[ ]
Siento el peso de mi cuerpo, como si cada músculo y hueso estuvieran cargados con el lastre de la culpa y el dolor. Los gemidos de los heridos a mi lado se mezclan con el estruendo implacable de la lluvia que cae sin piedad, como si el cielo mismo estuviera llorando nuestra desgracia.
Estoy vivo, sí, pero el latigazo del arrepentimiento me golpea con una fuerza que amenaza con derribarme.
«¿Qué sucedió?», siento como cada musculo de mi cuerpo tiembla, como el dolor arremolina mi cuerpo a la vez que mi corazón pesa tanto como un agujero negro.
Lamento profundamente no haber podido protegerte, Beatrice. Mi corazón se retuerce en un nudo de angustia al recordar tu rostro, ahora solo una sombra en la oscuridad de mis recuerdos destrozados.
Ahora, frente a una encrucijada desgarradora, me veo obligado a contemplar la posibilidad de transformarme en un monstruo, si eso significa tenerte de vuelta a mi lado.
Los recuerdos intentan llegar, como si estuviesen avisándome de un mal augurio.
El horror de esa perspectiva se entrelaza con la desesperación, formando un torbellino de emociones tumultuosas que amenaza con engullirme por completo.
La lluvia no da tregua, sus gotas frías y cortantes azotan mi piel como aguijones de remordimiento. Los truenos retumban en el cielo, acompañados por relámpagos que iluminan la desolación que nos rodea, como si la naturaleza misma se uniera al coro de dolor que emana de nuestro campo de batalla.
Puedo sentirlo, apenas perceptible, un eco fugaz en el viento que susurra la conexión con el contrato que nos une. Intento desesperadamente comunicarme contigo en mi interior, Beatrice, pero solo encuentro un vacío helado que me corta como un cuchillo afilado.
El cristal que me entregó Roswaal parece ser la clave para desentrañar este enigma, pero la sombra del miasma que lo infecta oscurece mis pensamientos con un velo de incertidumbre y temor.
—¡Señorita Crusch! —la voz urgente de Félix irrumpe en mi tormento, arrancándome de mis cavilaciones.
Crusch, con la mirada cargada de desesperación, se acerca a mí y coloca su mano temblorosa sobre mi pecho, como si pudiera encontrar una respuesta en los latidos erráticos de mi corazón.
—¿Qué quieres decir con que no despertará? —su voz, entrecortada por la angustia, resuena en el aire cargado de tormenta.
Es entonces cuando Félix, con la solemnidad de un médico, revela la verdad que se cierne sobre nosotros.
—Gran parte de esa energía maligna se ha infiltrado en su cuerpo, señorita. El señor Frey apenas logró purificarse a sí mismo, pero como bien puede ver, el precio fue alto. Su cuerpo, marcado por las manchas de la corrupción, lucha por mantenerse aferrado a la vida en medio de esta carnicería.
Debería estar muerto en estas circunstancias, ¿verdad? Pero aquí estoy, aferrándome a un hilo de vida que se desvanece entre mis dedos como el agua de lluvia que corre por mi piel, una constante y fría caricia que apenas alivia el ardor de mis heridas.
—Pero, justo en este momento, cuando la señorita Beatrice... —Las palabras de Crusch fluyen, cargadas de pesar, y puedo sentir el peso de todas las emociones que aguardan en su interior, un abismo de angustia y desesperación que amenaza con engullirnos a todos.
Me gustaría decir que me importa, pero ahora mismo, en este instante de caos y desolación, lo único que me importa es encontrar una solución. Debo mantener la calma, la determinación, a toda costa.
Recuperaré a Beatrice, cueste lo que cueste.
—Me molesta que me traten como un inútil. —Mis palabras emergen con determinación, rompiendo el pesado silencio que nos envuelve. Mis ojos se abren, encontrando los de Crusch y Félix con una firmeza inquebrantable.
Crusch se lleva la mano a la boca, una sonrisa forzada se dibuja en su rostro mientras una lágrima solitaria traza su camino por su mejilla. Félix, sorprendido por mi brusca reacción, se apresura a canalizar aún más magia de sanación sobre mí.
Perder la cordura no es una opción que puedo permitirme ahora.
Al contrario, para vengar a Beatrice, debo mantenerme lo más cuerdo posible. En este mundo implacable, el débil es devorado por el fuerte, y estoy decidido a ser el más fuerte de todos.
Debo controlarlo todo y a todos; debo manipular a cada individuo para que haga mi voluntad, tal como lo hice en el pasado.
Parece que eres inevitable, Marco.
En ese preciso instante, Crusch me abraza con una fuerza reconfortante. Una cálida sensación se extiende por mi cuerpo, y al mirarme, noto que mis brazos están intactos, en su lugar.
Las mangas de mi traje han desaparecido, dejando al descubierto el cruel recordatorio de lo sucedido, una marca indeleble de la tragedia que nos consume.
Mi corazón sigue latiendo con urgencia, como un tambor que marca el compás frenético de mi determinación. Cada pulso es un recordatorio punzante de la necesidad de tomar medidas drásticas, sin vacilación ni contemplaciones.
Mi mente se enfoca en un único objetivo: Roswaal. Ha tenido demasiado tiempo para sus maquinaciones, y ahora debo poner fin a su juego retorcido, cueste lo que cueste.
Incluso si carezco del retorno por muerte, incluso si debo desplegar todos los recursos a mi disposición, incluso si debo sacrificarlo todo en el altar de la venganza.
¿Cómo se atreve a arrebatar a Beatrice de este mundo? El pensamiento enciende un fuego helado en mis venas, y mis manos se cierran en puños apretados, como si pudieran aplastar la injusticia que me rodea.
Aunque la batalla aún está fresca en mi mente, el recuerdo es un torbellino de imágenes fragmentadas y sensaciones distorsionadas. Pero algo en mí reconoce que manejé la situación con la frialdad necesaria para sobrevivir.
—Crusch, debemos irnos —mi voz resuena con una firmeza que apenas reconozco, mientras coloco mi mano en su hombro.
Pero Crusch, marcada por las sombras del dolor y la preocupación, me mira con ojos cargados de angustia.
—Estabas en muy mal estado, necesitas descansar. —Su voz tiembla cuando responde, tratando de disuadirme con su preocupación por mi bienestar.
