Ahora es tu turno.
Las ráfagas de viento, como susurros del cielo, conspiran en nuestra contra mientras las nubes oscuras se despliegan con solemnidad sobre el cielo.
Aunque el panorama no sea el más favorable, algo en mí percibe una extraña ventaja en la adversidad. Observo con determinación hacia el horizonte, reflexionando sobre el camino que nos ha conducido hasta este punto.
La figura de Crusch, erguida y imperturbable a pesar de los temblores que la sacuden, me infunde un renovado sentido de propósito.
En la altura que nos rodea, hay una perfecta oportunidad para hacer un ataque sorpresa, un momento fugaz en el que nuestras acciones podrían cambiar el rumbo de la batalla. Con el corazón latiendo al ritmo de la urgencia, exclamo:
—¡Preparen las bombas! —mi voz resuena con autoridad, y mis ojos se encuentran con los de Crusch, quien, con valentía, se sumerge en la tarea de preparar los proyectiles.
Un simple gesto, un movimiento de la palanca, y desencadenaremos la furia de Irlam sobre nuestro objetivo.
El firme agarre de Beatrice en mi mano es un recordatorio constante de la determinación que compartimos mientras nos preparamos para el inevitable enfrentamiento que se avecina.
—Parece que la lluvia no tardará en llegar de hecho —su voz, cargada de preocupación, me insta a actuar con prisa—. Debemos apresurarnos supongo; este globo no está diseñado para soportar tormentas de hecho.
El castillo, imponente y distante, se alza como un desafío frente a nosotros, y en su sombra vislumbro la figura del enemigo que nos espera. Confío en mis habilidades, en mi tenacidad; sé que soy más fuerte ahora, mucho más fuerte.
Si Erick logra sobrevivir a este día, no dudaré en reclamarlo como prisionero en cuestión de segundos.
En lo alto de una montaña, alejados de la civilización, el castillo se yergue como un coloso desafiante. Pero eso no es un problema; su ubicación lo hace vulnerable a nuestro ataque.
Sin ángulos de defensa y envuelto en una densa niebla, el castillo no espera un asalto desde el aire. Es la oportunidad perfecta.
Una vez en posición elevada, comenzamos a preparar los explosivos. La bomba ha sido meticulosamente diseñada para causar el máximo daño. Una combinación de pólvora y lamicta en distintas proporciones.
Siguiendo el diseño de una bomba de propano, estoy seguro de que lo que tenemos aquí reducirá ese castillo a escombros, tal vez no con una, sino con dos explosiones.
Será una gran explosión.
Ya verán, no sabrán lo que va a suceder.
Para cuando se den cuenta, estarán muertos.
La batalla ha estallado hace apenas una hora, y las noticias que me llegan son desalentadoras. Nuestro ejército ha sufrido una drástica disminución. Aunque los demihumanos son fuertes, unos simples aldeanos están logrando derrotarlos.
—No te preocupes —dice Flynn, el discípulo del sabio Bordeaux, con una sonrisa que hiela mi espalda. Sus palabras resuenan con una malevolencia que me hace temblar. Extiende sus brazos de manera ominosa y añade:
—Este es el fruto de mi trabajo, un cristal diseñado específicamente para sus cuerpos resistentes.
Es un trabajo repugnante, aunque necesitemos de ellos y estemos por encima en la jerarquía social, sigue siendo algo repulsivo e inhumano. Aunque, sin estos cristales, habríamos perdido completamente.
—Parece que han utilizado algunas armas capaces de moverse por el aire —comenta Flynn, acariciando sus manos con una expresión de envidia—. Sería increíble tener algo así en nuestras manos, debe ser muy satisfactorio viajar por los cielos.
La ansiedad me devora sin piedad. Siento que algo importante está por suceder. No tenemos noticias sobre la ubicación del vizconde.
—El vizconde siempre ha estado al frente en todas sus batallas, debe estar tramando algo —murmuro mientras mi mente trabaja a toda velocidad.
