No es Suficiente.

La mañana emergió en su esplendor y los demás se despidieron. Emilia, Beatrice y yo paseamos juntos mientras compartimos algunas palabras.

—Fue divertido~~ —Emilia bosteza ligeramente, interrumpiendo su frase con somnolencia.

—A pesar de no haber dormido mucho, en efecto, fue una experiencia divertida —admito, sintiendo la mano de Beatrice en la mía.

Podría tomar un descanso, pero para ser sincero, los recuerdos que afloraron ahuyentaron cualquier rastro de sueño, dejándome con una renovada energía

Al llegar a la mansión, los sirvientes nos reciben con felicitaciones y continúan trabajando incansablemente. Agradecemos sus esfuerzos y seguimos nuestro camino. Beatrice se frota los ojos, mientras Emilia lucha por mantenerse despierta.

—Vayan a descansar, aprovechen el laboratorio para dormir cómodamente sin ruidos molestos —les sugiero.

Beatrice asiente, y Emilia la sigue con pasos cansados.

—¿No piensas dormir? —Emilia pregunta con curiosidad.

—No tengo sueño en este momento, tengo la intención de darme un baño primero —respondo.

Ambas ingresan al laboratorio. Después de relajarme en un baño, regreso a mi habitación y tomo mi celular para buscar información relevante.

Lamentablemente, parece que los datos sobre Crusch están en volúmenes adicionales, volúmenes que nunca había examinado debido a mi falta de interés.

—Quién hubiera pensado que eso tendría tales consecuencias —suspiro, mientras abro los volúmenes cinco y seis.

Hasta ahora, solo he tomado notas hasta el cuarto volumen. Apenas comienzo con el quinto, pero se avecina una tarea que requerirá mucho tiempo para transcribir por completo.

Indudablemente, es información crucial, pero parece improbable que pueda completarla antes de que la batería de mi dispositivo se agote.

Incluso con una máquina de escribir, tengo demasiadas cosas por hacer.

La carga de la batería está en un veinte por ciento.

Mi estrategia para evitar el deterioro de la batería fue extraerla, envolverla con cuidado y mantenerla en un ambiente seco para prevenir la formación de óxido, además de reducir su temperatura lo máximo posible.

Solo así logré que la batería no se desgaste más de lo necesario. Sin embargo, ahora enfrento la tarea de determinar mi siguiente paso.

Dado que la historia no está siguiendo el rumbo que debería, es sensato limitar mis anotaciones a datos esenciales. Me centraré en información relevante sobre los arzobispos que emergen, así como detalles cruciales sobre las pruebas de la torre.

Cada punto debe ser anotado sin excepción.

La mañana transcurre mientras me dedico por completo a esta labor, sin salir de mi habitación. No puedo evitar notar cómo la batería de mi dispositivo desciende peligrosamente hasta un desalentador once por ciento.

A pesar de la necesidad de conservar la carga, debo utilizarla para completar los documentos que tengo en curso.

La mayoría de mi espacio está ocupado por artículos científicos, investigaciones, libros y videos explicativos.

Al menos, fue algo bueno distraerme con este tipo de cosas en su tiempo.

Beatrice ha empleado mi celular para registrar los datos más críticos. Es por su dedicación que la batería ha sufrido tal desgaste.

Aunque esta situación me preocupa, la urgencia radica en encontrar una solución para recargarla.

Si tuviera el cargador a mi disposición, la solución sería más sencilla. Simplemente tendría que proporcionar electricidad, aun cuando ello acelere el deterioro del cargador y me ofrezca una o dos recargas adicionales.

Pero en esta circunstancia carezco del cargador, lo que aumenta el riesgo de dañar los componentes internos del dispositivo. No cuento con herramientas para medir voltaje y corriente, ni siquiera tengo conocimiento de cómo construir un medidor de voltaje.

Si la batería explota sería el fin.

A lo sumo, podría recurrir a la creación de compuertas para fabricar una calculadora elemental, pero eso requeriría la fabricación de las propias compuertas.

Afortunadamente, esta información ya existe en los libros de la biblioteca ya que Beatrice los escribió, aunque el verdadero reto es encontrar una fuente estable de electricidad.

Mi principal objetivo es aprovechar la magia para este propósito, pero aún no he logrado unir los conceptos de la teoría electromagnética para regular y utilizar la energía adecuadamente.

Una resistencia de maná se ha vuelto esencial; necesito un semiconductor de maná.

