Lo que Soy.

Todos dirigimos nuestras miradas en la dirección de ese grito, reconociendo la voz de inmediato.

—Si... Observa detenidamente a tu adversaria —mi tono no admite dudas, cargado con una sutil advertencia.

Sin previo aviso, la ballena se propulsa hacia arriba con una fuerza abrumadora, sin detenerse debido a la inercia, sigue en su trayectoria ascendente.

Pero un elemento excepcional capta nuestra atención: un pilar de hielo gigantesco se erige en el horizonte, fácilmente distinguible desde nuestra distancia, con una altura que fácilmente supera los treinta metros, su anchura lo convierte en un monumento visual.

—Eso... —Crusch observa con un aire de asombro, su expresión revela algo más que sorpresa, una sombra de aprehensión.

Moverla ligeramente o utilizar pilares de hielo para modificar su curso es una cosa, pero lo que Emilia acaba de ejecutar es distinto. Ha propulsado a la ballena, que ya es de por sí más pesada que cualquier otra, con tal intensidad que ha creado un pilar de hielo de dimensiones colosales.

La mirada de Crusch es un testimonio de su asombro mezclado con un atisbo de temor.

Lo que acabo de presenciar solo puede atribuirse a Emilia. Ella posee un torrente de maná que supera a todos los demás. Su poder es excepcional, único en su especie.

—Ella es quien despierta mi mayor respeto y admiración. —Mi sonrisa es un tributo a la fuerza y el valor que Emilia ha demostrado. Junto a Grímnir, inicio un avance hacia la artillería, sintiendo el latido firme de mi corazón.

Grímnir avanza con un vigor implacable, como si la molestia por el estruendo causado por la ballena le impulsara. Necesito presenciar esto de cerca, sentirlo con mis propios sentidos.

La ballena lanza nuevamente su estridente grito, como si intentara detener lo inevitable. Sin embargo, continúa su trayectoria hasta detenerse a una altura modesta, como si requiriera un momento de quietud para activar su maniobra.

Grímnir no muestra intenciones de ceder.

Sus ojos arden con una furia que refleja su descontento por el daño infligido por la ballena. Acelera a una velocidad vertiginosa, acercándome a artillería con una rapidez impresionante.

El viento aullante me envuelve en un abrazo tangible.

—¡DISPAREN! —la voz de Emilia resuena en mi cuerpo, una orden que es recibida con obediencia inmediata.

¡BOOOOM!

Los cañones se disparan, sus proyectiles se lanzan como heraldos de destrucción hacia la ballena. El ataque impacta con contundencia en el momento en que la criatura intenta dar media vuelta.

Los impactos provocan que la ballena emita un chillido de agonía, un lamento que parece expresar el dolor que sufre.

Los proyectiles explotan, seguidos por el fuego mágico que se desata en una danza destructiva. Una densa nube de fuego y humo se alza en el horizonte, y la onda expansiva del impacto se propaga por el campo, acariciándonos con su calor en un abrazo infernal.

Finalmente, llego al campamento. El ambiente está cargado de tensión, las marcas de los ataques previos de la ballena son evidentes. Observo el campo de heridos, donde ya se encuentran varios caballeros, seguramente de los primeros escuadrones que distribuyeron los cristales anti-maná.

Beatrice se encuentra en el campamento de los heridos, mientras Emilia se aproxima a pie hacia ellos.

Nuestras miradas se cruzan en un instante cargado de entendimiento, una sonrisa compartida que trasciende las palabras, comunicando nuestra mutua comprensión y determinación.

La nube de fuego se eleva en el aire, acompañada por la dispersión de la niebla en la zona del impacto. La ballena ahora busca refugiarse, y esa herida debe haber sido monumental. A tan corta distancia, los cañones debieron haber perforado su cuerpo con una fuerza inquebrantable.

Lo que vendrá después...

—¡General! —la voz de Alsten me llama la atención. Su aspecto está marcado por heridas, manchas de sangre adornan sus orejas, un recordatorio tangible de la devastación que ha causado. El percibe mi observación y añade—: Mis tímpanos sufrieron daño en el ataque, lo cual mitigó el efecto en cierta medida. La señorita Emilia nos curó de inmediato para permitirnos atacar con eficacia. El gremio de sanadores está cuidando al resto sin problemas.

El escuadrón entero ejecuta un saludo militar, mientras Wilhelm se acerca junto a los demás caballeros. Los magos de artillería también se voltean, expectantes, todos buscando mi liderazgo.

Ahora es el momento de demostrar mi capacidad como comandante.

—La siguiente fase del plan está en marcha. Los daños infligidos fueron significativos. A esa distancia, estoy seguro de que la ballena ha iniciado su última estrategia —señalo hacia el cielo, observando cómo la niebla empieza a descender—. Está utilizando todos sus recursos disponibles, lo que sugiere que se ha dividido en múltiples entidades.