Observo el panorama, tratando de idear un plan. Ese hombre, capaz de derrotar a nuestro ejército incluso después de aumentar sus números por mi insistencia, nos ha obligado a usar estos cristales. ¿Qué tan poderoso debe ser su ejército? Es una amenaza, pero también podría ser mi salvación si me deja secuestrar.
Si puedo establecer una alianza con él...
Debo ser realista; si tiene la fuerza para secuestrarme, entonces...
Dirijo mi mirada hacia el techo del castillo. Si pueden moverse por el aire, es probable que ataquen desde esa dirección. Aprieto los labios, esperando que mi intuición no me falle.
Si sobrevivo y si él logra vencer a Flynn y secuestrarme, solo entonces podré aprovechar la oportunidad para traicionar a mi padre. Estaré libre de sus planes y podré atacarlo durante las negociaciones. Incluso podría formar una alianza con Irlam y arrebatarle todo a mi padre.
Traer un mundo sin discriminación, abandonar la monstruosidad que me han obligado a adoptar.
Abandonar los pensamientos del monstruo que habitan mi mente.
«Te liberaré», pienso con determinación mientras examino los informes del campo de batalla.
Innumerables vidas han sido sacrificadas, tanto inocentes como culpables. Nuestras cárceles están ahora vacías, utilizadas como ofrendas a cambio de su libertad. Al final, utilizaron ese maldito cristal.
La magia de control mental los hace enloquecer.
—Es hora de tomar acción —murmuro, consciente de que el destino del conflicto pende de un hilo, mientras me preparo para enfrentar lo que viene.
De alguna manera, los cristales parecen sumirlos en un estado de locura, llevándolos a atacar cualquier cosa que no esté imbuida con esos cristales. Como si al hacerlo te convirtieras en uno de ellos. No sé de dónde sacaron algo así.
Pero es repulsivo.
—Prepárate, estoy sintiendo algo. —Flynn se pone frente a mí, listo para usar magia.
Uso magia para agudizar mis sentidos, pero lo único que escucho es un silbido. A pesar del viento, se siente como un silbido que aumenta su volumen con el tiempo.
—¿Qué será? —pregunto, mirando hacia el cielo—. Creo que…
¡BOOOM! Un estruendo sacude el lugar, haciendo temblar todo a su alrededor. Los escombros empiezan a volar y el polvo lo cubre todo. Mis oídos zumban; no puedo escuchar más que un pitido en ellos.
Flynn parece estar gritando algo, pero no logro oírlo. Rápidamente, usa magia de tierra para crear una barrera que nos protege de los escombros. Intento escuchar, pero no puedo captar nada.
Entonces lo veo, a lo lejos, entre los huecos hechos por la explosión. Un objeto extraño flota en el aire. Es imponente; me doy cuenta de que mis suposiciones eran correctas. Ellos han dominado los aires.
Un dominio que se creía pertenecía a los dragones y los magos avanzados.
Veo la sangre caer de mi frente, parece que me he golpeado. Mis oídos siguen zumbando, a la vez que un dolor de cabeza me ataca con fuerza. Casi muero; si no fuera por Flynn, estaría completamente muerto.
—¡Debemos salir de aquí! —exclama Flynn mientras entre los escombros se escuchan aullidos de dolor y agonía. La gente que padre puso, la gente que debía proteger. Todo ellos están siendo masacrados por las decisiones codiciosas de mi padre.
La guerra... es algo aterrador.
Flynn mira hacia arriba y me agarra del brazo con rapidez. Salimos disparados hacia afuera, atravesando todas las partes del castillo en cuestión de segundos.
Cuando emergemos...
¡BOOM!
Una explosión envuelve el castillo en una nube de fuego, devorándolo todo. Flynn crea una barrera para protegernos de los escombros que caen mientras el castillo se desmorona en pedazos. El suelo tiembla en respuesta, y el polvo lo invade todo.
El fuego consume el castillo, que en poco tiempo se convierte en una montaña de escombros. ¿Podría un mago ser capaz de algo así?
