CAPÍTULO 44:
PLANES DE GUERRA
Neathia, Nirius
Palacio de Aztelh
El sur no distaba mucho de Miriel. Si miraba detenidamente por la ventana, podría ver un paraje parecido al de su ciudad natal. La mezcla entre naturaleza y urbanismo se asomaba incluso desde el horizonte, las construcciones eran altas y limpias, bañaban el entorno con su belleza arquitectónica y las calles se veían llenas, habitadas por todo tipo de civiles que lidiaban con el peso de la guerra a su modo.
No obstante, también había un par de diferencias marcadas entre la capital del reino y la capital neathiana. Una de ellas era que Nirius no mostraba las coloraciones platinadas y celestes de Miriel, pues sus edificios se caracterizaban por una paleta de colores más cálida, desde el amarillo a un suave anaranjado.
La otra eran los habitantes en sí. Debido a la naturaleza crítica de la situación y la necesidad de proteger el Orbe Sagrado, Miriel había cerrado sus puertas a toda forma de vida gundaliana, optando por evitar correr riesgos a la hora de acoger refugiados. Incluso los granjeros de las tierras cercanas debían atravesar una exhaustiva revisión para confirmar su falta de peligro.
Nirius no era así, sino todo lo contrario. La historia de la Casa Eltarn los había convertido en líderes permisivos con los gundalianos tras su último intento de rebelión, por lo que no era raro ver gundalianos pasearse por las calles de la capital sureña como si nada, en puestos de trabajo semejantes a los del pueblo neathiano, como si fueran iguales.
Una decisión que le desagradaba profundamente, pero no tenía derecho a decirlo en voz alta.
Después de todo, princesa o no, ella era un soldado aquí y tenía un deber que cumplir.
–Princesa Fabia, ¿se encuentra con nosotros?
La susodicha devolvió la mirada rápidamente al interior de la sala del concejo, donde un considerable grupo de miradas se enfocó en ella brevemente.
La mesa en la que se encontraban era larga, lo suficiente para albergar a más de una docena de personas en sus asientos de fina madera oscura. La mesa, al igual que los muros, parecían ser de un ostentoso mármol de colores tierra, que dejaban en claro el estatus que manejaban los principales residentes del palacio. Los pilares cerca de las paredes eran de concreto tallado y pintado con tonalidades blancas brillantes, se alineaban perfectamente con las grandes ventanas de marco y cristal reforzados, que permitirían una vista clara del exterior.
Sin embargo, ninguna ventana era tan impresionante como la que se encontraba a espaldas de la mujer que presidía esta reunión, la Dama del Sur y su hosca anfitriona, Lady Bryann Eltarn.
–¿Acaso la aburrimos, princesa? –. Preguntó la mujer arqueando una ceja.
Tuvo que contener el impulso de negar en un intento de aclarar sus pensamientos, optando en su lugar por tragar saliva antes de mirar a la mujer con pena de forma fugaz.
–No, señora. Por favor, discúlpeme, solo admiraba las vistas que ofrecen su ciudad –. Se disculpó Fabia.
Realmente no mentía, en verdad estaba maravillada con las imágenes que Nirius podía ofrecer a la vista, pero no se enfocado en ellas porque fueran objeto de su interés, sino porque le ofrecían un escape de la imagen que divisaba del otro lado de la mesa.
Al lado de Lady Bryann, sentado junto a ella como su fiel consejero, se encontraba uno de los gundalianos que la acompañaban siempre a cualquier lugar que su dama visitara.
El hombre era mayor, su cabello era completamente cano y cubría sus cuernos amarillentos, para unirse a las frondosas patillas que conectaban con la barba poblada del gundaliano. Sus ojos de lince recorrían la sala, buscando signos de peligro en los invitados o algo parecido. Vestía con túnicas blancas, de un tono más apagado que el de su dama y prestaba atención en silencio a sus reacciones.
No entendía como la Dama del Sur permitía la presencia de este sujeto en una reunión tan importante como esta. Resultaba desagradable e incluso denigrante, no solo para ella, sino para todos los presentes.
Aunque nadie más parecía darse cuenta.
