—Date prisa o juro que no voy a estar aquí cuando salgas. —advirtió la voz de Code desde la sala de espera del vestidor— Tengo mejores cosas qué hacer que estar aquí.

—¿Cómo qué? —pregunta Hassaku atacado de la risa— Deja de quejarte, ya estamos por irnos.

Sarada no pudo evitar sonreír mientras veía su reflejo en el espejo. El vestido de novia era bellísimo y le quedaba como un guante. Completamente perfecto.

Los cuatro hombres fuera le dieron el visto bueno, incluido Code que fingió desinterés, pero juraba que pudo ver una diminuta sonrisa de aprobación para después expresar su fastidio.

Sarada sabía que nunca lo diría abiertamente, pero incluso él comenzaba a sentir un genuino afecto por ella así como los otros dos.

La dependienta de la tienda le ayudó a quitárselo con cuidado y salió del vestidor para empacarlo dado que no había necesidad de más pruebas. Hasta entonces se quedó sola, en completo silencio.

Y justo cuando estaba a punto de salir al encuentro de los demás, sintió un pequeño dolor en el vientre bajo.

Cólico menstrual.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se obligó a respirar profundo para retener el llanto y ahuyentar el nudo que se le quedó atascado en la garganta.

¿Por qué se sorprendía si ya se lo habían advertido?

Estaba rota. Y no había manera de recomponerla.

—¿Sarada, amor? —llamaron a la puerta del probador— ¿Estás lista para irnos?

—Un segundo. —intentó disimular el temblor en su voz, pero al parecer no sonó muy convincente porque segundos después comenzaron a tocar de manera insistente.

—¿Todo está en orden? —pregunta Ichirōta suavizando su tono.

—Estoy bien, salgo en un momento.

Se vistió a toda prisa y compuso su expresión por una más tranquila. Sin embargo, al abrir la puerta se encontró con los tres pares de miradas sobre ella, observándola con expectación.

Hassaku frunce el ceño al ver su labio temblar ligeramente y se acercó un par de pasos hacia ella.

—Dime que sólo estás conmovida por verte en un vestido de novia. —sujeta su mentón para verla de cerca— ¿Por qué más estarías llorando?

Sus ojos enrojecidos la habían delatado y supo que no podría librarse de un interrogatorio a menos que dijera la verdad.

—Creo... —se aclaró la garganta— Creo que estoy por tener mi periodo.

—Eso es bueno, ¿no? —pero su expresión le hizo borrar la sonrisa— ¿O es malo?

Sarada se colgó el bolso sobre su hombro dispuesta a salir del lugar e Ichirōta sujetó la caja blanca enorme en la que le entregaron el vestido.

Ninguno dijo nada, simplemente la siguieron sin chistar hacia el pequeño restaurante sobre la misma acera de la tienda de vestidos donde ya tenían una reservación para desayunar.

No fue hasta que estuvieron los cuatro sentados en una área privada del local que ella entreabrió los labios para hablar. Prefería no tocar el tema, pero sabía que ellos no lo dejarían pasar.

—No podré ser madre. —se encoge de hombros— El médico dijo que hubo una mala cicatrización en mi útero que forma adherencias y disminuye las posibilidades de una concepción.

Hassaku se planteó la idea de decir algo que terminara con la tensión que se formó de pronto, pero consideró que no era el momento.

—Aún si pudiera embarazarme, nada garantiza que mi cuerpo no lo rechace. —traga saliva— O que mi vida corra peligro junto con la del bebé.

Code se aclaró la garganta, visiblemente incómodo. No le gustaba su expresión vulnerable, la prefería siendo parlanchina y molesta.

—Quería intentarlo de cualquier manera. —sacude la mano restándole importancia— Pero no tiene caso ahora, hace un rato sentí los primeros síntomas de que mi periodo está por comenzar y...

—Si quieres un hijo, lo tendrás. —prometió Ichirōta— Encontraremos la manera, así tengamos que ir con cada médico en el mundo hasta encontrar alguno que diga que es posible.

—No sólo te estás casando con Kagura, también con nosotros. —añade Hassaku señalándolos a los tres— Míralo de esa forma, eres parte de nuestra familia ahora.

Una pequeña sonrisa tiró de los labios de la joven.

—A mí no me metan en sus cursilerías. —resopla Code— No estoy casándome con nadie.

Ichirōta enarcó una de sus cejas y lo golpeó con el codo.

—De acuerdo, bien. —pone los ojos en blanco— ¿Podemos comer ya?

Sarada le lanza la servilleta sobre su regazo y suelta una suave risa que puso fin al momento tenso.

—Me gustaría ir a una de tus galerías de arte. —menciona la joven dirigiéndose al pelirrojo— ¿Hay alguna aquí en Estambul?

—Sí, pero en lo personal, no hay comparación alguna con la de Atenas. —responde cruzándose de brazos— Si quieres impresionarte de verdad, tendrás que visitar primero esa.

—¿Me invitarás algún día?

Él resopla.

—No necesitas invitación, vendes los tickets en la entrada.

—Sabes a lo que me refiero. —estrecha los ojos— ¿Irás conmigo o no?

—Si con eso dejas de molestarme...

—Lo que lo tiene de mal humor es que quiere expandirse por el continente, pero lo están bloqueando. —comenta Hassaku sin importarle que el pelirrojo lo mirara mal— ¿Qué? Es cierto, y tú conoces a la persona que lo está haciendo.

—¿Lo conozco? —cuestiona Sarada desconcertada, pero tras un par de segundos la respuesta llegó sola a su cabeza— Ah. Hablan de Shinki.