—Debemos irnos —le digo a Flynn, notando que no están buscándome para atraparme.
Salimos por la salida del castillo y nos encontramos frente a un vasto campo de piedra utilizado para acomodar carruajes. Es un espacio amplio, el único lugar sin escombros.
Desde el cielo, vemos a alguien descendiendo. Mis sospechas se confirman, a pesar de haber ignorado sus intentos previos de establecer relaciones amistosas, a pesar de haber actuado de acuerdo con mi estatus y apariencia para evitar que mi padre sospechara.
Ahora debo encontrar una forma de convencerlo.
Aterriza con una velocidad sobrenatural, y cuando toca el suelo, la tierra se quiebra bajo su presencia. Las piedras salen disparadas mientras sostiene a una mujer en sus brazos.
Cuando la libera, puedo ver su expresión, totalmente preparado.
Su mirada emana intención asesina, una determinación feroz de poner fin a esto de una vez por todas. No hay ira en su rostro, sino esa emoción que me ha carcomido desde hace tiempo.
Sí, es pura y desenfrenada hostilidad.
Ser inteligente, capaz de transformar un pueblo y convertirse en una amenaza es una cosa. Pero, al estar de pie frente a él, siento la inmensa presión que emana de su ser.
Es la presión de alguien que ha sobrevivido innumerables batallas, la carga de alguien que ha desafiado a la muerte una y otra vez. Es la de alguien que ha vivido al límite toda su vida.
Se parece a ti, padre.
Sin embargo, a diferencia de él, tú lo has subestimado.
Marco Luz es alguien peligroso, alguien más peligroso que tú.
—Tendrás que venir con nosotros, Erick Costuul —su voz es firme, y luego extiende la mano, apuntándome con una especie de arma, un tubo con un cuchillo en él.
No necesito adivinar lo que es.
—Un rifle...
El ambiente se tensa aún más, y puedo sentir el peso del momento. La guerra está a punto de terminar, y en medio de esta tormenta, debo encontrar una manera de sobrevivir.
Crusch a mi lado, con su arma en punto de mira, ha recuperado la compostura, lista para enfrentar al enigmático hombre encapuchado. Mi atención se centra en Erick Costuul, cuyos ojos reflejan sorpresa, pero ocultan una sonrisa desafiante.
Las explosiones han segado vidas y dejado estas personas en una posición desesperada.
Siento como las náuseas intentan tomar mi determinación, pero, el deber es más grande que cualquier emoción que tengo ahora.
La tensión en el aire es palpable, como si cada segundo fuera crucial, como si estuviéramos al borde de un precipicio.
—¡Se acabó, Erick Costuul! —Mi voz, cargada de determinación, resuena sobre el estruendo de la destrucción que nos rodea, una advertencia clara de las consecuencias de no someterse.
Beatrice, con habilidad magistral, mantiene el globo bajo control mientras los vientos turbulentos intentan desviarnos de nuestro objetivo. La incertidumbre se refleja en sus ojos, pero su determinación no flaquea.
Erick, bajo la influencia de su padre, se enfrenta a una elección que podría sellar su destino. La sombra de la traición se cierne sobre él, pero su sonrisa sugiere una confianza que desafía la lógica.
El hombre misterioso, al liberarse de su capucha, revela un rostro marcado por el miasma. Su piel, pálida y demacrada, está salpicada de manchas oscuras que parecen absorber la luz circundante.
Sus ojos, hundidos y rodeados de ojeras profundas, reflejan una malevolencia que hiela la sangre.
Crusch y yo nos mantenemos alerta, conscientes de la amenaza que representa este ser enigmático. Su presencia parece distorsionar la realidad misma, envolviendo el campo de batalla en una niebla siniestra.
En un instante de horror, mi mente conecta los puntos y reconoce el miasma que lo envuelve.
—No puede ser… —intento ocultar mis labios, que empiezan a temblar al ver a quien tengo en frente.
