Capítulo 15 El Dolor de Onyx

Una grieta comenzó a recorrer el filo oscuro de la espada de Tatsumi, como una herida que rompía no solo el metal, sino también su determinación. Pequeños fragmentos de acero se desprendieron y cayeron al suelo con un tintineo agudo que reverberó en el silencio de la habitación. La expresión de confianza que Tatsumi había mantenido hasta ese momento se desmoronó junto con su arma. "¡No puede ser!". Pensó con un nudo en el pecho, sus ojos ampliándose de incredulidad mientras observaba la espada que había considerado su fiel aliada, su poderosa Teigu. Su amigo.

Akame bajó lentamente a Murasame, la hoja letal que portaba, con movimientos calculados y elegantes. Su postura serena contrastaba con la ligera preocupación que destelló en sus ojos carmesí. "Tatsumi...". Comenzó a decir, pero no pudo continuar. El joven se arrodilló con fuerza, sus manos temblorosas recogiendo los restos de Onyx mientras su mirada seguía atrapada en la incredulidad y el desconsuelo.

El aire en la sala era denso, sofocante, cargado de un silencio que pesaba más que las palabras. Najenda, observando desde su asiento, frunció el ceño antes de levantarse. Su voz firme rompió la tensión. "Esto no tiene sentido. Si Onyx realmente es una Teigu, como dices, no debería haberse dañado de esta manera". Sus ojos se clavaron en Tatsumi con intensidad. "Explícanos, Tatsumi. ¿Qué está pasando?".

Aún en el suelo, Tatsumi apretó los fragmentos contra su pecho. Su voz, apenas un susurro, salió cargada de dolor. "No lo sé...". Lentamente levantó la vista hacia Najenda, sus ojos empañados de emoción. "Onyx nunca me había fallado. Siempre hemos luchado juntos, como si fuera una extensión de mí mismo. Pero ahora...". Tragó saliva, su voz quebrándose al final. "¡Esto no debería estar pasando!"

Leone tratando de calmar el ambiente, se acercó y colocó una mano firme sobre el hombro del joven. "Cálmate, Tatsumi. Tal vez hay algo que no entendemos sobre esa espada. Necesitamos investigar antes de sacar conclusiones precipitadas".

Sin embargo, lejos de calmarse, Tatsumi se sacudió la mano de Leone con un gesto rápido y desesperado. "¡No, no, no! ¡Esto no puede estar pasando!". Con movimientos frenéticos, reunió los fragmentos rotos de Onyx y salió corriendo de la habitación, dejando atrás a los demás en un silencio cargado de emociones encontradas.

Akame dio un paso hacia él, con la intención de seguirlo. "Tatsumi...". Pero fue detenida por la voz autoritaria de Najenda.

"No lo hagas, Akame". Dijo Najenda con tono grave pero comprensivo. "Necesita tiempo a solas".

Akame se detuvo, asintiendo con una leve inclinación de cabeza. Aunque sus instintos le decían que lo siguiera, confió en el juicio de su líder.

Najenda miró al resto del equipo. "La reunión ha terminado. Pueden retirarse, excepto tu Akame. Quédate, necesito hablar contigo sobre algo". Su voz fue firme, pero contenía un matiz de reflexión. Los miembros de Night Raid intercambiaron miradas antes de abandonar la sala, dejando sólo a Najenda y Akame.

Cuando la habitación quedó vacía, Najenda se volvió hacia Akame. "Necesito que hagas algo por mí".

Akame inclinó ligeramente la cabeza. "¿Qué necesita, jefa?"

Najenda hizo una pausa, meditando sus palabras. Finalmente, se cruzó de brazos y dijo. "Quiero que investigues en los registros del Ejército Revolucionario. Y busques cualquier información sobre una posible Teigu número 49".

Los ojos de Akame se abrieron ligeramente, sorprendida por la solicitud. "¿Usted cree que Tatsumi podría estar diciendo la verdad?".

Najenda suspiró, recostándose en su silla. "No estoy segura". Su mirada se desvió hacia el techo. "Pero la expresión de Tatsumi, su dolor,...Algo en su reacción me dice que podría haber algo más en esta historia. Necesito pruebas antes de sacar conclusiones definitivas. ¿Puedes encargarte de eso?"

Akame asintió con determinación. "Cuenta conmigo".

Najenda esbozó una leve sonrisa y le hizo un gesto con la mano para despedirla. "Gracias. Puedes retirarte".

Cuando Akame abandonó la sala, Najenda al estar sola, miró su mano robótica cerrada. Al abrirla, notó que un pequeño fragmento plateado de Onyx que había quedado atrapado en su palma. Lo sostuvo entre sus dedos, examinándolo con atención. A pesar de su tamaño, el fragmento emitía un brillo tenue, casi hipnótico. La peliplata entrecerró los ojos, reflexionando.

"Si Tatsumi tiene razón y esto realmente es parte de una Teigu, entonces estamos ante algo que nunca antes habíamos enfrentado". Guardó el fragmento con cuidado y cerró los ojos por un momento, dejando que la incertidumbre se asentara. Sabía que las respuestas vendrían, pero también que podrían cambiar el destino de todos ellos.


Base de Night Raid - 6:00 pm (Habitación de Tatsumi)

La puerta del cuarto se abrió de golpe, resonando con fuerza contra la pared. Tatsumi entró apresurado, con las lágrimas cayendo en torrentes por su rostro. Cerró la puerta de un tirón y giró la llave, asegurándose de que nadie pudiera entrar. Ahora no quería ver a nadie. Necesitaba estar solo. Solo, con Onyx.

"Onyx...". Murmuró, su voz rota por el dolor. El joven sostuvió los fragmentos rotos de la espada, junto con el mango y la gema que la adornaba. "¿Por qué...?". Sus palabras se ahogaron en un susurro cargado de tristeza y frustración.

De repente, la gema incrustada en el mango comenzó a emitir un tenue brillo. Tatsumi levantó la vista, sorprendido. Los fragmentos de la espada, que habían estado dispersos en sus manos, comenzaron a vibrar y, uno por uno, se elevaron en el aire. Brillando con una luz mística, los pedazos flotaron hacia el mango. Durante varios segundos que parecieron eternos, los fragmentos se unieron con precisión, reconstruyendo el filo plateado de la espada hasta quedar completa nuevamente.

Tatsumi observó la escena con asombro, incapaz de apartar la mirada. Cuando el brillo finalmente se desvaneció, la espada estaba restaurada, pero algo había cambiado. Algo que pudo notar. La gema en el mango, que había sido el corazón de Onyx, ahora mostraba una grieta profunda que la cruzaba de lado a lado. Parecía frágil, como si pudiera romperse en cualquier momento.

Aún confundido, Tatsumi se inclinó hacia la espada, acercando su rostro a la gema. Sus dedos rozaron la superficie, y en un susurro casi inaudible, pronunció una palabra cargada de emoción. "Onyx..."

Entonces lo escuchó. Por primera vez, una voz suave pero clara emergió desde lo más profundo de la espada. Y lo que escuchó hizo que su corazón se encogiera.

"Lo siento...".

La voz era seguida por un lamento, un llanto suave que resonaba como un eco lejano. Tatsumi retrocedió ligeramente, sus ojos abiertos de par en par mientras trataba de comprender lo que acababa de suceder. El dolor en la voz de Onyx era tan palpable que sentía que lo atravesaba. Era como si la espada misma estuviera sufriendo por algo. Por alguien. Pero, ¿Por quién?.

