Fueron siete años de silencio para él, siete largos años en la que no había vuelto a captar esa señal. Hace mucho que había dejado de buscarla, a los dos años ausencia, para ser exactos. Vox decidió creer que Alastor había desaparecido para siempre y que esas coquetas ondas electromagnéticas no volverían a provocarle cosquillas como antes. Quizás era mejor así, pues sería más sencillo olvidar y pasar página.

Sin embargo, siete años no fueron suficientes.

Luego de enterarse del regreso del Demonio de la Radio, Vox sintió una punzada de dolor en el corazón cuando se dio cuenta de que en ningún momento había captado la señal de su ahora enemigo, ¿por qué?, Alastor no se escondería de él, ser el centro de atención sería su verdadero deleite. Además, luego de siete años, regresar y mostrarse sería lo menos que podía hacer, después de todo lo ocurrido entre ellos.

Así que decidió buscar su señal, no importara que estuviese evitándolo a propósito, él la encontraría, porque siempre fue el único que pudo hacerlo. Entonces, cuando finalmente lo logró, Vox se dio cuenta que esta estaba extrañamente distante, alejada… algo que le hizo sentirse ignorado.

Alastor sabía que la torre de los Vees había sido construida desde un inicio para ser el lugar más seguro en el anillo del orgullo. Vox no salía de ahí si era necesario o si él así lo decidía, pues tenía el acceso a cada aparato en el pentagrama, celulares, cámaras de seguridad o cualquier tipo de objeto tecnológico (especialmente si venían de su compañía), todos podían ser fácilmente manipulados por él. De esa manera conocía cada rincón de infierno a la perfección, aunque nunca saliera de su territorio.

Por eso le dolió tanto que, luego de siete años de una dolorosa "ruptura", Alastor haya regresado y no se haya tomado la molestia, si quiera, de hacerse notar ante él.

"Después de todo el pasado que tenemos", se había dicho aquella noche mientras acababa una botella de Whisky y observaba los pasos de Alastor en ese estúpido hotel. Odiaba a ese overlord (¿lo odiaba?), se podía decir que lo detestaba (¿de verdad lo hacía?). Hubiera preferido que estuviese muerto antes tener que ver esa sonrisa otra vez.

Sin embargo, odiar tal vez no es suficiente cuando el corazón se encapricha. O tal vez ese odio que tanto se quiso convencer que tenía, nunca superó a lo que realmente sintió y sigue sintiendo por el Demonio de la Radio. Vox no estaba seguro, porque semanas después, luego de ver el exterminio junto con sus socios dentro de la protección de su edificio, no pudo evitar seguir los pasos de Alastor a través de las cámaras de seguridad hasta su escondite, justo luego de su pelea contra Adam. Viajó por los cables eléctricos de la ciudad y fue a su encuentro. Quería matarlo, quería vengarse por todo el dolor que le seguía causando, por ignorarlo al regresar, incluso por haber vuelto luego de desaparecer por tanto tiempo. Quería vengarse, pero cuando estuvo ahí, lo que hizo fue besarlo.

Valentino no solo se reiría de él, sino que también lo humillaría por ser tan estúpido, porque no solo fue un beso, también lo ayudó, le cerró la herida del pecho para que dejara de sangrar y, sin más, finalmente se fue. Sin atacarlo, sin matarlo.

Ahora, horas después de esa auto humillación, como vergonzosamente lo denominó él mismo, se sentía estúpido y débil, se avergonzaba de sí mismo por no aprovechar la oportunidad perfecta para vencer a su enemigo más grande. ¿Por qué, después de tanto tiempo y con el dolor de la traición, sentía que seguía arrastrándose por él?

Si intentó buscar una respuesta, no tuvo la oportunidad, pues sus antenas chispearon cuando aquella señal llegó a él de repente. Sin avisar, casi asustándolo.

—¿Alastor?… —susurró totalmente extrañado.

Se acercaba, mucho, podía sentirlo. Se levantó de su silla y salió de su gran oficina directamente hacia los pasillos de su edificio. Si Alastor planeaba aparecer dentro de la torre Voxtek, que es lo que parecía, prefería guiarlo lejos de su oficina, donde toda su fuente de poder se encontraba protegida.

