Oportunidades.

Después de la gran batalla, convocamos a una reunión extraordinaria, donde asigné rangos que reflejaban sus méritos a cada uno de los participantes.

Con Luan destacándose de manera excepcional, decidí conferirle el título de capitana del cuerpo de Élite del ejército. Hay un motivo por el cual la hice capitana y no al resto del escuadrón, que con lógicas razones se merecería ese puesto.

Necesito tener a Luan lo más cerca posible, vigilar y mantenerla con vida en la medida de lo posible. Su poder sigue siendo algo desconocido y en un futuro deberá crecer para ser lo suficientemente fuerte.

Puede ser mi mayor carta en contra del culto.

Además, su destreza sobresaliente la coloca como una líder natural, y en un escenario donde la disciplina y el orden son cruciales, su capacidad para comandar resulta esencial.

A Lucas, por su liderazgo, lo ascendí al rango de coronel en recién formado cuerpo elite. Todos los sobrevivientes formaran parte de ese cuerpo elite, es decir, cualquier miembro futuro no podrá ingresar de momento.

Tras los sucesos con Crusch, opté por compartir una versión ficticia de lo acontecido, una trama elaborada para asegurar su integración en el grupo sin causar desconfianzas.

Las palabras fluyeron con engañosa naturalidad, y aunque las mentiras adornaron mi relato, la perspectiva de un premio en conjunto con el adelanto de pago para todos mitigó cualquier asomo de resistencia.

Crusch, ahora en el rango de teniente Militar, aceptó su posición en el nuevo orden con relativa facilidad.

En lo que respecta a Luan, su nombramiento fue una decisión impulsiva, basada en el entendimiento de su potencial. A pesar de sus diecisiete años, su habilidad y su valentía evidencian una capacidad excepcional.

Sin embargo, reconozco que todavía hay facetas de la vida que necesita experimentar para alcanzar su pleno desarrollo.

—Ahora, profundicemos en lo sucedido —anuncio en la quietud de la noche, convocándolos a reunirse bajo la luz de la luna en el quiosco del patio.

Aquí nos encontramos: Emilia, Beatrice, Crusch, Luan y yo, todos compartiendo un momento de serenidad mientras disfrutamos de una taza de té.

Los semblantes de Beatrice y Emilia reflejan satisfacción, mientras que Crusch fija una mirada penetrante en Luan, quien parece ligeramente incómoda bajo esa atención inquisitiva.

—Bien —continúo, desviando mi mirada hacia Luan—, ¿tenías conocimiento de que tu sangre tenía la capacidad de repeler a las mabestias?

Ella asiente con una serenidad que parece haber reemplazado la agitación previa. Sus ojos emanan una calma sosegada, su aura ardiente parece haberse aquietado, y el brillo en sus ojos también se ha atenuado ligeramente.

—Sí —asiente, su mirada barriendo a través de todos nosotros—, lo supe el día en que llegué a este lugar.

Mis sospechas se confirman; los cultistas desconocían la existencia de las mabestias. Esto implica que Luan se aventuró y sobrevivió en esa situación puramente gracias a la fortuna de su linaje sanguíneo.

Lo que a su vez sugiere que Roswaal no compartió detalles sobre nosotros con ellos.

—Su sangre sigue siendo un enigma de hecho. —Beatrice se pone de pie y se acerca a Luan, quien reacciona con una mezcla de temor y una tímida resistencia.

Los ojos de Luan destellan levemente, mientras su calor interno parece manifestarse de manera contenida.

—Su cuerpo responde a sus emociones. Una sangre con esa capacidad es algo que solo he leído en un libro, aunque no lo recuerdo con claridad —Beatrice lamenta con sinceridad—. Tal vez podamos hallar información en las bibliotecas de Lugunica.

La biblioteca principal de Lugunica, donde se resguardan registros que datan tan atrás como la fundación del reino. Aunque la idea es tentadora, el acceso es extremadamente restringido, por no mencionar que no tenemos la autorización para ingresar.

—Leí algo similar en la mansión Karsten, sobre personas con habilidades como esta. Eran, al parecer, descendientes de una criatura, aunque el nombre se me escapa —Crusch comienza a cavilar, como si tratara de rescatar un recuerdo que se ha desvanecido con el tiempo.

"Un sentimiento de vacío", coinciden ambas en su búsqueda de respuestas.

Ante la falta de certezas, cambio el enfoque y empiezo a narrarles otros planes. Beatrice y yo nos encargaremos de adiestrar a Luan en el arte de la magia, mientras que Crusch se hará cargo de su formación en combate.

