Asalto 6.
El que toma las riendas.
(…)
Link, entregándole la comida matutina a los corceles, admiraba su belleza detrás de la separación de
la cerca.
Esos ojos negros cubiertos por largas pestañas negras eran dignas de admiración. Su pelaje también
era muy suave.
Debía admitirlo, los corceles en el territorio de los elfos estaban muy cuidados y bien alimentados.
Solo que no entendía por qué eran tan tímidos y huidizos. No dejaban que los tocara, por más
amigable que fuera.
Acercó su mano hacia la cabeza del hermoso animal. Éste declinó su acercamiento con un
retraimiento.
Link suspiró desilusionado. ¿Por qué huían de él?
Puede que el talentoso asesino no se haya dado cuenta, pero ningún animal con sus instintos de
supervivencia intactos osaría acercársele.
A diferencia de los humanos, cuyos instintos a veces dejaban mucho que desear, los animales sabían
cuando alguien o algo eran peligrosos.
Link era un buen ejemplo de ello.
Casi podían oler el aroma a sangre proveniente sus ropas.
Link ignoró la fría respuesta del corcel, y le entregó el resto de su alimento. Curiosamente, tampoco
comían si él estaba allí presente. Debía marcharse, si quería que comieran.
Debió estar muy ensimismado, puesto que, alguien colocó sin problema una mano sobre su hombro.
¡...!
Agitándose, se giró. Estaba listo para gruñirle al bastardo...
Oh…
— Veo que te has adaptado bien a tu trabajo, Link.
...Dijo Darkness, observando el trabajo duro del ex asesino.
— A—Ah, Darkness… —
La ferocidad de antes cayó a lo más profundo de su ser, brotando en su lugar, un cachorro
asustadizo.
Pensar que se tomaría un tiempo para venir a verme...
Sus encuentros se hicieron poco habituales, para su pesar; principalmente por culpa de ese niño elfo
que ocupaba la agenda de Darkness a todas horas.
— Ten.
— ¿Uh? ¿Qué es esto?
Olía bien.
Darkness le dio en mano un pequeño plato, el cual contenía un material gelatinoso bañado en
caramelo.
— José dijo que se llama "flan". Un plato proveniente de su tierra. Sus ingredientes son bastantes
simples.
Solo huevo, leche, y azúcar.
— Oh...
Link observó desde todos los ángulos el postre. Durante su vida, no tuvo el placer habitual de
degustar postres o comida apetecible.
La mayoría del tiempo solo eran sobras, o comida fría.
— José-San empezó a repartir un poco entre los sirvientes, así que vine a darte el tuyo.
¿Él hizo eso por él?
Le dieron ganas de llorar allí mismo. Darkness no se había olvidado de él.
Y Darkness...
Fue buena idea venir en lugar de Stone.
El chico prácticamente se lo rogó con la mirada.
Le metió una cucharada de flan a la boca.
Sabía a huevo, pero dulce. El regusto levemente amargo del caramelo derretido controló muy bien
los niveles de azúcar.
— Sabe bien.
Fue a tomar otro bocado. Darkness agregó algo a su descripción.
— Según dijo José-San, es el postre favorito de Sylph.
— Puaj.
Sacó la lengua.
¿Al elfo ese le gustaba este postre?
Si también le terminaba gustado, ¿no se haría estúpido como él?
Alejó el plato de sí, pero Darkness frunció las cejas.
— Cómetelo.
— Pero...
— Dudo que Camelia te deje bien parado si le informó que desperdiciaste comida. Sabes cómo es
ella.
Link frunció el ceño, comprimió los labios.
— Hm, ok… Pero ¿por qué usas a la pelirroja de grandes pechos como amenaza?
Como pasaba con Sylph, la empatía de Link por Camelia era cero. Igual si se hacía al revés.
— Suena convincente. Las mujeres enojadas pueden asesinar ejércitos. No he probado toda su
fuerza, pero uno de sus golpes casi me rompe una costilla.
Link casi suelta el postre.
— ¿¡Qué!? ¿En qué momento pasó eso?
¡Nunca se enteró de nada!
— Cuando rechacé un pastel que preparó porque tenía un leve olor quemado.
—…
—Con los demás se disculpó abiertamente, pero cuando mencioné su error, me asalto con un
puñetazo.
Por supuesto, no estuvo ni cerca de matarlo, pero el dolor, era dolor.
—… ¿Qué tipo de monstruo es esa mujer?
— Hiciste mal la pregunta. Será más bien "¿Por qué se le considera mujer en primer lugar?
Cierto.
Asintiendo, barrió los restos del flan, que en algún momento había devorado ávidamente.
Este José era una amenaza en más de un sentido. Link prometió tener discreción con ese hombre.
Darkness no era un fanático de los dulces, pero José logró que comiera postres si se los ofrecía.
Quizás aprender una o dos cosas de su parte no estaría mal.
Los pasos sobrevinieron por detrás del cobertizo de caballos.
— Darknes-Kun, ¿estás aquí?
¿...?
Quién apareció, fue un varón de pelos blancos.
Stone, mordiéndose el labio de miedo mientras se escudaba detrás de la pared, anunció
abiertamente a Darknes que viniera a la sala, a primordialmente, atender un asunto relaciones con
su persona.
Link no disimuló su claro disgusto. Ya su tiempo compartido con su compañero era insuficiente para
sus estándares, para que otro viniera a acortarlo aún más.
(…)
— ¡Te lo ruego! ¡Préstanos tu ayuda!
Desplomándose a total humillación, las rodillas se vinieron abajo, postrando toda la figura,
desplegando su desarrollada cabellera sobre su espalda. El rosado pastel vino bien por el conjunto
de ropa de verano.
Esto era inesperado. Darkness no esperó esto.
Expresando resistencia a estos resultados, recordó cómo se llegó a esto.
Se encontró con una invitada inesperada. El año de separación le impuso unos cambios de madurez
y belleza a su imagen, pero en general, seguía siendo la misma persona.
Urano vino a verlo. Que sorpresa.
Sería descortés entrar en la mansión siendo una auto-invitada, por ello, se preparó un lugar donde
pudieran conversar relajadamente, uno de los espacios donde una mesa que solo valdría para dos
personas, y un techo los protegía del sol.
Allí se instalaron, pero Darkness, esperando de cualquier cosa, como una solicitud de préstamo de
dinero, un trabajo, o asesinar a alguien (Algo que sería cómico, tomando en cuenta que el trabajo de
ella constaba de eso), pero lo que hizo desestimó sus conjeturas.
A buenas a primeras, se postró en total reverencia, que incluso el rey se avergonzaría, rogando por
su ayuda.
Un millón de preguntas se estancaron, pero decidió desglosar el caso a ritmo óptimo.
— Antes que nada, Urano, ¿me puedes dar un relato detallado de las razones detrás de tu pedido de
ayuda? Estoy dispuesto a oírte, al menos.
Eso no convenía que aceptaría. Si su pedido, transcendía lo imaginable, como destronar al rey por la
corona, obviamente retiraría sus cartas. Pero si fuera algo que podía hacer, con la equivalente
remuneración, lo pensaría.
Se impresionó de la justificación que vino de Urano, envuelta en preocupación.
— ¡Quiero que ayudes a Oro-Kun!
—… ¿Ah?
"¿Oro-Kun…?" Seguramente estaría hablando de Orochi, su hermano.
Su hermano… ¿Pidiendo ayuda? Antes bien se mataría cien veces. Así de enorme era su orgullo.
Encima ni siquiera estaba a la vista, solo la chica que su corazón estimaba. Sería una situación muy
patética para que pudiera aceptar en vida.
— Ok, oye… — Tanteando la mesa de tres sórdidos golpes, ella levantó la cabeza. Su expresión sería
de alguien a punto de morir de estrés. – Si permaneces postrada, y alguien te ve así, pensarán que
me debes dinero y pides clemencia. Toma asiento y bebe con normalidad.
La orden llegó imparable. Los hermanos eran hermanos.
— S-Sí…
Aunque dudó, tomó asiento, juntando sus rodillas. Vio el té de amarillo gentil. Ahora lo que al menos
debería hacer como muestra de respeto sería beber en calma mientras exponía su problema.
Bebiendo, entregó la imagen de un bastardo bebiendo ahogado en la pena. La dulce consolación del
té agrió sus papilas, entregando una satisfacción que no duraba mucho.
— ¿Entonces…?
Convulsionó. Darkness era un hombre muy directo. No desearía perder tiempo valioso que podría
implementar en algo más útil que conversar cosas vanas. Lo sabía, tendría que ser breve pero
concisa.
Que rollo.
Darkness y Urano no eran exactamente amigos, no llegaban ni al escalón de conocidos. Se vieron un
corto tiempo cuando el grupo de asesinos se formó por mano de Orochi. Hubo una corta
presentación, y nada más. Pasó un año desde entonces.
Esto era horrible…porque en su pasado, pensó estar atraída por el hombre que tenía adelante.
Fue una tontería, pero sus ojos fríos y cara de póquer, como su pose de rey del mundo encantó su
corazón. Claro que luego de eso no lo volvió a ver, pero permaneció su atracción por su persona.
Esto, gradualmente se tornó hacia Orochi, que tenía su misma imagen, pero de menor altura y ojos
de color diferente. Se decepcionó el primer mes por la abismal diferencia de personalidades, pero en
algún punto, pensó en Orochi como una variación con su propio tipo de encanto.
Pero aun así… ¡Que vergonzoso es ver a su antiguo amor!... Aunque haya sido algo unilateral.
— Dark-Kun, por favor, escucha mi ruego… En realidad…
Sintió una leve movilidad de Darkness, que movió sus piernas y apoyó una de sus mejillas en su
mano. Fue obvio que esperaba una explicación enriquecida de detalles.
Solo quedaba decirlo. Si era rechazada o aprobada, dependería de los hechos y la predisposición de
Darkness.
(...)
Si no hubiera estado pendiente, habría volado en pedazos, nada menos. Un pitido no paraba de
acosar mis oídos, poniendo mí alrededor como simple ficción. Una jaqueca reemplazó parte del
malestar, causado por los raspones y quemaduras menores refregadas por mis brazos y piernas. Aire
caliente se elevaba por encima del cráter, mi garganta, seca por el calor, no podía reunir ni un poco
de humedad para hacerme sentir mejor.
Todo fue muy rápido. Solo Mistic pudo reaccionar, como Orochi. Debería agradecerle.
De rodillas débiles, intenté pararme, pero yo misma me traicioné y no me moví nada. Necesitaría
algo de tiempo para reponerme.
¿Qué pasó?
Mistic acabó por otro lado, parecía mejor que él. Pero quedé confusa, y desatenta.
No podía equiparar mi desorden mental.
El área por el que nosotros tres nos reunimos, barrida de vida vegetal y animal, descendía en un
cráter tan enorme como la explosión misma. La grama que tenía un verdor saludable durante la
noche, ahora solo podían verse los restos quemados y ardiendo con pequeñas flamas. Los árboles
que fueron destruidos también alzaban llamas amarillas y naranjas. Los daños fueron irrevocables,
tardaría en crecer algo nuevamente en ese lugar.
Pero la vida que nos rodeaba no fue un aspecto que nos importara. Lo que realmente queríamos
comprobar era la persona que no teníamos a la vista.
¿Dónde estaba él?
(...)
Urano mi al frente, Mistic también.
— Ah…
Un triste jadeo surgió de ella. No podía oírse claramente, pero escuchó algo débil. Debería poder
recuperar el oído pronto. Las llamas repiqueteando y soltando chispas pudieron llegar a ser
percibidos por sus oídos. Lentamente, recuperó el sentido del dolor… Ojalá no lo hubiera
recuperado.
— Uhhh…
Incluso el mayor asesino se sentiría fatal si estuviera en esas condiciones lamentables. Solo podía
gemir en silencio.
— M-Mistic…
— Urano…
Mistic vio ideal colocar a Urano detrás de él, en un escudo humano, sin la menor medida de
comunicación previa.
— ¿M-Mistic…? ¿Qué haces? ¡Tenemos que buscar a Oro-Kun!
Se eran encontrados por soldados, o esos molestos caballeros, no le importaba. Lo que anhelaba por
comprobar, era la seguridad de Orochi.
La explosión provino de un cuarto que se coló dentro sus sólidas defensas y efectuó un ataque auto-
destructivo suicida. Las rareza de su recitación sería tomaba en cuenta, pero ahora lo único que
quería hacer era salir y buscar a Orochi.
Los golpes que sus músculos recibieron tronaron un dolor agudo cuando se movió levemente.
Reprimiendo un chillido patético, murmuró a Mistic:
— M-Mistic… Debemos...
...Buscar a Oro-Kun, ¿entiendes?
Tomó tímidamente una de las esquinas de la capa de Mistic, pidiéndole que se moviera.
CRICK, CRICK, CRICK, CRICK. El fuego resonaba en la silenciosa noche.
Urano quería invertir un montón de preguntas sobre su compañero, pero algo dentro del hoyo de
tierra quemada finalizó su intento de hablar.
— ¿-? ¿Oro…Kun?
En un pasado no lejano, correr como desquiciada hacia su líder que mostraba signos de vida no sería
visto como algo anómalo, pero ahora no estaría segura de que fuera la mejor decisión.
El fuego se arremolinaba más por el centro de la estallido, batiéndose con las solapas de una figura
siniestra que no tenía sentido de la razón.
