Una Muestra de Amistad.
Las lágrimas ya no brotan de mis ojos, el aliento apenas sale de mi boca agotada. Mi mano tiembla al sostener el vaso de agua, mientras mis ojos se posan en el caos de papeles frente a mí, un reflejo de mi propio naufragio interior.
No hay luz en mi mente, ningún plan que pueda concebir para enfrentar esta prueba atroz. La decisión está tomada, sí, pero no hay consuelo en ello.
Me hundo en la cama, resignada a permanecer aquí hasta que la sombra de Marco se desvanezca de este mundo. Apretando mis manos con fuerza, forjo una sonrisa frágil en mi rostro.
—¡Sí! —susurro con determinación, intentando convencerme de que todo estará bien. Limpio mis ojos húmedos con el dorso de mis manos, anhelando borrar la tristeza que los embarga.
Giro mi cabeza para ver el espejo en la pared. El reflejo me devuelve una imagen que apenas reconozco: una sonrisa genuina, pero cargada de pesar.
Es irónico pensar que esta nueva versión de mí misma, esta que se ha dejado arrastrar por la desesperación, es la que ahora habita en mi ser.
Aunque sé que mis amigos humanos ya no estarán, me aferró a la esperanza de que quizás, de vez en cuando, puedan visitarme en esta cárcel de dolor.
Me despojo de las prendas militares, sintiendo que también dejo atrás una parte de quien solía ser.
—jajaja…
Una risa amarga escapa de mis labios al ver mi vestido antiguo, reparado por las manos de Rem.
—El destino tiene un sentido del humor peculiar —murmuro mientras me deslizo en la tela familiar, ocultando mi presencia bajo la capucha que me ha acompañado en tantas travesías.
Decido reunir fuerzas, canalizando el maná para invocar a Puck, sabiendo que en algún rincón del mundo él aún aguarda.
Mis ojos se encuentran nuevamente con los del reflejo en el espejo, pero esta vez no buscan la imagen de quien fui, sino el reflejo de la determinación que arde en mi interior.
El tiempo deja de tener relevancia en este momento; todo lo que importa es recuperar la esencia perdida, perseguir a esa antigua yo que yace sepultada bajo capas de desesperanza.
—Ya no tengo más aliento que exhalar —susurro con voz entrecortada, tratando de convencerme a mí misma de que he tomado la decisión correcta.
Entonces, veo en el espejo, mi yo interior. Una ilusión de lo que quería ver. Aquella yo que enfrentó sus miedos, que pudo salir adelante a pesar de todo el dolor. Su traje militar, su mirada fija en mis ojos.
—Entonces, ¿te quedarás aquí hasta que Marco muera? —una voz interna cuestiona, sembrando dudas en mi mente ya agotada. El reflejo de mi interior, la yo que lucha por salir adelante, la que cree que soy fuerte.
Yo la miro a los ojos, intentando mostrarle mi determinación.
—Sí, así es. No hay otro camino —respondo con determinación, tratando de infundirme valor.
Su mirada de desaprobación me destruye. Se que quizás me estoy volviendo loca al estar hablando conmigo misma. Pero, si quiero llegar a un acuerdo tendré que enfrentarme a mí misma.
—¿Y qué hay de tus amigos? ¿Acaso no significa nada para ti seguir a su lado? —su voz es clara y directa.
Miro a otro lado, llegando a una conclusión.
—Ellos... Ellos ya no estarán. No después de esto —murmuro, luchando contra las lágrimas que amenazan con emerger de nuevo.
La batalla interna es feroz, pero finalmente logro imponer mi voluntad sobre mis dudas. Me levanto con determinación, dispuesta a enfrentar lo que sea necesario para recuperar lo que he perdido.
Empezaré de nuevo en cien años, cuando tenga la noticia de que Marco ha muerto, estoy segura de que podré hacerlo.
—Si... —Mis manos tiemblan, víctimas de mi debilidad—. Cuando él muera ¡Ugh!
Sostengo mi respiración, intentando detener las náuseas, el pico de mi dolor. Mi corazón duele; mis emociones intentan tomar el control de mí.
«¿Cuándo cambié tanto? ¿Cómo no soy capaz de recordar lo que era?» Todas las experiencias que he vivido, todo lo que he tenido que pasar, las alegrías y las penas.
«No lo entiendo; no entiendo cuándo cambié tanto, cuándo pasé de estar mal conmigo misma a sentirme bien; todo para luego caer en un abismo aún más profundo que el anterior.»
Definitivamente, el conocimiento es el fruto de la miseria.
—Voy a salir, a dar mi decisión y volver a sellarme en el santuario. —Miro hacia la puerta, pero la luz se corta por un pequeño orificio.