Un escalofrío recorre mi espalda y un miedo primordial se apodera de mí. El miasma, esa fuerza que cada día se hace más presente, ahora está ante mí, manifestándose en carne y hueso.
¿Es un arzobispo?
Mi cuerpo tiembla involuntariamente, la percepción del peligro se intensifica y el miedo amenaza con paralizarme. Es como si el mundo entero se detuviera por un momento, mientras el terror se arraiga en mi ser.
—¿Qué es eso? —la voz de Crusch corta el aire tenso, revelando la inquietud que se apodera de todos nosotros.
El hombre suelta una risa macabra, desafiante.
—¡No te muevas! —Crusch mira con firmeza hacía el hombre, intentando reconocerlo.
La tensión alcanza su punto máximo, el peligro palpita en el aire, y en medio del caos, surge la certeza de que la batalla está lejos de terminar.
La ominosa aura continúa aumentando, y varios caballeros emergen de las salidas del castillo, rodeándonos con sus espadas. No me inquietan en lo más mínimo, pero este hombre, este individuo, parece ser mucho más peligroso de lo que había anticipado.
Mediante un simple gesto con los ojos, le indico a Crusch que dispare utilizando su magia.
¡Bang!
Una bala propulsada por la magia del viento, con un estruendo similar al de un latigazo, atraviesa el cráneo del hombre. En un abrir y cerrar de ojos, yace en el suelo.
Erick aún no parece haberse percatado de lo que ha sucedido, pero cuando finalmente lo hace, su mirada se posa en el cuerpo inerte de su compañero. Crusch es la única capaz de ejecutar un disparo tan preciso y rápido, todo gracias a su magia especial.
Con su bendición del viento, automáticamente calcula la presión de aire necesaria en el momento exacto.
Los caballeros observan atónitos, sin atreverse a acercarse mientras continúo liberando mi maná.
—¡Si se mueven, los eliminaré! —advierto, asegurando el rifle en mi espalda y extrayendo mi pistola, avanzando hacia Erick—. Se acabó, Erick Costuul.
A pesar de la tensión en el aire, Erick tiembla levemente, pero extrañamente, no parece estar asustado.
—¡Me rindo! —exclama Erick, arrojándose al suelo.
Todo parece estar orquestado de alguna manera.
—¡Marco! —grita Crusch de repente, y en un abrir y cerrar de ojos, retrocedo utilizando murak.
Una estaca de hielo violeta se alza en el lugar donde el cuerpo de Erick se encontraba, miro hacía el dueño de la magia, aquel hombre delgado, pero no hay rastro de una bala en su cabeza; es como si nada hubiera sucedido.
—Un toque de magia Yin. —Él sonríe, volviéndose a cubrir con su capucha—. Si tan solo hubieras tenido un poco de paciencia, podría haberte invitado, pero me has llevado al límite.
Mis ojos se encuentran con los de Crusch, y en un abrir y cerrar de ojos, todo el entorno se sume en una densa niebla purpúrea que dificulta la visibilidad.
Los caballeros reaccionan rápidamente, lanzándose hacia nosotros con gritos de guerra.
Crusch y yo avanzamos, manteniendo nuestras espaldas juntas.
—¿Por qué siempre que luchamos nos vemos envueltos en niebla? —pregunto, apuntando mi rifle en dirección a cualquier movimiento.
—Quién sabe, tal vez haya algo a lo que estamos destinados —responde Crusch, pistola en mano.
Ambos asentimos, conscientes de la sangrienta batalla que se avecina y del terror que envuelve este enfrentamiento en la niebla.
Pelear en estas condiciones es una locura.
Avanzamos un paso y, en ese preciso instante...
—¡Fura! —rugimos al unísono, desatando un huracán que arrasa el campo de batalla. Algunos caballeros son despedazados por la explosión de viento, mientras que otros siguen adelante. No son más que veinte, no serán un obstáculo.
¡Bang!
Un disparo preciso alcanza al más cercano, destrozando su casco y haciéndolo caer sin vida.