Tatsumi sostuvo la espada con fuerza, sus manos temblorosas. "¿Por qué lloras...?". Preguntó, su voz quebrada. Pero no obtuvo respuesta. Solo el silencio volvió a llenar la habitación, dejando a Tatsumi con más preguntas que respuestas.

Miró la gema una vez más, ahora con una mezcla de comprensión y determinación. Fuera lo que fuera lo que estaba sucediendo, sabía que debía descubrirlo. Y sea lo que sea, que le esté pasando. Esta vez, no permitiría que Onyx cargara con ese dolor solo. Tatsumi descubriría lo que estaba pasando. El no se rendiría.


Base de Night Raid - 8:50 am (Al día siguiente)

La luz matutina se filtraba por las ventanas del comedor, iluminando tenuemente el rostro abatido de Tatsumi. Sentado en la mesa, movía la cuchara mecánicamente en un plato de sopa que apenas había tocado. Por fuera, parecía tranquilo, pero su mirada perdida delataba el torbellino de pensamientos que lo consumía. Había pasado toda la noche intentando comunicarse con Onyx, sin éxito. Por más que lo intentó, la espada no volvió a responderle.

Suspiró pesadamente, dejando la cuchara a un lado. Llevó las manos a su rostro y apoyó los codos en la mesa, recostándose sobre ellas. Aunque su cuerpo había cumplido con las tareas diarias de forma casi automática como, lavar, limpiar, cocinar, su mente seguía atrapada en la frustración y el dolor de la noche anterior. "¿Qué estoy haciendo mal?". Pensó. Había probado todo, hablarle en voz alta, concentrarse mentalmente, incluso gritarle en la soledad de su habitación. Pero Onyx permanecía en silencio.

El agotamiento mental lo envolvía como una pesada manta. De repente, golpeó la mesa con ambas manos, provocando un estruendo que hizo que los platos y utensilios sobre ella saltaran ligeramente. "¡¿Por qué?!". Gruñó entre dientes, su voz cargada de impotencia y enojo.

En ese momento, la puerta del comedor se abrió, revelando a Mine y Sheele, que entraban mientras conversaban animadamente. El sonido del golpe y el ambiente tenso detuvieron su charla al instante.

"Te lo digo, está actuando raro". Susurró Mine, mirándolo de reojo con desconfianza. "Tenemos que estar atentas."

Sheele, siempre más compasiva, intentó suavizar las cosas. "Tal vez sólo necesita algo de tiempo para…"

Pero ambas guardaron silencio al ver a Tatsumi sentado en la mesa, con los puños apretados y una expresión seria. Sus ojos cansados y la tensión en sus hombros decían más de lo que él hubiera querido admitir. Las dos intercambiaron una mirada, claramente incómodas.

Sheele, con su característica ternura, rompió el silencio. "Hola, Tatsumi", saludó con una leve sonrisa, intentando aligerar el ambiente.

Pero el castaño no respondió. Sin decir palabra, se levantó bruscamente de la mesa, dejando su plato intacto, y se dirigió hacia la puerta de la cocina.

Mine frunció el ceño, cruzando los brazos. "¿Ves lo que te digo?, Algo no está bien con él."

Sheele la miró con una mezcla de preocupación y duda. "Quizá sólo necesita más espacio". Respondió en voz baja, viendo cómo la puerta se cerraba tras Tatsumi.

Mientras tanto, el joven se refugió en la cocina, apoyando las manos en el fregadero y dejando caer la cabeza. "No puedo seguir así". Pensó, su mente dando vueltas sin encontrar una salida. Sabía que no podía evitar a los demás para siempre, pero el peso de su impotencia lo mantenía aislado. Por ahora, necesitaba tiempo para entender lo que estaba ocurriendo con Onyx. Y ver como podía solucionarlo.

Tatsumi levantó la cabeza y se dirigió asi la salida del comedor. Necesitaba un lugar más cómodo para pensar con claridad.


En un lugar desconocido (Fuera del control del Tiempo)

"Soy una Teigu". Las palabras resonaron en la vastedad de un abismo oscuro y sin fin, un eco interminable que se perdía en la inmensidad del vacío. "Soy un arma, un arma que protege". La voz repitió esas palabras, pero cada vez más débil, como si tratara de convencerse a sí misma de su significado. Había un temblor en su tono, una fragilidad que traicionaba el propósito rígido para el cual había sido creada. "Yo fui diseñada para proteger". Continuó, esta vez con un deje de esperanza, como si esas palabras pudieran mitigar el dolor que brotaba de su esencia. "Para proteger a mi usuario".

Por un instante, su tono pareció aligerarse, como si hubiera encontrado un resquicio de consuelo. "Para proteger al imperio". Pero tan pronto como esa palabra cruzó el vacío, la esperanza se desvaneció. Su voz se quebró, transformándose en un lamento cargado de angustia y pesar. "Imperio. Esa palabra. Esa maldita palabra...". El eco de su propio grito pareció reverberar con una intensidad que atravesaba la nada. "Me llena de horror, de dolor, de miedo".

El abismo pareció responder al grito, volviéndose aún más pesado, más opresivo. "Lo que vi... lo que sentí... lo que presencié...". La voz comenzó a elevarse, quebrándose en llanto. "Oh, dioses. Pensé que todo estaba bien. Pensé que habían hecho lo correcto cuando me fui. Que todos estaban a salvo. Todo está bien, pensé que todo seguiría así...". Hubo una pausa, un silencio cargado de agonía, y luego el tono volvió, más desgarrador que nunca. "Pero no fue así. Nada estaba bien. Nada se quedó igual que antes. Nada era igual. Lo que vi... La violencia. La guerra. La destrucción".

La voz se desbordó, como si no pudiera contener el peso de las memorias que la perseguían. "Las muertes... había, tantas muertes". Un sollozo desgarrador llenó el vacío, ahogándolo todo. Era un llanto que parecía no tener fin, un clamor de desesperación que se alzaba desde lo más profundo de su ser. Cada lágrima imaginaria era un tributo a los miles de rostros que se habían grabado en su conciencia, los gritos que nunca podría olvidar.

"¡Creí que mi existencia tenía un propósito!". Gritó entre sollozos, como si hablara con un interlocutor invisible. "¡Creí que era una herramienta para proteger, para preservar la paz... Pero lo que protegí fue una mentira. Y se alguna vez fue real. Entonces, lo que preservé fue una sombra corrupta de lo que el imperio solía ser!". La voz se tornó grave, cargada de culpa. "Vi cómo se quebró. Vi cómo cayeron los ideales por los que fui creada. Vi la ambición, el odio, y el derramamiento de sangre. Todo lo que juré defender se convirtió en cenizas. No quedó nada de éso".

El lamento se tornó en un grito ahogado. "Cada rostro, cada vida arrancada... No hay forma de olvidarlos. No hay forma de escapar de ellos. Están aquí, en este vacío, conmigo. Gritan. ¡ME CULPAN!. La voz se tambaleó, y el eco de las palabras se hizo más tenue. "Yo también los culpo". Admitió en un susurro. "Pero culpó a los culpables. A los que destruyeron. A los que permitieron que esto ocurriera. Pero sobre todo, me culpo a mí misma. Porque fui testigo. Y no pude detenerlo. Si tan solo me hubiera enterado. Si tan solo hubiera sabido. Hubiera hecho algo. Hubiera podido...". Su voz de pronto se detuvo. Dejó de decir ésas palabras. Dejo de intentar justificar su ausencia del imperio. Dejo, de poner excusas. De nada servía. Y el lo sabía.

