Era extraño estar en esa habitación nuevamente, pensó Alastor, todavía recordaba la suavidad de esa cama que parecía no haber sido demasiado utilizada en todos esos años. El olor de Vox permanecía ahí, aunque la tela esté impecable, la cama estaba en la misma posición, pero no tenía la misma aburrida vista. La gran pared que recordaba, ahora era un gran acuario donde tres grandes tiburones nadaban pacíficamente. Ellos tenían los mismos patrones que Vox poseía en su espalda, un detalle que descubrió alguna vez en esa misma habitación y en esa misma cama.
De poder hacerlo, Alastor suspiraría por nostalgia, pero el dolor de su herida solo lo hacía delirar entre pensamientos y recuerdos. Estaba tan indefenso y débil que su vida dependía enteramente de Vox y, aunque debería temer por ello, sabía que estaría bien.
Vox regresaría, él siempre lo hacía. Esos siete años no pudieron acabar con la devoción que le tenía, algo tan puro como eso no podía destruirse, ¿verdad? Así como tampoco el amor que él mismo intentó aplastar durante su exilio. Cerró los ojos lentamente, se dejó llevar por el cansancio sin temor alguno, estaba seguro que al final todo estaría bien.
Era difícil decir cuánto tiempo había pasado, pero el dolor lo despertó de golpe haciéndole abrir grandes los ojos. Vox estaba sentado en la cama a su lado, tenía una botella delgada y transparente en su mano, la cual derramaba un líquido que lucía ligeramente espeso. Olía algo dulce y era de un color amarillo muy pálido.
—No te muevas, conseguirla fue complicado, no quiero desperdiciarla. —se quejó Vox.
—¡AH! —Alastor gruñó, sus dedos se clavaron en la cama como garras afiladas. Cada centímetro de piel dañada por el arma de Adam ardía como si de fuego se tratase.
—¡Que te quedes quieto! —Vox tomó uno de los brazos de Alastor. —¡Toma el otro brazo!
Fue en ese momento que Alastor notó que Vox no estaba solo, otra criatura lo acompañaba. Reconoció de inmediato al fiel y tímido asistente de Vox.
—Tengo que cubrir toda la herida, que se quede quieto. —dijo el overlord.
La herida realmente se cerraba, se curaba rápidamente, pero el dolor que provocaba era tan intenso, que parecía empeorarla. Las astas de Alastor empezaron a crecer y sus ojos se volvieron negros con diales de radio. Vox sabía que, por instinto, el poderoso demonio en que se había convertido Alastor atacaría en defensa ante el dolor infligido, por lo que toda persona ahí presente corría peligro.
—¡Está funcionando! —gritó, más que todo para calmar a Alastor.
La tortura continuó por unos eternos segundos más, hasta que el último centímetro de piel dañada fue totalmente curada. Vox se preguntó si Alastor había controlado su ira todo ese tiempo o simplemente no tenía las fuerzas suficientes para atacar.
Alastor jadeaba, su cuerpo temblaba ligeramente. Su forma demoníaca disminuyó hasta volver a su físico normal, pero luciendo muy exhausto. Vox lo observó en silencio por unos segundos, también cansado por el todo el esfuerzo y la gran tensión que tuvo sobre sus hombros para conseguir esa maldita sangre a tiempo.
—Ciérralo y guárdalo con la otra. Si alguien te ve, encárgate. Nadie debe saber lo que tenemos aquí. —ordenó Vox.
—Sí, señor.
No quería ni tenía que explicar lo valioso que eran los delgados frascos que había comprado. El diablillo que se lo había vendido había identificado su desesperación detrás de sus pacíficas, pero obvias negociaciones, lo cual solo hacía que le subiera el precio. Era el único en todo el maldito infierno que tenía algún tipo de acceso a sangre angelical, por lo que no tuvo más opción que aceptar el precio antes de que este se volviera ridículamente exorbitante.
Luego de que su asistente se retirara, Vox se quedó sentado en la cama al lado de Alastor. Las mangas de su camisa estaban dobladas más arriba de sus codos y su suéter lucía desordenado, pues se había quitado el saco rápidamente al llegar. Ver al demonio dormido le había hecho pensar lo peor por un segundo.
Hubo un cómodo silencio, ese que disfrutas luego de un momento de estrés y caos. Entre ellos ese silencio se sentía como un "confía en mí".
—¿E-esto funcionará? —preguntó Alastor, su voz sonó cansada.
Vox suspiró.
—Creo que sí.
—E-eso suena… positivo. —habló con dificultad.
