Y Ahora, solo queda Reírse.

La revelación cae sobre mí como una losa de plomo. El sudor frío empieza a perlar mi frente y mis manos comienzan a temblar de manera imperceptible.

La tristeza que me había embargado instantes atrás es reemplazada por un temor profundo y penetrante que me paraliza.

—Pandora... —mi voz tiembla, apenas capaz de articular su nombre en medio de la turbulencia emocional que me embiste.

Doy un paso atrás, alejándome de ella como si su presencia fuera una maldición.

Intento procesar las palabras que ha pronunciado, pero la lucha por comprender es abrumadora.

La sonrisa en los labios de Pandora parece sugerir que disfruta de esta situación, que se deleita en mi desconcierto. Observo con desesperación a la mujer ante mí, intentando encontrar alguna pista, alguna explicación lógica para su presencia aquí.

Pero su apariencia es desconcertante, distinta a la imagen de Pandora que conocía por la novela.

—Tú... —balbuceo, mientras mi mente trata de buscar una explicación, pero las piezas no encajan. Mis pensamientos son un torbellino caótico que no puedo controlar.

El mundo parece haber perdido toda lógica y sentido.

Ella no es la misma Pandora de la novela, al menos, no físicamente.

Pandora sigue sonriendo, mientras mis pensamientos se atropellan unos a otros en busca de una razón, una respuesta que me eluda. Pero no puedo encontrar un motivo coherente.

Nada encaja, nada tiene sentido.

—Supongo que deseas entender cómo es que esto está ocurriendo, ¿verdad? —Pandora me mira con una intensidad que parece perforar mi alma. Lucho contra el miedo que amenaza con inundar mi corazón e intento mantener la calma y la compostura—. Después de todo, has regresado de la muerte.

...

Mis ojos se abren de par en par, mis labios tiemblan incontrolablemente y mi mente se bloquea en un estado de conmoción. Intento inhalar aire profundamente, pero mi respiración es rápida y agitada.

Aprieto mis manos en puños, tratando de controlar el temblor que se ha apoderado de mi cuerpo. Mi mente se nubla y siento que el mundo a mi alrededor se desdibuja en una neblina confusa.

—Parece que hay algo... —Pandora se acerca, su mano se posa en mi mejilla con un contacto gélido que envía escalofríos por mi piel— algo que no puedes reprimir.

La pregunta resuena en mi mente como un eco incesante. ¿Cómo puede saber sobre el retorno por muerte? ¿Cómo ha logrado abrazarme, como aquella vez que mencioné este fenómeno?

Mi cabeza está llena de preguntas sin respuesta, y mi corazón late con fuerza en mi pecho, como si intentara escapar de la trampa de confusión en la que me encuentro

Satella... el nombre resuena como una chispa de claridad en medio del caos. Recuerdo esa ocasión en que mencioné mi retorno por muerte y todo ocurrió con normalidad.

¿Qué ha cambiado?

Trato de forzar mi mente a construir una explicación, a hilvanar algún hilo de lógica en medio de esta confusión abrumadora. Sin embargo, todo es una oscuridad impenetrable, un vacío de respuestas que amenaza con engullirme por completo.

—Te preocupas más por descubrir qué ha ocurrido que por tu propio bienestar —su voz suena suave y enigmática—. Te han hecho tanto daño, sin duda...

Mi mirada se cruza con la suya, y sus ojos penetrantes parecen desentrañar los recovecos de mi ser. Intento mantener la calma, pero mi corazón late con una rapidez desbordante.

Las lágrimas emergen sin control, deslizándose por mis mejillas y cayendo en su mano tendida.

Es una sensación extraña, como si mis emociones estuvieran desconectadas de mí, como si alguien más estuviera llorando a través de mis ojos. Me siento vulnerable y expuesto ante su mirada, como si hubiera una parte de mí que no puedo controlar.

Estas lagrimas no son mías, pero quizás me pertenecen.

No sé qué decir, no hay palabras que puedan abordar esta situación. Pero su presencia, su aura, sigue envolviéndome, atrapándome en su influjo.

—¿Qué es lo que deseas? —mi voz brota, aunque suena más firme de lo que siento en realidad. Mis ojos la observan con una expresión seria, intentando contener el temblor que amenaza con traicionar mi apariencia de calma.

Pandora mantiene su sonrisa enigmática y se aleja lentamente, dirigiéndose hacia el rifle que yace en el suelo. Una sensación inquietante se apodera de mí mientras observo cada uno de sus movimientos.

—Es triste, tu destino. Inesperado y triste —sus palabras suenan sombrías, cargadas de significado oculto. De repente, el arma está en sus manos, y el sonido ensordecedor del disparo resuena en el aire.

¡Bang

La bala es liberada, pero no siento su impacto atravesándome. La confusión aumenta en mi mente mientras intento procesar lo que acaba de ocurrir.