Ella también ha cambiado, más libre, más emotiva. Normalmente, esto podría haberme traído un atisbo de felicidad, pero ahora, todo lo que siento es una irritación creciente que se aviva con cada segundo que pasa.
—¿Dónde está Frey? —mi voz corta el aire con la fuerza de una espada desenvainada, ignorando las protestas de Crusch y enfocándome en la tarea urgente que nos espera.
Félix, el temblor en sus manos revelando su temor reverencial hacia mi persona, señala hacia una parte distante del campamento.
Allí, entre las sombras y la lluvia implacable, se erige un campamento improvisado, una estructura efímera que me hace hervir la sangre.
Avanzo con determinación hacia el campamento, sorteando la lluvia helada que arremete con furia contra mi cuerpo maltrecho. Cada gota de agua parece ser un recordatorio de la intensidad del dolor que me embarga, mientras las miradas penetrantes de los caballeros se clavan en mí como afiladas dagas de juicio.
El aire está cargado de una tensión palpable, como si fuera un campo de batalla donde la verdad y la traición se entrelazan en un baile macabro.
Estoy decidido a desentrañar todos los secretos, sin importar lo oscuro que pueda ser el camino que me espera. Mis pasos resuenan en el suelo embarrado, marcando mi avance inexorable hacia la verdad.
Mis ojos caen sobre mis propios brazos, ahora adornados con una línea negra que serpentea hasta mis hombros.
Es la marca del miasma que absorbí en mi desesperada lucha por sobrevivir. Ignoro las miradas inquisitivas que me rodean, mientras lidio con la abrumadora tentación de desatar mi ira sobre aquellos que me observan con recelo.
«Los mataré, mataré a todo el que quiera interponerse.»
Sé que Fourier está involucrado de alguna manera en esta tragedia; su sombra se cierne sobre cada rincón de este caos.
Al comienzo sentí alivio por su aparición, pero algo no cuadra en su ataque, como una sombra que carcome mi alma.
Es imposible que haya sido mera casualidad su presencia en este lugar y en el momento preciso del ataque. Mis pensamientos se deslizan hacia Beatrice, hacia la pérdida abrumadora que ahora me consume, y la ira crece en mi pecho como un fuego voraz.
Mis ojos se posan en Frey, y un escalofrío recorre mi espina dorsal al ver el cuerpo de Erick Costuul a sus pies. Mi mirada se desliza hacia donde debería estar el globo, pero este permanece intacto, un testigo silencioso de la tragedia que se ha desatado aquí.
Debo partir, debo reunirme con Roswaal lo más pronto posible. Necesito desesperadamente esa información, esa chispa de esperanza que me permita vislumbrar la posibilidad de ver a Beatrice de nuevo.
La incertidumbre carcome mis entrañas, y la urgencia me impulsa hacia adelante, a pesar de la lluvia que azota este lugar y el dolor que arde en cada fibra de mi ser.
Intento sintonizar con el maná en mi interior, buscando alguna señal, alguna guía en medio de este caos. El odo de Beatrice parece haber encontrado un nuevo hogar en mi cuerpo, una fuerza renovada y pura que late en mis venas con una intensidad desconocida.
Es un consuelo efímero en medio de la tormenta que amenaza con devorarme por completo.
—Me llevaré a Erick Costuul a Irlam, lo interrogaré por mi cuenta —anuncio con voz firme, enfrentando la mirada de Frey, cuya expresión parece esconder algo más que mera satisfacción.
Frey se levanta rápidamente de su asiento, sus manos aferrándose a mis hombros con una fuerza que denota su alivio por verme con vida, aunque ya no tan firme como en otros tiempos.
—Me alegra verte bien —sus palabras están cargadas de genuino afecto, pero mi mente está ocupada por asuntos más urgentes.
—Sí, ahora debo atender asuntos de urgencia en Irlam. Cualquier demora solo provocaría más caos. —Me libero suavemente de su agarre y tomo a Erick del cuello, colocándolo sobre mi hombro como si fuera poco más que una carga inservible.
Erick permanece en silencio, una sombra de culpabilidad oscureciendo su rostro, consciente de que toda esta situación es el resultado de sus acciones imprudentes.
La lluvia azota el campamento con una furia despiadada, pero la lluvia en mi corazón es tan fuerte que esto se siente como una pequeña brisa matutina.
—La tormenta es muy fuerte. Me preocupa que puedas encontrar problemas. —Frey muestra preocupación en su voz mientras observamos la tormenta que se desata a nuestro alrededor.
Giro mi espalda, notando la mirada penetrante de Wilhelm clavada en mí, como si intentara escudriñar mi alma en busca de respuestas que no estoy dispuesto a dar. Sin una palabra, inicio mi camino, la determinación ardiente en mi interior devorándome por completo.
Estoy decidido a eliminar a todos los responsables, sin importar si estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado. No habrá perdón para nadie en este mundo desgarrado por la injusticia.
No habrá perdón para nadie.
Regreso al campamento de los heridos y, al mirar a Crusch, veo que está cubierta de vendajes. En cambio, yo me siento fuerte, sin ninguna señal de debilidad como al momento de despertar.
La lluvia sigue cayendo con ferocidad, pero parece que el agua no puede penetrar la armadura invisible que rodea mi ser.
El maná continúa fluyendo hacia mi puerta con una determinación implacable. Esta energía lucha con tenacidad contra el miasma en mi interior, una batalla silenciosa pero feroz que se libra en lo más profundo de mi ser. Dos fuerzas colisionan en mi ser, una representando la oscuridad y el caos, la otra la luz y la esperanza.
Y debo aprender a usar ambas si quiero dominar este mundo y restaurar lo que he perdido.
—Me dirijo a Irlam. Sería mejor que te quedaras aquí y te recuperaras —digo a Crusch, convencido de que llevarla no serviría de mucho en su estado actual. Ella necesita tiempo para sanar, y no puedo permitirme el lujo de preocuparme por su seguridad mientras enfrento los desafíos que se avecinan.
Dejo el campamento, atravesando la lluvia y dirigiéndome hacía el globo. Sin embargo, cuando estoy por subir escucho unos pasos chipoteando en la lluvia.