Caminó despacio usando las cámaras de seguridad como ojos extras, no había casi nadie en esos pisos por lo que estaría solo, algo que no le preocupaba, pues si había un lugar donde tendría toda la ventaja que necesitaba, era exactamente ahí, en su territorio.

Finalmente, una sombra emergió del piso alfombrado y formó la figura de Alastor. Sonriente, sigiloso, con toda la frescura de un imbécil ante el acto más estúpido de su vida.

—Vaya, vaya. Esto es muy interesante. —sonrió Vox. —El Demonio de la Radio dentro de la torre V, ¡esto es tan surreal que nadie lo creería! —rio divertido.

Alastor pareció tomarse un momento antes de contestar, estaba sonriendo como siempre lo hacía, pero sus ojos mostraban algo más detrás.

—Es casi vulgar la facilidad con la que se me ha permitido ingresar. —finalmente dijo. —Esperaba tener alguna clase de enfrentamiento, pero es agradable saber que sigo siendo bienvenido aquí.

Vox frunció el ceño y apretó los puños.

—Realmente no creía que fueras tan estúpido para querer entrar en mi territorio, tal parece que te sobreestimé. —de sus manos escapaban pequeñas chispas de electricidad.

Nuevamente, Alastor se tomó unos segundos antes de responder. Vox captó eso inmediatamente, eso no era común en su enemigo, generalmente el overlord tenía la respuesta lista en la punta de su lengua para usarlas cual filosos cuchillos.

—Ser el invitado de este edificio es, ciertamente, lo último que pondría en mi lista, querido.

Vox estaba a solo un pequeño empujón de atacar al maldito que le rompió el corazón, pero esperaba el momento perfecto para hacerlo, como para saborear lentamente su pronta venganza.

—No me encargué de ti allá, pero no creas que aquí será igual. —levantó su mano listo para atacar, solo necesitaba guiar toda la electricidad por su cuerpo y lanzarla hacia Alastor, eso había funcionado la última vez. —Si alguien ha de asesinarte, ese seré yo.

La electricidad se acumuló en su mano, haciéndose visible en sus brillantes y chispeantes garras. Se había acobardado cuando lo vio herido horas atrás, pero no cometería el mismo error otra vez, mucho menos dentro de su dominio.

—Propongo romper nuestro trato. —dijo Alastor.

Y entonces, Vox se detuvo.

Su mente se quedó en blanco por un momento. No estaba seguro de qué significaba eso y mucho menos entendía las razones, pues ese trato que Alastor exigió hace siete años había sido la razón por la que ahora eran enemigos.

—¿Qué… carajos acabas de decir? —respondió Vox. La electricidad de su cuerpo desapareció y reemplazó su ira por desconcierto. —¿Romper nuestro… trato?

—Por doce horas.

Alastor sabía perfectamente el poder del que Vox era dueño, un choque de electricidad lo suficientemente poderosa sería suficiente para dañarle el cerebro y dejarlo fuera de la pelea. No lo creía más poderoso que él, pero definitivamente sabía que no podía subestimarlo, especialmente en su estado, del cual estaba demasiado cansado como para seguir ocultándolo.

—Vine aquí para proponerte… —sus manos apretaron su micrófono (reparado de manera improvisada) la cual era su único soporte, pues había sentido una punzada de dolor en su pecho, —p-proponerte romper nuestro trato por doce horas.

Vox frunció el ceño totalmente extrañado, definitivamente no confiaba en Alastor, no confiaba en traidores. Esa propuesta podría ser fácilmente una trampa y no pensaba volver a ser el imbécil que alguna vez creyó en él.

—¡JA! ¿Realmente quieres que crea esa estupidez? —sonrió con burla. —Admito que tu presencia aquí me desconcertó y me tomó con la guardia baja, pero ¡¿romper nuestro trato?! ¡Puedes comerte esa mierda tú solo!

Alastor tomó todo el aire que pudo, sentir su herida abriéndose lenta y dolorosamente por todo su pecho estaba matándolo desde hace horas y no creía poder soportarlo por más tiempo.

—Siempre tan vulgar, ¿verdad, quer-…? ¡Ah!...

