Asalto 5 – La provincia de Zazaphe.

(…)

A causa de la tierra, roca y ramas que se interponían en el rumbo de la rueda, el traqueteo que

silbaba mientras avanzaba en línea recta rellenaba ese espacio de un ruido no agradable para el

oído.

A eso se añadía las pisadas de las pezuñas de los corceles que llevaban adelante el carruaje de

arreglo comercial. La vibración que movía la figura de madera los mecía de un lado para otro, pero

no perturbaba por completo su día.

Adentrándose en la cortina que tapaba la parte de atrás, se veían un montón de canastas repletas de

verduras y enseres orgánicos. Nabos, papas, zanahorias, lechuga, manzanas, calabazas, y frutas

invaluables como uva moscatel, daban hasta el final donde se tirara la vista dentro del apretado

carruaje.

En un punto, tres personas se transportaban dentro de ese lugar, tolerando el escaso espacio con

que contaban.

En un pequeño espacio de la carreta, un chico de serenos ojos rojos, repasaba un par de papeles que

consiguió antes de comenzar su cruzada.

En contraste con el montón de verduras y frutas, un cabello de tintura rosada como una flor brilló en

medio de la oscuridad. La joven, dueña de ese precioso cabello que tocaba su cadera, respondía al

nombre de Urano.

Ella apartó una cesta de rábanos, enfurruñada.

— Oro-Kun, ¿por qué teníamos que elegir, entre tantas opciones, un apretado carruaje de un

comerciante?

Orochi, centrado solo en el papel que tenía en sus manos, contestó sin mirarla.

— Ahorramos dinero.

— ¡Como si necesitáramos hacer eso!

¡Tenían un montón de dinero de su anterior trabajo! ¿Por qué iban en un transporte así, cuando

podían buscar algo mejor?

El aire alrededor de Orochi no se perturbó de ninguna manera. Sus defensas anti-Urano estaban

altas a esa hora de la mañana. Deberían ser como las 6.

Se auto-recordó comprar un reloj colgante. Eran carísimos, pero podría obtener un descuento por

uno usado.

— Los carruajes cobran 8 monedas de plata para la provincia de Zazaphe, todo por la distancia de 40

kilómetros. El comerciante aceptó llevarnos por 20 monedas de bronce, equivalente a solo 2

monedas de plata. Es una ganga si hacemos comparación.

— Pero si hubiéramos alquilado un carruaje no estaríamos apretados y oliendo verduras.

Algunas poseían un olor fuerte que molestaba la nariz.

Orochi no habló más.

No le importaba soportar algo de incomodidad si con eso ahorraba dinero.

¿Por qué ella no podía hacer lo mismo?

— Deberías aprender de Mistic.

El hombre alto dormía acurrucado en una esquina, usando un saco de mazorcas como almohada. El

ruido de la madera chocando y la tierra no alteraron su sueño. Su cabello largo amarrado reposaba

sobre el saco.

— Mistic es diferente, eso es todo. No vale hacer comparaciones.

Mistic se ganaría el premio a la persona más tranquila de los allí presentes.

Urano, readaptando el orden de las cestas de manzanas para darle un camino, cruzó entre ellas y

atrapó un espacio liberado que Orochi tenía a su banda derecha.

—…

Retirando su cabello rosa a su otro hombro, reclinó su centro de masa y plantó sus pupilas violetas

en los papeles que sostenía Orochi. La separación disminuyó, y la fragancia natural del cabello de

Urano embotó el perfil imperturbable de Orochi, al punto de fruncir el ceño.

Silenciosamente removió su cuerpo, pero quitarse a Urano no era posible con la carreta repleta de

enseres y bienes de comercio.

Por un segundo, lamentó tener un carruaje tan pequeño.

— Urano, quítate, tu cabello estorba…

— Deja de tratarme como un estorbo, ¿sí?

— ¿No lo eres?

Ella colocó un puchero sobre sus labios.

Orochi regresó su mirada a los papeles. Allí poseía algo de información de las latitudes con que la

provincia de Zazaphe contaba.

Teres Bathill, sacerdote activo del clero del templo Deus ubicado en la provincia de Zazaphe, de 56

años, casado por tercera vez, y un hombre honrado sin mancha alguna.

Como si eso fuera posible.

Además de tener lascivia por las jóvenes, su avaricia por el dinero casi era digna de elogio. No

contaba como un crimen, pero podría competir en la cima por el puesto de la persona con más hijos

bastardos.

Para hablar de la santidad moral, su expediente estaba manchado de actos pecaminosos que

atrajeron enemigos que querían su cabeza. Lo que detenía cualquier atentado, era el respaldo de la

Asamblea Religiosa asociada al gobierno que no permitía que Teres fuera tocado o arrestado por las

autoridades disciplinarias.

Al presente, en el reino Eclipse, los hombres puestos en el clero o cargos religiosos eran respetados,

e intocables por la ley y las personas por el manto protector de su fe. No todos eran malos, pero

algunos aprovechaban eso para hacer todo tipo de maldades. Desde la Reforma Religiosa hace 475

años y la implementación de la fe cristiana, se dispuso al pueblo misionero la protección de la

libertad de su fe, como la construcción de templos por todo el territorio nacional.

Hubo un movimiento brusco que movió a los ocupantes del carruaje.

— ¡Uah!

Urano cayó sobre el regazo de Orochi, con él oliendo su pelo sobre su espalda.

Desde afuera, la voz del anciano se escuchó.

— Ah, perdón… Error mío… ¿Estáis todos bien?

—...

Orochi escupió un mechón de pelo rosado, e instó a Urano levantarse.

— ¡Oh, buenas noticias, ya veo el campanario de la iglesia!

— ¡…!

Orochi equilibró con su mal humor una sonrisa curada de enojo. El fin de este viaje de dos horas

acabaría pronto.

(…)

Poniendo cuidadosamente cada moneda en mano del comerciante, Orochi contó exactamente las 20

monedas de brillo ocre, sumando una por la rapidez en llegar al destino. Inherente en él, el hombre

no mostró avaricia en sus ojos por el dinero y agradeció sinceramente su aporte generoso a sus

finanzas.

Urano descendió de un salto de atrás de la carreta. El polvo roció los pies de Orochi.

Urano, poniendo rectos sus brazos, estiró su acalambrado cuerpo, disipando los efectos del extenso

viaje.

Mistic asomó su rostro por detrás del vehículo. De ojos adormilados y entrecerrados.

— Buenos días.

— Solo has dormido unas horas. Sigue siendo el mismo día. – Dijo Urano.

— ¿Enserio?

Dando un gran bostezo, Mistic bajó ambos pies de la carreta del mercante. No levantó polvo, el

crujido de la tierra bajo la suela de sus zapatos no llegó a oídos de nadie.

El clima de aire caluroso abrazó las personas de proceder desconocido, causando variadas

reacciones.

Orochi sintió agradable el intenso calor. El sol que podría quemar su cabello, le entregaba energía a

su piel pálida. Como ser humano, detestaba la luz, pero por otro lado, le parecía bien algo de sol de

vez en cuando.

A su madre y hermano eso era antinatural. A ninguno de ellos les gustaba.

Para Urano, el calor pinchando sus poros elevó su desagrado a 10. La carreta demostró tener más

frescura que las afueras de la provincia. Ni cinco minutos se necesitaron para que se sintiera

encendida, cegada por la luz, y con su saliva secándose dentro de su boca.

— Hace calor ¿no?

Riendo jocosamente, el vendedor le pasó una bolsa de manzanas a Urano. Ella miró retraída el

obsequio.

— Eh, no creo que sea adecuado comer fruta ahora. Solo me secará más la boca.

— No, no, señorita. Estas son manzanas Manantial, cultivadas en Dew.

¿Y eso que tiene que ver?

Pareció decir a través de su mirada.

Mistic, tomando una de las hermosas frutas rojas, ayudó al mercante con la definición.

—Las manzanas Manantial son conocidas por calmar la sed y refrescar. Dew es muy reconocido por

la más grande plantación de manzanos Manantial. Las propiedades originales de esta fruta son

tomadas favorablemente para los viajeros o personas que vivan en lugares donde haya mucho calor,

como aquí.

Apenas terminó su explicación, Urano tomó las manzanas y las adoró con ojos brillantes.

— Muchas gracias por darnos alto tan útil, señor Qin.

— Me llamo Dick.

— Dick, señor Dick.

Era un asco aprendiendo nombres nuevos.

Orochi, entregó su agradecimiento con un asentimiento. El hombre se despidió de ellos y continuó

con sus negocios.

Urano mordió la esquina de una de las manzanas. La sequedad de su lengua y boca languidecieron

con la entrada del nuevo factor dulce y refrescante. De ligera diferencia, podría decir que bebía

agua. La presión del aire caliente disminuyó considerablemente, resultándole más fácil caminar sin

jadear.

Mistic y Orochi medían el pueblo con ojo acusador.

Decidieron llegar lo más temprano posible por una razón en particular.

Antes de las doce el templo abría sus puertas. Era un buen momento para investigar.

La provincia disponía de un ambiente caluroso pero bastante tranquilo.

Una pareja elegía entre dos vestidos de seda que un vendedor ambulante les ofrecía. Grupos de 5 o

más niños jugaban a la pelota o se perseguían entre sí.

— Se ve animado… — Murmuró Urano. Su tercera manzana pereció.

— Parecen ingenuos.

— ¿Cuándo iremos a matarlo?

— Espera, Urano… — Mistic tocó el hombro de la chica. De paciencia abundante, le explicó – Antes

de eso, tenemos que observar el objetivo, y encontrar una posada para quedarnos.

— ¿No podríamos solo ir a matarlo?

— Idiota. Primero necesitamos investigar, y ver la mejor manera de encargarnos de él.

Explicó Orochi.

— Uh, ok… — Buscando otra manzana, tiró su figura a manos de Orochi. – Puedes tener una. Son

verdaderamente refrescantes.

— Gracias.

Estirando la mano, ofreció una a Mistic amablemente. El hombre de ojos decaídos sonrío.

—Perdón, no tengo ganas… Ya estoy harto de ellas.

— ¿Huh? ¿Harto? ¿Las has probado antes?

— Un poco...

Que sospechoso.

Casi pudo ver algo de nostalgia brillar dentro de sus ojos.

Aun existían un montón de cosas que no sabía sobre Mistic.

Tampoco poseía pistas.

Una parte de ella se preguntaba si su nombre era falso.

Comenzó a comer su manzana.

Urano provenía de una familia de clase media, que quiso contraer alianza con una más grande.

No obstante, las cosas terminaron mal cuando el prometido de Urano quiso forzarla. Ella, siendo

quien era, no se dejó intimidar y le rompió los dientes y algunas costillas.

La familia, al enterarse, estallaron en cólera. Toda la culpa fue echada sobre ella, de manera injusta.

Aun cuando era la víctima, fue vista con malos ojos y juzgada. Incluso sus padres decidieron

renunciar a ella para no perder la relación con la otra familia.

No de no ser por ayuda de su hermano, no habría logrado escapar.

Vivía gracias al dinero que él le dejaba cada mes. Pasó así algún tiempo, hasta que conoció a Orochi.

Luego, de alguna manera, se terminó uniendo a Blackguardly.

Luego de venir ella, se sumó Mistic.

Contrató a Mistic cuando el Asilo estaba en reconstrucción. El tipo yacía envenenado a los pies de un

árbol seco, a punto de dar su último aliento. De no haber contado con su ayuda, habría acabado

convirtiéndose en abono para las plantas.

Apenas se recuperó, se unió al grupo.

Así nació el grupo de asesinos Blackguarly. Llevaban un año ejerciendo.

Lamiéndose los dedos, terminó echando a la basura el resto de la fruta roja.

— ¡Oye, chico! ¡Aquí tengo una capa anti-sol de la mejor calidad!

Un vendedor con vestidos tanto masculinos y femeninos voceó detrás de Orochi. La venta era el

punto fuerte de esta provincia con una población de 5.000 habitantes. Debería estar familiarizado

con este método para atraer clientes.

Orochi hizo oídos sordos.

— Oro-Kun, te llaman… — Urano giró su cabeza, pero Orochi la regresó al frente.

— Ignóralo. No estamos de vacaciones, y es importante no despilfarrar el dinero.

— Hm…

— ¡Chico, esta capa está hecha de seda de Arañas Eclipsadas! ¡El sol no puede calentarla y aísla a

quién la usa del calor del sol! ¡Te la vendo por 6 de plata!