«Hay alguien, ¿alguien ha venido a verme?» Aprieto mis manos por un momento y luego miro la puerta, camino lentamente; sintiendo el peso de mi decisión aumentar más y más.
Pongo mi mano en la perilla, aceptando que tendré que ser fuerte. Fuerte para soportar abandonar a todos. Aprieto mi boca, conteniendo las lágrimas que no sabía que quedaban.
—¡Buenas noches, señorita Emilia! —Otto me mira con una sonrisa sincera, detrás están Crusch y Luan, quienes sostienen una expresión seria.
Pongo mi mano derecha en mi brazo izquierdo, sobándolo un poco para calmar este nerviosismo. Quería hablarlo con él primero para darme la fuerza necesaria.
Marco, si se lo contaba a él, sé que me hubiera aceptado.
La fría noche está por llegar, pero no hay frialdad más grande que la que sentí esa vez. Un frío tan grande que no quiero volver a sentirlo. Mi corazón late con fuerza, mientras que la calidez en sus miradas intenta llegarme.
—¿Podemos pasar? —Crusch me mira fijamente, su pregunta me hace dudar.
¿Qué estarán planeando?
Solo hay una respuesta en mi mente para esa pregunta.
«¡No hay forma de hacerme cambiar de opinión!»
Quiero decírselos, quiero dejar todo claro. No seré más una carga, si no puedo ser lo suficientemente fría para soportarlo todo, entonces no estoy hecha para el cargo de gobernante.
Es así de simple.
—C-claro, pueden pasar. —Mis labios se deslizan, unas palabras que no quería decir. Mi corazón duele, duele hasta el punto de que me cuesta respirar.
Ellos entran, y, una vez cierro la puerta; me miran todos como si tuviese algo malo. Otra vez quieren hacer algo para limpiar el problema.
Quieren que vuelva a ser esa Emilia; la Emilia fuerte que nada teme.
Lo que quieren es que vuelva actuar según mi deber, según lo que significo en los corazones de todos. Debo actuar como una gobernante.
—Emilia, queremos hablar contigo. —Otto sigue sonriendo, levemente, como si estuviese intentando calmarme.
Luan ojea el lugar, los papeles tirados en el suelo, las partes escritas de mis intentos de encontrar una solución. Mi traje militar sucio yace lleno de tinta negra, una muestra de que ya dejé ese camino atrás.
Sus ojos luego se fijan en mí, haciéndome retroceder y chocarme de espalda con la puerta. Pongo mi mano en mi pecho, intentando contener todo lo incontenible. Yo no quiero pensar de más, estoy harta ya de pensar en formas de hacerme más fuerte.
—¿Qué es lo que desean? Yo, yo no quiero hablar, estoy mu~~y decidida. —Lo había olvidado, Marco me había mencionado sobre mi costumbre de extender ciertas palabras cuando estoy siendo muy emocional.
Intenté cambiar eso, aunque no lo vi conforme.
«¡Jajaja! Parece que aún puedo ser yo misma.»
—¿Quieres abandonarlo todo? —La mirada de Otto es severa, por un instante, esa sonrisa se convierte en una espada que amenaza con atravesar mi corazón—. Quieres dejar sin completar la prueba, para que nosotros salgamos; dejando todo tal y como está.
¿Cómo se dio cuenta? Mis manos tiemblan, fruto del temor de sus palabras. Acaba de leerme por completo, pero… ¿Cómo lo hizo?
Es algo que acabo de decidir, no es algo que él pueda concluir tan rápidamente. Crusch y Luan lo miran con sorpresa, así que dudo que les haya dicho a ellas.
—¿Cómo lo…? —Ante mi pregunta Luan aprieta sus manos con fuerza. Enojada, me mira con recelo.
—¿Acaso planeabas abandonarlo todo?
Las palabras de Luan y Crusch me golpean como un vendaval, sacudiendo mi alma hasta lo más profundo.
—¿De verdad estabas dispuesta a renunciar a todo lo que importa? —La decepción en sus miradas me desgarra por dentro, recordándome mi propia incapacidad para salvar a quienes amo.
«Betty...» su nombre resuena en mi mente como un eco de dolor.
Aprieto con fuerza mis manos, sintiendo cómo mi corazón amenaza con estallar en mil pedazos. Pero de repente, como una chispa en la oscuridad, una determinación feroz se apodera de mí.
—¡Así es! ¡YO! ¡Yo viviré por mucho más tiempo que todos ustedes! —mis palabras resuenan con una fuerza que apenas reconozco, impulsadas por la rabia y la frustración que me consumen—. ¡Yo puedo seguir adelante! ¡Ustedes tienen una vida corta!