— O-Orochi-San…
La voz de Mistic salió débil, como un aullido de auxilio.
El ser, que se sobreponía en medio del fuego debería pertenecer a su confiable e irritable líder, pero
ahora no podía ver un solo rastro de su aspecto antiguo.
Urano y Mistic esperaron a ver el desenlace, o mejor dicho, por no poder mover un solo músculo.
Cada uno de ellos fue gobernado por el miedo.
…Y lentamente, la figura se levantó de atrás adelante. La constitución de un humano no permitiría
tal acción, pero la llevó a cabo con factibilidad, o mejor dicho, indolencia.
Un paso, dos pasos, tres pasos… La persona, que difícilmente podría considerarse en sí como una,
avanzó, moviendo el fuego que no causaba más heridas o angustia.
Sería correcto que a estas alturas estuviera muerto.
No había un lugar en la piel del chico que no estuviera chamuscada, con la carne dolorosamente
expuesta.
— ¡-!
Urano pensó en ayudarlo, pero su otro sentido, el de supervivencia, le declaró claramente que se
mantuviera alejada.
Sus poros se llenaron de terror, impulsando su miedo hasta lo hondo de su pecho. Quería huir y
abandonar ese lugar injertado de peligro, pero una parte minúscula de su mente la obligaba a
permanecer allí, se negaba rotundamente a abandonar a Orochi.
Infiriéndose de una manera de diálogo, fue aplastada por un aura tenebrosa y de naturaleza hostil.
Respirar se hizo ridículamente difícil, teniendo que volcar su mente y cuerpo en mantener sus
pulmones funcionales.
Cuando pensaba que debería echar a un lado su inseguridad, la figura de Orochi se mueve. Hasta
ahora no oyeron palabras suyas ni por un momento.
El fuego, que tantos problemas causó, y que engulló sus alrededores, vino a ser tragado por el
mismo Orochi, colándose bajo su piel (O lo que quedaba).
— ¿Hm?
Mistic refrenando un alarido ahogado. Las quemaduras de tercer grado, que deberían ser tratadas
por un mago experimentado en la curación, fueron sanando a ritmo inhumano. La piel, que fue
depuesta por el fuego, ahora crecía anti-naturalmente, encerrando la carne que una vez estuvo
expuesta.
Si solo hubiera salido piel, debería ser un milagro conveniente, pero lo que conllevó la ultra-
regeneración fue algo que ninguno habría esperado ver.
Escamas soldadas de negro se amoldaron a sus brazos, cerrando las heridas. Sus uñas, antes cortas,
ahora crecieron y se hicieron afiladas como navajas. La bufanda, que no debería haber sobrevivido a
la catástrofe, seguía intacta, y pavoneándose en llamas anaranjadas, como un par de látigos
entrenados.
El rostro de Orochi permanecía reconocible dentro de los estándares establecidos. Más sus ojos solo
daban la impresión de piedras oscuras y sin ningún valor. Calcular lo que miraba sería una tarea
dura.
Una reacción despavorida sería bienvenida, pero ninguno alzó su voz.
Porque querían dar una mano.
¡ZUN!
¡...!
El azote desenfrenado abatió la tierra. Mistic y Urano esquivaron ese ataque, yendo en dirección
opuestas.
Hace unos minutos estuvieron paralizados, pero el avance del panorama no sería tan gentil para
esperar hasta que estuvieran al 100% de su capacidad.
— ¡Orochi-San!
¿¡Por qué los atacaba!? Encima, ¿qué sucedió con él? ¿Por qué se veía así?
—...
Orochi no respondió. Avanzó rápidamente hacia Urano, levantando su mano contra ella.
— ¡Ah!
Jadeó, despavorida.
— ¡Hk!
La sangre bailó detrás del brazo de Mistic. Se interpuso en el último segundo, sacrificando su brazo.
Ni siquiera los huesos pudieron oponer resistencia, cortados como mantequilla.
Soportó el dolor con los dientes cerrados.
Esto no está bien.
Orochi-San...está fuera de sí.
Y se volvió muy fuerte, también.
Necesitaban contenerlo, o pronto estarían cortos de tiempo.
Mistic lo lamentó, pero tendría que hacer uso de "aquello".
— ¡Urano!
— Ah...
Una mirada bastó. Ella entendió, dándole un asentimiento.
En silencio, se comprometió.
Sus hileras de cabello se abrillantaron como luz, extendiéndose como algas regidas por las corrientes
del mar. La magia circuló por su cabello, haciéndolo diez veces más resistente de lo que debería.
Poniéndose en pose defensiva, encaró a la distancia a Orochi. Sabía que no duraría diez minutos,
pero al menos podría aguantar un poco para que Mistic pudiera proceder.
Los latigazos flameantes chillaron al toparse con su cabello. Adrede interpuso su poder para evitar
contactar directamente uno de esos golpes. Por supuesto, sería ideal no recibir la vibración de las
imbatidas, pero eso no era posible. Retrocedía con cada uno, pero mantenía su pose erguida.
Orochi, además de intentar matarla, no mostraba otros intereses como moverse o entablar una línea
de comunicación. Esto sacaba a relucir su total falta de cognición. Más que estar controlado, era
como si estuviera dormido, actuando inconscientemente.
Igual a un animal.
Si le pisas la cola a su perro, sin dudas te morderá. Si molestas a una serpiente, te inyectará su
veneno. Estos instintos son convocados como preservación del individuo, que en un panorama
desfavorable u hostil, hará lo necesario para defenderse, o aniquilar los posibles obstáculos.
En el caso de Orochi, sería el segundo caso. Vería cualquier cosa viviente como una estricta
amenaza. No dejaría un lugar para el pensamiento de si eso era correcto, y llevaría a cabo su juicio.
No importa quién o qué se le presentara, iría y lo cortaría.
Por eso Urano quería recuperarlo cuanto antes.
Un ataque frontal debatió con Urano. Uno de sus mechones largos, desestimó el extremo y lo
desligó a otro camino. El impulso fue demasiado para solo ir de frente, y vio mejor soltarlo a otra
parte.
La tierra fue allanada por un poderoso grito de poder. Un camino de un hondo indescriptible fue
dibujado, saliendo unas pequeñas flamas que venían de la bufanda en llamas.
Los alrededores fueron hechos picadillos, nada de miramiento venía de Orochi o Urano. La
conservación del ambiente no tenía lugar aquí.
Si Lalaima, la Caballero Astral viera esto, se arrancaría los cabellos.
Urano lentamente, o rápidamente, retrocedía. Sus rodillas rechinaban con cada golpe. La fuerza
detrás de las embestidas de Orochi no era normales. Si las recibiera directamente con su cuerpo,
saldría hecha pedazos.
— ¡MISTIC! ¿¡Podrías apurarte!?
— ¡Listo!
La figura de escamas arrimadas de negro, realzó su mentón como algo instintivo al sentir algo más.
Líneas de colores incongruentes encerraron su persona dentro de lo que sería llamado un cubo de
grandes proporciones. Dirigió un latigazo, pero nada salió, y se deshizo en la pared.
Mistic juntó ambas manos como en una plegaria, sosteniéndose. De sus pulmones, dio un grito.
— ¡Sello de alma!
— ¡-!
Orochi dio un alarido. Las paredes que apenas podían vislumbrarse se hicieron sólidas, confinándolo
en un cubo. Sus proporciones, antes vistas como grandes, se achicaron en torno a él.
Cuando tocaron su carne, fue todo un reto mantenerlo quieto, pues se agito furioso.
— ¡Gh!
Mistic rechinó de dolor, manteniendo sus manos apretadas, como su boca. Usaba su fuerza vital
para formar ese cubo, todos los ataques eran recibidos en parte por su persona. Era como recibir un
apretón de su corazón desde adentro sin ninguna acción externa.
Y así, el cubo alcanzó un tamaño de no más de tres cm de ancho y alto, poniéndose con un negro
ilusorio y obsidiana. El encuentro acabó en menos de 30 minutos, pero con altos cargos para la
persona que selló a la amenaza.
Mistic se desplomó, siendo recogido amablemente por Urano.
Sangre salía de la comisura de sus labios. El poder de sellar no siempre es tan bueno como lo hacen
ver. Conlleva mucho dolor, si la otra parte muestra un poder abrumador.
El cubo negro flotante danzó hasta ponerse en una mano de Mistic, sin tocarlo realmente. Urano
miró el acto de levitación del cubo especial que debería contener a Orochi, cuando no era más
grande que una mano.
— ¿Oro-Kun está bien?
Mistic, guardando algo de su compostura, contestó:
— Sí. Incluso ahora sigue luchando, pero puedo mantenerlo controlado.
Pero eso no era sencillo.
Ambos estaban muy golpeados. Quedarse aquí no era una opción responsable.
— Vámonos. Si alguien viene aquí estaremos en un problema. Sé que este lugar está lejos de la
ciudad, pero siempre existe la posibilidad de que venga alguien.
— Sí...
Así abandonaron el lugar, dejando tras sí destrozos y lenguas ardientes.
(...)
El resumen de Urano repercutió en el levantamiento de cejas de Darkness.
Un resoplido provino de Darkness. Se podría pensar que estaba dirigido a la chica que ocupó parte
de su ocupadísima agenda, pero estaba proyectada al protagonista del relato.
— Tenía previo conocimiento de ello, pero Orochi enserio es inútil… Caer en algo tan bajo como una
bomba humana, y convertirse en algo que carece de sentido común... Es tan... No, no puedo decir
que esté decepcionado cuando no esperaba nada desde un principio.
Urano tuvo el impulso de ir golpearlo por difamar a su líder, pero una cuerda imaginaria tiró de su
cuello antes de meter la pata. No podía darse el lujo se enfrentarse hostilmente a quién le pedía
ayuda. Tendría que tragarse el orgullo y oír atentamente.
— Supongo que llegó a su límite, esperaba más de él… O mejor no…
Llegó al punto de tararear en su cabeza "Lalalalalala" si así excluía sus ganas de salir a buscar una
pelea. No tendría oportunidad contra Darkness.
Inclinó la cabeza.
— Lamento profundamente que te estemos molestando. Sé que es nuestra responsabilidad
recuperar la consciencia de Oro-Kun, pero no hemos podido progresar. Por eso estoy aquí. Mistic
hubiera venido, pero las condiciones para mantener a Oro-Kun sellado no son favorables. Han
pasado dos días, y su cuerpo se deteriora, si esto avanza, podría sucumbir y liberar el sello. Por eso
requerimos de tu ayuda, que eres su hermano. Nadie además de ti podría lidiar con esa extraña
transformación…
"Así que por favor, ayúdanos…"
Inclinada y humillada, Urano volvió a pedir su socorro. No tenía a nadie más. Darkness podría ser la
única persona indicada para esta petición, pero si se denegaba quedarían en el limbo, sin opciones.
— Por favor… — Chilló como un animalito abandonado.
Darkness cercioró de su posición, cruzando las piernas, y mirando desde arriba a la chica. Examinaba
cada minúsculo aspecto de ella, buscando un vacío o mentira de su pedido. No era una petición
sencilla. Requeriría un montón de esfuerzo regresar a Orochi a sus cabales, si aún quedaba algo de
su consciencia.
Pero la vida no era tan amable con los necesitados…
— ¡Por supuesto que te ayudaremos!
— ¿Eh?
— ¿Ah?
Las voces de los implicados se volcaron a la tercera persona que entró en acción. Un chico vivaz
sonriente.
Sylph no tuvo reparos en coger una silla. Detrás de él venía la sirvienta de pelo rojo de suma belleza,
Camelia.
— ¿-?
Urano no tenía palabras para describir su desconcierto. ¿Quién era este niño bien vestido y de linda
cara?
Darkness llegó al extremo de fruncir las cejas, viendo su entrada que no estaba programada. ¿Se
habrá enterado por los sirvientes?
Si lo repasaba lentamente, durante su encuentro personal con Orochi, Sylph se incrustó en la
reunión a la par de Camelia. Y ahora se metía deliberadamente en su encuentro con Urano. ¿Acaso
los elfos veían excitante meterse en los asuntos ajenos a ellos?
— Si disculpa mi rudeza… — Articuló Urano algo de control sobre sus palabras. Quien se venía al
frente era un noble, podía decirlo por sus galantes ropas. — ¿Quién es usted?
Sylph tomó su pregunta como una abierta invitación a que se uniera, pero Camelia intervino sin
darle un momento de formular su presentación.
— Tercer hijo del linaje elfo, heredero de Etanol Clover, perteneciente al Consejo del Rey, Sylph
Clover…
—Oh…
¿Por qué uno de los hijos del dueño de la mansión hablaría sueltamente con una plebeya como ella?
Obviamente habría espacio para recelos.
Sylph alcanzó a Darkness con paso fijo, luego mirando a Urano. Abrió la boca, que una vez más,
quien habló fue Camelia.
— El Joven Sylph demuestra intenciones de solidaridad con usted, señorita.
— ¿Uh?
— Desea ayudar, aceptando su pedido.
Darkness desplazó una ceja hasta la cumbre de su frente. Ahora que sabía sus ingenuas intenciones
no podía hacerlo retroceder.
— Sylph…
Sylph sonrió, transmitiéndolo confianza. Pero Darkness quería algo que negara lo dicho por Camelia.