—…

Orochi declinó la afirmación de antes, y regresó en sus pasos.

— Démela.

El vendedor, iluso por su cambio inédito de actitud, asintió emocionado, pasándole la capa de

negrura desmedida y unos bordes encarnados de rojo.

Orochi asintió. La ropa daba veracidad de lo que decía el hombre. Su material era seda de las Arañas

Eclipsadas. Esto le sería útil para sus misiones en lugares demasiados calurosos.

La seda de las Arañas Eclipsadas era especial. Evadía los efectos del frío y el calor. Los viajeros que

pensaban pasar por desiertos o lugares congelantes solían comprar prendas con ese material.

A Orochi, que amaba la frescura del invierno, esto le gustaría a la par con el descuento generoso del

hombre.

Regresando a pasos veloces con los dos, sintió la mirada crítica de Urano.

— ¿No había que ignorarlos?

— Solo en caso de que su oferta no nos interesara. Conseguir ropa de seda de Arañas Eclipsadas es

difícil… — Los que conseguían el lujoso material corrían el riesgo de convertirse en comida de araña.

Esto elevaba el precio del material por cinco veces. – Y tenía descuento.

— ¡Fuiste incentivado por el descuento! ¿Qué tienes con tu manía de ahorrar? ¿Acaso se estafaron

de joven o algo?

— No lo considero manía. Solo soy cuidadoso de como gasto mi dinero.

— Lo haces sonar de una forma realmente genial.

— Allí hay una posada…

Mistic redirigió la atención de la pareja a otro lugar.

A donde él señaló, yacía una posada de mediana calidad. Por su aspecto, pasar la noche no debería

ser de alto precio.

Por verse barata, Orochi no dudó en entrar. Detrás de él, Urano inclinó la cabeza hacia atrás y

graznó.

Moviendo con la mano la cortina de gris ceniciento, Orochi entró en el lugar. En la recepción, un

hombre se abanicaba algo de aire a su rostro y cuello. Para ser ciudadano de años, el calor nunca

dejaba de serle insoportable.

— Bienvenido ¿En qué puedo ayudarle?

Dio cordiales saludos a los extraños.

De chirridos molestos, Orochi pisó la madera, comprobando con sus ojos que aunque el aspecto

inicial de la posada no era de la más nueva que había visto, contaba con mantenimiento y un tipo de

calidez en los detalles simples, como un bol lleno de caramelos en la recepción.

Orochi colocó su mano en la mesa.

— Quiero reservar una habitación para tres personas, por favor.

— Uh, ok… Tengo disponible… Son 12 monedas de bronce. — Buscando en las llaves de las

habitaciones disponibles, miró de reojo al grupo de diferentes caracteres. — ¿Son familia…?

Urano, salió rauda a coger el brazo de Orochi. El gentil calor de su cuerpo atrapó al pelinegro

desprevenido, pero que haciéndose de valor, no permutó su expresión.

— Somos pareja… — Ronroneó a su lado, frotando su mejilla con su hombro. – El otro es mi

hermano, estamos de viaje familiar… Claro, mis padres se retrasaron, pero no es algo que importe,

acordamos reunirnos en otro lugar, pero el viaje nos dejó cansados…

Elocuente y de gran capacidad verbal, Urano controló el flujo de la conversación.

Orochi entró.

—Solo nos quedaremos una noche y seguiremos nuestro viaje… Como no podemos gastar tanto

dinero, elegimos una habitación para todos.

— Ah, ok. – Poniendo en manos de Orochi la llave correspondiente, le sonrió a Urano. Ella miraba

codiciosamente los caramelos. – Puedes tomar uno.

— ¿Enserio?

— Son gratis.

— ¡Ah, entonces yo…!

Orochi la pellizcó, deteniendo su atraco.

— Limítate a uno.

— Uh, ok… — Hinchando las mejillas, se limitó a solo tomar uno.

El posadero sonrió animadamente. Los nuevos visitantes le cayeron bien.

— Si me disculpa, ¿Podría decirme qué hora es?

— ¿Uh? Claro.

Rodando en su banco que usaba de taburete, miró por detrás de él. El reloj que le costó un montón

de dinero colgaba y marcaba las 11 en punto.

— Son las 11 en punto…

— Gracias…

— ¿Por qué quieren saber la hora?

Orochi, rascándose la mejilla, dijo:

— Queremos visitar el Templo Deus para hacer unas plegarias…

— Oh…

Solo dijo eso, pero el contraste sombrío con su anterior actitud animada fue notable para el trío. Le

bajó dos a su energía, recordando hechos desagradables que marcaron su memoria.

— Bueno, mientras cuides a tu chica, no habrá problema… No le quites el ojo de encima, no sabes

qué tipo de personas pueden codiciarla…

Entre líneas, advirtió que velara por la seguridad de Urano. Su preocupación era genuina. Sabía de

algo, o alguien que partía como un criminal contra las mujeres.

Y ese era Teres Bathill.

— Siempre lo hago, mantengo toda mi atención en ella.

— Que buen novio…

Bajando los hombros, el posadero encontró paz en su voz. La aseveración inflexible de Orochi de

cuidar a Urano le hizo ceder en sus preocupaciones.

Orochi no mentía, no dejaría que nadie pusiera sus manos sobre Urano.

Así tuviera que cortarlas personalmente para evitarlo.

(…)

De un blanco puro, la capa del hombre se agitaba cuando una brisa soplaba, en su cinturón llevaba

ceñida una espada metida en su vaina del emblema de un escudo plateado con azul. El blanco de su

camisa y pantalones solo era interrumpido por los contornos negros que venían a conjunto.

De pulcra imagen, el caballero en guardia, Sonata, se presentó ante la provincia.

Cabello alisado y naranja atardecer, y ojos púrpuras que venían a juego con su cabello que caía a los

costados de sus mejillas, y el mechón que tapaba la punta de su nariz. Caballerosidad irradiaba de

ese apuesto hombre en sus 15 o 16 años.

— Debo decir que tenía mis dudas, pero en verdad hace un calor tremendo…

— Por eso te dije que viniéramos con ropas más ligeras.

— Pero no habría garantía de que pertenecemos a la Guardia Real Lunar.

— Como si tú apellido no fuera conocido. Solo bastaría decirlo, para dejar las cosas claras.

El apuesto varón tuvo una reciprocidad más parecida a un altercado con uno de sus compañeros, un

chico más bajo y de cabello azul claro.

— ¿No podemos apurarnos y coger a ese tipo…?

Quien habló fue otro hombre de tez algo morena, y cabello gris claro. El color de sus ojos no era

visto por la máscara tipo teatral de color blanco y la otra mitad negra.

— No, necesitamos pruebas. Solo empeoraremos la situación si lo arrestamos sin pruebas sólidas.

— ¿Los testimonios de las jóvenes infamadas no son suficiente?

— Debería, pero la palabra de un cristiano se considera fidedigna. Para llevarles la contraria se

necesitan una cantidad exhaustiva de pruebas que prueben sus malos actos… — Dijo Sonata.

— Si los testigos no tienen un papel fundamental no tengo idea de cómo recogeremos pruebas

contra ese hombre, solo que lo cojamos en el acto y lo traigamos delante de las autoridades.

— Preferiría no llegar tan lejos. Si no podemos tomarlo por un lado, sus estafas a los viajeros podrían

ser nuestro punto de partida…

— Ah, eso espero.

Killsen, el chico de piel cetrina, esperó resignado a pisotear el suelo, moviendo el polvo que yacía

quieto.

— Lo más importante es discreción a la hora de aprehenderlo. Si se descubre que se le ha puesto

mano a un sacerdote, los demás seguidores de la iglesia darán protesta, incluso si el sacerdote

merece la cárcel.

El disgusto se extendió por los otros dos caballeros.

— Por el astro lunar, ¿Cómo esperan que hagamos eso? Lo hagamos como lo hagamos, nos

señalarán como los malos.

— Solo los habitantes de esta provincia estarán de nuestro lado, dado que conocen al sacerdote

personalmente.

— Pero para otros lugares, solo será injusticia para un seguidor devoto a Dios.

— Ah... Que rollo…

Sonata, no errando en pensar como ellos, miró hacia el frente. Su viaje constaba con el único

objetivo de darle caza al sacerdote estafador y lujurioso. Como segundo hijo de la casa Knight, sería

inaceptable no hacer nada por mantener el orden y la justicia.

— De todas formas, tenemos que darnos prisa… Al menos quiero darle un vistazo en el Templo.

— Entonces debemos ir rápido. Falta poco para las doce.

(…)

12 en punto. El sol expuesto en la cumbre del cielo, torturaba sin cesar a los visitantes.

La piel picaba, la suela de los zapatos ardía y los ojos se ofuscaban por la luz.

Moviéndose entre las personas de múltiples edades, dieron una vista a la lujosa entrada del Templo

Deus.

Llevando dos compuertas de material finísimo y pedrería preciosa, se abrieron, dando una cálida

bienvenida a los visitantes y creyentes.

A Urano se le saldrían los ojos. Tantas piedras lindas y caras al alcance de la mano.

— Urano.

¡Uah!

El jalón que vino desde su cabello la detuvo de hacer algo insalvable.

Orochi miró, y he aquí, que había una variedad de preciosas mujeres caminando hacia el templo. Si

pudo leer algo a recalcar de Zazaphe, serían sobre sus bellas jóvenes.

También la mayoría de su población era conformada por mujeres. Por cada hombre, había 4

mujeres.

Debería ser un chasco para las casadas celar a sus maridos en una ciudad donde las mujeres

sobraban.

Rodando los ojos, vio, además, que la estructura del templo era de primera, con los últimos avances

en arquitectura conocidos por la llegada de algunos Nippon a Eclipse.

La vidriera era espléndida, de colores vívidos de rojo, azul, verde y violeta. Figuraba en ella la imagen

de la virgen María cargando a un bebé recién nacido. No solo eso, el camino que se usaba para llegar

estaba construido estrictamente con losas de buena calidad de blanco puro, y una cruz de piedra lisa

partía el fin de las escaleras que partían a la entrada principal de tres metros de alto.

El aroma de las rosas blancas relajaba a quién tuviera olfato. El calor no prevalecía en esa belleza

que a todo constructor amaría por hacer.

— Bienvenido sea en bendición de la luna, señorita.

Levantó la vista.

Revisando, encontró a un hombre a unos metros más adelante entregando empáticas salutaciones a

quienes pasaban adentro del templo de techo alto.

Analizándolo en base a sus ropajes, sería un diácono de bajo nivel, que estaría a cargo de recibir a los

invitados y otros deberes más hospitalarios. Le cansaba ver blanco en toda su ropa, desde la parte

inferior que parecía un vestido (O túnica), a la parte de arriba que tenía un sombrero exagerado y de

una cruz dorada llevando una luna.

— Oh, bienvenido sea en el nombre glorioso de Dios…

— Ah, sí—

Ugh.

Encerró sus esferas rojizas en torno al hombre.

En aspecto, parecía ser nada más que un diácono apacible, pero Orochi sintió algo más. Algo

peligroso.

Su frecuencia… era peligrosa.

Teniéndolo tan cerca, podía afirmar que no era normal.

Aunque sonreía como un santo, desprendía hostilidad.

El sudor frío que recorrió su frente no fue rival para la aglomeración de escalofríos que enfermaron

su valentía. El aire se iba poniendo más cargante cuando lo miraba.

Los animales desde el principio saben si otro es más fuerte y peligroso. El sexto sentido de Orochi le

decía urgentemente que no se acercara a ese ser misterioso.

— Vamos, Urano, Mistic…

— ¿Qué pasa? ¡Uah!

Urano, siendo atraída de su mano, fue llevada al interior del templo, dejando al prelado atrás.

Orochi y el grupo caminaron en medio de las personas.

Urano miró abajo. Orochi no mostraría este atrevimiento solo por paranoias. No comprendía eso de

no ser humano totalmente, pero tenía algo que los humanos no; el verdadero discernimiento del

peligro.

Humedeciéndose la garganta, Orochi atrajo a los dos.

— Mejor no se acerquen a ese hombre. No sé qué es, pero no es humano…

— ¿¡Eh!? P-Pero no sentí nada…

Mistic asintió

— Yo tampoco. Parecía perfectamente humano.

