Asalto 3.

(…)

Parte 1 — ¿Hermanos o enemigos?

Limó las uñas de sus pies y manos. Al tenerlas decorosas, cepilló la bestia que tenía de cabello. El

color del mismo no le agradó.

El color no le gustó. Era irónico, puesto que en su familia, el cabello verde era un rasgo común.

Asiéndose de sus zapatos, giró el pomo de la puerta. El reloj marcó las 7: 00 en punto.

Cerrando con elegancia la puerta, Xión fijó su meta más allá del pasillo.

Sus padres deberían estar durmiendo. No eran los más madrugadores. Ella tampoco lo era, pero

tenía una razón de peso para levantarse todos los días a las 6 en punto.

Ojeó el pasillo interminable, con su corazón brincando de anticipación.

Ya viene.

Se controló tanto como pudo.

Su más grande deseo llegó a verse al otro extremo del corredor.

Caminó hacia ella con su arreglado traje de mayordomo. Sus ojos malva veían atentamente su reloj

de bolsillo, pendiente de la hora.

Posó sus ojos sobre ella, apartándolos de su reloj.

Hizo una elegante reverencia.

— Buenos días, Jovencita Xión. Veo que hoy también ha madrugado.

— B-Buuenos días… eh… — Olvidó poner el freno preconcebido para su corazón agitado y sus

palabras salieron atropelladas. Cerrando la boca, articuló como una dama lo siguiente luego del

saludo –Mis disculpas... Es un placer verte con tan buena salud, Asura-Kun. Veo que tu diligencia no

decae con los años.

— Muchas gracias por pensar tan bien de este sirviente. Iba de camino a despertar a sus padres.

—Ah, ok, no te quito más tiempo…

Dicho esto, Asura reanudó su recorrido hacia la habitación de la pareja. De pasos lentos pero

decididos, cubrió una buena distancia.

—…

Toc, toc, toc, toc.

Los tacones seguían los zapatos de cuero. Inesperadamente para el mayordomo, la joven que

despidió hace un momento seguía sus pasos.

Abruptamente cesó el ruido de los tacones y los zapatos.

Girándose sobre su eje, el apuesto joven fijó sus bellos ojos en la jovencita. Guardaba ciertas dudas

de sus motivos para ver necesario acecharlo.

— ¿En qué puedo ayudarla, Lady Xión?

Por muy innecesarias e insólitas que las acciones de sus amos le parecieran, seguía siendo su deber

impreso atenderlos con la más alta calidad de servicio.

Las largas pestañas cuidadosamente levantadas de Xión se movieron. El calor tiñó sus mejillas y su

mentón descendió.

— A decir verdad, quisiera acompañarte.

— ¿Acompañarme?

— ¡Sí! Acompañarte. – Decirlo varias veces le gustaba.

La razón entraría por un oído y saldría por el otro. Sus ojos azules resplandecían de determinación.

Preparó de antemano una infinidad de excusas para ir con él en caso de preguntas. No cedería ni se

echaría atrás.

La voz interna de Asura suspiró. No comprendía la fascinación de la jovencita por su persona. Él

mismo no se veía fuera de lo normal. Se sentía honrado, sin embargo, por ser considerado por esa

linda mujer.

Sonrió, inclinando la cabeza dócilmente.

— En ese caso, acompáñeme hasta que termine mi labor, Jovencita Xión. Estaría encantado con su

compañía.

A Xión no se le olvidó cerrar el puño en su mente y exclamar "¡Lo logré!".

Al segundo siguiente, su cerebro se congeló y un sonrojo cubrió su cara.

—S-Sí.

Dios… ¿Qué pasó con su confianza?

Ellos siguieron caminando hasta la habitación de la pareja, sin caer en cuenta de la presencia de dos

sirvientes en el área.

Camelia y Darkness les faltó poco para hacer una mueca. No, en realidad, no pudieron controlar sus

músculos faciales una vez se marcharon y les dieron la espalda.

— ¿Qué fue eso? – Dijo Darkness. Sus intentos por controlar el asco en su voz fueron en vano.

— Ni yo lo sé. Es la primera vez que algo además de ti me desagrada tanto.

Camelia pasó la mano por su cabello, incómoda.

Ninguno le encontró sentido a lo antes visto.

— Y además, La Jovencita Xión tiene prometido.

—…

Eso fue una bomba inesperada.

Por la expresión de Camelia, dedujo que no entendía los sentimientos de la segunda hija por el

sirviente.

En vista de su compromiso con alguien más, enamorarse de alguien ajeno carecía de sentido.

Bueno… tampoco es que él les viera mucho sentido. Si la meta era reproducirse, ¿por qué no tomar

la primera pareja disponible?

— Veo que se llevan tan bien que ahora se paran temprano a limpiar juntos.

— Joven Amo.

Camelia dio una inclinación y levantó los dobladillos de su falda.

Sylph estaba allí en persona, con una sonrisa radiante.

— ¡Buenos días a ambos! Pensar que se volverían tan cercanos en solo dos semanas...

— Se equivoca, Joven amo. Por más que quiera, por favor, no me relacione con este malhechor.

— Solo los malos espíritus serían cercanos a ella. Estamos aquí tan temprano por orden de Asura—

— Asura-Sama.

—...así que tuvimos que levantarnos más temprano de lo usual, nada más. – Dijo Darkness.

— No entiendo por qué se atacan a cada momento. ¿No cooperaron antes para rescatarme?

— Eso fue en el calor del momento. No me gustaría trabajar con este hombre mientras pueda

evitarlo.

— Yo creo que son un buen equipo. – Dijo de brazos cruzados.

—...

¿Por qué insistía en juntarlos?

— ¿Alguna vez han estado enamorados?

— ¿...?

— No entiendo por qué nos pregunta algo semejante, Joven Amo.

— Solo respondan.

— Nunca.

— No me interesa ningún hombre en particular.

— Hmm. Entonces están a mi nivel... Eso es un alivio. Creí que era el único sin experiencia en este

tema.

— ¿De qué habla?

— ¿No estaban antes comentando sobre mi hermana?

—...

— No tienen que avergonzarse. Es tan obvia que incluso yo soy consciente de sus sentimientos por

Asura. Les pregunté si les interesaba alguien por qué yo no soy versado en este tema...

— ¿Necesita que me ponga al día, entonces? – Dijo Darkness.

— ¿Qué? No, no. Preferiría si los tres seguimos solteros. Sería deprimente si Dark se consigue una

novia y Camelia se casa con un noble y se marcha de aquí.

—…

Camelia ladeó una ceja bajo su flequillo recortado. No se veía haciendo nada semejante.

Por su parte, Darkness no se veía con una mujer a la que pudiera amar. Sin embargo, no entendía

por qué Camelia, siendo mujer, rehuía del tema como si fuera alérgica a él.

¿Tuvo alguna mala experiencia en el pasado que marcó sus pensamientos actuales?

— Sus preocupaciones son infundadas. Es imposible que me case y me marche de aquí. Y segundo,

dudo mucho que este malhechor consiga una mujer...al menos una de buen proceder.

— No pierdes una, ¿eh?

Ella nació con una navaja de lengua en vez de una real.

(...)

El techo, envejecido y demacrado, daba chirridos molestos cuando el aire soplaba. Si un animal

caminara sobre él, el peso del mismo haría que todo cayera abajo.

En medio de un bosque pantanoso, el cual no sería visitado por nadie, los árboles de triste figura

tenían trazados al natural en sus troncos caras de angustias y lamento. Sus copas no tenían una sola

hoja, y de tenerla, una brisa la tiraba al suelo. Su madera, de un marrón enfermo y a punto de

romperse.

La vista del cielo era igual de deprimente. Un cenagoso color grisáceo era lo más colorido que podía

apreciarse en el Bosque de la Melancolía. Todo en ese lugar carecía de vida. La fauna, apenas

contaba como tal. Los animales eran escasos entre sí, y sus rostros trágicos eran idénticos a los

árboles.

La flojera por vivir entraba incluso en los animales grandes, que, movidos por el hálito sombrío del

bosque, se echaban a morir de hambre. Sus cadáveres no servían ni de abono. Nada podía

embellecer ese lugar.

En sus profundidades, se mostraba un claro de alrededor de 15 metros de largo y ancho. En el

medio, una casita de 12 metros ocupaba sus lares. Su aspecto que imponía pobreza no difería del

ambiente inherente del Bosque de la Melancolía.

Un golpe en sus bases haría que la estructura de madera mojada se cayera a pedazos. Quién viera

ese recinto diría que señales de vida eran pura ilusión.

Y dentro de ella...era lo contrario.

Los tablones que conformaban el piso no mostraban una pisca de polvo. Telarañas e insectos no

figuraban en las esquinas y las paredes. De igual forma, los accesorios y taburetes estaban pulidos

como un diamante. Una mesa, con cuatro sillas exactas, un sillón de color marrón dando al negro, y

un estante de libros ordenados de modo alfabético.

Cuatro habitaciones, tres ocupadas, y una libre. Con estas tres, un cartel colgaba de un clavo puesto

a la altura de la cabeza, con el nombre de quién empleaba esa habitación.

El silencio lóbrego cayó a manos de un portazo que trajo algo de luz gris a la choza conservada.

— ¡De vuelta!

Una estupenda y extensa cabellera perfumó el aire húmedo. El color rosa continuó hasta la mesa al

correr el pasillo. En el perchero dejó su capa negra que la protegía del sol.

El otro en entrar fue un callado chico de gran altura. Su pelo de amarillo triste no cambió el

ambiente. Como la fémina, se asentó a la mesa, poniendo en el perchero su abrigo.

De último, y más sobresaliente, un hombre de 1, 67 cerró la puerta tras entrar. Su cabello, era de

negro extremo levantado como los pliegues de una cobra. Ubicados en su cara, sus ojos de rojo

sangre y aires de líder extendieron su disgusto por toda la sala, y más específicamente, en los otros

dos miembros.

— Urano, ya te lo he dicho. No patees la puerta al entrar. A este paso se romperá.

Urano (La joven de pelo rosáceo y liso) ignoró la dura mirada de su compañero y miró al otro de

largo cabello amarillo opaco.

— Olvídate de esa puerta... Tenemos cosas más interesantes por hacer, ¿no crees?

Volvió sus ojos sobre el otro chico, — Mistic, saca el botín…

— Uh, bueno...

El hombre alto, de sus ropas sacó una bolsa de cuero amarrada con un alicate. Abriéndola, la giró.

Las formas circulares de bello dorado anunciaron su llegada con "TINK" al tocar la mesa. Ella se vio

galardonada de una montaña de dinero.

— ¡Que vista más espléndida! ¡Este trabajo sí la valió la pena!

El que seguía a la puerta no mostró inculta euforia por ver dinero. Para él no era nada más que un

mineral sobrevalorado. Irónicamente, su trabajo era bien pagado.

— Eh... Orochi-San… ¿No planeas entrar?