— Vamos, Darkness. No creo que haya problema con darle una mano a tu hermano. Parece un buen
tipo.
Es un asesino a sueldo ¿Y crees que es un buen tipo? Pero Sylph no sabía esto, y mejor que no lo
supiera.
— Pero él se metió solo en ese problema. No tengo porqué ayudarlo.
Expuso rudamente su posición en el mapa.
Pero Sylph hizo un mohín.
— ¡Claro que sí! Los hermanos se ayudan entre sí, sin importar la raza. Sea que haya sido su culpa o
no, al menos merece algo de tu asistencia, en el futuro, puede que necesites de él.
No, lo dudo.
— Vamos, Darkness. No seas terco. ¿Qué ocurre si se muere? ¿Podrás superar la culpa con tu
madre?
No estoy seguro al 100% de la actitud que tendría mi madre si uno de nosotros muriera, pero podría
ser como esto… "¿Orochi murió? Es una pena. Supongo que tendré que proveerte un hermanito para
ocupar su espacio".
— Pero no será tan simple.
Fue por otro camino, buscando dificultades que hicieran a Sylph pensarlo dos veces.
— Pero lograste resolver el enfrentamiento con Link en la capital. No creo que esto sea del otro
mundo.
Debería oírse.
Y su sonrisa… Confiaba de corazón en él, esperando su positiva aceptación de los hechos. Antes de
pensar de otros, debería pensar en él mismo. ¿Se creía un héroe de los libros para niños? ¿Qué
lógica retorcida metieron en su cabeza al criarlo…?
—… — Cerrando ambos ojos, bajó la cabeza.
Sylph tomó esto como su visto bueno.
— ¡Decidido! Urano-Chan, Darkness aceptó tu solicitud.
— Ah... G-Gracias.
Urano, en medio de su confusión, no olvidó su deuda con este elfo que le prestó ayuda.
(…)
Los bandos se enfrentaban entre sí, midiendo a medias el potencial del otro. Esto era una lucha
psicológica sin precedentes. Cada bando deseaba tener una certera medida del alcance del otro,
pero era cuesta arriba medir sus posibilidades de manera exacta.
De un lado, Camelia, Sylph, y Darkness.
Del otro, Mistic, y Urano.
Camelia objetaba cada aspecto del lugar como primoroso de orden. Para estar en medio de la nada,
gozaba de muebles mantenidos, una limpieza simplemente exquisita, y un aroma que desprendía
calidez que se podría encontrar en una casa común de plebeyos, pero ahincando en los detalles,
como la alfabetización de los libros.
Quien fuera el dueño, tenía talento. No podía subestimarlo. Lo que mayormente le preocupaba, era
las dos personas que escapaban de su ojo crítico. ¿Qué razones tendrían, para vivir en un sitio
apartado como este?
Por su parte, Sylph solo miraba anonadado como esa casa estaba lustrosa y cuidada. Quería salir a
explorar, pero eso se vería mal, siendo su primera visita. ¿Aquí vivía el hermano menor de Dark?
No poseía ningún tipo de preocupación por andar tan lejos de su hogar. El viaje duró dos horas y
treinta minutos, poniendo sus traseros entumecidos en los asientos del carruaje. Habló
personalmente con su padre, aludiendo que iría de "visita a un amigo". Su padre lo tomó bien,
dándole permiso.
Mientras estuviera su decisión basada en su juicio pleno, se le permitiría algunos caprichos. Cabe
destacar la intriga de Etanol por el presunto "amigo" de Sylph, cuando no salía de esa mansión.
Ahora, en contraparte con el ambiente mantenido y lejano de estar sucio, un hombre, yacía sentado
en un sillón. Llegaría casi a dos metros de altura, pero su salud parecía declinar en su palidez y bolsas
bajo los ojos. En una de sus manos mantenía flotando un cubo de confecciones perfectas de un
profundo negro. Sus brazos salían cubiertos de vendajes, causado por las quemaduras de hace dos
días.
"Demacrado" sería un buen término para el chico, que parecía envejecido diez años de más.
Era evidente, al menos para Camelia y Darkness, su fatiga mental y física. El mantenimiento de ese
sello a tiempo real debería haber sido una carga pesada de llevar.
— Lamento no darles una bienvenida más calurosa… Al menos permítanme presentarme, soy Mistic,
un placer…
Al borde del colapso, no olvidó la etiqueta mínima en caso de visitantes. Que gran educación.
Sylph iba a hablar, pero Camelia no tuvo reparos en hablar en su lugar.
— Un placer. Este es el tercer hijo de Etanol Clover, Sylph Clover, en su preocupación por su líder,
vino a este lugar, muéstrenle del debido respeto.
Sylph chistó como diciendo "¿¡Qué!? ¿¡Eso es lo primero que dices!? ¡Quería ser un poco más
amigable!"
Mistic ojeó a Darkness, que tenía su mirada puesta en los muebles. Su pose de rey del mundo seguía
impune, siempre inexpugnable. No era un hombre al que se le pudiera hacer flaquear su sensatez.
Solo tuvo una corta oportunidad para conocerlo cuando fue contratado, pero ese encuentro no duró
ni una hora. No sabía mucho de él, por no decir nada. Su naturaleza le era desconocida, pero era
sabido que no se llevaba íntimamente con Orochi.
Un hermano menor no estaría tan renuente de hablar con el mayor si la relación fuera paz y
armonía.
Pero era el menor de sus problemas. Ahora, lo primordial, era el asunto del cubo, el resumen de su
lucha por sellar a su amigo-jefe.
— Te ves pálido, ¿Te encuentras bien? – Inquirió Sylph, sumamente preocupado. Para conocer hace
unos segundos a Mistic, ya lo veía como alguien agradable.
No, Sylph, no está bien.
Darkness vio inútil cualquier intento de decirlo en voz alta, y dejó que Mistic se encargara.
— A decir verdad, no he podido dormir. Mantener el cubo se lleva todas mis energías, y si por un
momento me relajo perderé control de él y el selló se romperá…
— Suena problemático. ¿Ese método es siempre así de arriesgado?
Mistic sonrió débilmente.
— Normalmente no. Pero debo decir, que este es un caso especial. Si la criatura que quiero sellar
está por debajo de mi nivel, no debería ser un reto mantenerlo bajo control sin muchos esfuerzos de
mi lado, pero este no es el caso. Orochi-San me supera con creces, más en esa forma ofensiva y
hostil, por eso me encuentro así.
Una explicación sencilla para una cuestión seria.
— Debes pasarlo mal.
— Me gustaría negarlo, pero no puedo mentir con estas pintas.
Urano se aventuró a preguntar a su socio sobre el estado interior del cubo.
— ¿Ahora mismo…que hace Oro-Kun…?
— Justo ahora, se está resistiendo y atacado a diestra y siniestra. No ha parado en ningún momento,
y es la razón de peso por la cual no puedo relajarme. Si un solo flujo de su magia sale del cubo, el
sello se romperá.
Imaginarse ese panorama sombrío sonaba horrible.
Mistic, a su vez, miró al invitado de honor, Darkness.
Le indico instrucciones para que fuera por Darkness, el hermano de Orochi. Ellos no podían lidiar por
su cuenta con ese cambio abrupto y pérdida de consciencia, acortando sus opciones a buscar alguien
por encima de su líder, Darkness, su hermano mayor.
Si lograba expedirles su ayuda, no esperarían un trato gratis. No eran así de ingenuos. Le darían todo
el dinero obtenido de su último trabajo, lo que parecería justo. O si no, más, si lo pedía.
— Darkness-San, ¿puedo abrirme a la posibilidad de que nos ayudarás?
Darkness, meneó su mano puesta como bandera, más que desinteresado de los problemas de otros.
— Si fuera por mí lo dejaría en sus manos, pero ya que Sylph me ofreció, no puedo negarme.
Era su contratista, no podía ignorar sus órdenes adrede y salir impune.
Mistic coló algo de alivio a su semblante, sintiendo un peso menos sobre sus hombros. Oír que
recibiría ayuda casi, casi logra hacerlo perder las ganas de luchar, pero se contuvo y mantuvo el cubo
sellado.
— Sin importar tus motivaciones, te lo agradezco. Lamentamos causarte problemas triviales como
estos, por favor, acepta nuestra disculpa.
No podría llamar "trivial" al asunto de Orochi, pero a ojos de su hermano, no sería algo importante
que mereciera de su tiempo.
Aclarado esto, quedaba exponer la naturaleza del cubo que mantenía flotante en su palma.
— Este es uno de los mejores sellos de naturaleza única, que proviene de la habilidad del individuo.
Normalmente, un sello requiere dos o más personas, por eso los sellos puestos por personas
individuales son rarísimos, más que pueda sellar cosas grandes y peligrosas.
Partió con una ligera explicación.
— Dado que es inherente depender de la misma fuerza, es difícil sellar criaturas problemáticas y sin
ayuda. En un grupo grande, se puede depender de las reservas mágicas de otros, pero aquí solo se
puede esperar de mí. Tengo bien entendido hasta donde llegan mis capacidades, por eso sé que no
podré mantenerlo sujeto más de dos días.
Y ahora venía el quid de la cuestión.
— Es necesario el retroceso de la transformación de Orochi-San, junto con el regreso de su juicio.
Puedo entrar en el sello, pero sí de casualidad pierdo, se deshará el cubo… y exponer a Urano a ese
peligro está fuera de cuestión.
Si algo le ocurría a Urano, no podría dar la cara a Orochi si una vez recuperaba la noción de la
realidad.
Darkness, exasperado, suspiró. ¿Hasta cuanto Orochi molestaría su pacífica vida?
Aunque hacer papeleo no es del todo placentero.
Esto fue causado por su audacia y destreza con la contabilidad, causando que Asura lo incluyera en
asuntos de mayordomo demasiado importantes para un amateur. Sobre eso, alegó que ser
contratado directo de Sylph decía mucho de su status.
Por eso, su carga de trabajo aumentó esporádicamente. Ojalá se hubiera portado un poco
incompetente, para así evitar tener más trabajo. Debería quejarse con el elfo que consentía que
fuera tratado como mayordomo cuando en realidad era su guardaespaldas.
— Ok, comencemos.
— ¿Así no más?
— No necesito ninguna preparación. Procede, Mistic.
Sylph infló el pecho, orgulloso de su sirviente. Darkness era mejor que todos los sirvientes juntos, en
cuanto a habilidad.
— De acuerdo.
Sin necesidad de decir la orden con su boca, el resto, ajeno al asunto del cubo mágico, se apartó
unos metros, a una distancia que consideraban segura.
— Buena decisión. – Enfrascó Darkness, mirando de vuelta la forma geométrica de seis lados.
Mistic podría llamarse un buen mago de sellos. Si no supiera de antemano que Orochi estaba allí
dentro, no tendría idea de nada. Ni siquiera, algo, como un limitado flujo mágico, se filtraba de esa
forma. Al menos podía alabar esa parte talentosa de él.
Mistic, poniéndose de pie, encaró a Darkness, alzando su mano junto con el cubo. La atmósfera que
la sala tenía sería demasiado tensa para que alguien hablara descuidadamente.
El silencio era la mejor medida, observar lo que sucedía era la opción más obvia.
El cubo, que levitaba y daba algunos giros sobre la mano de Mistic, paró de moverse, instado por su
señor. Una luz dorada se filtró de las esquinas del recipiente, ubicando el lugar de Dark.
El brillo encegueció al público general, pero Darkness no permutó su rostro y permaneció calmado,
observando cómo era tragado por el oscuro manto que partía del cubo.
Se preguntaba cómo sería el interior.
(…)
Que sorpresa.
Cuando se adentró en ese sitio desconocido, esperaba algo más lúgubre, digno de ser llamado
"sello", pero esto fue al contrario de sus expectativas.
De un cielo azul tan vasto como el mar, se extendió hasta donde sus ojos podían ver, de nubes tan
blancas como las reales, y un cielo azulino pastel que implantaba en su piel una placentera calma. El
suelo que tenía bajo sus pies, era un piso de puro blanco, que como su contraparte arriba, no
parecía tener límites.
Todo esto junto daría un espacio de absoluta quietud. Más que parecer una prisión, era un lugar de
reposo.
Esperado algo tipo celda con un fondo infernal. Qué lástima.
La lógica por sí sola no podría explicar cómo un hombre de su tamaño entraría dentro de ese
pedacito de cubo, pero igual estaba aquí, viendo un lugar más grande que de lo que esperaba.
No reconoció el talento de Mistic esa vez que lo conoció. Si lo hubiera abordado para contratarlo,
¿Lo habría logrado?
No, mejor no pensaba en eso. Orochi se habría quejado con él por robarle un potencial compañero.
Como lo encontró primero, le correspondía al menos eso, a no ser que Mistic no deseara ir con él.
Y ahora, a lo que vino.
El sosiego fue barrido tras una patada poderosa.
Manteniendo la calma, urgió en la necesidad de interponer su brazo, recibiendo el impacto de
frente.
El ambiente mantuvo su apacible calma, no se movió, ni se sacudió. Era inamovible, como debería
ser un sello.
Darkness ajustó su vista al atacante, que no podía ser nadie más que Orochi.
— Ya veo… Debo decir que estoy sorprendido. Nunca me esperé este desenlace.