—Ese mismo. —señala Code con saña— Está en el mismo negocio y acaparando el mercado.

Sarada se encoge de hombros.

—Puedo solucionarlo con una llamada. —dice con sencillez— En realidad, creo que puedo hacer más que eso.

Code le miró con cierta duda, pero no hizo más preguntas. Sospechaba que la chica no estaba fanfarroneando.

—Te ayudaré si me ayudas con algo. —propuso con una sonrisa cómplice— Si los tres me ayudan, mejor dicho.

Y entonces todo rastro de vulnerabilidad fue sustituido por un semblante lleno de determinación que les dejó sin palabras.

(...)

Hassaku, Ichirōta y Code cumplían muy bien sus funciones como damas de honor. Resulta que no tenía ni un momento libre en el día.

Por las mañanas tomaba sus clases de vuelo con Kagura, Hassaku la raptaba al medio día después del desayuno para enseñarle a hornear, Ichirōta y Tatsumi le acompañaron a sol y sombra con la planeadora de bodas mientras que al terminar la cena tenía una sesión de póquer con Code la cual a veces se extendía hasta la medianoche.

—No veo la hora de que todos se vayan de aquí. —resopla Kagura frunciendo el ceño y rodeando su cintura con un brazo— No me gusta compartirte con todos.

—Dos semanas más. —sonríe la azabache abrazándose a su torso— Deberías estar hablando con tus invitados.

El salón de eventos de la casa fue adaptado para albergar al menos a setenta personas, todos miembros importantes en la organización de Kagura. Políticos, empresarios, miembros de la policía, entre otros involucrados.

Las decoraciones en tonos platas le daban un toque brillante al sitio acompañadas por flores blancas y varias mesas alargadas en el centro con el propósito de verse cara a cara durante la cena.

Al centro de cada mesa había un montón de velas iluminando cada rincón de la habitación y del techo caían con gracia un montón de velos blancos que hacían lucir el espacio como un lugar sacado de ensueño.

Los violinistas no dejaron de tocar desde el inicio de la velada y los dos eran conscientes de que aunque todo se veía espectacular y digno de admirarse, la atención de cada persona dentro de aquel salón estaba puesta sobre ellos.

Algunos la miraban con recelo, otros con simple curiosidad, pero siempre pendientes de cada movimiento que hacía.

—Ven aquí. —entrelaza su mano con la suya— Voy a presentarte a todos.

Ella asintió, caminando a su lado con seguridad destilando por cada poro de su cuerpo y Tatsumi tuvo que admitir que el papel de líder era nato. Su presencia era intimidante hasta cierto punto.

Era bien conocido que los Uchiha no sólo eran dotados de belleza, también de inteligencia y habilidad para los negocios. Y con lo poco que había conocido de Sarada supo que no era la excepción a la regla.

Aquella chica tenía un ingenio sorprendente y la mayoría de los miembros de la organización de Kagura que ya habían tenido la oportunidad de hablar con ella lo notaron en cuanto abrió la boca para hablar.

Escucharla dominar diversos temas complejos sobre estrategias financieras u opiniones concretas de ciertos temas específicos era fascinante.

—Atención, por favor. —pidió Kagura alzando la voz.

La joven Kurosuki observó como uno a uno tomaban sus respectivos asientos en las sillas asignadas y volcaron toda su atención sobre la pareja situada al centro del salón.

Sarada llevaba puesto un vestido blanco de satin apegado al cuerpo que acentuaba su figura esbelta con un escote profundo en el pecho y que además dejaba al descubierto la pálida piel de su espalda. Su larga cabellera azabache caía en suaves ondas sobre sus hombros y llevaba poco maquillaje, demostrando una vez más que no necesitaba de mucho para resaltar entre el gentío.

Kagura por su lado vestía un elegante esmoquin negro con camisa blanca y unos pulcros zapatos a juego. Pero lo que más llamó la atención fue el brillo genuino en sus ojos.

Eran una pareja radiante, eso era un hecho irrefutable.

—Todos los presentes en este salón tienen un papel importante en esta organización. —sondeó la habitación con la mirada— Socios, aliados, amigos.

Se oyeron las exclamaciones de aprobación.

—Durante años han demostrado una lealtad absoluta hacia mi familia. —prosiguió el líder con su discurso— Por eso, esta noche, me siento con la responsabilidad de comunicarles personalmente mi decisión de contraer matrimonio con la mujer que está a mi lado.

Esta vez se oyeron un montón de cuchicheos.

—Ella es Sarada Uchiha. —la miró con una pequeña sonrisa— Mi prometida y futura esposa.

En la última fila de mesas se puso de pie un hombre mayor de al menos unos cincuenta años y levantó la mano de manera respetuosa para pedir la palabra.

—¿Esto acaso se trata de un matrimonio acordado? —pregunta desatando más murmullos— Si es así, ¿dónde está su familia que asegura una tregua?

Kagura estuvo a punto de contestar, pero Sarada dio un paso al frente con la intención de responder ella misma.

—No es un matrimonio concertado. —exclamó dirigiéndose al hombre que seguía de pie— Y puedo asegurarle, señor, que mi familia respeta más una unión de mutuo acuerdo que un simple contrato de paz.

—Durante años hemos estado en guerra con los Uchiha. —habló otro desde su asiento— ¿Qué nos asegura que no van a traicionarnos en un futuro cercano?

La pelinegra enarcó una de sus cejas y Kagura quiso sonreír por lo bajo al ver la fiereza en su mirada.

—Si no recuerdo mal, señor...

