Notas: La Parte II es mucho más "light" que la Parte I. Va estar centrada en la vida de Elizabeth y sus hermanas.
Parte II
Abril 1813
Elizabeth observaba con la mirada perdida el paisaje que se deslizaba lentamente a través de la ventana del carruaje. Sumida en sus pensamientos, recordó los últimos meses, los más difíciles de su vida. Cada golpe que había recibido parecía grabarse en su alma, pero lentamente la tristeza y desolación iban dando lugar a resignación y la esperanza de un futuro mejor.
Después de la trágica muerte de Lydia, su padre había tomado la decisión de traer su cuerpo de vuelta a Longbourn para enterrarla en el cementerio familiar. Lamentablemente unos días después, su madre falleció mientras dormía, llevada por una sobredosis de láudano. Algunos susurraban que había sido un accidente; otros, que fue un acto deliberado motivado por el dolor y la vergüenza que la habían consumido.
El funeral de la Sra. Bennet fue una ocasión sombría, marcada por una ironía amarga. Varias de las familias de Meryton acudieron a dar sus condolencias, aunque Elizabeth sabía bien que algunos lo hacían más por curiosidad e hipocresía y no por genuina compasión. Lady Lucas y la Sra. Goulding fueron un ejemplo claro. Cuando se acercaron con expresiones solemnes y palabras cuidadosamente elegidas, Elizabeth tuvo que contener el impulso de pedirles que se retiraran. Sabía que, días atrás, esas mismas mujeres habían cuchicheado con una sonrisa apenas disimulada sobre las desgracias que asolaban a los Bennet.
La pérdida de dos miembros de la familia transformó la dinámica en Longbourn de una manera que nadie habría anticipado. El Sr. Bennet, que hasta ese entonces tenía un traste muy distante con la mayoría de sus hijas, comenzó a esforzarse por estar más tiempo con ellas. Al principio, Mary, Kitty e incluso Jane se mostraron recelosas. Era difícil confiar en un hombre que durante tanto tiempo había parecido más interesado en sus libros que en sus vidas. Sin embargo, poco a poco, sus intentos sinceros fueron derribando las barreras.
A partir de ese momento, la dinámica en Longbourn lentamente fue cambiando. El Sr. Bennet comenzó a pasar más tiempo con todas sus hijas, intentando cubrir el vacío dejado por su esposa y Lydia. Al principio Mary, Kitty y en menor medida Jane - que estaban acostumbradas a la apatía de su padre - les costó adaptarse a los cambios, y confiar en que su padre no iba a burlarse de sus inquietudes y temores.
Por ser la mayor, Jane asumió varias de las responsabilidades de la casa. A pesar de su dulzura innata, era evidente que la carga emocional había hecho mella en ella. Sus ojos, antes brillantes e ingenuos, ahora lucían apagados, y sus mejillas estaban pálidas y hundidas. Elizabeth sabía que las heridas de Jane eran muy profundas, cicatrices que habían cambiado por completo su esencia, y era poco probable que el tiempo curara.
En las primeras semanas Kitty a menudo se encontraba llorando sola en rincones oscuros de la casa. Fue por ella que Elizabeth decidió enseñarle a tocar el piano. Las tardes se llenaron de melodías torpes y risas tímidas, un eco lejano de tiempos más felices. Elizabeth también encontró consuelo en los libros, y retomó las lecciones de italiano con renovado interés.
Cuando los primeros tres meses de luto llegaron a su fin, los Gardiner ofrecieron a Jane la oportunidad de pasar una temporada con ellos en Londres.
La partida de Jane dejó a Elizabeth al mando de Longbourn. Entre las responsabilidades del hogar, y otras tareas, su mente apenas tenía espacio para otras preocupaciones. Afortunadamente, al estar tan ocupada, tenía muy poco tiempo para pensar en Sr. Darcy, y en lo que no pudo ser. El resentimiento y tristeza que había sentido por su abandono, dio paso a la resignación y aceptación. Si bien comprendía sus razones, no deseaba verlo nuevamente.
Finalmente, el carruaje se detuvo frente a una casa de tres pisos en Gracechurch Street. Elizabeth sintió cómo su corazón se aligeraba al ver a Jane y a su tía Gardiner esperando en la puerta.
Al bajar del carruaje, ambas hermanas se abrazaron fuertemente y derramaron algunas lágrimas.