¡Pam!
El sonido sordo de mi mano golpeando la pared es apenas un eco de mi propia furia interna.
La grieta que se forma es el reflejo de mi propia ira, dirigida hacia mí misma por mi propia impotencia. Una voz débil en mi mente intenta detenerme, pero la ira y la determinación me ciegan por completo.
—Ustedes deben seguir adelante, nada cambiará si estoy o no, serán lo que quieran, pero al final serán polvo. —Una sonrisa retorcida se dibuja en mis labios, el amargo fruto de mi propia desesperación—. Sus vidas serán tan pasajeras como un suspiro, por lo que tienen derecho a vivir en esa ilusión; tienen derecho a cumplir sus metas.
El tiempo, esa ilusoria medida de nuestras existencias, se desvanece frente a mí. Para ellos, el tiempo es oro, una moneda preciosa que no pueden desperdiciar en alguien cuyo tiempo no importa.
Me di cuenta demasiado tarde de la distancia que nos separa, de la brecha infranqueable que existe entre ellos y yo.
—Emilia... —la sorpresa en los ojos de Otto me detiene por un momento, pero mi determinación no flaquea.
Una sonrisa forzada se dibuja en mi rostro, una máscara frágil que apenas oculta el torbellino de emociones que me consume por dentro.
—Yo estaré bien, pueden dejarme —mis manos aún temblorosas apenas pueden sostener el peso de mi decisión—. Salven a Marco por mí, él todavía tiene una vida por delante, aun si Betty no está, él...
—¡EMILIA!
El grito desesperado de Luan rompe el silencio, y una ola de calor y caos se desata a mi alrededor. Las ventanas se quiebran y los fragmentos se esparcen como lágrimas en el viento.
Instintivamente, mi mano se alza, creando un muro de hielo que me separa de Luan. Miro hacía preocupada, puesto que sé que pude haberla lastimado.
¡Crac! El sonido del cristal quebrándose perfora el silencio, y el vapor comienza a escapar mientras ella se acerca más, con determinación en su mirada.
—¡Luan! —Crusch se lanza hacia ella para detenerla, pero el cabello de Luan estalla en un rojo incandescente que me ciega por completo.
Tengo que intervenir antes de que cause más daño.
—Artes de hielo, ventisca invernal —pronuncio con urgencia, desatando una gran ventisca que la rodea. Ella se protege, pero el frío se apodera del lugar, congelando todo a su paso.
Sin embargo, su fuego no se extingue, desafiando mis intentos de contenerlo.
No deseo herirla, pero su poder es impresionante.
—¡No te atrevas a decir esas cosas! —ella atraviesa mi barrera de hielo, su calor deshace todo a su alrededor, convirtiendo el hielo en agua y luego en vapor. Su cabello arde en llamas, y el vapor nubla completamente mi vista.
Necesito ser más enérgica.
—¡Grado cero! —grito, intentando congelar sus piernas para detenerla, pero mi magia se disipa al tocarla, derretida por completo por su calor abrasador.
«¿Qué está sucediendo?»
Mis ojos se abren de par en par en asombro, pero antes de que pueda reaccionar, siento un impacto en mi estómago. El dolor se propaga por todo mi cuerpo, mi piel arde bajo su calor abrasador mientras caigo de rodillas, luchando por respirar.
«No puedo creer que atravesara mi defensa, ¿cuándo se hizo tan fuerte?»
—¡Ni siquiera puedes mostrar el poder que tenías antes! —su voz suena llena de reproche, y mientras Otto interviene para detenerla usando su única mano para atrapar su puño, el olor a carne quemada se aferra a mis sentidos, atormentándome.
—¡Otto! —Crusch disipa el vapor a través de la ventana rota y atrapa a Luan, pero ella no se detiene, determinada a hacerme entender.
—¡No me detengan! ¡Ella debe darse cuenta! —su voz resuena con desesperación, y mientras mis amigos se lastiman por mí, siento el peso abrumador de mi propia inutilidad.
—¡Eres nuestra amiga! No te atrevas a decir esas palabras —Luan me mira con ojos llameantes, desafiándome a cuestionar mi carga—. ¡Deja de creer que tienes que sufrir sola! ¡Deja de creer que eres la única que puede cargar con todo!
Entonces, ya no puedo contenerlo más.
—¡Tengo que hacerlo! ¡Tengo que ayudar a todos, soportar este dolor para poder ser de utilidad! —me inclino hacía ella, gritando con todas mis fuerzas, sin importar si mi cuerpo se quema.
"Te dejaré llorar, para que mañana puedas ser más fuerte", me había dicho Marco una vez. Pero hoy, en este momento, yo no puedo hacer eso.