Pero la figura no tuvo la cantidad suficiente de amabilidad o cortesía por oírlo hasta el final. Agitó su
segunda arma, que parecía otra de sus extremidades, golpeando la espalda de su objetivo.
El golpe en sí mismo, rompería una columna, pero a Darkness lo envió disparado.
La falta de paredes u obstáculos no le permitió chocar con nada. Maniobró, y recuperó la estabilidad
que una vez perdió, de vista al frente, donde su contrincante bufaba amenazante.
Qué problema. Incluso si deseaba dar una explicación detallista del aspecto actual de su hermano,
no podía ni llegar a la mitad.
La mayoría de él estaba revestido de una neblina brumosa y difícil de identificar. Su cabello negruzco
era reconocible, como unas partes de sus piernas y manos que sobresalían del humo negro. Estas
portaban lo que serían escamas bien ajustadas, y garras dignas de ser llamadas amenaza. De su boca
sobresalían dos colmillos, y sus ojos eran faltos de entendimiento, con su brillo rojizo opaco. Si
tuviera que compararlo con algo, diría un reptil, pero no podía especificar la especie.
Incluso él mismo se preguntaba qué rayos era esa cosa.
(...)
— ¿Uh?
La mujer galardonada de un vestido púrpura, y un precioso pelambre blancuzco que sabía cómo
hileras cremosas de su cabeza, bajó su taza de café a una de las mesas más cercanas.
La pregunta que hizo su hijo la divirtió. Por ello sonreía zorrunamente.
Darkness, de 8 años, con una pose seria a brazos cruzados y rostro soberbio, no coincidía con la edad
que tenía. Su cabello no mostraba signos de estar levantado, sino que caía sobre su frente y su nuca.
Cuando tuviera más edad, y su madre no tuviera poder sobre su persona, se lo cortaría.
No tuvo que encubrir su disgusto. Esa sonrisa que salía espontánea de Yiresia lo fastidiaba.
Pero así, formuló por segunda vez su pregunta.
— Mamá, ¿quién es mi padre?
Yiresia, enterrando en su pecho su emoción de diversión, se inclinó, usando un tono cómico.
— Uh, Dark-Kun, ¿Por qué preguntas eso, bebé? ¿No te gusta estar con mami? ¿Te sientes solito
~
?
Una madre hablando juguetonamente así con su hijo de 8 años podría pasarse como algo dentro de
lo habitual de las familias, pero este no era el caso.
Darkness, más serio que nunca, levantó una de sus cejas.
— ¿No puedes responder? Entonces supongo que no insistiré. Simplemente quería saber algo, como
referencia.
Yiresia ladeó su barbilla.
— ¿Hace cuánto quieres preguntarlo?
— Desde los 2 años.
Que temprano para querer saber esas cosas.
— Bueno, no tengo problema con contarte "algo" sobre él…
Esta era la mayor diversión de Yiresia, jugar con sus hijos.
Darkness y Orochi eran considerados bichos raros entre los humanos. No sentían la necesidad
mundana de jugar o socializar. La soledad les era agradable. Iban en contra de la naturaleza
humanitaria del ser humano.
Claro, eso si sus genes eran totalmente de ser humano.
— Respecto a tu padre… — Darkness, que se iba, regresó. – Sobre su aspecto, debo aclarar que
ustedes son muy parecidos a él, con ese cabello oscuro y ojos malvados.
Un niño normal se sentiría lastimado sentimentalmente por ser llamado mala vista, pero Darkness lo
tomó como un elogio.
— Era un hombre muy extraño, amaba la comida sin cocer, y no comprendía las cosas más mínimas
sobre el trato entre iguales. – Relató, recordando su viejo amor. – Aunque, respecto a su estirpe, no
sé nada… Pero, estoy segura que no es humano.
Darkness fue golpeado por esa revelación.
— ¿No era humano?
— Por fuera parecía uno, pero claramente no lo era. Era algo como una serpiente, si mal no
recuerdo. Lo que los haría a ti y Orochi, chicos mitad-serpiente, supongo.
— Oh…
Aunque esto fuera chocante, era la verdad. Solo quedaba aceptarla con la mayor naturalidad del
mundo y ver los pros y los contras.
Aun así, ¿Cómo su madre se enredó con un ser de naturaleza desconocida?
Y dos veces, tenía un hermano del mismo padre.
— Lastimosamente, no sé de su paradero actual. Supongo que como es un reptil, no tiene ese tipo de
responsabilidad con sus crías.
Qué manera de decirlo, pero no importaba. Si llegaba de repente a la casa, trayendo regalos, y
diciendo que lo llamaran "papi" pensaría seriamente sobre la estafa de sus intenciones.
(...)
Supongo que no mintió cuando lo comparó con una "serpiente".
No sabía bien sobre esto, pero si seguía con su forma humanoide, aun la transformación no estaría
completa.
No sabría decirlo un "alivio". Los golpes de ese monstruo destruirían huesos como ramas. Su brazo
tardaba en responder.
La reposición de la fractura tardaría unos minutos en surtir efectos. Era algo propio de su
metabolismo curarse, pero algo como un hueso roto tardaría en restaurar el calcio necesario para
volver a empatar el brazo. Era algo a tomar en cuenta. Y si recibía otro golpe, el proceso volvía al
principio.
Debería evitar recibir golpes directos… Ojalá fuera fácil.
Y era su deber regresarlo a sus cabales.
— Orochi…
El tiempo no bastó para decir algo más. El chico reptil debatió que las palabras de Darkness eran
puras tonterías, refrenó sus palabras, buscando arrancarle el corazón. Afortunadamente, Darkness
golpeó su muñeca, evadiendo sus garras y echándose atrás.
Las palabras no podrían usarse… Hm, otro limitante. Que fastidio.
Agachando su parte superior, la bufanda barrió el aire. Se salvó de ser cortado, pero no tuvo
espacios para descansos.
Un golpe limpio de las garras zarpó a bajo el cuello de Darkness. Sería apropiado comparar esto con
que casi le arranca la cabeza de una sola vez.
Unas gotas de sangre flotaron por el aire, quedando suspendidas como la lluvia.
Pero Darkness no era indefenso.
Cayendo por el golpe, atacó desde su posición con una patada, emulando un golpe a la barbilla de
Orochi, pero implementando más fuerzas en sus muslos. Comparado con él, que cayó unos metros
atrás, Orochi acabó mucho más lejos, rodando como una roca por un río.
Fue una lástima que el suelo blanco tuviera manchas rojas, mancillando su color astral. La sangre
que se deslizaba por debajo de su mentón, fue a parar a uno de sus dedos. El sabor metálico de su
misma sangre le trajo algo de emoción, espabilando sus sentidos.
Necesitaría pociones curativas luego de esto. Aunque tu regeneración servía para estos casos,
mejoraría su posición si usaba de las opciones que tenía a la mano.
Pero aquí no tenía nada de eso. Al ser un lugar prácticamente espiritual, solo él en persona, sin
objetos ni artefactos, podía estar allí.
El reptil se levantó llevando temblores en sus piernas. Su mandíbula, destrozada, comenzó un rápido
proceso de rehechura. Un grupo de escamas enarboló su mandíbula inferior.
— Entonces la transformación continúa.
Esta no era la forma final.
(…)
El café bajaba por sus gargantas resecas. El viaje vino a ser cansador para los hombros de los
visitantes.
La pelirroja y el chico elfo bebían café junto con Urano y Mistic.
— Gracias, Urano-Chan. – Dijo Sylph.
Urano sonrió, aceptando su elogio, pero su cuadro positivo se rompió con la interrupción de alguien
más.
— Le faltó intensidad, y está algo dulce.
Camelia dio un golpe certero.
A Urano no le agradó su crítica, gruñendo instintivamente.
Urano no tenía verdadero problema en tratar con otros, pero Camelia era un caso excepcional de
recelo. Su tolerancia con Darkness podría ser vista apenas como mínima.
Sylph se metió.
— Ah, pero a mí me gusta. Lo dulce entra en mi gusto.
Urano regresó a su antiguo ser feliz, mirando amistosamente a su amigo.
Él sí era educado, no como ella.
Antes, Sylph rechazó rotundamente el pedido de Camelia por probar la bebida, quien alegaba podría
tener veneno o algún tipo de droga.
¿¡Cómo se atrevía!? ¿¡Pensaba que eran sinvergüenzas!?
Pero Sylph era agradable. No era exquisito, ni molesto.
Un buen chico, la verdad.
Sylph miró curioso la mesa.
— ¿Todos viven aquí?
Urano, moviendo los pies por debajo de la mesa, asintió.
— Sí. Solo nosotros tres. Así, que en retrospectiva, este bosque nos pertenece.
Sería visto de esa manera. O peor, que nadie vería beneficioso de vivir allí, donde el cielo y la tierra
se lamentaba día y noche.
— ¿Nadie más vive por aquí?
— Nadie, solo nosotros, como puedes ver.
— ¿No es solitario?
— A veces, pero como somos tres, tampoco estamos totalmente aislados. Y son normales los
recorridos por provisiones a la ciudad más cercana, que solo dura 35 minutos en llegar a caballo.
— Increíble.
No se sabía exactamente qué parte Sylph encontró impresionante, si su soledad como grupo, el
lugar donde vivían, o la conformación del extraño grupo, en primer lugar.
Camelia apuntó sus ojos a los alrededores de un modo que a Urano no le agrado, como si sondeara
sus estándares más finos que la seda, y despreciara su lugar de vivir.
— ¿Estar aislados no es arduo?
Como mujer, tuvo que hablar.
— Un poco, la verdad. El agua es fría, pero tolerable, mientras no sea invierno, en esa época la
calentamos minuciosamente para no enfermarnos. No hay animales peligrosos por aquí, y no es
recomendable cazarlos, lo hemos intentado antes, y no tienen buen sabor. Sería lo mismo que
comer un trozo de tela vieja.
Y entrando en calor...
— Por eso, Sylph—
— Sylph-Sama.
— Sylph…San… — Resultaba incómodo ser interrumpido así, pero lo dejó pasar. – Por favor, guarda
total confidencialidad de esta ubicación. Nuestro trabajo necesita que tengamos un perfil bajo, por
así decirlo…
Solo Camelia comprendió que el negocio que tenían no era del todo legal, pero no dijo nada.
— ¡Ah, no diré nada! Los elfos somos totalmente fieles a nuestra palabra.
Quitando la cuestión si se podía confiar en su palabra, era un hecho que las promesas para los elfos
eran como su misma vida. A diferencia de los humanos, no rompían una promesa con facilidad.
El tiempo procedió tranquilamente, como en una visita común.
Camelia llegó a señalar el cubo que tenía Mistic, algo contraída.
— ¿Cuánto tiempo tendremos que esperar…?
Mistic enrolló sus cejas, consternado.
— Eso depende enteramente de Darkness-San y de lo que tarde en regresar a Orochi-San a sus
cabales.
— Ya veo… — Dio una respuesta tenue. — ¿Tienes algo dulce para masticar…?
Hubo un cambio de dirección, pero Mistic señaló a su compañera.
— Ah, recientemente compré pastel Orchard Fruits, aprovechando… Ah, viendo que tenía tiempo…
…Que Oro-Kun no está. Quiso decir, pero se paró a medio camino.
— Oh, ese pastel me encanta.
— Probemos algo pues. No tenemos que esperar en silencio. Podemos hablar un poco.
— Sí.
Solo Sylph y Urano conservaban la energía juvenil, relegando al olvido el asunto importante del sello.
(…)
Sus pies encontraron papeles arrugados o simplemente tirados por el piso, dificultando en gran
medida su caminar al escritorio. Evadiendo los lugares más atrincherados, puso una mano sobre una
esquina de la mesa, el asiento acolchado tenía a una persona, origen de este desorden que luego
debería arreglar.
Su cabello sería tan vivo como el atardecer, y sus ojos violetas no rebuscaron a la otra figura.
— ¿Qué haces, Sonata? ¿Qué es todo esto?
El joven más alto y de cabello rubio platino, formuló su queja al sentado en la silla. Realmente no
tenía un tono de voz excesivamente severo, pero tenía algo de desconcierto.
— Ah, hermano, estoy tratando de dibujar a alguien…
Sonata – el chico en cuestión – no escatimó papel para su lucha artística, buscando el resultado más
factible.
Silver, ojeando los fracasos relegados como basura, entreabrió la boca, ladeando la ceja.
— ¿A quién intentas bocetar exactamente?
Unas características de la persona le enviaban escaramuzas a su espalda.
— Ah, no sé realmente su nombre, pero lo vi en la provincia Zazaphe…
— Ah… — El lugar no coincidía. – Unas cualidades de su aspecto no son vistas a menudo…
Sobre todo ese pelo negro.
— Casualmente… Lo vi. Sus ojos eran más increíbles, de un rojo vivo…
— Ah…
No, el tono de ojos también era distinto. Quizás era demasiado paranoico notando cosas como esta.
Lo que Silver, el caballero más apuesto y refinado que la seda no sabía, era que la persona que
Sonata, vio "casualmente" fue un criminal tildado de asesino de un sacerdote. Y Sonata no podía
saber que Silver tuvo contacto con el hermano mayor de este criminal y forjó un alto al fuego.
Viniendo luego, un sirviente le notificó al dúo sobre una reunión de último minuto organizada por el
rey.
(…)
Tenía mis dudas, pero verdaderamente quiere matarme con cada ataque.