–Quizá sería prudente evitar distraerse en estos momentos, princesa –. Sugirió el gundaliano en tono de reproche.
Cerró los puños bajo la mesa, apretando con fuerza los cobertores de su armadura como el único medio que tenía de evitar que los presentes entendieran sus verdaderos pensamientos.
No obstante, a pesar de sus mejores esfuerzos, hubo alguien que se percató al instante de lo que estaba pensando en realidad.
–Pido disculpas por la princesa. Hace tiempo que no salía de Miriel, se está familiarizando con el sur –. Dijo Ser Loren por ella.
Aunque el caballero de su hermana no la miró, Fabia podía sentir su mirada de reproche asomándose por el cabello azulado del hombre, indicándole que pusiera atención a los temas que estaban tratando.
–Imagino que no tuvo problemas de concentración cuando visitó la Tierra, ¿no es así, princesa? –. Respondió la mujer con tomó helado.
Quiso responder, pero logró controlar el impulso a tiempo. Lo que menos necesitaba era ganarse el desagrado de la dama sureña, pues habían llegado a ayudarla, no a provocar problemas.
Aunque, en su defensa, había sido la misma Lady Eltarn quien había permitido la presencia de alguien que claramente no debía ser bienvenido en esta reunión.
Ser Loren se movió de su lado entonces, retomando un discurso que Fabia no había podido captar del todo debido al túmulo de sentimientos que la recorrían en presencia de un gundaliano.
El caballero Ventus se movió entonces al otro lado de la mesa, donde Hawktor lo esperaba flotando junto a una pantalla holográfica que proyectaba un mapa de los territorios del sur.
Normalmente, sería Aranaut quien la ayudaría a controlar un poco su disgusto por esta situación, pero su compañero y protector parecía ser una parte activa de la conferencia dirigida por Ser Loren, pues no paraba de hablar y aportar o preguntar algo ante las declaraciones de los más fuertes. El pequeño caballero blanco iba de un lado para el otro, recorriendo con compromiso el mapa y saltando constantemente de la mesa al costado de Hawktor y viceversa.
Hablaban de guerra, eso lo tenía claro, pero le estaba costando seguir el ritmo de la conversación. Por más que lo intentaba, no podía dejar de mirar al gundaliano del otro lado de la mesa, esperando a que hiciera algo sospechoso para detenerlo al instante, aunque el hombre parecía haber olvidado su existencia una vez que Ser Loren retomó la palabra.
Era desesperante verlo ahí, en una posición tan alta dentro de la sociedad que su mismo puedo estaba tratando de esclavizar.
–Fabia, ¿sucede algo? –. Preguntó una voz de repente.
La peliazul sacudió sutilmente la cabeza, esperando que nadie se diera cuenta de su actuar antes de devolver la mirada a aquel que le había hablado.
–¿Necesitas algo?
El tono de Shun a su lado denotaba preocupación e interés en su situación. No podía culparlo, de todos sus amigos terrícolas, Shun se había convertido en el más cercano con relativa rapidez, así que no le parecía raro que le fuera tan fácil notar su incomodidad.
Los ojos color miel del terrícola se enfocaron completamente en ella, aunque Fabia estaba segura de que igual se mantenía al pendiente de lo que decían sus líderes de misión. Marucho miraba con atención a los más fuertes, aportando su voz a la conversación en momentos claves junto a Coredem y Drago, mientras Ingram y Hylash evaluaban detenidamente a su anfitriona y el ambiente. Dan, Jake y Akwimos, por otro lado, ponían su mejor cara de concentración, pero Fabia los conocía lo suficiente como para atreverse a suponer que estaban tan perdidos como ella, aunque por razones distintas.
Volviendo a tierra, la princesa no demoró mucho más en responder con una falsa sonrisa a su amigo ninja, esperando no preocuparlo demasiado.
–Estoy bien, Shun. No te preocupes.
–¿Estás segura? –. Insistió el ninja con preocupación en sus susurros.
–Descuida, estoy bien.
Poco convencido, el ojimiel regresó su atención a la conferencia, sujetando su barbilla mientras escuchaba a los adultos hablar.