Su cuerpo se curvó por una punzada particularmente dolorosa. Apretó su micrófono para mantenerse en pie, cerró sus ojos y apretó los dientes. Se desmayaría, estaba seguro, pero necesitaba mantenerse consciente para convencer a Vox.

Solo en él podía poner su confianza.

—¿Alastor?

Alastor murmuró una risa y enderezó la espalda lo más que pudo. Su sonrisa forzada y sus ojos le gritaban a Vox que no se encontraba nada bien.

—¿Qué demonios te pasa? —volvió a preguntar Vox.

—Creo que mi transmisión está teniend-…

El Demonio de la Radio siempre lucía en control, siempre con la gran y siniestra sonrisa en el rostro, mostrando lo envidiablemente poderoso que podía ser. Lucir débil sería su pesadilla, por eso nadie lo había visto indefenso, él prefería huir y desaparecer si era necesario. Nadie viviría para verlo en ese estado, nadie, excepto Vox.

Era irónico, pensó, quizás por eso su cuerpo había resistido tanto hasta llegar a él, porque ahora, ahí dentro de la torre V, con Vox frente a él, realmente se sentía a salvo.

Su cuerpo finalmente cedió, cayó sobre una de sus rodillas mientras todavía se sostenía con una mano en su micrófono. Su mano libre la llevó hacia su pecho de manera instintiva, sintiendo la humedad en su ropa. Su herida finalmente se había abierto en su totalidad, mientras su ropa se humedecía con su propia sangre.

Vox sintió el impulso de correr a él, pero resistió. Apenas dio un paso y se detuvo. Observó a Alastor respirando con dificultad, mientras mantenía su mano en su pecho. Observándolo en ese estado, no le tomó mucho tiempo entender lo que sucedía, aunque, para ser sinceros, tampoco lo sorprendía del todo.

No lo había pensado hasta ese momento, pero era lógico: curar una herida provocada por un arma angelical no era tan fácil de curar. Lo que él había hecho horas atrás funcionaría con una herida cualquiera, pero la adrenalina de ver a Alastor frente a él luego de siete años realmente no le dejó pensar más allá en ese momento. Por eso la herida de Alastor volvía a abrirse, esta se resistía a sanar.

Luego de unos segundos, Vox finalmente se acercó a paso lento, como disfrutando nuevamente de ver sufriendo a su enemigo, débil y patético a sus pies, pero con el dolor que aún le provocaba el amor que le tenía.

—Ensuciarás mi alfombra. —comentó una vez cerca.

Alastor levantó la mirada, lo juzgaba en silencio (lo haría con palabras, pero no tenía las fuerzas suficientes).

Entonces, sin decir más, Vox lo ayudó a levantarse y lo apoyó en él para ayudarlo a caminar. Accedió a las todas cámaras cerca para asegurarse de no tener testigos, si alguien podía tener el privilegio de ver en ese estado a Alastor, sería solo él.

Nuevamente, nadie cerca, eso les permitió caminar despacio hasta el ascensor y en menos de treinta segundos, ya se encontraban en el pasillo que llevaba directamente a su gran habitación personal. Alastor no hablaba, solo respiraba con dificultad aferrándose a su micrófono y mostrando esa sonrisa en un su rostro que lo que único que hacía era evidenciar lo mucho que sufría por el dolor.

—Apestas. —comentó Vox al entrar a su habitación, todavía teniendo a Alastor apoyado en él. —Tu presencia aquí es como una maldita patada en el trasero.

Alastor emitió una risa pequeña con la distorsión típica de una radio.

—Es-so no parecía molestarte antes. —respondió el overlord.

Al levantar la mirada, Alastor se sintió impresionado de lo mucho que esa habitación había cambiado. Todo lo que Vox alguna vez le había dicho que sería ese lugar, se había cumplido. Debía admitir que siempre lo consideró estúpido y fantasioso, pero ahora muy bien podría callarse ante ello.

Vox lo ayudó a sentarse en su cama y finalmente echarse. Tomó el micrófono y la colocó, por prevención, en la esquina más cercana de la habitación. Al volver con Alastor, la sangre que empapaba la camisa le llamó la atención de inmediato. Se sentó a su lado para examinarlo.