¿A quien quería engañar con esas palabras?. A nadie. Las personas que vió que sufrieron, ya estaban muertas. No había nada que hacer. Más que,...solo,...lamentarse.

En ese abismo sin tiempo ni espacio, el llanto continuó, llenando el vacío con un dolor tan profundo que parecía desgarrar incluso la naturaleza de ese lugar incomprensible. "Soy una Teigu". Repitió una vez más, pero esta vez no había fuerza en sus palabras. "Soy una Teigu. Y desearía, no haber existido jamás". Dijo para volver a llorar.

El silencio volvió a adueñarse del lugar, dejando a la voz sola con su sufrimiento, atrapada en un ciclo eterno de arrepentimiento y memoria. Porque en ese espacio fuera del tiempo, donde no había nadie más que ella misma, el único consuelo que podía encontrar era el eco de su propio lamento. Uno que nadie más podía escuchar.


Base de Night Raid - 10:30 a.m. (Campos de entrenamiento)

Tatsumi estaba en los campos de entrenamiento, empuñando una espada de madera. Realizaba ataques al aire, lanzando cortes hacia adelante una y otra vez. Aunque sus movimientos parecían llenos de fuerza, carecían de técnica y precisión. Cada golpe era un reflejo de su estado interno: un cuerpo presente, pero una mente perdida en un torbellino de preocupaciones. Onyx, su inseparable Teigu, no había vuelto a comunicarse con él, y esa incertidumbre lo corroía por dentro.

Mientras continuaba golpeando, una voz resonó desde la entrada del campo. "Estás muy distraído, Tatsumi". El joven castaño detuvo sus movimientos y giró la cabeza, encontrándose con la figura de Bulat, quien lo observaba con los brazos cruzados. El hombre de la armadura verde lo había estado vigilando durante varios minutos, analizando cada uno de sus movimientos.

"Bulat". Dijo Tatsumi con un tono bajo, desviando la mirada, como si no quisiera hablar con él directamente.

Bulat comenzó a caminar hacia él, su expresión mezcla de preocupación y desaprobación. "Tus movimientos son fuertes, eso no lo niego, pero carecen de control y precisión. Estás entrenando sin concentrarte, solo estás agotándote sin propósito". Dijo con franqueza.

Tatsumi bajó la mirada, apretando ligeramente la empuñadura de la espada de madera. "Solo quería distraerme". Admitió. Había pensado que el entrenamiento podría despejar su mente, darle claridad sobre cómo ayudar a Onyx. Pero estaba claro que no estaba funcionando.

Bulat suspiró, colocando las manos en sus caderas. "Si necesitas distraerte, busca otra forma. Entrenar así solo va a frustrarte más y agotarte sin sentido". Su tono era firme, pero también mostraba un rastro de empatía.

El castaño asintió con resignación, soltando la espada de madera, que cayó al suelo con un leve golpe. Dio unos pasos hacia la salida, pero una mano en su hombro lo detuvo. "Tatsumi". Dijo Bulat con un tono calmado, aunque cargado de preocupación. "Si necesitas hablar, si algo te preocupa, dímelo. Estoy aquí para ayudarte".

Tatsumi giró ligeramente la cabeza hacia él, esbozando una pequeña sonrisa triste. "Gracias, Bulat. Pero no creo que puedas ayudarme con esto". Dijo en voz baja, casi como si hablara consigo mismo.

Bulat arqueó una ceja, manteniendo su mano en el hombro del joven. "¿Tú crees que no?". Su voz adquirió un tono más serio. "Tatsumi, desde que llegaste, hemos entrenado juntos. Te he ayudado a mejorar, te he aconsejado cuando lo has necesitado. Si algo te preocupa, no dudes en contar conmigo. Quiero ayudarte, como siempre lo he hecho".

El castaño no pudo evitar reflexionar sobre esas palabras. Bulat siempre había sido una figura de apoyo para él, alguien a quien respetaba profundamente. El hombre de la armadura verde siempre había estado ahí para él, ofreciéndole su guía y su apoyo en el entrenamiento, aunque las ocasiones hubieran sido pocas. Bulat era un gran maestro, casi un amigo. La posibilidad de pedirle ayuda a Bulat sobre Onyx rondaba su mente. Podría hacerlo, si Bulat le creyera. Pero Tatsumi sabía que no era así.

Finalmente, Tatsumi se giró para mirar a Bulat directamente. Sus ojos reflejaban una mezcla de duda y esperanza. "Bulat, ¿me crees cuando hablo de Onyx?". Preguntó con un tono calmado, pero lleno de seriedad. Necesitaba saber la verdad, aunque ya intuía cuál iba hacer su respuesta.

El hombre de la armadura verde sostuvo su mirada por un momento, su expresión indecisa. Abrió la boca para responder, pero se detuvo. Algo en los ojos de Tatsumi le hizo darse cuenta de que el joven ya sabía lo que iba a decir. En lugar de palabras, Bulat optó por el silencio, dejando que ese momento hablara por sí mismo.

Tatsumi asintió lentamente, comprendiendo lo que el silencio de Bulat significaba. Con una última sonrisa melancólica, se apartó y comenzó a caminar hacia la base. Aunque apreciaba la preocupación de su mentor, sabía que este era un problema que debía resolver por su cuenta.


Base de Night Raid - 12:00 p.m. (Comedor de Night Raid)

Sheele y Mine habían terminado de desayunar y, como de costumbre, comenzaron a preparar el almuerzo. Bueno, en realidad, solo Mine estaba ocupada en la cocina. La francotiradora sabía perfectamente lo que pasaría si dejaba que Sheele la ayudara. La última vez que lo intentaron, casi tuvieron que evacuar por un incendio. Y ella no estaba de humor para enfrentar otra catástrofe culinaria tan temprano. Ni apagar otro incendio.

Mientras Mine trabajaba diligentemente, Sheele estaba sentada en el comedor con un libro entre las manos. Sin embargo, no era el libro que solía leer. Este tenía una portada de colores blanca y negra, y su expresión concentrada reflejaba un esfuerzo genuino por comprender su contenido.

"Creo que... ya lo entiendo". Murmuró Sheele, aunque su tono dudoso dejaba en claro que no estaba del todo segura.

La puerta del comedor se abrió y Mine entró con un plato en las manos. Al ver a Sheele sumida en la lectura, se acercó curiosa. "¿Qué estás leyendo, Sheele?". La pregunta tenía un toque de sorpresa, ya que el libro no era el habitual de Sheele.

Sheele levantó la mirada con una pequeña sonrisa. "Estoy tratando de encontrar una forma de ayudar a Tatsumi". Explicó mientras volvía a mirar el libro. "Pensé que este libro podría darme algunas ideas".

Mine se acercó un poco más y miró el título del libro con incredulidad. 'Cómo conversar con gente loca'. No pudo evitar soltar una risa burlona. Aunque apreciaba las buenas intenciones de Sheele, no podía evitar preocuparse por las implicaciones de su elección.

"Sheele, aunque valoro que quieras ayudarlo, no creo que sea una buena idea". Dijo Mine mientras ponía una de sus mano en su cadera. "Tatsumi apenas nos mira o nos habla después de lo que pasó ayer. Está claro que quiere mantenerse apartado. Tal vez deberías dejarlo en paz".