Usando un estilo salvaje de confrontación, Orochi iba a por él con cada embestida, siendo revertidos
sus ataques por los movimientos acordes de Darkness para evitar golpes a su cuerpo.
Orochi no guardaba ni un segundo para darle un reposo. Daba zarpazos, patadas y golpes
intermitentes. Seguir a este ritmo lo cansaría al poco tiempo, pero pudo seguir así por más de diez
minutos sin mostrar algo de sudor.
Un corte en su mejilla apareció al pasar uno de los brazos de Orochi, olvidándose del corte, ajustó el
agarre sobre su muñeca, moviendo su otra mano al cuello del contrario.
— ¡-!
La bestia escapó hecha en pánico.
— Nhg…
Lo soltó a los pocos segundos. La piel que revestía su mano ahora se derretía como si hubiera tocado
ácido. Un grito de dolor no acapararía la sensación de esta herida, pero Darkness mantuvo la
cordura, mirando adelante. No sabía cómo, pero Orochi usó algo parecido a un mecanismo de
defensa al tomarle el cuello.
Tal como hizo hace poco, recibió una oleada de embestidas de Darkness.
En una de ellas, cogió la punta de su bufanda. Al tocar el fuego, este fue anulado, dejando a la vista
la tela de la bufanda. Evitó que el cuerpo contrario se alejara.
Extendiendo su mano a la frente de Orochi, envió una onda que no podía verse.
— ¡NHG!
Atravesando su cerebro y las terminaciones nerviosas, sobrecargó sus neuronas de información,
produciendo una pesada jaqueca que conmovió las bases de su cabeza. Un latigazo cargado de
malestar atiborró su visión, trayendo algo de cordura.
Pero, no era suficiente…
La mano que Darkness estiraba, fue tomada.
— Ah.
Articulando su calmado pero sorprendido "Ah" fue lanzado por los aires. Orochi procedió a ponerlo
remoto a su persona. El truco de influir mágicamente en su cognición sirvió de algo.
Los extremos ardiendo en llamas buscaron golpearlo en lugares temerarios, pero Darkness no le
permitió una lucha fácil y cogió por segunda vez su arma.
Tiró con todas sus fuerzas, trayendo a su mano a Orochi.
Levantando el pie, trazó una curva que acabó detrás de la cabeza del reptil, permitiendo un golpe
limpio.
El chico cayó al suelo, sacudido por el golpe. Ponerse de pie tras eso sería una hazaña más allá de lo
posible, por lo que permaneció agachado, mirando estrellas.
Darkness, no desperdiciando su tiempo, estiró su mano y usó la interferencia mágica en su mente. La
conmoción violenta que vino después fue buena señal para saber que funcionaba su método.
Nada trae más cordura que el dolor.
Esto era cierto, por eso, le traería todo el dolor necesario para regresarlo a su estado normal.
¡CRICK!
— ¿-?
Extenuado de confusión, Darkness miró a un costado del espacio infinito de azul y blanco.
Allí, una grieta negra erizaba sus cabellos, abriéndose poco a poco, como el vidrio que lentamente se
rompe.
— ¿Eh?
¿El sello…?
Pronto, y a paso agigantado, la grieta dejó de serlo y se convirtió en una fisura enorme, escalando el
cielo y la tierra, contorneando el espacio como una pintura en segundo plano.
Esto iba mal, muy mal.
Las excesivas oleadas de magia que Orochi desató causaban que el espacio se rompiera.
— ¡WRUAAA!
El grito de guerra vino tarde como aviso previo, la bestia lo alcanzó y lo derribó en ese mundo que se
hacía añicos, perdiendo su forma.
El peso era algo a considerar… Por Dios, ¿Cuánto pesaba esa cosa?
La grieta en el espacio se tragó su atención, que descuido.
Reprendiéndose a sí mismo, alcanzó a ver el par de ojos rojos.
Sus garras, en vez de cortarlo inmediatamente como la mejor opción de mayor éxito, envolvieron su
cuello.
¿Qué?
El cielo se desquebrajaba y deshacía, los hoyos que quedaban eran solo un negro que no debería
tener profundidad. El dominio llamado sello perdía su firmeza.
Darkness lo vio, aun siendo estrangulado, el profundo rencor arraigado a esos ojos.
No respiraba del todo bien, en realidad, Orochi hacía todo lo posible por romper su espíritu
apretando poco a poco, aun si eso le daba desventaja. Quería verlo suplicar.
Claro que eso no pasaría.
El odio echó raíces, y justo ahora alimentaba esa ruda transformación semi-serpiente que
difuminaba la conciencia de Orochi.
Solo había una forma de resolverlo, y era algo que Darkness no quería hacer aunque lo amenazaran
de muerte.
Pero, no tenía espacio para miramientos. El sello podría partirse en cualquier momento, el exceso de
magia y esa criatura mortal sería liberada justo al lado de Sylph…Y Camelia. Si algo le pasara…
Bueno, No le importa si algo le pasaba a Camelia, pero como su contratista, debía cuidar a Sylph.
Sí, no tenía más opción.
Apretando la muñeca de Orochi, el hueso de partió. Esto le dio algo de liberalidad al agarre por un
corto tiempo, permitiendo su voz salir.
El cielo se deshacía, la tierra se deshacía, el mundo entero se llenaba de grietas. Esta delicada
estructura pronto se vendría abajo.
— Orochi…
—… — Como era de esperar, no pronunció nada. Además de alaridos, no podía comunicarse, y no
podía si no tenía el vocabulario disponible, el primer lugar.
—…Lo…siento.
—…
El tiempo se detuvo… No, eso creyó Orochi. La destrucción universal seguía en auge, pero a su vista,
nada se movía de su sitio.
El silencio taciturno alcanzó tal grado, que solo podía oír sus mismos latidos, y respiración agitada.
Esto era… ¿Enserio?
La visión escarlata que tenía como mira se hizo más clara, el ardor en su pecho se alivió, sus manos,
cubriendo el cuello, se relajaron.
Sus ojos cobraron vida, algo de brillo que rondaba por sus pupilas rojizas.
— Her...mano…
Su voz alcanzó el punto de quiebre, saliendo perdida.
Las marcas en su cuello, que odiaba mostrar a cualquiera que no fuera él, se vieron dispuestas a la
luz cuando la bufanda se tragó sus llamas y resbaló de sus hombros.
Su cabello se empañó sobre su frente, mostrando un lado frágil.
Darkness tuvo reposo a su respiración, las manos se alejaron. Ya no debería preocuparse por quien
tenía encima, ahora no podría hacerle nada.
— Herma…no…
El tono de voz de Orochi sucumbió, el cansancio arrastró su cuerpo, que se desplomó. Su cabeza fue
tomada por la mano de Darkness, que lo sostuvo con su respiración regresando a la normalidad.
— No dejas de causarme problemas.
El sello se partió.
(…)
Hace algunos minutos, el grupo, que se había hecho íntimo en poco tiempo, hablaban de temas
mundanos que no tenían nada en correlación con el protagonista pelinegro que arriesgaba su vida
dentro del sello.
—…Entonces, Oro-Kun, enojado por las condiciones de esta choza, pateó uno de sus bases, y mitad
de la choza de vino abajo.
Sylph, oyendo el relato, abrió la boca como un pez.
— ¿Enserio?
— Sí, se arrepintió gravemente de hacerlo. Fue duro al comienzo.
Esas noches de infierno helado donde sus huesos se congelaban, o el tiempo que invirtieron en
embellecer esa horrible choza para verse algo decente. Todo ese tiempo lo pasaron juntos como
grupo, antes de debutar oficialmente en el negocio del sicario.
Mistic oía las diatribas animadas de Urano, manteniendo una sonrisa serena, más calmado. Pero
todo eso se vino abajo cuando un agudo chillido tronó en toda la sala.
CRACK.
El cubo que mantenía en su mano dibujó una fisura en uno de sus lados.
—¡-!
Los chicos brincaron como un montón de conejos en medio de una caza, abriendo de par a par sus
ojos.
¡...! ¡Ugh!
Mistic se arqueó, reprimiendo un gemido. Oleadas de sufrimiento se deslizaban por todo su cuerpo,
causando el refriegue de sus miembros que se entumecieron.
Urano estuvo por pronunciar el nombre de Mistic, pero algo la detuvo, el rompimiento total del
cubo que particularmente partió sus cuatro lados.
Una ráfaga golpeó la cumbre de la casa, envolviendo a los ocupantes con estupefacción.
Como daños mayores, gracias a Dios, solo la mesa fue echada por uno de los torrentes de magia
oscura que salió del cubo. El resto de personas se protegieron de la influencia.
— ¿¡Pero qué es esto!?
— ¿¡Un ataque!? ¿¡Nos están atacando!?
— ¡Joven Sylph, póngase detrás de mí!
(…)
Independientemente de sus cálculos, descifrar la hora del día, fuera la madrugada, tarde, o noche,
no dio con la hora exacta a la que se despertó de sus laureles.
Usualmente era exhaustivo con esta información. Su medición era exacta de la hora. Si calculaba que
se levantaba a las 5, eran las 5.
Pero ahora mismo, no tenía idea de si era de día o de noche.
Su mente divagaba entre niebla mental, buscando los últimos acontecimientos como referencia para
su actual estado, pero la niebla dificultaba cualquier recuperación informativa.
Y no solo eso, su cuerpo, crujía como una silla mal ensamblada. No sería preciso decir que le dolía,
sino, más bien, que lo tenía entumecido. Estos casos venían cuando los miembros no eran utilizados
por un tramo alargado de tiempo, pero en este caso podía sentir que era lo contrario.
Usó demasiado su cuerpo, se sobre-exigió, y acabó agotado.
— Mmm…
Murmurando gemidos bajos, separó los párpados, permitiéndole a sus ojos tener algo de luz para
variar.
La iluminación, normal.
El lugar, el de siempre.
En donde, en su cama, desde la cual reconocía por sus sábanas con un olor ligero a verano. Todo
encajaba con la premisa de que durmió felizmente en su habitación.
No, no sería adecuado tomarlo así, sino, ¿entonces por qué se encontraba así? A punto de sucumbir
ante el cansancio.
¿Cuáles fueron los acontecimientos pasados que lo llevaron a estar molido como si le hubieran dado
una paliza?
La calidez de su cama le regresó algo de soltura, moviendo el tronco hasta tenerlo suspendido sobre
el colchón.
Oe, oe… ¿Calidez…? ¿Las camas irradian calidez?
No era quien para hablar, pero personalmente no daba mucho calor por ser algo parecido a un
reptil. La calidez no entraba en las sensaciones que sentía al despertar.
Forzando una mirada, encontró un bulto bajo la sábana, bastante voluminoso, si se le permitía
acotar. Su respiración no sucumbía ante nada, y de vez en cuando daba soniditos de sueño.
Era ahora o nunca.
Retirando de golpe el manto que cubría su cuerpo, Orochi reconoció el perpetrador de su
habitación.
El túnica rosáceo que tenía de cabello era envuelto entre su espalda y la colchoneta, quedando
como hebras atractivas a la vista. Sus pestañas se meneaban con el reciente frío de estar destapada
y expuesta al frío, pero solo llegó hasta ahí. Despertar no fue una opción. Sus rodillas casi se
encontraban escondidas en su pecho, con sus manos abrazándolas, imitando la forma de dormir de
un minino.
—…
Siendo sincero… El enojo que normalmente sentiría en una situación así, fue disipado por
encontrarla sana y salva. Un extraño sentimiento atiborró su visión por verla bien.
— Dormir en la cama de un hombre… Supongo que puedo tocarla ¿no?
Claro que nunca lo tuvo en cuenta. Si fuera descubierto, su posición como jefe quedaría descartada,
como su propia vida. Tampoco era de las personas que iban en busca de satisfacer su deseo sexual.
Aunque tal vez podría pincharle la mejilla.
Pensando en eso, movió su mano, estirando su dedo hacia ella, que estaba bien dormida.
A unos centímetros de completar su maliciosa misión, la puerta se abrió de un chirrido.
— ¡-!
Orochi actuó solemne, alejando de una patada a Urano y tirándola de la cama. Fue visto como un
déspota por sacar a Urano bruscamente.
El sonido de Urano tocando el piso fue como de un saco de papas.
Mistic, el que abrió la puerta, separó su boca, conmovido por la vista de su líder despierto y bien, y
no destruyendo todo a su paso o echando espuma por la boca. La conmoción llegó al extremo, que
se acercó veloz a verlo.
— ¿¡E-Estás bien, Orochi-San!? ¿No te sientes mal?
Orochi, retirándose un poco por su agitación, asintió.
— M-Menos mal.
Mistic no podría dar gracias suficientes a quien hizo posible volver a ver a Orochi cuerdo.
— ¡Uuuuu!
La que cayó al suelo finalmente regresó del mundo de los sueños, tirando un alarido de vaca tirada.
— ¿Q-Q-Quién hizo esta maldad…?
Escalando por la cama, Urano, de cabello envuelto como un alambre, miró al dúo.
— ¡Ah! ¡Oro-Kun! ¡Estás bien! ¡Deja que te abrace!
— Piérdete, claro que estoy bien. – Rechazó sus buenas intenciones a la primera — Si tienes tiempo
para decir cosas como esa, antes dime qué ocurrió.