La mirada de la princesa regresó a su antiguo cuidador entonces, optando por mantener la mayor vigilancia posible sobre el gundaliano por el rabillo del ojo.
–Seguro que Nick y Serena tendrían reacciones diferentes por esto.
El pensamiento de su hermana y su amigo la hizo bajar la cabeza con pesar. Nick y Julie aún eran prisioneros en Gundalia junto a sus compañeros y aunque sabía que Dan y los otros querían viajar allá lo más pronto posible para salvarlos, no podían darse el lujo de aventurarse a la boca del lobo mientras Neathia quedaba desprotegida. El planeta aún los necesitaba y no podrían buscar a sus amigos hasta expulsar a los invasores aún presentes en su territorio.
Su hermana, por otro lado, seguía a salvo en Neathia, quizás incluso bajo la protección de su primo y los hombres de las islas orientales. Pero eso no le servía de consuelo, no completamente.
Después de todo, se habían ido sin que Fabia se diera un momento para disculparse por sus palabras tras el aviso de su próxima misión. La ira que había sentido en ese momento había sido tanta, que la había alejado de su hermana durante el poco tiempo que les quedó juntas y no se habían comunicado desde entonces.
Se sentía culpable por herir a Serena. Tenía claro que la relación de su hermana con su difunto padre no había sido la mejor, ni siquiera buena en primer lugar, aunque ni ella ni nadie más que Ser Loren parecía entender el porqué.
Ser comparada con él debía ser un motivo de molestia para su hermana, pero uno de dolor cuando quien hacía la comparación era la misma Fabia.
Se había arrepentido de sus palabras, pero no se había atrevido a retirarlas o a disculparse y habían partido sin que la princesa se tomara un momento para pedir perdón.
Por más que lo había pensado, la ira por ser enviada a la tierra madre de los gundalianos en Neathia era enceguecedora, la había apartado de su hermana más de lo que había pensado.
–Cele, sírvele agua a la princesa. Tal vez así conservemos su atención por más de unos minutos –. Escuchó decir a Lady Bryann de pronto.
Fabia reaccionó al instante, sentándose recta en su asiento y soportando como mejor pudo las miradas que recibió por parte de los locales sureños y de su amigo ojimiel.
Una joven se acercó a ella de pronto, vestida con finas cedas de color blanco, que resultaban el celeste vivo de su piel y el rojo violeta tanto de su cabello como de sus ojos.
Aunque tenían diferencias marcadas, ver a la copera era como ver un reflejo más joven de Lady Bryann. Una piel más brillante, un cabello de un color más vivo y mayor facilidad de movimiento era lo que la ayudaba a destacar entre las miradas de la gente estando junto a su dama.
El vaso de Fabia se llenó rápidamente, la joven copera se aseguró de depositar el suficiente líquido en el recipiente de cristal como para poder moverlo sin derramar una sola gota. Tenía experiencia en esto, aunque costaba decir cuánto tiempo la habría tenido la dama sureña en este trabajo.
–Gracias, Cele –. Dijo Fabia alzando el vaso a la copera en señal de gratitud.
–No es nada, princesa –. Respondió la joven con una sonrisa.
–Sírvenos a todos, sobrina.
Ante la orden de la Dama del Sur, la joven copera se movió hábilmente detrás de los asientos de cada Peleador Bakugan para llenar sus vasos de la misma forma que lo había hecho con el de Fabia.
La boca de Jake se abrió al ver como una joven noble estaba relegada a un puesto de servicio para su tía, en lugar de formar parte activa de la reunión.
Realmente no era extraño que los nobles usaran a sus parientes para realizar este tipo de tareas y más situaciones de crisis como la guerra. Serena le había contado como había sido la copera de su padre durante la Rebelión de los Xadir, asistiéndolo tanto a él como a sus invitados en sus juntas de guerra.
Ver a Cele ocupar ese puesto para su tía realmente no era extraño y más aun considerando que, hasta que Lord Nirius volviera, ella era la heredera de Lady Eltarn.
–Mi Lady –. Pronunció la joven una vez que el vaso de su tía estuvo lleno.