—Demir. —contesta de inmediato.

—Señor Demir. —señala ella con la palma abierta— ¿Acaso no fue su antigua coalición la que se traicionó entre si? Deidara le dio la espalda a los turcos después del secuestro de mi madre, luego Danzō traicionó a los rumanos y así sucesivamente.

—Creo que ya comprendimos su punto, señorita Uchiha. —dice el mismo sujeto— Justo esa es la razón de nuestra desconfianza.

—¿Podría mencionarme alguno de los aliados de los Uchiha a los que hayamos traicionado? —su sonrisa de medio lado se amplió ante su silencio— Exacto. Porque no somos sólo simples aliados, nuestros lazos van más allá y eso es lo que sucederá con esta unión.

Ambos hombres regresaron a sus asientos, y esta vez uno más se levantó.

—¿Cómo funcionará esto? —los señaló a los dos— ¿Cuál será su papel en la organización?

En esta ocasión, Kagura dio un paso al frente para situarse a la par de la joven.

—Sarada tendrá tanta autoridad como yo. —dijo sorprendiendo a la mujer a su lado y al resto de la sala— Cuando yo no esté, ella estará al mando.

—Debes estar bromeando. —se burla uno de los presentes, levantándose de la silla con evidente furia— No vine hasta aquí para esto.

Sarada detalló cada rasgo de aquel hombre. Su apariencia era... llamativa. Desde su mirada profundamente oscura hasta el pequeño tatuaje del número cuatro bajo su ojo.

Tenía gran parte de la cabeza rapada con excepción de la parte superior mientras que la parte posterior la llevaba atada en una larga cola de caballo.

—¿Quién es él? —preguntó en un tono tan bajo apenas audible para Kagura.

—Jigen. —susurró de vuelta— Dirige a los polacos.

—No mencionaste que estaría aquí...

—Quería ver su reacción. —masculla Kagura— Eso definirá cómo nos moveremos de ahora en adelante.

El hombre de cabeza rapada se puso de pie y avanzó unos cortos pasos en su dirección con una expresión imperturbable.

—No pienso formar parte de ninguna alianza con los Uchiha. —la observa directamente a ella— Ni haré tratos con nadie que se relacione con uno de esa estirpe.

—Eres libre de irte, Jigen. —contesta Kagura— A decir verdad, ya esperaba algo como esto.

Jigen sonríe de una manera que podía calificarse como maligna y se movió hacia la salida.

—Hablan de traiciones y se acaba de cometer una en este momento, espero que estén listos para enfrentar las consecuencias. —apunta al rubio con el dedo a la azabache— Y tú, más vale que le pases el mensaje a tus hermanitos. La guerra no ha terminado.

La habitación se sumió en un silencio sepulcral hasta que Jigen terminó de salir por la puerta seguido de su acompañante.

—Acabamos de perder Polonia. —salta uno de los más ancianos del lugar— ¿Qué se supone que haremos ahora?

—Seguir adelante. —contesta Sarada encogiéndose de hombros— Después de años de rencillas, ahora estamos del mismo lado.

—¿Estás segura de que tus hermanos no te darán la espalda?

Ella sonríe para desconcierto de muchos.

—Hay ocasiones en las que quise que lo hicieran y ni siquiera lo vieron como una opción. —dijo convencida de cada una de sus palabras— No lo harán ahora.

Poco a poco los cuchicheos fueron mermando hasta que de nuevo el silencio fue lo que reinó en la sala.

—Portugal está dentro. —habló Hassaku poniéndose de pie y levantando su mano izquierda a la altura del corazón— Juramos lealtad a Sarada Uchiha.

—España jura lealtad a Sarada Uchiha. —ese era Ichirōta, sonriéndole con galantería desde su lugar— ¿Ahora sí merezco un beso?

La azabache puso los ojos en blanco, pero no pudo evitar ofrecerle una sonrisa.

—Grecia también. —se encoge de hombros— No esperen más palabras bonitas, no es lo mío.

Uno a uno los miembros de la organización de Kagura hizo lo mismo hasta que sólo pudo ver el mar de gente de pie frente a ella con miradas solemnes. Era una imagen impresionante, incluso Tatsumi que conocía a la mayor parte de los asistentes estaba sorprendida.

No esperó que la joven siendo miembro de la familia con la que estuvieron en guerra durante décadas consiguiera ese estado de unanimidad absoluta.

Acabando la cena y luego de despejar el salón para abrir la pista de baile, fueron acercándose personalmente para entablar una pequeña conversación con ella y aunque Kagura prefería no separarse de su lado tuvo que alejarse en cuanto Tatsumi le hizo una señal con la cabeza.

—Está aquí. —se mordió el labio con nerviosismo— Le dije que la llevaría al estudio en veinte minutos.

—Esperaba que no aceptara. —niega con el ceño fruncido, suspirando con decepción.

—Es porque todavía tenías fe en él aún después de actuar a tus espaldas. —se remueve incómoda— Esa es la naturaleza de Tsurushi.

—Sabes que Buntan no te perdonará por esto, ¿no? —la mira condescendiente— Sabrá que los engañaste.

—Y tú no me habrías perdonado si permitía que le hicieran daño a ella. —señaló con la cabeza a la joven pelinegra a lo lejos— ¿O me equivoco?

Los labios de Kagura formaron una fina línea, pero no lo negó.

—La chica no ha hecho nada malo salvo ser la hija de alguien. —siguió diciendo la rubia— Los hijos no merecen ser condenados por los pecados de los padres.

—Vas a quedarte con nosotros a partir de ahora. —tocó su mentón con la punta de los dedos— A Sarada no le molestará que vivas aquí.