—...

— ¿Por favor...?

— Ha...

Comprendió que seguir parado en la puerta no traería nada útil al equipo. Fue a tomar su asiento, la

silla más cómoda (Y con menos probabilidades de romperse).

— Urano, quita tus manos del botín. Necesito contarlo.

— No creo que nos haya estafado. Hace años trabajamos con esa persona.

— Nuestro negocio no está basado en la confianza. Suelta.

— Muh... Ok.

Apartando las manos, Urano dejó que Orochi contara moneda por moneda. A los diez minutos tuvo

el número exacto de la cantidad de la bolsa.

— 245 monedas de oro exactas.

En caso de que el número fuera inferior, se habría armado un baño de sangre con el cliente.

Que la cantidad fuera la acordada calmó sus paranoias, y relajó sus hombros.

Ahora venía dividirlo.

Lo dividió en tres partes. Como el número no era par, las dos monedas restantes de la división

fueron a su cuenta, el jefe del grupo.

Si fuera tan sencillo que su compañera aceptara su razonamiento.

— ¡Hey, no es justo, Oro-Kun! ¡Tienes dos de más!

Urano agitó ambos ojos violetas. Su boca apuntó a las monedas de Orochi, que tenía

protectoramente bajo sus manos.

— ¡Compártelas!

Orochi deseó tener una compañera muda. Así podría gozar de paz sónica la mitad de su día.

— ¿Acaso eres imbécil, Urano? Estas me tocan por derecho.

— ¿Me dirás en qué te basaste?

— En que soy el líder ¿Quizás?

— ¡Denegado! ¡No es suficiente razón!

Su ceja bailó molesta. ¿Acaso no se oía a sí misma?

Quién estaba por encima de ellos era él, Orochi.

Blackguarly lo formó él, nadie más. El respeto que le merecía no aparecía por ningún lado.

— Para el resto de personas decentes, sí lo es.

— La división del botín debe ser justa. – Enrolló uno de sus mechones rosados.

— Pero el número no es par, no lo permite. ¡No creo que acepten una media moneda en el

mercado!

— ¡Pero sigue siendo injusto que tengas dos de más!

— Si se las doy a ustedes quedaré con menos. ¡Es inadmisible que el jefe (O sea yo) tenga menos

cantidad que los miembros corrientes!

— ¿¡Cómo que corrientes!? ¡Discúlpate conmigo ahora mismo! ¡No cederé con esto!

Las chispas volaron entre la pareja. Orochi cayó en que ella no se detendría hasta obtener algo de él.

Deberían solucionar esto con los puños.

Una diminuta y silenciosa moneda dorada acabó en medio de la mesa.

—…

Ambos miraron a Mistic, que la empujaba con su dedo.

— Toma, Urano.

— Eh, ¿Para mí?

— ¿No querías una más?

— Eh, pero yo...

— ¿O necesitas otra...?

—...

Urano...no pudo abusar de tal persona.

Menos, si tomaba en cuenta, lo sincero de sus ojos.

— Está bien... No pelearé más.

Urano tomó asiento, sin tomar la moneda.

Orochi agradeció secretamente a Mistic. La mitad de los altercados eran resueltos sin levantar un

dedo de violencia.

Por las molestias le pasó una de sus monedas extras por debajo de la mesa.

Con el problema de la injustica listo, puso sus monedas en orden. Una libreta ocupó un espacio en la

mesa que chirriaba con cualquier peso.

Urano resopló.

— Uh, ya empezaste.

Deteniendo el lápiz que escribía los gastos a hacer, Orochi mosqueó su semblante de serpiente.

— ¿Algún problema con mi modo de trabajo? Para que sepas, de no ser por esta libreta, esta casa se

habría caído a pedazos.

— ¡No siguas!

Pero la lengua de Orochi se desenvolvió.

— Un buen control del dinero es necesario para los gastos de la casa. Si no se tiene una buena

administración, quedaremos sin recursos para fin de mes.

La vez que Urano la echó a perder le dio un vuelco en el estómago. Esa mujer debería tener control

sobre sus impulsos.

— Por eso hay que dividirlo de forma efectiva entre la compra de alimentos y de productos de

limpieza para que este lugar no se caiga abajo.

La convivencia no era responsabilidad de uno solo, sino de los tres. Para dividirse las cargas, Orochi

ideó, que por semana una de ellos en orden, tuviera a su cargo los gastos básicos. Cosas personales

como ropas iban a cuenta de la persona en cuestión. Al pasar la semana le tocaba a otro.

Una vez Urano se gastó todo su dinero en cosas inútiles y pasaron esa semana comiendo carne seca.

Con este sistema se ejercitaba la colaboración en grupo y la responsabilidad por el bien de los

compañeros.

El trabajo de cocinar también pasaba de persona a persona. Para Orochi, que Urano (Como la única

mujer presente) cocinara sería el cielo ideal, pero cuando vio las escenas dantescas donde ni siquiera

el techo se salvaba de los desastres de Urano, pensó en esto para aligerar esos días de infierno.

Mistic se llevó el premio en mejor sabor y pulcritud en su lugar de trabajo.

La libreta era otra cosa ingeniada por él. Contenía los gastos mensuales para comida u otras cosas.

Por su buen papel como libreta de anotaciones podía ver el desempeño del que tenía a cargo la

semana.

Esta semana le tocaba a Mistic cocinar y las cuentas.

No se desesperó. El chico tenía buena mano para estas cosas. Le preocupaba que siquiera se

comprara algo para sí mismo o que tuviera aficiones. En el caso de Urano, ella tenía demasiadas,

como cremas para la piel, ropas bonitas, maquillaje, etc. ¿Cómos se llamaba la neurona que le

permitía gastar tantas monedas como respirar?

— Mistic… — El chico escuchó atento. – En la libreta están las cosas que faltan para la casa. Que no

se te olvide comprar un nuevo sartén. El otro Urano lo rompió.

Su puño quedó grabado en él. No quería saber que la llevó a airarse contra el inocente sartén.

— Ok.

Amaba su obediencia. Si solo Urano fuera así.

— Uh, siempre con esa libreta.

— Siento algo de rencor por La libreta.

— ¡Incluso la llamas con respeto! ¡Solo es una libreta!

— Una muy importante. Si le prestaras más atención a las cosas que enumero allí, podrías evitarte

regresar a la ciudad cuando se te olvide algo.

La chica bufó de nuevo. No soportaba la admiración de Orochi por su bendita libreta. No, todo de él

era molesto.

— Y por favor, te toca limpiar el baño.

— ¡Si me tocó la semana pasada!

— ¿Perdón? Fue Mistic quién te cubrió ese día que estabas en la ciudad malgastando el dinero. Así

que para ser justos, te tocará hacerlo.

— ¡Rayos!

— Deberías copiar a Mistic. No se queja y es obediente. Por eso triunfa.

— ¿Qué tipo de triunfo ves tú?

(…)

Tres tazas humeantes de café negro llegaron a posarse en la mesa. Orochi le agradeció a Mistic por

el gesto y tomó el asa de una. Estas tazas… antes no podían llamarse así, pero las dejó como nuevas

con su tratamiento De vuelta a la vida.

A Urano le molestaba que quisiera reutilizar todo.

No eran tan pobres para pensar así.

Ella, dejando su taza luego de un sorbo, la colocó en la mesa.

Las cejas de Orochi se movieron. La taza no estaba en un lugar seguro, sino al cercano peligro de la

orilla. La movió copiosamente más al centro.

— Ahora con tu perfecta corrección.

— ¿Hay algo en mí que te molesta?

— ¿Todo, quizás?

— Simplemente quería evitar un desastre…

—…

— Me gustaría evitar limpiar café, y también desperdiciar la buena intención de Mistic.

— ¡Uff...!

— No entiendo por qué te resulta difícil ser ordenada. No pido nada del otro mundo.

— Eres obsesivo.

— Eso crees tú. ¿No es lo mismo contigo, que pierdes ante la tentación de gastar dinero en

tonterías?

— Piérdete. Y por favor, deja de toquetear mis cosas.

— ¿Qué cosas?

— Las de mi cuarto. Cuando vengo, las veo puestas en orden irreconocible. Incluso doblas mi ropa

(Interior) y haces mi cama.

— Simplemente me parece triste que la habitación de una chica esté así. Y no veo nada de malo en

acomodarlo. Ese eufemismo de tocar la ropa femenina como algo obsceno me parece tonto. La ropa

sigue siendo ropa sea de quién sea.

— ¡Haces sonar como algo normal! Yo también necesito mi privacidad.

— No te preocupes, no estoy tan desesperado para atacarte cuando te bañas.

— ¿¡D-Desesperado!?

¿Espiarla sería un acto desesperado?

...

Una vez resuelto el altercado, continuaron con su tarde pacífica.

Urano, tomando café, sacó un tema diferente al azar.

— Oye, Oro-Kun, ¿Qué ha sido de la vida de tu hermano?

Orochi cerró sus labios sobre la filo de la taza. Este giro no fue agradable, pero tampoco malo.

— No lo he visto hace un mes.

— ¿¡Eh!? ¿Y eso?

— No grites.

— ¿No es tu querido hermano de quién hablamos? Te costó despegarte de él cuando formamos el

equipo.

Las mejillas pálidas de Orochi se encendieron.

— Tienes mal la cabeza para interpretarlo así. No creo que esté mal no saber de él. Tenemos

negocios diferentes. Él es mercenario y yo sicario.

— El trabajo no importa. Siguen siendo hermanos.

— ¿Tienes alguna afición insana por la palabra?

— Como sea… Tienes que visitarlo. Y viniendo al tema, tampoco has salido de aquí hace tiempo…

¿No quisieras saber cómo está tu madre?

Mencionar a su madre tuvo buen efecto sobre él. La existencia de la mujer rivalizaba con La libreta.

Aunque no tan lejos para considerarse hijo de su mamá, la añoranza por oír su voz dio pie a la baja

de sus defensas.

— Supongo...

— Puede que seamos asesinos, pero tenemos sentimientos. ¡Te ordeno que vayas y le lleves flores a

tú mamá!... ¿O café?

— ¿En qué momento mi puesto de líder fue cedido a ti?

Pero tenía razón. Decir "Soy asesino, no tengo tiempo para eso" sería una gran mentira. Con el

dinero de un buen trabajo, tendrían hasta un mes sin salir de la choza, de nombre Asilo.

Urano no estuvo de acuerdo con ese feo nombre, pero Orochi se lo puso igual.

(…)

— ¿Qué? – Se escapó la voz. Algo tenía que estar mal.

Su madre repitió las mismas palabras, ahincando cada una como un tocadiscos dañado. Empleó

todos sus sentidos para oír bien lo que decía.

— Como dije, tu hermano aparentemente dejó de ser mercenario.

— ¿Ah?