Mistic se llevó la responsabilidad de esto, diciéndole a Urano con una mirada mordaz que guardara
silencio.
Orochi guardó silencio, pero lo notó.
(...)
Un corto resumen de lo ocurrido durante el arco final de su misión de exterminio del sacerdote en la
provincia sería así; antes de retirarse, un extraño, proveniente del mismo templo del objetivo,
entregó su vida como bomba humana para erradicar al grupo en una acción de venganza, o eso se
creyó. Sus motivaciones no eran claras, como su extraño grito desbordante de locura. Afirmar sus
razones podría ser erróneo.
En fin, al suceder esto, Orochi, poniendo por encima la vida de sus compañeros, los lanzó lejos y
recibió la mayoría del daño.
Mistic y Urano, luego de la explosión que barrió gran parte de la zona, tuvieron que enfrentarse a su
líder enloquecido. Se vieron obligados a lidiar con él, llegando al punto donde Mistic lo sellara.
Regresaron al Asilo, donde buscaron un modo de regresarle la cordura.
Ninguno de ellos podría hacer algo directamente. Su jefe barrería el piso con ellos.
La impotencia estuvo por devorar a los miembros de Blackguarly, pero surgió una luz. Conocían a
alguien superior a Orochi, que mantenía una relación sanguínea.
Darkness, su hermano.
Viendo que no quedaba de otra que bajar sus cabezas y aceptar los hechos, Urano fue a pedirle su
ayuda. Aunque se negó, pudieron convencerlo y traerlo en socorro del grupo. Darkness libró a
Orochi de su estado berserker y todo se resolvió.
...
o eso pensaron.
Camelia, tomando papel en la revisión del Orochi inconsciente (Por petición de Sylph), comprobó,
que sus reservas de magia o maná estaban por debajo de lo estipulado como el mínimo requerido
para el funcionamiento del metabolismo, dejando su cuerpo en un estado de fatiga extrema por la
sobre exigencia de sus músculos y tendones. Su cuerpo apenas pudo seguir el ritmo de su
desbordante magia oscura, un poco más y se hubiera roto.
Tendría que guardar reposo por varias semanas, tal vez más. La naturaleza de la transformación
desertaba del conocimiento de todos, y no pudieron dar un veredicto claro de lo que podría ocurrir
en el futuro.
—…Eso es lo que pasó. Puedes oír más detalles de Urano.
Urano, a punto de abrir la boca para soltar algo, fue detenido por la mano recta de Orochi.
No tenía calma sobrante para lidiar con los detalles intrincados de ella. Ahora, solo quería
esconderse bajo su cama.
Su hermano, su enemigo jurado, estaba aquí… Y respondió al llamado de ayuda de Urano.
El usual él, rechazaría la propuesta apenas la oyera, diciendo, que era responsabilidad del líder...y no
estaba en lo incorrecto.
Pero...vino al sitio y prestó su poder por el bien del grupo. Le costaba creer que él tuviera deseos de
ayudarlo.
¿Tendría algo que ver ese elfo que tenía de contratista?
¿Cómo debería tomar esto? ¿Debería estar feliz, enojado, avergonzado, confuso…?
Revolcando a sí mismo, sin saber cómo responderse, llevó su mano a tocar su bufanda, un hábito de
todos los días, cuando sentía dudas o inconformidades.
...
Más su mano quedó vacía, como la acción misma.
No encontró su bufanda. Pensando que debería estar, buscó, pero por donde fuera, no la tocaba,
solo tocando tramos de su piel.
— ¡-!
Su fiel bufanda, estaba doblada cuidadosamente sobre una silla alejada de la cama, para nada
puesta sobre sus hombros y cuello, significando que ahora mismo debería estar solo en ropa de
dormir.
Las marcas en su cuello… No.
Entrando en pánico, jaló las sábanas que Urano usaba de cuerda para subir – Echándola al piso por
segunda vez – y se arropó como si tuviera frío.
Descuidado, pensó. Al despertar, lo primero que debió hacer hecho fue tocarse la bufanda. ¿Por
qué, de todos los días, no lo comprobó hoy?
Mistic, preocupado más por sus acciones que por las cicatrices que tenía, fingió no ver nada, aunque
mentiría si decía que no tenía preguntas al respecto de su sobresalto.
(…)
Cinco sillas fueron ubicadas en torno a la cama, todas viendo hacia ella.
Todos reunidos por una misma razón, la salud del chico denominado Orochi, jefe supremo del grupo
de asesinos Blackguarly, que ahora estaba en la cama, ajustándose la bufanda al cuello con premura.
Orochi no vio agradable que su cuarto se convirtiera en una sala de conferencia. En un principio,
caminar e ir a la sala sería lo más obvio, pero solo moverse los dedos de su pie fue una movida
imposible.
Su delicada circunstancia física fue demasiado, y Mistic convocó al grupo aquí.
Las miradas que los hermanos deberían darse no llegaban a completarse. Actuaban como si el otro
no estuviera allí presente, ignorando su existencia.
Ahora que era visto en semejante patetismo por Darkness, no quería vivir, o hablar.
Y este sentimiento de vergüenza era demasiado pesado para soportarlo… ¿Qué hizo Darkness para
recuperar su mente dentro del sello?
Darkness, a su vez, no podría estar más decepcionado de su hermano. Necesitaba mejorar sus
aptitudes como líder, o este grupo no llegaría lejos. Que aun necesitara de él era una medida
patética a más no poder.
…Algo de disciplina no vendría mal.
En aquel ambiente de emociones ambiguas, una voz estridente golpeó los tímpanos de los
pelinegros.
— ¡Ah, cierto! Trajimos de obsequio algo de tarta de arándanos, espero que te guste.
—… ¿Tarta…?
¿La gente regalaba tartas hoy en día? ¿Pensaba que esto era una visita a un amigo del alma?
Sylph no infirió en las miradas expectantes de los hermanos, y solo le pidió a Camelia que sacara lo
que sería una caja mediana, que llevaría en su interior la tarta que mencionó.
En un principio fue a Urano que recibió la caja, pero su rostro codicioso fue una señal de alerta para
que Mistic guardara la caja. Ella no ocultó su desilusión.
Camelia sonrió, su amo dio oído a sus clases de modales cuando se visitaba a alguien, aunque no
debería ser el caso ahora.
Dark suspiró. Querer que Sylph se amoldara a los estándares del bajo mundo era pedir demasiado.
Enfadarse no traería algo productivo. Por ello, miró duramente a Orochi.
— Ahora, Orochi, ten en cuenta, que mi servicio no será gratis, necesito una compensación igual de
equivalente a la ayuda que di.
La solidez de su apreciación, era aceptable para la mayoría de personas. En esta sociedad, que todo
equivale a algo del mismo valor, era normal pedir algo a cambio. Para conseguir alimento y otros
materiales, se necesitaba dinero, para conseguir pareja, se invertía tiempo y dinero, etc. Esto era lo
mismo. Que fueran hermanos no adjudicaba a la emoción el pago que debería darse.
Para Sylph, esto era visto como algo de marte o del continente inexplorado. ¿Era normal pedir algo a
cambio? Quizás debería hacerlo desde hoy.
— Ya que esto no requirió dinero, no te pediré finanzas. – Tampoco las necesitaba. El pago que
recibiría de Sylph cubría sus expectativas de vida por completo. – Pero, por eso se pagará con un
voto. Cuando necesite ayuda, sin importar que tan imprudente o alocada sea, tendrás que venir, en
compañía de tus compañeros, ¿entendido?
No era una propuesta, eso era bien sabido para Orochi.
Orochi, sin cambiar su mirada, asintió. Debatir por algo más calmante como un pago en divisas solo
acarrearía una golpiza de Darkness.
Darkness, viendo su resolución bien firme, asintió. De haber oído quejas, recurriría a la violencia.
Pero Orochi supo que era inútil resistirse y aceptó su método de pago.
La sesión se levantó, con Sylph diciendo arbitrariamente que los visitaría luego. Camelia y Darkness
harían todo en su poder para evitar que esto se hiciera realidad.
Urano los despidió felizmente, agradeciendo su ayuda. Mistic les entregó algo de dinero, aunque
Sylph lo rechazo por sentirse mal por quitarle sus fondos.
(…)
Piel, manos, cabeza… cada parte de su cuerpo era absolutamente restringido de movimiento, solo
quedó como excepción su boca, la cual, se curvó en una sonrisa. Por encima de él, sentía variados
niveles superiores de magia, de la más fina calidad, resultando en un festín para su estómago vacío.
Su pudiera, iría en persona a devorarlos uno por uno, si no fuera por las cadenas que apresaban sus
pies y manos, y los sellos que arropaban cada centímetro de su cuerpo. Por ahora, se conformaría
con succionar lentamente sus poderes.
—…
Entre las entidades de primer nivel, resurgió la presencia de uno que consideraba especial.
En menos de una hora lo capturó, teniendo el mínimo de dificultades. De entre todos los meros
humanos, él debería ser elogiado por su despampanante fuerza capaz de someterlo. El humano que
pudo encerrarlo aquí…
Ojalá pudiera salir.
Como un tic involuntario por la emoción, las cadenas se tensaron bajo la fuerza aplastante de los
brazos del misterioso ser, cuya habitación contaba con exigua iluminación.
—¡-! S-Se está moviendo…
Los supervisores, que veían la criatura, cundieron en pánico. Deberían tener total confianza en que
el sello y las cadenas sagradas limitarían a la criatura, pero ahora que se movía toda su seguridad se
fue el drenaje y pensaron que podría escapar.
No sucedió, pero el ligero terremoto provocó la caída de documentos y libros importantes. Trabajar
aquí era un infierno, pero la paga era buena.
(…)
Un trío de sirvientas entró por la puerta, trayendo un carrito de té a los invitados, poniendo al
alcance de cada uno una taza humeante. Algunos agradecían, mientras otros callaban.
Se convocó una reunión de última hora a boca del rey, pero no a sus ministros de defensa, o su
general. El grupo que citó era uno especial, de solo diez personas, algunas jóvenes, otras más
adultas. Todos en torno a una mesa ovalada de mantel blanco y bordes dorados.
En palabras llanas, este grupo respondía al nombre de los Caballeros Astrales, la más alta gama de
caballeros que eran nombrados oficialmente por el rey, conformando de diez miembros autónomos
y sin relación con el otro además de su título.
La fuerza de cada uno trascendía la de todos los demás caballeros dorados. Estos, no eran para nada
inferiores en poder, pero los Caballeros Astrales sobrepasaban lo humano y los límites de la magia o
habilidad física, convirtiendo así, en existencias casi sagradas y veneradas por los hombres.
Uno solo tendría el poder para comandar un ejército, dos podrían derrocar a un gobernante, tres
irían al frente en una guerra, y más de esos podrían subyugar otra nación si jugaban bien sus cartas.
Se contaría con los dedos las veces que se convocó a todos los Caballeros Astrales… Oh, en realidad,
nunca se convocó a todos. En el peor de los casos, a tres, pero el país no requería tanto poder de
fuego, usualmente con llamar a uno resolvería el problema presente, como una sublevación en las
fronteras, o cosas así.
El resto, podía aventurarse por toda la nación, resolviendo los problemas que se encontrara. De por
sí eran muy fuertes, no requerían un equipo o ayuda. Solo respondían directamente al rey en
cuestiones de subordinación.
Pese a que no era normal, estaban los diez aquí reunidos, bebiendo su té con calma. Unos no tenían
prisa, pero otros querían que esto terminara lo más pronto posible e ir a resolver sus asuntos.
El rey Edgar, un hombre de aspecto común, menos por su cabello tipo dálmata, le indicó a los
sirvientes que cerraran las cortinas y pusieran la sala más hermética.
Eso hicieron ellos, haciendo que el lugar tuviera aires sobrios.
La iluminación no fue algo de lo que preocuparse, las lámparas de forma redondeada, y un fuego
blanco moviéndose dentro, podían ponerlo todo claro para los presentes.
Estalló algo de desconcierto. El rey se pasó por alto las etiquetas y vino directamente a sentarse, sin
esperar a que ellos se pararan y le entregaran su devoción.
Esto recaería en el sudor de su frente, y el nerviosismo que lo agobiaba, como una enfermedad
terminal.
— Su majestad…
Una joven de cabellera naranja, estuvo por decir algo.
— ¡-!
Los confines de la tierra temblaron, desatando consternación en los convidados. Todos se
atemorizaron, pensando que era un ataque enemigo o un desastre natural.
El rey, y un hombre, de una pose altiva, tenían pleno conocimiento de lo que provocaba esto.
El temblor pasó a los tres minutos, sin desacomodar nada. No pasó nada increíble. No aumentó ni
hubo réplicas, pero esto agitó los corazones de los caballeros.
— ¿Qué pasa? ¿Algo así de débil los asustó? – Sunset sonrió burlonamente, levantando la mano. –
Verlos parados me pone de los nervios… Siéntense, si no les molesta.
Algunos de los caballeros se pusieron en guardia, de pie. Reticentes regresaron a sus asientos.
Algunos molestos, otros nerviosos.
Nadie preguntó lo de antes. Incluso si lo hicieran, nada garantizaría obtener una respuesta.
Los diez hombres y mujeres miraron a su rey, bebiendo su té nervioso.
El silencio de la sala daba expectativas de lo que podría venir. El rey los convocó a todos, con una
urgencia impresionante… Sus razones deberían ser igual de grandes.