Sheele cerró el libro con suavidad y miró a Mine con una mezcla de tristeza y determinación. "Lo sé. Sé que nos está evitando y que probablemente necesite resolver esto por su cuenta". Admitió en voz baja. Sus pensamientos regresaron a las palabras de ánimo que Tatsumi le había dicho una vez, sobre su capacidad para hacer más de lo que creía posible. "Pero quiero ayudarlo. De verdad, quiero ayudarlo".

Mine suspiró profundamente, resignada ante la terquedad de su amiga. "Si realmente quieres hacerlo, adelante. Pero ten cuidado, Sheele. No sabemos qué pasa por la cabeza de Tatsumi ahora mismo". Tras decir esto, colocó el plato en la mesa. En él había siete tazas con un líquido caliente. "Prueba esto. Está recién hecho, así que ten cuidado".

"Gracias, Mine". Sheele sonrió con gratitud y tomó una de las tazas. Sin embargo, absorta en su lectura y en su deseo de ayudar a Tatsumi, Sheele, olvidando la advertencia de Mine, tomó la taza sin cuidado, llevándola directamente a sus labios. Bebió de la taza sin esperar a que se enfriara.

El resultado fue inmediato. Un pequeño grito salió de los labios de Sheele mientras dejaba caer la taza, que se estrelló contra el suelo y terminó en pedazos. Mine, al escuchar el ruido, soltó un largo suspiro y se dirigió al comedor con una escoba y un trapeador en mano.

"Lo que una tiene que hacer por sus amigas". Habló con cansancio mientras empezaba a limpiar el desastre.

Entre tanto, Sheele, aún frotándose la lengua, intentaba volver a concentrarse en su misión autoimpuesta de ayudar a Tatsumi, ignorando momentáneamente el caos que había causado. Otra vez.


Base de Night Raid - 2:30 p.m. (Un risco cerca de la base)

En un risco que dominaba el extenso bosque debajo, Tatsumi se encontraba sentado, perdido en sus pensamientos. Su mirada vagaba por el horizonte, pero su mente estaba atrapada en un torbellino de emociones. Durante más de cuatro horas, había intentado sin éxito comunicarse con Onyx, su inseparable Teigu. Y este esfuerzo infructuoso no era nuevo; también lo había intentado sin descanso la noche anterior.

El silencio de Onyx pesaba sobre él como una losa. De los pocos techos que tenían algunas de la cabañas de su aldea. Cada intento fallido aumentaba su sensación de inutilidad. Se sentía impotente, incapaz de ayudar a su amigo. Si Onyx estaba pasando por algo. Y por la forma en como dijo la palabra, "lo siento". Podía confirmar, que si, estaba pasando por algo malo. Y él no podía hacer nada al respecto para ayudarlo. Esa incertidumbre le drenaba la esperanza, dejando en su lugar un vacío difícil de llenar.

Tatsumi agachó la cabeza y fijó la vista en el césped bajo sus pies. Lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, y aunque trató de contenerlas, una tras otra cayeron silenciosamente. Su mirada perdida reflejaba su estado emocional, desgarrado, incapaz de encontrar una solución y consumido por la tristeza de no poder ayudar a su amigo.

De repente, una voz familiar interrumpió el silencio que dominaba el ambiente que el castaño estaba sintiendo ahora mismo. "Tatsumi".

El castaño dio un respingo al escucharla. Reconoció de inmediato a Sheele. Sin girarse, trató de limpiar sus lágrimas rápidamente, con la esperanza de que ella no notara lo que ocurría. No quería que ella lo viera así. Tan, deprimido. Tan, frágil. Tan, vulnerable.

"Sheele". Murmuró en voz baja, su tono apenas audible. No levantó la cabeza ni se giró hacia ella. No lo haría, al menos no hasta que lograra controlar sus emociones, lo cual parecía poco probable en ese momento.

Sheele lo observó desde unos pasos de distancia, con un libro en la mano. "¿Te pasa algo?". Preguntó con suavidad, su voz cargada de preocupación hacia él.

"No, estoy... solo distraído". Respondió Tatsumi, esforzándose por sonar convincente. "No te preocupes".

Aunque su voz sonaba muy convincente. Sheele no le creyó. Podía ver más allá de sus palabras. Había algo en su postura, en la forma en que evitaba mirarla, que delataba su dolor.

"Tatsumi". Insistió ella. "Si necesitas hablar, aquí estoy para escucharte. Puedo ayudarte, si quieres".

El castaño soltó un suspiro tembloroso. Sabía que Sheele tenía buenas intenciones, pero no podía permitirse compartir lo que realmente pasaba. "Sheele, por favor... solo quiero estar solo un rato. ¿Podrías dejarme?". Su petición fue respetuosa, pero cargada de una tristeza que era imposible de ocultar.

Sheele vaciló. Sabía que debería respetar su deseo, pero no podía ignorar el evidente sufrimiento que percibía en él. Permaneció en silencio por unos momentos, sopesando en qué hacer, para ayudar al castaño. Finalmente, se acercó unos pasos más.

"Tatsumi". Dijo con un tono decidido. "Sé que no puedo obligarte a hablar, pero quiero que sepas que estoy aquí para ayudarte, sea lo que sea".

El castaño dejó escapar una risa breve, pero no era una risa de burla. Era una risa amarga, cargada de anhelo y resignación. Él anhelaba la ayuda de alguien, pero sabía que nadie en la base podría comprender su situación.

"Aprecio lo que dices, Sheele. De verdad. Pero no creo que puedas ayudarme con esto". Sus palabras eran directas, pero no hirientes.

El no quería menospreciar su ofrecimiento de ayuda, pero la realidad era que su problema era único, incomprensible para los demás. Incluso, si Sheele tenía buenas intenciones. Si no creía en la existencia de Onyx, su ayuda sería inútil. Y no era por ser grosero. Si no que esa era la verdad. Una verdad, muy dolorosa.

Sheele lo observó detenidamente. Pese a sus palabras, podía ver cómo el cuerpo de Tatsumi temblaba ligeramente, señal de que estaba conteniendo las lágrimas que quería liberar. La visión le provocó una punzada en el pecho, un dolor que le recordó la pérdida de su mejor amiga. No podía permitir que él cargara con ese sufrimiento solo.

Impulsada por ese sentimiento, Sheele tomó una decisión. Con pasos lentos pero firmes, se acercó hasta estar justo detrás de él.

Tatsumi, perdido en su melancolía, apenas notó su proximidad hasta que sintió algo inesperado, los brazos de Sheele envolviéndolo suavemente. Su calor lo rodeó, y pudo sentir el peso de su abrazo mientras apoyaba la cabeza contra su espalda.

El castaño se quedó inmóvil, sorprendido. Su mente tardó unos segundos en procesar lo que estaba ocurriendo. "¿Sheele...?". Dijo el castaño, sin atreverse a moverse.

"No tienes que decir nada". Dijo ella, su voz apenas un susurro bajo, pero audible. "Solo quiero que sepas que no estás solo. Puedes contar con nosotros. Y, conmigo".

Tatsumi cerró los ojos, dejando que las lágrimas finalmente cayeran sin resistencia. Por primera vez en mucho tiempo, sintió un destello de consuelo. Uno que era muy familiar. Uno que el en el fondo anhelaba tanto. Uno que deseaba, desde que era un niño. En su aldea, con su familia.