—Lo sé. —sonrió apenada— Ella me pidió que me quedara antes que tú.

—¿Cuándo fue eso? —pregunta desconcertado— ¿Por qué no me dijo nada?

—Hace un par de días. —la mira de reojo— Estaba segura de que me lo pedirías también, así que me dijo que lo mantuviera en secreto y esperara a que lo hicieras por ti mismo.

Kagura sonríe con incredulidad y se pellizca el puente de la nariz con los dedos.

—No puedo seguirle el paso. —exclama sin una pizca de molestia— Ella pidió expresamente no ser una esposa de aparador, pero a este ritmo seré yo el espectador, ¿has visto cómo manejó la situación hace un momento?

—Tiene talento natural para esto. —contesta la ojiverde— Supongo que lo lleva en la sangre.

Él asiente, observando con orgullo la manera en la que tenía cautivados con su conversación a un grupo de hombres. Y no, no había ningún rastro lascivo en sus miradas, sino interés genuino por lo que sea que les estaba diciendo.

—Voy a adelantarme. —exclama finalmente echando un vistazo alrededor del salón— ¿Sabes lo que tienes que hacer?

—Todo estará bien. —intenta tranquilizar— No voy a despegarme de ella.

Kagura le acaricia la cabeza al pasar pos su lado y finalmente se aleja por el pasillo más cercano con sigilo.

(...)

—Espero no estar interrumpiendo nada importante. —escuchó una voz masculina detrás suyo— A juzgar por los rostros de todos aquí, creo que me estoy perdiendo una charla interesante.

El hombre que pronto entró en su rango de visión era alguien que no había visto antes. Se trataba de un joven castaño de piel morena y unos bonitos ojos marrones oscuros que le observaban con atención.

—Eres bienvenido a la conversación. —responde uno de los hombres extendiendo su mano hacia él como saludo— La señorita Uchiha tiene sus pensamientos claros sobre el rumbo que debería tomar la organización...

—¿De verdad? —enarca una ceja, fijando su atención en la chica— Quizá quieras comentarme más al respecto mientras bailamos. ¿Me concederías esta pieza?

—Debería abrir la pista con Kagura. —lo buscó por la habitación con la mirada, pero no lo vio por ningún lado.

—No le molestará. —extendió la mano hacia ella con la palma abierta en una invitación— Además, creo que me lo debe después de robarme a la prometida.

Sarada le miró desconcertada y aceptó su mano con el único propósito de que se presentara formalmente.

—Soy Iwabee Yuino, el hombre al que se suponía que le dieran tu mano en matrimonio para solidificar una alianza. —le sonríe de medio lado— Que no me recuerdes me rompe el corazón.

De pronto su mente botó un recuerdo de ella hablando con su abuelo en su habitación y la discusión con su hermano en medio del jardín de su casa. Sí, lo recordaba. Itsuki le confesó que declinó la oferta de inmediato.

—En realidad, no se me consultó. —se sincera ella— Resulta que mi hermano tomó la decisión por mí.

—Una lástima. —se encoge de hombros con una sonrisa— Supongo que llegué tarde.

La guió al centro de la pista de baile y la hizo girar sobre sus pies con una agilidad sorprendente. Era buen bailarín.

—¿Te irás por eso? —se mofa— Te han arruinado la salida dramática, a Jigen se le ocurrió primero.

—Nunca me cayó bien de todos modos. —dice con desinterés— Si te soy sincero, siempre creí que mi padre se equivocó al aliarse con Kagura y Jigen.

—¿Te recuerdo que estás hablando de mi prometido?

Iwabee hizo un gesto de que le importa un carajo y ella sacudió la cabeza con una sonrisa.

—Sí, bueno, él se llevó la carta ganadora. —comenta con desfachatez— Obtuvo una prometida caliente y la garantía de no ser atacado por los Uchiha.

—Eso último no lo sabemos aún. —contesta ella de la misma manera— No creo que mi familia se tome bien todo este... asunto.

—¿No dijiste que te apoyarían? —enarca una ceja— ¿Acaso le mentiste a todo el mundo?

—Me apoyarán, sí. —asegura la azabache— Pero eso no significa que Kagura saldrá ileso. A mi padre no le agradan las mentiras, y él se acercó con intensiones ocultas.

El moreno asiente sin dejar de mirarla y la conduce suavemente sobre la pista de baile al ritmo de la música.

—Es por eso que la alianza con los Uchiha me parecía más viable. —contesta Iwabee llanamente— Tus hermanos parecen ser... complicados, pero saben lo que hacen y también son brutalmente honestos. Nunca se andan por las ramas.

—Pero lastimaron el ego de tu padre al negarse a un matrimonio concertado, ¿no? —concluye la joven arrugando los labios— Esa fue la principal razón por la que aceptaron la alianza con Kagura.

—Y eres inteligente. Maldita suerte la mía. —niega con una sonrisa, haciéndola girar nuevamente sobre sus pies— Aunque parece que el sol acaba de salir para mí, ahora no sólo tengo un aliado, sino dos más si es que logras convencer a tus hermanos de apoyar esta locura.

La melodía estaba por terminar, pero Iwabee parecía no tener intención de soltarla.

—¿Cuándo tomaste el mando? —cuestiona con curiosidad— Creí que tu padre se negaba a soltar el poder.

—Es un viejo cascarrabias al que no le quedó opción más que abdicar hace un mes porque el consejo se lo estaba pidiendo desde hace tiempo. —explica con honestidad— Creían que su perspectiva en los negocios era muy anticuada y que hacía falta un liderato más fresco.