— Es por eso que deben permanecer lejos de él. – Aseveró Orochi. Mirando disimuladamente a las

personas, dijo – Si tuviera que explicarlo, solo diría que tiene una inherente afinidad con las artes

oscuras.

— ¿Artes oscuras?

Mistic respondió a Urano.

— Brujería y magia negra.

— ¿Eh? ¿En qué se diferencian de la magia que se usa normalmente?

— En todo. – Contestó Orochi serio. – La magia que usamos puede ser usada para múltiples

propósito, como defenderse, atacar, construir, entrenar, trabajar, etc. Dependiendo de la persona,

puede ser usada bien o mal. Pero la magia negra y la brujería son especialmente para causar el caos

y actos perversos que destruyen la barrera que separa la humanidad del morbo.

— ¿Algún ejemplo?

— ¿Qué te parece un bebé que es poseído y asesina a su madre, hermano y padre?

— ¡Iah! ¡Ya me diste suficiente información! ¡Ya entendí! Nada en relación con la magia normal.

— Ya ni siquiera se puede considera magia.

— Entonces ¿Ese viejo tiene una relación severa con la magia negra?

— Posiblemente. Exudaba por todos lados un podrido olor a muerte…

Arrugó la nariz diciendo eso.

— Ok… Lo entiendo. Pero, Oro-Kun… — Temblando, miró hacia su mano. — ¿Cuándo piensas

soltarme…?

— Uh, ah… Pensé que ya lo había hecho…

La perturbación que le provocó ese hombre de artes oscuras nubló su sentido, haciendo que

sostuviera firmemente la mano de Urano sin soltarla.

— Perdón…

Urano, sonriendo como doncella, ronroneó de vuelta:

—B-Bueno, no es raro que en un equipo de personas de sexo opuesto ocurra la atracción entre

compañeros. No te culpo por sentirte así… Incluso me tomaste la mano…

Mistic rompió el silencio levantando la mano.

— En realidad, Urano, también tomó mi mano.

— ¿Eh?

Viendo bien, comprobó engorrosamente que tanto a ella, como a Mistic, fueron llevados de la mano.

— ¿¡POR QUÉ TÚ!? – Bramó furiosa, más con Mistic que con Orochi.

— I-Incluso si te quejas conmigo…

— ¿Creíste que solo te tomaría a ti? Idiota… En la escala, eres la última de la pirámide… Mistic está

por encima de ti…

— ¡No puede ser que mis encantos femeninos estén por debajo de un hombre!

— Es la verdad, acéptala.

— ¡Eres…!

— Es bueno ver visitas animadas…

—…

Recurriendo a un silencioso retraimiento, el trío se giró hacia la dueña de la voz. No pesaba con

malas intenciones, pero…

— Ah, discúlpenme, me metí sin pensarlo dos veces.

De ojos velados, la mujer dio disculpas en forma de reverencia. Su cabello de marrón oscuro resbaló

por encima de sus frágiles hombros. Su vestimenta de temática religiosa embaucó las sospechas de

los tres asesinos.

Orochi exhaló simulando alivio, levantando la mano.

— Ah, disculpe, es solo que nos sorprendió…

Debe pertenecer a este Templo… Será mejor no levantar sospechas… Vamos, Urano.

De frío temple, Urano tomó la mano de Orochi. Volvieron a compartir el calor.

— Ah, hola… Me llamo Ura, y él Oro-Kun, el otro es mi hermano, Mis… Queríamos pasar para dar

plegarias por nuestro viaje…

Le fue bien simplificando los nombres. El nombre verdadero de un asesino era su etiqueta de

triunfo. Decirlo a la ligera podría acabar con ellos siendo decapitados o capturados.

— Un placer conocerlos, soy Mize, de la sección de mantenimiento del Templo Deus. No soy más

que una asistente, pero asistir a los hombres ungidos de Dios es como un sueño. Un gran privilegio…

Derramó admiración de su voz, pero, no logró conmover el corazón de Orochi.

— Ya veo.

Las personas devotas… cómo las odiaba. Toda su vida, prendidos de su fe sin sentido, trabajo o

riquezas, para que al final no lograran nada.

Y no solo eso… Esta mujer, no lo decía enserio.

— Entonces, tomaremos asiento por aquí, Mize-San… — Orochi, llevándose a su grupo, se metió a la

esquina de los bancos que aceptaban a los visitantes y creyentes.

La mujer no encontró palabras. Fue ignorada valientemente por esas personas.

Orochi odiaba a las personas devotas, pero no por eso las detestaba como para matarlas… Lo que

más odiaba, era los que mentían y se escudaban detrás de su fe o seguridad.

(…)

Los espacios libres de los bancos fueron siendo ocupados uno a uno. Esto le privilegió a los tres una

vista más amplia de la zona interior del templo.

Urano probablemente no lo recordaría, pero Orochi sí. En la información que sonsacó de Teres, con

ello estaba una representación a lápiz. Su memoria no fallaría ahora.

Simulando emoción falsa, llevó sus ojos a donde fuera, hasta que lo vio.

Allí estaba, posado en medio del altar, con vestiduras sagradas y de blanco y azul, de contextura

redonda y rechoncha, ojos injertados en sus cuencas como pedruscos redondos, manos que

estiraban dedos gruesos y cortos, sus piernas y la forma circular lo graficaron como un trompo a

punto de girar.

Su rostro… era de un santo viviente, ligado a la piedad y la benevolencia.

— Se ve muy decente cuando está en público… — Comentó Urano bajando la voz.

— Sí.

El culto duró dos horas. En ese tiempo, Urano quiso imitar el coro de la iglesia, fracasando. También

deseó pasar al público cuando llamaron a alguien, pero Orochi la detuvo. No estaban viendo un

espectáculo de un mago. Fue inesperadamente desagradable ver como el sacerdote santísimo

toqueteaba diplomáticamente a las mujeres que pasaban a pedir una oración. No fue una vista de

las mejores.

Y lo que empeoraba, era la presencia de tres Caballeros de la Guardia Real Lunar perteneciente a la

capital Redricks. Desconocía por qué estarían aquí, pero podría ser por la misma meta que buscaban

completar. Si las autoridades recibieron una cantidad profusa de demandas por el sacerdote

lujurioso, entonces enviarían a caballeros que recolectaran evidencias claras para su arresto… Esto

sería problemático de completar.

Toda detención a cualquier seguidor de la iglesia sería vista como un crimen hecho por el gobierno.

Un pellizco sacudió a Urano. El desconcierto no fue largo. Orochi deseaba decirle algo.

— ¿Qué?

Orochi habló bajo. El templo estaba lleno de gente.

— Traten de no toparse con los caballeros, ¿ok?

— No te preocupes. ¿Cómo debería actuar?

— Tan estúpida como siempre, por favor.

— ¡Hey!

(…)

"Recolecten información del itinerario de Teres, yo iré a comprar algo de comer."

Dijo Orochi antes de irse. Urano y Mistic estuvieron de acuerdo. No chistaron en preguntar por qué

no podían ir los tres juntos. Un grupo que se moviera en todo tiempo se vería sospechoso.

— ¿A cuánto las brochetas de res?

— A diez de cobre.

— Deme 15.

— Hmm.

El vendedor recibió de Orochi las monedas color ocre apagado, entregando las brochetas de carne

calientes. El apetitoso olor perforó las fosas nasales del chico serpiente.

Bien podría comérselas todas, pero Urano acabaría por molestarlo el resto del día si llegaba con

nada. Que mujer tan problemática.

Devorando cinco de las brochetas ahumadas, aguzó el oído a los sonidos variados que enriquecían el

atardecer de la pequeña ciudad.

— ¡Tengamos un duelo!

— No quiero. Siempre terminas llorando.

— ¡N-No lloro! ¡Solo me entra polvo en los ojos…!

— No creo que haya tanto polvo para hacerte llorar todos los días.

— ¡Cállate!

Unos niños jugueteaban con espadas de madera, pero el segundo se aburrió a dos minutos de luchar

con el otro. El resultado era bien claro.

— Oye, querida, ¿No crees que estás comprando demasiado?

— No lo creo. Solo compro lo necesario para las provisiones para esta semana.

— ¡Ya van tres kilos de cada cosa! ¿Cuánto dinero piensas hacerme gastar?

— ¡Están en oferta! ¡Si no quieres que te sirva la comida del perro, estate quieto!

— ¿Crees que me puedes hablar así? ¿No soy tu marido?

— Una palabra más, y olvídate de comer durante varias noches.

— Ok, ok, no te pongas tan seria, amor mío. Baja ese puño, recuerda que te amo…

— Yo también te amo… así que déjame comprar.

— Ng... Ok.

La pareja de recién casados llegó a un acuerdo.

— ¡Agua bendita, vendo agua bendita de la mejor calidad!

— ¿Quién quiere pescado fresco? ¡Están recién pescados! ¡Incluso se mueven! ¡Oh! – El pez

literalmente coleó su rostro y se escapó de sus manos.

— Quién esté interesado en pasar una buena noche, pase por acá. Tenemos las mujeres más bellas,

delgadas y encantadores que pueda imaginar.

Un patrocinador de un burdel llamaba por clientes de todo tipo. Algunos incautos caían en la trampa

y entraban a ese mundo de placer mundano.

La vitrina privilegiada de dichosas botellas oscuras rebosadas del vino más fino atrapó sus ojos, y por

lo tanto, detuvo su ruta de vuelta a la posada. Dispensaba otras clases; vino blanco, vino rosa, vino

generoso, vino tinto, etc. Las etiquetas eran de hace muchos años, y la instancia distinguida de la

tienda era prueba de la suficiencia de su labor.

—…

Tomando la sexta de las brochetas, y masticándola, vio las muestras de vino a la vista.

Mi hermano ya debería beber, cumplió dieciséis hace dos meses… Espera, no tendría sentido que

siguiera las costumbres legales si no tenemos nada de eso en nosotros… Pero ya debería saber a qué

sabe el vino…

¿Compraba…? ¿O mejor no?

— Tal vez pueda…

¡KRONG!

Las brochetas se tumbaron a la tierra, escapando de manos de su dueño. La tierra arruinó tan

valiosas carnes asadas, dejándolas llenas de suciedad.

Orochi no se encontró en buenas condiciones para endechar la comida desecha por el suelo.

Gotas carmesís gotearon de su mano, el doble filo de la daga atravesó la carne de la palma,

incrustándose perfectamente.

Antes, entrando al pie del umbral, fue asaltado por un escalofrío de advertencia.

De no haberse movido a tiempo, la daga se habría incrustado en su cabeza. Antepuso las manos

como escudo, soltando todo lo que tenía a la mano. La comida terminó desperdiciada. Solo los

perros tendrían el placer de probarla.

Vendedores y transeúntes enmudecieron. Un ataque de esa velocidad habría matado a cualquiera.

La daga fue removida, y Orochi la tiró a donde no la viera. La hemorragia se apoderó de su mano, no

hubo espacio para no ver el rojo vivo de su sangre que se precipitaba a tierra. La ligera molestia solo

duró unos segundos. Sabía controlar bien el dolor… Aunque por dentro quisiera gritar.

Subiendo su mentón, atestiguó algo sobre los tejados.

De capa marrón noche y caperuza, el hombre o mujer saltó a otro tejado. El aire que enalteció su

capa dejó visible su pecho abultado y líneas definidas bajo el busto y las caderas.

Una mujer…

Sonrió.

Acabo de ser atacado cuando estoy en medio de una misión.

No obstante, no fue algo público, por lo que tachaba a los guardias y caballeros.

La mujer saltó a otro tejado. Su rápido escape lo dejó pasmado.

Las tejas color arcilla quebraban bajo los terribles y asentados saltos de la fémina. De su cabello

avellana anochecida y capa café fluía el aire.

Tomando el camino más entretejido de casas, tuvo la intención de perderlo.

¿Cómo pudo librarse de su ataque…? Estaba segura que estaba distraído. Nunca antes había

fallado…

Debía reacomodar el plan. Ese tipo no era humano. Primero iría a pedir consejo de su patrón y

entonces…

— ¡-! ¡Hk!

Rodó, cayendo por el tejado. Le causó algunos cortes por la piel… Fue mejor que terminar de piernas

amputadas.

Propagada de vida propia, culebreó por medio del viento, buscando a su presa. En términos

generales no debería ser amenazador y mucho menos mortífero, pero ahora era un instrumento

nefasto de la misma eficacia que una espada larga.