Aunque sus problemas no se resolvieron en ese momento, el gesto de Sheele le recordó que, incluso en su dolor e impotencia, no estaba completamente desamparado.

"Gracias, Sheele". Dijo Tatsumi entre lágrimas y sonidos de llanto.

Sheele sonrió por las palabras del castaño. Un pequeño sonrojó apareció en su rostro. Ella miro hacía arriba y vió el hermoso cielo claro. "También te agradezco a tí, Tatsumi". Sheele bajó su mirada y vió al castaño. Acarició su cabeza con una de sus manos, mientras lo seguía abrazando. "Gracias a ti. Encontré otra forma en la puedo ayudar a mis amigos".

Los dos siguieron así por un rato. Mirando el hermoso paisaje, mientras seguían abrazados. Hoy día, los dos pudieron ayudarse mutuamente. Sheele ayudó a Tatsumi a calmar su dolor e impotencia. Y Tatsumi, ayudó a Sheele a ver que ella era más útil de lo que ella misma podía ver. Todo ésto sucedió, atráves de un gentil, pero cálido, abrazo. Un abrazo que ayudo a ambos.

Y de forma algo extraña, pero irónica. Este suceso, también ayudaría a Onyx.


Base de Night Raid - 3:00 p.m. (Habitación de Tatsumi)

Tatsumi estaba sentado en el suelo de su habitación, rodeado por un silencio sepulcral. Su cabeza estaba agachada, mirando al suelo, mientras su expresión seria y determinada reflejaba la decisión que había tomado. La puerta de su habitación estaba cerrada con llave; no quería interrupciones, sin importar la razón. Ahora mismo, tenía algo importante que hacer, algo que requería toda su concentración.

Frente a él, descansaba Onyx. La espada estaba descubierta, su hoja brillante reflejaba la tenue luz que entraba por la ventana. Sin embargo, lo que más captaba la atención de Tatsumi era la gema en el centro de la espada. Allí, una grieta aún visible parecía un recordatorio constante de lo que Onyx estaba enfrentando. Ese silencio de su Teigu lo había acompañado por días, y Tatsumi no podía soportarlo más.

Respiró profundamente, tratando de calmar su mente y reunir su determinación. Necesitaba estar completamente relajado para lo que estaba a punto de hacer. Tomó la espada con ambas manos, sosteniéndola frente a él mientras sus ojos se enfocaban en la gema. Este era el momento de actuar.

El abrazo de Sheele más temprano había sido un punto de inflexión. Ese gesto simple, pero sincero, le había dado la fuerza para encontrar una solución. Después de agradecerle, Tatsumi había formulado un plan. Sabía que lo que estaba por intentar era arriesgado, tal vez incluso imposible, pero no podía quedarse de brazos cruzados. ¡No más!.

Para ello, necesitaba privacidad absoluta. Le pidió a Sheele que les explicara a los demás que necesitaba estar solo hasta el día siguiente. Aunque ella parecía confundida por su petición, aceptó sin cuestionarlo demasiado. Su apoyo le arrancó una sonrisa genuina, una que llevaba tiempo sin aparecer en su rostro.

Ahora, completamente aislado, estaba listo para dar el siguiente paso. Su idea, aunque descabellada y algo loca. Tenía sentido en su mente. Tatsumi planeaba entrar en la gema de Onyx. Sabía que sonaba imposible, incluso insensato, pero había algo en su conexión mental con el Teigu que le hacía creer que era posible.

Tatsumi recordó cómo Onyx le había explicado su vínculo psíquico, único y especial. Esa conexión tan profunda permitía que solo Tatsumi pudiera escuchar su voz y sentir sus emociones. Aunque nunca había entendido completamente cómo funcionaba, se aferró a la lógica de que si Onyx podía sentirlo a él. Entonces, tal vez, él también podía acceder al mundo interior del Teigu.

Respiró hondo una vez más, dejando escapar lentamente el aire mientras cerraba los ojos. Se obligó a vaciar su mente, despejándola de cualquier pensamiento que pudiera distraerlo. Todo su enfoque debía estar en una sola idea. Entrar en Onyx. Concentró cada fibra de su ser en esa intención, dejando que su voluntad guiara el proceso.

El tiempo pareció detenerse. Los segundos se alargaron, convirtiéndose en una eternidad. Entonces, algo cambió. Una sensación desconocida, pero familiar, casi era tangible, que atravesó su mente. Era como si una puerta invisible se hubiera abierto, permitiéndole cruzar hacia un lugar completamente nuevo.

Con cautela, abrió los ojos. Lo primero que vio fue oscuridad absoluta. Todo a su alrededor era un vacío negro e insondable. No había forma de saber dónde estaba o qué le esperaba, pero una cosa era segura. ¡Lo había logrado!. Tatsumi había entrado en la mente de Onyx.

El castaño sonrió por ver que su intentó había resultado. Ahora, en este lugar desconocido, estaba listo para enfrentarse a lo que fuera necesario con tal de ayudar a su amigo.

Tatsumi comenzó a caminar por el oscuro y desolado lugar que lo rodeaba. Todo era un vasto vacío, un espacio infinito de sombras donde no existía nada más que la opresiva oscuridad. Sin embargo, a pesar de lo inhóspito de este entorno, Tatsumi no sentía miedo. Había enfrentado demasiadas sombras, tanto reales como figurativas, como para dejarse intimidar por este vacío.

El castaño avanzaba con pasos firmes, sus ojos escudriñaban la negrura en busca de algo, cualquier indicio que pudiera llevarlo hasta Onyx. Sabía que su Teigu podía tomar cualquier forma en este lugar, al igual que podía hacerlo en el exterior. Los segundos se transformaron en minutos, y los minutos, se transformaron en horas. Tatsumi no tenía forma de medir el tiempo aquí, pero el peso de la espera comenzaba a hacerse sentir.

"¿Dónde estás, amigo?". Murmuró para sí mismo mientras continuaba su búsqueda. Aunque el cansancio amenazaba con abatirlo, su determinación no flaqueaba. Necesitaba encontrar a Onyx. No importaba cuánto tiempo le llevara, lo lograría. No podía rendirse.

Y entonces, como si sus súplicas hubieran sido escuchadas, algo apareció a lo lejos. Una tenue luz blanca brillaba en la distancia, rompiendo la monotonía de la oscuridad. Tatsumi se detuvo por un momento, su rostro iluminándose con una mezcla de alivio y felicidad. Lo había encontrado. "¡Onyx!". Gritó con entusiasmo mientras comenzaba a correr hacia la luz.

Con cada paso, la luz se hacía más clara, pero lo que vio al acercarse hizo que su entusiasmo se tornara en preocupación. La luz, que siempre había visto como una manifestación vibrante de la esencia de Onyx, ahora parecía débil, encogida. Y, lo más alarmante, estaba en el suelo, como si estuviera rota o herida.

A pesar de la inquietud que le provocaba esta imagen, Tatsumi no detuvo su avance. Cuando estuvo a pocos metros de la luz, habló con una calidez genuina. "Onyx, me da gusto verte". Dijo con una sonrisa, esperando una respuesta.

Pero la luz no reaccionó como esperaba. En lugar de las palabras claras y confiadas de Onyx, lo único que escuchó fueron murmullos apenas audibles, palabras repetidas una y otra vez, incomprensibles. Era como si su amigo estuviera atrapado en un trance.

Tatsumi frunció el ceño, preocupado. "Onyx, ¿estás bien?". Preguntó mientras extendía una mano hacia la luz, intentando acercarse más.