Una vez que he registrado la información fundamental, me alejo de mi escritorio. Mi plan es resguardar estos documentos en una caja fuerte que poseo. La caja solo puede abrirse mediante la manipulación de mi propio maná, utilizando el mismo principio que rige el funcionamiento de las armas.

Beatrice también podría abrirla, pero ella respetará mi espacio.

Eso espero.

Aunque podría considerar patentar esta invención y comercializarla, esta opción me plantea el riesgo de que pueda ser utilizada en mi contra.

Esta creación en particular es algo que jamás compartiré con nadie.

Avanzo hacia la oficina de Roswaal, donde lo encuentro con una expresión alegre y complacida.

Ante lo que se ha dicho en la capital, es solo cuestión de tiempo antes de que se entere de mi nuevo título de barón. Para evitar malentendidos y problemas futuros, es mejor que lo informe de inmediato.

—Buenos días —respondo, alzando mi mano en saludo mientras sonrío. A su lado derecho, como era de esperar, se encuentra Ram, quien parece estar aún medio adormilada.

Aunque podría considerarse normal, no puedo evitar notar lo tarde que es, el almuerzo ya está a punto de llegar.

Quizás pasaron una noche entretenida, pero en realidad, no es algo que me importe en este momento.

—¡Buenos día~~s! —saluda Roswaal con alegría.

Tomo asiento en el sofá, observando a Roswaal con atención. Siento que es momento de hacerle saber sobre mi nuevo estatus.

A medida que continúo mirando hacia él, Roswaal sonríe y dirige su mirada hacia su escritorio, donde coge unos documentos que luego entrega a Ram.

Ella camina hacia mí con su expresión adormilada, aunque este tipo de actitudes de Ram siempre me provocan cierta risa.

Lo que podría resultar menos divertido es que si la provoco en este momento, es probable que termine golpeándome en nuestro próximo entrenamiento.

Por lo tanto, es mejor abstenerme de cualquier comentario provocativo.

—Tengo un anuncio que hacer —afirmo, sabiendo que es momento de abordar el tema. Roswaal sonríe con curiosidad, ella me entrega los documentos y empiezo a leer.

Miro los documentos antes de hablar, centrando mi atención en la lista de nombres que se presenta primero, seguida del asunto principal: "Deseamos anexar nuestras comunidades con Irlam".

Los alcaldes de varios pueblos están solicitando la venta de sus territorios a cambio de unirse a Irlam. Esto se anuncia como una relación cooperativa, especialmente ahora que la amenaza del culto ha vuelto a aumentar.

Esto era algo que esperaba, considerando las noticias sobre nuestra victoria contra el culto. Era previsible que esta información se propagara antes del anuncio de Emilia.

Ahora, las personas desean unirse a Irlam en busca de protección y estabilidad económica.

—Podemos aceptarlos, pero será necesario emitir identificaciones antes de su incorporación —digo, planteando una cuestión práctica.

Considerando que se trata de nuevos miembros, necesitaríamos crear tarjetas de identidad, un proceso costoso y tedioso. Antes de permitir su integración, sería prudente implementarlo también entre los habitantes actuales de Irlam primero.

—Para el miércoles las placas deberían estar listas. Les daremos el visto bueno y anunciaremos que serán bienvenidos con los brazos abiertos en una semana —propongo, enfocándome en una solución.

Roswaal asiente, aceptando mi enfoque. Sin embargo, necesitaré examinar estos documentos con más detenimiento, particularmente para identificar si hay pueblos que poseen minas o se encuentran cerca de ellas.

En tal caso, aprovechar mi título de barón sería conveniente para efectuar compras estratégicas.

—Hablando de títulos, me otorgaron el de barón —comunico. Ram suelta una risa que llama nuestra atención. Ambos la miramos y es inevitable no reírse un poco ante su reacción.

Ella parece sentirse presionada por nuestra atención, aunque rápidamente lanza una mirada amenazante que me hace entender que no debería seguir bromeando.

—En cualquier caso, este título ampliará mis posibilidades de hacer negocios —reflexiono, observando a través de la ventana—. Si bien se me otorgó como recompensa por vencer a la Pereza, desconozco cómo reaccionarán ahora que también participé en la derrota de la ballena.

Mis pensamientos se vuelven un tanto borrosos, recordándome que aún no me he recuperado completamente de todo lo acontecido.

Deberé asegurarme de que Beatrice realice un análisis minucioso de mi cuerpo, considerando el gen de la Pereza, el miasma, mi reserva de maná reducida y los daños que he sufrido.