—¡Estúpida! —Luan se libera, y veo a Crusch y Otto ser lanzados por el estallido de maná. Ambos chocan con la pared, mientras Luan se acerca de nuevo, con una furia que parece desgarrar el aire.
—¡Somos tus amigos! —el grito de Luan resuena en mi alma, golpeándome en el rostro con una verdad que no quería enfrentar—. Deja de creer que la carga es solo tuya, deja de tratar de emular a Marco. ¡La forma de ser de Marco es un veneno!
Mis ojos se abren de par en par ante su acusación, y aprieto mis manos con furia, mirándola con desafío.
Él no tuvo elección, no es culpa suya.
—¡Cómo te atreves! —extiendo mi mano, pero antes de que pueda actuar, Crusch aparece detrás de Luan.
—¡Fura! —el aire estalla con su grito, y Luan cae al suelo, su cabello volviendo rápidamente a su color blanco. Crusch jadea, mirando sus manos chamuscadas con dolor.
Se arrodilla junto a Luan, observándola con preocupación.
Me levanto y me acerco a Crusch, tomando sus manos para curar sus quemaduras con rapidez. Ella me sonríe, aliviada. Uso curación en mi cuerpo al mismo tiempo, curándome las heridas antes que Luan me vea.
—Gracias, Emilia —sus palabras son un susurro de gratitud. Mis ojos se desvían hacia Otto, que yace inconsciente cerca.
Suspiro, notando cómo, a pesar de sus heridas, Crusch intentó detener a Luan sin dudarlo.
«Igual que el tonto de Otto.»
Mientras comienzo a curar a Otto, Crusch se acerca y me habla con suavidad.
—Luan está en shock por lo que ocurrió en la guerra. Es su primera experiencia en un conflicto de esta magnitud, vio morir a personas cercanas y al enemigo por igual —sus palabras son un bálsamo suave sobre el dolor—. Ella es solo una niña, presenció los horrores de la guerra y como, a pesar de intentarlo, no pudo proteger a quienes le importa. La guerra es cruel, y la magnitud de lo sufrido no es poco.
La guerra fue también mi culpa, así que estos golpes eran algo que merecía.
—Vi a soldados ilesos físicamente, pero su mente ya estaba perdida. Miraban al vacío, y cualquier mínimo ruido los hacía enloquecer. Muchos actúan normal, pero estoy segura en sus mentes nada volverá a ser igual. Para ella es igual.
Sí, en el fondo, creo que siempre lo supe.
—Ella solo quería seguir adelante, pero luego se enteró de lo que sucedió con Beatrice, de lo que implica la prueba —Crusch suspira, su mano se posa con firmeza en mi hombro—. Sentirse impotente es desesperante.
Crusch siempre ha mostrado las características de una líder nata. Aunque desconozco mucho sobre su pasado, su porte y comportamiento denotan un linaje noble.
En comparación, yo...
—Es mejor no poder hacer nada a intentar y fallar —mis palabras resuenan en el vacío de la habitación como ecos de una tragedia repetida una y otra vez, como un lamento perdido en el viento.
Palabras vacías, como hojas secas arrastradas por el viento del desencanto, palabras solo para avivar el fuego de su enojo.
—Puede ser, quizás, eso es lo que todos desearían. —La mirada de Otto se torna intensa, penetrando en lo más profundo de mi ser—. Gracias por curarme, señorita Emilia.
Otto se levanta con la gravedad de quien carga el peso del mundo sobre sus hombros, su mirada se posa en Luan en el suelo, como si buscara respuestas en la quietud de su cuerpo.
Luego, su atención se desplaza hacia Crusch, quien con delicadeza la recoge y la coloca en la cama, como si tratara de componer las piezas rotas de un rompecabezas fracturado por la desesperación.
—Esto pasó porque no fui claro —las palabras de Otto caen como guijarros en un estanque de aguas turbias—. Me disculpo.
Espero, conteniendo la respiración, mientras el silencio se cierne sobre nosotros como un velo de incertidumbre, esperando a ver qué camino tomará esta conversación.
—Las palabras de Luan no están del todo equivocadas —la voz de Otto resuena con una seriedad solemne, como el eco de un lamento en la noche oscura que me embarga—. La forma de ser de Marco es un veneno, un veneno que corroe desde dentro, que distorsiona la realidad y oscurece el alma.
Observo a Otto, su mirada perdida en la ventana rota donde, en el fondo, una chica de traje negro y cabello rosado observa en silencio, como un espectro en la penumbra, como un testigo mudo de nuestras luchas internas.
No puedo soportarlo más, no puedo seguir esperando, mientras el peso de nuestras dudas aplasta nuestras almas como rocas en un abismo sin fondo.
