Yo, te quiero decir.

Despierto en mi habitación solo. La calma matutina, los rayos del sol filtrándose a través de la ventana e incluso atravesando las gruesas cortinas.

La noche pasada las pesadillas no osaron rivalizar con la intensidad de las emociones que se agitaban en mi interior.

Aunque mis mejillas no estén humedecidas por las lágrimas, puedo sentir que algo ha cambiado en mí; una transformación sutil pero profunda.

Reflexiono sobre las decisiones que tomé en las últimas horas, sobre cómo subestimé el verdadero significado de Crusch en mi vida. Me enfrento a mi propia insensibilidad, con la mirada cruda de la verdad.

¿Cómo pude haber considerado la posibilidad de abandonarla en un momento tan crítico?

Me siento como un insensible, como un ser que finalmente ha vislumbrado la luz después de vagar en la oscuridad.

—Entonces, esto es lo que se siente, ¿verdad? —susurro en voz baja, compartiendo mis pensamientos con el silencio que me rodea—. Rem...

Los recuerdos fluyen como corrientes en mi mente, trayendo a la superficie situaciones pasadas en las que enfrenté decisiones similares. Aunque logré rescatar a Crusch de las garras del destino, ahora puedo ver con claridad que podría haber hecho mucho más.

Mi vida, la cual no se desvanecerá con la muerte, no es de la misma importancia que la de los demás.

Mi mirada se desliza hacia la ventana, donde el sol se alza con determinación, llenando el mundo de luz y calor.

Contemplo el nuevo día con una sensación renovada de esperanza y posibilidad.

—Este es un nuevo amanecer, el que siempre anhelé presenciar —murmuro para mí mismo mientras abro la ventana, permitiendo que la brisa matinal acaricie mi piel—. Sí, esto marca un punto de partida, un "desde cero" para mí.

Mis ojos vagan por el panorama exterior, observando cómo el mundo cobra vida bajo los rayos dorados del sol ascendente.

Las palabras de mi padre, sus enseñanzas sobre cada día como una oportunidad para comenzar de nuevo, resuenan con un significado más profundo en este momento.

Cada día es como una página en blanco, una oportunidad para crear; para moldear nuestras acciones y emociones en el lienzo de la vida.

Siento la determinación crecer en mi interior, y tomo la decisión de visitar el laboratorio sin previo aviso.

Al cruzar la puerta, mis ojos se posan en Emilia y Beatrice, quienes se encuentran absortas en sus propias tareas de arreglo. Mi repentina aparición parece sorprenderlas, pero una sonrisa cálida y genuina se dibuja en mis labios, disipando cualquier inquietud que puedan haber sentido.

—No importa si se esconden, siempre las encontraré —afirmo, mi mirada firme se encuentra con las suyas, transmitiendo mi determinación—. Quiero hablar con ambas, aquí y ahora.

Ambas asienten en respuesta y se acomodan en la cama. Yo me mantengo erguido, una extraña pero reconfortante sensación se agita dentro de mí; algo que no había experimentado en mucho tiempo.

—Marco. —Beatrice capta mi atención al tocar su pecho y cerrar los ojos con una sonrisa enigmática—. ¿Puedes sentirlo?

Me quedo momentáneamente desconcertado, pero mi atención se centra en sus palabras y gesto. Mi mirada busca respuestas en su expresión, y antes de que pueda formular una pregunta, continúa.

—No sé cómo lo lograste de hecho, pero ahora...

Sus palabras quedan suspendidas en el aire, y antes de que pueda reaccionar, siento como un impulso interior me guía. Sin pensarlo, corro hacia ellas y las abrazo con fuerza.

Las sostengo en mi abrazo, sus expresiones de sorpresa se desvanecen en la calidez y la seguridad de mi gesto.

—Estaba perdido, estaba agotado —confieso en voz baja, manteniéndolas cerca, permitiendo que mi voz sea el puente que conecta nuestras emociones—. Anhelaba escapar, deseaba hallar descanso, pero me atemorizaba enfrentar mis propios tormentos nocturnos.

La cabeza de Emilia se posa en mi hombro, pero la alzo con suavidad, deseando mirarla directamente a los ojos.

—Mis disculpas, Emilia. Me equivoqué en mis palabras, en mis acciones.

Sus ojos se abren, revelando sorpresa y un rastro de tristeza en su mirada.

—Sí, sufrí por ti, y eso no cambiará.