—Y ahí entras tú.

—Tengo varias ideas que quiero implementar, pero nadie a quien comentárselas sin parecer ingenuo e inexperto. —resopla— Ni siquiera sé porque te estoy comentando esto a ti en primer lugar.

—Me recuerdas a mi hermano Daiki cuando tomó el mando de la Bratvá. —se ríe sin poder evitarlo— Demasiado orgulloso para admitir que necesitaba ayuda.

Iwabee puso mala cara, pero no lo negó.

—Pareces saber más de lo que dejas ver, Sarada Uchiha. —la acusa él estrechando los ojos— ¿Qué tanto sabes de manejar una organización? Porque pareces muy tranquila a pesar de que acaban de aceptar tu liderato en la mafia turca.

—Si necesitas ayuda, sólo tienes que pedirla. —evadió su pregunta, lo que no pasó desapercibido para el moreno.

—¿Puedo confiar en ti? —estrecha la mirada analizando cada micro-expresión de su rostro.

—Averígualo.

Sarada se encoge de hombros y no dijo nada más hasta que acabó la melodía e inició la siguiente, para ese entonces la pista estaba llena y ya nadie le prestó la misma atención que al principio. Fue así como se permitió disfrutar del baile, sin embargo, los primeros acordes de la canción le resultaron familiares por un momento y la hicieron frenarse un poco para oír mejor.

«¿El orgullo puede resistir mil pruebas

Los fuertes nunca caerán

Pero al mirar las estrellas sin ti

Mi alma llora»

Era una melodía lenta, por lo que Iwabee afianzó el agarre en su cintura y la incitó a retomar el paso.

Ella conocía esa canción de algún sitio.

«Corazón palpitante,

lleno de dolor

Oh, de dolor

Porque te estoy besando»

La mujer cantando en vivo la versión de I'm kissing you de Des'ree sonó en los altavoces del lugar y su cabeza dio vueltas. Comenzaba a marearse y a sentir un revoltijo en el estómago.

«Tócame profundamente

Puro y verdadero

Dámelo para siempre

Porque te estoy besando, oh»

Iwabee se alarmó al ver la palidez en su rostro y la sujetó más de cerca al sentir su cuerpo flaquear contra el suyo.

—¿Estás bien? —pregunta en tono preocupado— ¿Necesitas sentarte un momento?

Ella asiente débilmente y agradeció la discreción de Iwabee al sacarla de la pista sin que nadie se diera cuenta.

—No puedo... —intenta regularizar su respiración— Tengo que...

—¿Sarada? —la llama Tatsumi y la alcanza tomándola del brazo— ¿Qué sucede?

—Necesito ir al baño. —señala el pasillo que dirigía fuera del salón de eventos— Llévame antes de que te vomite encima.

La rubia se disculpa del moreno con una sonrisa y toma a la joven de la mano para dirigirla fuera del barullo de la fiesta sin olvidar el encargo que le hizo a Kagura.

—Te llevaré a tu habitación. —pasó un brazo por su cintura y la animó a subir rápidamente escaleras arriba— Aguanta un poco, por favor, me encantan estos zapatos y no quiero que me los arruines.

Sarada se rió un poco e hizo todo lo posible por mantener sus náuseas a raya, pero en cuanto entró a la habitación fue inevitable correr al baño para devolver el estómago.

Tatsumi la siguió con preocupación tras cerrar la puerta con el pestillo y estuvo allí para acariciar su espalda cada que una arcada la hacía retorcerse violentamente mientras la ayudaba a sujetar su cabello para evitar que se manchase de vómito.

—Oh, Dios... esto no debería estar pasando justo ahora. —respira profundamente para calmarse— No creo que estar abrazada al inodoro me haga ver sexy.

—Créeme, eres la única en ese estado que puede verse bien.

Tatsumi se ríe acariciando su mejilla con delicadeza y ofreciéndole un pañuelo limpio con el que pudiera limpiarse las comisuras de la boca y seguido de eso la ayuda a ponerse de pie.

—Kagura no me ha visto, ¿verdad? —pregunta haciendo una mueca de asco al ver su aspecto nauseabundo en el espejo del tocador— Va a ponerse como loco si se da cuenta, es capaz de llevarme a un hospital sin importarle el montón de gente allí abajo.

La ojiverde se abstuvo de confirmarlo, porque sí, definitivamente él era capaz de hacer algo así.

—No, nadie te ha visto, tranquila. —susurra frotando su brazo para ofrecerle consuelo— ¿Desde cuándo te estás sintiendo mal?

—He tenido mareos toda la mañana. —se muerde los labios con inquietud— Creí que era por el nerviosismo, pero...

—¿Pero qué?

La azabache no responde, en cambio se acerca al tocador y busca algo escondido entre un montón de cosas dentro de uno de los cajones. Los ojos verdes de Tatsumi se abrieron por la sorpresa al verla regresar con dos cajitas alargadas en la mano.

—¿Esas son pruebas de embarazo? —abrió mucho los ojos sin poder ocultar su sorpresa— ¿Crees que...?

—Supongo que es hora de averiguarlo.

(...)

Había sido sorprendentemente fácil mezclarse entre el resto de invitados, al menos esperaba que le seguridad hubiese sido más estricta, pero los hombres de Kagura no debían estar informados de que él no era bienvenido en el evento porque un par de ellos lo saludaron al entrar por la puerta lateral.

Se mantuvo entre las sombras esperando la ventana de oportunidad que Tatsumi crearía para él aislando a la chica en algún sitio alejado del salón para que pudiera encargarse finalmente de ella.