Lady Bryann le hizo una seña a su sobrina para que se alejara y manteniendo una breve mirada inquisitiva con Fabia para asegurarse de eliminar cualquier posible rastro de distracción.
La ojiverde se limitó a mirar a la dama un momento, para luego desviar sus ojos hacia Ser Loren. Lo último que quería era entrar en un duelo de miradas con la mujer que tanto desagradaba a su hermana.
–Entonces, ¿cómo vamos a proceder, Ser? –. Dijo el consejero gundaliano, cambiando de tema rápidamente.
–Honestamente, nos gustaría limpiar las rutas comerciales por el sector norte y luego por el este. Si bien trajimos suficiente comida para alimentar a su pueblo por unos días, no podremos subsistir sin el comercio con las otras regiones.
–Ser Loren, Ser Hawktor, recuperar a mi hijo debe ser la prioridad. No movilizaré a mis ejércitos hacia el norte hasta que vuelva a casa.
–Gracias por mencionarlo, mi lady. Según sus informantes, Lord Nirius fue enviado al sector sur en busca de actividad gundaliana, donde fue derrotado y hecho prisionero por Elfar Ventus en un antiguo bastión, ¿no es cierto?
–El Fuerte Makar, sí. Fue construido por nuestros antepasados hace varios siglos, destinado específicamente para proteger al pueblo de Nirius y sus ciudades en caso de una invasión por tierra –. Asintió la anfitriona mirando el mapa.
–¿Y cómo fue posible que los gundalianos tomaran una fortaleza así? –. Preguntó Ingram confundido.
Lady Bryann estuvo a punto de responder enojada por lo que solo ella podría considerar un tono altanero por parte del vestroiano.
Afortunadamente, la sobrina de la mujer alcanzó a tomar la delantera, respondiendo la pregunta de Ingram con la cortesía esperada de una dama en su posición.
–Llevaba abandonado mucho tiempo. No habíamos tenido que usarlo en más de un siglo, así que lo descuidamos. El General Gill lo tomó poco después de la captura de mi primo.
–¿Hay cosas valiosas en ese lugar? ¿Algo que pudiera darles ventaja sobre nosotros? –. Preguntó Drago esta vez.
–Por suerte, no. Lo desalojaban después de cada uso, para asegurarnos de que nadie entrara a robar. No hay armas ni provisiones o caminos –. Respondió el consejero.
–¿Y por qué tomarlo si no les ofrece ninguna ventaja? –. Cuestionó Shun cruzado de brazos.
–Creemos que se están estableciendo, es mucho más fácil librar una guerra desde una base, que en puestos de avanzada repartidos por el planeta.
–Pero no entiendo, ¿por qué llevarían a Lord Nirius ahí? ¿Por qué no llevarlo a Gundalia? –. Se preguntó Dan en voz alta.
–Es una trampa –. Respondió Hawktor con sencillez.
–Saben que vamos a intentar rescatarlo, quieren atraernos para que caigamos en sus redes.
–Pero es absurdo querer emboscarnos así –. Objetó Marucho escéptico.
–¿Qué quieres decir, amigo? –. Preguntó Akwimos a su peleador.
Las miradas se enfocaron en el pequeño rubio, expectantes ante lo que éste tuviera que decir sobre la estrategia de sus enemigos.
–Por lo que he visto, Drago, Ingram y Hawktor son más fuertes que las 12 Órdenes. Si bien pueden obligarnos a ir a su territorio, dudó mucho que Krakis Pyrus pueda derrotar a los chicos, incluso si tiene refuerzos.
Aunque fue pequeña, Fabia pudo ver como una pequeña sonrisa se alzó en los labios de Ser Loren, claramente feliz de la percepción que tenía Marucho acerca de este problema.
Por desgracia, dicha sonrisa no tardó en ser reemplazada por un suspiro, uno que acompañó sus gestos antes de posar una de sus manos en la pantalla holográfica y hacerla a un lado para mostrar una serie de fotografías tomadas desde la distancia.
–Temo que Gill no está solo. Él continúa con su campaña de conquista hacia el sector sur, mientras que alguien más custodia la fortaleza.