— ¿Q-Qué es eso?

— Mi bufanda.

— ¿B-Bufanda…? Pero eso…

La mujer afianzó sus pies a las tejas, metiendo las manos bajo su ropa.

Orochi, posado allí sobre el techo de tejas color arcilla, fue acribillado por incontables dagas

pequeñas del tamaño de dos dedos juntos. Debería haber muerto atravesado por todos lados…

Debería, pero no.

¡ZUN, PAM, KOM!

Los extremos de su bufanda oliva coaccionaron una sólida defensa en respuesta. Las dagas

dispuestas a matar cayeron con los azotes, perdiendo vigencia de la ofensiva.

Orochi llegó rápido a donde había llegado la asesina, saltando como cuatro metros de altura. Eludir

las dagas no requirió un solo movimiento. La bufanda que llevaba todos los días, respondió

ágilmente a la agresión y lo defendió.

No se vio abrumado por las dagas, solo siendo tela. Ahora mismo podía cumplir el papel de un

cuchillo bien afilado. Lástima que la mujer esquivó el ataque a sus piernas. De haber quedado lisiada,

se habría alzado con la victoria.

— S-Se supone que solo es una bufanda… ¿Cómo puede...?

— Y no te equivocas… Es solo una bufanda de tela común…

Simplemente tuvo algo de mi sangre en su elaboración…

— Por tu retirada estratégica al ser descubierta, deduzco que eres una asesina… ¿Quién te contrató?

Debería no haber llamado la atención este año…

—…

Tirando sus expectativas de terminar la pelea, ella se lanzó a las calles.

—…

No sería fácil hacerla rendirse, ¿verdad?

— No hay de otra, cuanto estés sin manos y piernas estarás más complaciente…

Subiendo por el aire, pisó tierra. Unos niños aplaudieron su acrobacia desde del techo a la calle,

entregándole ánimos. Orochi siguió el rastro de la mujer.

— ¿Qué pasa, chico?

— ¿Por qué corres?

— ¡Oh, que chico más genial, mira, Mamá!

El atardecer no era el mejor para comenzar una persecución. Retiraba o evadía las personas,

evitándose problemas con vendedores o personas de alcurnia. Yendo detrás, el cabello marrón

tintado de negro se grabó en sus ojos.

Ese cabello lo había visto en otro lado…

Ella se rebajó a intentar perderlo tomando caminos en zigzag y calles pequeñas y angostas. Debería

conocer bien estos lares para saber cuál camino era mejor para perderlo.

Salió de una esquina a la derecha, ella debería querer ser mutilada si pensaba que no podía

enojarse. Rendida al principio solo le habría traído una tregua o a lo mucho unos golpes, pero ahora

no estaba seguro de querer velar por su seguridad.

— ¡Espera…!

Cruzó gritando.

¡POW!

— ¡Uah!

— ¿Qué?

La colisión efectuó un poderoso choque de fuerzas. La espalda de una de las personas encontró la

suciedad de la tierra que barrió cuando cayó. Acalló un grito el peso que presionó su estómago. Fue

algo digno de ver. Dos personas, caminando, chocaron e hicieron un espectáculo. Habría que contar

los daños.

— Ngh…

Ay no. Veía doble. El golpe debió ser bastante fuerte si perdió los tiempos.

Orochi jadeó aire seco, abriendo los ojos. Tuvo algo de vértigo.

— ¿Uh?

Un rostro que solo podría describirse como precioso llegó a dibujarse en sus retinas. Al mismo

tiempo, el hombre permaneció quieto, mirando al chico de profundo cabello negro.

— Ah... ¡-!

¡No podía distraerse ahora con tipos guapos en medio de la calle! ¿¡Dónde estaba esa mujer…!?

Asentándose, se levantó a medias. La mujer, por ningún lado.

¡Demonios! ¿¡Dónde quedó…!?

—Espera—

— ¡Ah!

Un repentino jalón deshizo su impulso impuesto por sus pies y lo descendió de golpe. Su bufanda,

apresada en manos del hombre que aplastó por la caída, fue usada para atraparlo. Abrazado por la

fatiga, presionó las manos.

— ¿Q-Qué?

No tuvo la intención, pero igual salió de él una voz amenazadora.

Sonata tragó saliva. La intimidación no funcionaría en alguien como él, jurado a su deber de

caballero. Conservaba una serie de preguntas para ese chico de ojos rojos.

— ¡Suéltame!

— No puedo. Tu comportamiento es sospechoso, quisiera hacerte unas preguntas…

No fastidies…

Ahora viéndolo de cerca, hirvió por dentro. Era uno de los tres caballeros que estuvieron en el

templo hace una hora. ¿Por qué…?

Siendo positivos, la mujer estaría lejos, pero aun a su alcance. Si era negativo… Ya perdió la

oportunidad…

Su visión se tiñó de rojo urgido, acrecentando sus ansias asesinas. Presionó los dientes, alargando los

colmillos. Si usaba su bufanda…

— ¿Oro-Kun…?

Ajustó su respiración. Detrás, tenía a la persona dueña de su cuerpo y mente. Su nombre apodado

emergió dudoso.

Urano…

Sonata refirió a la mujer que veía el litigio.

De cabelludo velo rosáceo y ropa de viajero, la mujer que despedía exquisitez de sus retinas lívidas y

continente pequeño, cerró una de sus manos.

Frunció el ceño.

— ¡Hmph! ¿Q-Qué estabas pensando, idiota? ¿Por qué huyes de mí? ¿Por qué actúas como si

comprarme ese vestido sea el fin del mundo? ¡Eres un tacaño!

Resoplando como caballo de carrera, pisoteó la tierra, inclinándose a ver despectivamente a Orochi.

— Cuando me propusiste matrimonio, dijiste que me darías la luna y las estrellas, pero ahora no

quieres darme algo tan simple. ¿Acaso ya no me amas?

...

Entendió a qué quería llegar. La felicitó. Decidió usar la cabeza.

Exprimiendo sus células cerebrales, formuló una queja audible:

— No fastidies, ¿¡No sabes cuántos ceros tiene esa cuenta!? ¿Piensas dejarme en bancarrota?

De mejillas hinchadas de ardilla, Urano arremetió:

— Oh, vamos, hace mucho que no te pido algo caro. ¡Merezco algo elegante de vez en cuando!...

¿Qué pasó con el Oro-Kun de antes que me decía todos los días que me amaba?

Iba a llorar.

Sonata, sumido en la mudez inactiva, distinguiendo el intercambio típico de pareja, aflojó

lentamente el agarre sobre el extremo de la bufanda.

Urano reparó afanada en Sonata.

— Oh, disculpe, buen caballero. Mi esposo es un tacaño, y cuando le pido algo, huye de mí. ¿Cómo

puedo compensarle su buena obra al atraparlo?

— Ah, bueno, no es necesario. Solo chocamos…

Orochi resopló sonoramente para el caballero.

— Si te esforzaste en apresarme…

No necesariamente enmascaró el disgusto. Sonata, consciente, sonrió en un generoso intento de

tranquilizarlo.

— Ah…

¿Qué era eso…?

La bufanda, torcida en el encuentro accidental, resbalaba del cuello del pelinegro. Un corto tramo de

piel de su cuello entró a la vista… y en ello, unas extrañas marcas.

Orochi se defendió tomando de vuelta la bufanda. Rayos…

Orochi se quitó de Sonata, sacudiendo su capucha. Optimó la colocación de su querida bufanda tono

oliva sobre su cuello. Estar cerca de un caballero restaría años de su vida sobre la tierra. Vería

recomendable no toparse con ellos, de ser posible.

Urano ayudó a Sonata a ponerse de pie. De sacudidas comedidas, el caballero deshizo el polvo sobre

su ropa, casi mágicamente, haciendo trampa contra la lógica.

Orochi apretó los dientes.

Su antipatía por el caballero ya fue decidido por los cielos, o desde la fundación del mundo.

Además… ¿Quién se creía Urano dando esa terrible imagen de él? Para ser un rescate, la puñalada

dolía y sangraba.

— No parecen de por aquí.

Sonata llevó la puntuación a otro libreto. La peli-rosa enruló los mechones sueltos de su frente.

— ¿Qué te hace decir eso?

— Se ven despreocupados del ambiente.

— Oh, era eso. Sí, somos viajeros embarcados en una importante misión.

De asesinar a cierto sacerdote pervertido.

— ¿Y tú, señor caballero?

Urano arremetió dulce como la miel. Nadie diría que tenía malas intenciones.

—E n una misión… Lastimosamente, no puedo dar detalles de ello. – Inclinó la cabeza. Le disgustaba

ocultar información.

Orochi movió las cejas. Tal vez sería…

— Entonces estás investigando un caso controversial no apto para el público.

Sonata, sorprendido por dar en el clavo, abrió la boca de pez.

— Eso es...bastante acertado, de hecho.

Orochi, tomó a Urano de brazo. Su sentencia de comprarle lo que fuera que quería debería ser

ejecutada (No bromeaba con su pedido subliminal).

— Ok, te compraré eso que tanto quieres, así que vámonos. Tengo hambre…

— Sí. ¡Adiós, señor caballero! ¡Espero que puede cumplir su misión sin problema!

— Uh, eso espero también.

Tomando a su novio del brazo, se despidió candorosa del príncipe llamado caballero.

Uh… ¿Y su nombre?

(…)

2 de la tarde. Los tres pares de ojos divagaban si ver al jefe de cabello negro, o los papeles llenos de

jugosa información sobre el itinerario de Teres.

Su itinerario podría resumirse así:

1.

En la mañana, muy temprano iba al templo a preparar lo que se necesitaría para el medio

día.

2.

A las ocho, con todo listo, visitaba la casa de una de sus amantes (Dependiendo del día,

cambiaba la casa que visitaba).

3.

Disfrazado de persona común, se colaba a una taberna.

4.

A eso de las 11, le seguía la ida al templo a recibir los nuevos visitantes.

5.

Entraba en la casa de apuestas con los caballos, poniendo en la mesa parte del dinero de las

ofrendas al templo.

6.

En la noche, volvía a su casa, con su esposa legítima.

Cero dudas. Este tipo merecía morir. El número de amantes era exorbitante para contar. Se

desprendía de su legítima esposa para ir a abrazar otras mujeres. El descaro debería salirle de los

poros si tomaba el dinero que pertenecía a la Iglesia para sus apuestas. Y los ministros no deberían

beber…

— Matemos a ese cerdo…

— Mistic…

— Sí.

Una orden de Orochi, y Urano fue presa de Mistic.

Con Urano atada de manos, la conferencia de solo tres personas empezó.

— Ok, díganme sus ideas… — Con eso se refería explícitamente a Mistic. Urano quedaba fuera.

— Antes de eso, Orochi-San…

Orochi omitió un alarido. ¿Mistic…preguntando sobre otra cosa que no fuera trabajo?

— Escuché de Urano que te topaste con un caballero, ¿Cómo sucedió eso?

— Ah, buena pregunta.

No quería recordarlo ni un poco. Esa cara de niño bueno era lo que más odiaba en el mundo entero.

Pero su deber de jefe, aliado con la necesidad de comunicarles a sus cómplices el paisaje completo,

era inevitable.

Urano excavó el aire, algo faltaba.

— ¿Y la comida?

—…

A eso iba a llegar, idiota.

— Debido a asuntos inesperados, pereció en el suelo de Zazaphe.

Ocultarlo solo la lastimaría más.

Perdón, Urano.

—…

Modo depresión, activado.

Urano, la efusiva chica de pelo rosa, cayó envolviendo sus rodillas con sus brazos. La vida era un total

asco ahora que su cena fue arruinada.

Mistic le tocó la espalda. Mostró calidez al hablarle.

— Podríamos pedirle algo al posadero, o salir a una taberna a comer.

— Eso último no es posible.

Mistic separó las rendijas de sus ojos, moviendo sus retinas a Orochi.

— ¿Puedo saber por qué?

Orochi, enderezó su torso, con las piernas cruzadas como una X y las manos puestas sobre sus

rodillas.

— La razón por la que perdí la comida en primer lugar, fue porque fui atacado por una asesina en

medio de la calle.

— ¿Qué?

Confusión y temor de Mistic, indiferencia y apatía de Urano. ¿Esa es tu excusa?

— En resumen, cuando regresaba del centro de la ciudad, una persona me intentó asesinar. Pude

comprobar que era una mujer especializada en ataques sorpresas…

— ¿Una asesina? ¿O quizás una mercenaria…? ¿No estarán buscando…?