Y durante ese par de horas fue testigo de la disputa entre Kagura y Jigen, pero también estuvo presente para ver a todos y cada uno de los miembros de la organización haciendo un juramento de fidelidad a la perra Uchiha.

¿Ahora trabajarían para un miembro de esa familia que en algún momento juraron destruir? Malditos estúpidos.

No fue hasta que minutos después de que las personas comenzaran a aglomerarse en el centro del salón para bailar entre risas llenas de júbilo que vio a Tatsumi subir las escaleras acompañada de la joven azabache.

Ahí estaba, ella estaba cumpliendo.

Sin embargo, al subir a la segunda planta y atravesar el pasillo hacia la recámara principal se dio cuenta de una cosa: la puerta estaba bloqueada.

Tocó varias veces esperando una respuesta, pero nadie atendió.

—No abrirán, no te esfuerces. —escuchó la conocida voz detrás suyo— Tatsumi le puso el pestillo.

—Esa maldita mocosa de mierda...

—¿Cuál era tu plan, Tsurushi? —pregunta Kagura con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón— ¿Venías hasta aquí para finalizar el trabajo que iniciaste en Grecia?

Detrás de él estaba Shizuma con un semblante de ultratumba y más allá dos subordinados armados listos para afrontar cualquier amenaza.

—Sí. —admitió en voz alta— Alguien debe hacerse cargo de tus cagadas. La perra te ha carcomido los sesos, ha nublado tu juicio hasta el punto de...

—Cierra la boca. —exclamó con tono autoritario— Un ataque a mi prometida es un ataque directo a mí. Acabas de traicionarme y no pareces querer arrepentirte.

—¡Estoy haciéndote un favor! —gritó, sacando el arma que traía en su cinturón— Entre más pronto acabe con esa zorra mejor, estaría ahorrándote un problema mayor.

Kagura ni se inmutó al verle cargar el arma, pero Shizuma dio un par de pasos al frente por precaución.

—No necesito decirte cómo se paga una traición, ¿verdad?

—No vas a matarme. —niega alterándose cada vez más— No por la perra Uchiha, nuestro padre...

—Mi padre. —aclaró— Él es la única razón por la que no estás bajo el agua en estos momentos.

La cara de Tsurushi se transformó en una de furia total y se dispuso a lanzarse sobre él, pero Shizuma lo interceptó y desarmó en cuestión de segundos para después someterlo en el suelo del pasillo.

—Te quiero lejos de mis territorios. —advirtió Kagura desde su posición— Nunca más vuelvas a Turquía o lo sabré, entonces no habrá una segunda oportunidad.

—¿Me estás dando la espalda por esa mujer? —cada palabra salía impregnada de odio— ¿Acaso me estás desterrando?

—Debiste pensarlo antes de desobedecerme. —hizo una señal con sus dedos a los dos hombres detrás suyo— Llévenlo hasta la frontera y si hace un amago de regresar no duden en disparar.

Tsurushi comenzó a retorcerse contra el suelo en el momento que los dos sujetos se acercaron para tomarlo uno de cada lado.

—Sáquenlo por la puerta principal. —ordenó— Cuando pregunten, díganle que intentó asesinar a mi prometida y está por pagar las consecuencias.

Ellos acataron sin chistar y se las arreglaron para sacar al hombre a rastras del lugar. Hasta entonces Kagura dejó salir un suspiro lleno de frustración.

—No quería que las cosas terminaran así...

—Tenía que hacerse. —le recuerda su mejor amigo— Deberías ir a verla.

Shizuma apuntó la puerta cerrada de la habitación con la cabeza y entonces la preocupación sustituyó cualquier emoción que estuviera sintiendo en ese momento.

—Estaba pálida cuando Tatsumi la sacó del salón. —agregó el pelinegro— Entra y asegurarte de que está bien, yo me encargo del resto.

—Pídele a la gente que espere. —demandó el de ojos magentas antes de que desapareciera por las escaleras— Aún debo darles un anuncio importante.

Un par de minutos después, Tatsumi escuchó toques en la puerta, esta vez más bajos que la última vez y realmente agradeció que Sarada estuviera dentro del cuarto de baño para evitar escuchar el escándalo del pasillo.

—Soy yo, puedes abrir la puerta. —reconoció la voz de Kagura del otro lado y se lanzó a quitar el pestillo.

—¿Todo está bien? —pregunta angustiada— ¿Qué sucedió? ¿Tsurushi se ha ido?

—Ya no es un problema. —asiente Kagura adentrándose a la habitación— ¿Dónde está ella?

—En el baño. —señala la puerta con el dedo— Cosas de chicas, ya sabes.

Él enarca una de sus rubias cejas, pero eso no lo detuvo de acercarse para cerciorarse por sí mismo.

—¿Cariño? —la llamó con suavidad— ¿Estás bien?

No hubo respuesta, en cambio la puerta del baño se abrió dando paso a la joven Uchiha con el cabello medio despeinado y la máscara de pestañas manchando un poco la esquina de sus ojos.

—Estoy bien. —sonríe con los labios apretados— Algo debió caerme mal, pero todo está en orden.

Kagura tomó su rostro para inspeccionarla detenidamente, pero a pesar de su expresión tranquila no logró convencerlo.

—La fiesta de compromiso fue un éxito, pero creo que es hora de darla por terminada. —acarició su mejilla con los nudillos de la mano— Quédate a descansar, me encargaré de despedir a los invitados.

—Eso sería muy descortés...

