The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo.

Palabras: 1075.

06.- Bosque

Estar de vuelta en Hatelia era extraño, pero no pensaba protestar. El rostro de Zelda estaba adornado con una sonrisa sincera y hacía demasiado tiempo que no la veía así. Eso estaba bien. Verla sin que la presión amenazase con aplastarla estaba bien.

—Link —le llamó de repente, dio media vuelta y continuó avanzando de espaldas por el camino—. ¿Crees que podríamos acampar? No quiero encerrarme en una posada o en una posta.

—Es peligroso.

—¡Oh, vamos! ¿Qué podría pasarnos? —Se giró de nuevo para avanzar como una persona normal—. Intramuros apenas hay monstruos y tienes la Espada Maestra. ¿Insinúas que no estoy segura contigo a mi lado?

Link dejó escapar un gruñido y Zelda rió.

—El caballero de la princesa, el elegido por la Espada Destructora del Mal, ¿no podría garantizar nuestra seguridad entre los muros de Hatelia?

—Sabes que sí.

—Entonces ¿cuál es el problema?

Era la futura reina de Hyrule, descendiente de la Diosa Hylia, la persona que vencería al Cataclismo. ¿Cómo podía decirle que no era correcto para ella acampar?

—Nunca he dormido fuera, ni siquiera en los jardines de palacio. Siempre he tenido un techo sobre la cabeza. Me gustaría poder dormir bajo el cielo estrellado al menos una vez en mi vida.

—Zelda...

—Por favor —rogó y él supo que estaba perdido.

—No llevamos lo necesario para pasar la noche al raso —argumentó tratando de sacarle la idea de la cabeza por la vía práctica.

Ella buscó dentro de su bolsa de viaje y sacó su saquito de piel repleto de rupias doradas. No sabía por qué había albergado la esperanza de que no llevase una rupia encima, era la princesa de Hyrule, si algo no le faltaba eran las rupias.

—En Hatelia hay tiendas, podemos comprar lo que necesitemos.

—Está bien —murmuró de mala gana.

Link habría deseado no tener que poner los pies en el pueblo, llegar al laboratorio en construcción, hacer lo que tenían que hacer y regresar a la posta. Le gustaba viajar con Zelda, y más cuando podían hacerlo a solas, pero preferiría estar de visita en cualquier otro lugar del mundo.

La guio hasta la entrada de la aldea y se puso la capucha, no quería ser reconocido, quería pasar desapercibido. Zelda le miró con curiosidad, pero no preguntó nada y él lo agradeció. Entraron en varias de las tiendas, compraron mantas hechas con lana de Hatelia, una lona, verduras, frutas y algo de carne. Normalmente cazaba, pero dudaba que Zelda disfrutase viéndole despellejar y eviscerar a un animal.

—¿Dónde vamos a acampar?

—De pequeño me gustaba acampar en el bosque Avezat —explicó tomando una cacerola de la cocina comunitaria junto a la posada, tendría que devolverla antes de volver al castillo. Le molestaba la idea de tener que volver a poner los pies en la aldea—. Es tranquilo y no hay monstruos.

—¿Hay agua?

Link asintió. Era un lugar bonito, estaba seguro de que le gustaría. La llevó hasta allí, ayudándola a sortear los pequeños obstáculos y montó el campamento mientras ella miraba a su alrededor con fascinación.

—Necesitamos leña.

—No sabría cortarla —dijo con las mejillas sonrojadas.

—Busca ramas como esta —pidió mostrándole una fina y larga—. Con eso bastará.

Se dispuso a cumplir con la tarea. Link, por su parte, buscó leños más gruesos, echándole un vistazo de vez en cuando. Sabía que era un lugar seguro, pero no quería que le pasase nada malo. Apiló algunas piedras sobre las que colocar la cacerola para preparar la cena. Zelda regresó con una sonrisa orgullosa en los labios, soltó las ramas que había recogido y se acuclilló a su lado. Link contuvo las ganas de acariciarle la mejilla, habría sido inadecuado a todos los niveles. Se aclaró la garganta y se concentró en encender el fuego, ella llenó el silencio explicándole todo tipo de datos curiosos sobre la flora que les rodeaba.

Cenaron directamente de la cacerola, porque a Link se le olvidó pensar en los platos, al menos sí que tenían cubiertos y vasos.

Zelda no dejaba de repetir que aquella estaba siendo la cena más maravillosa de su vida y él se preguntaba cómo era eso posible. La familia real contaba con los mejores cocineros del reino, sus ingredientes siempre eran los más frescos y se esmeraban en preparar platos deliciosos. Lo que el había preparado no era nada del otro mundo.

Junto al fuego contemplaron las estrellas. Link le enseñó alguna de las constelaciones que conocía y ella volvió a explicarle un sinfín de datos curiosos. Zelda sabía tantas cosas como estrellas había en el cielo, la admiraba.

—Es tarde —musitó él ya bien entrada la madrugada.

—Sólo un poquito más. Esto es precioso —susurró Zelda—. Muchas gracias, Link.

Habría contestado que sólo eran un bosque y un cielo estrellado, pero no dijo nada. Asintió despacio, si era feliz con tan poca cosa él no iba a quitarle la alegría.

Avivó el fuego, estiró la lona y dispuso las mantas. La temperatura nocturna de Hatelia era suave, pero con tanta humedad era complicado mantener el calor una vez te alejabas del fuego.

—Zelda.

—Sí, ya voy.

Se quitó la chaqueta, la dobló y la dejó junto al equipaje. Se estiró y tapó con la manta conteniendo un escalofrío. Link la imitó y suspiró.

—Link…

—¿Qué?

—Acércate, hace mucho frío.

—Alteza…

—Zelda —replicó ella.

Esperó, pero Link ni se movió ni dijo nada, así que Zelda se levantó con la manta entre las manos y se estiró a su lado asegurándose de quedar bajo la manta de Link y que ambos quedasen bien tapados con la de ella.

—No deberíamos…

—No hay nadie aquí que pueda vernos —afirmó ella acurrucándose y dejando reposar la mano sobre el pecho de Link. Cerró los ojos sintiendo como su corazón latía rápido—. Y si lo hubiera, esto no es asunto suyo.

Pero ella era una princesa y estar así con ella iba contra todo lo que le había enseñado. Suspiró, no la haría cambiar de opinión, tampoco sería capaz de hacerle entender porqué no debían compartir el espacio bajo las mantas, ella ya había decidido y, lo cierto, es que era muy agradable tenerla a su lado. Se movió lo suficiente para lograr abrazarla.

—Gracias —susurró adormilada—. Es el mejor día de mi vida.

Link dejó escapar una risita. Era una exagerada, aunque ciertamente aquella acampada en el bosque era la mejor que había vivido.

Fin

Notas de la autora:
¡Hola! ¡Feliz año a todo el mundo! Este es otro de los borradores descartados del Fictober, lo he adecentado y le he dado un final. Espero que os haya gustado.
Nos leemos.