Ya no Entiendo Nada.
La batalla ha llegado a un punto muerto. Mis heridas se multiplican, cada uno de sus golpes se siente como si un demonio me aplastara. Cada puñetazo es una explosión de dolor que sacude mi cuerpo.
Crusch también está al límite, sus heridas han empeorado y su fractura ha vuelto a abrirse.
Ha sido el blanco de todos los ataques, mientras que Ley se concentra en atacarla con sus dagas. No comprendo por qué está sucediendo esto ni los motivos detrás de sus acciones. Pero lo que sé es que esto tiene que terminar.
No puedo permitir que Crusch sufra más. La adrenalina corre por mis venas mientras mi mente trabaja a toda velocidad. Necesito poner fin a esta pelea, a cualquier costo.
Sin dudarlo, me impulso hacia Ley con un grito:
—¡Fu Murak!
Ley sonríe anticipando mi movimiento, pero cuando estoy frente a él, salto y exclamo:
—¡Fu Vita!
Caigo en picado a gran velocidad, mi kukri se alza para golpearlo. En un movimiento vertical, Ley intenta defenderse, usando sus dagas para detener mi ataque.
Con un grito de determinación, golpeo mi kukri contra sus dagas, rompiéndolas en pedazos. Una expresión de sorpresa cruza por el rostro de Ley, pero no tengo tiempo para detenerme.
Mi mente sigue trabajando sin descanso.
Tengo que hacerlo, no puedo permitirme fallar ahora.
La oscuridad, una nube que absorbe toda la luz.
Algo que neutralice todo. Caigo al suelo con una pierna quebrada, pero aprieto los dientes con fuerza para contener el dolor. Esto no es nada en comparación con lo que ya he soportado.
Mi determinación se fortalece mientras sostengo mi kukri en alto. Tengo que proteger a Crusch, no hay otra opción.
Esto tiene que funcionar.
Desato un hechizo básico, uno que no se rinde ante nadie.
—¡SHAMAAAACK! —mi grito resuena en el aire, y una nube negra surge de mi ser. Absorbe la luz a su alrededor, y mis sentidos se agudizan de manera intensa.
Pero no me detengo aquí. Algo dentro de mí me guía, me muestra su presencia. No puedo ver su rostro, pero eso no importa.
Mi enfoque está claro.
—¡EL MURAK! —me impulso con velocidad hacia esa sombra. Ley se desvanece de mi vista, pero no tengo dudas. Giro en un movimiento brusco y lanzo una patada con todas mis fuerzas.
El golpe impacta y Ley es arrojado lejos, pero no estoy dispuesto a dejarlo escapar tan fácilmente.
—¡Goa! —disparo bolas de fuego en ráfagas, sin ver a dónde van, pero siento sus movimientos. Ley las esquiva ágilmente. Sin embargo, finalmente reacciona.
—¡Fura! —su grito hace que una onda de viento desvanezca mis hechizos en el aire. Ley me observa con una sonrisa, pero pronto gira bruscamente su mirada.
—¡Se acabó! —el grito de Crusch es la señal, y ella se lanza hacia Ley, su espada apuntando en una estocada mortal.
La estocada de Crusch es rápida y certera, atravesando el abdomen de Ley. Pero en un abrir y cerrar de ojos, Ley se teletransporta, alejándose de nosotros.
Se sujeta la herida en su abdomen, mientras tanto, Crusch y yo nos colocamos uno al lado del otro, preparados para cualquier cosa.
—¡Maravilloso! —Ley observa su herida y lame su mano ensangrentada— ¡Los platos también pueden ser picantes! ¡Este dolor solo es un añadido!
En ese momento, una luz deslumbrante ilumina el cielo. Levanto la vista y observo cómo la niebla se disipa rápidamente. Los rayos del sol penetran el espacio vacío, llenándolo con su brillante luz.
En cuestión de segundos, la niebla ha desaparecido por completo.
El entorno se transforma en un hermoso campo abierto, sin nubes que oculten la intensidad del sol.
Los gritos de victoria resuenan en la distancia, como un eco lejano que nos llama de vuelta.
Crusch habla con cansancio evidente:
—Tenemos que regresar.
Es obvio que Crusch está agotada. Es probable que no pueda moverse mucho más. Ley, por su parte, está herido, pero su actitud no muestra molestia ni temor.
Su mirada se dirige al cielo, su sonrisa se hace aún más amplia.
—Esa persona es maravillosa —murmura hacia el aire antes de mirarnos—. Parece que no podré darte el regalo que prometí, mi exquisito platillo. Tendremos que esperar a otro momento para eso.
Ley nos observa a Crusch y a mí, pero no como si fuéramos seres humanos. Su deseo es consumirnos por completo.
—Cuando nos volvamos a encontrar, espero que tanto la entrada como el platillo principal estén preparados. Para comer, o, mejor dicho, para ser comidos. —Ley estira sus brazos y se pone a reír con fuerza—. Un platillo preparado con sudor y sangre será verdaderamente delicioso, porque la comida lo es todo. Ahora tendré que continuar mi festín, alimentándome mientras mi ansia por este manjar crece.