Su reacción podría tomarse como la más aturdida de las reacciones vistas. Olvidó como pronunciar

correctamente las palabras y descarriló su mirada a los espacios vacíos y negros de la casa de su

madre donde una vez vivió.

— ¿Q-Qué…? ¿Cómo…? ¿Ah? ¿Por qué? ¿Dark…? – Las intrigantes se llevaron su seriedad.

Llegando a casa de su madre (Llevando un kilo en polvo del mejor café) luego de un viaje que tomó 2

horas a caballo, habló treinta minutos con ella sobre las cosas que hizo ese mes que no se vieron.

Ella le ofreció otro tipo de café, y al culminar la visita y estando despidiéndose en el camino,

preguntó casualmente por su hermano. La información que ella le transmitió no estuvo en sus

peores premoniciones.

¿Su hermano…dejando de ser mercenario? ¿Enserio?

— ¿Estás segura?

No desconfiaba de lo que decía su madre (Excepto cuando hablaba de profecías sobre el fin del

mundo) pero estaba demasiado chocado para pensar en ellos.

— Totalmente segura, lo confirmé del mismo Link. Incluso vino una segunda vez, confirmando el

resto. – Le entregó ropa de cambio para su hijo.

Link...

Al Darkness dejar la casa a sus quince años, se embarcó en la necesidad de conseguir un compañero

que estuviera a su altura. Su madre le consiguió un asesino casi entregado a la locura, pero en

menos de tres meses se vieron cambios y pleitesía del peli—morado por él.

No quedaba espacios para dudas. Link no mentiría con algo que le trajera tragedia. ¿Cómo habría

reaccionado?

Buscando más detalles, preguntó:

— ¿Y la razón?

— Hm, según lo que dijo Link, un niño de la familia de los elfos, Clover, lo contrató como

guardaespaldas. No lo he comprobado, pero no ha venido aquí hace tres semanas.

—…

Su hermano tenía una cercanía intrínseca con su progenitora, todas las semanas venía a beber y

hablar con ella. Que se le pasara más de tres oportunidades le dejó claro que esto no era una broma

inventada por su madre para asustarlo.

— ¿Contratado por un niño? No me trago eso. Y encima de una casa noble… ¿En qué está pensando?

Pensé que quería ser libre de ataduras.

— Que yo sepa aún no tiene novia, así que sigue teniendo la libertad más "esencial".

— Ya ni sé de qué estás hablando, mamá. ¿Estás de acuerdo con todo esto?

Ella, moviendo perezosa sus hombros cubiertos de telas, ladeó su boca.

— A saber. Darkness lo decidió, no tengo por qué molestarme. Si desea ser un mercenario, o la

mascota de un circo de niños santos, debo respetar su juicio.

— Esa última opción demuestra tus verdaderos pensamientos.

Aun si estaba en contra, un movimiento de su madre no era algo que pudiera esperar.

Debí confirmarlo personalmente.

(…)

El transcurrir de las páginas aburrió su vista. Los términos repetidos una y otra vez solo le

adormecían los ojos.

El estudio constante no era algo que pudiera soportar sin un incentivo. Grabó en lo profundo de su

cerebro las palabras grabadas en tinta sobre el papel, junto con la información de cultura que toda

persona promedio debería manejar.

Comprendía mejor a Sylph. Atrapado en páginas y páginas de artículos que seguramente no le

serviría para nada además de referencia, las delicias dulces serían una salida tentativa a su estrés.

— ¿Uh?

El sonido que hizo no fue por tedio ni por relegar su tarea que hacía a mediados de la tarde. Algo

tuvo un efecto aturdidor que mereció su atención.

Una golondrina de cola ahorquillada, llegó por su ventana. Habría sido el caso, si el vidrio que hacía a

la ventana como tal no se hubiera puesto en su camino.

¡PAW!

La avecilla quedó adherida a la ventana, con su viaje frenado casi al final.

—…

Uh...

Apartando el libro de su escritorio, echó su silla a un lado. Abrió la ventana, tomando al pajarito

aporreado con el golpe. Seguía vivo, con un gran deseo de vivir, solo algo desplumado.

Su dedo alisó su plumaje azul oscuro como debía ser. El pajarito pio de consuelo, moviéndose dentro

de su mano en forma de tazón.

Vio, amarrado a su delgada extremidad, un pequeño papel.

¿Un mensaje de su madre?

No, no era posible. Su madre no caería en la vergüenza de comunicarse con su hijo de esta forma.

Era del tipo de mujer que esperaba ser buscada. Si no era de ella, ni de Link, entonces…

— ¿De Orochi?

Ese nombre pasó despreocupadamente por su boca, pero podría traer más problemas como Link.

Tenía tres opciones:

No leer la carta, y quemarla. Leer la carta, y quemarla de todos modos. Leerla y decidir en base a lo

leído… Y quemarla.

Librando al pajarito de su carga, la desenrolló. Un brillo verdoso recubrió los bordes del papel. Su

pequeña forma se extendió a un escrito de tamaño carta.

Esto sería imposible físicamente, pero con la magia se podía hacer de todo yendo contra la lógica del

mundo.

Leyó atentamente las oraciones escritas en el papel. La escritura de su hermano se calificaba como

clara y aplicada. Para no haber estudiado, su caligrafía era distinguida.

La carta ponía lo siguiente:

Hermano Dark, antes que nada permíteme saludarte después de un mes sin contacto. Lamento

eso, tenía muchos trabajos. Hay meses donde piden asesinatos como pan caliente. Me di un

espacio para visitar a nuestra madre y llevarle algo. Tiene buena salud (Como siempre), deberías

pasar a verla al menos una vez (Aunque no soy quién para reprenderte). Volviendo al tema que

nos rodea… ¿¡Qué es esto de que dejaste de ser mercenario!? ¿¡Cuándo pasó!? ¿¡Por qué pasó!?

¡Quiero respuestas! Ah, no, pero no las pongas aquí. ¡Las quiero en persona!

Pd: Te veré a las afueras del bosque que rodea la mansión. La hora no me importa (Pero no me

dejes esperando varios días, por favor).

Pd 2: Te traje recuerdos de la capital. Espero que el té negro sea de tu agrado.

(…)

Empleando su libertad escribió una nota para que vieran que se encontraba ocupado. La dejó sobre

su escritorio, de letras visibles. Con todo listo, partió a reunirse con su hermano.

Cada pisada era bien medida. Si pisara en falso sobre el lodo o las hojas, el traje que empleaba como

mayordomo acabaría arruinado. Quería evitar ese oscuro panorama. Camelia no tendría piedad con

quién tuviera en poco las posesiones entregadas por el linaje Clover.

El bosque que actualmente atravesaba se la quería poner difícil para llegar a la meta. El camino,

rebelándose, era empinado y complicado de recorrer. Los primeros metros fueron una utopía donde

los animales eran preciosos y adorables, los árboles eran verdes y de fructíferas copas, pero

conforme continuaba alejándose el panorama se volvía rústico y desarreglado.

Apoyándose en un tronco viejo, miró adelante. Encontró lo que buscaba.

Cabello negro que rivalizaría con la noche más oscura, ojos de expresivo carmesí oscuro, colmados

de fastidio. Piel pálida como papel blanco y una vestimenta nada apta para personas amantes del

sol. Su cabeza, recubierta por una capucha jade, salió al notar su presencia.

— Pensé que nunca vendrías, Dark.

— Fue tentador dejarte esperar hasta la noche, pero recordé que Jeremy hace guardia y si me

descubría me podría traer problemas. Viéndolo de esa forma, venir ahora era la mejor opción.

Orochi entrecerró sus ojos recelosamente.

El reencuentro que debería haber traído lágrimas consigo fue cargante y de inexplicable naturaleza.

No podían decir que se encontraran "felices" de verse. El sentimiento que cargaban no era de alivio.

No podría compararlo con las determinadas y ridículas reacciones de otros hermanos al encontrarse.

Un envase cilíndrico descendió por el aire fresco del bosque. No fue un reto para Darkness cogerlo y

ver su etiqueta.

— Té negro de Kimyu. Dicen que es muy bueno.

— Gracias.

—…

—…

El recelo de Orochi alcanzó a ponerle una leve sonrisa.

— ¿Qué pasa, Orochi? ¿No querías preguntármelo en persona?

—… — Reprimió un quejido.

Darkness no podía darle la amabilidad de su valioso tiempo. El tiempo que maneja era oro. La

provocación fue seguida de Orochi y su pregunta en directo.

— Entonces lo diré… Dark ¿Por qué dejaste de ser mercenario?

La dirección de la pregunta clavó en Darkness cuantiosas interrogativas.

— ¿Estás molesto?

— No lo estoy.

— No lo parece.

Sus cejas enarcadas mostraban claramente su estado de ánimo. Orochi se recriminó su falta de

dominio.

— Solo estoy confundido.

— Hm, supongo que puedo entenderlo. No deberías darle vueltas.

— ¿Por qué?

— Porque ni yo comprendo completamente mis razones.

—…

Las cigarras cantaron en medio del silencio.

— ¿Ah? ¿N—No lo sabes?

— Supongo que puedes decir que estoy en un periodo de prueba. Si lo dejo totalmente o regreso

dependerá de lo que quiera, eso se decidirá a final de este mes.

—…

Esa respuesta lo dejó como al principio. Darkness era un experto poniéndolo de cabeza.

— Dejando eso de lado, si tienes tiempo de visitarme, es normal creer que te ha ido bien con tu

grupo.

Orochi descentralizó su mirada con el repentino cambio de tema. No preparó una respuesta de

antemano, y asintió débilmente.

— ¿Tuviste algún avance con Urano?

— ¡—! – El rojo de los ojos de Orochi no se comparó con sus mejillas.

— ¿Hablas de esa mujer? No es para nada atractiva, y esas cosas no me interesan aún.

— ¿Seguro? Yo creo que es todo lo contrario.

—…

Las llamas crepitaron. El alma de Orochi se enardeció. La habilidad verbal de Darkness para provocar

su ira era la más perfecta y adecuada para promover el desastre. ¿Qué diversión veía en molestarlo?

— Solo muérete, bastardo.

El goteo de una hoja partió la calma del bosque en pleno silencio.

Una bala de aire tormentoso corrió en vía recta en dirección del pelinegro.

Darkness no recibió el ataque y lo esquivó aburrido. Lo vio venir cuando hizo su movimiento de usar

el nombre de Urano.

Como hombre, no tenía muchos placeres que disfrutar sin recelo. Molestar a su hermano era algo

que no dejaba de complacerlo.

— Dime eso cuando puedas vencerme...

Sonrió, avanzando hacia el otro.

Los segundos ocupados en cargar otro proyectil de aire, fueron la derrota del chico más bajo.

Su rostro fue tomado a medio camino de su próximo ataque. Sus mejillas fueron apretadas bajo la

mano de Darkness. Las pisadas de la muerte le susurraron suavemente que otro movimiento y su

cráneo acabarían esparciendo su materia gris. No sintió ningún tipo de amabilidad en el trato que

recibió.