—¿Y qué? —mi voz resuena con un temblor apenas contenido, cargada de frustración y anhelo—. Ni siquiera sabes por lo que ha tenido que pasar.
—¡NO LO SÉ! —las palabras de Otto irrumpen en el aire cargadas de angustia, y sus lágrimas brotan como ríos desbordados de un corazón roto—. Claro que no lo sé, nunca ha confiado lo suficiente en nosotros, nunca se ha liberado de sus ataduras.
Sus ojos, vidriosos por las lágrimas, buscan los míos en un intento desesperado por encontrar consuelo, por encontrar comprensión.
—Yo ya sabía que Marco no pertenece a este mundo, me enteré una vez hace ya varios meses —Otto confiesa, sus palabras resonando en la habitación como el susurro de un secreto guardado bajo llave—. Beatrice me lo reveló a través de un cristal piroxeno, para que no desconfiase de él.
«Un cristal piroxeno…»
Otto se sienta en la cama, sus lágrimas limpiadas con su mano temblorosa, su dolor palpable en el aire como una neblina de tristeza que envuelve todo a su paso.
—Todos estamos sufriendo, pero esta no es la forma, no es el camino —las palabras de Otto resuenan con una intensidad que corta como un cuchillo afilado, su dolor compartido como un eco en la oscuridad de la habitación—. Para mí siempre fue difícil hacer amigos, yo no podía comprender el idioma a causa de mi bendición divina, mi hermano me intentó ayudar sin éxito.
Otto baja la cabeza, su desesperación palpable en el aire como una nube oscura que amenaza con devorarlo todo. Su emoción más sincera, un torrente de lágrimas y confesiones, desborda como un río desbordado en pleno invierno.
—Era un renegado, y luego, lo empeoré todo —sus palabras son un susurro cargado de pesar, una confesión de culpa que pesa como una losa sobre su alma—. Luego de huir de mi hogar por problemas con la nobleza, intenté hacer las cosas por mi cuenta, claramente fracasé. Pensé en volver con mi hermano, pero luego fui atrapado por esos monstruos.
Su historia es un relato de dolor y arrepentimiento, un eco de un pasado marcado por la tragedia y la pérdida, una confesión de fragilidad en un mundo que demanda fortaleza.
Ya sabía un poco de su pasado, el mismo nos había contado cosas, pero ahora entiendo un poco más. Quiero abrazarlo, decirle que no tiene por qué llorar.
Aun así, debo mantenerme firme.
—Para mí, ustedes fueron de mis primeros grandes amigos humanos. He pasado por tantas cosas y finalmente encontré un lugar para mí; donde nadie me juzga por mi habilidad, donde todos trabajan en conjunto y se divierten —las palabras de Otto son como un eco de gratitud en la sala, una melodía en medio del silencio—. Por eso yo quiero ayudar, y para ello debo saber.
—Yo quiero lo mismo, pensaba que no debía incumbirme en el pasado de los demás —las palabras de Crusch son como un susurro de determinación, una promesa de lealtad en medio de la incertidumbre—. Intenté hacerlo una vez, cuando lo conocí de verdad, cuando vi un poco del Marco que se oculta tras esa máscara de fortaleza... Pensaba que las personas debían tomar su propio camino, pero… es hora de ayudar a un amigo a salir adelante.
La mirada de Crusch, el brillo en sus ojos me atrapa.
—Ambos queremos hacer algo, por ello, déjanos saber —la determinación en los ojos de Otto me desafía, me impulsa a seguir adelante—. Tú debes querer ayudarlo, si no sabes cómo hacerlo, entonces déjanos a nosotros encontrar una respuesta.
Mi corazón late aún más fuerte, el eco de mis emociones resuena en el aire como un tambor que marca el compás de mi angustia.
—¡El pasado no se puede cambiar! —mi voz resuena con la fuerza de una verdad irrefutable, con la determinación de una batalla que ya ha sido librada—. Nadie puede cambiar ese pasado, nadie puede borrar todos los horrores que tuvo que sufrir.
Otto y Crusch toman mis manos con delicadeza, como si fueran tesoros frágiles que deben ser protegidos.
«No debo ceder», repito en mi mente como un mantra que me da fuerzas para seguir adelante.
—Si bien el pasado no puede cambiar, el presente sí puede —las palabras de Otto son un faro de dolor, un intento de guía en medio de la tormenta—. Sé que te será difícil soportar ese pasado, pero, si lo que necesitas es fortaleza, entonces apóyate en las personas que te quieren.
Crusch me sostiene con más firmeza, como si quisiera transmitirme su fuerza a través de su contacto.