Cuando su mano estuvo a punto de tocarla, una voz clara y cargada de desesperación rompió el silencio. "Déjenme en paz". Susurró Onyx, sus palabras llenas de un dolor que Tatsumi no podía comprender del todo.

El castaño detuvo su movimiento, su preocupación creciendo. "Onyx, ¿de qué hablas?". Preguntó con un tono lleno de confusión, sin apartar la mirada de la luz.

La respuesta de Onyx llegó, pero su voz sonaba fragmentada y cargada de angustia. "Yo... dije...". Comenzó, su tono aumentando en intensidad. La luz, que hasta ese momento había permanecido tenue, comenzó a brillar con más fuerza, creciendo junto con la voz de Onyx.

De repente, la luz explotó en un resplandor cegador, y la voz de Onyx rugió con una fuerza devastadora. "¡QUE ME DEJEN EN PAZ!". Gritó, su clamor lleno de furia y sufrimiento.

El grito resonó como un trueno, haciendo que todo el lugar temblara violentamente. Tatsumi, incapaz de soportar la intensidad del sonido, se llevó las manos a los oídos mientras su cuerpo era arrastrado por una poderosa onda de energía. Antes de que pudiera reaccionar, fue lanzado varios metros hacia atrás, su voz ahogada en un grito de sorpresa mientras cerraba los ojos.

Cuando volvió a abrirlos, ya no estaba en el vacío. Se encontró tumbado en el suelo de su habitación, jadeando. Había regresado al mundo real. Onyx lo había expulsado de su mente.

Tatsumi se sentó lentamente, mirando la espada frente a él. La gema aún tenía la misma grieta, y el silencio volvía a reinar. "Onyx...". Dijo con voz temblorosa. A pesar del rechazo, su determinación no se había quebrado. Ahora más que nunca, estaba decidido a ayudar a su amigo, sin importar lo que eso implicara.

Tatsumi, a pesar del cansancio que comenzaba a invadirlo, volvió a sentarse en el suelo de su habitación. Con un movimiento lento y deliberado, colocó la espada frente a él. Sus ojos se enfocaron en la gema resquebrajada de Onyx mientras su mente se preparaba para un segundo intento. Cerró los ojos, inhaló profundamente y comenzó a concentrarse de nuevo.

Sin embargo, esta vez no estaba funcionando. Por más esfuerzo que ponía, el resultado era el mismo: no podía cruzar. "¿Qué está pasando?". Pensó con frustración. "¿Acaso Onyx está bloqueándome a propósito?". La idea de que su Teigu pudiera estar cerrándole el acceso, ya fuera por protegerlo o por evitar que descubriera lo que estaba ocurriendo, lo llenó de incertidumbre. Pero incluso si era así, Tatsumi no estaba dispuesto a rendirse.

Con una determinación férrea, decidió empujar más allá de sus límites. Canalizó toda su voluntad y energía mental, tratando de romper cualquier barrera que Onyx hubiera puesto. Pronto, su cuerpo comenzó a mostrar las consecuencias de este esfuerzo. Un hilo de sangre comenzó a correr desde su nariz, y un dolor punzante se apoderó de su cabeza. Sin embargo, Tatsumi ignoró las señales de su cuerpo. No podía permitirse detenerse.

Entonces, ya sea por un milagro, un descuido de Onyx, o por la fuerza pura de su voluntad, logró atravesar. Una vez más, se encontró en el oscuro y vacío paisaje de la mente de su Teigu.

Abrió los ojos y, al confirmar su entorno, una ligera sonrisa cruzó su rostro. Había conseguido entrar de nuevo. Pero rápidamente su expresión se tornó seria. No podía perder tiempo celebrando. Comenzó a caminar, decidido a encontrar a Onyx.

El tiempo parecía transcurrir de forma extraña en este lugar, y aunque para Tatsumi parecían pasar horas, no le importaba. Su único objetivo era encontrar a su amigo. Finalmente, lo vio. La luz blanca de Onyx estaba ahí, en la misma posición débil y encogida en la que la había encontrado antes.

Tatsumi se detuvo por un momento, contemplando la escena. "Onyx". El lo llamó con fuerza, su voz resonando en el vacío. Pero la luz no reaccionó, ni siquiera se movió. Era como si no pudiera escucharlo, o quizás no quisiera hacerlo.

"Voy hacia ti". Anunció Tatsumi con determinación. Sus pasos rompieron el silencio del lugar mientras avanzaba hacia la luz. Cada paso era un eco que parecía llenar el vacío.

Sin embargo, antes de que pudiera acercarse demasiado, la voz de Onyx resonó, fuerte y cargada de miedo y dolor. "¡Lárguense de aquí!". Gritó, y una onda expansiva de energía lo acompañó, sacudiendo todo el espacio.

Tatsumi sintió la presión de la onda, pero en lugar de retroceder, aceleró el paso, preocupado por su amigo. Apenas había comenzado a correr cuando su cuerpo se sintió repentinamente pesado, como si una fuerza invisible lo estuviera aplastando.

El castaño se detuvo, jadeando, apoyando las manos en sus rodillas. "¿Qué está pasando?". Se preguntó, su cuerpo temblando bajo la creciente presión. Antes de que pudiera encontrar una respuesta, un nuevo tormento comenzó. Gritos desgarradores resonaron en su cabeza. Se llevó las manos a los oídos, intentando bloquearlos, pero era inútil. Los gritos eran de agonía, de sufrimiento puro, como si miles de almas estuvieran siendo torturadas al unísono.

"¡¿Qué son esos gritos?!". Gritó Tatsumi, su voz llena de dolor mientras luchaba por no sucumbir. Pero entonces lo entendió. Los gemidos de Onyx comenzaron a mezclarse con los gritos, revelando su origen. La luz de Onyx oscilaba, creciendo y disminuyendo como si estuviera intentando hablar.

"Tengo,... que,... llegar,... a él". Murmuró Tatsumi entre gemidos de dolor. Los gritos, la presión, el sufrimiento: nada de eso importaba. Había venido aquí por una razón, y no se iría sin cumplirla.

Tatsumi comenzó a avanzar nuevamente, primero caminando y luego arrastrándose cuando la presión en su cuerpo se volvió insoportable. Cada paso era una batalla, cada movimiento un triunfo contra las fuerzas que intentaban detenerlo. Los gritos en su cabeza se intensificaron, hasta que sus oídos comenzaron a sangrar. Pero él no se detuvo. "Tengo,... que seguir". Dijo entre quejidos de dolor que sentia tanto de su cuerpo como de su mente.

Finalmente, con su cuerpo pegado al suelo, su energía casi agotada y el dolor resonando en cada fibra de su ser, Tatsumi llegó a pocos centímetros de la luz de Onyx. Su mano temblorosa se extendió hacia su amigo, mientras una sola palabra escapaba de sus labios:

"Onyx...".

El castaño apenas pudo extender su mano lo suficiente para tocar la luz antes de que sus fuerzas lo abandonaran por completo. Su brazo cayó pesadamente al suelo, y con él, toda su energía se desvaneció. Tatsumi estaba agotado, física y mentalmente. Su cuerpo temblaba, sus oídos aún sangraban, y cada respiración era un esfuerzo monumental. Solo quería descansar, cerrar los ojos y dejarse llevar por la inconsciencia que tanto anhelaba.