— No lo creo. Hemos tenido absoluto cuidado en todas nuestras operaciones. Aun no deberían

saberse sobre nuestras caras y nombres.

— Entonces debe ser otra cosa. Y de día…

— Lo entiendo.

El día era el mayor enemigo para un asesino. La tendencia de los crímenes se deslizaba bajo el manto

oscuro de la noche, fuera un asesino, ladrón o cualquier otro delictivo.

La noche se emparejaba cabalmente con los asesinos. Hacer un movimiento de día sería un error de

principiante que podría traerle la muerte.

¿Qué la hizo cometer esa falta?

— Esa habilidad no era de una novata, pero no tendría sentido atacar de día… Se expondría… —

Calculador, miró a Mistic. — ¿Alguna propuesta?

— Podría estar trabajando para alguien. Si su patrón nos desea muertos, y le falta paciencia, no sería

raro que le pidiera asesinarnos, a ti, en primer lugar.

— ¿Quién querría asesinarnos? Lo he comprobado, y pocos saben de los miembros de Blackguarly…

— Ciertamente… O…

— ¿Qué?

Mistic raramente hacía pausas como esa. ¿Qué pensó?

—… Orochi-San, ¿Y si esto no fue basado en nuestra identidades, sino en otro asunto más indirecto?

— ¿A qué te refieres, Mistic?

— Por ejemplo… Estorbamos a persona X, y esta, nos manda a matar por estorbar en sus negocios,

pero sin conocernos en persona.

— ¿Dices que no tiene nada que ver con quiénes somos?

— Pero, ¿Quién quisiera matarnos?

La verdadera pregunta vino sobre la mesa de la conferencia.

— ¿Y por qué?

—…

—…

Viajaron incontables kilómetros, restringidos a una carreta de comerciante, entraron en Zazaphe,

una provincia con el comercio como paladín para el 80 por ciento de su economía, y un clima

caluroso. El turismo no tuvo nada que ver, solo vinieron para hacer algo, matar al sacerdote Teres.

— Espera…

— ¿Y si él…?

Esto quedó claro. Las posibilidades no eran claras, pero solo una persona tendría motivos para

matarlos, y ese era su blanco.

(…)

Puntos brillantes resplandecían en el insondable lienzo negro azulado del cielo. Los grillos y ranas

realzaban su presencia con sonidos que ataviaban de quietud la noche. De día era particularmente

caliente, pero Zazaphe mostraba un lado contrario de la moneda cuando pasaba de las seis de la

tarde.

Exhalar emitía un aliento frío cercano al vapor que se topaba con el aire helado. En caso de no

contar con la ropa adecuada, o capas de telas suficientes, se sufriría.

Envuelto en una nube de olor repelente a cerveza, un hombre de cuerpo de trompo y piernas

delgadas como de pollo, llevando de la mano una botella a medio tomar, franqueaba por las calles

de camino a su casa.

El nivel de alcohol molía sus intentos de no tropezar. Sus pies le fallaban y se topaban entre sí.

Los ruidos de insectos infamaban sus oídos. ¿No podían callarse de una buena vez? Como disparos

golpeaban sus tímpanos, causando una jaqueca.

Solo faltaba poco, y podría dormir… Tal vez podría pasarla con su mujer.

Sonrió bajo la oscuridad del manto oscuro.

Ser sacerdote era lo mejor. La paga era buena, y no se podían meter con él. ¿Qué otra cosa podía

pedir?

Uh, en el templo vio muchos bombones. Le llamó el interés una mujer de largo pelambre rosado

formado por hilos delgados, su mirada lo sedujo cuando lo miraba.

No podía culparla. Era un hombre irresistible.

— ¡Cofcofcof!

Un ataque de tos rompió su burbuja de malos pensamientos. Su consumo de alcohol lentamente lo

estaba matando y deteriorando su salud… ¿Debería dejar de ir a la taberna?

Uh, como si pudiera.

Tragando saliva, miró, quedaba salir por una esquina y estaría a la puerta de su hogar, donde su

mujer lo esperaba, una belleza de 20 años. Como hombre de edad entrando en la tercera, era un

buen premio para terminar el día.

El silencio no podía serle más placentero.

¿Eh? ¿Cuándo se callaron los grillos y ranas…?

Que un porcentaje disminuyera su pronunciamiento podría verse normal, pero que aparte de su

respiración, no oyera nada, era…

Pasó largos años caminando por estas calles, ¿Por qué parecían otro lugar desconocido?

Asaltado por la inquietud, buscó su sirvienta personal, ¿Dónde estaba? ¿Por qué se sentía así?

— Parece que se dio cuenta… No tiene sentido ocultarnos.

— ¡-!

Tres pares de pies comparecieron ante el hombre de redonda contextura. Rayaron la oscura noche

repleta de estrellas y, plantándose, obstruyeron el camino del sacerdote.

—…

Eran tres. Dos hombres y una mujer.

Ese pelambre de lustroso rosado robó su aliento. La mujer de ojos violetas ni se dignó a verlo. Pudo

recordarla… ¿Por qué…?

Los otros dos hombres eran ominosos, de ropajes de viajeros, pero sus miradas lo calculaban como

una presa fácil y jugosa.

¡Oh, Dios! ¿¡Finalmente vinieron por su cabeza!? ¿Llegaron al punto de contratar asesinos…? ¡Serina

tenía razón! ¡Querían matarlo! ¿¡Y por qué no los asesinó como prometió!?

— ¿Q-Quienes son ustedes?

— No es necesario responder esa pregunta, Bathill.

El chico cuya estatura dejaba que desear tomó las riendas. Sería el jefe del grupo.

— ¿C-Creen poder tocarme y salir impunes?

—…

Urano, Mistic, ni Orochi derrocharon palabras vacías en ese tipo. Bastaría romperle el cuello o

arrancarle el corazón.

Un paso adelante.

El terror deformó el sucio rostro del religioso, que abriendo la boca, gritó un grito de ayuda de

repulsiva bajeza.

— ¡SERINAAAA!

Retumbó por encima de las casa y más allá.

El grupo no mostró indicaciones de nerviosismo. Mistic se encargó de que no hubiera testigos de los

que preocuparse.

— Oro-Kun, Oro-Kun, por favor, déjame matarlo.

— ¿Alguna razón?

— Bueno, a mí me pidieron el trabajo, y tuve una idea clara de lo malo que es este tipo.

— En ese caso…

— ¡Orochi—San!

— ¿Uh?

El dúo se fijó ahora en el gordo muerto de terror. Que estuviera casi meándose en sus pantalones no

fue algo de impresionar, pero si la mujer que apareció mágicamente.

Cabello anochecer parduzco y ojos comunes. No era nada más que una sucia asesina, al igual que

ellos.

— Vine lo más rápido que pude, Bathill-Sama…

El hombre, observando el reverso de las rodillas de su contratada, se pegó a ella, casi llorando.

— ¡Ah, Serina, que bueno que llegaste! ¡Si los matas ahora no me enojaré por no matarlos antes…!

¡Así qué…!

Que patético, pensaron todos. Dependiendo enteramente de una mujer.

— Ok, yo me encargo… Lo pondré en un lugar seguro…

Tocando su frente con la yema de sus dedos, un fulgor tragó al hombre y se llevó su presencia en

carne y hueso.

— ¿Magia de teles-transportación? – Dijo Mistic.

Era raro verla. Podría hacerse con objetos pequeños e inanimados, pero con una persona viva

requeriría mucha energía y poder mágico.

Sería un problema encontrarlo, pero tenían una ventaja.

Orochi cerró los ojos.

— Urano, encárgate de ella. Nosotros buscaremos a Bathill.

— ¡Sí!

— ¿Oh? ¿Creen poder hacerlo…? Lo tengo bien escondido… — Se jactó la mujer llamada Serina. Su

presentación como Mize no fue más que una artimaña astuta.

— ¿Por qué muestras tanta confianza?

La especialidad de Orochi tuvo lugar: provocar.

— Teles-transportar seres humanos no es fácil. Dudo que hayas podido sacarlo de la ciudad...

En otras palabras, seguía al alcance de su mano.

Sus dientes chirriaron. Orochi tenía razón. Ese tipo de magia no era algo que una chica común

pudiera aprender.

— Lo tengo bien escondido, te costará encontrarlo… - Insistió.

— Soy bueno buscando.

— ¿Crees que soy la única guardaespaldas de Bathill-San? Hay otro de mucho talento…

— Eso ya lo veré. Por ahora juega con Urano un rato…

Orochi desestimó el valor de las palabras de Mize o Serina de un manotazo, junto con Mistic, se

largó del lugar, poniendo a Urano a cargo de la mujer.

— Ok, ¿Comenzamos, señorita?

De serenidad indolente, Urano pidió un duelo.

(…)

Los choques de los tarros de cerveza volaban espuma.

Las risas y habladurías salían a flote por todo el lugar, internando la taberna de pura algarabía. El

olor de la cerveza y alcohol era algo fuerte para la nariz de un principiante en el mundo de los

adultos, pero para los viejos y hombres de mediana edad no representaba algo malo.

A esa hora muchos se reunían en derredor de las mesas, bebiendo y hablando de su duro día de

trabajo.

Las meseras iban aquí y allá llevando a los clientes sus pedidos de comida y bebida. Algunas familias

también venían y pedían una mesa grande.

Un hombre de dos metros guardaba al mesonero que servía unos tragos. Si alguien quería ponerse

violento o quería ignorar la cuenta, este hombre de cicatrices lo mandaría a volar.

Entrando con suma elegancia, las miradas se posaron en él. Su capa se movió levemente por la prisa,

y su caminar lo llevó a una de las mesas escondidas entre la multitud.

Plantándose, miró a los que lo ocupaban.

— Oigan, chicos… ¿En serio?

— ¡Ah!

A quienes observaba eran sus dos compañeros caballeros. Llevaban tres tarros de cerveza cada uno.

— ¿Qué están haciendo?

En su vergüenza, ellos bajaron la cabeza.

— E-Es que decían que aquí había buena bebida.

— Estamos en servicio. ¿Cómo esperan atrapar a Teres bebiendo en medio de la noche?

—…

Las contundencias de Sonata refrenaron sus ansias de embriagarse.

Sonata, tomando tiempo de tirar un suspiro, llamó a una mujer.

— Por favor, tráeme algo de cordero asado…

— ¡S-Sí!

Tomando asiento a vista de sus compañeros, esperó su comida.

— Lo dejaré pasar por hoy… ¿Ahora qué haremos?

— ¿Q-Qué esperas que digamos? Necesitamos pruebas…

— ¿Y si le ofrecemos un trato—?

— Ni hablar.

Killsen no llegó lejos con su propuesta.

— ¿Por qué?

— Si ofrecemos un trato, seremos lo peor de lo peor, no lo toleraré.

— A-Aun si dices eso, la mejor opción que tenemos es hacer que su esposa testifique, pero es poco

seguro que lo haga…

— Tendríamos que darle alojo en otra ciudad y protección… Podrían tildarla de bruja o algo parecido

y ejercer un juicio divino por injuriar a un varón de Dios…

— Entonces podríamos preguntarle por pistas…

— ¿Crees que coopere?

— Si es necesario, le daré trabajo con mi familia, pero resolveré este caso sea como sea…

— ¿Cómo tienes tanta convicción, Sonata-San? No es normal para alguien joven como tú…

El peli-azul se bebió un trago, pero se arrepintió y bajó el recipiente de madera.

— Iremos mañana. Según los vecinos, no vuelve a casa hasta que es de noche… Tendremos bastante

tiempo para interrogarla sobre dónde deberíamos buscar pruebas de su desfalco…

— Ok, no tengo oposición de mi parte. Lo dejo a tu cargo…

— Los Knight están hechos para liderar, al fin y al cabo…

Sonata, regresando a su habitual yo, cerró los ojos, sonriendo afable como una madre avergonzada.

— No, mi hermano es mucho más genial y solemne. No llegó ni a la mitad de su gloria.

— ¡Qué gran admiración!

— Simplemente lo estoy imitando.

— ¡Pues que gran imitación! No sabes cuánto te envidio. – No mentía. Enserio lo envidiaba.