Mis palabras dirigen las miradas hacia Alsten, quien representa la ejecución del próximo movimiento.

—Cuando él lo ordene, lancen los lamicta de luz y prepárense para la siguiente etapa según lo planeado previamente.

—¡A sus órdenes! —resuenan las voces en un coro unificado.

La ballena ha desaparecido de nuestra vista, pero la anticipación palpable llena el aire. La gente comprende lo que está por venir. Si la ballena se ha fragmentado, el escenario está listo para la fase final de la batalla.

Giro en mi lugar y junto a Wilhelm y un destacamento de caballeros, avanzamos hacia donde se encuentra Crusch. Necesitamos rescatar a los heridos y movilizar a aquellos que aún están en condiciones de luchar.

A pesar de su debilitamiento, la ballena sigue siendo una amenaza formidable.

Si ha decidido emplear sus duplicados, debemos encontrar la manera de neutralizarlos, ya que son apenas un poco menos poderosos que la propia criatura.

Sí, si el daño infligido ha sido suficiente, mis ojos deben estar fijos en el cielo. Avanzamos unos cien metros y logro divisar a los heridos junto a Crusch, quien parece haber retomado su posición montada en su dragón.

Wilhelm y yo avanzamos uno al lado del otro, nuestra impaciencia palpable mientras escudriñamos el entorno. La niebla empieza a espesar poco a poco, reduciendo la visibilidad una vez más.

A nuestro alrededor, solo existe el manto gris, lo que sugiere la posibilidad de ataques sorpresa.

Los clones, con su tamaño igual, serían capaces de arremeter con embestidas mortales. Nadie sobreviviría a ese embate, excepto aquellos de inquebrantable resistencia, y, aun así, sus fuerzas se verían agotadas y su capacidad para luchar comprometida.

Sin previo aviso, observo cómo Wilhelm extiende su mano en una señal de alarma mientras sus ojos se clavan con preocupación en la figura de Crusch.

—¡Señorita! —su voz estalla en un grito de urgencia, y se lanza hacia adelante con determinación.

Desde un costado, donde la niebla persiste densa, un cuerno emerge abruptamente, a pocos metros del grupo de heridos y Crusch.

Sin dar tiempo a ninguna reacción, la ballena se precipita hacia ellos a una velocidad vertiginosa. Su mandíbula se abre de par en par, y un torrente de niebla destructora escapa de su boca en un aliento letal.

Crusch, como un torbellino de determinación, carga hacia el ataque. Una resplandeciente luz azul irrumpe, seguida de un feroz corte vertical que desgarra la niebla en dos.

El tajo prosigue, impactando la carne de la ballena, una profunda herida causada por el tajo vertical de Crusch. La boca del monstruo se parte en dos, liberando una cascada de sangre mientras sigue avanzando, ajena al dolor de sus heridas.

La embestida es implacable, pero Crusch salta con su dragón, un movimiento de valentía sobrehumana. Mientras asciende, prepara su próximo ataque para impactar desde las alturas.

Sin embargo, una inquietante percepción se abre paso en mi mente.

—¡SON DOS! —mi voz resuena en un grito desesperado mientras avanzo hacia la escena a toda velocidad.

Crusch se voltea, tomando consciencia del error. Otra ballena se abalanza desde arriba, descendiendo velozmente hacia su posición. Una embestida inevitable, en el aire no tendría más opción que esquivar, pero eso significaría sacrificar a su dragón y detener su ataque, lo que resultaría en la muerte de todos los que están abajo.

La incertidumbre se cierne sobre el campo de batalla. No sé si su maniobra tendrá éxito.

—¡Señorita! —Wilhelm sigue avanzando, pero su velocidad no es suficiente para cubrir toda la distancia.

El tiempo parece ralentizarse a medida que avanzo hacia la escena.

Wilhelm no llegará a tiempo, y esta realidad se expande en mi mente como una sombra de angustia. Las preguntas se acumulan, atormentando mis pensamientos.

¿Debería dejarlo morir?

¿Es posible que desee su muerte, después de reconocer su valentía y valía?

El debate interno se desata mientras mi mente lucha por encontrar una respuesta.

Me cuestiono a mí mismo, reflexionando sobre la esencia de quien soy.

¿Acaso sigo siendo el mismo hombre egoísta que era en mi mundo anterior?

Las lecciones que aprendí de manera dolorosa, las que me enseñaron que sobrevivir a menudo requería insensibilidad, ¿son las únicas que valen la pena?

Los recuerdos fluyen, como ecos distantes en mi mente mientras navego entre las opciones. Aprieto los labios con fuerza, mi mirada fija en la impactante escena que se desarrolla ante mis ojos.