Ya tengo un plan para aumentar mi fuerza, solo debo ponerlo en práctica.

En efecto, ganar músculo resulta más sencillo de lo que había anticipado. He descubierto una forma eficiente de abordar mi entrenamiento, lo que podría contribuir a mi bienestar general.

La fatiga muscular, un recordatorio palpable de que el cuerpo humano es una máquina compleja y frágil, se desencadena por la ruptura de las fibras musculares.

Estas fibras se desgarran y se inflaman, generando una sensación de dolor que se transforma en una señal para el cuerpo de que debe trabajar en la reparación y el fortalecimiento.

Aunque cuento con la bendición de la magia de sanación para mitigar ese dolor, descubrí que, paradójicamente, la eficacia de la curación se ve optimizada cuando las fibras musculares se inflaman en primer lugar.

Así, trazo mi camino hacia una ganancia de fuerza acelerada, un método que no requiere necesariamente un aumento excesivo en la masa muscular, evitando así convertirme en un físico culturista.

Esta nueva estrategia me permitirá fortalecer mis fibras musculares sin caer en los extremos de la estética, que también impediría mi movimiento.

Después de expresar mis intenciones, me dirijo a mi oficina en Irlam.

Sin la compañía de Rem, me sumerjo en la tarea de gestionar las cartas y asuntos que se acumulan. La falta de personal durante estos días de descanso deja en mis manos gran parte de las responsabilidades.

Los soldados también disfrutan de su merecido reposo, lo que reduce aún más el número de personas disponibles para mantener las operaciones.

A medida que examino las cartas entrantes, identifico diversos interesados en establecer negocios y acuerdos con Irlam.

Sin embargo, me embarga una preocupación constante: la selección adecuada de los socios potenciales.

La alta nobleza, con su influencia y recursos, probablemente intentará asegurarse un lugar en este nuevo entorno. Es probable que intenten adquirir o incluso apropiarse de la tecnología de las máquinas a vapor, lo que podría desencadenar un impacto impredecible en la dinámica local.

Aunque el "metía de Beatrice" se cierne como un escudo sobre la situación, aún no tengo un conocimiento profundo de este mundo y sus intricados mecanismos.

Apenas unos pocos meses han transcurrido desde que llegué aquí, y, sin embargo, el tiempo parece haberse distorsionado, abriendo paso a una serie vertiginosa de acontecimientos.

—No es el tiempo en sí mismo lo que define nuestro camino, sino más bien cómo aprovechamos cada momento —susurro para mí.

Estas palabras resuenan en mi interior, una reflexión certera de mi situación actual.

Continúo con los procedimientos y trámites, ordenando mis pensamientos y prioridades. Si tengo la intención de guiar a Irlam como una ciudad conforme a los ideales de mi mundo, es imperativo que realice los ajustes cruciales.

Tomaré decisiones y designaré a individuos competentes como ministros, para que juntos tracemos el camino hacia un futuro próspero y armonioso.

Con cada uno asumiendo la responsabilidad de un área crucial, esta estratégica división permitirá que organización y eficiencia prevalezcan en cada aspecto.

El mosaico de funciones se forma ante mí, y una sonrisa de satisfacción cruza mi rostro mientras contemplo el fruto de mi planificación.

El entorno de mi oficina, diseñado con la destreza de Beatrice, se convierte en un vasto almacén de maná, una fuente reconfortante de energía.

Entre los objetos en mi cajón, mi atención se posa en un cristal piroxeno, que enigmáticamente también parece absorber maná. Un pensamiento fugaz se forma en mi mente, sospechando que este artefacto podría estar vinculado a Beatrice.

Sin embargo, decido dejarlo de lado para el momento y centrarme en las cuestiones inmediatas.

La fatiga en mi cuerpo y la sombra de mis recuerdos me impiden rendirme al sueño, ya que temo que, al cerrar los ojos, la pesadilla de lo vivido pueda retornar con fuerza avasalladora.

Apoyo mi cabeza en la madera del escritorio, una sensación de agobio y desesperación me inunda.

Las imágenes de aquel tormento pasado emergen en mi mente con un detalle casi cruel. El retorcimiento de mis huesos, el nauseabundo olor de la sangre, el dolor que se expandía por cada centímetro de mi ser, la visión distorsionada de Pandora y su crisol de sufrimiento.

El cristal que se hundió en mi carne, una imagen de terror que me persigue.