—Lo que yo entiendo es que el daño hecho por un arma angelical es bendito, lo cual la hace poderosa, pero es daño al final de cuentas. La sangre angelical, en teoría, bendice y repara daños, pero nosotros somos pecadores, lo cual hace que nos queme. Al final, debería curar la herida, aunque se deba pagar un alto dolor por ello.
Vox observó la enorme cicatriz resultante en todo el pecho de Alastor, todavía rodeada de sangre que manchaba la piel del overlord.
—Tendrás que vivir con esa cicatriz.
Alastor todavía se sentía débil, podría quedarse dormido inmediatamente si cerraba los ojos, pero tener a Vox a su lado sin alguna clase de tensión y ni siquiera insultos de por medio, era tan extraño como interesante. La última vez que habían tenido una conversación amable había sido poco antes de su ruptura, precisamente en esa misma habitación.
Llevó sus ojos hacia su cicatriz y la tocó suavemente sintiendo su textura irregular. La piel se sentía todavía un poco adolorida.
—Me acostumbraré. —contestó. —¿Te importaría ofrecerme…?
—Sí. —interrumpió Vox para luego levantarse y dirigirse directo a la habitación de cambio.
No estaba seguro de lo que pasaría ahora, tenía el corazón latiendo rápidamente, en parte por el esfuerzo hecho y también por tener a Alastor para él otra vez en su jodida cama con horas de modo "no enemigos" por delante. Los pensamientos lujuriosos inundaban su mente, eso jamás podía evitarlo, pero sabía que la realidad no era tan simple como eso. Tenían siete años de ausencia que hacía difícil tratarse con la confianza y la intimidad de antes.
Abrió uno de los cajones para sacar ropa holgada y limpia, no sería el estilo de su "invitado", pero serviría. Levantó la mirada y sus ojos cayeron en Alastor reflejado en el espejo, podía verlo justo al lado derecho del mismo, mirando a los tiburones nadar lentamente. Lucía tan tranquilo y pacífico, claro, esto gracias a sentirse todavía débil, de lo contrario, el demonio tendría ropa nueva con solo chasquear sus dedos y no solo eso, ni siquiera seguiría ahí, se habría ido sin decir nada tomando como excusa el enorme vacío de su trato no negociado.
—Oh. —susurró Vox.
Una revelación llegó a su mente: El trato no había sido negociado, no había términos, ni detalles y, además, él tampoco había aceptado nada, por lo que no estaba precisamente obligado a cumplir con las doce horas del trato o, si lo prefería, podía proponer modificaciones. Sonrió, Alastor definitivamente debió haber estado demasiado desesperado como para hacer una propuesta de una manera tan veleidosa.
Dejó a un lado la ropa por un momento y sacó su teléfono. Si podía tener esa oportunidad con Alastor, no la quería desperdiciar, porque sabía que esta sería la última vez antes de que uno de ellos dejara el infierno para siempre a manos del otro.
—¿La sangre ya está protegida? —preguntó, su fiel asistente estaba al otro lado de la línea.
—La cámara está sellada, señor. No hubo testigos qué limpiar.
—Bien. —contestó, luego guardó silencio por unos segundos, todavía no estaba seguro de que fuera buena idea lo que ahora planeaba en su mente. —Cancela todas mis citas para mañana.
No necesitó ver a su asistente para saber el rostro sorprendido y medio asustado que había puesto.
—S-señor, mañana tiene la reunión con los ejecut-…
—Hey, tu contrato te obliga a obedecer todas mis malditas órdenes sin ningún tipo de oposición. Si digo que los canceles, lo haces y lo haces bien, sin contratiempos, ni problemas. Quiero el día libre mañana, Alastor se quedará conmigo y no quiero interrupciones. ¿Fui lo suficientemente claro para tu estúpido cerebro?
—Sí, señor. —respondió conformado.
—Si Valentino o Velvette preguntan por mí, ya sabes qué hacer. Si mi teléfono suena, quiero que sea exclusivamente por alguna emergencia, ¿entiendes? Solo para una verdadera maldita emergencia o sabes las consecuencias.
—Entendido, señor. Eh… ¿deseará algún servicio a su habitación?
—Lo traerás tú, nadie debe acercarse a este piso. Te escribiré.
—Está bien.
—Y… —Vox se quedó en silencio por unos segundos.
—¿Señor?
—El protocolo será activado.
Ese fugaz silencio al otro lado le dijo que su asistente había entendido a qué se refería.
—Entendido, señor. —contestó. —Estaré atento.
—Bien.
Y sin más, colgó. Con ello, ya todo estaba decidido.