«Yo no quiero, estoy cansada. Solo quiero descansar por largos años.»
—No tienes que ser como Marco, él también tiene que empezar a mejorar —las palabras de Otto son una invitación que no quiero aceptar, yo no quiero eso—. Marco es así por todo lo que tuvo que vivir. A pesar de decir que tenía una gran carga, nunca quiso liberarse ante nosotros. Yo no quise actuar, puesto que no quería empeorar las cosas.
—Tú eres tú —las palabras de Crusch son un intento de encontrar mi identidad, un eco de mi esencia perdida en la vorágine de la confusión.
Niego con mi cabeza, las lágrimas fluyen lentamente por mis mejillas, como un río de emociones que se desborda.
—Yo ya no sé quién soy —mi voz es un susurro ahogado por la desesperación, un lamento por la pérdida de mi yo verdadero—. Me he perdido, me he perdido de lo que era.
Ya no puedo reconocerme, no importa lo que haga, no importa lo que me digan.
El veneno ya ha penetrado en lo más profundo de mí.
—Deja de preocuparte por lo que piensas que eres, deja de preocuparte por lo que los demás piensan que eres —la voz de Otto resuena en mi mente como un eco de razón en medio de la oscuridad—. Tú eres tú, eso no va a cambiar nunca. El pasado no tiene por qué definirte, solo debe condicionarte.
Aprieto mis labios con fuerza, luchando contra la marejada de pensamientos negativos que me ahogan.
No quiero pensar en eso, no quiero siempre ser la inútil.
—No pienses que eres una inútil —las palabras de Otto son un rayo de luz en mi tormenta interior—. Marco siempre está lamentando lo mucho que te ha hecho, Marco siempre ha buscado formas de hacerte sentir a gusto contigo misma, siempre ha soportado una gran carga por las mismas pesas que te impuso. Él siempre lamenta cuando retienes tu felicidad por creer que debes actuar de cierta forma.
Es verdad, pero...
Yo, a pesar de sentirme bien conmigo misma, pensaba que depender de él era todo lo que necesitaba. Actuar cuando sea necesario, porque creí que Marco era una muralla irrompible.
Idealicé la visión de lo que creía que era.
Más no vi lo mucho que lo estaba lastimando; lo mucho que me estaba lastimando.
—Solo porque soy una inútil —mi voz suena llena de amargura, un eco de autodesprecio que resuena en el vacío de mi alma—. Nunca se fue, parece que la ilusión de sentirme bien era solo eso. Una ilusión.
Otto niega con la cabeza con determinación.
—Marco no puede soportar ver personas en soledad, su soledad es tan grande que cada vez que ve a alguien en su situación intenta ayudarlo para que no sea como el —las palabras de Otto son como un bálsamo para mi alma herida—. Tú eres igual, ambos tienen un gran corazón por las experiencias que han sufrido.
Niego con mi cabeza, mis lágrimas fluyendo con más fuerza, como ríos desbordados que inundan mi ser.
—Marco sufrió todo eso, pero hasta que no lo libere de su corazón no podrá seguir adelante —las palabras de Otto son un recordatorio doloroso de la verdad que he estado evitando—. Tú también debes liberarlo, debes actuar más acorde a lo que tu corazón quiere hacer. Si tu corazón se quiere rendir, entonces pídenos ayuda para que podamos guiarte.
"Siempre habrá personas que se irán, pero habrá también quienes se quedarán para estar contigo y guiarte." Lo que dice Otto, las palabras que me dijo Marco hace un tiempo. Lo que tengo que hacer, las emociones que tengo que guardar.
—Madurar no se trata de contener todas tus emociones, se trata de saber aceptarlas y manejarlas —la voz de Crusch es como una luz en la oscuridad, un faro que me guía hacia la esperanza—. Yo también creí que estaba bien guardar todo en mí, no mostrar a nadie mis emociones "negativas", pero, viendo a Marco, pude ver mi error. Él contiene todo en su interior, pero eso solo hace que la soledad incremente. Solo te hace más débil, te hace parte de la ilusión de tener el control de ti mismo.
El calor reconfortante de Crusch envuelve mi ser, disipando cualquier rastro de frío que pudiera haber en mi interior. Sus palabras, llenas de amor y comprensión, resuenan en lo más profundo de mi ser.
Mientras absorbo sus palabras, siento cómo Luan se acerca a mí y me rodea con un cálido abrazo. Acepto su gesto con gratitud, permitiendo que su amor me envuelva y me consuele.
—No debes obsesionarte con tus emociones, al contrario, debes usarlas como combustible para salir adelante —me dice Crusch con voz suave mientras me abraza—. Se que es algo difícil de hacer, pero; para eso están tus amigos. La única persona inútil es la persona que se cree completamente útil, porque esa persona nunca buscará mejorar.