Sonata Knight, para contar con quince años, ya formaba parte de la Guardia Lunar de Eclipse que

eran dirigidos por el gobierno dirigido por Edgar Pendragon. Para ser considerado un niño en mente,

tenía el alto necesario para hacerse pasar por un joven de 17 a 19 años. Su inherente talento salido

de sus genes le sirvió como anzuelo para colarse a la guardia.

Sus compañeros tenían consciencia de esto. Sonata estaba por encima de ellos, pero su modestia

honesta evitaba que sus celos echaran raíces.

La comida llegó, pero nada que pudiera embriagar a Sonata. Debería cumplir 16 si quería tener

permiso para beber (Aunque no es que lo quisiera, de todos modos).

— ¿Por qué siempre nos despachan para misiones complicadas?

El peli-azul tuvo la respuesta. Porque tenían a Sonata. El normal que este trio hiciera misiones de

reconocimiento y captura de personajes problemáticos para la sociedad. Sonata sobresalía en esta

segunda opción, casi tanto como su hermano. Se ganó el odio de los criminales por su talento para

aprehenderlos como si cazara conejos.

— Pero, Sonata, ¿No te sientes mal?

— ¿Por qué debería?

— ¿Tu familia no tenía algo que hacer?

— Ah, hablas de la visita… No importa, por año vamos como cinco o seis veces. Que falte una vez no

es ningún problema.

—…

Decía eso, pero se notaba que quería acompañar a su hermano. Si Sonata era impresionante, Silver

sobrepasaba lo que se esperaría de un caballero de noble corazón.

— Desearía ser tan despreocupado, en serio.

— No entiendo por qué querrías serlo.

(…)

Pagando por el servicio de comida y de bebida (En el caso de sus compañeros), salieron de la taberna

unos veinte minutos después. Sonata no veía necesario embriagarse cuando se suponía que tenían

un trabajo entre manos. Sus amigos lo aceptaron desanimados. Tener a alguien responsable era

bueno, pero a veces agotador.

— Ok, chicos, a primera hora de la mañana, cuando Teres Bathill salga, iremos a darle una visita a su

mujer—

¡Ghg! ¿¡Q-Qué!?

Hubo un choque. Una onda imperceptible para el ser humano, destiló un torrente de energía mágica

sobre su cerebro. La presión fue soportada, pero produjo un efecto de mareo. Sonata jadeó,

poniendo a sus amigos extrañados.

— ¿Sonata-San?

— ¿Qué pasa?

— H-Hay algo…

Contabilizando quisquillosamente, a unas cuadras se llevaba a cabo un enfrentamiento. Una energía

de oscura procedencia iba en dirección contraria y destinada al otro lado de la ciudad. Esto no era

bueno. No solo por allí, sentía una hostilidad inherente yendo hacia el otro lado.

— Siento diferentes magias chocar desde aquí. Algo está pasando, vamos de inmediato.

— ¿Q-Qué? ¿¡Ahora!?

— ¿Por qué?

— No estoy seguro de lo que es, pero como caballeros, tenemos que cerciorarnos de lo que sucede…

No era alguien a quién ellos pudieran ignorar. Probar suerte con sus órdenes los salvó en muchas

ocasiones.

— ¡Sí!

— ¡Te seguimos, jefe!

— Ya les dije que no me llamaran así.

Oficialmente, Tengen, el de cabello azul, era el caballero a cargo, pero le relegaba la responsabilidad

de las decisiones a Sonata.

(…)

¡ZUING!

— ¿¡Qué demonios eres!?

¡CHANG!

— Si parecías una chica débil… — Jadeó entre dientes, mordiéndose el labio.

Hebras de filo insondable limitaban el movimiento de Serina. Por donde caminara era recibida por

una infinidad de cuchillas. Sus instintos la salvaban, pero su cuerpo no evitaba los ligeros cortes que

se arremolinaban por toda su piel, desgarrando su vestido.

Si estas fueran unas cuchillas de trayecto directo podría evadirlas… Lástima que no lo eran.

Cada una de ellas poseía vida. La magia fluía en ellas, llenando cada centímetro, haciendo que el

control fuera cosa de niños.

Un corte desgarró el busto de su vestido. Emergió la sangre por la separación de su piel.

Esto no era cuchillas…

Brillando de estipulado rosa florar, azotaba a donde quisiera huir. Su hermosura no era opacada, y la

luz lunar solo expresaba con más fervor su color rosáceo de capullo.

La dueña de esa estratagema – Urano – desdeñaba su contrincante igualmente mujer. De cabello

más extenso, azotaba los posibles ataques o escapes preparados por Serina.

No defraudaría las esperanzas que Orochi que depositó en ella.

— Oye, ¿no podrías rendirte…? Ya Mistic y Oro-Kun salieron a buscarlo, será cuestión de tiempo

para encontrarlo.

Era cierto. Rendirse y aceptar un alto al fuego a cambio de entregar a su patrón salvaría su vida.

— Lo lamento, pero no puedo hacer eso…

— Uh, quería ser buena, las dos somos chicas…

Viéndola de cerca, sería de su edad. En otro tipo de universo, podría haberse hecho su amiga, pero

no se podía en este mundo que tenía ante sus ojos.

Urano movió los labios.

— ¿Vale la pena morir por ese tipo?

— No sé, pero no me gusta perder ni rendirme.

— Sigue siendo mejor que morir en vano, ¿no crees?

¡Ese tipo no merecía nada de ella! ¿Por qué lo protegía?

Pero… No había nada que pudiera hacer.

Serina, aplazó la visión de Urano empobreciéndola con un muro de tierra y polvo. Urano, odiaba la

suciedad, retrasó sus movimientos solo para evitar ser golpeada por la polvareda.

Serina se movió debajo de las sombras, aprovechando el corte de humo que levantó sobre los ojos

de Urano.

— ¡Te tengo! ¡Hk!

¡SHUMP!

Lidiando con la puñalada bajo sus costillas, la enredadera de cabello se envolvió tanto en el cuchillo

oculto de Serina y su antebrazo. La presión destrozó huesos.

— ¡…! ¡Ghaaaaaaaaaa!

No gritar sería imposible.

Más la presión no aflojó sobre el miembro partido.

¿C-Cuánta fuerza tenía ese cabello?

— Oye…

— ¡Uah!

No, no, no, no, no… ¿E-En serio? ¿Hasta aquí llegué…? ¡No puede ser! Tengo siete años de

experiencia, estos simples novatos no pueden vencerme. ¡Es tan solo una niña! ¡Debería poder lidiar

con ella!

Su inmutable calma ya no tenía pies ni cabeza. El pánico devoró su mente.

Urano, teniendo un ápice de misericordia, prefirió no hacerla sufrir. Intentó matar a Orochi, sí, pero

alguien de su calibre no caería con ese tipo de trampa sencilla. No estuvo en verdadero peligro.

Lo lamentaba por ella, pero solo quedaba hacerlo…

— Adiós, Mize-San…

El resorte de su dedo medio desató un latigazo.

La yema, rozando la sien en medio de los ojos de Serina, quebró, destrozó y esparció lo que su

cabeza contenía. El quiebre originó un fragor atroz que se filtraría como espanto en su definición

más digna.

La actividad cerebral llegó a su fin, marcando la última etapa de Serina Molsier. Sin rostro, sería

irreconocible a menos que la reconocieran por su ropa.

— Perdón…

La tierra recibió el mar de sangre, matizarlo de rojo vino no requirió ni diez minutos. Esta escena

cruenta dejaría sin hablar a un ciudadano.

Pero Serina no sufrió, pensó Urano.

— Ahora tengo que buscar a los demás…

Acomodando el cuerpo como en un entierro, enlazando sus manos por encima de su pecho, partió a

ver a sus amigos.

— ¿Cómo estarán Oro-Kun y Mistic?

(…)

"Mistic, por favor, retrasa a cualquier persona que intente ir por aquí ¿Ok?"

Imponiendo su orden por encima de todo, Orochi le entregó su misión y se marchó por un camino

empinado. Sería incorrecto hablar más que eso.

La anonimidad era vital para los asesinos que querían sobrevivir a la Guardia Lunar, y la justicia en sí.

Derramar sus esfuerzos en evitarse testigos mejoraría sus capacidades para soslayar la ley. Este

papel correspondía a Mistic, el más adecuado para esto. Evitar tener testigos también contaba como

una estrategia viable.

— Veamos…

Hace aproximadamente unos veinte minutos, colocó la palma sobre la tierra húmeda. Unas líneas

coloridas zumbaron por debajo de la tierra como un conjunto de nervios bien entretejidos. Sus

caminos se fusionaron con las raíces de las plantas a una extensión excelente. Las líneas mágicas

subieron por los tallos de las plantas, fueran flores o de otro tipo, cambiando su color.

Se produjo un insoportable olor dulce. Sería tedioso ignorarlo.

Listo. La trampa está lista.

A esos minutos, tres ratones entraron en ella. Por sus vestiduras serían caballeros de renombre, o al

menos el peli-naranja atardecer.

No pensaron que tenían una trampa entre manos, y cayeron de lleno en ella.

También fue enfrentado por otro asesino contratado por Teres. En un mundo conveniente para las

sorpresas, se habría enfrentado a un problema mayor.

Lástima que no era débil.

El muñeco hecho de carne y hueso, expelía sangre de las comisuras de su boca. Su última expresión

se afligía de dolor y sorpresa, no comprendiendo su destino o lo que pasó con su cuerpo. Si se le

hiciera una autopsia, se descubriría que su corazón, antes bombeando sangre, y palpitando, ahora

no era nada más que un cúmulo de carne aplastada.

Mistic lamentó su muerte, conservando su rostro. Le ofreció opciones, pero no quiso seguir ninguna.

— Ahora…

Poniendo empeño en concentrarse, fue abatido por una serie de voces intermitentes como estrellas

fugaces.

¿¡Por qué demonios no avanzamos, Sonata-San!?

¡Hemos pasado por el mismo camino una y otra vez, rayos!

¿¡Una trampa, quizás!?

¿¡Quién haría algo como esto!?

¡Encima no nos hemos encontrado con otro ser humano!

¿¡Qué está pasando aquí!?

¿¡Podrían calmarse!? ¡Desesperarnos no nos ayudará en nada!

Midió en sus voces desesperación. Si podía mantenerlos así, Orochi cumpliría el papel de verdugo y

les avisaría la retirada. Un enfrentamiento con tres caballeros podría acabar en pérdidas o la captura

de uno de ellos.

Eran como ratones en un laberinto sin fin y respuesta. En su cabeza, tenía un mapa bien trazado de

las calles y cambios, y la manera de salir. Los personajes del juego aparecían como luces de colores

diferentes.

¿¡UHU!?

Deteniendo el ritmo de su corazón, inquirió en la tercera (Y más fuerte) manifestación que salía de

su laberinto interminable de combinaciones imposibles.

— ¿Al-Alguien se libró del laberinto? ¿En serio…?

Esto era malo. ¿Qué pasaría con Orochi?

No, cálmate, Mistic. Orochi-San es muy talentoso, llevará a cabo el trabajo y se marchará… En el

peor de los casos, tendrá que enfrentar al caballero, pero dudo que pierda… Solo queda esperar su

señal…

Una insondable nostalgia golpeó su pecho, hundiéndolo en absoluta depresión.

Fue algo extraño.

¿Qué? Hace tiempo que no me siento así… ¿Por qué…?

El responsable de su bajón era la luz naranja en medio del mapa mental.

¿Por qué le atraía nostalgia?

(…)

Algo está muy raro aquí…

— ¡Ah! ¿Cuándo rayos vamos a llegar? Estamos corriendo hace rato y siento que no nos movemos.

— He visto el mismo árbol ya cinco veces. ¿Es el mismo, o están plantados por todos lados?

Killsen y Tengen tiraban sus quejas sobre la mesa, pero Sonata permanecía callado, analizando lo

que ocurría a sus ojos, o mejor dicho, percepción mágica.

Esto no es casualidad. Estamos yendo en círculos, pero claramente corremos en línea recta… Para

que esto pase debe haber alguien que confunda nuestros sentidos.

— ¡Chicos, síganme!

— ¡S-Sí!

Teniendo a Sonata de cabecilla, cruzaron por una cuadra cerrada.

Izquierda, derecha, derecha, izquierda, izquierda, recto… y otros cruces. Se le escapó el número de

combinaciones para salir de allí.

— ¡Ah!

