Nota: Perdonen por no traducir seguido, estaba con muchos problemas en mi proyecto de grado. Me la he pasado desvelando y ¡Wow!, cosas pasaron. Bueno, este capítulo es corto pero los otros serán largos, mañana publicaré otro 😊
El Valor de la Vida.
El profesor apunta a Marco con la pistola, y la fría boca del arma se clava en la frente de Marco. Lentamente, el profesor coloca su dedo en el gatillo, descendiendo con deliberada cadencia.
Marco, con los ojos abiertos, mantiene una determinación que desafía la amenaza inminente.
—Ellos saben demasiado. Esta nueva fuente de energía no es algo que el mundo pueda manejar. El mundo no está preparado para ello. —Su tono es severo, su mirada vacía no conoce el perdón. Ese hombre está dispuesto a matarlo.
«Voy a morir».
Intento desesperadamente tomar aire, buscar alguna acción posible, pero todos los recuerdos de Marco me embisten de frente.
Revivo sus viajes con sus padres, sus juegos con amigos, la vez que confesó sus sentimientos por primera vez a una chica, y el momento en que fue elogiado por los profesores en el colegio.
Recuerdo el miedo que enfrentó al ingresar a la universidad a una temprana edad, la soledad inicial y las alegrías al conocer a diversas personas.
Recuerdo sus esfuerzos constantes por ser siempre el mejor.
Al final, solo queda la determinación.
«No puedo morir ahora. Tengo que salvarlos a todos».
El profesor aprieta el gatillo, y un pequeño clic retumba en mis oídos, un sonido agudo que perfora la calma. Marco se sorprende al darse cuenta de que no está muerto.
Siento cómo mi sangre, como un torrente helado, abandona todo mi cuerpo, creando un escalofrío que se propaga desde la nuca hasta los pies.
Por segunda vez, experimento un frío que me deja sin aliento.
El profesor se aleja hacia la salida, dejando a Marco vencido, caído de rodillas sobre el suelo helado. Sus temblores resuenan en el eco del clic metálico. El profesor se gira para ver a Marco de espaldas, dando una sonrisa y diciendo:
—Aprovecha la fiesta para despedirte, debes decidirte pronto; de lo contrario, no esperes salir ileso —advierte el profesor con frialdad.
Marco queda solo en la habitación; simplemente observa la máquina. No hay nada, ninguna emoción. El vacío que siente Marco en este momento no es más que la absoluta falta de entendimiento.
«Soy yo o ellos». Piensa, colocando sus manos en su rostro. Jadea, las aprieta, pero al final las libera.
—No lo hagas —mi voz, desesperada, intenta alcanzarlo; mis emociones fluyen con la esperanza de que alguna logre traspasar el tiempo y lo ayude a escapar.
«Debo tomar una decisión ahora, si voy a dejar que roben nuestro proyecto y lo usen para el mal».
«No pienses en ello, Marco, por favor.»
Tu bienestar.
—Yo estaba equivocada, sé que siempre actúo sin pensar en mí, que siempre hago las cosas sin importar si salgo herida, yo... —Marco aprieta sus manos, colocándolas en forma de pucho en frente de él.
«Mis padres no me lo perdonarían, incluso si debo ponerlos en peligro».
Sus pensamientos me llegan, pero yo no lo acepto, no acepto es sufrimiento que va a tener que sufrir. Todo por querer ayudar a los demás, por querer ser un héroe, por querer ser una persona que creía idealizaba.
«¿Son estas las consecuencias de hacer el bien?»
—Puedes ser egoísta, de verdad. ¡Solo acepta! —Grito a la pantalla inerte, golpeando mi asiento con fuerza. Sé que mis palabras son horribles, sé que no concuerdan con mis ideales, sé que no reflejan mis emociones.
Sé que habría tomado la misma decisión que está tomando Marco ahora.
Pero, no es la correcta.
«Debo salvarlos, debo hacer todo lo posible por salvarlos a todos, incluso si debo morir».
—¡NO LO HAGAS! —mi grito, cargado de emociones, resuena en la sala, pero parece no ser suficiente para traspasar el tiempo.
Marco se levanta y apaga la máquina. Toma el cristal piroxeno y lo hace brillar; parece haber decidido algo.