Una guerra cercana, un monstruo capaz de destruir ciudades, una amenaza para todo el planeta,
cosas así.
En orden, iban de derecha a izquierda. Se identificaban por "números". Esto provenía del orden en
que fueron nombrados por el Rey y se sumaron a los Caballeros Astrales
Sunset Glimmer, One. Su sobrenombre es "Caballero supremo", llamado así por ser uno de los
primeros en ascender al primer nivel, poseedor de un talento innato desde la cuna. Llamado héroe
por niños y adultos. Símbolo de la fuerza militar y la benevolencia…. Al menos, públicamente.
El verdadero Sunset Glimmer, no era nada gentil, tenía prejuicios por los semi-humanos, y odiaba
trabajar más de lo necesario, adjudicando sus trabajos a otros o simplemente pasando
desapercibido. Por supuesto, el número de veces que logró hacer esto era escaso. Todo el mundo
conocía su perfil, y lo reconocían sencillamente. Pese a ser como era, gozaba de su estatus, y no
haría nada que diera malos historiales de él.
Su cabello era corto, de un verde oscuro y apuntando un poco al azul, pero sus ojos eran pardos
rojizos, algo duros para un denominado "Héroe". Tenía una aplastante ventaja en apariencia,
pudiendo conseguirse todas las féminas que quisiera, pero había un problema. El hombre, odiaba
gastar dinero en cosas que no fueran absolutamente necesarias, incluso si tenía de sobra. Una
mujer, una existencia que consideraba más cara que comprar un castillo, no entraría en las cosas
que quería conseguir.
No tenía intención de prestar atención como un buen niño, y se limaba sus uñas. ¿Qué podría querer
el rey para llamarlo a él? Con llamar a uno de los otros debería bastar para su petición.
Las luces pasaron a la siguiente.
Lilaima Walserchis, Two. La belleza inflamable, se le decía. Esto, se remontaba, a su cabello naranja
encendido, que sería la mecha de su alias. Sus ojos, ámbar como el mineral, eran parecidos al mismo
fuego apasionado del sol. Su aire de dama dejaría en vergüenza a cualquier reina. Una amante del
ambiente y los animales, irónico para que su elemento fuera algo dañino para la flora. Se
comprometía con los trabajos relacionados con la destrucción de áreas verdes e importantes para
los animales, usando todo su poder para evitar su destrucción. Actualmente su grupo, fundado por
ella, los "Greenish", era una organización de 150 personas amantes de la flora y la fauna, que
defendían sus derechos. Sonaba descabellado, pero era verdad.
Le pidió a una sirvienta que le trajera más cubos de azúcar.
Amatish Vagary, Carácter Three. El regente de la prudencia, era alabado por su desbordante espíritu
de cooperación, amabilidad y buen corazón. Las mujeres se derretían por él. Eran experto en todo
tipo de armas, menos en la espada, extrañamente. Su largo cabello, rasgo casi inherente en los elfos,
era de un tono salmón colorido, y unos ojos ébano, afilados pero gallardos. Era el favorito para la
mayoría de misiones, por factores como perfil de buena persona, poder remarcable, y fácil acceso.
A diferencia del Carácter I, Sunset, era fácil contactarse con él, y era más consciente de los que tenía
debajo.
El chico, bastante joven, esperaba lo que tendría que decir su rey, como si estuviera en la escuela
viendo el contenido de un futuro examen.
Trixie Bluein, Four. La dueña de la serenidad, como era llamada por su deslumbrante calma que
mantenía durante el 90% de las situaciones, se trataba de una joven, que podría pasar
cómodamente por una pre-adolescente de 14 años, pero en realidad tenía 17 años. Este
inconveniente del cálculo de su edad fue por el tamaño de su constitución, bastante enana para
tener 17.
Era una belleza de paquete pequeño, pero caro. Su cabello iba trenzado por detrás de su nuca,
embelleciendo sus ojos magenta con el celeste de sus filamentos. Su serenidad era transmitida a los
demás.
Ella miraba lastimeramente la taza de té de su compañero de al lado, Amatish. El, adivinando su
mirada, le dio su taza de té. Ella lo aceptó encantada y feliz… Aunque podría haber pedido otra.
Otro dato a recalcar sobre su vida personal, sería su estrecha relación con el de cabello salmón.
No tenía un grupo de fans o seguidores como los Grennish de Lalaima, pero era el epítome para las
consultas sobre amor y la vida de muchas personas, para ser bastante joven, era considerada un
erudito de la moral. Sería vista más como una especialista en asuntos del corazón que una guerrera
capaz, pero por esto era sumamente apreciada.
Alexander Istogracia, Five. El de más estilo… Como detestaba ese apodo. No lo soportaba.
¿Por qué le pusieron ese apodo, en primer lugar? Sonaba ridículo.
El de más estilo fue cómo lo empezaron a llamar un mes después de su nombramiento como
Caballero Astral.
Demostrando una cantidad irrevocable de estilo en cada trabajo, lo apodaron así, llevándose el
premio al más genial de los caballeros.
Si caminara desnudo por medio de la calle, podrían tomarlo como una nueva moda empezada por él
y verlo como algo positivo. Todo lo que hiciera Alex era tendencia, incluso su peinado de flequillo
más largo de un lado, era copiado por los jóvenes y ancianos.
¡Y cómo lo odiaba!
King Zelote, Six. El Rey de los felinos, un hombre bien delgado, de unas orejas cónicas de gato de
color pargo y puntas oscuras, amante de todos los felinos, capaz de comunicarse apropiadamente
con todos ellos, sin importar la especie. Sus ojos verdes iban a juego con su cabello crema y marrón,
en sus mejillas tenía unas dos rayas, como bigotes impresos en su piel. Sería el caballero más
adorable de la historia, amado por todas las mujeres amantes de los gatos.
Tenía un equipo de 50 personas que el mismo eligió.
King odiaba los perros, fueran grandes o pequeños.
En este mismo tipo, disponía todo el aire de sus pulmones para soplar su bebida caliente. ¿Por qué
no le servían bebidas frías?
Spica Gardenzuin, Seven. La aliada de los astros, una mujer de pelo estrellado como el mismo cielo
nocturno, y ojos plateados, no daba mucha información de su perfil, además de tener mala vista de
día.
Tenía mala memoria para los nombres, solo acordándose de su impresión de la persona. Ni siquiera
podía reconocer el nombre del rey.
Selphius Scarlet, Eight. El caballero de dos caras, era experto en parecer alguien bueno y
benevolente. El Selphius real, era descomedido y mal hablado.
Llamar a Sunset sería 10 veces mejor que llamarlo a él. Algunos, que lo hicieron enojar fueron mal
parados. Selphius se hacía un buen hombre, pero si llegaba a sus límites, volaría a quien tuviera al
alcance.
No tenía grupo de fans, ni seguidores.
Con quien se llevaba más o menos, era con su colega, Spica. No sería correcto deducir que eran
amigos del alma, pero le costaba ser malvado con ella. Su mente que iba siempre en el limbo era un
obstáculo, y no se enojaba aunque le dijera cosas malas.
Era su causa de estrés, por eso no quería verla… Pero a la vez era refrescante.
Su cabello era negro, de tonalidades marrones en los bordes que llegaba la luz, más sus ojos eran
rojo oscuro. Su flequillo caía libremente sobre su frente, y no destacaba con peinados ultra raros.
Ahora se inclinaba hacia atrás en las patas traseras de la silla, su compañero del costado, un hombre
joven de cabello rubio platino, lo miraba reprobatoriamente, sin emitir un veredicto.
Silver Knight, Nine. El Caballero galante se destacaba por sus buenos modales y elegancia, un buen
ejemplo de cómo atrapar criminales sin exponer al peligro a los ciudadanos. Si alguien entraba en su
mira, no pasaba un mes y ya estaba detrás de las rejas. Así de grande era su talento para atrapar
personas. Si fuera un secuestrador sería una historia aterradora.
Era uno de los más jóvenes en unirse, por lo que no conocía bien al resto de caballeros. Prefería
tener un perfil bajo para no causar molestias.
A diferencia de algunos allí, tenía procedencia de una casa noble, donde muchos de sus antepasados
fueron caballeros prominentes.
Para Trixie, Amatish, y Selphius, que no provenían de familias adineradas o nobles, el nombramiento
del rey basado en la meritocracia fue bastante útil y conveniente para ellos, que no tenían raíces de
grandes familias.
Silver fue reconocido por Edgar, logrando ocupar un espacio. El número de caballeros Astrales no
tenía límite, pero pocos llegaban allí. El modo de subir no estaba escrito en piedra. Por ejemplo, un
noble podría dar media vida en lograr resultados favorables que aseguraran su ascenso, y el rey
nunca le daría una mirada, pero un campesino podría ascender de un día para otro si el rey lo
reconocía.
Por eso los que ascendían eran bien vistos por las personas, como ilustres seres humanos.
Michell Letter, Ten. Alias: Solitario.
Se ganó ese nombre por el significado literal de la palabra. No se relacionaba con nadie, y su número
de trabajos o misiones podrían contarse con ambas manos. No era alguien que apareciera
seguidamente al público, por lo que algunos no sabían de cómo lucía. Las áreas en la que era bueno
no eran conocidas por los ciudadanos, y los trabajos que aceptaba eran dados por el rey o entes
importantes. Solo consentía su participación si se encontraba "algo" interesado.
La resolución de sus pocas apariciones podría deberse a su aspecto externo.
Extendiéndose el río negro desde su nuca a su cadera, figuraba el cabello más acicalado y precioso
que toda mujer envidiaría. Sus grandes ojos, como dos amatistas refulgentes, les faltaba emoción
por su entorno. Por ningún lado encontrarías musculatura o partes cuadradas, solo sutiles rasgos
algo delicados, para, bueno…un chico.
Con traje de caballero, con ropa ceñida de pantalones y camisa blancos, sería como una chica
vistiéndose de hombre. Su modo de sentarse, remarcando la masculinidad, sería digno de una
discrepancia con los contornos tiernos de su cara. El largo de su cabello era otro factor que atraía
algunas críticas, dada su posición.
Su mirada no vacilaba, de vista al frente, y brazos cruzados. Se veía tan imponente como un hombre,
a pesar de su bonito rostro de chica.
Sunset tenía cierto desprecio por él, pero eso era otra historia.
El rey, con sus preocupaciones a flor de piel, anudó su traje, y empezó la confrontación de sus
Caballeros Astrales.
— Lamento convocarlos con esta urgencia, debo suponer que algunos tuvieron que dejar para
después sus asuntos para venir aquí el día acordado. Por eso mismo, trataré de ser breve.
Una de las mujeres, Lalaima, ofreció una sonrisa.
— Ah, no se preocupe, Su Majestad. No tiene que sentirse culpable. Todos nosotros comparecemos
ante su autoridad. Viéndolo así, no es extraño que tengamos que descartar nuestros asuntos
personales cuando viene un mandato de su boca.
— Gracias, Lalaima.
Así, el rey, miró sólido a sus caballeros.
Sunset, aburrido, levantó la voz.
— ¿Entonces? ¿Para qué nos llamaste, Gared?
No tuvo cuidado al dirigírsele al mismísimo emblema de la soberanía, hablando
despreocupadamente.
Lalaima, la belleza inflamable, frunció sus cejas. Tenía una grata devoción por su rey, y venía Sunset
a tratarlo irrespetuosamente con un mote incongruente con su alteza.
Trixie y Amatish se mantuvieron con bocas cerradas. Sus modales no excedían de lo que sabría un
campesino por sentido común. Si se enemistaran con Two, no sabrían cómo sobrevivir a las demás
reuniones.
Por su parte, Spica iba a su propio ritmo, pidiendo desenvuelta algo para picar, como pastel o
galletas.
Alexander no permutaba sus cejas rectas y boca cerrada… Claro, que… por dentro de su ser tenía un
profundo temor de ser metido en la lucha campal de Lalaima y Sunset. Por fuera parecería que era
un hombre maduro, pero a fin de cuentas era que se derretía de temor, y no podía hacer nada más
que estar estático.
—…Ok, ahora les diré por qué los llamé. – Edgar compuso su mejor cara. Todos callaron, aunque de
diferente forma.
Unos respetuosamente, mientras que otros con aburrimiento. Todos esperaban a que dijera algo
que traería a colación la razón de la convocatoria.
Tragó saliva — Siendo sincero, esto me apena realmente, pero… necesito que uno de ustedes
asesore a mi hijo, Allen…
Ya lo dijo, no había vuelta atrás. No podría comerse sus palabras como si fuera aire.
—…
—…
¿…Y ahora?
¡PAM!
Edgar, y otros de los presentes se sobresaltaron, Sunset estampó su frente en la mesa.
— ¿S-Sunset-San…? – Preguntó Trixie algo sacudida.
Si vieras a uno de tus compañeros hacer ese movimiento absurdo, por supuesto que te preguntarías
por qué hizo tal cosa.
Sunset regresó, como si nada hubiera pasado. A continuación hizo una queja plausible.
— ¿Enserio nos llamaste a todos para eso, Gerad…?
¿Para ser niñeros?
— Oye, Sunset, ¿qué es ese deshonroso modo de tratar al rey? Dirígete a él como "Su majestad" o
"Su alteza".
— Todos ellos son largos, Gerad le queda mejor.