—Yo también quiero formar parte —declara Emilia con un gesto de puchero apenas perceptible.

—¿Qué te parece ser la compañera de entrenamiento? De hecho, podríamos realizar sesiones de práctica mutua entre todos nosotros —propongo, y mi sugerencia es acogida con asentimientos unánimes.

Necesito fortalecerme, pues si he de protegerlos y evitar repetir constantemente la muerte, debo tener un control más firme sobre mi destino.

—No puede haber un entrenamiento sin la presencia del personaje principal —Ram interviene desde mi espalda, sus palabras provocando un escalofrío que me recorre la espina dorsal.

Desde el fin de semana, retomé el entrenamiento con Ram. Dos horas de combate, además de mi rutina de ejercicios matutinos.

Debo admitir que más que entrenamiento, se siente como si Ram me estuviera proporcionando una serie de palizas. Su control sobre su cuerpo es asombroso, como si fuera un genio innato, capaz de mover cada músculo de manera precisa y eficiente.

Aunque su personalidad a menudo es mordaz y desafiante, uno puede aprender a apreciar su forma única de expresarse. Y, por supuesto, no me dejo intimidar; siempre busco la oportunidad de lanzarle mis propias puyas.

—Bien, consideremos esto una batalla contra el jefe final. —Sonrío, inclinándome hacia atrás para observarla—. Parece que te han liberado de tus ataduras. ¿No estarás tramando algo extraño?

Antes de que pueda reaccionar, un puño se dirige hacia mi rostro. Activo Murak y evado con destreza.

—Definitivamente necesitas más entrenamiento. —Ram truena sus nudillos, lanzándome una mirada furiosa—. ¿No deberíamos estar entrenando ahora?

Parece que he conseguido enojar al demonio.

—Bueno, quizás hoy pueda brindarte una lección —menciono en tono ligero, consciente de que estoy desafiando sus habilidades.

Persistiré sin rendirme, mejorando a un ritmo constante, aunque pausado. Estudio mis ataques, analizo mis movimientos. Beatrice me ha estado guiando en el uso de la magia Yin y en la mejora de mi control sobre el maná.

—Reunámonos en el patio todos los días para entrenar —propongo.

—¡Sí! —exclaman todos, sus ojos destilando determinación.

Estamos dispuestos a avanzar, pero sabemos que la preparación es clave. Solo al estar preparados podremos enfrentar los desafíos que la vida nos presenta, sin importar el mundo en el que nos encontremos.

La obtención de las identificaciones no resultó demasiado complicada.

Aunque no tuvimos acceso a la impresión de imágenes, logramos usar nuestros metías con la incorporación de tarjetas de identificación. En ellas, introdujimos una nueva característica.

—Medidor de maná.

Dado que las fluctuaciones de maná varían en cada individuo, el metía memoriza la huella de maná al momento de la activación.

Tener a Luan fue útil para calibrarlo.

Esto permite que el dispositivo inicie con la huella personal del usuario, apagándose automáticamente si se detiene el flujo de maná. Aunque su lógica es relativamente sencilla, resulta efectiva para la mayoría de las personas.

Si bien no son tan precisos como los medidores del ejército que usan la sangre, son más fáciles de usar y entender.

Aunque los costos fueron elevados, esta medida resultó esencial para acoger a los nuevos habitantes.

En mi despacho, me encuentro con Emilia, revisando los informes entregados por Alsten.

—Doscientas personas desean unirse al ejército —informa Alsten con una sonrisa—. Proceden de pueblos cercanos, algunos con familias y otros provienen de Lugunica.

Lo que temía está ocurriendo ahora. Aceptar a estas personas no es un problema; el verdadero desafío radica en la posibilidad de infiltración de espías, dada la magnitud de la solicitud.

Pero lo que la mayoría no espera es que tenemos una teniente general capaz de discernir mentiras.

—Hazle saber a la teniente que es hora de poner en marcha el proceso.

Las construcciones en Irlam no han cesado desde el principio de todo. A pesar de que las viviendas permanecían vacías, tenía la certeza de que la gente llegaría.

Ahora, esa apuesta se ha cumplido.

Más de seiscientas personas desean ingresar a Irlam. La demanda abarca desde aquellos que han sobrevivido a ataques, pueblos aliados que ahora enfrentan dificultades económicas, hasta personas de las zonas más humildes enviadas por la Hermandad.