—Puedo lograrlo, puedo hacerlo porque soy quien está destinado a hacerlo —expresa Marco, meticulosamente guardando toda su investigación y ejecutando acciones que aún escapan a mi comprensión.
Después de un tiempo, María viene a buscarlo.
Al verla, Marco siente una amalgama de temor y determinación para avanzar. Su cuerpo le susurra que debe actuar, que debe salvar a todos. Él se queda viéndola, mientras en su corazón solo hay caos.
Asi como una determinación férrea.
«Debo simular que estamos organizando la fiesta, aprovechar para revelar la verdad a todos». Marco se ha decidido, ha tomado la decisión de crear su plan.
Ya lo he visto, y es precisamente por eso que duele.
—Incluso yo puedo admitir que siento lástima. —Sonríe Echidna.
Aprieto mis manos, intentando contenerme. No soy yo en este momento... Nunca fui así; ahora que experimento los sentimientos de Marco, me transformo en alguien diferente.
Para empezar...
«¿Soy la niña atrapada en el cristal?»
«¿Soy la persona que quiere liderar y hacer el bien para todos?»
«¿Quién estoy siendo ahora?»
—No te preocupes, en este mismo momento vamos a preparar la fiesta. —Sonríe Marco, mientras lucha por no vomitar. Pone su mano en la cabeza de María y la acaricia con una mirada calmada. El se mantiene fuerte, a pesar de tener toda la vida de su familia y la vida de sus amigos en sus manos.
Por otra parte, yo...
Miro la pantalla, mientras el frío persiste en mí. Solo puedo temblar, temblar en busca de un poco de calor. Anhelo sentir esa calidez, esa calidez que experimento cuando estoy con él.
Yo...
María besa a Marco, este la abraza y la acurruca en su pecho.
—Te amo, María, por eso... —Marco la abraza con más fuerza—. Quiero tenerte a mi lado.
María responde al abrazo, sin pronunciar palabra alguna.
Esta sensación cálida, este calor que intenta invadir mi cuerpo, se ve ahora eclipsado por el frío.
Un frio tan helado que me hace temblar.
Mi mirada pesa, solo al contemplar lo que está por acontecer.
Esa sensación que encontré en los libros de Beatrice. Esa emoción con la que soñaba; pensaba que sentirlo me colmaría de felicidad, pero esta sensación...
«¿Por qué tengo que atravesar por esto?»
«¿Qué hizo Marco para merecer esto?»
—Te protegeré. —La mirada de Marco cambia, mi corazón late con fuerza, mis labios tiemblan.
El frio ya ha llegado a mis huesos, invadiendo cada centímetro de mi ser.
El temor que él contiene, el dolor que siente. Ni siquiera ha reflexionado sobre la verdadera amenaza que representa para su vida, ni ha considerado qué acciones debe emprender para resguardarse.
«¿Por qué?»
«¿Por qué le sucede esto a alguien como él?»
Marco y María se retiran a su habitación.
«Debo fingir a la perfección». Marco utiliza su celular para poner música, toma a María y la tumba en la cama.
María sonríe; sus emociones sincronizadas. Marco aprovecha el momento para besarla, mientras ambos comienzan a despojarse de la ropa. Al compás de la música, una pequeña guitarra parece incitarlos a acariciarse.
«Debo decírselo, ella debe saberlo.»
Marco acaricia el cuerpo de María con delicadeza. Puedo sentir su calor, puedo sentir la presión que experimenta. Puedo sentir el miedo que lo embarga en este momento.
«María, parece que lo arruiné.»
Sin darse cuenta, Marco abraza a María con fuerza. La sorpresa de ella se refleja en su rostro, con ojos abiertos y brazos estirados sin saber a dónde ir.
—¿Marco? —pregunta María, y Marco se acerca a su oreja.
«Voy a hacer que todos sobrevivan, lo haré... Aunque deba aliarme con el mal.» Marco ha tomado una decisión, una que ya sé lo que causará.
Susurrando, la abraza con fuerza, como si estuviera escapando de algo.
—María, el profesor nos ha traicionado. —Marco besa la oreja de María con cuidado—. Trata de seguirme el juego, ya que pueden estar escuchándonos.
María lo abraza, mientras que la música ensordece el ambiente. El dolor en mi corazón amenaza con ahogarme, pero me contengo.