La presión espiritual y el desagrado de su nariz se esfumaron. Sus hombros, ligeros como gacela,

subieron. El mareo que tenía hace un momento felizmente lo dejó en buena salud. ¿Cómo no notó

ese asqueroso olor azucarado? ¿Así era la estrategia de quién se hiciera su enemigo…?

Forzando sus pies a mantenerlo derecho, miró atrás.

— ¡Kill, Ten, por ahora va—…!

No tenía a nadie por la espalda.

—¡-! ¿¡Chicos!?

Lo que el caballero no sabía, era que sus amigos se quedaron en el laberinto, corriendo en círculos,

la imagen de la espalda de Sonata desapareció para ellos como un acto de magia ilusoria. Ahora

mismo querían verlo.

— Así que a menos que sepas el truco no puedes salir, interesante….

¡No! ¡No es tiempo para esto! Debo ir a ver qué ocurre…

Pero debía informarles que salió ileso de la trampa.

Una figuras de canarios dorados y refulgentes batieron sus alas sobre su dueño, quién los invocó a

partir de su misma vida. Recibieron instrucciones de comunicarles la situación a Killsen y Tengen.

Sobrevolaron el cielo nocturno, buscando a los chicos.

La estrategia no debería afectar a seres inconscientes, suponía. Así no estaría preocupados por ellos.

Pero, oye, esta trampa era específica para evitar que personas cruzaran al lugar en cuestión. ¿Qué

pasaba aquí, que querían mantener el secreto?

¿Qué es esta sensación…?

¿Simple coincidencia? No, negó… Las coincidencias no existen. Aquí había gato encerrado.

A través de una línea de pensamiento, sus canarios le avisaron que su misión fue completada. Tuvo

razón al saber que podrían encontrar a sus compañeros.

— ¡Tengo que irme!

(…)

¿Creen que esto será suficiente…?

Orochi no podía estar más decepcionado de las aprensiones de sus enemigos o contrincantes.

Esperaba más de ellos, la verdad.

A menos de un metro, una fuerza invisible e incolora repelía el aire y los seres superficiales al

interior del cuadro. Esta barrera mágica sacro deformaba el espacio y sería imposible encontrarla

(Con un golpe de suerte), y menos travesarla con métodos humanos. Era un cubo en todo su

esplendor, por encima del aire, y bajo la tierra. Ni la luz de la luna podría atravesar esta barrera,

considerada inofensiva.

— Esperaba algo más… increíble…

Esto no contaba ni como defensa.

Teres Bathill lo esperaba adentro… Bueno, no exactamente. Debería pensar en su terror "Es

imposible que esos cerdos atraviesen la barrera mágica. Estoy a salvo" o cosas así.

— Lamento hacer esto, pero…

No, no lo lamentaba nada.

Punzando sus dedos sobre la palma, las uñas cortaron, una línea roja se dibujó por debajo de su piel.

Ningún quejido vino de su boca. Esto no era gran cosa, solo un rasguño.

— Entonces…

Goteando el líquido vital, impelió su mano sobre la barrera. Como predijo, para ser incorpórea podía

tocarse. El rojo, parecido a pintura expuesta sobre una pared, destiló sus gotas.

¡SRUIII!

Quemándose y ardiendo, la barrera en contacto con su sangre, derramó humo, derritiéndose como

hielo en verano. Aunque no la destruyó toda, pudo hacerse un hoyo del tamaño de una puerta

promedio.

Ahora quedaba el acto principal, darle una visita personal a Teres Bathill.

Sonrió. No tenía tiempo para disimular sus ganas de ponerle las manos encima.

Esparciendo algo de sangre, las hojas y el césped se mancharon de unas delicadas gotas. El

derretimiento del verdor aterró a los insectos y ranas, que huyeron del líquido nocivo y venenoso

como el de una serpiente.

El ruido de los insectos y sapos llegó a finalizar cuando entró. Los animales pequeños se

escondieron.

(…)

Las bisagras chirriaron. Alguien abría la puerta.

El pecho de Teres bailó de alegría.

— ¡Oh, Serina, que bueno verte…! ¡Ya te deshiciste de ellos—!

El rostro de su hermosa salvaguardia no se equiparó al rostro masculino y de cabello negro noche.

Esas retinas serenas de rojo puro se pusieron sobre él.

El corazón se le detuvo.

— ¡U-U-UAAAHH!

Cayó de trasero, viendo al desconocido entrar por la puerta del almacén. Sus ropas eran holgadas,

pero tenía una bufanda color oliva que cubría su cuello, bastante larga, en realidad. El cabello negro

era toda una rareza, más ese tipo de ojos como dagas.

¿Cómo entró? ¿Por qué…?

— ¡S-Si había una barrera…! – Su espíritu decayó patéticamente, temblándole la voz.

— ¿Ah? ¿Eso? – Su sonrisa se congeló, hablarle del clima o un partido político se vería normal con su

cara de adolescente común, más no sus palabras. – La deshice…

—…

¿Ah?

— ¡M-Mentira! ¡Serina puso todo su esfuerzo en esa barrera tipo sacro! ¡Es imposible que—

— La derretí… Mi sangre es bastante útil para casos como estos.

—… Ah…

¿Qué? ¿Enserio? ¿¡Enserio!? ¡NO, NO, NO, NO! ¡Esto no podía ser cierto! ¡Esas barreras eran erigidas

por el mismo potencial de un Aventurero de magia nivel 4, o incluso más! Solo alguien bien metido

en el mundo de la magia podría revertirlo, pero él dijo que su mera existencia era veneno para esa

magia.

¿De qué material fue hecho su cuerpo? ¿Qué padres serían capaces de engendrar ese demonio, y

desatarlo en la tierra?

TAP, TAP, TAP.

— ¡Hk! ¡N-No te acerques…!

Poderosamente aterrado, se retiró más atrás, evadiendo el avance firme de Orochi.

Orochi no le expidió frases de lamento o esperanza. Nada cambiaría su resolución de completar la

misión a consta de su vida.

No quería dejar a Urano ni a Mistic solos por mucho tiempo.

— ¡E-Espera! ¡Puedo p-pagarte arcas de oro si lo deseas! ¡La iglesia está repleta de ellas!

El entrecejo del chico serpiente tambaleó de ira.

¿Incluso dependía del dinero del templo para salvarse el pellejo? Oye, ¿No hay límite para caer tan

bajo?

— ¡P-Por favor, reconsidéralo! ¿Quién te contrató? ¡T-Te pagaré bien! ¡Si no te interesa el dinero,

puede conseguirte las mujeres más hermosas que hayas imaginado, tengo mis contactos! ¡Un harem

es el sueño de todo hombre! ¿¡NO!?

Saliendo con dichos atropellados, la lengua de Teres difícilmente no se trabó. Exudaba terror de sus

poros abiertos, y el sudor caía deslucidamente de su frente y manos. Tenía convulsiones que

soportaba bajo la premisa de que el asesino tuviera oídos para dar lugar a la avaricia. El hombre era

impulsado en gran manera por su lujuria, este debería ser el mismo caso ¿no?

Orochi sonrió.

¿Funcionó?

Por la mente del pelinegro no pasaron un millar de mujeres preciosas y tal vez de mejor

personalidad, solo una, que de cabellera ridículamente suave y rosada, y ojos de gema amatista, le

criticaban por ahorrar dinero cuando no les faltaba. Para él, su belleza era incomparable con

cualquier otra mujer.

— Lamento decirte, que la única mujer que me interesa, es Urano, así que declino tu oferta.

— ¿¡Qué!?

Teres acabó hecho una bola de pánico. ¿¡No logró convencerlo ni con eso!? ¿¡Ahora qué hacía!? El

chico parecía resuelto a matarlo. ¿¡Cómo sucedió esto!?

¡Teres, desgraciado! ¿¡Cómo pudiste hacerle esto a mi hija!? ¡Era solo una niña!

¡TE MATARÉ! ¡No me importa que hagas, haré que mueras de la forma más patética posible!

Zilan le propició esta amenaza antes de mudarse indiscutiblemente de Zazaphe a otro lugar alejado.

El odio que expuso en su coacción por haber infamado a su hija llegaría hasta los cielos.

Ahora, recordaba que le costaba olvidar esos ojos saturados de odio, ardientes como flamas

alimentadas de leña y oxígeno. Simplemente lo olvidó, buscando la compañía de otras. Pensó en

pedirle a Serina que los borrara del mapa, pero lastimosamente abandonaron Zazaphe.

¿Fueron ellos…quiénes planearon esto? No puede ser… ¿Ellos…? ¿Llegarían tan lejos?

— Me da flojera para preguntarte por tus últimas palabras… Me gustaría terminar rápido todo esto,

de ser posible…

Teres, retumbó, encogiéndose. El pánico mezclado con sobresalto declinó sus esfuerzos por

encontrar una salida pacífica, arrebatando su calma para analizar las cosas.

— ¡ALÉJATEEEEEE!

¡PAW!

¿Uh?

A unos centímetros debajo del corazón de Orochi, el hoyo sangraba en gran cantidad, lo que se usó

en esta oportunidad como arma, era una artefacto que se podía sostener con una mano,

conformada por un cañón pequeño y tamaño compacto. En vez de golpearlo directamente envió un

proyectil hecho de metal, que traspasó su tórax.

La sangre goteaba. ¿Sería posible parar el sangrado?

— E-Eso tienes por subestimarme. ¡Esta arma es una de las más recientes, producidas por los

Nippon! ¡Puede disparar metal, y nadie puede esquivarlo! ¿¡Qué te parece!? ¡Ahora pídeme

disculpas, tal vez pueda agregarte a mi equipo si pides clemencia!... ¿¡Qué esperas!?

Que patético, pensó Orochi.

Orochi, imperturbable como un muerto, analizó fríamente la herida. Sus dedos probaron el tacto de

la sangre.

— Hm, ciertamente, Teres Bathill, esto habría sido mortal para un humano, sin lugar a dudas.

— ¿Disculpa?

¿Un humano? ¿Qué forma de referencia era esa? ¿Acaso no compartían ADN de homo sanpies?

Orochi, enarbolando una mueca maléfica, dijo:

— Mis disculpas, Sacerdote Teres, pero una partícula de metal no podrá matarme. Lamento decirle,

pero mi constitución no es plenamente la de un humano…

La sangre se detuvo con un flujo anormal. Teres, dejó de respirar.

Estoy acabado.

— Ahora, a lo que hablábamos…

— ¡UGH!

Salió un pobre jadeo de su boca. Orochi, avanzando vertiginoso, atravesó sus defensas. El otro

extremo de su mano salía por la espalda del sacerdote, chorreando sangre. En su consternación, lo

atravesó como si estuviera hecho de aire.

Vomitó torrentes interminables de sangre, llorando por piedad. Arqueó su cuerpo, diciendo cosas

incoherentes.

No quiero morir… ¿Q-Qué pasará conmigo? ¿Nadie vendrá a salvarme? ¿Por qué? ¿Qué pasó con

Serina? ¿Qué pasó con el otro que contraté…? ¿Por qué? ¿¡Por qué me pasa esto!?

Su consciencia vacilando de un lado del río al otro.

Su cuerpo se abatió a tierra, tratado sin el menor escrúpulo de Orochi.

Ah… me pregunto, si mi esposa estará triste… No recuerdo una vez que me haya sentado a comer

con ella…

¡PLOW!

La puerta salió golpeada en bruto. Sus bisagras lloraron del abuso a su integridad.

— ¿Qué…?

(…)

¿Qué está ocurriendo?

El caballero albergaba una variedad insalubre de dudas al respecto. ¿Quién estaba detrás de estas

artimañas?

¿Esto es hecho por Teres? Adivinó, ¿Planea escapar…? ¿Es simplemente una distracción?

Agilizando sus piernas y mitigando el cansancio con una postura adecuada para su maratón,

encontró un almacén.

Solo podría decir que estaba en mal estado, viejo como un anciano, cubierto de polvo por la falta de

uso. Lo que realmente quiso tomar su atención, fue la barrera a medio-deshacer que formaba una

puerta deformada.

— ¿Magia sacro? ¿Qué pasó?

Si fuera anulada por otro mago de ese elemento, podría comprenderlo (Aun en un mundo tan

decaído como el suyo), pero esto no era lo que imaginaba. La barrera no fue anulada ni removida,

simplemente fue "hollada" por un espacio y derretida. La barrera perdía fuerza, pronto

desaparecería.

— Pero… ¿Por qué poner una barrera a un almacén? ¿Teres no querían escapar…?