— Sigues siendo tan fácil de provocar… Orochi, ¿Cuándo entrará en tu pequeña cabeza que un

ataque así no podrá tocarme? ¿No te da vergüenza, como asesino, lo fácil que eres de leer?

— ¡Nhg! – Jadeó entre dientes, presionando sus ojos. Esos ojos verdes se lo querían tragar, pero

hacía todo para oponérseles. Sabía que toda obstinación era vana, pero odiaba perder.

Pensó erróneamente que su tiempo de separación serviría para darle la oportunidad de cambiar la

naturaleza de su relación. En el pasado, en el presente y en el futuro, el dominante sería nada menos

que Darkness.

— Eso estuvo cerca. Un poco más y nos volvemos un colador.

¿¡...!?

Darkness deshizo algo el agarre sobre las mejillas de Orochi y miró atrás. No se preocupó de un

ataque sorpresa. Orochi tenía en la mira lo que él miraba.

Allí vieron unos cabellos verdes y unos rojos.

—…

Entre el bosque húmedo y opaco eran fáciles de notar.

— Ah...Joven Sylph, creo que ya saben de nuestra presencia.

— ¡Shh! Eso es imposible. Nos hemos ocultado muy bien.

— Pero...

— Haz silencio. ¿Alguna vez me he equivocado antes?

—...

¿Debería enunciar algunos recuerdos vergonzosos?

Seguro Darkness estará burlándose de nosotros en su cabeza...

Y tendría una cara de "¿enserio creíste que estabas bien escondida?".

Su cara acabó ruborizándose.

Ok, no tenía sentido seguir fingiendo.

Darkness soltó por completo a Orochi y se enfrascó en sacar a los chicos de allí, pero no tuvo que

mover un dedo.

— ¿¡UAH!? ¿¡Camelia!?

Empujó a su Joven amo afuera del "escondite". Mejor salir ahora a ser "descubiertos".

Hace veinte minutos.

— Joven Sylph, ¿puedo saber a dónde va?

Camelia paró al elfo de seguir caminando. Este se volteó confundido por su interrupción.

— Eh... Bueno, yo—

— ¿Irá a la habitación de Darkness?

— Hk.

¿Cómo—

La sirvienta se adelantó a sus pensamientos.

— Va directo a la sección de sirvientes, y no he visto que visite a nadie más aparte de él.

—...

Cierto...

— Jeje. – Rascó detrás de su cuello. – No entendí un problema matemático, y pensaba hacer que

Darkness me ayude a resolverlo. A fin de cuentas, enseña mucho mejor que mi maestro.

— Eso pondrá triste al Maestro Jett.

— ¿Por qué todo el mundo dice eso? — ¿Era un eslogan o qué?

— ¿Puedo ir con usted?

— ¿Conmigo? ¿También tienes algo que no sabes resolver?

— Esta sirvienta es perfectamente capaz de resolver una simple cuestión matemática.

— Ugh.

— Resulta que tengo un trabajo que encargarle a Darkness.

— ¿Qué tipo de trabajo?

— Pensaba que podría ir a pescar algo para la cena.

— ¿Puedo saber por qué tiene que pescar cuando puede solo ir a comprar?

— Así están más frescos.

— Actúas de una forma que nadie te pueda dar la contraria. Ok, puedes venir conmigo.

Y de esa forma, el dúo verde-rojo se enfrascó en adentrarse a la sección de habitaciones donde

reposaban los sirvientes. Darkness avisó de antemano que estaría libre en la tarde. Los demás

oyeron que estaría ocupado, pero para Camelia no existía algo que Darkness hiciera que valiera la

pena respetar.

Usando su llave maestra solo necesaria para emergencias, la sirvienta de pelo rojo violó la entrada

que daba a la habitación.

— Uh, siempre igual… Debería ponerle algo, no sé…

La habitación, de un tamaño considerable, repartía un olor a vacío. Las cortinas, cerradas para evitar

la entrada de luz, y además de los libros de estudio no se veía nada de índole personal. Una vez más,

Camelia alcanzó un nivel de molestia por la insuficiencia de caos. Las sábanas no mostraban calidez,

y la frialdad de la habitación sería el indicio de que nadie vivía allí.

Sylph giró su cabeza. La persona por la que caminó media mansión no estaba a la vista. La misma

habitación parecía muerta.

Ambos en máxima cautela vieron los espacios, pero Darkness no se reveló por ninguna parte.

— ¿Y esto?

Sylph, alzando la voz, llamó a Camelia, quien se puso a su lado. Sobre el llano escritorio yacía una

nota a tinta, firmada por Darkness.

"Salí a hacer unas diligencias personales".

La nota no llegó a tener dos líneas. Las dudas del dúo crecieron con esta nota de parcos detalles.

— ¿Darkness, haciendo diligencias…? — ¿Tenía vida social, siquiera?

—Eh, Camelia, Darkness también tiene cosas que hacer.

— ¿Tal vez esté confabulándose con alguien para atacar la mansión?

—Eh, dudo que sea eso...

¿Por qué tenía una opinión tan pesimista del hombre?

— Como sea, necesito que tome el trabajo que tengo para él. Vamos a buscarlo.

— Bueno, tampoco puedo faltar.

(…)

Jeremy hacía guardia a la puerta a esa hora, barriendo casualmente el frente.

— Lo vi salir hace unos minutos hacia el bosque. Dijo que haría algo en su tiempo libre y que volvería

pronto.

Aunque las acciones en sí mismas eran agobiantemente sospechosas, el viejo no encontró que ese

comportamiento fuera del otro mundo en el sirviente Darkness. Su propio cabello negro era una

característica fenotípica insólita de esta época.

— Gracias.

Dijeron, dejando al anciano hacer su trabajo.

Cortando en línea recta el espeso follaje y maderos como pedestales, profundizaron su recorrido en

una zona inexplorada de los alrededores de la mansión donde coexistían.

— Camelia...

— ¿Sí, Joven amo?

— ¿Tengo...tengo una araña en mi cuello? Siento un cosquilleo.

— Ah, no se preocupe. No tiene nada allí.

— Oh, menos mal—

— La tiene en medio de la espalda.

(...)

Así culminó la corta narración-recuento de cómo llegaron allí el dúo de amo y sirviente.

— Creo que entramos en mal momento. – Murmuró Camelia.

Puesto firme sobre sus talones, Orochi atravesó de una mirada seca a la joven. No era necesario

mencionar sus ropas de sirvienta. Sus ojos bañados en cristal mostraban una impresionante

inherencia hostil a los extraños. Sus mejillas rosadas al natural se veían rígidas por el nuevo visitante

que no tenía invitación. El rojo intenso de su caballera de corte oval se combinaría con un atardecer

teñido de matices rojizos.

Los hombres avariciosos desearían una esposa así, de porte portentoso y servicial.

La mente de Orochi empezó a unir dos más dos.

¿Esa bella mujer tenía algo que ver con la partida de su hermano? ¿Podría? Era hermosa… Podría ser

el caso…

Darkness adivinó qué pensamientos absurdos acontecían por la mente de Orochi.

No es eso, Orochi.

Le faltaron ganas para corregir su error.

— Ok, ¿qué estás esperando, Darkness? ¿No nos vas a presentar a esa persona?

Sylph dijo algo que nadie esperaba.

¿Tenía la obligación de hacerlo?

Sylph empujó adelante a Camelia.

— Ella es Camelia Garzuoka, sirvienta de segunda clase, y yo soy Sylph Clover, quién contrató a

Darkness. – Dijo, olvidándose

— ¿¡...!?

Las neuronas de Orochi se complicaron, cayendo en una telaraña.

¿Este mocoso...fue el responsable...?

¿Este mocoso convenció a su hermano…?

No se parecía en nada a lo que imaginó antes de venir.

Él pensó que...se veía más intimidante.

Depositando corrupción en sus ojos caídos y enceguecidos por los años de la guerra, fumaría una

pipa oscura, y tendría el galardón de numerosas cicatrices por sus brazos, piernas y rostro. Sus

negocios, manchados de sangre inocente, requerirían los servicios de alguien capaz de silenciar a los

involucrados y traidores a su facción.

O eso tendría que haber sido, para llamar la atención de su hermano.

Pero...

Coloreó sus ojos de incredulidad.

No pudo ver una molécula de eso en el niño elfo de mirada ingenua. Le costó adivinar su sexo por la

primera impresión, y muchas cosas de él eran desconocidas.

No podía ser ¿Cierto? Ese niño no debería haber podido convencer a su apático hermano ¿Verdad?

Tal vez solo fue portavoz del verdadero contratista.

— Tenía mis escamas, pero es evidente que eres el hermano de Darkness. Tienes su mirada de malo.

A Sylph podría entrarle algo en la cabeza de no mencionar esos detalles.

— ¿Por qué se reunieron aquí en el bosque oscuro y frívolo? Podías haberlo invitado a comer.

Orochi enarcó burlonamente la ceja. Una sonrisa de desprecio continuó su gesto.

— ¿Enserio crees que haría eso? Parece que no comprendes la complejidad del universo.

— Hm, ¿el universo es tan complicado que no puedes comer en una mesa?

—…

Este chico no tenía remedio.

— Simplemente no le veo razón a comer con alguien que no requiere mis servicios de asesino.

Haciendo una mueca de confusión, Sylph dijo al momento.

— ¿Sirve la aniquilación de la plaga de topos que arruina el jardín de la mansión?

Eso, en definitiva, echó por tierra la voluntad de Orochi, que se imaginó tomando al chico del cuello.

Darkness instaló aprensión en su mirada esmeralda, conteniendo el malestar de Orochi.

— Sylph, Orochi se encuentra demasiado ocupado para venir a comer…

— Oh, ya veo. ¡Solo tenías que decirlo! A la próxima podemos recibirte como es debido. – No captó

los subliminales pormenores dentro del contexto y se refirió amistosamente a Orochi como un

invitado siempre bienvenido.

¡Solo cierra la boca!

Orochi luego pediría una explicación detallada, pero por ahora daría espacio a la retirada.

(…)

Parte 2 — El caballero comprometido y el mercenario desertor.

Una serie de aplausos a manos de Asura reunió las miradas dubitativas del grupo de obreros. Este

gesto solo era llevado a cabo en caso de reuniones de emergencia, que eran resultado de eventos de

importancia de grado superior.

Las incertidumbres fueron desechadas y en minutos toda la clase obrera estuvo a favor del sirviente

en jefe.

Todos relegaron sus trabajos para después de lo que tendría que decir Asura. Solo José tardó un

poco más apagando la cocina para que la comida que hacía no se acabara haciendo trozos de

carbón.

Haciendo su papel de comitiva, Camelia y Jeremy yacían plantados a las bandas de derecha e

izquierda de Asura, permitiéndole su apoyo profesional.