Crusch sigue cargando su ataque, y la ballena acelera en una embestida letal. La posibilidad de ser engullida por la ballena no significa necesariamente la muerte.

Sin embargo, enfrentar una embestida de esta magnitud, multiplicada por la fuerza de la gravedad en un cuerpo de toneladas, es una perspectiva aterradora.

Mis ojos no pueden apartarse de la tragedia inminente.

Wilhelm avanza con determinación, los otros caballeros luchan por escapar del ataque, algunos yacen en el suelo, incapaces de moverse. Grímnir se abre paso con sus gruñidos desafiantes hacia la ballena.

La desesperación me embarga.

Pero no es momento de pensar en estupideces.

—¡FU MURAK! —mi voz irrumpe, impulsada por la magia del viento. Me lanzo hacia adelante como una flecha liberada de su arco, sintiendo el frío viento abrazando mi cuerpo mientras canalizo más maná en mi magia.

Atravieso la densa niebla como un proyectil, en un instante alcanzo y supero la posición de Wilhelm con facilidad, dejando tras de mí una onda de viento que barre todo a su paso.

Mis ojos están clavados en la escena crucial. Crusch empuña su espada con firmeza, lanzando un poderoso tajo hacia abajo que impacta en la ballena, desviándola en un intento de salvar a los caballeros.

La sangre brota de la herida, pero este no es el principal problema.

Crusch mira hacia arriba, preparándose para otro ataque, pero la ballena, no dispuesta a ceder, desata una vorágine de niebla desde su cuerno, como un lanzallamas.

Con su mandíbula sellada, la ballena busca aniquilar a Crusch con un gran golpe. La lucha es frenética. Crusch se defiende, corta los ataques, pero la bestia se acerca lo suficiente como para asestar un golpe devastador.

—¡Crusch! —mi voz resuena en un grito cargado de urgencia mientras me precipito

La distancia entre nosotros se desvanece a una velocidad vertiginosa. Crusch gira su cabeza al escuchar mi voz, y nuestros ojos se encuentran en un instante cargado de significado.

En esa mirada, en ese intercambio fugaz, encuentro una determinación compartida. Algo me impulsa a no querer perderla, a no dejar que se desvanezca.

En cuestión de segundos, me encuentro frente a Crusch. Sin vacilar, utilizo otro impulso mágico para arremeter contra ella con firmeza, atrayéndola hacia mí y sacándola del rango mortal de la ballena.

¡BOOM!

El impacto resuena en un estruendo, el charco de sangre se eleva en el aire y la ballena se queda momentáneamente inmóvil, atravesada verticalmente en el suelo. Sus aletas se agitan frenéticamente mientras intenta elevarse.

El fracaso de su ataque la hace exhalar una nube de niebla y se intenta retirar a toda prisa. Sin embargo, su embestida anterior ha dispersado gran parte de la niebla que la rodeaba, permitiendo a Wilhelm y a tres escuadrones ir a darle caza.

Otro grupo se dirige hacia los heridos, mientras yo sostengo a Crusch entre mis brazos, su cuerpo temblando ligeramente por el impacto emocional de la situación.

—¿Yo...? —Crusch me mira, sus ojos reflejando un cúmulo de emociones y asombro, mientras yo intento mantener una sonrisa a pesar del agotamiento que empieza a pesar sobre mí.

La magia "Fu Murak" es poderosa, pero usarla conlleva riesgos para mi salud.

La carga ejercida sobre mi cuerpo al utilizar magia de un elemento que no es propio de mí es considerable. Además, aunque la magia de viento es mi especialidad, aún no me he recuperado por completo de la batalla contra Julius y Petelgeuse.

Aunque Puck ha ayudado a mitigar los efectos del miasma, necesito más tiempo para sanar.

Sin embargo, esta es la realidad en la que me encuentro.

Miro a Crusch mientras la sostengo en mis brazos, y su mirada se encuentra con la mía. A pesar de la situación en la que nos encontramos, no expresa enojo ni reproche.

Su expresión es de completa sorpresa, y casi puedo sentir el peso de lo que acaba de pasar.

Estuvo a punto de perder la vida, eso es innegable.

A pesar de estar a varios metros en el aire, parece que Crusch aún no ha comprendido del todo la situación. En medio de su estado de shock, sus ojos se mueven de un lado a otro, buscando comprender lo que está sucediendo. Intento calmarla con mis palabras.

—Lo siento por ocultarlo, pero tenía mis razones —le digo, tratando de explicar mi habilidad de volar que acaba de descubrir.

Sin embargo, su asombro y confusión son palpables. Sus labios se abren temblando, pero las palabras parecen no salir con facilidad. Finalmente, pronuncia una pregunta llena de incredulidad:

—¿Tú...? —parece como si no pudiera creer lo que ve— ¿Puedes volar?