—Parece que por fin usa su cerebro un poco. —Echidna muerde su galleta, disfrutando la escena. La voz de Marco se quiebra, soltando un pequeño murmullo.
Mis lágrimas fluyen, sin embargo, Marco no está llorando.
—Lo arreglaré todo, lo prometo.
María comienza a temblar; al percatarse, Marco vuelve a besarla. Una y otra vez, la besa hasta que ambos se quedan sin aliento. Aprieto mi mano en mi pecho; simplemente, no quiero que le suceda algo malo.
La pantalla se vuelve negra, y somos dirigidos a otra escena.
—Ya casi viene la parte interesante. —Echidna me mira, pero yo no le dirijo la mirada. Ella quiere que caiga, que no me sostenga.
Todos están reunidos, María nerviosa y cabizbaja.
El lugar seleccionado no es más que un salón de fiesta. Marco se encargó de revisar meticulosamente el lugar, cada parte, cada orificio; lo revisó todo para evitar micrófonos y analizó las cámaras del lugar, todo mientras fingía estar limpiando.
Marco se ve nervioso, mirando a todas partes sonriendo, como si estuviera ya borracho.
—Se está volviendo más paranoico. —Miro a Marco, intentando entenderlo. Esta sensación en mi pecho, esta opresión.
Puedo sentir sus emociones, pero, a diferencia, no siento que pueda conectarme con él.
«Te quiero entender.»
«Te quiero ayudar.»
Después de unas horas, Marco empieza a reunirlos a todos. La música a todo volumen para tapar cualquier rastro de la conversación. Las miradas sonrientes de todos son opacadas por la absoluta neutralidad de Marco.
«Así los vas a preocupar». Piensa Marco, apretando sus adentros con fuerza.
Un ardor intenso crece en mi interior. Una sensación opresiva, mi furia creciendo por mi inutilidad.
«¡Debes ser fuerte!»
Marco se golpea el rostro con fuerza, tanta fuerza que su labio termina por romperse. Mi labio empieza a sangrar, pero no porque se haya transmitido el daño.
—Parece que estás más demente que él. —Echidna se mofa, pero yo la ignoro. Tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte si quiero superar esto.
Todos se sorprenden y se acercan más a Marco, quien aprovecha para mirarlos a los ojos.
—Escuchen bien, porque no lo repetiré. —Marco sonríe, intentando calmarse—. El profesor se alió con el gobierno y los Estados Unidos; todos quieren acabar con nosotros.
Las miradas de todos se tornan inexpresivas, como si se tratara de una broma. Marco comienza a explicar lo que le dijo el profesor, omitiendo la parte en que le sugiere traicionarlos; en vez de eso, dice que lo escuchó a escondidas.
Marco coloca un audio con la voz del profesor, un audio que grabó a escondidas para tener prueba de ello. Al parecer, todos los teléfonos guardan información sobre dónde están, también, sobre lo que se escucha alrededor.
—Tenemos que huir, por eso he contactado a alguien que vendrá a buscarnos.
Marco ya había hecho un plan en solo segundos. Casi parte de la suerte o de un cruel destino.
—No necesito que duden de mí, no necesito que piensen de más, necesito que me sigan. —Marco los mira a todos, una mirada llena de miedo y determinación.
«¿Es Marco alguien fuerte?»
No lo sé, realmente no lo sé.
—Vayan a dormir, no preparen la ropa ni nada, cada uno tenga lista una pistola —dice Marco determinado, intentando trasmitir seguridad a sus compañeros. Todos lo miran con temor, y, apagados, empiezan a ver el suelo.
Armas de seguridad que se les deja a los estudiantes que tienen un alto rango.
El ambiente se siente tenso, la música viva y llena de instrumentos que desconozco, pero en este momento nada llega a mi corazón.
—A la medianoche deberán ir al laboratorio. A como dé lugar, escaparemos.
Las personas parecen no entender las palabras de Marco. Todos miran a María, pero su expresión temerosa es la viva muestra de que Marco está hablando en serio. Las personas empiezan a temblar, unos caen al suelo, otros se apoyan el uno con el otro.
—¡Parece que los tragos están actuando! JA, JA, JA, ¡JA! —Marco empieza a reír, reír y reír tan fuerte que su garganta empieza a doler.
«No puedo fallar, las vidas de todos están en mis manos.»