— Como todos saben, ya estamos en esas fechas. Para este almuerzo implementaremos el Código K.

Voces flotaron en medio de los empleados que poseían conocimientos de este "Código" en

particular.

Darkness no expuso nada de su desconcierto. ¿Qué rayos era el dichoso Código K?

Camelia, dramatizando una sonrisa de doncella turbada, señaló con Asura.

— Oh, Asura—Sama, recuerde, que Darkness—Kun no reconoce los Códigos. El pobre está perdido,

solo ha trabajado aquí tres semanas.

—…

— Oh, cierto. Mi error.

El pelinegro acarreó arrepentimiento en su mirada seria, viendo de reojo al mencionado. Algunas

miradas se posaron irresponsablemente en Darkness.

— Bien, para refrescar la mente de algunos, explicaré nuestro sistema de Códigos.

El grupo asintió.

— Como pueden saber, a nosotros, los sirvientes, no siempre nos sobra el tiempo. De nosotros

depende la imagen general de la familia, el mantenimiento de la mansión, la asistencia en los

trabajos, la defensa en caso de ataque, y la responsabilidad de la mejor hospitalidad a quienes

vengan. Aunque no siempre coinciden, hay eventos que son idénticos o que merecen la más rápida

respuesta de nuestra parte.

Eso lo sabían todos. Su trabajo no era fácil.

—...Por consiguiente, armé con ayuda de Jeremy—San y Camelia—San un sistema en base a Códigos

que reemplacen una explicación obvia. Un ejemplo sería del Código D (Danger), que significa

"Peligro". Delimita un escenario donde la mansión es atacada y los ocupantes, tanto la familia como

nosotros nos encontramos en peligro. La medida para eso sería espantar o capturar (O eliminar) la

amenaza.

El caso del ataque hace tres semanas sería un estupendo ejemplo, solo que los sirvientes, presa de

las artimañas de Link, emplearon el Código en sus compañeros.

Link, no se encontraba presente para sonreír de orgullo. Darkness agradeció eso. Si se supiera que

los mismos autores del crimen estaban allí presentes en bandeja de plata, serían asaltados y

aniquilados como mosquitos.

— Y de hecho, como era difícil aprenderlas todas de golpe, hice un pequeño libro de anotaciones.

Recalcando su encargo como sirviente en jefe, le cedió a Darkness una copia. El encuadernado era

simple y de marrón oscuro. En sus páginas mostraba los diversos códigos que eran detallados con su

designación.

Darkness sumaría esto a su infernal estudio.

— Y viniendo al tema que nos rodea, el Código K es la abreviación de "Knight", el apellido de la

familia que vendrá esta tarde a comer con nuestro señores.

Darkness prestó una atención irreprensible.

— Le dimos un código definido porque es habitual que vengan de mes en mes a reunirse con los

Clover en base a la buena relación que comparten sus familias. Como familia noble reconocida por el

rey, y amigos cercanos de nuestros propietarios, es nuestro deber atenderlos con la mayor calidad

de servicio. Cualquier error puede ser nuestro fin como sirvientes. Hagan lo mejor en sus trabajos,

aunque solo sea limpiar los cubiertos.

— ¡Sí!

La conferencia vehemente y dominante del adulto de pupilas malva fue absorbida por los oyentes.

El reloj redondo marcó las 7: 10 AM.

(…)

Empleando un elegante traje cedido por la administración de la mansión, Link miró una segunda vez

la carroza de adornos innecesarios. Arrastrando una apatía desde buena hora, fue contra la corriente

de los muy emocionados sirvientes que se movían de un lado para otro. No veía nada de excitante

en que otra familia viniera a comer.

Como sirviente de allí, solo había algo además del dinero que podría motivarlo.

— Link.

De ser un semi—humano de especie canina, su cola y orejas habrían tintineado al oír la voz de su

amo.

Darkness se llevó algo del tiempo de Link antes de que partiera rumbo a recoger los invitados.

Concibió el peor de los casos, donde Link, en un arranque de locura, se cargara los invitados. No

podía subestimar su inestabilidad mental.

A una persona como Link que no se amoldaba a las expectativas de otros, decírselo él, su compañero

en persona, podría incentivarlo.

— ¿Sí, Darkness?

Aunque pasaron algunos días, mostraba huellas de hematomas viejos, vendajes blancos sobresalían

de las mangas de su esmoquin, recubriendo su mano. Podría tomarse esto como una inadecuada

prueba tangible de explotación y maltrato de sus patrones.

Cuando tomó la entrevista de trabajo (De nuevo con Etanol) asustó al elfo por las pintas de un paso

a convertirse en momia egipcia.

— Espero que lleves a cabo tu trabajo profesionalmente. Estaré pendiente de cualquier

inconveniente causado por ti. No tengo que aclarar lo demás ¿Verdad?

Link en vez de ser encogido por el regaño temprano se abrió con una sonrisa.

— Ok. Aunque esto es demasiado fácil en comparación con mis otros trabajos.

— Ningún trabajo te ha sido particularmente difícil. De los chicos que has fijado como oponentes,

solo Stone sigue con la cabeza sobre sus hombros.

El peli-morado sonrió, recordando su enfrentamiento apasionante. No renunciaba a la idea de tener

una revancha con el peli-blanco.

Y saliendo del tema, al sirviente de pelo blanco le costaba dormir últimamente. Achaques, pesadillas

y la sombra de alguien a un costado de su cama se amontonaban en su alucinación. De día, en medio

de su trabajo, sentía agudas miradas y el acoso constante de alguien intangible. El chico andaba

siempre acompañado, muerto de miedo todo el día.

— De todos modos, que te vaya bien.

La alegría del oji-azul se desbordó con sus amables palabras. Todo lo que necesitaba era una palabra

para poner su motor en marcha. El trabajo que antes le pareció el más aburrido del mundo tomó

importancia.

— Regresaré pronto.

Link, acariciando uno de los corceles blancos que tiraba del carro, saltó y tomó las riendas.

(…)

Los preparativos logísticos para la recepción de la Casa Knight procedieron culminando el desayuno.

Cada persona, hasta el más insignificante, tenía en manos una tarea.

Retirando platos de la anterior comida, Asura envió a buscar un mantel azul índigo de bordajes

dorados, al tiempo que les ordenaba a los sirvientes buscar arreglos florares como centro de mesa.

Limpiaron sillas hasta que relucieran.

En la cocina, Camelia le daba una mano amiga a José el cocinero. El hombre de cabellos revueltos y

pardos rojizos fileteó un atún azul como un espadachín experto en el campo de batalla. Se inundó en

el sentir de la lucha y transmitió eso a sus acciones. Antes pensarlo, ya lo hacía. También se movió

para rellenar el pavo que sería el segundo plato.

Camelia tiraba las papas peladas al balde que ya gozaba con diez de perfecta forma. Tirándose a la

derecha, revisó el estofado de crema blanca a medio cocer.

La familia comía vigorosamente, por eso se servían dos platillos, y un postre al final.

No solo en el interior de la Casa Clover se hacían arreglos. Afuera era la misma historia. Shield y

Stone acomodaban el frente que sería lo primero que verían los Knight al llegar. Sacaron todo lo que

podría verse inadecuado y se pusieron a redecorar.

— Yuria, mejor combina las azucenas con otro tipo de flor.

— Sí.

— Zeke, mueve ese cuadro, está torcido y se ve mal.

— ¡S-Sí!

— Alexis, la silla número 6 tiene una pata floja, busca otra.

— ¡Entendido!

Estas y otras órdenes salían directas de la boca del pelinegro. Su entereza les daba seguridad a los

que tenía bajo su cargo. No paraba de reprenderse por no estar presente en el ataque hace tres

semanas que dejó varios heridos.

Shield vino de afuera, con hojarascas y algo de suciedad en su cara. Sus ropas no mostraban el

mismo nivel de ruindad, más su rostro cansado debería ser arreglado antes de la llegada de los

convidados.

Limpiándose el sudor de su frente con el dorso de su mano, pensó en bañarse y quitarse ese aspecto

de labrador.

Camelia tocó su hombro.

— Shield-Kun.

— ¿Hm? ¿Qué pasa, Camelia-Chan? Estaba preparándome para bañarme. – Le avergonzaba que una

chica lo viera así.

Camelia no tuvo prisas en enviarlo a tomar un baño, y preguntó:

— ¿Has visto a Darkness? Con todo este jaleo no lo he visto figurar en ningún lado.

Su reprimenda podría tomarse como inconformidad. Consideraba insoportable ver a todo el mundo

trabajar menos el pelinegro.

—Ah, Dark-Kun… — Tardó en recordar el nombre. Camelia cambió su modo de llamarlo. – Fue

solicitado explícitamente por el Joven Sylph. No hay nada que hacer respecto a eso.

Y con los sirvientes solícitos llegarían a terminar la faena antes de las 12.

Podría ser el cansancio, pero creyó ver a la joven chica chistar la lengua.

(…)

Haciendo uso de los recuadros negros y blancos, movió una pieza de su caballería al medio del

campo, entretejiendo, junto con las dos torres gemelas, una impenetrable defensa imposible de

trastornar, a menos, que se diera en sacrificio al menos una pieza.

El turno siguiente que tocaba al ocupante de la silla contraria, no midió la efectividad de la línea

defensiva y acabó poniéndose en desventaja. Perdió una pieza.

— Gh. Otra vez...

— Deberías prestar más atención a las demás piezas. Si mueves desinteresadamente, no llegarás

lejos.

Sacó su arfil.

Comedido con su oponente en el juego de 64 cuadros bicolores, trazó un ataque directo.

— Jaque.

— ¡Ah!

La voz de Sylph salió cansada. Toda la partida se resumía en jaques a su bando, perdiendo

movimientos y piezas valiosas.

El índice de sus derrotas se debía casi en su totalidad a su desaplicación con las reglas del juego.

Que el caballo no llevaba a otra pieza en el lomo solo por ser "caballo", ni la torre podía lanzar

ataques a la distancia.

Las ocurrencias inexplicables de sus ofensivas fatigaba su seriedad de jugador, pero en comparación

con el trabajo duro (Y que prefería no hacer) de la logística de la recepción, jugar un rato con Sylph

no debería ser tan malo.

— La Reina contrae matrimonio con el otro Rey enemigo y la partida queda en empate.

— En ajedrez no sucede el empate así.

— ¿Enserio? En ese caso, la Reina se divorcia del Rey y acaba siendo una pieza neutra.

— Eso tampoco es posible.

— Uh, en ese caso—

— Tampoco tiene un hijo del Rey y aparece una pieza súper fuerte capaz de hacer la paz con el otro

bando.

— Tch.

Sylph no entendía lo más básico. Echaba de menos la mentalidad serena de su madre.

Estas tres semanas no tuvo noticias suyas. Como mercenario, no debería sentirse amargado por ello,

pero como hijo, ¿Debería al menos ponerse triste? ¿Sería bueno ir en su día libre a verla al menos

una hora?