Su nerviosismo se incrementa a medida que observa el entorno desde las alturas. A pesar de que estamos a tan poca distancia del suelo, la niebla y la sensación de altura parecen haberla afectado.

Siento que algo no está bien cuando de repente, Crusch se aferra a mí con fuerza, abrazándome con un agarre apretado que se vuelve doloroso. Es una reacción desproporcionada y anormal ante la situación.

—¡Bá... bájame! —exclama, con una voz llena de angustia mientras sus brazos se tensan a mi alrededor.

Mi sorpresa aumenta al ver esta reacción tan intensa. No puedo evitar preguntarme si hay algo más profundo detrás de esta reacción.

Con sumo cuidado, empiezo a descender lentamente, alejándonos de los heridos y asegurándome de que Grímnir nos siga. Una vez en una ubicación más privada, termino de aterrizar suavemente.

Crusch mantiene los ojos cerrados con fuerza mientras su agarre afloja gradualmente.

Una vez en el suelo, Crusch se deja caer sentada, su respiración agitada y su expresión pálida reflejando un profundo temor. Parece tomar conciencia de que ya no estamos en el aire, y su miedo empieza a ceder un poco.

No tengo ningún recuerdo de haber visto una reacción tan intensa y descontrolada.

Acrofobia, miedo a las alturas.

Un miedo irracional y debilitante que puede desencadenar respuestas extremas como la que acabo de presenciar. Estoy sorprendido y preocupado al darme cuenta de que alguien tan valiente como Crusch podría sufrir de una fobia tan profunda.

Trato de tranquilizarla, extendiendo mi mano hacia ella.

—¿Estás bien? —pregunto con genuina preocupación.

Ella examina su cuerpo, cerciorándose de que no ha sufrido daños en la caída, y luego toma mi mano con una mirada de cierta vergüenza en su rostro. Su piel enrojece levemente, como si la situación la incomodara.

Lentamente se pone de pie, y un silencio incómodo se extiende entre nosotros. Rodeados por la niebla y la tenue luz que emiten los cristales anti-maná, el ambiente se vuelve más íntimo y quieto.

Es evidente que este es un momento delicado para ella.

Una debilidad que desconocía y que acabó siendo expuesta: una fobia a las alturas. Ahora soy consciente de esta vulnerabilidad que ella nunca hubiera deseado revelar, y me siento agradecido por haber actuado a tiempo para evitar que otros lo notaran.

Mientras Crusch y yo enfrentamos esta realidad juntos, la cuestión de mi capacidad para volar se convierte en algo secundario.

Crusch parece sentirse incómoda al expresar sus sentimientos y su vergüenza por su reacción. Entiendo que la situación fue intensa, y ahora se enfrenta a su propia fobia a las alturas en un momento en el que sus emociones ya están revueltas por el combate y su casi muerte.

Me aseguro de tranquilizarla y aliviar su preocupación.

—No tienes que disculparte. Todos tenemos cosas que nos avergüenzan y que no podemos controlar. No te preocupes —le digo con una sonrisa y un guiño cómplice—. Esto será algo entre tú y yo.

Quiero hacerle entender que no tiene por qué sentirse avergonzada por su fobia, y que estoy aquí para apoyarla en lo que necesite. Aunque no haya revelado mi capacidad de volar antes, eso será algo para hablar después.

Decido actuar rápidamente y comunicar con Alsten a través del dispositivo de comunicación. Una vez que los preparativos finales para la última fase de la batalla han sido iniciados, dirijo mi atención de nuevo hacia Crusch.

Aparentemente, su calma ha vuelto y ella parece estar más tranquila. En cierto sentido, me sorprende ver esta debilidad en ella, considerando que siempre la he percibido como una persona de gran fortaleza y determinación.

Es curioso cómo las apariencias pueden ser engañosas.

Mi mirada se cruza con la suya mientras ella sonríe ligeramente y extiende su mano hacia mí. Me agradece de una manera que denota comprensión por lo que he hecho.

—Gracias. Si pudiste hacerlo, seguro tenías tus motivos. —Me mira sin enojo, como si comprendiera las razones detrás de mis acciones—. Estoy agradecida contigo por salvarme, de verdad.

Respondiendo con una sonrisa sincera, tomo su mano suavemente.

—Hago lo que puedo —le aseguro con humildad—. Estamos en esto juntos, después de todo.

Sé que esta batalla es crucial y que las cosas podrían ponerse aún más difíciles, pero siento que hemos establecido un vínculo especial a través de estas experiencias compartidas.

Mi conexión con Crusch va más allá de las habilidades mágicas y las estrategias en la batalla; es una conexión basada en la confianza mutua y el apoyo.

Ahora, más que nunca, necesitamos trabajar en equipo para superar los desafíos que aún nos esperan.