Me estremezco ante sus palabras, sintiendo cómo penetran en lo más profundo de mi ser y despiertan una chispa de esperanza. Mis manos se extienden, y abrazo a Crusch con fuerza, deseando expresarle mi gratitud por su apoyo incondicional.
—Perdóname por actuar así antes —le digo mientras la abrazo, sintiendo cómo su calor reconfortante me envuelve por completo.
Mientras tanto, observo cómo Otto se acerca.
—Hay cosas que nunca vas a poder cambiar, pero sí que vas a poder mejorar un poco más —me dice Otto con firmeza, sus palabras de aliento resuenan en mi alma, recordándome que no estoy sola en mi lucha por seguir adelante.—. Somos tus amigos Emilia, también somos amigos de Marco y Beatrice. Los amamos y por eso nos esforzamos por ayudarles.
Sus palabras me llenan de determinación y esperanza. Siento cómo una llama de esperanza se enciende en mi interior, impulsándome a seguir adelante con renovada fuerza y determinación.
Con el amor y el apoyo de mis amigos, sé que puedo superar cualquier obstáculo que se interponga en mi camino.
Quiero tanto ser mejor, anhelo con todo mi ser poder hacer las cosas de manera diferente, para mejorar y verme de una manera más positiva. Sé que he repetido estas palabras muchas veces, pero son deseos que parecen escaparse de mi alcance, cosas que aún no he aprendido a lograr.
Crusch me abraza con más fuerza, sus palabras de aliento resuenan en mi corazón, reconfortándome en medio de mi confusión y autocrítica.
—Puedes sentirte útil, puedes celebrar tus logros, no se trata de enfocarte únicamente en tus errores —susurra mientras me rodea con amor—. Lo que quiero decir es que debes aceptar tanto tus fortalezas como tus debilidades. Trabajar en mejorar aquello en lo que flaqueas mientras te apoyas en lo que te hace fuerte.
Aceptar mis debilidades, abrazar mi propia imperfección y reconocer las áreas en las que necesito crecer.
Desde el primer día, hay una enseñanza que Marco me dejo plantada.
"Si no te lo dices a ti misma jamás vas a poder empezar a cambiar"
Ese día, después de decirme que intentara cambiar. El día que todo empezó para mí, el día en el que empecé a ver nuevos colores.
El rostro de Marco en mi mente, su sonrisa llena de colores. Su abrazo lleno de emociones, su voz llena de armonía.
«Es verdad, hay algo en mí que fue plantado.»
«Solo yo decido si es algo venenoso o no.»
Con determinación los miro a ambos, quienes esperan con una sonrisa a lo que voy a decir. En este momento, en este instante. El tiempo que me ha llevado, todo el rastro de dolor que se quiso mantener.
En el momento correcto, con las palabras correctas.
Si algo he aprendido es que las emociones no tienen lógica, son espontáneas, fruto de nuestra personalidad.
Por eso, también cambiaran, de un momento a otro.
Los colores empiezan a volver, el mundo empieza a brillar a mi alrededor. En un ocaso lleno de polvo y destrucción, lo que veo en frente de mí son las personas que más quiero. Las personas que me apoyan a pesar de tener mis defectos.
Si vamos a triunfar, quiero hacerlo con ellos.
Si vamos a fallar, quiero estar para ellos.
—Acepto quién soy, con todas mis fallas y defectos, y me comprometo a trabajar en ellas poco a poco, transformándolas en fortalezas que me impulsen hacia adelante. —profeso, con una determinación palpable, con mi fuerza sopesando mis debilidades.
«Suena bien», susurro para mí misma, sintiendo cómo una pequeña chispa de esperanza comienza a arder dentro de mí.
—Para eso están los amigos.
Entonces, las palabras de Otto me llegan con fuerza, recordándome que no estoy sola en esta lucha. Somos amigos, unidos en el amor y el apoyo mutuo, decididos a ayudarnos unos a otros en nuestros momentos más oscuros.
Mi corazón se estremece con la certeza de su afecto. Una pequeña llama de esperanza resurge en mi pecho, iluminando la oscuridad que había amenazado con consumirme.
Recuerdo el dolor que sentí al ver a Marco sufrir, al verlo rendirse, al presenciar la tragedia de María. Pero ahora, en medio de todo este dolor, encuentro consuelo en el amor y la amistad de aquellos que me rodean.
—Tú eres la única que puede sacar a Marco de su sufrimiento, después de todo, eres quien más lo ama, ¿no es así? —Crusch me sonríe con ternura, su mirada transmitiéndome una profunda sensación de confianza y esperanza.