—Lo entenderán. —le toma el mentón entre sus dedos y se agacha para besarla— Diré que te encuentras indispuesta.

Ella no estaba muy segura, pero la mirada estricta de Kagura hizo que dejara de insistir. Cuando se trataba de su bienestar se ponía muy mandón, así fuera un simple resfriado.

—Aún tengo algo por hacer en la ciudad. —colocó un mechón de cabello oscuro detrás de su oreja— ¿Te hace falta algo? ¿Quieres que llame al médico?

—No necesito nada. —coloca su mano encima de la suya sobre su propio cuello— No tardes mucho, esperaré despierta.

—No tienes que hacerlo, debes estar agotada. —susurra sobre sus labios— Quédate en cama y avísame si el malestar continúa, ¿de acuerdo? Regresaré de inmediato.

Sarada le ofreció una pequeña sonrisa y sacude la cabeza.

—Ya vete. —se pone de puntitas para darle un último beso corto— Entre más pronto te ocupes de lo que tienes pendiente, más rápido regresas a casa.

Él no estaba contento con la idea de dejarla, pero sabía que al menos tenía a Tatsumi a su lado y a los tres imbéciles a unos metros de distancia en caso de necesitar algo.

La rubia se cansó de tanta palabrería y terminó empujándolo fuera de la habitación con la promesa de quedarse con ella hasta que regresase.

Veinte minutos después, estaba haciendo el anuncio más inesperado de la noche que dejó a la mayoría de los presentes con la boca abierta y dio por finalizada la reunión.

Y una hora luego de despedir al último invitado, se halló de pie en medio del vestíbulo del departamento de las hermanas Kurosuki con Buntan corriendo a su encuentro.

—No esperaba verte hoy aquí. —dice entusiasmada, con una sonrisa que casi le parte el rostro en dos— Te eché mucho de menos.

—¿Por qué no esperabas verme precisamente hoy? —se hizo a un lado, rehuyendo de su contacto— ¿Pensabas que estaría dirigiendo un funeral?

La amplia sonrisa de la mujer decayó de inmediato y retrocedió un par de pasos hasta que su cadera chocó con el sofá.

—Lamento informarte que Tsurushi no estuvo ni cerca de rozarle un cabello a Sarada. —metió las manos dentro de los bolsillos de su pantalón— Sólo esperaba equivocarme y que no estuvieras al tanto de todo esto.

Buntan apretó los dientes y se mantuvo en silencio, algo extraño en ella porque usualmente era de las que primero gritaban improperios al aire y después se sentaban a escuchar.

—Dijiste que todo era parte de un plan. —sus ojos se llenaron de lágrimas— Juraste que no sentías nada por ella...

Esta vez, él no contestó.

—Se suponía que debías usarla para llegar a Sasuke Uchiha y cumplir tu anhelada venganza. —la voz le temblaba de furia— No debía significar más que un medio para un fin.

—Las cosas cambiaron.

—¡No! —chilló indignada— No debía ser así...

—Pero lo es, Buntan. —la miró condescendiente— No debía suceder, pero ahora no puedo vivir sin ella.

Ahora las lágrimas corrían una tras otra como ríos desbordándose por sus mejillas y el cuerpo le temblaba descontrolado. Kagura conocía a la perfección sus ataques de histeria y estaba a punto de tener uno de esos.

—¿Y qué pasará cuando su familia sepa que ha perdido la memoria? —exclamó agitando las manos con desesperación— ¿Acaso no conoces a Sasuke Uchiha? Te matará por aprovecharte de su hija.

—No me importa.

—¡Pero a mí sí! —gritó sin importarle parecer una neurótica— Tú no puedes vivir sin ella, pero yo no puedo vivir sin ti.

—No lo hagas más difícil, por favor. —pidió él en un susurro— Sé a lo que me estoy enfrentando y voy a asumir las consecuencias.

—¡Pues no lo voy a permitir! —niega ella una y otra vez— No vas a morir a causa de una chica que no nos ha hecho más que traer problemas.

—No quiero que te entrometas en esto. —da un paso al frente dedicándole una mirada intimidatoria— Tuve que tomar medidas en contra de Tsurushi por desacato, no me obligues a hacer lo mismo contigo.

No esperó una respuesta de parte suya, simplemente se dio la media vuelta y se fue de allí dejándola sola, esperando que aquella amenaza fuera suficiente para mantenerla al margen de sus asuntos.

Lastimosamente no funcionó, porque cuando las puertas del ascensor se cerraron, Buntan corrió a la habitación de su hermana y esculcó en el primer cajón de su mesita de noche hasta encontrar lo que buscaba: el teléfono antiguo de Sarada con el que Tatsumi había estado enviando mensajes haciéndose pasar por ella.

Entonces tecleó en la pantalla media rota y oprimió la opción de llamada a un contacto en específico antes de poner el altavoz sin poder dejar de sonreír mientras el timbre sonaba un par de veces.

—¿Estoy hablando con Sasuke Uchiha? —murmura con tono inocente al oír la voz masculina del otro lado de la línea— Creo que hay algo que le interesa escuchar. Es sobre su hija.

(...)

La casa estaba perfectamente limpia cuando regresó, ni siquiera Code, Hassaku o Ichirōta dieron señales de vida y hasta entonces creyó que hablaban en serio cuando esa misma tarde propusieron salir de juerga después de la fiesta de compromiso.

Lo único que le pareció extraño fue no ver a Tatsumi revoloteando por la casa como de costumbre sabiendo que era aficionada de dormirse hasta tarde luego de un maratón de películas.