Ella parece decepcionada por el resultado, y el arma vuelve a caer al suelo, un reflejo de su frustración.

—Parece que fallé. Supongo que no soy buena en esto —suspira con decepción, y su mirada se posa nuevamente en mí—. Te pediría que me enseñaras, pero hay asuntos que demandan mi atención. Ahora soy una mujer muy ocupada.

Una pequeña risa escapa de sus labios mientras se acerca nuevamente a mí. Su presencia es abrumadora, un misterio que parece envolverme y atraparme.

—El retorno por muerte... —sus palabras retumban en el aire, cargadas de significado profundo.

Ella se acerca lentamente a mí, hasta estar enfrente mío.

—Un destino que te permite perder el miedo y el valor de la vida. Un destino cruel, si me permites decirlo. —Su brazo se mueve, su dedo índice se posa en mi pecho, como si quisiera tocar mi esencia—. Perteneces a ese destino, a la desesperanza de la que no puedes escapar.

Volver de la muerte, un don que enmascara su propia maldición.

La vida, la muerte, todo pierde sentido en un ciclo interminable. No es el dolor por la muerte ajena lo que atormenta, sino la lucha por preservar la vida de los demás, el peso de saber que uno puede morir y resucitar, y la forma en que se enfrentó a esa muerte.

Un abismo oscuro se abre en mi interior, y siento que podría enloquecer en cualquier momento

Mi mente empieza a llenarse de destellos luminosos, diminutas esferas de maná que me recuerdan lo que he hecho, a lo que he enfrentado. Siento que mi cordura flaquea, que empieza a desvanecerse entre los espacios interconectados de mis recuerdos.

Sí, estoy al borde de la locura.

Luces parpadean en mi mente, una danza caótica de destellos que parecen querer llevarme a un abismo desconocido.

Ella posa su mano en mi pecho, y sus ojos se cierran en una especie de concentración. Sus labios se mueven, murmurando algo que no alcanzo a escuchar.

Luego, su mano se retira y sus ojos vuelven a encontrarse con los míos.

—Debo mostrarte mi bondad —su voz es un susurro suave, y su dedo comienza a generar una luz. Un resplandor azul nace de sus dedos, creciendo en intensidad.

El mundo a mi alrededor empieza a desmoronarse, a desvanecerse en un torbellino de incertidumbre.

Intento hablar, intento entender, pero las palabras se niegan a salir de mi boca. Su sonrisa persiste, su mirada inquebrantable. La luz azul se transforma en un centro blanco y cegador, y todo a mi alrededor se sume en un abismo de blancura infinita.

La luz es lanzada hacia mí, un rayo de energía que atraviesa mi pecho como una flecha de incertidumbre. Palpito, siento cómo el mundo a mi alrededor se desvanece en ese mismo instante, dejándome suspendido en un oscuro vacío.

—Nos veremos de nuevo...

Unas ultimas palaras que no alcanzo a terminar de escuchar, ya que todo a mi alrededor volvió a desaparecer.

Intento moverme, desesperadamente tratando de encontrar un punto de apoyo en este abismo sin forma ni sustancia. Magia de fuego estalla en mis manos, pero no hay chispa, no hay luz que ilumine mi camino.

—RRRRR —el gruñido de Grímnir resuena, una llamada desde la oscuridad que me devuelve a un espacio tangible.

¿Grímnir?

Mi mente trata de dar sentido a la situación, de encontrar una conexión en medio de la confusión. Abro mis ojos con urgencia, solo para encontrarme con el rostro molesto de Grímnir, una figura real en contraste con el abismo anterior.

¿He vuelto?

La pregunta palpita en mi mente mientras me encuentro sosteniendo un pequeño peso en mis brazos. Bajo mi mirada y me doy cuenta de que Crusch sigue aquí, su frágil respiración confirma su presencia, su vida.

¿Volví de la muerte?

La realidad parece distorsionarse, las piezas de un rompecabezas que no encajan del todo. Una pregunta reverbera en mi mente:

¿Qué significa esto?

El maná fluye a través de mi cuerpo, pero de manera distinta, una sensación nueva y desconocida. Una fuerza parece contener todo lo que normalmente se dispersaría en un caos de energía mágica.

Algo en mi interior se revuelve, revolotea en mi estómago, un sentimiento que confirma que estoy de vuelta, que mi existencia se ha restablecido.

Mi mente es un caos, un torbellino de pensamientos que chocan y se dispersan. La novela, la fuente de esperanza que alguna vez tuve, ahora parece inalcanzable, un eco lejano en medio de un presente incierto. Pandora, Ley, las acciones del culto, los sabios, Roswaal, todas convergen en un entrelazado de conspiraciones y secretos.