"Tú siempre serás Emilia, la encantadora medio elfa, bella y fuerte, que mis ojos han tenido el privilegio de conocer."
En el recordar de sus palabras, encuentro un refugio, un santuario donde mi corazón se acurruca en la seguridad de su cariño. Como un río que fluye sin cesar, sus palabras me envuelven, me nutren, me llevan a un lugar donde la fuerza y la vulnerabilidad bailan en perfecta armonía.
"La llegada de la primavera implica abrazar el riesgo del invierno; convertirte en presencia implica aceptar la posibilidad de la ausencia", recuerdo sus sabias palabras como un eco en mi alma, un recordatorio de que la vida es un ciclo eterno de renovación y crecimiento.
Cada pétalo de flor que se abre, la valentía de abrazar el frío del dolor para dar paso a la calidez del renacimiento. Si no hubiese sentido todo este dolor no me habría levantado con esta fuerza.
«Sentir fortaleza implica abrazar la posibilidad de sentir debilidad, sentirme útil implica abrazar el sentirme inútil», resuena en mi mente como un mantra que me guía en los momentos de duda y confusión. En cada lágrima que derramo, en cada suspiro de rendición, descubro una fuerza oculta, una resiliencia que florece en la oscuridad.
Son tus palabras Marco, las que me enseñan que: "todo depende de cómo deseas percibirlo".
Un faro en la tormenta, una guía que me insta a mirar más allá de mis limitaciones, a encontrar la belleza en la imperfección, la fuerza en la vulnerabilidad.
—La frialdad solo te lleva a la soledad, y las soledad a la debilidad, la verdadera fuerza está en la calidez del camino, de compartir tu camino con quienes te rodean, de pasar por buenos y malos momentos. Cuando compartes el dolor este se hace más débil. —En cada abrazo, en cada palabra de aliento, encuentro el poder de sanar las heridas más profundas y encontrar consuelo en la compañía mutua.
"El sufrimiento no es necesariamente algo malo. Sufrir significa la importancia que le das a ello, por eso, cuando sufres, debes aprender a sufrir", sus palabras son un bálsamo para mi alma herida.
Todavía recuerdo tus palabras como si fueran un eco en mi alma, un recordatorio constante de que la vida es una obra de arte en constante movimiento.
Puedo verlo, puedo ver ese lienzo ahora. Tomaré el pincel, ya no estaré más dejándole pintarse por sí mismo.
En cada trazo de color, en cada pincelada de luz y sombra, encuentro la promesa de un nuevo comienzo, la oportunidad de crear un mañana más luminoso.
He decidido dejar atrás mis miedos y dudas, y abrazar la plenitud de quien soy. Reconozco que soy fuerte y vulnerable a la vez, que mi corazón guarda secretos que solo el tiempo puede revelar.
«Me comprometo a vivir cada día con pasión y propósito, a disfrutar del viaje tanto como del destino.»
"Cada segundo cuenta, sin importar cuanto viva. El hecho que haya un final implica ver cada día, cada segundo, cada momento como uno tan importante que debo hacer todo lo posible por ser y hacer feliz", Betty, tan sabia como siempre.
—Tu corazón es el único que puede llegarle —Luan añade con una calidez que penetra hasta lo más profundo de mi ser. Sus palabras se convierten en un abrazo reconfortante que me envuelve, recordándome la verdad que late en mi interior.
Puede que la vida sea efímera, un suspiro fugaz en el tiempo. Pero para mí, Marco tiene un lugar inamovible en mi corazón, un rincón sagrado que el tiempo no podrá borrar.
Sin importar cuánto tiempo pase, él permanecerá en mi alma.
Por eso, debo hacerlo. Tomaré coraje y correré hacia su corazón, atravesando los muros que nos separan. Aunque pueda ser demasiado emocional, inocente e incluso un poco ingenua, es ese mismo corazón el que me impulsa a confiar en los demás.
Es mi corazón, solo mío, gracias a eso es que yo puedo amar.
Amar a MI manera.
Aunque el sufrimiento pueda ser el precio de esa confianza, no dejaré de creer. Porque no hay sensación más cálida que la de ser recibida con confianza, la de saber que tus sentimientos son valorados y respetados.
Como mis amigos aquí, a quienes amo con todo mi ser. Siempre valdrá la pena, incluso si algunos me traicionan en el camino.
—Marco Luz... —dirijo mi mirada a Crusch, Otto y Luan, invitándoles a escuchar con atención, porque en estas palabras está la esencia misma de mi corazón—. Lo qué les contare será la historia de él, una historia llena de tragedia y sufrimiento.