Un nudo se forma en mi garganta, pero sigo adelante, deseando ser honesto; transparente.

Ambas mujeres son la razón por la que he persistido, por la que he luchado, por la que sigo avanzando.

Todo lo que he hecho ha sido por ellas: por mi princesa y por Emilia.

Aunque claro, yo también entro en la ecuación.

—Pero al igual que yo, ustedes también han sufrido a causa de mí. Y por eso quiero pedir disculpas.

Ambas sacuden la cabeza en negación, pero libero mi abrazo para poder mirarlas a los ojos, deseando transmitirles la sinceridad de mis palabras y la complejidad de mis emociones.

Ahora comprendo.

—Fui un insensato, pero sé que encontrarán el perdón en sus corazones.

Una sonrisa sincera se forma en mi rostro, sus miradas se cruzan con las mías, liberando los sentimientos que habían estado reteniendo.

En esta hermosa danza de emociones entrelazadas, ellas son una parte esencial de mí, una parte vital de mi anhelo.

—Pero ¿por qué haces esto? ¿Por qué te sacrificas de esta manera por nosotras? —Emilia me mira con ojos devastados, lágrimas brillando en sus ojos—. Se que amas a Betty, pero... ¿Lo que haces por mí? —su mirada cargada de expectativa y anhelo.

—Dices que nos amas supongo, pero también percibimos tu sufrimiento en silencio de hecho. Si estás dispuesto a soportar tal dolor por nosotras... —Beatrice desvía su mirada hacia mí, su expresión llena de pesar.

Coloco suavemente mi mano en sus mejillas, secando con ternura las lágrimas que adornan su piel.

Experimentar un sufrimiento profundo por el dolor ajeno es la manifestación más profunda del cariño que podemos ofrecer.

—Ambas se equivocan —digo mientras inclino la cabeza, una sonrisa de comprensión en mi rostro—. Mis acciones no se basan en lo que hago por ustedes, sino en lo que decido no hacer por alguien más.

El sufrimiento que he soportado, las luchas internas, el deseo de escapar, todo esto ha sido posible porque sé que ambas estarán a mi lado. Ambas representan mi ancla, mi apoyo constante en el que puedo confiar y por el que estoy dispuesto a pelear.

En su presencia, encuentro paz y fortaleza, una fortaleza que no creí posible.

—Es cierto, en ocasiones las lastimaré.

Mi voz resuena con una firmeza tranquila mientras reconozco mi humanidad en toda su complejidad.

—Y es igualmente cierto que ustedes también me lastimarán.

La verdadera esencia de esta relación radica en la aceptación mutua de nuestras imperfecciones y errores.

Solía pensar que debía recorrer mi camino en soledad, cargando con todo el peso del mundo sobre mis hombros, mientras los demás eran meras piezas en un juego de ajedrez.

Sin embargo, cuán equivocado estoy.

—Indudablemente, nos causaremos daño mutuo —proclamo, tomando sus manos y entrelazando nuestros destinos con un gesto significativo—. Pero eso es parte de la vida, parte de nuestra travesía.

Nuestros corazones laten en un ritmo unísono, conscientes de que el sufrimiento compartido nos brinda una fortaleza excepcional.

—La llegada de la primavera implica abrazar el riesgo del invierno; convertirse en presencia implica aceptar la posibilidad de ausencia.

Cada herida se convierte en una lección, cada caída en una oportunidad para alzarnos de nuevo.

No importa si el sufrimiento está en nuestro horizonte, porque lo que verdaderamente importa es que ese dolor se convertirá en una lección, en una experiencia de la que aprenderemos y que nos servirá para prepararnos para las estaciones futuras.

—Las dos son importantes para mí, y mi deseo es verlas sonreír y ser felices. Por eso, creí que debía reprimir todas mis emociones y cargar con el peso solo. —Cierro los ojos, sintiendo el calor de sus manos sobre las mías—. Deseaba hacer cualquier cosa para verlas felices, pero había algo que no comprendía.

Justo en ese momento, interrumpiéndome gentilmente, ambas entrelazan sus corazones, demostrando que estamos unidos en este sendero compartido.

Sus miradas se encuentran con las mías, reflejando mi propio ser en sus preciosos ojos.

—Para nosotras, parte de nuestra felicidad es verte a ti feliz. —Ambas sonríen, y sus palabras se posan sobre mí como un suave bálsamo.

Es verdad, en un principio pensé que había venido a este mundo a sufrir.