Crusch corre hacía mí, sus ojos reflejando una mezcla de dolor físico y preocupación. Su voz tiembla cuando habla, buscando respuestas que no puedo darle.
—¡Se que lo que pasó es…! —su voz se quiebra, y puedo ver el miedo asomando en sus ojos mientras avanza hacia mí, decidida a detenerme.
Podría protegernos de la lluvia con una mano oculta, pero decido no hacerlo. Aún no estoy listo para desatar todo mi poder, y usarlo ahora sería un riesgo innecesario.
Doy media vuelta, diciéndole que no debe seguir.
—¡Espera! —En el momento en que me giro para enfrentarla, ella toma ambas mis manos, sujetándome con una fuerza que sorprende incluso a mí.
—Los espíritus, cuando se debilitan, pueden usar su odo para transformarse y protegerse, ¿no es así? —sus palabras son un eco de esperanza en medio de la desesperación que nos rodea.
Pero sé que la verdad es más oscura de lo que ella quiere admitir.
—Beatrice sacrificó su odo para salvarnos a ambos —respondo con voz apagada, señalando su pecho donde yace la esencia de la niña que perdimos, la niña que amo como si fuera mi propia hija—. Ella entregó todo por nosotros, y ahora es nuestra responsabilidad seguir adelante, aunque el peso de su sacrificio nos arrastre hacia la oscuridad.
Ella cierra los ojos y, tras unos breves segundos, veo cómo aprieta sus manos con fuerza. Sin embargo, lo que estoy diciendo no es una mentira.
Ella puede sentirlo, lo percibe a través de su bendición divina.
La verdad.
—Yo... —Crusch cae de rodillas al suelo, lo cual me sorprende—. Ya lo sabía; escuché sus palabras de despedida también. Cuando estaba curándome apenas tenía una pizca de consciencia, me desperté cuando ya estabas en frente de Flynn.
La imagen de Crusch, una figura normalmente fuerte y resuelta, arrodillada bajo la lluvia, me golpea con una sensación de desolación. Aunque su vínculo con Beatrice no era tan profundo como el mío, su dolor es palpable, una muestra más del impacto devastador que la pérdida de Beatrice ha dejado en todos nosotros.
Inclino la cabeza, apartando pensamientos innecesarios.
«Necesito reconsiderar a Crusch si quiero utilizarla efectivamente en el futuro.» Extiendo mi mano para ayudarla a levantarse.
—Lo siento. —Su voz apenas es audible, los rayos y los truenos ocultan nuestra conversación—. Si tan solo hubiera sido más fuerte, si hubiera hecho más...
Sus palabras cargadas de auto reproche me perforan como dagas afiladas. Ella luchó incansablemente, sin conocimiento del futuro, sin garantía de sobrevivir. Arriesgó su vida para darme tiempo.
Pero la única persona culpable de todo esto soy yo, junto con los desalmados que hicieron que esto sucediera.
—La única persona que tiene la culpa aquí es quien orquestó todo, quien ha estado manipulando todo desde las sombras. —La sostengo con firmeza, mirándola directamente a los ojos—. Voy a matar a esa persona, lo eliminaré y traeré de vuelta a Beatrice.
Cada palabra que pronuncio está impregnada de una determinación fría y amarga.
La lluvia continúa cayendo sin piedad, el cielo mismo llorando por nuestra pérdida. Pero no hay tiempo para lamentaciones. Hay un enemigo que debe ser derrotado, una promesa que debe ser cumplida, aunque el precio sea nuestra propia humanidad.
Los ojos de Crusch se abren con fuerza, sus labios comienzan a temblar mientras dirige su mirada hacia otro lado.
Una mezcla de horror y desesperación se refleja en su rostro, como si estuviera presenciando una visión tan horrenda que amenaza con desgarrar su cordura.
«Probablemente esté relacionado con la aparición de Fourier también,» los pensamientos de su aparición siguen en mi mente, y sé que Crusch también debe sospechar lo mismo.
Trato de apartar la mirada, de alejar esos terrores de mi mente, pero el eco de la tragedia persiste, acechándome en cada rincón de mi conciencia.
Decido apartarme de ella, intentando enfocarme en la tarea que se avecina. Erick parece haberse desmayado cuando lo sujeté por el cuello, pero su estado no me preocupa en absoluto.
Es un problema menor en comparación con la inminente lucha que nos espera. Crusch se une a mí en el casco del globo, lista para enfrentar el desafío que se cierne sobre nosotros.
—Controlar el viento será una tarea compleja si lo hago solo —admito, reconociendo la necesidad de ayuda en esta situación desesperada.
Su presencia es reconfortante en medio de la oscuridad que se cierne sobre nosotros. Siento el comunicador en mi bolsillo, una tentación constante para obtener información sobre la situación.
Sin embargo, decido resistir la urgencia. La guerra puede estar llegando a su fin, pero ahora mismo debo despejar mi mente, planificar todos mis pasos a seguir.
Empujo a Erick a un lado con indiferencia, colocando un pie en su pecho como un recordatorio de mi dominio sobre él. No vacilaré en acabar con su vida si es necesario, pero por ahora, su utilidad radica en la información que puede proporcionarme.
Con decisión, despliego mis manos ocultas y las utilizo para levantar el globo, ajustándolo para un vuelo más eficiente.
A pesar de mi determinación, una extraña sensación de malestar revuelve mi estómago, mientras el miasma presente en el aire ataca mis sentidos. Cierro los ojos, concentrándome en mi propio maná para contrarrestar la influencia de esa presencia ominosa.
Debo aumentar mi fuerza, no puedo permitirme temer a lo desconocido. Si es necesario, controlaré esta fuerza con la misma determinación que me impulsa en esta misión.
El frío penetrante se filtra a través de mi uniforme empapado por la lluvia, calándome hasta los huesos.
Los gritos de los heridos resuenan en el aire. La tristeza y el dolor se entrelazan en una sinfonía macabra que acompaña nuestro avance hacia lo desconocido.
—¿Estás bien? —la voz de Crusch rompe el silencio, su tono cargado de preocupación y determinación.
Asiento con la cabeza, incapaz de encontrar palabras para expresar la tormenta de emociones que me consume.
Crusch me ofrece una sonrisa reconfortante antes de dirigir su atención de nuevo hacia el suelo del globo.
Yo miro al horizonte, donde la oscuridad se cierne como un manto de desesperanza.