Un vistazo por la ventana revela que la noche ha descendido. Un nudo en mi garganta se aprieta, un deseo intenso de mantener a raya esos recuerdos se afianza en mi mente.

Intento contener el flujo de emociones abrumadoras, pero las lágrimas amenazan con escapar. Me doy cuenta de mi propia fragilidad, de la herida psicológica que persiste en mi alma.

Reacciono, consciente de que no he visto a Crusch durante todo el día.

Una preocupación se enciende en mi pecho y me impulsar a ponerme en movimiento. Abandono mi oficina y comienzo a atravesar las calles silenciosas de Irlam.

Observo las edificaciones en diversas fases de construcción, el progreso tangible que he impulsado en este mundo. Cada rincón tiene su significado, cada estructura un pedazo de la historia que estamos escribiendo.

Luego me encuentro con Luan, emergiendo de la academia. Nuestros pasos se sincronizan y caminamos juntos. Inicio una conversación, indagando sobre su día en la academia, pero rápidamente recuerdo que hoy no hay clases.

—¿Estuviste en clases hoy? —pregunto, con curiosidad legítima ante su presencia en la calle en un día de descanso.

Su cabeza se inclina levemente, una respuesta negativa que refleja sus motivaciones ocultas.

—Había algunos libros específicos que quería consultar. Estoy investigando sobre ciertos temas —responde, y en su semblante veo una ligera mejoría. Esa aura de ardor constante parece un poco más controlada, y su mirada ahora es más serena.

No puedo evitar abordar un tema que ha sido discutido anteriormente, aunque con ciertas reservas.

—¿Has reconsiderado tu decisión de unirte al ejército? —mi voz es cuidadosa, consciente de los riesgos y responsabilidades que esto conlleva para alguien de su posición.

Sus palabras salen con una mezcla de convicción y duda, mostrando una lucha interna que no puedo ignorar.

—Aún estoy decidida a hacerlo. He estado conversando con el señor Alsten, y él cree que podría tener talento como estratega... —sus palabras se interrumpen, como si hubiera dicho más de lo que tenía la intención.

Una respuesta inminente se encuentra en el aire, pero Luan parece contenerla. El conflicto entre su deseo personal y las preocupaciones externas es palpable en su actitud.

Observo a Luan con preocupación, intentando leer entre líneas la situación que llevó a Alsten mencionarla como estratega. Su relato y su mirada me hacen reflexionar sobre las circunstancias que rodearon su participación en los exámenes.

Sin embargo, mi preocupación no disminuye, más bien se acrecienta al imaginar qué tipo de planificación podría estar detrás de esta decisión.

—¿Fuiste a los exámenes? —La conversación prosigue con una seriedad palpable, mi tono reflejando la gravedad del tema.

Inmediatamente, Luan asiente en respuesta a mi pregunta sobre los exámenes. Sus palabras continúan, revelando que presentó su estrategia sin haber participado en combates previos.

Comprendo la táctica que busca, deseando que ella sea vista como un recurso valioso antes de que se exponga en situaciones peligrosas.

—Si no pasas ese examen solo habrá dos posibilidades, mueres en un error irreversible, o sobrevives para incorporarte.

El peso de la elección y las consecuencias se ciernen en el aire.

Nuestros ojos se encuentran, y puedo sentir la intensidad de sus emociones. Un calor ardiente se eleva de su figura, envolviéndome sutilmente y purificando los residuos más débiles de miasma en mi ser.

Mi mano se posa en su hombro, un gesto que busca transmitir apoyo y camaradería. Mi voz retoma, esta vez cargada de empatía:

—Si logras superar ese examen, te unirás a mi escuadrón. Te aseguro que recibirás un entrenamiento especializado y un crecimiento como nunca. Pero, Luan, te pido que no lo hagas por venganza. Tu motivación debe surgir desde lo más profundo de ti misma. Tu vida no ha llegado a su fin... No es lo que tus padres habrían deseado para ti.

Mis palabras parecen haber resonado en su interior, pues un destello de agitación se dibuja en su rostro.

—La vida de tus seres queridos se ha terminado, pero lo que ellos evocan en ti sigue presente. —Miro hacia el cielo, pensando en mis amados padres—. Cuando un ser amado muere, transita de estar contigo... a estar en ti.

Antes de que pueda decir algo más, Luan se adelanta rápidamente, entrando a la mansión sin añadir más palabras.