Obtendría algo de paz y serenidad en un sitio que la luz no llegaba, exento de molestias femeninas y

elfos que no comprendías las reglas de un juego por carecer de cerebro.

— ¡Listo! El Rey muere y la Reina adquiere la corona y se firma un tratado de paz con el enemigo.

—… — Cerrando los ojos, pensó en su madre. Debería revisar su juicio si estas acciones ilógicas

causaban mansedumbre en él. – Ok, acepto tu tratado de paz.

— ¡Sí!

La partida coronó sin un ganador claro.

Abriéndose la puerta de caoba, una cabellera módica y discurrida de verde blanquecino vino a

moverse por la habitación.

Darkness encontró su mirada puesta sobre el primer hijo Clover, Reishel. El chico, que para sus

veinte años no mostraba la edad que debería por sus facciones infantiles y hermosísimos ojos rosa,

se metió a las sábanas pertenecientes a Sylph. La bola, con una mata verde por encima (Simulando

una piña), se amoldó a la cama y almohada con suma comodidad.

La respiración aquietada fue seguida de su ocupación de la cama de su hermano.

—…

La entereza casi divina de Sylph divulgó para el público presente que la proeza de Reishel no era

considerada indeseable. De corazón bondadoso le prestó su cama.

Darkness preguntó en voz baja:

— ¿Esto es normal?

— ¿Qué mi hermano venga aquí? Sí, lo es.

— ¿Es así?

— Lo hace cuando la sirvienta limpia su habitación. Les tiene pavor a las mujeres. Prefiere

mantenerse lejos de ellas, pero tampoco puede decirles "No limpien mi cuarto", así que viene aquí a

dormir y esperar que terminen.

— Suena a un niño traumado. ¿Alguna razón en particular?

— No que yo sepa. Desde pequeño le ha tenido miedo a las amigas de papá que consideramos tías.

Ellas solo lo usaban para probar diferentes peinados, nada más.

— Allí mismo expusiste la razón de su trauma, pero bueno…

Iba a reanudar la partida, pero otra cabeza se asomó a la habitación.

Ondeando en su fino dorado de puntas verdes y vestido blanco como la nieve, la segunda hija, Xión,

llegó al escenario.

—…

¿También tenía razones para venir aquí?

—Hola, hermana. ¿Qué te trae por aquí?

— Asura-Kun ha estado ocupado, y no quiero molestarlo. Papi me invitó a hablar de mi prometido,

así que inventé la excusa de que iba a tomar té contigo. Ya vendrán con él…

—…

Su padre insistía en el compromiso con el hijo primogénito de los Knight. Este pacto, fue trazado

hace muchos años, cuando Xión contaba con unos cortos dos años. El hijo de la Casa Knight, que no

calzaba un año de nacido, fue puesto en parentela con Xión. Ambas familias pensaron, en el apogeo

de la alegría del nacimiento del niño, que serían una pareja ideal y de buen status.

Cuán equivocados estuvieron.

Xión, respetando la posición del chico y llegando a quererlo como un primo, escogió amar a uno de

los sirvientes que atendían la mansión. Asura Vermilión se llevó el premio. No tuvo ninguna clase de

movimiento de cortejo, solo actuando servicial, capturó el corazón de la joven a los quince años.

Xión tenía dieciocho, que perseverante.

— Vas muy elegante, hermana.

— Pensé que no tenías ojos para tu prometido.

Darkness tuvo el descaro de pronunciar esa provocación.

Xión, movida por el paréntesis poco visto del sirviente de pelo negro, dijo hosca.

—No me vestí por él, sino por Asura. Sea como sea, no quiero verme andrajosa y que piense mal de

mí.

Que lealtad.

— Ah, Hermana, como debes saber, es Darkness.

— Lo sé.

— No pareces saberlo.

— Ok, no sabía el nombre, pero sé que es un nuevo sirviente. Tu guardaespaldas ¿No?

— Sí.

— Si tú tienes guardaespaldas ¿Por qué yo no?

— ¿Quieres uno?

— Podría pedir a Asura para eso.

— No creo que funcione, tiene mucho trabajo.

— Tch.

Xión escaló su mirada azulina en su otro hermano metido a la cama.

—Pobre Rei-Nii. Todavía no puede estar cerca de una mujer. Me soporta porque tenemos

parentesco como Mamá, pero con otras mujeres no puede tener contacto.

— Y no puedes tener en tus manos dinero porque lo gastas todo.

— ¿Quieres empezar una pelea?

— Eh, recuerda que somos hermanos. Nada de violencia...

— Niño cobarde... — Ni siquiera levantó un dedo, y él ya se rendía. — ¿Qué hacen ustedes, por

cierto?

Siendo atraída como una abeja a una jugosa flor rebosante de néctar, Xión cortó distancia con la

mesa y el tablero.

— ¡Jugamos ajedrez!

— O esa era la idea. No sé qué juego es uno que permita el matrimonio entre los enemigos.

Esa fue una regla hecha por Sylph.

— ¡Oh, se ve divertido, quiero jugar!

Empujando al peli-verde con el coxis, Xión se empotró como el nuevo contendiente de Darkness.

Darkness vio interesante este cambio. Podría ser, en el espacioso y exuberante universo, que esa

chica fuera más dinámica que su hermanito y le plantara cara.

Movió su peón negro, comenzando el enfrentamiento entre él y la hermana de Sylph.

— Oh, entonces haré esto…

— ¿Ah?

Ese respiro difuso se debió al asalto que Xión preparó.

— ¡Teles-trasportación!

El peón blanco se metió en el lugar de un peón negro, acabando con él. Siquiera dio el primer o dos

pasos que le convenía como regla general.

—…

Esperó demasiado de alguien vinculada con Sylph. Los elfos, deberían re—estimar su valor como

seres superiores.

El resto no fue mejor.

Todo terminó con el rey autodestruyéndose cuando estaba rodeado de sus enemigos. NI siquiera

tuvo sentido argumental.

¿Los elfos tenían caramelos en lugar de cerebro?

Trabajar hasta morir no sonaba tan mal contra esto.

(…)

Si fuera por experiencia, diría que no contaba con un gramo de ella en el escalón de la mayordomía.

Todo lo que hacía, sus gestos, acciones y críticas, eran basados en la imagen ideal que tenía de un

sirviente devoto a su trabajo. Recibía los consejos de brazos abiertos, de Jeremy, Asura… y Camelia

(Forzando para meterla en la lista).

Propiciando tiempo antes de la hora acordada a la que regresaría Link con quienes atenderían, su

mano rozó su cabeza de cabello nivelado y húmedo. Su moño azul, bien amarrado. Su traje,

impecable. Sus zapatos, sin una mancha de barro o suciedad. Sus guantes, blancos como la cáscara

de un huevo. Todo bien.

Tuvo certeza de la imagen diligente que exteriorizaba y miró al frente.

Para no gustarme este trabajo lo tomo muy enserio.

TRAKI, TRAKI, TRAKI.

Silbaban la cabalgadura y el repiqueteo de las pezuñas. Sus melenas largas y blancas se movían con

la acción de trotar sobre la vía llana. Las manos del jinete carecían de vacilación y tomaban firme la

cabalgadura y la fusta en la otra. Su par de ojos azules y fríos miraban al frente, centrándose solo en

él.

Link sonrió. Para una bienvenida que no era para él, encumbró una cara de ganador de una apuesta.

La carroza se estacionó. Los caballos descansaron sus pezuñas y resoplaron. El camino debió haber

sido largo.

Pellizcándose una mejilla, repasó lo entrenado en casa.

Abiertamente tomó la manija de la puerta y la atrajo. No tuvo una vista previa de los ocupantes, la

cortina azul evitaba cualquier mirada curiosa. Distribuyó su salutación – junto a diez sirvientes más

— apenas tuvo en la mira las personas afuera del carruaje.

— Bienvenidos sean, Familia Knight. Me alegra darles la bienvenida a nuestra humilde morada—

Cortó. Las palabras que practicó durante su tiempo libre para dar lo mejor de sí quedaron atascadas,

nada menos que por el joven (Que tendría el papel de hijo) del grupo de tres personas.

Su rebelde y sedoso cabello amarillo pálido le fueron por pesadilla, así mismo, su rostro apuesto y de

exuberante hermosura y afilados ojos violeta—dorado se sacudieron poseyendo desconcierto.

Silver Knight tuvo su encuentro con el criminal de la capital que escapó de sus manos.

Darkness tuvo su encuentro con el molesto caballero que logró despistar.

Ninguno titubeó que la persona que miraban era la misma que anhelaron/odiaron conocer.

El hombre alto y de tez algo morena, preparó una cara risueña por la pausa antinatural del sirviente

de aspecto malvado.

— ¿Ocurre algo?

Darkness, regresando a sus cabales y expresando un sinnúmero de maldiciones internas por no

tomarle la contraria a Jeremy de ser quién recibiera la familia, pronunció con gracia.

— No, disculpe mi falta de experiencia, Brooke—Sama. Soy nuevo y olvidé por un momento cómo

continuar la bienvenida.

— Ah, no importa, chico. No todo puede ser perfección.

Gracias a la desbordante amabilidad del hombre que no le parecía delito un error de novato,

Darkness pudo aligerar los hombros, pero la comisura de sus labios seguía rígida.

Dejó pasar la oportunidad. Si se hubiera dejado alimentar por la curiosidad y preguntado a Sylph por

el físico de los integrantes, la identidad secreta del hijo le daría luz roja de peligro. Rechazaría la

oferta de Jeremy, "No me siento preparado, prefiero aprender de su ejemplo antes" debería haber

estado bien para el viejo, pero le permitió depositar su confianza en él y ahora esto pasaba.

Su corazón se batía furiosamente. La sangre que circulaba sus venas hervía y podía oír el crepitar de

ella a través de su delgada piel. En la imagen de compostura y calma, su ser se retorcía por huir o

acabar con la amenaza.

Así que hasta ahora llegó esta farsa.

(…)

La mejor ruta sería el escape inmediato, pero salir huyendo cuando les daba la bienvenida sería

anunciar que era un criminal. Controlando sus impulsos violentos, los guio al comedor, donde sería

la reunión de las familias. De allí caminó en línea recta a los pasillos, lejos del bullicio, y miró una

ventana.

Cuidadosamente giró su manija, y, ya abierta, la empujó. La brisa caliente acarició su cara, pero

estaba demasiado estresado como para notarlo.

— ¿Tomando algo de aire?

—…

Su zapato, puesto en cuchillas en un requisito previo para un salto que lo pondría sobre el marco de

la ventana, se rebajó tocando el suelo.

El reloj marcó las 11 y 30.

El tic-tac rellenaba el espacio distante entre los dos hombres. En medio de ellos se debatía dos

presencias de naturalezas paradójicas. La contienda de ambas zarandeaba el aire en un torbellino de

tensión y pesadez. El sonido desapareció, el ritmo de cada uno se mantuvo a punto de explotar.