Nos enfrentamos a un enemigo desconocido, a un destino incierto. Pero mientras haya una chispa de esperanza, seguiré adelante, decidido a enfrentar cualquier desafío que se interponga en nuestro camino hacia la redención.
Comienzo a generar fuego, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros mientras las cápsulas de gas reaccionan con un estallido sordo. Los lamictas de fuego danzan frenéticamente a nuestro alrededor, ardiendo con una intensidad que refleja la tormenta que asola nuestros corazones.
Rápidamente, el globo comienza a elevarse, su ascenso marcado por el rugido del viento y el crepitar del fuego. Lo levanto aún más con mis manos ocultas, sintiendo el calor abrasador irradiando desde las llamas.
Crusch y yo utilizamos nuestra magia de viento para estabilizar el globo, luchando contra las fuerzas del viento que amenazan con desviarnos de nuestro rumbo.
Observo hacia abajo, buscando algún indicio de esperanza en medio de la desolación. La única persona que diviso es Wilhelm, parado bajo la lluvia implacable, su mirada perdida en el horizonte oscuro y tempestuoso.
—Marco... ¿Crees que sea posible hacer algo? —Crusch pregunta titubeante, su voz apenas audible sobre el rugido del viento y el crepitar del fuego.
Aprieto los dientes con determinación, haciendo todo lo posible por controlar el movimiento del globo mientras enfrentamos las fuerzas que amenazan con arrastrarnos hacia la oscuridad.
Creo manos aún más grandes, sintiendo el peso de mi poder aplastando mi espíritu mientras aplico presión para contrarrestar la fuerza del viento y controlar el retroceso del globo.
—No lo sé. Lo único que sé es que la traeré de vuelta. —Mi voz resuena con una determinación forjada en el dolor y la desesperación, mientras dirijo mi mirada hacia adelante, donde solo existe oscuridad y la promesa de un futuro incierto.
Crusch me brinda su ayuda, su presencia reconfortante en medio de la tormenta que amenaza con consumirnos.
Juntos mantenemos el control del globo. Sin embargo, siento que mi cuerpo comienza a arder en furia, las llamas de la autoridad consumiendo mi cordura con cada respiración.
Los efectos de utilizar las autoridades están afectando mi control emocional, una realidad que también observamos en el protagonista de la novela. Pero no permitiré que eso me controle.
Si alguien debe mantener el control, seré yo, aunque el precio sea mi propia humanidad.
Mientras pasamos por la punta de la montaña, mis pensamientos se vuelven hacia mis soldados, valientes hombres y mujeres que han sacrificado todo por esta causa.
Seguramente han enfrentado amenazas mucho más poderosas de lo que esperábamos. Incluso si por casualidad han perdido la vida en esta batalla, no puedo hacer más que confiar en su valentía y su sacrificio.
—¡Marco! —exclama Crusch, su voz cargada de urgencia y temor, logrando que vuelva a enfocar mi mirada hacia adelante, hacia el abismo que se abre ante nosotros.
Al mirar el cielo, me doy cuenta de que los rayos se acumulan en esta zona. Entonces, comprendo que este es el epicentro de la tormenta que nos rodea, un remolino de furia y desesperación que amenaza con engullirnos sin piedad.
Ahora que tengo maná espiritual, mi sensibilidad hacia el maná ha aumentado considerablemente. Siento cada pulsación del poder mágico que nos rodea, una cacofonía de energía que chisporrotea en el aire cargado de electricidad. Es evidente para mí que esta no es una tormenta normal, sino un fenómeno sobrenatural que desafía toda lógica y comprensión.
—Roswaal... —Intento tomar el control del globo, pero los vientos incrementan su intensidad de forma implacable, como si la propia naturaleza estuviera decidida a desafiarnos en nuestra lucha por la supervivencia.
La impotencia se apodera de mí, la frustración de no tener el control sobre mis acciones me atormenta. En ocasiones como esta, cuando el futuro parece estar predestinado, cualquier acción que tomemos parece estar ya escrita en el libro del destino, un destino del que no podemos escapar.
Mi plan no ha funcionado según lo previsto, las acciones de Otto no fueron lo suficientemente impactantes como para alterar el curso de los acontecimientos. Nos precipitamos hacia abajo, hacia la oscuridad que se abre ante nosotros como una boca hambrienta ansiosa por devorarnos.
—¡Nos estamos precipitando hacia abajo! —exclamo, tratando de hacerme oír sobre el estruendo de la tormenta que nos rodea.
El globo comienza a sacudirse con fuerza, las sacudidas violentas amenazan con arrojarnos al vacío en cualquier momento. Me apresuro a dirigirme hacia Crusch, sintiendo su cuerpo tembloroso bajo mis brazos mientras luchamos por mantenernos en pie.
Ella siente temor a las alturas, y, aunque ha trabajado en ello, sigue siendo una manifestación de su mente, algo que no puede controlar por completo.
—¡Vamos a utilizar la magia! ¡Encontraré una manera de protegernos de los rayos! —exclamo con desesperación, mientras intento usar mi manos ocultas para crear una barrera protectora alrededor del globo, una barrera que parece tan frágil como una telaraña ante la ferocidad de la tormenta.
En medio del caos, la vista del suelo desaparece por completo, engullida por la oscuridad y la furia de la tormenta. Crusch se aferra a mí con determinación, su rostro bañado por la lluvia mientras utiliza su magia de viento para mantenernos a flote en medio del caos.
El viento aumenta su furia con una intensidad abrumadora, arrastrándonos a una velocidad vertiginosa hacia nuestro destino incierto.
Las llamas de los cristales se apagan, devoradas por la oscuridad que nos rodea, y pierdo todo control sobre el globo mientras nos precipitamos hacia lo desconocido.
Mientras sostengo a Crusch con firmeza, lucho por recuperar el control de alguna manera, pero la fuerza del viento nos arrastra con una determinación que parece dirigirnos hacia un destino desconocido.
El globo se inclina peligrosamente, y me veo obligado a aferrarme desesperadamente a las barandillas y soportes para evitar caer en la vorágine de la tormenta.
Crusch está en mis brazos, su cuerpo temblando con la intensidad de la situación, y con mi mano oculta, sostengo a Erick, cuyo rostro refleja el terror que nos consume.