Sin embargo, soy el mismo individuo que me condujo a la derrota, al dolor, a esta lucha interior.

Aunque no he cambiado de manera fundamental, quizás ahora estoy en un punto en el que puedo comenzar a aceptarme de una forma más profunda y completa.

—Entonces, permitámonos enfrentar juntos los desafíos, permitamos que el sufrimiento nos una en este camino compartido. —Las rodeo nuevamente con mis brazos, y ambas sollozan suavemente mientras me aferran—. Las quiero, y es por eso por lo que me disculpo, sobre lo estoy a punto de compartir.

Siento la disposición de ser vulnerable, de abrir mi corazón y compartir mis luchas y temores más profundos.

Empiezo a relatar mis desafíos, cómo el trabajo me ha consumido hasta dejarme exhausto, cómo la presión de las expectativas me ha mantenido despierto durante las noches.

Comparto la responsabilidad que siento hacia los habitantes de Irlam.

Menciono el acontecimiento durante la batalla, cómo el miasma invadió mi cuerpo y el arzobispo clavó algo en mí, describo mis preocupaciones y mis miedos ante el futuro.

Emilia parece ser la que más se ve afectada por mis palabras.

Pero en este momento, no hay más opciones que ser honesto.

—Tengo miedo, pero no puedo permitirme caer en la desesperación —digo, liberando un suspiro contenido—. Esa no es la forma en que deseo vivir.

Ellas permanecen cerca de mí, me rodean con su apoyo mientras compartimos la carga de mis pensamientos y emociones.

—No estás solo, Marco —responde Emilia, su voz suave pero llena de determinación.

Beatrice suavemente coloca sus manos en mis mejillas y con su dulce fuerza me hace enfrentarla.

Sus ojos, hermosos, con iris en forma de mariposa, me miran con una intensidad sincera.

A pesar de su sonrisa, sus ojos transmiten una profunda comprensión y cariño.

—Hablar sobre tus problemas no te hace insensible, al contrario, supongo. —Se acerca, acercando nuestras frentes hasta tocarse—. No debes esperar a estar al límite para compartir tus pensamientos y sentimientos de hecho. No importa cuánto puedas estar sufriendo supongo, no importa cuánto pueda ser necesario que soporte de hecho. Mientras Betty esté contigo supongo, será feliz de hecho.

Sus palabras están cargadas de una emoción profunda, de un amor tan bello y valioso que solo puedo escuchar con admiración.

—La vida de Betty cambió desde que llegaste supongo, pero también eres la razón de mi felicidad de hecho. —Con un leve rubor en sus mejillas, deposita un beso en mi frente—. No tienes que ser excepcional para ser extraordinario supongo. No necesitas ser fuerte para ser un caballero de hecho. Solo tienes que ser Marco Luz supongo.

Abro los ojos con asombro mientras Beatrice me mantiene cautivado con su mirada.

—La persona a la que Betty ama es el caballero Marco Luz de hecho. No hay otro supongo. —Besa suavemente mi mejilla, dejando un rastro de amor en su gesto—. No importa si eres vulnerable, no importa si eres fuerte de hecho. Para Betty, Marco Luz es el único caballero capaz de traerle felicidad de hecho.

Mis ojos se llenan de gratitud mientras sostengo sus manos con firmeza.

—Por eso, permítele a Betty hacerte feliz.

Cierro los ojos, meditando en lo que acaba de decirme la persona que más quiero. Un sentimiento que creí perdido para siempre, un amor familiar que pensé que nunca volvería a experimentar.

La dicha de tener una familia, algo que perdí hace mucho.

—Existe una razón por la que estoy en este mundo —confieso, dejando que mi voz refleje mi compromiso—, y voy a encontrarla.

Ambas me observan con admiración, un destello de comprensión en sus ojos.

—No importa los desafíos que enfrentemos, los afrontaremos juntos —proclamo, sintiendo cómo nuestras conexiones se fortalecen—. A partir de este punto, todo es un lienzo nuevo que pintaremos juntos.

Las lágrimas brillan en sus ojos y las abrazo con fuerza, sintiendo cómo nuestro vínculo se hace aún más fuerte. La vulnerabilidad que compartimos nos une en un nivel más profundo.

—Gracias a ambas por estar aquí conmigo —susurro, sintiendo el calor reconfortante de su presencia en cada fibra de mi ser—. Las quiero, las quiero desde lo más profundo de mi corazón

Mis pasos hacia adelante serán firmes, impulsados por el amor y la determinación de hacer lo correcto.