¿Y quién violó la barrera, entonces?

¡No, no puedo dudar ahora que estoy aquí! Mi hermano nunca se echaría atrás…

Preparándose para un posible ataque frontal de las fuerzas de Teres (O lo desconocido), empuñó su

espada, teniéndola lista en caso de necesitarla. No sabía qué lo recibiría una vez abriera la puerta.

"Ghg"

— ¿Uh?

¿Y ese sonido?

Una persona, y no sonaba bien.

Nervioso, echó a un lado la puerta. Las bisagras clamaron por más delicadeza, rompiéndose, pero no

le importó y la terminó de tirar de una patada, moviéndose directamente al meollo del almacén.

El tiempo se congeló. Sus pelos se pusieron de punta.

Expuesto agraciadamente sobre una flor roja que encarnaba la vitalidad del hombre, cubierto de

tinturas granates y que iban a juego con la piel pulida de blanco que sobresalía de la vestidura

conservadora y de color negro. Su cabello, de igual oscuridad y revuelto, y sus ojos de inmensa

soledad carmesí, subrayaban una silueta que escaseaba de vida, adornando la visión con la vista de

su estómago abierto y el rojo que se venía a los pies de su asesino.

Por esos segundos valiosos, las partículas minúsculas de polvo intervenían por el aire por la luz que

podía entrar del astro de la noche.

Sonata, incapaz de revertir la fascinación que pedía su completa devoción por la escena que

consideró una obra de arte, permaneció inmutable.

Orochi, moviéndose a ver a su espalda, notó a Sonata.

—Oh, eres tú… Que coincidencia tan molesta…

No mereció más palabras. El chico fue identificado como el que chocó con él la tarde anterior. Antes

lo había pasado como un simple viajero tacaño, pero ahora que lo veía así, dudaba si atacar o

simplemente alabar su abundancia de esplendor.

Encontrando en sí contradicciones, no supo cómo esclarecer qué lo hacía ver este asesinato como

una imagen hermosa e incluso admirable. Traicionó su propia caballerosidad, deslumbrado por este

chico.

Orochi presionó su labio superior sobre el otro. Inundado de hostilidad lo registró en su lista negra

de personas indeseables.

El concepto de espacio y tiempo se vinieron abajo, efectuado un hecho inimaginable para los seres

exentos de magia.

Estrujándose la zona que cubría el aire, segregó una corriente incontrolable de deleite y comodidad.

El color dorado vino a ser de su propiedad, pintando ese espectáculo anti-natural.

Orochi estiró su cabello por encima de sus ojos.

— Hora de irme… No deseo un enfrentamiento cuando ya terminé mi trabajo.

Su mano desapareció dentro del vórtice mágico, ganándose el despertar de Sonata.

— ¡Ah, espera!

La bifurcación rasgó la embocadura, el personaje de Orochi se hundió bajo su dominio, viendo su

despedida silenciosa de Sonata. No transcurrieron ni un minuto, y Sonata fue evadido exitosamente.

Orochi tenía crédito, como Mistic, por lo oportuno de sus entradas.

— ¡Rayos…!

Sonata, vencido por sus emociones, pateó el polvo de abajo. Perdió la oportunidad de aprehender al

asesino…

Le dolía el cero arrepentimiento por presenciar el asesinato del sacerdote Teres. Se embarcó en el

arrepentimiento por no entablar algo más duradero con el chico que escapó de su mano.

El cuerpo de Teres entró en su opaca visión. No pudo hacer nada más que verlo impotente. Su

interior fue atravesado, incluidos los órganos que estuvieron en el camino del brazo. Podría verse el

otro lado. Increíble…

No existió la más mínima posibilidad de salvarle la vida. Murió al poco tiempo, y eso era irreversible.

Desearía darle unas últimas palabras, pero no encontró nada en su repertorio léxico para decir algo

acorde a este hombre.

Presenció un asesinato, y no se encontraba nervioso. La calma que lo envolvía lo asustaba.

Solo ofreció el impasible silencio al hombre tendido por el suelo.

— ¡Sonata-San!

Killsen y Tengen, ambos, derribaron lo que colgaba de la puerta, viniendo a toda prisa. La imagen

dantesca de su líder extraoficial parado colindando con el cadáver de un hombre redondo y de

piernas delgadas, los heló allí mismo.

— ¿S-Sonata-San? ¿¡Eh, Bathill!?

— ¿¡Qué pasó aquí!?

Sonata, taciturno como un témpano helado, les dio su respuesta sin la necesidad de una palabra.

Llegaron a la misma conclusión. Alguien, no supieron quién, se encargó personalmente del sacerdote

en la ausencia de actividad de los caballeros.

Killsen tiró de su rabia, Tengen chasqueó la lengua, reprendiéndose por su falta de acción, lo que

dejó esto como resultado final.

— ¿Cómo era? – Preguntó angustiado. Si se apuraban, podrían encontrar al culpable. Su misión

fracasó al ser asesinado Teres. Era una mala persona, sí, pero esto no estaba en sus planes. El

panorama favorable sería con Teres arrestado y pasando condena.

— ¿Pudiste reconocerlo, Sonata?

—…

Acribillado y anonadado, Sonata no ofreció ninguna respuesta. Los rasgos singulares del asesino –

Cabello negro, ojos rojos – No eran cosas vistas todos los días. El cabello oscuro era considerado una

mutación genética poco vista en un país lleno de semi-humanos y magia como Eclipse. El pelo

colorido de todo tipo de tonalidades era visto con normalidad.

El blanco, negro, y gris no anexaban de ellos, y eran más insípidos, pero los intervalos de la aparición

de personas con estas características engrandecían su belleza y valor.

Quienes abundaban en esos rasgos eran los llamados "Nippon". Esta gente, versada en inventos

capaces de poner a prueba el entendimiento de un erudito, se ponía por encima de los herreros. Sus

invenciones eran apreciadas. La mitad de ellos podían poseer poderes asombrosos, y la otra mitad

usaban su conocimiento previo de su tierra natal para favorecer su estadía en los países. P

or lo que se sabía, formaban algo parecido a un gremio, solo formados por su gente. No sumaban ni

quinientos, pero los otros empleados que tenían a su disposición ayudaban en la fabricación de sus

artefactos. Actualmente, el gremio era liderado por 5 líderes, Misha, Masayuki, Akio, Fubuki, y Rin.

Sumido en el análisis, el miramiento de sus compañeros sopesó por su indulgencia de contestar.

— ¿Sonata-San? – Tengen torció la boca, llamándolo más alto — ¡Sonata-San!

— ¿Hm?

¿Lo habían estado llamado? No notó eso.

— ¿Qué te pasa tan de repente? Contesta algo… — Killsen subió sus cejas en reprimenda. Miró a

Teres. – Has visto cosas peores que esta, pero supongo que en algún momento pudo chocarte

verlo… No es una vista agradable…

— Ah, quién lo haya hecho, quiso hacerlo sufrir… ¿Alguien contratado, tal vez?

— Nos confiamos. Pensamos que solo estábamos nosotros detrás de Teres. Otra persona cobró

venganza antes que nosotros… Que patético de nuestro lado.

— ¿Entonces, Sonata-San? ¿Pudiste ver algo del asesino?

Sonata, repasando en sus recuerdos previos, sonrió candorosamente.

—… No lo vi claramente.

(…)

En un punto alejado dentro del denso bosque, tres seres diferentes se encontraron, reuniéndose,

con el ruido de los animales nocturnos ocultando su presencia.

— ¡Oro-Kun! ¡Ya vienes…!

Urano lo recibió… ¿Amablemente? No sabría decirlo, pero contaba. Mistic tuvo más decencia,

asintiendo cuando llegó con ellos.

— Después de esto viene un baño… — Dijo Mistic.

— Supongo… — Orochi levantó su abrigo, viendo su ropa manchada de los restos del sacerdote.

Buscar un río para limpiarse la sangre no sonaba mal. Si la sangre se secaba, sería difícil removerla,

mientras estuviera reciente, podría ser purificada con agua.

— ¿Está bien, Oro-Kun? ¡Ah! ¿¡Qué es este hoyo sospechoso en tu pecho!?

Puede ser su impertinencia, pero que Urano le manoseara libremente la herida lo incomodó.

— Estoy bien… Se curará pronto… Como es hecha por metal, tardará algo, pero no me moriré por

esto…

Bueno, atravesó unos vasos importantes, pero no es algo que me vaya a matar.

La historia sería diferente si no fuera quién era.

Reunida de valor, una mano de dedos pálidos rozó el corte en su mejilla. Urano ignoró sus dichos

confiados de buena salud y se aventuró a tocarlo.

— ¿Preocupada?

— Un poco…

La pequeña mano de Urano, envuelta por Orochi, envió una señal a los nervios de ella, agolpando la

sangre en sus mejillas. Cuando la audacia de Orochi, superaba la suya, perdía los estribos.

Sosteniendo la mano de Urano, Orochi sumó una mirada a Mistic.

El decaimiento antinatural del rubio pálido fue como servirle un plato insípido de verduras sin cocer.

— ¿Mistic, qué pasó? Es extraño que alguien se capaz de salir de tu laberinto, y más usando

Despiste.

Mistic, arrepentido, bajó la cabeza. No tenía intenciones de hacerlo sentir mal.

— Ah, no me estoy quejando, solo tengo curiosidad.

Demasiado abatido para encubrir su perfil por los suelos, respondió.

— Él… Yo… Esa persona era diferente, en vez de descubrir la trampa del hechizo, la resolvió

naturalmente…

— ¿Qué?

— Atravesó el laberinto en el orden correcto.

Orochi permaneció taciturno. Fuera lo que fuera, ese chico cuyo nombre desconocía era una

amenaza a las asistencias que Mistic le ofrecía libremente al equipo. Un buen tiempo de inactividad

le vendría bien al grupo, por si acaso.

Sería bueno si Mistic le hablara más sobre estas cosas, pero tendría tiempo para preguntar después.

— Hora de irnos.

— Sí.

Nadie fue en contra de los deseos de Orochi.

Primero vendría un baño. Nadie, mercader o no, lo llevaría a su destino si aparecía bañado en

sangre.

…Las cosas hubieran sido sencillas si hubieran pasado de esa manera.

Un apretón, y el hombro de Orochi fue presa de alguien advenedizo al grupo.

— ¡-!

Mistic y Urano giraron hacia su líder que iba un paso detrás.

Un hombre, de carnes succionadas a sus huesos, recalcó su hilera de dientes. Un fervor emanó de su

pecho, en disposición de ola de calor. Solo se alcanzó a pronunciar un alarido cargado de locura.

Urano no lo reconoció, pero Mistic y Orochi sí.

¿Qué hacía allí el diácono del templo? ¿Cómo llegó allí sin alertarlos?

El arranque de extrema locura cohibió el intento de Orochi de conversación. Su sexto sentido lo

asaltó con la inseguridad y alertas ilustradas en rojo.

— ¡Alégrate, has sido elegido como seguidor! ¡OVERDEAD!

La ola de calor que vino en impugnación dominó el encuentro excedente de desconcierto y

conveniencia.

La tormenta de llamas abrasó todo a su paso, incluidos árboles, animales, y personas. El brillante

rojo anaranjado infundió los confines oscuros del bosque, imbuido de una explosión sórdida y

resonante que aplastó el pacifismo.

Representando un desastre natural para la fauna, esperar vida de su área sería más que idealista.

Fundiéndose en ese calor, Orochi lanzó a Urano y a Mistic a varios metros de él.

La amabilidad no apareció por ningún lado. Mistic, apenas se sostuvo de un árbol que no fue

alcanzado por el estruendo, pero Urano probó la inclemencia de ser recibida por la tierra.

Pero no se quejó… A su vez…

— ¡ORO-KUUUUN!

No vio más a Orochi.

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¿Qué tal? Aquí Analyn, ¿ganas de leer el siguiente capítulo para saber qué ocurre con el grupo de

asesinos favorito?

Al hacer la revisión, yo misma me olvidé de algunos personajes e interacciones.

"Wow, ¿qué se trae este tipo?"

"¿Por qué escribí esto? Oh, fue por eso..."

"Esta parte no tiene sentido, mejor la borro. Ack, espera, conectaba con esta parte..."

Al final, tuve que hacer muchas correcciones.

El siguiente capítulo será un honorario para nuestro príncipe, y otro personaje. Espérenlo con ansias.