Ley se desvanece en un abrir y cerrar de ojos. En un instante, ha desaparecido completamente.
El bosque está a unos kilómetros de distancia, lo que significa que es capaz de moverse a una velocidad que nuestros ojos no pueden captar.
Suelto un suspiro de alivio; finalmente ha terminado.
—Ganamos —exclamo con un tono exhausto, dirigiendo mi mirada hacia Crusch. Pero cuando lo hago, me doy cuenta de que ella está cayendo al suelo.
Me apresuro a sostener a Crusch, depositándola con suavidad en el suelo. Sus heridas son graves, no hay tiempo que perder. Grímnir se acerca y se coloca a mi lado, atento a la situación.
La herida más severa es la de su clavícula. Rápidamente, me quito la camisa y la uso para aplicar presión sobre la herida, mientras sus otras lesiones continúan sangrando.
La distancia que nos separa del campamento es de un kilómetro aproximadamente, y la urgencia es inminente. Murak parece ser nuestra mejor opción en este momento.
Levanto a Crusch, quien apenas muestra signos de respiración. Un pensamiento urgente se desliza por mi mente:
«No puedes morir ahora.» Tengo una promesa que cumplir y una deuda de gratitud que saldar.
Justo cuando estoy a punto de avanzar, siento un temblor inusual en mi cuerpo. Retrocedo unos pasos, mi visión comienza a volverse borrosa. Mis piernas tiemblan, y mis brazos ceden sin mi control, dejando caer a Crusch al suelo.
—¡Mierda! —exclamo mientras caigo al suelo, mi mirada se posa en el césped.
Mi corazón late con una rapidez desbordante. Intento concentrarme para reunir mana, pero algo dentro de mí estalla.
Mi cuerpo empieza a temblar intensamente, y al siguiente instante, siento como miles de agujas se clavan en mi piel. La respiración se hace difícil, y la capacidad para reunir mana desaparece
—¡Bluargh! —un sonido gutural escapa de mi garganta, seguido de una masa negra con un olor nauseabundo, acompañada de un humo violeta. Es una sustancia repulsiva, pero eso no es lo peor.
¿Qué está pasando?
¿Qué es esto?
Mis ojos se cierran sin control, y mi cuerpo cae al suelo en medio del caos.
La confusión se mezcla con la angustia, la oscuridad se cierne a mi alrededor. La sensación de estar perdiendo la batalla contra algo invisible se hace más y más fuerte.
El pensamiento de que podría morir aquí, después de haber ganado la batalla, se apodera de mí. La oscuridad amenaza con consumirme por completo, y el último destello de conciencia se desvanece.
La oscuridad me rodea, y por un momento, pierdo toda sensación en mi cuerpo.
Es como si estuviera flotando en un vacío, recordando la bruma y la sensación de ser transportado a este mundo en el pasado. Una luz brillante comienza a filtrarse a través de mis párpados cerrados, y gradualmente empiezo a sentir la presencia del suelo debajo de mí.
Una suave brisa acaricia mi piel, que lleva consigo un delicado aroma floral.
Me doy cuenta de que no estoy en el mismo lugar que antes.
Abro mis ojos con lentitud, encontrándome frente a la entrada del jardín de Crusch. La realidad me golpea de repente, y una pregunta surge en mi mente:
¿He regresado?
Giro la mirada hacia atrás, observando la entrada de la mansión que se mantiene idéntica.
Sin saber qué más hacer, doy media vuelta y entro al jardín. Las mariposas revolotean a mi alrededor mientras camino, y mi mente sigue en blanco.
—No...
No quiero pensar, no quiero enfrentar la realidad. He muerto, pero extrañamente mi conexión con el maná se siente normal, y mi cuerpo no parece estar herido.
Hago un intento para utilizar magia de viento, y fluye sin problema alguno.
Sigo avanzando, cada paso se siente pesado y cansado. Una voz en mi mente murmura:
«Ahora no puedes negarlo más...»
Comienzo por procesar lo que ha ocurrido. Sea lo que sea que Ley Batenkaitos haya hecho, me ha llevado de nuevo a este punto, esto no coordina con todos los regresos anteriores, que eran en un corto lapso.
Siento que inevitablemente tendré que enfrentarlo nuevamente. Parece que poseen algún tipo de control sobre mí, y no puedo evitar pensar que hay algo que debo hacer para romper este ciclo.
Mis pensamientos dan vueltas en torno a la situación.
¿Por qué morí?
Aun si mis reservas de maná estaban agotadas, no debería haber muerto de esa forma.
El recuerdo del cristal y la masa negra se deslizan por mi mente. Parece que hay una conexión, pero aun no entiendo completamente su significado.
Ley Batenkaitos tiene el poder de controlar las mabestias, con eso, da a entender que el ataque estuvo de alguna forma premeditado, o eso quiero creer.