Tomó las prendas y volvió con Alastor, quien, al verlas, alzó una ceja en claro desacuerdo. La camiseta no solo era horriblemente holgada, también traía el logo de Voxtek en el pecho. Pero Vox no se inmutó, simplemente se quedó mirándolo haciendo una silenciosa exigencia. Ante eso, Alastor finalmente cedió sin queja alguna.
Había unas cuantas palabras de ánimo que Vox quería decir y tal vez una sonrisa melancólica que mostrar, pero las guardó para sus pensamientos como un acto reflejo de la desconfianza que todavía tenía por él.
—Dormirás aquí. —dijo, tal vez con una voz demasiado demandante para su gusto.
—Es muy amable de tu parte, Vox. —respondió Alastor sin intención de burlas detrás de sus palabras.
Debía admitir que ese comportamiento en Alastor, después de tanto tiempo de "odio", se sentía jodidamente extraño y hasta un poco incómodo, pero también se sentía familiar, lo cual lo hacía peligroso para ambos por una razón en particular.
Sin responder, Vox dio media vuelta para volver a desaparecer de la vista de Alastor.
El demonio observó la ropa entre sus manos, mientras algunos recuerdos venían a su mente. Sentirse tan distante de la única persona en su vida con la que había disfrutado, por primera vez, la cercanía y la intimidad que ofrecía la confianza ganada por años, era bastante doloroso. Eso era lo que ellos eran ahora, algo tristemente roto.
Se vistió, colocó su sucia ropa a un lado cuidadosamente doblada y, todavía sintiendo un ligero dolor en el pecho, entró a la cama disfrutando de la suavidad de las sábanas de Vox. Hace mucho que no dormía (en todo el sentido de la palabra), siempre prefería estar alerta, aunque supiera que no corría peligro. Quizás algo heredado de su demoníaca forma de ciervo.
Pero aquí se sentía diferente. Siempre fue diferente con Vox.
Volteó su cuerpo y miró el gran acuario con esa tenue luz azulada, el movimiento suave de los tiburones, el silencio que lo rodeaba, el olor de Vox en la almohada. Se sintió relajado y fácilmente su cuerpo se rindió al sueño. Cansado, pero finalmente cómodo y tranquilo, Alastor volvió a recordar lo reconfortante que era sentirse de esa manera gracias a Vox, así que, con ese pensamiento, cerró los ojos lentamente y se quedó dormido.
—Hazte a un lado, la cama es suficientemente grande.
Pero la voz de Vox y la repentina invasión de su espacio personal lo despertó bruscamente luego de varios minutos. Sus ojos se abrieron grandes y volteó de inmediato mirando sobre su hombro.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó visiblemente perturbado, —te recuerdo que fuiste tú el que dijo que podía dormir aquí.
—Y lo harás. —Vox se acomodó obligando a Alastor a hacerle más espacio. —Pero solo hay una cama en mi habitación.
La indignación del demonio era notoria, pero poco le interesó al dueño del lugar.
—Vox, retírate en este instante. Tienes que ser demasiado ingenuo para creer que pasará algo entre nosotros esta noche.
—No voy a dormir en un sofá solo porque la princesa quiere la cama para ella sola. —respondió.
Alastor levantó una ceja, conocía a Vox demasiado bien como para no entender sus intenciones, así este demuestre todo lo contrario con sus acciones y palabras, si podía haber sexo involucrado, Vox no lo pensaría dos veces.
Un silencio permaneció por unos segundos, mientras Vox se acomodaba haciendo mover la cama ligeramente. Alastor se acomodó dándole la espalda a su ahora acompañante.
—Por cierto, estabas dormido cuando mandé tu ropa a lav-…
—¿Cuánto tiempo le queda a este trato? —interrumpió Alastor.
—Eh, dijiste doce horas. —contestó Vox. —Faltan ocho.
Con esa información, Alastor podía deducir que la sangre había sido conseguida en aproximadamente cuatro horas. Realmente impresionante, debía admitirlo, aunque no diría nada al respecto.
Se formó otro incómodo silencio en el ambiente, lo que ponía un poco tenso a Alastor, debido a lo que podría pasar a partir de ese momento.
—¿Sabes?, en teoría, no he aceptado ningún trato. —Vox cortó el silencio. —Pero lo haría con una condición.
Alastor volvió a guardar silencio, en su mente empezó a recapitular todo lo ocurrido al momento de su llegada a la torre y, para su sorpresa, notó que existía un detalle que había dejado al aire.
Él había estado muy dominado por el dolor y casi al borde de la desesperación, por lo que, efectivamente, el trato que había propuesto no se había cerrado. No hubo una respuesta verbal o escrita de la otra parte para que se haga efectiva.