—Lo siento. —Mis palabras se pierden entre el rugido del viento—. Haré todo lo que esté a mi alcance para asegurarme de que salgas con vida de esta situación.
Observo hacia adelante, sintiendo las gotas de lluvia golpear mi rostro como látigos de dolor.
Si utilizo mi mano oculta, perderé la visibilidad necesaria para enfrentar lo que tenemos por delante; no es la herramienta adecuada para esta situación. La impotencia se apodera de mí, la frustración de no tener el control sobre mis acciones me atormenta.
El viento cambia nuevamente, llevándonos hacia arriba a una velocidad frenética.
Ascendemos y ascendemos hasta que traspasamos las nubes, y por un breve instante, el sol ciega mi visión. Cuando finalmente recupero la vista, noto que la tela del globo está completamente desgarrada.
—Maldición...
Comenzamos a caer en picado a una velocidad aterradora, y rápidamente nos vemos envueltos nuevamente en la tormenta, como si el destino se burlara de nuestros esfuerzos por escapar de su cruel influencia.
—¡AGGGHH! —El grito de Erick se pierde entre el estruendo de la tormenta.
Por un instante, casi lo aplasto por completo mientras luchaba por mantener el control de la situación, sintiendo el peso abrumador de la responsabilidad aplastándome el pecho.
«Beatrice, te ruego, por favor, si estás ahí, dame un poco de tu magia. Siento que moriré si no me ayudas ahora, como siempre lo has hecho.»
No llega ninguna respuesta, solo el silencio sepulcral de un mundo que parece haber perdido toda compasión.
Lo intento con todas mis fuerzas, luchando contra la gravedad que nos arrastra hacia el abismo, pero sé en lo más profundo de mi ser que los cálculos más complejos, a diferencia de manipular la presión o el fuego, siempre fueron responsabilidad de Beatrice, una verdad que pesa sobre mis hombros como una losa.
Comienzo a generar un viento ascendente, y Crusch me sigue en esta desesperada maniobra, sus ojos reflejando la misma determinación y desesperación que los míos.
Maldecimos la furia del viento y las gotas de lluvia que golpean el casco, haciendo difícil mantener el control sobre nuestra trayectoria. El globo comienza a moverse en diversas direcciones, girando y lanzándonos al vacío en un baile macabro de desesperación.
Intento atraparlo con mi mano oculta, pero escapa a una velocidad vertiginosa, dejándonos en caída libre hacia la oscuridad que nos rodea.
—¡Te dije que esperáramos! —exclama Crusch, su voz llena de desesperación y frustración, mientras usa sus brazos para generar aún más viento en un esfuerzo desesperado por contrarrestar la fuerza que nos arrastra hacia abajo.
El frío y las gotas de lluvia hacen que mi cuerpo comience a congelarse, cada partícula de mi ser sintiendo el dolor penetrante de la tormenta que nos envuelve. Estamos en camino a sufrir hipotermia si no hacemos algo pronto para detener nuestra caída hacia la muerte segura.
Genero toda la calidez posible utilizando el maná que me queda, sintiendo cómo el calor irradia desde mi interior en un intento desesperado por contrarrestar el frío que amenaza con consumirnos.
No tengo idea de cómo volar con ellos, pero si logro absorber el impacto, tal vez tengamos una oportunidad de sobrevivir, una pequeña chispa de esperanza en medio de la oscuridad que nos rodea.
Uso todas las manos ocultas que puedo, incrementando su tamaño para amortiguar la caída, sintiendo el esfuerzo agotador que se apodera de mi cuerpo con cada movimiento.
La única luz en medio de esta situación es una tenue niebla residual de la autoridad, una pequeña muestra de poder en medio de la desesperación. Estamos atrapados en una especie de burbuja, y Crusch me mira directamente a los ojos mientras sigo generando calor, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y asombro ante lo que está sucediendo.
—¿Cómo lograste esto? Este poder... —murmura, su voz llena de incredulidad y admiración mientras me mira con una intensidad que traspasa los límites de la razón.
La miro directamente a los ojos, nuestras miradas se encuentran en medio de la tormenta que nos rodea, y aunque nuestros cuerpos apenas pueden moverse, puedo sentir su piel rozando la mía, una conexión íntima en medio del caos que nos envuelve.
Puedo percibir el maná fluyendo de ella, y me doy cuenta de que ha aceptado el maná de Beatrice en su corazón, una verdad que nos une en este momento de desesperación y dolor.
—Este poder es una maldición que debo cargar —respondo con determinación, sintiendo el peso de la responsabilidad apretar mis hombros como un yugo implacable.
Mi respuesta provoca que Crusch cierre los ojos, y en ese gesto silencioso, percibo un eco de dolor compartido, una carga que compartimos en este momento crítico, donde la oscuridad amenaza con devorarnos por completo.
—¿Sabes? —Su voz es apenas un susurro en medio del estruendo de la tormenta—. A Beatrice no le gustaría ver la expresión que tienes ahora.
Abro los ojos con fuerza al escuchar esas palabras, intentando articular una respuesta, pero ella suavemente tapa mi boca con su mano, como si quisiera sellar las palabras antes de que salgan.
—Y, para ser sincera, a mí tampoco me gusta —añade, su voz cargada de una sinceridad que corta más profundo que cualquier cuchillo.
En ese momento, un estruendo retumba a nuestro alrededor, y siento que chocamos con algo con una fuerza sobrecogedora.
El impacto zarandea mi espalda, y todo se vuelve borroso en medio de la confusión y la incertidumbre, como si estuviéramos siendo arrancados de la realidad y arrojados al abismo de lo desconocido.
¿Qué espera Crusch que haga en esta situación desesperada? Sus ojos encuentran los míos en busca de respuesta, pero mis fuerzas apenas pueden sostenernos en este abismo de peligro, y el peso del dolor y la pérdida amenaza con aplastarme hasta la nada.
Entonces todo se vuelve negro, y pierdo la sensación de mi cuerpo.
Si demuestro sufrimiento, quizás no haya vuelta atrás.
Hoy ha estado lloviendo desde la buena mañana, esa maldita lluvia apareció de la nada. Además, el frío es intenso, pero la anciana me insistió en que no saliera hoy. No entiendo por qué se mostró tan dramática.