Una diversidad de individuos busca refugio en nuestra tierra.

Por supuesto, no pretendo establecer un peaje por la entrada. Sin embargo, he implementado una regla para mantener el orden.

Solo después de vivir en Irlam durante al menos cuatro meses sin incidentes, se tiene el derecho de solicitar una tarjeta de identidad y acceder a los salarios propios de un habitante de Irlam.

Aquellos que son extranjeros trabajan por remuneraciones inferiores, pero se les ofrecen ayudas específicas según su situación.

He abierto varias tiendas, enfocándome en las habilidades y profesiones de las personas que llegan.

Irlam se irá transformando gradualmente en una ciudad con el tiempo, avanzando hasta el punto en que pueda vislumbrar los primeros pasos de la era moderna.

Es mi anhelo y lo que me propuse lograr.

—La joven está aquí. —Rem abre la puerta, dando paso a mi próxima carta. Helena Grandheart, quien iniciará mi próximo gran proyecto.

No sé qué sucedió con su abuelo, pero su presencia aquí indica que decidió tomar su vida en sus propias manos. Ahora, mi responsabilidad es no decepcionarla.

Es momento de traer el periodismo a este mundo, uno que informe de manera veraz y educativa, llevando consigo la esencia de lo que debería ser.

—Señor Marco. —Helena se inclina, y yo le ofrezco una caja que tenía preparada. Al abrirla, lo que encuentra es justo lo que había estado anhelando.

—Eso es... —Helena contempla la máquina, con sus pequeños botones inscritos con letras.

—Una máquina de escribir —digo mirándola, mientras su asombro inunda su rostro.

Tras explicarle el funcionamiento y las responsabilidades que conlleva, incluyendo la tarea de reunir a personas capaces de recopilar información y redactar documentos, ella parece un tanto abrumada, pero finalmente sonríe y toma mi mano con determinación.

—Me diste la oportunidad de pasar un buen tiempo con mi abuelo, ahora, como el mismo dijo —sonríe, mirándome a los ojos—: yo Helena Grandheart, tengo un futuro por delante.

Envío a Helena en busca de información y contactos que serán vitales para establecer una red de informes y una organización de investigación. Después de conversar con ella, me dirijo hacia la herrería, donde me aguarda una sorpresa.

Baltazar me recibe con una sonrisa contagiosa.

—Viniste solo, ¿eh? Supongo que Rem debe estar buscándote por todos lados, ¡jajaja! —Baltazar entra al local, echando un vistazo a su equipo para luego ponerse a mi lado—. Aunque, en mi opinión, sería Emilia quien te convendría más.

Solo él podría soltar un comentario así de manera espontánea y sin temor alguno. Toma del hombro a uno de los nuevos herreros y lo examina con firmeza.

—¿Tú qué opinas? —Baltazar pregunta como si estuviera a punto de tomar una decisión de vida o muerte.

Después de unos segundos de nerviosismo, el pobre herrero es "rescatado" por un compañero. Baltazar por su parte me lleva hacia su oficina.

Aunque es el líder y tiene ciertas responsabilidades, parece que las cumple a su manera, sin descuidar su pasión, algo que en lo personal no me molesta en absoluto.

Al contrario.

—Llevaré esto a casa y lo haré. Mientras estoy aquí, solo quiero estar rodeado de metal —afirma, entregándome dos lingotes.

El proceso de forjar el hierro resultó ser más fluido de lo esperado, lo que nos permitió establecer tres fábricas: dos de hierro forjado y una de acero.

Después de hablar con Frey, él acordó dejar de vender hierro y nos proporciona los minerales, permitiéndonos producir el hierro forjado que luego le vendemos.

Parece que la magia juega un papel importante en este proceso, ya que aparentemente tienen una manera de infundir los metales para hacer armamentos mágicos.

Aunque no logré descubrir el método, no me inquieta en absoluto.

Roswaal me dijo que no puede darme el proceso, ya que nos enemistaríamos con Costuul innecesariamente.

—Se nota una diferencia notable —comento al observar el acero sin muchas imperfecciones.

Su apariencia y brillo también son superiores; es evidente la distinción entre lo que hemos producido y lo de Lugunica.

—Sí, definitivamente causará asombro si esto se vuelve público.

Sus palabras llegan acompañadas de una advertencia.

Aún no es el momento de revelar este avance, las circunstancias son tensas y hacerlo antes de tiempo podría llevarnos a pérdidas.

Planeamos anunciarlo cuando estemos listos para enfrentarnos a cualquier desafío, cuando tengamos las nuevas armas y balas en nuestras manos.