11: 31 AM. Ninguno se movía. Solo posaban sus miradas inexpresivas en el otro.

¿Qué pondría fin a esta largura de tiempo?

Darkness comprimió cualquier llamado de paz de su parte. En este escenario, sería normal tomar un

rehén o algo así, pero no tenía a nadie a la vista ni al alcance. Opción descartada. Un escape sería lo

mejor, pero dudaba poder hacerlo a esa distancia. Todas sus alternativas, desbaratadas. El

enfrentamiento, inevitable.

No apartó la mirada de su enemigo, porque solo podía considerar enemigo a alguien como ese

caballero.

Tres semanas no bastaron para sacar de su cabeza lo molesta de su cara y ropa blanca.

El contrato con Sylph habría de ser roto por su mano. No podía apostar a algo que lo pusiera del lado

desafortunado.

Lo lamento por ti, Sylph, pero…

¡Oh! ¡Por fin te veo, Darkness!

—…

Su decapitación al caballero se vio interrumpida antes de comenzar. Esa voz de niño llenó sus oídos.

Sylph, llevando un traje blanco y algo más masculino, se acercó por su espalda. No percibió nada de

la tensión cortante.

— Pensé que te habías ido. Camelia está como loca buscándote. Dice que quiere que sirvas la

comida.

— ¿Esa mujer me ve como una persona que obtiene placer al ser explotado?

Formuló su queja apenas oyó el nombre de la pelirroja.

— Eso dijo. Parecía molesta porque no aportaste nada para la logística, aunque le dije que fui yo

quien ocupó tú tiempo.

— ¿Quién se quejaría de jugar en vez de trabajar? Si puedo pasarlo, lo haré.

— Que malo. ¡OH!

Vio a Silver. El mismo, se mantuvo a raya de la conversación y no hizo ningún movimiento para ser

notado. Sylph reconoció su cabello rubio transparente y corrió a saludarlo.

— ¡Hola, Sil! ¡Cuánto tiempo!

— A mí también me complace verlo, Sylph.

— No hables como Jeremy, no pareces humano.

— Que me compares con Jeremy—San es todo un honor.

— Definitivamente no eres normal. Te llevarías bien con Darkness.

Indicó tomando del brazo de su amigo.

Una flecha directa rompió la burbuja de ambos. Eso debería ser un mal chiste.

— Como sirviente no lo he visto aquí el mes pasado.

— Sí, es nuevo. ¡Yo lo contraté!

Soplando aires de grandeza, el chico hinchó su pecho y se señaló. Para poseer un cuerpo delicado

ostentaba demasiado orgullo.

— Oh, conque usted lo contrató… — No le salió languidez en esa frase. – Supongo que te basaste en

tu juicio.

— ¡Por supuesto! Pensé "Este tipo se ve confiable" así que lo contraté, ¿Qué tal? – Arribó las cejas.

Silver no encontró una buena sonrisa para expresar su resignación, que no parecía de las negativas.

— Ya veo, si es así, no hay problema.

La enemistad del caballero se tornó en cortesía. Limpió su semblante de toda hostilidad.

No puede ser tan fácil.

Sin embargo, no podría haber un movimiento adverso con Sylph presente. Podía utilizarlo a su favor.

— Soy sirviente de la Casa Clover, me llamo Darkness…

Casi se muerde la lengua. Dijo su nombre verdadero, olvidando la utilidad del alias que solo algunos

sirvientes usaban.

— Es un placer, me llamo Silver Knight. Espero que nos llevemos bien.

Preferiría que te mantuvieras alejado de mí.

Descendiendo su vista, figuró una mano entreabierta de civismo. El apuesto caballero quería

congraciarse con su persona siguiendo los protocolos de introducción.

¿Congraciarse cuando me intentó capturar…?

Una trampa podría estar escondida en esa inocente mano, un hechizo que le derretiría la piel o

paralizaría la columna. Tomar a la ligera el poder sacro del caballero sería insensato.

— Hombre, solo es un apretón de manos. No te compliques.

— ¡-!

Sylph tomó ambas manos y las estrechó a la fuerza.

Una corriente de aversión fue transmitida por los nervios del brazo de Darkness.

El saludo que debería ser alborozado de nuevos conocidos, desprendía rigidez por donde se viera.

Asura, viniendo, entregó una cándida reverencia. Miró con agrado a Darkness que acaba de conocer

al primer hijo de la familia Knight.

— Joven Sylph, Joven Silver, el almuerzo está servido. Se solicita su presencia.

— ¡Sí

~

!

— Gracias por avisarnos, Asura.

Diferentes respuestas para diferentes personas.

(…)

Escondido en su habitación, cerrando puertas y ventanas, y posiblemente entretejiendo un hechizo

de trampa por si alguien venía a hostigarlo. Sería ideal si estuviera en esa ocupación por proteger su

vida.

Sirvió el Champán Grand Cru. El líquido proyectó una línea que, cayendo por el aire, bailó por los

contornos del fondo de la copa.

¿Por qué estaba aquí?

Retirándose de la mesa, regresó a su sitio junto a Camelia. Ella tenía las ganas puestas para criticar

cualquier error, pero no encontró falta en su modo de servir. Otra desilusión.

Pero no le sobraba tiempo para perderlo con la mujer. Lo que tenía que preocuparle, era el joven

caballero que comía a la mesa.

— Oh, Xión-Chan, cada vez te ves más linda… Antes eras tan pequeña. Como pasa el tiempo. —

Brooke, el cabecilla, alargó un halago para la niña. Si no tuviera su esposa, ya estaría cautivado por la

joven de refinado contorno.

— Gracias, Tío Broo. Hago lo que puedo.

Como tomarse baños de loción, cuidarse de los efectos desastrosos del sol, usar cremas para el

cabello, comprar los mejores perfumes, hacer abdominales para no desarrollar grasa en el área del

vientre y limarse las uñas para que estuvieran de un filo perfecto.

Sí, casi nada.

—Ho, ho… ¿Qué dices, Sil? ¿No te parece lindo el vestido de Xión? Di algo.

El cuchillo de Xión se detuvo a medio cortar el trozo de pavo horneado. No le escapó un gruñido.

Silver, peinó su cabello, frunciendo las cejas en preocupación.

— Por supuesto que me parece lindo, como quien lo usa… — Cuando sus padres casi decían

"¡Ohhhh!" echó otra pizca de sal. – Como también el vestido de la Tía Sorey. El azul le queda

especialmente bien.

El brillo de los ojos de Xión regresó, salvada por su mismo prometido, mientras que el de los padres

del chico se fue.

Ninguno de los implicados investía ambiciones de contraer matrimonio. Silver, consciente de esto,

depositaba su espíritu en causarle menos desazón a Xión, que consideraba más una prima que nada.

La porción de pavo terminó desapareciendo del plato de Xión. Con sus labios de trompa, miró triste

su final en ensalada (Que odiaba comer) y dos lonjas de pan recién horneado.

— Disculpe…

Una porción extra de pavo, obra de Asura que predijo que la cara descontenta de Xión era por

terminarse el pavo antes de tiempo.

Xión sonrió, ruborizada. Asura era todo un caballero. Como lo quería.

No es que viera mal a Silver, pero todos tienen preferencias.

Etanol conversaba amenamente con su amigo sobre la economía del reino y cosas que niños no

comprenderían.

Reishel, el primer hijo, contando con veinte años, evadía las miradas de los sirvientes y convidados.

Su manejo de los cubiertos no salía de lo normal y sus modales tampoco eran impresionantes, quería

regresar pronto a la seguridad de su habitación. El nuevo guardaespaldas de su hermano daba

miedo, mucho miedo, pero a la vez no era intimidante, y Sylph lo eligió basado en su razón. No

debería ser malvado.

Las controversias elevaban su nerviosismo con cada bocado de pavo que comía tembloroso.

El cuchillo en su mano… podía cortarse un dedo, o lastimar a alguien más. Ese hueso en el pavo,

podría atragantarse con él y morir. Esa velas encendidas… ¿¡Y si algo malo pasa y se caen y riegan

fuego por el mantel!?...

Cerró los ojos. Quizás, podría apaciguar sus latidos.

Oye, no. ¿Y si libran un ataque y por mantener los ojos cerrados termina muerto?

Los abrió de vuelta.

¡Pero no! ¿Y si algo de polvo cae en sus ojos?

Sil no tenía su espada por el almuerzo, ¿Y si recibían un ataque enemigo en medio de la comida?

Su padre no paraba de parlotear mientras comía. ¿Y si terminaba ahogándose?

— Ah, Rei-Nii, come un caramelo…

Su pulso acelerado frenó la carrera. Una sensación dulce embargó la punta de su lengua y el resto de

su boca, el sabor a café estimuló su sistema nervioso, produciendo energía y sosiego a sus nervios de

mantequilla.

Sylph, que tenía el espacio al lado de su hermano mayor, tomando uno de sus caramelos sabor a

café de reserva, introdujo uno dentro de la boca de su hermano. Esas manos nerviosas y ojos

inquietos se producían por el miedo sin fondo de Reishel por desastres poco probables. Una medida

a corto plazo detonó de la discreción de Sylph, los caramelos y dulces saturados de azúcar animaban

a Rei a mantener la boca ocupada y atenuar su carga mental.

Amoroso como una madre le tocó el cabello. Rei descansó.

— Sylph, ¿Cómo te han ido los entrenamientos de magia? Si mal no recuerdo tenías problemas en la

Levitación.

Silver preguntó.

— ¡Pues sorpréndete! Darkness, el tipo metido allá en la esquina, me ayudó con unos consejos. El

resultado fue impresionante. Logré dominarlo sin mucho esfuerzo.

— ¿Enserio? ¿Tan fácil…?

— Sí. Darkness es muy bueno enseñando. No hay nadie mejor que él. – Halagó desenfrenado la

capacidad de Darkness.

Cierra.la.boca.

Tensó los hombros cuando Silver posó su mirada en él. Contenía sorpresa y aspaviento de preguntar

algo más, que guardó para sí. Sylph veía su nivel académico como superior a todos los libros juntos.

No creía que tuviese la admiración del chico elfo con solo unos consejos al discernimiento.

Hubieran hablado más del pelinegro, pero algo ocurrió que puso de cabeza a los nobles y sirvientes.

Nadie escapó del ardor de la vista que venía a sus ojos y se quedaba grabada en ellos.

Abriendo con un manotazo la puerta, una sombra pavoneó su físico escultural. Su vestido hecho de

la piel de tigre blanco, de cabeza plateada por los años, y ojos carmín oscuro. Las arrugas daban

seriedad a su rostro de mujer llena de años, pero no descubría ni una imperfección por trastorno

climático. Si se tocara, podría probarse su suavidad.

— Disculpa, ¿acaso ya dieron por muerta a esta anciana? Nadie me invitó a comer.