Pero no había ni un alma en la planta baja, y la mayoría de las luces yacían apagadas excepto una pequeña lámpara en el vestíbulo.

Fue así como se apresuró a subir las escaleras en busca de la mujer que rondaba un porcentaje ridículo de sus pensamientos diarios. Casi suspiró de alivio al ver la luz de la habitación filtrarse por la rendija bajo la puerta, pero al abrir se encontró con la cama vacía.

—¿Sarada? —la llamó con cautela.

—Un momento. —sonó la voz femenina desde el vestidor— Ya salgo, espérame en la cama.

Él enarcó una de sus rubias cejas, pero se situó en la orilla del colchón mientras comenzaba a deshacerse de los zapatos y desabotonando los primeros botones de la camisa.

—Un pajarito me dijo que Iwabee me robó tu primer y único baile de esta noche. —habló en voz alta para que lo escuchara.

—¿El pajarito se llama Shizuma? —preguntó con una risita.

—Tal vez. —contesta de pronto de mal humor— ¿Disfrutaste bailar con él?

Y entonces la puerta del vestidor se abrió dejando a la vista la figura esbelta de Sarada Uchiha con la cabellera medianamente húmeda y un conjunto de lencería blanca de encaje que le hacía una figura fenomenal.

—¿Qué haces? —frunce el ceño— ¿Estás tratando de distraerme?

—¿Lo estoy consiguiendo?

—Joder, sí. —una sonrisa tira de la esquina de sus labios y su mirada magenta recorrió cada centímetro de su cuerpo intentando grabarse esa imagen en la cabeza.

Sarada avanzó lentamente hacia la cama siendo consciente del poder que tenía sobre él y se detuvo justo entre sus piernas abiertas permitiéndole admirarla más cerca.

—Conseguí uno todavía más bonito para la noche de bodas. —levantó las manos para apoyarlas sobre su pecho y empujarlo poco a poco hasta que terminó recostado en la cama— Pero esto es un buen adelanto.

Se sentó a horcajadas sobre él y se agachó para besar su mandíbula con sensualidad.

—Parece que ya te sientes mejor. —susurró con la voz enronquecida por el deseo— Que bueno que me apresuré por regresar a casa.

—¿Sigues molesto porque cedí mi primer baile a alguien más?

—Acabo de olvidarlo. —sonríe con socarronería— Nunca puedo estar enojado contigo por mucho tiempo.

Había algo en la mirada oscura de la pelinegra que no había visto antes, era una mezcla de angustia y anticipación.

—¿Qué sucede, cariño? —pregunta levantando su mano para acomodar un mechón de cabello detrás de su oreja— ¿Qué te tiene preocupada?

—Acabo de enviar las últimas invitaciones. —sus labios se convirtieron en una fina línea— He pedido que sean entregadas en ocho días a partir de hoy.

—¿Estás segura de que es lo que quieres? —conecta sus ojos a los suyos con seriedad— Aún estamos a tiempo de detenerlo y viajar a Italia justo ahora.

Ella niega suavemente y sus labios se entreabrieron para decir algo, pero no estaba muy segura de decirlo en voz alta.

—Esta noche descubrí que hay un intruso bajo este mismo techo. —le miró con detenimiento y Kagura se tensó al instante.

—¿De qué hablas?

¿Se había dado cuenta del altercado fuera de la habitación? ¿Vio algo que la dejó perturbada? Tal vez a Tatsumi se le escapó por error algo de lo sucedido con Tsurushi...

No parecía molesta, su mirada albergaba otro tipo de sentimientos que no le había visto antes. Entonces ella tomó una de sus manos entre las suyas y la dejó sobre su vientre esperando que comprendiera lo que estaba tratando de decir.

—El intruso está justo aquí. —susurra sin despegar la mirada de la suya— Debe ser pequeñito como una semilla de uva en estos momentos.

Kagura parpadeó enmudecido, completamente inmóvil y sintiendo una opresión en su pecho que se disipó al ver la sonrisita de ilusión en el rostro de la mujer sobre su regazo.

—Hace unos días creí estar sintiendo cólicos menstruales, por eso jamás pensé... —se muerde el labio inferior— Tuve mareos toda la mañana y durante la fiesta sentí muchas náuseas...

Él la escuchó atentamente todavía sin poder emitir una palabra.

—Compré unas pruebas rápidas la semana pasada cuando no me llegó el periodo, pero no esperaba tener que usarlas... —continúa explicando atropelladamente— Tatsumi ha sido un gran apoyo, no me dejó sola en ningún momento...

—¿Ella lo sabe?

—Sí, y creo que los chicos sospechan que algo está pasando... —murmura apenada— Les he pedido que nos dejen a solas porque necesitaba hablar contigo primero, pero deben estar por llegar en cualquier momento, Hassaku es el más chismoso y apuesto a que será el que pregunte para decírselo al resto...

Al rubio le estaba tomando toda su capacidad cognitiva asimilar la situación y procesar cada palabra que seguía saliendo de su boca así que optó por callarla con un beso.

—Estás... —susurró sobre sus labios— Maldita sea, Sarada...

La sonrisa de la joven se amplió mientras asentía y un grito de sorpresa se le escapó cuando Kagura invirtió las posiciones para dejarla debajo suyo todavía observándola con incredulidad.

—Dilo en voz alta. —pidió con una sonrisa radiante— Necesito escucharlo.

Acunó el rostro femenino en una de sus manos al mismo tiempo que la otra se mantenía sobre su vientre plano.

—Estoy embarazada. —dijo ella finalmente colocando su mano sobre la suya— Tendremos un bebé.