Grande e imponente, preparado con su armadura y su lanza, Lord Dairus Xadir era el protagonista de la mayoría de las fotos en pantalla, bajando de una nave enemiga y dirigiendo un cargamento de hombres al interior del fuerte. A sus lados, se encontraban Zenet Surrow y Mason Brown, ayudando a los soldados y establecerse en la zona bajo órdenes del noble exiliado.
–Traidor –. Escupió Lady Eltarn con veneno al ver al neathiano en las imágenes.
–Hasta donde sabemos, Dairus Xadir apoya al mismo maestro que Lundarion Eximus, el tal Príncipe Freidr. Según los informes que me pasaron, el General Gill está recorriendo las zonas circundantes al sur del Fuerte Makar, listo para continuar la conquista de la región antes de volver al norte –. Repasó Ser Loren señalando las fotos.
–Entonces, Lord Dairus es quien custodia el fuerte ahora. Y si apoya al mismo sujeto que el tal Eximus, debemos asumir la posibilidad de que sea tan fuerte como él –. Dijo Coredem con amargura.
–Exacto.
–Pero eso no importa. Ser Loren, usted y los chicos casi derrotan al payaso del general en Miriel. Si luchamos todos juntos contra el traidor, seguro que podremos vencerlo –. Objetó el líder de los Peleadores con convicción.
–Nos gustaría decir que es cierto, Dan, pero no estamos en condiciones de arriesgarnos así. No sabemos qué tan fuerte es Dairus, pero hacernos a la idea de que es incluso más poderoso que cualquiera de nosotros –. Aclaró Hawktor con un suspiro.
–Además, Ingram y Drago aún no controlan sus nuevos poderes. Si atacamos todos juntos, nos arriesgamos a soltar dos bombas nucleares en la misma zona –. Respaldó Ser Loren a su compañero.
–El Fuerte Makar no puede ser destruido, es un recuerdo de nuestra historia –. Declaró Lady Bryann.
Aunque ninguno de los humanos estaba contento, se abstuvieron exitosamente de decir cualquier cosa, seguro haciéndose a la idea de que destruir el Fuerte Makar no sería muy diferente de volar su Torre Eiffel o su Muralla China.
–Entonces, ¿cómo debemos proceder? –. Preguntó Fabia indecisa.
–Bueno, tampoco podemos descuidar a Gill. Si bien derrotar a Xadir y rescatar a Lord Nirius es la prioridad, olvidarnos de Gill podría darle paso libre para tomar las ciudades y poblados que se encuentren en su camino –. Dijo Ser Loren mirando el mapa.
–Eso significa que tenemos que dividirnos –. Concluyó Aranaut.
–Exacto, debemos recuperar el fuerte y detener el avance de Gill.
–¿Cómo?
–Son diez miembros de los Peleadores, con Loren y conmigo somos doce en total –. Repasó Hawktor mirando a su compañero.
–Seis deben encabezar el avance contra Gill y los demás debemos ir por Nirius. Nos verán venir a todos, pero, si nos movemos rápido, no alcanzarán a reagruparse y tendremos la ventaja.
–¿Y quién irá por quién?
Loren se acercó a la mesa, tomando el espaldar de su asiento vacío para apoyarse en él mientras suspiraba.
Esta era la parte difícil, definir que peleadores eran los más adecuados para cada misión. Drago e Ingram no podían ir con Loren, pues la devastación sería mayor de lo que ya estaba destinada, además de que no conocían de nada al Bakugan de Lord Dairus. Tenían que pensar detenidamente cualquier movimiento.
–Con su permiso, Lady Bryann, usted estuvo de acuerdo con que yo encabezara sus fuerzas temporalmente, al igual que la reina con los hombres de la capital.
–Así es, Ser.
–Y Dan es el líder de los Peleadores, seguro esperarían que cada uno comande un ataque respectivamente y más si se trata del peleador Pyrus de las 12 Órdenes.
–¿Qué es lo que sugiere, Ser Loren? –. Preguntó el consejero confundido.