Pero justo cuando estaba a punto de rendirse, una voz suave y quebrada rompió el silencio. "Solo,...quiero,...dejar de sufrir". Dijo Onyx, su tono cargado de un dolor tan profundo que parecía casi palpable.

Las palabras sacudieron a Tatsumi como un rayo. Abrió los ojos de golpe, apretó los dientes y, contra toda lógica y el estado de su cuerpo, comenzó a levantarse. Sus piernas temblaban bajo el peso de la presión invisible que aún lo rodeaba, pero la determinación en sus ojos lo impulsó a seguir. Incluso con el dolor latiendo en cada fibra de su ser, incluso con la sangre corriendo de sus oídos, Tatsumi se puso de pie.

Sin perder más tiempo, avanzó tambaleándose hacia la luz. Una vez frente a ella, envolvió sus brazos alrededor de la esencia de Onyx. La abrazó con todas las pocas fuerzas que le quedaban, como si su vida dependiera de ello. Con la voz ronca, pero cargada de una inquebrantable determinación, gritó.

"¡Onyx, soy yo, Tatsumi! ¡Tu portador, tu amigo! Estoy aquí. No me iré. No tienes que temer. Yo estoy aquí, contigo".

El eco de su voz resonó en la vastedad del vacío. Y, como si esas palabras hubieran sido la llave para abrir una puerta invisible, todo se detuvo. La opresiva presión desapareció, los gritos en su mente cesaron, y el lugar quedó en un profundo y reconfortante silencio.

Tatsumi dejó escapar un suspiro tembloroso, sintiendo el alivio inundar su cuerpo. "Por fin... todo terminó", Dijo, su voz apenas un susurro.

"...Portador...". Dijo Onyx con una voz temblorosa, que tenía una mezcla de miedo e incertidumbre. "¿Qué haces aquí?". La pregunta sonó como la de un niño perdido, lleno de confusión y vulnerabilidad.

Tatsumi relajó un poco su agarre, pero no lo soltó. "Estoy aquí por ti". Respondió con suavidad, tratando de calmar al Teigu. "No estás solo. Estoy contigo, amigo".

Mientras hablaba, pasó una mano por la luz, como si estuviera acariciándola. El gesto era sencillo, pero transmitía una calidez genuina que parecía llegar al núcleo de Onyx. El Teigu no respondió de inmediato. Su mente seguía atrapada en un torbellino de emociones: confusión, alivio, y algo más, algo que apenas comenzaba a entender. Pero había algo en el abrazo de Tatsumi que comenzaba a desarmarlo.

Por primera vez en lo que parecía una eternidad, Onyx se sintió calmado. Su dolor seguía presente, sí, pero ya no lo abrumaba. Era como si el peso que cargaba hubiera disminuido, solo por la presencia de su portador. Y, sin darse cuenta, el sonido de las lágrimas comenzaron a brotar de la luz. Una, luego otra, hasta que un torrente incontrolable inundó todo el lugar.

Onyx lloró. Lloró sin contención, dejando salir todo el dolor y el sufrimiento que había guardado en su interior. Era un llanto crudo, cargado de años de agonía reprimida, pero también de algo más. Un tenue destello de esperanza.

Tatsumi no se movió. Permaneció ahí, abrazándolo con firmeza, susurrándole palabras suaves y reconfortantes. "Ya está bien". Ddñecía con una voz calmada. "Todo estará bien. Estoy aquí contigo. Todo estará bien".

Sus palabras se entrelazaron con los sollozos de Onyx, llenando el oscuro lugar con un extraño contraste: dolor y consuelo, tristeza y alivio. Y, poco a poco, ese espacio inhóspito comenzó a transformarse. La oscuridad ya no parecía tan opresiva, y el ambiente se llenó de una calidez que antes no existía.

Tatsumi continuó hablando, su voz un ancla para Onyx mientras liberaba todo lo que llevaba dentro. Juntos, en ese momento, comenzaron a encontrar un camino hacia la sanación. Uno que Tanto Onyx, como Tatsumi necesitan desesperadamente.


Base de Night Raid - 10:40 p.m. (Habitación de Tatsumi)

La noche había caído sobre la base de Night Raid, transformando el cielo despejado y brillante del día en un manto oscuro salpicado de estrellas. El tiempo parecía haber avanzado más rápido de lo habitual, pero eso era lo último que ocupaba la mente de Tatsumi. Su atención estaba centrada únicamente en la espada que sostenía con cuidado en sus brazos. Onyx, su Teigu, permanecía envuelta en su abrazo firme y protector.

La hoja afilada de Onyx, capaz de cortar casi cualquier cosa, descansaba desnuda contra los brazos del castaño. A pesar del peligro, Tatsumi no soltaba su agarre. De hecho, lo ajustaba ligeramente, como si con ello pudiera transmitir más consuelo a su compañero. Aunque había pasado mucho tiempo así, la espada no le había causado ningún daño. Ni un solo rasguño adornaba su piel, como si Onyx estuviera evitando lastimarlo de alguna manera.

Tatsumi bajó la vista hacia la gema de la espada. Aún mostraba la misma grieta que tanto le preocupaba. "Onyx, ¿cómo te sientes?". Preguntó con suavidad, su voz llena de calidez y preocupación.

"Estoy... bien". Respondió Onyx lentamente, pero con una seguridad que sonaba frágil.

El castaño dejó escapar un suspiro aliviado y sonrió ligeramente. "Me alegra escucharlo". Dijo mientras continuaba abrazándolo.

Pasaron unos segundos de silencio, llenos de una calma extraña. Entonces, Tatsumi volvió a hablar, su curiosidad y preocupación empujándolo a preguntar. "Onyx, dime... ¿qué te pasó? ¿Qué fue todo eso que sentí dentro de tu gema?". Su voz era tranquila, pero no podía ocultar la confusión que sentía.

Onyx no respondió de inmediato. No era que no quisiera, sino que cada vez que intentaba formar una respuesta, un nudo de emociones lo atravesaba, amenazando con hacerle llorar de nuevo. Finalmente, con una voz temblorosa, el Teigu habló. "Portador... ¿podríamos dejar eso para otro momento?". Su tono era más una súplica que una simple petición. "Lo único que quiero ahora es seguir así. Por favor".

Tatsumi escuchó las palabras de su amigo y, tras un breve momento de reflexión, le dedicó una sonrisa triste pero comprensiva. "Está bien. No tienes que decir nada ahora. Solo sigamos así", respondió, ajustando ligeramente su abrazo, transmitiendo toda la calidez y seguridad que podía.

El silencio volvió a llenar la habitación, pero esta vez no era incómodo. Era un silencio lleno de entendimiento, de apoyo mutuo. Tatsumi y Onyx permanecieron inmóviles, abrazados en la penumbra de la noche. Ninguno de los dos quería moverse ni romper el momento con palabras innecesarias. El tiempo parecía detenerse mientras compartían ese instante único.

La noche avanzó lentamente, pero para ellos no importaba. No había prisa por hablar, ni por moverse. Solo estaban ahí, juntos, compartiendo una conexión que iba más allá de las palabras.

Quizás mañana, Onyx encontraría las fuerzas para contarle a Tatsumi lo que había pasado, lo que lo había llevado a ese estado. Pero por ahora, no quería pensar en éso. Solo quería disfrutar del presente, de este abrazo, de esa paz efímera que había encontrado en los brazos de su portador, su usuario, su dueño, su...amigo.