Nadie podrá detenerme ahora que tengo a Emilia y Beatrice a mi lado.

También tengo mucho que agradecerle a Crusch.

Juntos enfrentaremos cualquier desafío, sabiendo que el sufrimiento compartido solo nos hará más fuertes, y que el aprecio mutuo es nuestro más grande respaldo en esta travesía constante llamada vida.

Luego de mis palabras, ambas finalizan sus preparativos y se cambian, mientras yo aprovecho para tomar un baño.

Una vez salgo, ya vestido con ropa militar, me encuentro con Crusch, quien se dirige hacia mi habitación.

—Buenos días —saludo, observando el reloj para confirmar que son aproximadamente las siete de la mañana.

Ella no parece tener una agenda particularmente ocupada, así que despertarse a esta hora podría indicar algún nuevo propósito.

—Buenos días, Marco. —Sonríe, extendiendo su mano hacia mí—. Un nuevo día, listo para comenzar nuestro trabajo.

Levanto una pregunta que he estado considerando desde antes, sabiendo que podría ser una idea interesante.

—¿Te has planteado unirte al ejército? —inquiero, notando la sorpresa en su mirada.

He estado reflexionando sobre esto por un tiempo. Creo que el ejército podría ser un lugar donde su habilidad con la magia del viento y su destreza podrían ser realmente útiles.

Aunque ya no posea su espada, su magia de viento podría combinarse de manera impresionante con una bala.

Solo el concepto de eso me envía escalofríos. Una bala impulsada por su bendición del viento podría alcanzar velocidades increíbles.

—¿Yo? Pensé que querrías que te ayudara con la administración —comenta Crusch, cruzándose de brazos y mirándome con curiosidad.

Inclino la cabeza ligeramente, rechazando esa idea.

Crusch es una candidata ideal para entrenar a los soldados en habilidades cuerpo a cuerpo, una carencia que hemos tenido en el ejército.

Dado que tengo reservas en cuanto a quiénes permito acceder a los altos mandos, contar con alguien de su fortaleza y carácter sería beneficioso. Además, su habilidad para detectar mentiras podría resultar extremadamente útil.

—Tu fortaleza sería de gran utilidad para entrenar a los soldados en habilidades cuerpo a cuerpo, mejorando sus posibilidades de sobrevivir. —Observo el pueblo, ponderando cuál sería la mejor elección—. Serás parte de los altos mandos, lo que te otorgará más autoridad. Sin embargo, para lograrlo, debes someterte a un examen.

Una sonrisa se forma en sus labios, demostrando que entiende lo que estoy implicando.

—Un examen... no tengo problemas con eso.

Dentro del contexto de este mundo, Crusch es la candidata ideal para ser ascendida a un puesto importante en el ejército, quizás como subcomandante. Sin embargo, tal promoción deberá esperar un tiempo adecuado.

Si la elevo demasiado rápido, los soldados podrían dudar de la veracidad de mis palabras y pensar que todo es una artimaña.

El examen para el cuerpo de élite es una práctica común aquí. Cualquiera puede ser recomendado para someterse a él, y la decisión de participar o no está en manos del individuo.

Luan y Crusch, ambas realizarán el examen. Esto me permitirá asegurarme de que Luan enfrenta un desafío considerable. Si realmente es un talento excepcional, debe demostrar su valía enfrentando una dificultad importante.

No es mi intención aplastar su espíritu, sino ayudarlo a entender su verdadero potencial.

Aunque la idea de someter a alguien a dificultades no es algo que me agrade, es necesario. Luan proviene de una aldea que sufrió pérdidas irreversibles, y enfrentar dificultades en el ejército podría resultar abrumador.

Sin embargo, su crecimiento es esencial para nuestra causa.

Si hago que Crusch realice el examen primero y tiene un éxito contundente, podría desmotivar a Luan. Crusch será una figura crucial en nuestra estrategia, por lo que debo acelerar su ascenso para que participe en diferentes tareas.

Determinar la lealtad de alguien es esencial. La bendición de Crusch será valiosa para detectar cualquier intento de infiltración por parte de espías de Lugunica.

Aunque los métodos de detección funcionan en la mayoría de los casos, no son infalibles y hay situaciones en las que pueden fallar.

—Vamos, hay mucho trabajo por hacer —anuncio, instándola a moverse junto a mí.

Juntos, enfrentaremos los desafíos que se avecinan.