Eso, entonces, significaba que su enemigo no estaba realmente obligado a cumplir con las doce horas, lo cual lo ponía en una grave desventaja, pues seguía demasiado débil como para cerrar el trato con magia. Sin embargo, conociendo de la manera que sólo él conoce a Vox, era claro que el overlord de los Medios de Comunicación lucía interesado en cumplir con el tiempo acordado. Esto, en resumidas cuentas, significaba que Vox deseaba algo en particular a cambio.
Alastor frunció el ceño y suspiró.
—Negociemos. —respondió sin más rodeos y todavía dándole la espalda.
Vox sonrió divertido
—No quiero exactamente negociar, solo poner mi condición.
Nuevamente el silencio, dándole a Vox la posibilidad de continuar.
—Quiero que las doce horas empiecen desde ahora.
El silencio continuó, por lo que Vox no pudo evitar sonreír divertido. No veía el rostro de Alastor, pero podía imaginar su tensión e incomodidad al pensar lo que eso implicaba.
—Eso es todo. Las cuatro horas anteriores no contarían.
Una de las orejas de Alastor hizo un pequeño movimiento.
—De acuerdo. —contestó el overlord con un tono de voz claramente desconfiado.
—¿No vamos a tomarnos las manos para cerrar el trato? —preguntó Vox.
—No es necesario. —contestó de inmediato.
Vox pudo leer el significado detrás de esa respuesta: "sigo demasiado débil como para cerrar el trato con magia". Es decir, aunque en teoría habían hecho el trato, Vox no sufriría consecuencias si no lo cumplía, porque el trato no estaba maldito.
Respiró hondo y miró el techo por unos segundos, tenía doce horas de paz con uno de los overlords más poderosos del infierno y con quien posee un pasado demasiado íntimo como para ignorarlo. Por supuesto que respetaría las doce horas del acuerdo, no habría ataques, ni traiciones durante ese periodo, pero, después de todo lo ocurrido, ¿qué provocaría entre ellos una actitud menos hostil ahora?
En su mano sentía un cosquilleo, uno que le demandaba colocar su mano en la cintura de Alastor para sentir su calor, para abrazarlo, así como en los buenos tiempos. ¿Eso arruinaría la noche?, era probable, pues toda la historia entre ellos lo obligaba a ir despacio.
Volteó acomodando su cabeza de lado en la almohada y observó los cabellos rojos de Alastor y su respiración lenta.
—Háblame, por favor. —dijo él. —Como antes. Solo por esta noche.
La oreja de Alastor se inclinó ligeramente al escuchar esa petición. Eso era algo que sabía que Vox le pediría en cualquier momento y de la cual temía cumplir, porque si lo hacía, sería más difícil dejarlo ir después.
—Vox…
—Tú lo dijiste hace siete años, no hay espacio para los dos en el infierno, por lo que esta es nuestra última vez, ¿verdad? —se atrevió a acariciar el hombro de Alastor con las puntas de sus garras.
—Hace mucho que no siento lo mismo. —contestó de inmediato el Demonio de la Radio.
Algo que sonaba claramente a falsedad para Vox.
—Al, hicimos un trato, dejaremos de fingir por doce horas.
Alastor suspiró ruidosamente, se sentía demasiado incómodo con esa conversación.
—¿Qué es lo que intentas, Vox? Conoces las consecuencias.
La mente de Vox vagó por un momento por recuerdos dolorosos y tristes.
—Te odié por obligarme a olvidarte.
Un atisbo de lo que podría denominarse como pánico, se apoderó de Alastor.
—Basta… —respondió, esta vez con un tono de advertencia.
Muchas palabras podrían salir de la boca de Vox ahora mismo, reclamos, maldiciones, súplicas, pero ninguna funcionaría, porque Alastor sabía lidiar con todo eso. Si quería ganarle al orgullo del overlord, Vox necesitaba solo una cosa.
Lo abrazó. No importaba si corría el riesgo de arruinar la noche, se arriesgó y lo abrazó.
Alastor se tensó de inmediato, el brazo de Vox lo envolvió por la cintura y sus cuerpos se juntaron como dos piezas hechas exactamente para encajar la una con la otra. Fue un acto tan repentino y sorpresivo, que no le dio tiempo a reaccionar.
Además, para su propia sorpresa, lo primero que vino a su mente no fue desagrado; sino lo agradablemente tibio que se sentía y lo mucho que llegó a adorar eso cuando dormía con Vox años atrás.
—Te extrañé. —susurró Vox con su pantalla pegada a la cabeza de Alastor, los cabellos atrayéndose poco a poco ante la estática en el vidrio.
