsiva, giro mi cuerpo, colocando mis manos sobre los oídos de Crusch, tomándola por sorpresa.

—¡TÁPENSE LOS OIDOS! —grito con todas mis fuerzas, liberando el maná con todo el poder que puedo convocar.

IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Un chillido penetrante se extiende por el ambiente, reverberando en la escasa niebla y haciendo vibrar el aire con su poder.

El sonido es tan fuerte y desagradable que siento que mis tímpanos van a explotar, creando una sensación de vibración incluso en mi cuerpo.

Sin embargo, no cedo ante el dolor y continúo liberando maná, aligerando los efectos del ruido mientras refuerzo mi cuerpo con magia para soportar la presión.

Los caballeros a mi alrededor obedecen mi orden y se cubren los oídos, soltando sus armas debido al impacto del ruido. Sin embargo, dada la proximidad a la fuente del ruido, su protección parece ineficaz.

Uso mi maná para intentar mitigar el efecto en Crusch, pero ella lucha con todas sus fuerzas para soportarlo.

—¡AAAAGGHGHGHAAA! —el grito de uno de los caballeros se une al coro de desesperación.

Los demás también empiezan a rendirse, incapaces de soportar el asalto auditivo. Los dragones se detienen en su paso, afectados por el sonido, lo que resulta en que varios caballeros sean arrojados de sus monturas mientras estas se precipitan hacia el suelo.

Grímnir lucha valientemente por mantener la compostura, pero la fuerza del ruido es abrumadora.

Sin embargo, como era de esperar, no siento los efectos de esta habilidad sobre mí.

La razón detrás de esta inmunidad es incierta, pero se vuelve claro que las habilidades de los arzobispos no tienen ningún impacto en mí. Es un hecho que debería estudiar más adelante.

Si esta inmunidad se debe a que no soy de este mundo, entonces podría ser una pista valiosa.

Sin embargo, también considero la posibilidad de que la bruja de la envidia sea la causa detrás de estas perturbaciones, lo que agrega una capa adicional de misterio a la situación.

La ballena continúa acelerando su marcha, expulsando más niebla mientras el ruido del chillido persiste, aunque de manera atenuada debido a la dispersión causada por la niebla circundante.

—¿No... te afecta? —Crusch pregunta con evidente mueca de dolor, aunque mantiene su posición firme. Su expresión revela su sufrimiento mientras lucha por mantenerse firme a pesar de la tortuosa resonancia.

Observo cómo Crusch se desvincula de mis manos y desciende del dragón para atender a los heridos.

—La magia utilizada afecta directamente la mente y el alma. Cuanta mayor fortaleza o control poseas sobre la magia, más resistente serás —explica Crusch mientras comienza a aplicar técnicas para incapacitar a los afectados.

Es evidente que varios de los caballeros caídos durante nuestra aproximación siguen necesitando ayuda urgente.

No todos los dragones detuvieron su avance, por lo que es probable que haya más personas heridas a lo largo de la ruta que recorrimos.

El escuadrón de caballeros en esta zona fue diezmado rápidamente, y desconozco la situación con Wilhelm y su grupo.

Los caballeros continúan en estado de histeria, gritando y autoinfligiéndose daño de manera descontrolada. Sus acciones parecen indicar que están sumidos en una frenética desesperación.

Se rasgan el rostro y golpean cualquier cosa a su alcance, la sangre empieza a fluir de sus ojos y oídos, alimentando aún más la histeria colectiva.

La situación es caótica y alarmante.

Hay un equipo encargado para estas situaciones, pero la niebla es más espesa de lo pensado, ahora mismo necesitamos llevarlos a todos con el campamento de sanación, pero para ello deberán superar este obstáculo.

Los magos sanadores son escasos y valiosos, por lo que es crucial protegerlos de cualquier amenaza.

La mirada preocupada de Crusch se encuentra con la mía mientras me llama.

—¡Marco! —exclama Crusch, con una mezcla de inquietud y duda en su voz— ¿Estarán bien allá?