—¡Impresionante! Has destrozado el acero, sin necesidad de magia —dice el hombre, aplaudiendo con impaciencia mientras nos observa. Quiere probarnos, encontrar una manera de contrarrestarnos.
Si mal no estoy he visto, cuando menos, cuatro tipos de magia.
Parece dominar varios tipos de magia: arie, tierra, agua o fuego, y magia yin... Es un mago cuádruple, como mínimo.
Asi como parece ser inmortal.
¡Bang!
Abato al segundo y me lanzo hacia los demás. Guardo la pistola y empuño el rifle. Disparo ondas de viento y, cuando cesan, descargo siete tiros seguidos, acabando con sus vidas.
Uno más cae bajo mis balas, pero no parece afectarle. Su mirada de odio y sus ojos purpúreos me inquietan. Es normal que un disparo en medio del caos no surta efecto. Pero yo modifiqué esas balas.
Las marqué con un cuchillo en cruz, provocando que al impactar se desintegren, desgarrando la carne y causando un dolor indescriptible.
El caballero herido en el vientre se abalanza contra mí con furia, sus tripas colgando ante el impacto, como si fuese un zombi.
Quiero vomitar de solo verlo, sin embargo, debo mantener mi fortaleza.
—Eso es asqueroso. —Le vuelo la cabeza de un tiro, y cae al suelo sin vida.
Crusch también elimina a los suyos, pero algo extraño sucede. Me acerco y veo que su sangre tiene matices purpúreos. No sé si es necrosis, pero la sensación me repugna.
Entonces me doy cuenta.
—Miasma de la bruja... —susurro, mirando hacia donde están ambos—. ¿Has impregnado a estos hombres con miasma de bruja?
Ahora entiendo. Es similar a cómo ganan adeptos para el culto. Los sabios están bien involucrados con el culto de la bruja. Asi como parecen tener un conocimiento del miasma más grande del que yo poseo.
Crusch abre los ojos, mirando atónita al hombre.
—Ya lo recuerdo… Flynn, tú eres el ayudante del sabio Bordeaux. —Crusch aprieta los labios, mirándolo con una expresión aterradora—. Entonces es cierto, los principales líderes de Lugunica están aliados con el culto de la bruja.
Flynn abre los ojos con sorpresa, señalando a Crusch.
—Eso es algo que no muchos saben. —Apunta a Crusch con el dedo—. ¿Quién eres?
Crusch sonríe, pero guarda silencio. Flynn se lanza hacia Crusch, tratando de atraparla. Sin embargo, ella no vacila y dispara rápidamente. Tres balas rompen la barrera del sonido, pero parecen disolverse, como si la magia se desvaneciera en el aire.
No puedo dejarme tomar por la sorpresa, asi que, sin dudarlo, grito con todas mis fuerzas:
—¡Fu Murak! —lo tacleo antes de que pueda reaccionar. Se estrella contra el suelo y, al tocarlo, lo termino de aplastar con un hechizo de vita. Luego, con mi pistola, le vuelo la cabeza de dos tiros, asegurándome de que esté muerto de verdad.
Pero cuando me doy cuenta, no hay nadie en frente de mí. Abro mis ojos, solo para pensar en lo que va a suceder.
—¿Sabes cuál es la clave para matar a un buen mago? —Flynn desaparece, solo para aparecer detrás de mí. Utilizo murak para alejarme en un instante y veo cómo una daga púrpura estuvo a punto de apuñalarme.
Mi corazón late con fuerza, puesto que estuve a punto de morir en este momento.
—Estuvo cerca, muy cerca. —En el mismo instante en que Flynn dice esas palabras, Crusch dispara, atravesando su cuerpo. Las balas atraviesan a Flynn, pero lo único que cae es una masa negra envuelta en una niebla purpúrea.
—Lamentablemente, mi cuerpo no es un buen recipiente, pero no hay mucho problema, puede repararse. —Flynn examina las heridas en su cuerpo, luego nos mira a ambos con determinación—. Son fuertes, sin duda, serían una gran fuerza por considerar.