Después de todo, es solo lluvia. Debería ser porque se está volviendo senil; definitivamente tendré que darle más té.
—Supongo que dormiré. —Me lanzo a la cama, y en el momento en que lo hago, siento cómo todos los cabellos de mi cuerpo se erizan.
¡BOOM!
Un estruendo ensordecedor proviene del exterior. Por un instante, pensé que era un trueno, pero definitivamente ese sonido vino de la tierra.
—¡Qué demo'nios fu' eso! —exclamo, saliendo de mi cuarto sin pensarlo dos veces.
SS-Beatrice
Te amo.
Hoy, he pasado todo el día meticulosamente planificando el cumpleaños de Marco junto a Lia. Nuestra conspiración de alegría está en marcha, y cada detalle que añadimos parece fortalecer el lazo que nos une.
—¿Crees que disfrutará de ese asado? —pregunta Lia, con chispa de entusiasmo en sus ojos que contagia mi propia sonrisa.
—No hay nadie que comprenda a Marco mejor que Betty de hecho, de eso estoy segura supongo. —Mi voz rebosa de orgullo al recordar cada una de las palabras de mi caballero, su mirada cálida y sus gestos que hablan de su afecto hacia nosotros.
Lia sonríe, y juntas nos sumergimos en un mar de imaginación, visualizando el tipo de cumpleaños que iluminará los ojos de Marco. Sé que a él no le gustan las multitudes, así que planeo rodearlo de personas cercanas, de aquellos que lo aman y lo aprecian tanto como nosotras.
—Crusch debe saber dónde conseguir algo de alcohol, ¿verdad? —Lia me mira emocionada, como una cómplice en nuestra misión de hacer feliz a Marco, y yo asiento con renovado entusiasmo.
—Ella siempre dice conocer gran parte de Lugunica supongo, deberíamos preguntarle de hecho. —Señalo hacia el laboratorio con una mezcla de determinación y anticipación, atrayendo a otro cómplice hacia nuestra conspiración, listas para tejer los hilos de una celebración inolvidable.
Explicamos rápidamente todo a Crusch, quien nos mira con una expresión completamente seria, sus ojos reflejando la importancia del asunto.
—Entiendo. —Ella sostiene su barbilla mientras observa el cielo—. Quizás conozca a alguien.
Lia y yo nos miramos, compartiendo un instante de emoción contenida. Tomo sus manos rápidamente, sintiendo la conexión entre nosotras palpitar con fuerza.
Ambas empezamos a saltar emocionadas, como dos niñas que anticipan la llegada de un regalo especial. Cuando se trata de hacer feliz a Marco, mis emociones siempre afloran, inundándome con un cálido amor que se expande en mi pecho.
«Jeje, parece que realmente lo amo profundamente.» Cada gesto, cada sonrisa suya, parece encender un fuego en mi interior que ilumina mi mundo entero.
Pero entonces, en medio de la celebración por el nacimiento de los ministros y la perspectiva de que Marco tendrá más tiempo libre, recibe una llamada que corta abruptamente nuestra alegría.
—Discúlpenme, debo atender algo. —Marco se levanta y se va, su mirada y la opresión en mi pecho me dicen que es algo serio, algo que amenaza con nublar nuestro día de felicidad.
Aprieto mis manos con fuerza, sintiendo la impotencia arremolinarse dentro de mí.
Nunca lo dejan en paz, el mundo siempre parece estar en su contra, como si estuviera destinado a cargar con un peso demasiado grande para sus hombros.
¿Por qué, por qué el mundo lo odia de esta manera? ¿Por qué el mundo no le permite sanar su corazón roto y encontrar la paz que tanto merece? Todo lo que anhelo es verlo sonreír, sentir su abrazo y experimentar su calor por la eternidad, pero parece que el destino tiene otros planes para él.
Pero él es humano, su vida es tan efímera como un suspiro, y aun así...
Lia me acomoda en sus piernas, sus brazos rodeándome con ternura.
Ella, aunque no sea mi contratista, es alguien a quien aprecio profundamente, una hermana de corazón cálido y alma gentil. Es la contratista de mi hermano mayor, Pucky, y sé que, al igual que yo, su corazón se desgarra al ver a Marco sufrir.
—¿Ha pasado algo? —pregunta Lia, acariciando mi cabeza con suavidad, sus ojos llenos de preocupación y compasión.
Sacudo la cabeza con un suspiro, incapaz de encontrar las palabras para expresar el torbellino de emociones que me consume.
Solo espero que Marco esté bien, que pueda enfrentar lo que sea que esté por venir con valentía y determinación, y que al final, encuentre la paz y la felicidad que tanto merece.
Niego con la cabeza, tratando de persuadirla, pero Lia suspira con resignación, como si ya hubiera anticipado mi reacción.
—Cuando termine la celebración, le preguntamos, ¿de acuerdo? —afirma, colocando una mano reconfortante sobre mi cabeza, como si quisiera calmar mis preocupaciones con ese simple gesto.
Luego me entero de la situación. Una posible guerra, los intereses de humanos insensatos que se sienten amenazados por el crecimiento de Irlam.
«Siempre se trata de razones triviales y necias», pienso con amargura mientras escucho los detalles.
Definitivamente, como dice Marco:
"Los seres humanos nunca tienen suficiente tiempo para aprender de sus errores."
Es por eso por lo que la historia está condenada a repetirse una y otra vez. Aunque algunos aprendan, siempre son los peores quienes cometen las mismas estupideces, y nosotros, los que estamos atrapados en el torbellino de sus decisiones, debemos lidiar con las consecuencias.
—No creo que debamos celebrar. —Lia me mira con desánimo, su voz cargada de preocupación por el futuro incierto que se cierne sobre nosotros, pero yo sostengo sus manos con determinación, transmitiéndole mi confianza a través del contacto.
—Lo haremos, de hecho. Marco necesita relajarse un poco, supongo —respondo con un tono decidido, sabiendo que esta celebración es más importante de lo que parece superficialmente.
Es una muestra de resistencia, una afirmación de nuestra humanidad en medio del caos que nos rodea.
No voy a ceder, debo demostrar cuán importante es mantener viva la esperanza en tiempos oscuros.