—…Ah.

— ¿Adela-Sama?

Asura quedó sorprendido por la entrada de la anciana. La cual debería estar en cama, dada su frágil

constitución.

— ¿Qué sucede? No estoy tan vieja para que me llamen como si hubiera salido de la tumba.

Dijo, agitando una mano hacia el sirviente.

— Pensar que me dejarían por fuera... Esta anciana se siente bastante triste.

— Eh, sobre eso... Creímos que preferirías descansar. – Dijo Etanol, sudando.

Es decir, hace poco estaba al borde de la muerte. Estaba tan débil que levantarse se hizo imposible

para ella.

Y sin embargo, aquí estaba, viva y coleando.

Para Darkness, que no tenía idea de su existencia hasta su aparición, parecía una anciana vivaz y

alegre. Sus ropas recalcaban el estilo que corría por sus venas de mujer digna.

— Pff, lo dices como si necesitara descansar. Estoy llena de energía.

Alisó su largo cabello blanco, el cual, pese a la falta de melanina, seguía viéndose ondulado y

arreglado.

Los sirvientes, calmados como las aguas de un estanque, le sirvieron su plato de comida sin

tardanza.

— Sil, querido, ¿Puedes en tu gran corazón pasarme la pimienta?

— Ok.

— No te gusta la pimienta. – Dijo Etanol. Y podía hacer que alguien más se la pasara.

— ¿Perdón?

— Todas las veces que te preguntaba decías que no te gustaba.

— Eso fue antes. Ahora quiero pimienta.

Esta era Adela Charyson, la madre de Sorey.

Antes vivía con su esposo en un lugar apartado. Al morir él, Adela, con un bolso lleno de ropa, tocó a

su puerta, diciendo "Ya que mi viejo se murió, permitidme vivir con vosotros hasta que dé mi último

aliento" entrando y ordenando a los sirvientes prepararle una habitación.

Desde ese fatídico día, enfrascó una lucha por tolerar la anciana que robaba sus sábanas porque

decía tener frío (Aun cuando Asura le decía que podía pedírselas personalmente), se comía su plato

de comida, y le ponía a su cuenta los carísimos vestidos que una vieja como ella no necesitaría.

El busto que tenía de sí mismo en el corredor principal, fue profanado por el sentido "artístico".

Jeremy hizo lo que pudo para borrar las marcas, pero quedaron pinceladas de cejas pobladas sobre

sus ojos.

Le costó un mundo acordar una fecha de encuentro entre las familias. La tasa de homicidios a semi-

humanos y extranjeros superaba a creces la tasa del año pasado. La desaparición de personas por

todo el mapa era una preocupación de las familias y el Rey.

Para ser una media-elfa, no tenía nada de tacto.

(…)

En la sala del trono, sentado en su magnífico trono recubierto de oro pesado, el Rey regente de

Eclipse, Edgar Pendragon, recibió a una inesperada conocida.

Su taconeo indiferente, y el leve movimiento de su vestido ceñido al cuerpo de un violeta retinto, se

movieron imperiosamente por la sala que era resguardada por guardias que ostentaban su

armadura y espadas inconmovibles a sus caderas.

Su cabellera, de un blanco tan lúcido como la nieve, se volvía cristalino cuando la luz lo surcaba. Su

piel pálida, oculta entre telas, se negaba a verse para otros, y su sonrisa sublime encantó los débiles

entre los guardianes.

Allí, puesta de pie con un vestido que no mostraba nada de piel, Yiresia se presentó.

No se molestó en inclinar su cabeza.

Acomodado en el asiento que solo el administrador de las tierras de Eclipse podía ocupar, Edgar, un

hombre de 47 años, envolvió su cetro de oro blanco.

Su cabello plateado y moteado de mechas eclipsadas, se contraponían a sus introvertidos ojos

verdes.

Levantando su cetro, el silencio vino a dar la cara.

— Es raro verte fuera de tu casa, Yire.

Yiresia se abanicó aire. El calor de las afueras de su casa no era algo que quisiera probar todos los

días. Pero su deseo de contener su piel, a tener frescura, fue más intenso y lo pasó como algo

necesario.

No pensó en cómo presentarse. El Rey sabía bien quién era ella.

— Buenas, Gar. Me alegra señalar que tu peinado de dálmata sigue impreso en tus fibras capilares.

El pueblo contuvo el aliento. Si había algo que todos, sin excepción, evitaran, sería mencionar

descuidadamente el extraño infortunio del cabello del rey.

Y ella lo dijo.

Edgar, sonriendo tensamente, reprochó:

— Me alegra saber que sigues llena de buena salud. Me preocupaba que los años te deterioran… Es

decir, ya andas cursando esa edad...

Golpe bajo.

Yiresia peló los dientes.

— Oh, pero su alteza, me pone desconsolada que su unigénito no haya sacado nada de usted. ¿Sería,

en cualquier caso, de una entidad diferente a la suya?

Atacó furiosamente. El rey sintió su pasión por derribarlo.

Algo que era de constante chisme entre los nobles y modestos campesinos, era la gran diferencia del

padre y su hijo. Sus atributos de carácter y fisionomía no concordaban.

Existían sospechas de que el príncipe no era hijo legítimo del rey, y que por lo cual, no asumía el

derecho al trono.

A Edgar le molestaba que le siguieran preguntando a estas alturas si Allen era hijo suyo o no. ¡Nadie

tenía que dudarlo! Por eso nadie se atrevía a mencionar el tema en su presencia.

— Pensé que tener dos muchachos te haría más soportable, Yire.

— Si los conocieras darías fe de que son míos.

— Aun cuando no se sabe el paradero del padre…

Probó una ruta de asesinato por su vida personal.

— Hm, no se le puede hacer nada. Él solo mostraba entusiasmo a la hora de hacer niños, no de

criarlos.

Las caras de algunos guardias se puso roja. El mismo rey se ruborizó y chistó la lengua. ¿Acaso no

tenía vergüenza de hablar sobre eso?

— En ese caso, comunícame la razón de tu visita, Yire.

— ¿Ocupado con el papeleo? Ok, te lo diré rápido.

—… — Que mujer tan molesta.

Mirando de clavado a un sirviente, le dijo suavemente. — ¿Podrías traerme una silla? Me duelen las

piernas.

— ¿Ah?

¿Quería sentarse, en presencia del rey?

— ¿Y qué tal algo de café? Me empieza a dar sueño.

— Y-Yo…

Edgar levantó la mano.

— Haz lo que dice o nunca me dirá lo que vino a decir, Merim.

— ¡Sí!

Para ser un rey con un cabello extravagante, Edgar podía aprenderse los nombres de letra exacta de

todas las personas que conocía.

La silla y el café estuvieron listos. Yiresia disfrutó el intenso olor antes de tomar un poco.

— ¿Y bien? ¿Qué querías decirme?

— Oh, cierto. Por poco me olvido a que vine.

—...

— Yo, Yiresia, la… No, no tiene sentido enunciar un apodo que hace años dejó de existir… Yo, Yiresia,

tuve una visión.

Las voces vocearon, y el Rey se enderezó.

Algo que muchos quizás no sabían, era que esa mujer coqueta y de edad desconocida, contaba con

el don de la profecía. Fuera mala o fuera buena, la profecía se cumplía a menos que se tuviera en

cuenta cómo evitar ese destino. La mayoría de las veces seguía lineal y acababa dando a luz la

palabra imbuida de autenticidad.

De posibles muertes, a rasparse la rodilla. Sus profecías eran de todo tipo. Podían ser de gran

alcance como para abarcar el reino, o de una niña que conseguiría pasar su examen.

— ¿Qué viste?

Ella, tomando aire, se bebió la mitad de su taza de café.

— Como lo pensaba, el café que yo hago es cinco veces mejor que el de aquí… — Volviendo a

respirar, dijo – En el lapso de dos años, le cederás el mando del reino a tu hijo Allen.

Interrogantes aturdidas y de pavor cundieron en la sala. El aire, como una cuerda floja, se tensó. El

malestar estomacal entró en varios servidores cercanos a su majestad. La noticia fue chocante. Entre

líneas, anunciando la caída del regente actualmente puesto en el trono.

— ¿Qué dijo?

— ¿Será verdad?

— No puede ser, el Rey muestra buena salud y tiene el Don de la Fortuna.

— Pero si es verdad, estamos acabados, el príncipe sigue siendo un niño.

— Si llega a ser Rey me tiró de la ventana.

— ¿Qué pasará con el reino?

Edgar, llamando al silencio a sus súbditos, humedeció sus labios con la lengua.

— Yire, lo que quieres decir, ¿es que moriré prematuramente?

En su voz brotó tristeza y resignación. Si Yiresia anunciaba su muerte a los cuatro vientos, debía

tener serias convicciones.

— ¿Ah? ¿Estás chiflado o qué? Yo nunca dije que morirías.

La sala se torció en desconcierto. El mismo rey ladeó su cabeza vuelto un lío.

Cederle el reino al hijo que aún no contaba con veinte años solo podría deberse a la muerte

temprana del rey.

— ¿A qué te refieres?

— Dije que el reino sería puesto en manos de tu hijo, no que morirías. ¿Tantas ganas tienes de

adjudicar?

La miseria de sus burlas no pudo moverlo a quejarse. La noticia seguía siendo impactante.

— Lo que deja la segunda parte de la profecía… — Bebió el resto del café, aunque no tanto de su

agrado. – Cederás el reino temporalmente por encargarte de otros asuntos más importantes que

merecerán tu completa devoción. Algo que solo tú podrías hacer.

—…

¿Algo que solo él, un rey de pocas habilidades destacables, podía hacer?

Algo, y solo eso, que ponía al Rey Edgar por sobre todos los demás, eran las impresionantes

estrategias que pondrían al enemigo de cabeza. En todo lo demás, era promedio. Necesitaba

constante ayuda de sus asociados para llevar adelante la nación.

¿Qué situación de grave solicitud necesitaría su talento para trazar estrategias?

— Lo que sigue son cosas menores, como que tendremos problemas con Flyers, y que el clima se

volverá algo alocado, cosas superficiales.

— Yo creo que nada de eso es superficial. Las relaciones que tenemos con Flyers son tensas, y

cualquier incentivo podría estallar la guerra entre—

— Lo que pone la palabra clave y la imagen que vi con ella.

No vio problema en interrumpirlo. No tenía tiempo de sobra como él.

— Vi la imagen de un hombre sosteniendo un cuerpo, si era de mujer o un hombre, no sé, pero

sostenía a alguien frente a un mar de llamas. La palabra clave fue esta… — Haciendo hincapié en el

suspenso, dijo – Well El Valeroso.

El estoicismo acabó por derrumbarse. El nombre del hombre más prestigioso del país dio luz a

nuevas incógnitas.

Well el Valeroso, promotor de la Reforma Religiosa hace 475 años, salió de boca de Yiresia en una

profecía bañada de misterios.