Él se cruza de brazos, mirándonos con arrogancia.
—Es una pena que solo tenga una daga, pero bueno. —Agita su daga, mirándola y mostrándola ante nosotros. Si las balas no funcionan, debe haber algo que sí lo haga.
Magia Yang, o incluso la sangre de Luan.
No debo desperdiciar las balas que tengo.
Quizás deba replantear mi estrategia. En este momento, si mi plan inicial no funciona, debo ser capaz de reiniciar. Pero para ello, debo conocer a fondo a mi oponente. Debo revelar todas las cartas que Flynn tiene.
Si doy este mundo por perdido, entonces puedo actuar con todo mi poder.
—¡El murak! —doy un paso adelante y me planto frente a él, colocando mi mano en su pecho y gritando—: ¡Vi-GOA!
Una llamarada de fuego lo envuelve, en forma de circulo y estático, toda la gravedad hace que el aire sea consumido, dejando un espacio sin oxígeno que mataría a cualquier persona.
Sus pulmones se van a expandir y al no poder salir por la gravedad morirá.
Pero, atravesando la esfera de gravedad este me toma del brazo y la aprieta con fuerza. Intenta hablar, pero como no hay aire le es imposible.
—No puede ser. —Uso vita para contenerlo y derribarlo nuevamente. Su cuerpo parece inmune al fuego, asi como ni las balas ni los ataques físicos le hacen daño.
¿Cómo derrotar a algo así?
—Esto se está volviendo aburrido. A este ritmo, no lograré tocarte ni tu lograrás matarme. —Flynn se teletransporta, colocándose detrás de Erick, quien parece estar completamente fuera de sí—. Eres fuerte, Marco Luz, pero no eres inmortal.
El suelo comienza a temblar y las rocas se resquebrajan. Crusch y yo nos acercamos, observando con atención.
—¡Admiren! ¡Mi obra maestra! —Flynn aplaude mientras conjura su hechizo—. Ahora, espero que me proporcionen algo de entretenimiento.
Del suelo comienzan a surgir brazos, pero no son simples apéndices. Son brazos de piedra, musculosos. Disparo a uno, pero el daño es mínimo. Mis balas funcionan con humanos, pero esta cosa... Es algo completamente distinto.
Decenas de golems emergen del suelo, levantándose y fijando su mirada en nosotros. Cada uno parece imponente y resistente. La cantidad de energía mágica requerida para crearlos debe de haber sido considerable. En este momento, debo sopesar mis opciones cuidadosamente.
Debo seguir adelante, derrotarlos y escapar de este lugar.
La incertidumbre se cierne sobre nosotros mientras nos enfrentamos a la misteriosa horda de golems. Crusch y yo intercambiamos miradas cargadas de determinación, conscientes de que esta batalla será desafiante.
—¿Has oído hablar de los golems? —inquiero, observando cómo los colosos emergen del suelo con un estruendo ensordecedor.
Crusch parece sorprendida por mi pregunta, pero asiente con seriedad.
—Una vez, encontramos un libro que mencionaba su creación, aunque estaba incompleto. —Su voz es firme mientras saca su espada, preparándose para el enfrentamiento—. ¿Planeas luchar con ese cuchillo?
Asiento, ajustando mi agarre sobre mi kukri, una herramienta imbuida con el poder del maná que me fue otorgada por Frey.
—No necesito aprender esgrima. Prefiero enfocar mis habilidades en donde sé que puedo destacar.
Mientras tanto, observo cómo los golems avanzan hacia nosotros con pasos pesados y firmes. Son imponentes, cada uno de ellos alcanzando una altura de aproximadamente cuatro metros.
Decido tomar la iniciativa y me abalanzo sobre el primero de los golems con un hechizo de Murak, deslizándome hacia él en un instante. Sin embargo, su reacción es rápida y levanta sus brazos de piedra para defenderse.