Todos parecen moverse en una danza de planes, mientras yo me veo arrastrado por un torrente de cambios.

Monto a Grímnir con determinación, usando el poder de Murak para avanzar a toda velocidad. La magia fluye con estabilidad, pero sigo sintiendo algo diferente en mi interior.

Algo ha cambiado, pero no puedo comprenderlo del todo

Mis ojos escrutan el paisaje a toda velocidad, viendo los vestigios de la feroz batalla que ha tenido lugar. Cuerpos de personas y dragones yacen esparcidos por el suelo, pedazos de tierra arrancados y escombros esparcidos por doquier.

La lucha ha sido dura, pero hemos prevalecido.

La Gran Ballena yace derrotada, su amenaza neutralizada.

Intento forzar una sonrisa en medio de la agitación emocional, buscando mantenerme firme frente a la adversidad.

Un hombre se acerca a la distancia hacía el campamento, montando un majestuoso dragón blanco. Su cabello largo ondea al viento, llamando mi atención, aunque no logro recordar quién es. La confusión se mezcla con la incertidumbre mientras avanzamos hacia él.

En un instante, la confusión se disipa cuando veo a Emilia y Beatrice corriendo hacia mí.

Beatrice vuela, su pequeño cuerpo se aferra a mí con fuerza, y siento el temblor de su llanto. Sus respiraciones entrecortadas y las lágrimas que caen sobre mi espalda me conectan con su preocupación, con su alivio por encontrarme aquí.

—Betty pensó que te perdería —sus palabras, desprovistas de sus características muletillas, transmiten su angustia y su alivio. Acepto su abrazo, permitiéndole liberar sus emociones mientras sus lágrimas se mezclan con los latidos de mi corazón— ¡Eres un tonto! ¡Desalmado!

Las palabras temblorosas de Beatrice llenan el aire, expresando un cúmulo de emociones en cada sílaba.

Emilia, al avistar la crítica condición de Crusch, refrena sus palabras y sus ojos expresan sorpresa. Sin titubear, toma a Crusch con urgencia en sus brazos y, moviéndose con determinación, se encamina a toda velocidad.

—¡Iré a llevarla con Félix! —exclama Emilia, con su voz reflejando la urgencia de la situación, antes de correr hacia su destino con el objetivo de poner a Crusch en manos de Félix.

La confianza en su habilidad para curar prevalece; después de todo, es probable que él haga todo lo posible para restaurar a Crusch a su estado óptimo. La escena alrededor es un caos de emociones, con abrazos, gritos de alegría y el reconocimiento del éxito en la batalla.

Mientras sostengo con suavidad a Beatrice, permito que encuentre consuelo en mi abrazo. Juntos tratamos de apoyarnos, tranquilizándonos el uno al otro.

La figura de Wilhelm se aproxima a mí, con su expresión característicamente seria. Inclina ligeramente su cabeza en un saludo formal, algo que, aunque sorprendente, refleja su respeto y seriedad.

—Señor Marco, me gustaría hablar a solas con usted —declara Wilhelm, con su voz resonando con su típica formalidad y gravedad.

La solicitud me toma por sorpresa, pero asiento en acuerdo, recordando que hablamos de algo así antes de luchar. Nos alejamos del tumulto y nos refugiamos al otro lado del árbol. Beatrice, aún colgada entre mis brazos, sigue su labor de curación en mí, lo que hace que no estemos completamente a solas.

Mientras observo el entorno, noto una inscripción tallada en el gran árbol Flugel. Sin embargo, mi sorpresa se incrementa al darme cuenta de que la inscripción ha sido totalmente rayada y desfigurada, haciéndola ilegible.

—Que alguien cometiera tal acto —Wilhelm comenta con una mirada de desaprobación, su voz cargada de indignación—. Quienquiera que haya hecho esto debe enfrentar las consecuencias de sus acciones.

Asiento con seriedad, concordando en que aquel responsable de tal vandalismo debe rendir cuentas por su falta de respeto hacia la naturaleza y la historia.

La vista de la inscripción dañada es una afrenta al sentido de la justicia.

Era mi única pista.

Wilhelm señala el campo de flores donde Beatrice y yo estuvimos anteriormente, desviando mi atención hacia esa dirección, invitándome a un nuevo capítulo de nuestra conversación.

—Mi esposa, la santa de la espada —el tono de Wilhelm se tiñe de melancolía, como si reviviera en su mente recuerdos dolorosos—. Ella amaba las flores, al igual que tú mencionaste, porque tenían un significado especial para ella.

Con un gesto solemne, Wilhelm desenvaina su espada y observa su reflejo en la hoja.

—La espada también la amaba a ella, aunque en contra de su voluntad, la obligó a empuñarla para enfrentar a sus enemigos. —Nos dirigimos hacia el campo de flores amarillas, con el inicio del atardecer derramando su luz sobre nosotros—. Yo le quité la espada y, en un giro irónico, ella se convirtió en mi esposa.