Con el acero manufacturado, el tiempo empezó a fluir con mayor rapidez. Gracias a la máquina de escribir, el tiempo que invertía en la redacción de informes se redujo considerablemente.

Decidimos presentar la máquina de escribir como una novedad estratégica.

Gente de diversas regiones comenzó a acudir a Irlam con el propósito de adquirirla.

Optamos por no realizar envíos, ya que nuestro objetivo es dar a conocer Irlam y consolidar su reconocimiento, dificultando así cualquier intento de ataque.

Las semanas transcurrieron, marcadas por la repetición de la rutina de trabajo y entrenamiento. Mi relación con la gente aquí ha crecido significativamente, especialmente con Ram, Otto, Crusch y Emilia, con quienes tengo una conexión especial.

Por supuesto, Beatrice sigue siendo única en su trato y mi más grande apoyo. Así como a quien más amo.

Luan parece estar en una etapa de transición, pero ya se ha ido adaptando a la vida aquí, haciéndose cercana a Crusch, sobre todo.

En este momento me encuentro sentado en una de las mesas, contemplando la belleza de la arquitectura parisina que me rodea. A mi lado hay un plato que presenta una creación culinaria que evoca la esencia de la cocina francesa: un homelet con queso.

—Esto es un homelet, pero su preparación es diferente —explico mientras Ram observa el plato.

Ella contempla un delicioso homelet francés con queso y tostadas de pan.

Crusch también está presente y parece apreciar la comida. El homelet está doblado con cuidado, revelando un interior suave y jugoso. La capa dorada y ligeramente crujiente del exterior contrasta con la textura aterciopelada del relleno.

El queso, con un aroma suave pero penetrante, se derrite lentamente en el centro, formando hilos que se estiran cuando parto un trozo con el tenedor.

—Luce absolutamente delicioso —comenta Crusch, y sonrío, complacido por la apreciación que muestra hacia la gastronomía.

Crusch nunca mostró mucho interés en preguntarme acerca de mi mundo. Supongo que no quiere incomodarme o espera que sea yo quien le cuente lo que desee compartir.

He proporcionado información puntual, evitando ponerla en duda.

Mi teléfono se descargó por completo hace unos dos meses, por lo cual no tengo forma de acceder a la información. Lo que tengo ahora es con lo que jugaré por un tiempo, la electricidad es mi objetivo principal desde entonces.

Por otro lado, Ram me ha convertido en el chef de la noche cada vez que pierdo ante ella.

Esta rutina nocturna se ha vuelto una costumbre, y en ocasiones se nos unen quienes no están ocupados. Dado que no tengo problemas con esto, me encargo de cocinar para más personas.

A decir verdad, encuentro esto relajante.

—Ves Ram, ella sí sabe apreciar la comida, a diferencia de la señorita "patatas al vapor" —comento mientras pruebo el homelet.

El huevo, cocinado a la perfección, se deshace en mi boca, liberando su sabor cremoso y delicado. El queso, con su perfil salado y lácteo, se fusiona en armonía con el huevo.

Cada cucharada es una sinfonía de sensaciones: la suavidad del huevo y el queso, la textura crujiente del exterior que añade contraste, y el regusto sutilmente salado que despierta el paladar.

Debo admitir que soy un cocinero excepcional.

—Sí, está delicioso —afirmo con los ojos entrecerrados, apreciando el momento.

—Eso es lo único en lo que eres bueno aunque me pese —responde Ram, mientras devora el homelet.

La vida fluye y el tiempo no se detiene. Las interacciones van y vienen, pero la paz y la tranquilidad son parte de esta dinámica.

El proyecto continuó avanzando, y pude centrarme en algo que siempre quise hacer en mi mundo, una experiencia que siempre deseé experimentar. Con la ayuda de Beatrice y Rem, tomamos el trabajo.

Al principio, al explicárselo, no captaron mucha atención, pero a medida que trabajamos juntos, les fui mostrando cómo funcionaba todo, realizando pequeñas pruebas que demostraban su viabilidad.

Esto subió los ánimos y el trabajo va viento en popa.

Todos vamos moviéndonos, avanzando, escribiendo un lienzo nuevo que se teje en la felicidad y la vida de todos.

Quizas las cosas no saldrán como quiero, pero aquí estaré, dispuesto a enfrentarme a todos los que se me atraviesen.

Lo haré posible, yo lo haré.

Porque me llamo Marco Luz.