—Siempre envidié que pudieras aparecer y desaparecer cosas, ¿sabes? —comentó mientras abría el saco con sus filosas garras metálicas, luego rasgó la tela de la camisa de un jalón, algo que hizo gruñir de dolor a Alastor. —No creo que romper tu camisa sea tu mayor problema ahora, harás aparecer otra. —observó la herida con detenimiento, parecía recién hecha, como si nunca la hubiese cicatrizado con la ayuda de su electricidad horas atrás. —Esto será difícil de manejar. —comentó.

—Confieso que es mi creencia que… e-eres el único que sabe q-qué hacer… —dijo Alastor, su voz distorsionada y algo difícil de entender.

Vox alzó una ceja, hace mucho que no escuchaba un cumplido por parte del demonio.

—Sabes que estás en mis manos. Puedo transmitir tu patética imagen en vivo ahora mismo si quiero.

—Umm, pero no lo har-… ¡Ah! —Alastor se vio nuevamente interrumpido por una fuerte punzada de dolor.

La mente de Vox entonces empezó a buscar respuestas e Internet no era exactamente la fuente que buscaba. Él tenía datos en su memoria sobre las reuniones que había tenido con Carmilla Carmine, reuniones que no fueron precisamente conocidos por otros overlords, sino para otros negocios. Aunque ninguno de ellos se llegó a concretar por discrepancias entre los dos, había aprendido cosas muy interesantes de cada uno.

—Recuerdo que Carmilla dijo algo sobre las propiedades de la sangre de ángel. Supongo que podría funcionar con esto.

Alastor era consciente de que había acudido a Vox por desesperación, pues sabía que ese idiota muchas veces lograba tener razón de alguna manera. Pero en ese momento no podía evitar poner en duda una idea tan extravagante como desconcertante.

—Creo que es… estúpido. —respondió.

Vox frunció el ceño de inmediato.

—Acudiste a mi para salvarte, así que me importa un carajo tu opinión, ¿entiendes?

—¿Dónde se supone que conseguirás la…? ¡Ah!... —cerró los ojos al sentir el dolor hacerse más fuerte.

Vox intentó disfrutar del sufrimiento de Alastor, pero esta vez no podía. Era más fácil verlo humillado o derrotado, pero verlo sufrir de manera física y tan dolorosa, solo resaltaba que aún seguía enamorado.

—Tengo mis contactos. —respondió. —Además, no creo que tu ahora amigo, Lucifer, quiera ayudarte. —Sacó su celular del bolsillo y buscó. —Haré unas llamadas, por el momento tendrás que resistir.

Se levantó y se alejó de la cama con la vista en su teléfono, caminó con pasos largos hasta desaparecer dentro del cuarto de cambio, donde guardaba su ropa y tenía un gran espejo de techo a piso. Cuando estuvo ahí dentro, ya fuera de la vista de Alastor, se recostó contra la pared para finalmente tomarse un segundo y procesar todo lo que acababa de ocurrir.

¿Por qué no podía simplemente matarlo y mostrar su cuerpo en su programa como si fuese un trofeo? Eso hubiera querido antes (¿verdad?), la ausencia de Alastor hacía muy fácil decir que lo odiaba, pero ahora que estaba presente, no hacía otra cosa que enfrentarlo a su propia realidad.

Si tan solo Alastor no hubiese acudido a él, si nunca hubiese ido a ayudarlo, incluso si nunca hubiese tenido que enfrentar su regreso, todavía viviría en la confortable mentira de que lo odiaba tanto como alguna vez lo amó. Como lo sigue amando.

Volvió a mirar su teléfono, el contacto que buscaba estaba ahí listo para llamar. Si no hacía algo, Alastor realmente moriría y lo perdería para siempre. Esta vez sí sería un para siempre. ¿Realmente quería eso? Esa era su última oportunidad para tomar una decisión, ganar esa guerra impuesta por ellos mismos o ayudarlo, ¿qué es lo que de verdad quería hacer? Entonces, sin pensarlo más, hizo la llamada. Lo ayudaría, aunque pueda arrepentirse luego.