Me quedo unos instantes en el umbral, sintiendo la resonancia de nuestras conversaciones en el aire, deseando que las semillas de reflexión hayan sido plantadas en su corazón.

La noche avanza, y las estrellas se reflejan en mis ojos mientras observo la mansión.

Una sensación de incertidumbre y desesperanza se entrelaza, recordándome la complejidad de las vidas que he forjado en este mundo.

Miro mis manos, apretándolas con fuerza mientras los pensamientos se agolpan en mi mente.

No puedo evitar sentir que todo esto es injusto, especialmente para una adolescente como ella.

Hoy ha sido un día relativamente tranquilo, pero sé que mañana comienza la gestión de las tarjetas de identidad, la producción de acero y las fábricas.

También es el momento de considerar poner en marcha mis proyectos nuevos.

Los herreros deberían llegar mañana, y espero que la chica también venga, aunque sé que esa oportunidad podría ser efímera.

Cuando entro a la mansión Emilia me jala del brazo y me lleva al laboratorio, que antes era la biblioteca prohibida. Crusch está presente, y su saludo viene acompañado de cierta incomodidad.

Al ver a Emilia, empiezo a comprender lo que podría estar sucediendo.

—¿Crusch? —expreso con sorpresa, notando la mirada que ella me lanza. Al ver la expresión de Emilia, empiezo a unir las piezas del rompecabezas en mi mente.

Ganó su curiosidad y ahora quiere ayudar a Crusch. Emilia y el protagonista de la novela tienen muchas similitudes. Al observar más de cerca, noto varias actitudes que son idénticas entre ambos.

Tal vez eso fue lo que los hizo atraerse el uno al otro.

Sin embargo, Beatrice y Emilia me miran con expresiones fulminantes. Sus rostros parecen estar juzgándome mientras yo intento entender la situación en su totalidad.

—¿Qué hace ella aquí? —inquiero, tratando de conectar todos los cabos sueltos que flotan en el aire.

Emilia se me acerca, su mirada fija en mí como si estuviera resolviendo un enigma.

—¿Quién es ella? ¿Por qué parece que la conoces de antes? —cuestiona, dejando en claro que no está dispuesta a ignorar nada—. Sé que hemos perdido la memoria de lo que fue, pero de alguna forma tú puedes recordarle. ¿Cómo la recuerdas?

Puedo mentir ahora, Crusch estará de mi lado en este momento.

Cuantas menos personas conozcan la situación de Frey, mejor. Después de todo, la memoria de todos fue modificada, algo que solo Crusch y yo sabemos.

El problema principal es la personita que está a mi lado.

No puedo evitar sentirme un tanto abatido cuando Beatrice me da la espalda en señal de desaprobación. Su reacción rompe un poco mi corazón.

Entiendo que esto se debe a mi falta de comunicación en el pasado, pero tampoco puedo evitar sentirme molesto.

Supongo que es una reacción comprensible por su parte.

Dirijo mi mirada hacia Crusch, buscando su aprobación. Puedo notar un matiz de temor en su mirada, como si algo hubiera sucedido que ahora no quiere volver a discutir.

Emilia y Beatrice son personas de confianza, pero si Crusch no quiere hablar del tema, debe haber una razón para ello.

—Ella es... —comienzo a decir mientras me acerco a Crusch— alguien que ustedes olvidaron debido a la batalla contra Gula, como ya saben.

Fijo mi mirada en Emilia y Beatrice, adoptando una expresión seria a medida que continúo.

Ellas me observan con seriedad, dejando claro que esperan que prosiga con la explicación.

—Ella es alguien sumamente importante cuyo nombre fue consumido por el culto —añado, colocando mi mano en el hombro de Crusch—. Para ser precisos, es mi novia.

Reconozco que suena absurdo, pero me parece incluso más absurdo que estén haciendo preguntas que no son pertinentes.

Les prometí que hablaría, pero todo a su debido tiempo.

Las reacciones de Beatrice y Emilia son de total sorpresa, sus ojos se abren de par en par, destilando una intensidad que no esperaba. Mientras tanto, Crusch fija su mirada en mí, pero elijo ignorarla por el momento, concentrándome en su lugar en las dos mujeres frente a mí.

Beatrice toma la palabra, su tono serio y cauteloso.

—Si no tienes la intención de decir la verdad de hecho, entonces sería más sabio que te abstuvieras de decir tonterías, supongo. —Beatrice se cruza de brazos, mirándome con decepción.