— ¡No está bien! Tergiversar su nombre solo por placer es una grave muestra de irreverencia.
— Que molesta eres, ¿quieres que te cierre la boca?
— Puedes venir e intentarlo. ¡Venga!
La guerra estaría por estallar, pero otro, que no tenía intenciones de seguirle el juego, levantó su
mano.
El último de la rueda, moviendo su mentón, que posteriormente agitó un poco su cabello excelso.
Michell trazó una pregunta.
— ¿Podría ser un poco más claro con esto, Su majestad?
El rey asintió, procediendo.
— Unos días atrás, recibí una visita de una antigua…compañera. – Todos ignoraron la extraña pausa.
— Ella es conocida por tener profecías exactas, y me entregó una que ponía en tela Eclipse como
nación.
— Ya veo. Gracias. Puede continuar…
— En un futuro, puede que no esté más sobre el trono… Cuando las cosas lleguen a ese extremo,
será mi hijo quien me suceda.
Como era bien sabido, si el príncipe heredero no estaba cualificado o no contaba con la edad
suficiente, sería otro que tomara el puesto de regente, y que contara con ser familiar cercano del
rey.
Edgar, tenía un hermano mayor…
Tenía… Hace al menos un mes, su hermano menor, Xewi, fue asesinado mientras dormía. Cuando los
sirvientes los llamaron al comedor, lo vieron… pues… vieron su cuerpo, más no su cabeza intacta.
La noticia arrasó con algo de sobresalto, pero no descontento.
Su hermano perdió la cordura antes de que llegaran a ser adolescentes, distanciando su relación a
una de desconocidos. Se obsesionó con el templo y la luna, símbolo de la bandera y la nación,
haciéndose Arzobispo de la Iglesia principal de Redricks, la capital.
Sus padres vieron que no podrían poner en sus hombros el trono, y se lo cedieron a Edgar. Xewi no
tuvo quejas, no consideraba el trono como algo transcendente.
Edgar ascendió al trono.
Cualquier intercambio de palabras terminaba en invectivas inentendibles de Xewi. Con los años, se
frustró y dejó de intentar sacar algo de juicio de él. Como en su trabajo mostraba una inusual
diligencia, no surgieron problemas.
Se casó con una mujer cualquier, que le dio a luz un hijo, pero ni esto alcanzó para sacar a relucir
algo de luz en su modo de vivir, y continuó igual.
Y un día, recibió una espantosa noticia. Su hermano mayor fue asesinado.
El asesinato fue hecho en el castillo. El perpetrador no levantó ninguna alarma de los guardias. Nadie
vio nada, solo cuando se encontró el cadáver de Xewi, fue que se alzó la voz de alarma.
Quien lo haya hecho, fue profesional en los detalles. No hubo testigos, porque no dio la oportunidad
de que los hubiera, y al no tener que deshacerse de nadie que no fuera el objetivo, nadie sabía nada.
Sería raro, pero fue un duro golpe para Edgar. No confiaba plenamente en su hermano para
adorarlo, pero recibir de golpe la noticia de su muerte lo entristeció profundamente.
Pensó que debería encargar de cuidar a su sobrino, Noir Pendragon, pero este desapareció. Cuando
pensaron que era cosa de los que asesinaron a Xewi, vieron una nota dirigida al rey.
"Renuncio a todo, no me busquen".
Eso escribió.
Si la nota sería tomada con significado literal, entonces Noir renunciaba a todo, su derecho como
familia del rey y su apellido. Las riquezas, el estatus, todo. No quería saber nada de eso.
No era un misterio que sus relaciones familiares eran un desastre, todo por culpa de su lunático
padre, que no podía ni siquiera dedicarle una hora de su vida a su hijo. Su muerte fue el detonante
de su partida.
— Pero ponerlo de golpe sobre el trono solo traería desgracia. No cuenta con la experiencia ni las
habilidades pulidas para regir el reino. Desearía que tuviera algo de experiencia en algunos campos
de la vida, antes de poner ese peso sobre él. Pero no puedo dejarlo solo, necesito que uno de
ustedes, se ofrezca para resguardarlo. Ahora que ocurrió esto, será normal que salga más al público,
y temo que algo pueda pasarle.
King elevó la punta de sus orejas.
— Disculpa, Su majestad, pero ¿nno tiene un poder especial que lo hace evadir los peligros…?
— Ciertamente, King. Su habilidad "Suertudo" lo salva de desastres y malos augurios, pero no
totalmente.
—…
— Por ejemplo, si fuera embestido por una carreta, en vez de morir, podría salir severamente herido
y con algunos huesos fracturados. Aunque "Suertudo" es una bendición, no es omnipotente.
—…Ya veo, lamento interrumpir.
— Ah, no importa si hablas. Me gustaría que lo hicieras más a menudo.
Suertudo era un poder hereditario de Edgar a su prole. Esta habilidad, más parecida a una bendición
divina, contaba con la ventaja de evitar males dirigidos al usuario, evitando catástrofes o accidentes
mayores.
Un claro ejemplo, sería cuando Allen tenía cuatro meses, se tiró de la ventana del segundo piso, pero
una sirvienta que casualmente caminaba por el primer piso lo logró coger en el aire. Fue una cosa
espantosa. Desde allí ese niño se enfrentó cara a cara a los problemas, trayendo estrés constante a
sus padres.
— Entonces, en resumen, deseas una niñera para tu hijo. – Dijo Sunset, siendo severamente mirado
por Lalaima.
¿Esa mujer no podía hacer otra cosa que no fuera mirarlo mal?
— Sí. Por eso los reuní a todos, para oír sus ideas.
— Esto… disculpe, pero ¿tiene que ser uno de nosotros?
— La seguridad de mi hijo es primordial para el futuro de Eclipse. No escatimaré en pagarle lo que
sea al que lo cuide.
Eso era estupendo… Si el príncipe fuera alguien manso de carácter.
El único inconveniente era su desastrosa personalidad.
Algunos caballeros se miraron pesadamente.
— King-chi, hazlo tú…
— ¿¡A-Ahh!?
El felino erizó sus orejas y cola.
— ¿P-Por qué yo? H-Hay más personas aquí…
Se puso a la defensiva, más la sonrisa de Selphius no se esfumó.
— Pienso que eres bueno para el papel. Los gatos saben cuidar de sus crías.
— ¿¡Que cosas sueltas ahora!? ¡Que sea un felino no tiene nada que ver con el asunto en cuestión!
¡Y-Y personalmente, soy pésimo con los niños! No podré con ese chico.
King se negó con todo su espíritu. Edgar querría refutarlo, pero no podía. Su hijo era un bastardo
sabelotodo.
Spica levantó la mano.
— ¿Puedo hacerlo, Dálmata?
— No.
El rey negó.
— ¿Por qué?
Metida en la luna, ella no mostró descontento y se limitó a preguntar por su resolución firme.
— Mi hijo tiende a molestar hasta el límite a todas las mujeres a su alcance. No quiero hacerte pasar
por eso. Puede que intente esconderte la ropa o cosas así.
— Uh… Ok…
Su determinación… no duró un minuto y aceptó lo que decía.
Su hijo consideraba estúpida la población femenina, una mujer no podía tomar este compromiso.
— ¿Podría ser yo?
Amatish, el hermoso elfo de buena labia habló, ofreciéndose para la causa.
— Tengo mucha tolerancia…
— Denegado.
Esta vez Trixie se negó.
— ¿Por qué, Trix?
— Te comprometiste a hacer guardia en la frontera con Flyers. Estos días han sido agitados, no
sabemos si pueden tirar un ataque. En estos casos, tenerte allí sería tranquilizador.
— Pero nada nos garantiza que hagan eso. Hasta ahora no han llegado a la violencia.
— Pero podrían llegar. No está de más tener algo de recelo. Quieren más territorio, en ese sentido,
conseguirlo sería sencillo si conquistan el Muro Boreal, perderemos el ducado de Eragon, que tiene
solo 1.000 habitantes. Aunque no es mucho, sería el principio de algo peor. Mantenerte allí, como
muro defensivo, es la mejor idea.
Explicó todo eso elocuentemente para verse como una pequeña chica.
A eso, Amatish no replicó.
— Esto descarta a Ama-Chi, Trix-chi, Lala-chi, Spi-chi y Kin-chi. – Dijo Selphius estirando el cuello. –
Quedan Sun-chi, Sil-Chi, Mi-chi, y Alex-chi.
Claro que no se incluyó, una forma pasiva de decir "no cuenten conmigo".
Naturalmente, los ojos se posaron automáticamente en One, Sunset, el considerado más fuerte
entre los hombres.
Este se encogió de hombros, más que desinteresado.
— No soporto los niños.
Alexander objetó contra eso.
— Pero de todos aquí tienes gran influencia, creo que podrías lidiar con él. Y tampoco es que estés
haciendo algo…
Una cruda mirada, y el chico se regresó al banco del silencio. Fue un error abrir la boca.
Silver puso una de sus manos en su barbilla, como un tasador de vino que probaba la calidad.
— No creo que sea conveniente. En sí, Sunset-San posee una personalidad fuerte, chocaría con el
príncipe, solo ocasionando problemas. Lo mejor sería elegir a alguien de talante inamovible y
prudente, que no tire la toalla al poco tiempo. Como mínimo, debe poseer una tolerancia
formidable.
La candidatura de Sunset que declinada con palabras gentiles.
— Alguien tolerante, eh. – Lalaima cruzó las piernas, mirando el techo. – Silver y Amatish entrarían
en esa categoría, pero ambos están ocupados.
Silver se encontraba actualmente en una lucha con los crímenes armados y de naturaleza violenta
hacia los semi-humanos o extranjeros. En la semana daba al menos dos viajes.
Amatish, era el guardián supremo del Muro Boreal. Si se iba mucho tiempo, podrían intentar hacer
de las suyas y derribarlo, haciendo un hoyo en las defensas de Eclipse.
—…
¿Cómo encontrarían a alguien dispuesto y que estuviera cualificado? Tratar con el príncipe no era un
juego.
Spica, sonriendo cándidamente como un conejo feliz, ladeó su cabeza.
— ¿Qué los tiene tan preocupados? Tenemos la respuesta justo aquí.
El tema a colación descolocó al resto del mundo. Tenían un dilema y ella venía a decir que tenía la
solución al alcance de la mano.
— ¿Te molestaría ser un poco más específica, Spica? – Dijo Lalaima de voz cortés.
Spica, salió a relucir al miembro de esa mesa que no formó parte del diálogo, y que solo comía algo
de pastel de crema.
— ¡Claro que cuando hablamos de trabajos así, no hay nadie mejor que Cara bonita!
—… ¿Ah?
— ¿¡EH!?
El primer sonido provino del aludido, que se iba a meter el trozo dulce en la boca, pero que se
detuvo al ser mencionado contra su voluntad. A lo mismo, el rey, y los demás, se sobresaltaron.
— ¿Mi-Chi cuidando al príncipe? No me lo imagino… — Dijo Selphius contraído de la idea.
Sunset resopló altanero.
— Con esa cara, ¿por qué no llevarle una mujer? No verá diferencia.
El chico en cuestión, solo le entregó algo de hostilidad. Reacomodó los mechones que caían de sus
hombros, resultando algo majestuoso.
— Si el rey está de acuerdo, aceptaré el encargo.
Si era por capacidad, Edgar sabía que Michell estaba a la altura de esta terrible misión.
— ¿Seguro, Michell? Tu…aspecto, podría ser usado en su contra por Allen. Es ese tipo de chico, no
dudará en infamarte por cómo te ves.
¿Michell podría soportar ese acoso? ¿Podría?
— No hay problema. Ya he superado ese nivel hace mucho tiempo. Unas simples burlas no me
afectarán.
Y descartando las dudas, asintió valiente.
— ¿Seguro?
— Sí, Su majestad. Yo, Michell Letter aceptaré su pedido de resguardar la seguridad del príncipe
heredero. ¿Puedo partirle la cabeza si me molesta?
— Denegado. Trata de no usar la violencia.
— ¿Y algo de lavado de cerebro?
— También denegado. Y no creo que puedas someterlo.
— Los perros que ladran mucho al final son los que chillan más.
— ¿De dónde sacaste ese dicho?
Pero quitando su modo de hablar, Michell era cínico, no perdería la compostura por unas cuantas
afrentas a su imagen, esperaba. Debería poder hacerse con el papel.
El grupo de miró, y asintieron.
— En ese caso, declaro por la presente, con los Caballeros Astrales de testigos, que desde hoy, Ten,
Michell Letter, será guardia de mi hijo, Allen. ¿Alguna objeción?
— ¡Ninguna!
— ¡Entonces doy por terminada esta reunión!
Un manotazo a la mesa, y todos se levantaron, dando gracias.
¿Qué sería del príncipe y su nuevo centinela? ¿Las cosas saldrían bien? Esto tendría que verse más
adelante, cuando la relación de ambos progresara.
Este sería el primer paso a la independencia del príncipe heredero, como su encuentro con el
destino que veía ridículo.
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La revisión de este capítulo no tomó tanto como los anteriores. Corté aquí y allá, sintiendo
vergüenza a más no poder por algunos fragmentos de increíble ridiculez y falta de coherencia. Me
hicieron preguntarme "Diablos, ¿qué me fumé cuando escribí esto? Usar mis pies habría dado
mejores resultados."