No obstante, no es suficiente para evitar que una estaca de hielo atraviese su cabeza, derribándolo con un estruendo.
Una herramienta clave para este momento. Algo que me enseño Emilia y Beatrice a usar de forma perfecta.
Mientras lucho contra el primer golem, siento el peso de la situación sobre mis hombros. Estos no son simples autómatas; parecen estar imbuidos con una resistencia y poder que desafían toda lógica.
Aprovecho cada oportunidad para lanzar hechizos y dirigir el combate a mi favor. Recuerdo las enseñanzas de Julius y adapto mis habilidades para enfrentar esta nueva amenaza. Alzo mi mano y lo conjunto:
—¡Ciclón Gravitatorio! —el conjunto de usar magia de fuego, viento y magia yin.
Extiendo mi brazo y se activa el hechizo en el centro, creando una zona gravitatoria que atrae todo hacia el ciclón de fuego, casi como un agujero negro, solo tenía que aumentar la gravedad en un punto.
Un remolino de fuego y gravedad.
Los golems empiezan a ser levantados del suelo, solo para caer amontonados y ser consumidos por el fuego.
Los golems se ven atrapados en un resplandor creciente, sus cuerpos iluminándose por las altas temperaturas. La tierra, sometida a temperaturas extremas y presiones inmensas, se transforma inevitablemente en una sola cosa: lava ardiente.
La tierra y todos los cadáveres se empiezan a amontonar, siento la atracción de mi magia pero usan vita en mí y Crusch evito que seamos consumidos.
Los golems comienzan a derretirse, la presión aumenta la temperatura mientras el torbellino es capturado por la gravedad, destruyéndose y concentrando todo el calor en la zona que he creado.
Lo que queda es un charco de lava ardiente, los golems reducidos a una masa derretida e inútil. Sin embargo, mi alivio es efímero. Al mirar a mi alrededor, noto que más golems emergen en un número aparentemente interminable.
—¡No será suficiente! —exclama Crusch, su voz resonando con determinación mientras desata su ferocidad contra los nuevos adversarios.
Mientras nos preparamos para el próximo asalto, sé que esta batalla está lejos de terminar. Nos enfrentamos a una amenaza desconocida y abrumadora, pero no vamos a retroceder sin luchar hasta el final.
Al menos eso me reconforta en medio de esta lucha desesperada.
Pero el problema principal es Flynn. Manteniendo sus manos en alto, parece que necesita permanecer completamente inmóvil para controlar a los golems. Ya sabía que estaban aliados con el culto de la bruja, pero esto es algo completamente diferente.
Las balas normales no tendrán ningún efecto en él, pero las balas de magia Yang, probadas anteriormente con Petelgeuse, podrían ser la clave. Sin embargo, encontrar el momento perfecto es crucial.
Flynn es un mago experimentado y sin duda sentirá las fluctuaciones de la magia Yang. Necesito distraerlo, mantenerlo ocupado el tiempo suficiente para clavar una de esas balas en su rostro.
Me lanzo hacia un golem, utilizando mi vita para detenerlo y luego hundir mi kukri en su cuello.
—¡Goa! —grito, haciendo que el golem explote desde adentro, esparciendo pedazos de tierra por todas partes.
Crusch y yo seguimos luchando con todo lo que tenemos, enfrentando la avalancha interminable de golems. Justo cuando parece que nada puede mejorar, algo inesperado ocurre.
Los golems comienzan a expulsar un líquido espeso y oscuro de sus aperturas. Rápidamente me doy cuenta de lo que es.
Es más espeso, pero es similar a algo que he visto antes: miasma.
La situación se complica aún más. La batalla está lejos de terminar, y lo desconocido se cierne sobre nosotros en esta lucha desesperada.
Los golems se vuelven más frenéticos, golpeando el suelo y esparciendo el miasma líquido que devora incluso a los caballeros muertos. La preocupación se refleja en mi mirada cuando observo a Crusch.