Una sonrisa incontrolable escapa de mis labios en respuesta a su comentario.

—Anhelan respuestas, pero hay ciertas verdades que quizás es mejor dejar selladas —añado, reflexionando sobre la profundidad de lo que implica mantener algunas cuestiones ocultas, revelarlas, no llevarán a nada bueno—. Hay secretos que deben permanecer en la oscuridad, por el bienestar de todos.

Emilia da un paso al frente, irradiando determinación mientras capta mi mirada con firmeza. Sus palabras fluyen con empatía y un sincero deseo de apoyo.

—¡Aun así! Si puedo aliviar, aunque sea un poco de tu carga, tanto Betty como yo estamos dispuestas a asistir en lo que podamos. —Emilia toma mi mano en un gesto cargado de solidaridad y compasión—. No importa la circunstancia, yo, incluso si no lo siento ahora mismo, realmente deseo ser de utilidad para ti.

Sus palabras despiertan una ira interna en mí, lo cual se refleja cuando retiro abruptamente mi mano de su agarre, desconcertando a Emilia con mi reacción.

—No repitas esas palabras, ¿"útil"? —frunzo mis cejas con molestia, con un matiz molesto sostengo mi mirada en Emilia—. ¿En verdad piensas que no eres útil? Si ni tú misma lo crees, entonces ¿por qué debería hacerlo yo?

Mi expresión de irritación sorprende a Emilia, quien retrocede un paso en respuesta a mi reacción.

—Yo...

—¿Por qué te cuesta tanto reconocer tu propio valor? —mi voz comienza a elevarse, cargada de emociones—. Eres Emilia, has logrado innumerables triunfos, has cambiado vidas en el pueblo, has superado obstáculos y has salido adelante.

Dirijo mi mirada hacia ella, observando su sorpresa

—Si no fueras valiosa, ¿crees que soportaría todo este sufrimiento? ¿Crees que no me habría escapado hace tiempo? —cierno toda mi ira sobre ella.

La sorpresa en el rostro de Beatrice es evidente, y ella reacciona rápidamente acercándose a mí, rodeando mi pierna con un abrazo reconfortante.

—¡Marco! —exclama Beatrice, apretándome con firmeza.

Por un breve instante, me siento vulnerado, apartándome de mi usual tranquilidad. He soltado palabras que nunca deberían haber sido pronunciadas.

Emilia, quien buscaba aliviar mis penas, se encuentra ahora atrapada en la tormenta de mi reacción.

Sin demora, Emilia abandona la estancia precipitadamente, seguida de cerca por Beatrice, quienes me dejan solo en compañía de Crusch.

—Eso no es propio de ti —observa Crusch, su tono irradiando serenidad a pesar de la tensión palpable en el ambiente.

Inclino la cabeza ligeramente, sumergido en profunda reflexión sobre las razones detrás de mis palabras y mi reacción desproporcionada.

—Lo sé...

Crusch baja la mirada por un momento, y luego alza su mano en un gesto pausado, señalando con su dedo hacia el techo.

—Mi madre siempre dice algo que ya tengo muy grabado en mi alma. —Se pone de pie y coloca su mano en mi hombro—. No somos duros con aquellos que nos lastiman, sino con aquellos que nos aman.

Las palabras de Crusch me golpean como un balde de agua fría.

Sé que he estado causando preocupación, pero exponer lo que guardo en mi interior no llevará a nada constructivo. No hay necesidad de que conozcan mi dolor, no es imprescindible que lo sepan todo.

—Vayamos a refrescarnos un poco —sugiere Crusch, a lo que asiento en silencio.

Me dirijo a mi habitación, buscando algo que le había pedido a Rem que hiciera, un encargo que le tomó cuatro días completar, pero que cumplió exactamente como le solicité.

Extraigo una caja de madera, junto con una botella de vino, y me encamino con Crusch hacia el patio, a cierta distancia de la mansión.

En ese instante, quizás debería buscar a Emilia, pero siendo honesto, necesito tranquilizarme antes de volver a enfrentarla.

No quiero herirla de nuevo de la misma manera, no lo merece.

No puedo juzgarla por querer ayudar si yo mismo sigo ocultando información. La bondad innata de Emilia puede ser complicada de lidiar, pero no puedo culparla por ello.

No deseo hablar de lo que guardo en mi interior, porque sé que no sería beneficioso para nadie conocerlo.

Lo que carga mi alma debe permanecer allí.

Incluso si llega a consumirme en el proceso.