Mientras este momento de consuelo y esperanza ocurría en la base de Night Raid. En otro rincón del mundo, al norte de la capital, un espectáculo completamente opuesto se desarrollaba. La tragedia y la destrucción reinaban en la Fortaleza de la Tribu del Norte, un lugar que alguna vez había sido símbolo de resistencia y esperanza, ahora reducido a un escenario de absoluta masacre. Todo esto era obra de una sola persona. O, más precisamente, de una mujer.


Al Norte de la Capital - (Fortaleza de la Tribu del Norte)

El panorama en la fortaleza era indescriptible. Cientos de cadáveres cubrían las calles, diseminados de formas grotescas. Los soldados, considerados entre los más fuertes y entrenados para derrocar la capital, ahora eran meras esculturas de hielo, congelados en poses de desesperación y lucha. Los civiles, quienes habían buscado refugio en la que creían una fortaleza impenetrable, ahora colgaban crucificados, mientras restos de cuerpos decapitados decoraban las murallas como advertencias macabras.

En el centro de la destrucción, en lo que alguna vez fue el corazón de la ciudad, Numa Seika, conocido como el "Héroe del Norte", estaba encadenado. Desnudo y humillado, el hombre que alguna vez fue llamado el "Guerrero Invencible" y el "Héroe de la Lanza" ahora no era más que una sombra de sí mismo. Encadenado por el cuello, jadeaba y babeaba, reducido a un estado mental quebrado. Ante él estaba la mujer responsable de su derrota, la que había arrasado su ciudad y diezmado a su gente.

Ella, sentada en un trono hecho de hielo, sostenía la cadena de Numa con una mano. Un tirón brusco hizo que el hombre levantara la cabeza para mirarla. Su rostro, marcado por el miedo y la sumisión, era un contraste desgarrador con la frialdad de la mujer. La miró con ojos vacíos mientras ella levantaba una bota frente a él. Sin resistencia, él inclinó la cabeza y comenzó a lamerla obedientemente, como un perro adiestrado, por su Ama.

"Así terminó la tribu del Norte, en un abrir y cerrar de ojos". Comentó un soldado, observando la carnicería con un tono mezcla de admiración y miedo. "Tal como era de esperarse de la general Esdeath".

"La moral de los soldados y los civiles ha quedado destrozada". Añadió otro soldado, señalando al patético hombre que una vez fue el orgullo del Norte. Numa Seika, el gran héroe, ahora solo era un títere quebrado.

La mujer, conocida como Esdeath, observó a Numa con una mezcla de aburrimiento y desdén. Su mirada gélida, tan afilada como el hielo que había utilizado para aplastar a sus enemigos, se clavó en él. "¿Este es el famoso 'Héroe del Norte'? Qué decepción". Dijo con voz helada. Luego apartó la bota y se puso de pie. "No eres más que un simple juguete roto".

Con una rapidez despiadada, levantó su bota de tacón y la hundió en el cráneo de Numa, aplastándolo de inmediato. La sangre salpicó el suelo, un final brutal para el que alguna vez fue un símbolo de esperanza. "Qué perro más patético". Habló mientras se giraba hacia su ejército, que esperaba en completo silencio alguna orden de su líder. Con una sonrisa sádica curvando sus labios, declaró. "¿Es que no hay nadie en este mundo que pueda satisfacer mi sed de lucha?".

Esta mujer. Era Esdeath, con su largo cabello azul celeste cayendo en ondas suaves hasta la parte baja de su espalda, su uniforme militar blanco y negro perfectamente ajustado, y su figura esbelta y poderosa, emanaba una mezcla de belleza letal y autoridad absoluta. Sus ojos era azules, gélidos como el invierno más cruel, reflejaban una personalidad calculadora y despiadada. Atrás de ella llevaba un estoque con su funda, en la parte de su cinturón. En su pecho había una especie de tatuaje en forma de una "Y". Ésto era la señal de la fuente de su poder. Su Teigu. "El Extracto del Demonio".

Ella miró la destrucción que había causado con satisfacción. Cada cadáver, cada edificio derrumbado, era un testimonio de su poder. "Nos retiramos". Ordenó finalmente con voz firme. "Ya no queda nada que hacer aquí". Sus soldados, leales hasta la muerte, asintieron al unísono y comenzaron a organizarse.

Esdeath llevó dos dedos a sus labios y emitió un fuerte silbido que resonó por toda la ciudad congelada. En cuestión de segundos, un rugido ensordecedor respondió desde los cielos. Una gigantesca bestia, un dragón de escamas naranjas y cuernos negros, descendió del cielo con una fuerza impresionante. El dragón aterrizó frente a Esdeath, inclinando la cabeza en señal de sumisión.

Con una sonrisa helada, Esdeath caminó con elegancia hacia su montura. Subió al lomo del dragón con la gracia de una reina y lo acarició con una mano mientras una cadena de hielo se manifestaba en la otra, envolviendo el cuello de la criatura. "Buen chico". Habló con tono satisfecho. Luego, con un tirón de la cadena, ordenó lo siguiente. "¡Vámonos a casa!".

El dragón rugió nuevamente y, con un poderoso salto, se elevó hacia el cielo, extendiendo sus alas para comenzar a volar, y dejat atrás la ciudad destruida. Y los cadáveres que la acompañaban. Junto con en él de Numa Seika. Los hombres de Esdeath la seguían desde lejos. Acompañados por todo lo que habían conseguido y saqueado de la ciudad destruida y ahora abandonada.

Mientras volaba alejándose de todo esta destrucción y masacre. Esdeath miró al horizonte con una sonrisa que reflejaba anticipación, por llegar a lo que ella consideraba su hogar. Su ciudad. Su Territorio. Su dominio. "Espérame, Capital Imperial. Ya estoy de regreso".


Buenas tardes a todos mis queridos lectores. Hoy les traigo el capítulo que muchos de ustedes han estado esperando con ansias. Como podrán notar, me esforcé en capturar y transmitir de la forma más clara y emocional posible el dolor de Onyx. Este fue un desafío considerable, ya que quería que cada palabra reflejara el peso de su sufrimiento y la conexión con Tatsumi. Pero después de dedicarle mucho tiempo y corazón, finalmente lo logré terminar.

Además, he incluido una sección que muchos esperaban: la parte protagonizada por Esdeath. En esta ocasión, decidí darle un poco más de profundidad y protagonismo, mostrando su imponente presencia y su despiadada naturaleza de una manera que creo hará justicia a su carácter. Espero que hayan disfrutado explorando este lado más oscuro y brutal de la historia.

Y como ya saben, el siguiente capítulo será el esperado enfrentamiento entre Seryu vs Mine junto a Sheele. Sin embargo, quiero que sepan que esta vez las cosas tomarán un rumbo muy diferente. Aunque conocemos el resultado original, en mi versión he decidido añadir giros inesperados que estoy seguro les sorprenderán y los mantendrán al borde de sus asientos. Solo les pido un poco más de paciencia para ver cómo se desarrolla esta nueva narrativa.

Antes de despedirme, quiero agradecerles una vez más por su apoyo constante. No olviden dar a "favorito" a la historia, seguirla si aún no lo han hecho, y dejarme sus comentarios. Cada reacción suya es una motivación inmensa para seguir escribiendo y trayéndoles más contenido. Sus opiniones y sugerencias siempre son bienvenidas y me ayudan a mejorar cada capítulo.

Cuídense mucho y nos vemos en el próximo capítulo. ¡Gracias por acompañarme en este viaje! Hasta la próxima.