Lia me abraza con fuerza, buscando consuelo en mi calor, y yo respondo con un abrazo igual de cálido, envolviéndola en mi amor y protección. Sé que ella debe estar sintiendo un profundo estrés; la vida de muchas personas depende de ella, y eso es lo más importante para ella, sobre todo lo demás.
Incluso ha discutido con Marco por ello, sacrificando su propia felicidad por el bienestar de los demás, un acto de nobleza que me llena de admiración y ternura.
—¿Crees que la guerra está bien? —pregunta Lia, su voz apenas un susurro, pero cargada de la intensidad de una pregunta que pesa en nuestros corazones.
No es que no haya cometido acciones terribles por los intereses de otros, pero en esta situación, no sé qué decir. La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi pecho, pero, aun así, encuentro la fuerza para responder.
—No, Lia. Nunca está bien supongo. Pero a veces, es inevitable de hecho. Lo único que podemos hacer es mantenernos unidos y luchar por lo que creemos que es correcto supongo. Y eso es lo que haremos de hecho.
Aunque Betty lo diga, los recuerdos del pasado afloran en mi mente.
—No sabemos qué pueden idear, supongo. —Betty comprende a Marco, Betty sabe que él también piensa en el bienestar de la gente—. Betty cree que Marco sabe que no es una opción correcta de hecho, pero que si no la tomamos nos llevará a un futuro aún peor, supongo.
Confío en Marco. Sé que solo busca el bien de todos. Su determinación y su empeño por encontrar soluciones, incluso en los momentos más oscuros, me inspiran y me llenan de esperanza.
El chico de pelo plateado, Otto... busca a Lia bajo una capucha. Cree que se esconde, pero es tan evidente que me preocupa que Roswaal lo note. Decido trasladarlo al laboratorio y les permito hablar en privado.
Para mi sorpresa, ese humano comienza a convencer a Lia de manera magistral, haciendo que ella empiece a dudar de sus propios pensamientos. Le tomó más de un día, pero hice el favor de llevarlo para que conversaran.
—Supongo que es la única opción. —dice Lia, finalizando con su decisión. Aunque noto una sombra de duda en su voz, sé que confía en sus propias elecciones y en lo que considera mejor para todos.
Después de eso, organizamos una fiesta. Finalmente conseguimos todo lo necesario y planificamos cada detalle para la celebración de mi príncipe. Su mirada de sorpresa y alegría al ver todo preparado me llena por completo de satisfacción y emoción.
Él comienza a disfrutar y, como acordamos, Lia y yo intentamos animarlo, rodeándolo con el calor y el afecto de nuestros abrazos y sonrisas.
Es reconfortante verlo feliz y relajado, al menos por un momento, lejos de las preocupaciones y los conflictos que lo acechan constantemente.
Sin embargo, luego Lia se emborracha y hace un espectáculo, desatando un torbellino de emociones que amenaza con arruinar la atmósfera festiva que habíamos creado con tanto esmero.
Sé que Lia siente algo por Marco, y aunque ninguno de los dos parece comprenderlo completamente, sé que Marco también siente algo por ella, aunque sea algo pequeño.
La tensión y la química entre ellos dos siempre me llenan de felicidad y nostalgia, recordándome que el amor es un vínculo poderoso y complicado.
Sin embargo, el corazón de Marco está tan dañado que él lo rechaza por completo, incapaz de permitirse el lujo de abrirse a nuevos sentimientos cuando su alma aún está marcada por el dolor y la pérdida.
Es una tragedia silenciosa que nos envuelve a todos, pero, aun así, mantengo la esperanza de que algún día encuentren la paz y la felicidad que tanto merece.
Y yo deseó estar allí para verlo.
Marco es como una fuerza impulsora para el crecimiento de Lia, y ella, a su vez, lo desafía a abrirse ante la vida y sus emociones de una manera que yo nunca podría hacer. Es admirable ver cómo se apoyan mutuamente y se desafían a sí mismos para ser mejores personas.
Por eso, no tendría ningún problema en prestar a Marco si es por el bienestar de Lia.
Sin embargo, últimamente he notado que otra chica, Crusch, también está ocupando un lugar importante en su vida. Es como si estuviera abriendo otra faceta de él, una que no había explorado antes.
«Quizás debería escribir una historia, un relato sobre un futuro hipotético en el que estas cosas sucedan.» Me sumerjo en mis pensamientos con una sonrisa traviesa, imaginando diferentes situaciones mientras camino hacia el laboratorio.
Una vez dentro, percibo la presencia de Marco en la habitación de Lia, y mi curiosidad se despierta de inmediato, llevándome a utilizar la magia para observar lo que está sucediendo.
La escena que presencio es íntima, pero no puedo apartar la mirada. Marco está sobre Lia, y sus miradas se encuentran en un intercambio silencioso de emociones.
Intento tapar mis ojos, pero una fuerza irresistible me impide apartar la vista mientras observo cómo se desarrolla la situación entre los dos.
Poco a poco, Marco se acerca a Lia, y ella inclina la cabeza hacia él en un gesto de confianza y cercanía. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, preocupada por el bienestar emocional de ambos.
Sin embargo, mi enojo surge repentinamente cuando Marco cambia de dirección y besa su frente en lugar de sus labios.
«¡Es un tonto de hecho!» Exclamo en voz alta, frustrada por la tensión acumulada, mientras los veo dirigirse juntos hacia el laboratorio.
Cuando Marco abre la puerta, una ráfaga de aire gélido entra en la habitación, golpeándome con fuerza y haciendo que me estremezca. En medio de mi confusión y molestia, escucho un grito desesperado que me hiela hasta los huesos.
—¡BEATRICE! —grita Marco con fuerza, y por un instante, siento una conexión débil pero reconfortante con él, como si finalmente hubiera logrado romper esa barrera invisible que nos separaba.
Sin vacilar un instante, dejo el casco del globo flotando y me sumerjo en el denso miasma que envuelve a Marco. Aunque soy un espíritu y este veneno no me afecta, soy consciente de su peligro para él.
Por eso, me concentro en limpiar su puerta desde mi posición, volando a toda velocidad mientras siento el fino hilo que nos une.
Es como si Roswaal tuviera razón, y mi madre, después de todo, había dejado algo reservado para mí. Mi mano se desliza hacia el cristal que guardo en mi bolsillo, y una sonrisa se dibuja en mis labios al reconocer que finalmente cumpliré mi propósito, aunque en este momento, ya no me importa tanto.