Wilhelm planta la espada en medio de las flores, y con una ligera brisa, estas se alborotan y danzan a su alrededor.

—No había visitado su tumba desde entonces. —Su mirada se aferra a la espada y su voz se llena de pesar—. Gracias a tu información y estrategia, pude asestar el golpe final, pude vengarla.

Una sola lágrima cae desde su rostro y brilla brevemente antes de tocar una de las flores.

Hemos estado aquí por veinte minutos, y durante este tiempo, Wilhelm compartió fragmentos de su historia conmigo y algunos detalles de los otros caballeros.

—Ahora, gracias a ti, a la señorita Emilia y al señor Frey, podré ir a su tumba por primera vez. —Wilhelm toma mi mano con firmeza, su apretón denota la sinceridad de sus palabras—. Te estoy profundamente agradecido. Gracias de verdad.

Las palabras de Wilhelm me dejan perplejo. Intento procesar lo que ha dicho, pero mi mente se sume en un torbellino de pensamientos, incapaz de comprender completamente su significado.

—¿Frey? —mi voz sale, ligeramente temblorosa, mientras lo miro con curiosidad.

—El nombre de quien sirvo, Frey Karsten, sin él, es probable que me hubiese lanzado por mi cuenta y fallecido —responde Wilhelm, pero sus palabras me golpean como un relámpago.

Mis ojos se abren desmesuradamente y mi visión se nubla por un momento. Instintivamente, comienzo a correr en dirección opuesta, desesperado por encontrar respuestas.

Mi mente está en un caos, mis pensamientos desordenados y sin sentido. Corro con fuerza, como si el acto físico pudiera despejar la confusión en mi mente.

Un torbellino de pensamientos y emociones me invade.

Mi voz interior, la que había estado silente por tanto tiempo, comienza a resonar con claridad.

«¡Te quedan tres!» grita, juvenil pero definitiva, una voz desconocida en mi cabeza. El desconcierto me embarga, pero cierro los ojos y rechazo esa voz, esa realidad.

Mi mente se nubla por la incertidumbre, mi corazón late acelerado en mi pecho. La ansiedad me consume como si no existiese algo más.

Llego al campamento de los heridos, observo a mi alrededor. Crusch está allí, recostada en el suelo, y Félix se encuentra a su lado, absorto en sus anotaciones.

Observo cómo Félix atendió a Crusch, y un alivio momentáneo me embarga. Ha hecho todo lo posible por ella, demostrando la importancia que le atribuye.

Intento tocar su rostro, pero su reacción inmediata indica que está plenamente consciente.

Los ojos de Crusch se abren con lentitud, y un sentimiento de profunda satisfacción me invade al notar su recuperación. Un vínculo se ha forjado entre nosotros, uno que va más allá de las palabras.

Nuestros esfuerzos conjuntos nos han salvado mutuamente.

—¿Yo... sobreviví? —Crusch alza sus manos y las observa con detenimiento antes de posar su mirada en mí. Nuestros ojos se encuentran, y en ese instante comprendemos la importancia de nuestra lucha compartida.

Un nexo que trasciende palabras se forma entre nosotros.

Sonrío con suavidad, tratando de calmar sus preocupaciones.

—Te lo dije, ahora es momento de celebrar —comento con un tono ligero mientras tomo su mano, apreciando el cálido contacto.

En ese momento, la voz burlona de Félix se hace presente, rompiendo el momento. Su presencia al lado de Crusch es un recordatorio constante de su peculiar personalidad.

—Engañando a la señorita Emilia, señor Marco —comenta Félix con su característico sarcasmo, pero algo en él llama mi atención.

Observo más detenidamente a Félix y me doy cuenta de la transformación que ha ocurrido. Viste un traje similar a uno de oficina, su apariencia ha cambiado considerablemente. Aunque su rostro sigue reflejando rasgos femeninos, su aura emana formalidad y seriedad.

Crusch también nota la diferencia y lo mira sorprendida.

—¿Por qué llevas esas ropas? —Crusch pregunta con genuina curiosidad, extendiendo su mano hacia él—. Félix, ¿qué ha ocurrido?

En ese instante, una conclusión inevitable llega a mi mente, y mi corazón se estruja en dolorosa comprensión. La verdad se revela de manera irrefutable, y observo cómo la situación se desenvuelve frente a mí.

—Disculpe... —su voz, apenas un susurro, sale de su labios mientras intento asimilar lo que está ocurriendo— ¿Quién es usted? —Félix se dirige a Crusch con confusión y curiosidad, buscando entender la situación que ha surgido.

Y en ese momento, no puedo evitarlo.

Una risa amarga escapa de mi garganta.

—jaja.