Aunque esa sea una zona comercial, si Ley busca alimentarse no lo haría en un lugar así.
Hay algo más.
Me quedo perplejo, un nudo en mi garganta parece apretarse mientras doy un rápido giro hacia la derecha, buscando con la mirada a Crusch, Félix y Wilhelm.
Sin embargo, en el instante en que mis ojos se posan en el pequeño quiosco que fue testigo de momentos compartidos, siento un estremecimiento en mis labios que empiezan a temblar.
—¿No están? —murmuro al aire, con un nudo en mi pecho, mientras inicio una carrera frenética hacia aquel lugar donde compartimos risas y confidencias.
Mis pasos se vuelven lentos, como si una fuerza invisible intentara detenerme, pero ignoro cualquier señal de duda que amenace mi avance.
Finalmente, llego al quiosco, mis ojos escrutan cada rincón con desesperación, esperando encontrar algún rastro de ellos, algún indicio de su presencia.
¡Bang!
Un disparo corta el aire desde el campo abierto cercano, una explosión sonora que me sacude hasta la médula y me hace girar la cabeza en esa dirección.
Mi atención se concentra en aquel campo, mi corazón latiendo con fuerza desbocada. La sensación de que algo está fuera de lugar se hace aún más profunda en mi pecho.
Esto no concuerda con mis recuerdos, algo ha cambiado, ha sido alterado en el tejido mismo de la realidad.
Mis pasos me llevan hacia el campo, como si alguna fuerza misteriosa tirara de mí. Pero lo que encuentro allí me deja sin palabras, mi mente aturdida por la visión frente a mí.
Una figura femenina, alta y de cabello blanco que cae hasta su cintura, se yergue en medio de aquel paisaje. El aura que la rodea es misteriosa y enigmática, como si estuviera tejida con hilos de magia antigua. Un rifle cae de sus manos, estrellándose en el suelo, mientras su mirada se mantiene fija en un punto distante del terreno.
Sus ojos, profundos y llenos de una historia que solo puedo intuir, parecen estar absortos en pensamientos que escapan a mi comprensión.
Permanezco allí, una presencia insignificante en su mundo, mientras ella coloca su mano en la frente, como si estuviese ensimismada en sus pensamientos.
La extrañeza y el misterio se ciernen sobre este encuentro, y siento que el tiempo mismo se desvanece en el aire. No puedo evitar preguntarme quién es ella, qué secretos guarda y por qué su presencia en este lugar tan fuera de lugar.
Mi corazón late con temor, ya no creo en nada, ya no sé qué hacer, que pensar o desear.
Permanezco allí, inmóvil, mis ojos fijos en la figura enigmática ante mí. No puedo evitar sentir una extraña conexión, como si algún hilo invisible me uniera a ella.
Una mezcla de emociones se agolpa en mi pecho, un cúmulo de sensaciones
Continúo caminando, como si estuviera siendo guiado por una fuerza más allá de mi control. La belleza de la mujer es deslumbrante, casi sobrenatural, y la atmósfera que la rodea me sumerge en una sensación mágica y agridulce.
La tristeza parece emerger de lo más profundo de mi ser, envolviéndome como una marea melancólica. Casi siento como si mis sentidos buscaran liberar esa tristeza en forma de lágrimas.
Una sola lágrima se desliza por mi mejilla, cayendo al suelo como una gota de rocío que se mezcla con la tierra.
La figura se vuelve hacia mí, como si mis pensamientos hubieran alcanzado sus oídos invisibles.
Su presencia se hace aún más impactante al poder apreciarla de cerca. Una tez pálida, ojos azules profundos que parecen contener un océano de secretos, y un aura que parece emanar de un mundo de enigmas.
Mi corazón late con fuerza, como si intentara escapar de mi pecho para acercarse a ella. Sin embargo, a pesar de su belleza y magnetismo, no siento una atracción carnal o romántica.
Es como si su encanto trascendiera esos aspectos mundanos.
Mis pensamientos se vuelven más nítidos y me coloco en una postura defensiva, mi instinto alerta ante lo desconocido que representa esta figura.
—¿Quién eres? —mi voz brota con cierta tensión, un reflejo natural ante esta situación enigmática.
Las palabras son pronunciadas con cautela, como si estuviera pisando en terreno desconocido, tratando de desentrañar el enigma que se despliega frente a mí.
Ella cierra los ojos y curva sus labios en una sonrisa misteriosa. Mi pulso se acelera ante su presencia, y siento que el aire se vuelve más denso a mi alrededor.
La voz que emerge de sus labios me llega como un eco familiar, una voz que ya he escuchado antes en circunstancias que no puedo olvidar.
Reconozco al instante su tono, su cadencia, y un escalofrío recorre mi columna vertebral.
—Soy... —sus palabras fluyen con una facilidad que contradice la intensidad del momento—. Arzobispo del pecado del culto de la bruja, representando la vanagloria.