Podría volar y sacarnos de aquí, pero desconozco si Flynn tiene una contramedida para eso. A pesar de todo, decido esperar el momento adecuado. Mi maná es valioso; Beatrice sigue sosteniendo el globo y debo apresurarme.
—¡El GOA! —grito, lanzando una ráfaga de bolas de fuego.
Las bolas, dirigidas con precisión, se lanzan hacia múltiples partes, cada una controlada por mi magia de viento.
Mi objetivo es maximizar los daños. Al explotar al contacto con los golems, las explosiones resultan menos potentes, dejando solo quemaduras mínimas en sus cuerpos. Es evidente que la magia se ve afectada por el miasma, como si fueran contrapartes oscuras de sí mismas.
Crusch se posiciona detrás de mí, mostrando heridas evidentes. Su mirada me encuentra, jadeando ligeramente mientras habla con determinación:
—Los mantendré ocupados, acaba con Flynn.
Sus palabras me llenan de confianza. Prepara un hechizo, su espada transformándose e irradiando un intenso resplandor azul que opaca la luz que se filtra entre las nubes.
Los golems avanzan desde todas las direcciones, pero este es el momento perfecto para mostrar de qué estamos hechos. Me agacho, listo para tomar impulso, mientras confío nuestra escapatoria a Crusch.
En medio de la oscuridad que nos envuelve, su voz resuena con fuerza:
—¡Mil cortes! —grita Crusch. Su espada se convierte en un torbellino de cortes que se transforman en hojas de viento, atravesando a los golems. Sus cuerpos caen en pedazos, y el líquido amenaza con tocar nuestras pieles.
—¡Ahora, deberán morir! —exclama Flynn mientras Crusch se prepara para saltar. Es mi turno de actuar.
—¡Fu Murak! —sostengo a Crusch, asegurándome de que mi magia no la afecte. A mi alrededor, la gravedad disminuye, creando una onda de viento que lo expulsa todo. El líquido cae sobre otros golems mientras aprovecho la oportunidad para actuar.
—¡El Murak! —me lanzo al aire, tomando impulso y disparándome hacia Flynn. Este abre los ojos con una sonrisa, pero su expresión cambia a una de arrogancia cuando exclama:
—¡¿Crees que eso es todo?! —baja sus brazos, jadeando y escupiendo más miasma. Me acerco a toda velocidad, pero justo cuando estoy a punto de alcanzarlo, veo algo surgir del suelo frente a él.
Freno en seco al contemplar un golem emergiendo en cuestión de segundos. Pero no es un simple golem. A pesar de estar a veinte metros de altura, este monstruo me supera. Es un golem de piedra delgado, sin piernas, pero con enormes brazos que se elevan como rascacielos. Estacas de piedra sobresalen de su espalda y sus ojos azules brillan como cristales de piroxeno.
Miro hacia el globo, donde Beatrice me lanza una mirada impaciente. No puedo ver su expresión, pero puedo sentir su ansiedad. Este monstruo ante nosotros no es algo común.
Su mera presencia emana una magia oscura y abrumadora que se siente en el aire.
Pero también soy consciente de que el despliegue de magia de esta magnitud debe venir acompañado de un gran sacrificio. En este momento, no podemos permitir que este ser siga existiendo.
—¡Sal de esta! ¡Marco Luz! —grita Flynn con desesperación.
Fijo mi mirada en el golem, que parece aguardar expectante mi siguiente movimiento. Sostengo mi kukri, mi fiel compañero que me acompañará en esta operación que bien podría ser suicida.
No tengo garantía de sobrevivir a lo que está por venir.
Pero tengo que intentarlo. He desarrollado una nueva magia, una creación completamente propia. Es ahora, en medio de la incertidumbre y el peligro, cuando debo demostrar de qué estoy hecho.
El mundo a mi alrededor se desvanece mientras me concentro en el objetivo ante mí.
La batalla está a punto de alcanzar su punto crítico, y estoy dispuesto a enfrentar lo que sea necesario para detener a este monstruo y proteger a quienes me rodean.