—¡Marco! —mi voz estalla en un grito al verlo, con un cuchillo lleno de miasma clavado en su torso. Caigo frente a él, enfrentando al enemigo con el que ha estado luchando.
Es miasma condensado, tal como dijo Roswaal, la fuerza que mi madre no pudo controlar por completo, la razón por la cual el mundo fue consumido por la oscuridad.
—¡El Shamack! —grito, invocando al hechizo para encerrar al monstruo en un intento desesperado por contenerlo, y luego vuelvo mi mirada hacia Marco.
Lamentablemente, mi reserva de maná no es suficiente para utilizar un hechizo más poderoso. De hecho, acabo de romper el contrato que tanto me costó establecer.
—Betty quiere ayudarte asi como la has ayudado a ella de hecho—murmuro mientras me levanto y corro hacia Crusch para analizar su situación. Roswaal me lo advirtió, me explicó por qué debo salvarla, y en ese momento, ya había tomado mi decisión.
El miasma envuelve completamente su cuerpo, y en este momento, solo hay una posibilidad para salvarla. El "odo," la esencia más pura del maná que retiene mi alma.
—Parece que mi madre nunca me abandonó; parece que siempre quiso que te protegiera —susurro con determinación mientras me concentro en el poder del "odo."
—Betty, no... —Sus palabras atraviesan mi alma, mis manos tiemblan mientras mi corazón me pide quedarme a su lado—. No puedes... hacer esto por mí.
Después de sanar a Marco, siento cómo mi cuerpo comienza a flaquear. Mis manos tiemblan, pero con determinación saco el cristal que me dio Roswaal.
—Ese cuchillo está diseñado para apoderarse de tu cuerpo, y como tu princesa, debo protegerte —mis palabras, cargadas de amor y miedo, tiemblan en el aire.
No hay espacio para el miedo en este momento. Estos meses han sido un torbellino de emociones, los más intensos y conmovedores de toda mi vida. Sin duda alguna.
—Marco... te amo más de lo que las palabras pueden expresar —susurro, sintiendo que mis mejillas arden en fuego a pesar de ser golpeadas por la lluvia.
Con el odo fluyendo a través de mí, me enfrento a la oscuridad que amenaza con devorar a Marco. La lucha es feroz, pero mi voluntad es inquebrantable.
Mi mente se fusiona con el poder del odo, y puedo sentir cada fibra de su ser, cada rincón de su alma.
—No lo lamentes, Marco... no quiero verte consumido por el dolor. Quiero verte sonreír de verdad, ser feliz...
Estoy dispuesta a darlo todo por él, porque sé que este es el momento en que mi amor se convierte en una fuerza imparable.
El tiempo se detiene mientras me enfrento al miasma que intenta arrebatarlo. Cada pensamiento, cada recuerdo, se convierte en una barrera que protege su ser vulnerable. Y mientras el miasma lucha por reclamarlo, yo lucho aún más fuerte para mantenerlo a salvo.
—¡No seré feliz si no estás en mi vida! —su grito resuena en el aire, atravesando mi alma como una espada.
Mis fuerzas flaquean, pero no me rindo. Marco es mi razón de ser en este momento, y no descansaré hasta haberlo salvado por completo.
He aprendido a reír. He aprendido a construir nuevas realidades. He aprendido cosas que harían sentirse orgullosa a mi madre.
—Marco, mi valiente caballero...
He aprendido a amar. He aprendido a amarme.
Todo te lo debo a ti, mi príncipe. Tu llegada ha sacudido mi mundo y ahora debo usarlo todo para salvarte.
No me mires así, dime algo que me haga sonreír, aunque sea demasiado pedir.
Empiezo a llorar, a pesar de no quererlo, parece que mi deseo de seguir viviendo también se hace presente.
Quiero seguir viéndote, seguir disfrutando de tu compañía, quiero poder pasear contigo, disfrutar juntos cada momento.
Quiero seguir siendo tu hija.
No... siempre lo seré, incluso si muero.
—Debes seguir brillando, incluso en los momentos más oscuros. No dejes que mi sacrificio te consuma, por favor.
Con mis últimas fuerzas, me inclino hacia su frente, quisiera romper el contrato, pero realmente no tengo fuerzas para ello. Si muero, se romperá de todas formas.
El cristal en su pecho se ilumina, y entonces comprendo algo.
Beso su frente, esbozando una última sonrisa.
«Por favor, no te culpes por esto.»
Te amo, mi príncipe. Incluso si ya no estoy.
Te amo.
Palabras del autor.
Hola, soy el autor.
Si llegaste hasta aquí significa que llegaste al final del arco, felicidades, espero haya sido interesante de leer.
Bueno, han pasado muchas cosas y ahora nos dirigimos al punto de inflexión más grande de toda la obra. Me emociona mucho traducirlo ya que el siguiente arco es el más largo y complejo de todos.
Tendrá una duración de más o menos dos meses, en ese entonces espero publicar el siguiente arco.
Les recuerdo que esto es un FanFic; para mí es una novela en sí mismo. Lo que quiero mostrar no es solo una historia, si no algo de lo que se pueda aprender de ella.
"Usaré los elementos de la historia, pero los moldearé a mi manera." Esa frase es lo que quiero transmitir, por ello esperen cosas buenas.
Yo escribo para contar las historias de mi corazón.
Asi que no lo vean como Re: zero, porque creo he demostrado no lo es.
Este arco que viene tendrá muchas cosas, espero de verdad lo disfruten y sigan conmigo a lo largo de la historia.
Conseguí trabajo a la vez que hago mi proyecto de grado. Contando un poco de mi vida soy Ingeniero Mecatrónico, mi proyecto me ha tomado sudor y sangre, y estoy en una parte critica. Por eso a veces no me da tiempo de relajarme traduciendo o escribiendo.
El trabajo es sobre hacer tareas o proyectos por dinero, asi que por suerte es desde casa.
Bueno, creo que he dicho todo lo que quería decir.
El siguiente arco viene con dos preguntas que me gustaría decirles a los que están leyendo.
¿Para ti, qué significa ser fuerte?
y
¿Crees que si fueras otra personas serías más feliz e exitoso?