Comprendo su preocupación, ya que ella no ha presenciado la verdadera magnitud del poder de Emilia.

La impresión que Emilia da a menudo es subestimada debido a su apariencia y aura, que pueden parecer infantiles e inocentes. Sin embargo, esto es un grave error, porque es precisamente esta apariencia lo que la hace peligrosa.

Por mi parte, mantengo la calma y dirijo mi atención hacia la dirección en la que se encuentra la ballena.

Aunque no puedo hacer mucho para sanar a las personas afectadas por el chillido, confío en que Emilia y artillería pronto entrarán en acción y tomarán el control de la situación.

Es posible que ella todavía no haya captado esa característica, esa especie de aura que inadvertidamente la lleva a ser subestimada por quienes la rodean.

En diversas situaciones, esa peculiaridad resulta ser su mejor aliada.

Es en los momentos menos esperados cuando su verdadero potencial surge de las sombras y eclipsa a todos a su alrededor.

Su capacidad no tiene límites, y aunque pueda requerir un esfuerzo adicional, nunca se rinde ante las dificultades.

Una sonrisa de autosuficiencia se dibuja en mi rostro, una sonrisa que solo los que conocemos su destreza en Irlam entenderíamos. Observo cómo ella intenta comprender el motivo detrás de mi gesto, aunque en cuestión de segundos exhala con resignación, incapaz de articular palabras.

Finalmente, el estruendo se apaga, brindándonos un breve instante de reposo.

Desde aquí, a una distancia prudente puedo ver perfectamente a artillería y al resto, así como el avance de la ballena que está cada vez más cerca de ellos.

La ballena ha penetrado en un rango peligroso, y su respuesta es la liberación de una densa niebla, acompañada del disparo de múltiples proyectiles y un aliento devastador que arrasa con todo.

—¡No! —el grito de Crusch retumba con autoridad, seguido de una mirada inquieta dirigida hacia mí.

Para Crusch, su recelo es una reacción comprensible; la confianza debe cimentarse con evidencia palpable.

—Marco, ¿estás absolutamente seguro de que...?

Nuestra relación de confianza está en pleno proceso de construcción.

Sé que confía en mí hasta cierto punto, pero requiere aún más para confiar plenamente en nuestra estrategia.

Mientras tanto, la ballena lanza más de una decena de bolas de niebla, distribuyéndolas en las ubicaciones donde se encuentra artillería.

—¡Si artillería no dispara, entonces...!

—La ballena está prevenida; incluso si disparan, estoy seguro de que las esquivará o encontrará una forma de contrarrestarlo. No se dejará engañar nuevamente por tácticas pasadas.

Incluso si lograran infligir heridas graves, no sería suficiente para aniquilarla. Esta podría ser la conclusión inminente. Por lo tanto, atacar desde esta perspectiva resulta ser nuestra peor elección estratégica.

Crusch es consciente de ello, pero su escepticismo la empuja a considerar escenarios fatídicos.

—No deberías subestimar a tu contrincante. En términos de poder de combate, ella no se queda atrás respecto a ti. —Mis labios se curvan en una sonrisa cargada de autosuficiencia, intrigado por lo que está por venir.

La ballena comienza a trazar un zigzag mientras continúa lanzando bolas de niebla.

Antes de que estas puedan impactar, varios pilares de hielo emergen uno tras otro con una rapidez asombrosa, deteniendo las balas de niebla con una determinación feroz.

La expresión de sorpresa en el rostro de Crusch es palpable; la velocidad de los proyectiles no debe subestimarse, y la creación de tantos pilares a tal velocidad demanda un consumo considerable de maná. La ballena se aproxima cada vez más mientras sigue con su embestida.

Confío en su capacidad de reacción; confío en ella más allá de cualquier otra persona en este mundo.

—¡UL HUMA! —un grito resuena y reverbera en el ambiente, aunque estamos separados por casi doscientos metros, su intensidad y claridad son innegables.