–Bueno, poner a Dan y Drago a la cabeza de toda una legión de hombres sería un error, no tienen experiencia dirigiendo ejércitos. Quién vaya por Gill debe ser alguien que posea tanto una apropiada formación militar como habilidades de batalla sofisticadas.
La mirada de ambos caballeros se enfocó en ella esta vez. Fabia no pudo evitar abrir los ojos como platos cuando entendió las intenciones de su líder.
–Ser Loren… –. Trató de replicar la peliazul sin éxito.
–La Princesa Fabia ha sido educada por la reina y yo mismo en distintos aspectos del gobierno desde su infancia, desde economía hasta estrategia militar. Es hija de su padre y es la más capacitada de los presentes para comandar el ataque contra Gill.
Lady Bryann vio con escepticismo al caballero juramentado de la reina, seguramente esperando que fuera una broma.
Parte de Fabia esperaba que así fuera.
–¿Es broma? Ni siquiera puede mantener su atención en los asuntos que estamos tratando aquí.
–¿Va a condenar a la princesa solo por estar un poco distraída, Lady Bryann? Hemos pasado por mucho, no hemos tenido tiempo para descansar, es normal que su mente esté un poco dispersa ahora mismo –. Objetó Hawktor en defensa de la peliazul.
–Hay hombres más capacitados, Ser. Si gustan, podemos poner a nuestros mejores soldados a su disposición para que elijan al encargado de comandar el ataque contra el general –. Sugirió el consejero gundaliano.
–No puedo opinar sobre eso, pero sé que no tenemos tiempo para ese tipo de procesos. Mientras hablamos, Gill se mueve y cientos de personas corren peligro por su culpa. Si tenemos éxito, Lord Nirius volverá y pondrá este lugar en orden –. Respondió Ser Loren sin dudar.
–Además, no estará sola. Shun y Jake irán con ella, se cuidarán mutuamente y a los hombres que dirijan. Tres Peleadores Bakugan contra un miembro de las 12 Órdenes, traerán la victoria, eso es seguro.
–¿Y si se equivocan?
La sola mención de tal posibilidad era aterradora y nadie quería pensar en ello, pero era necesario. Si fallaba en esta tarea, Gill podría tomar como prisioneros, no solo a la mismísima princesa de Neathia, sino a tres miembros de los Peleadores Bakugan.
Tenía eso presente y estaba segura de que Loren también, pero la mirada del hombre no flaqueó ni un segundo. Se mantenía firme en su decisión y dudaba que fuera a cambiar de parecer.
–No pasará. Detendremos a Gill, salvaremos a Nirius y recuperaremos el Fuerte Makar.
–¿Usted responde por el éxito o fracaso de estas operaciones, Ser?
–Lo hago.
Tuvo que contener el jadeo que amenazó con salir de su boca al escuchar al hombre. No lo dudó ni un segundo, respondió tan pronto como le hicieron la pregunta.
Tenía mucha fe en ella, quizá demasiada. Si bien era cierto que Loren le había enseñado muchas cosas acerca de la guerra en ausencia de su padre, no tenía ninguna experiencia previa. El viaje a la Tierra había sido su primera misión de campo.
Esto era algo completamente diferente, esto no era como dar un mensaje o detener a unos gundalianos de bajo rango, esto era dirigir una batalla contra el general más temido bajo el mando de Barodius.
–Se arriesga demasiado, Ser.
–Confío en los hombres bajo mi mando, especialmente si yo mismo los preparé.
Ni la dama ni su consejero se atrevieron a cuestionar la decisión del caballero. Les gustara o no, ellos mismos habían decidido poner a Loren al mando en todo lo que se tratara de artes bélicas y era como si hubiera nacido para ocupar ese rol.
En cierto modo, proyectaba la imagen de un rey.
–Tía, creo que deberíamos darle una oportunidad. No tenemos a los Peleadores Bakugan para ayudarnos todos los días –. Respaldó Cele al caballero.
La dama mayor se quedó sin palabras, optando por asentir con un suspiro, no sin antes recordarle a Loren que debía hacerse responsable tanto por el éxito como por el fracaso de Fabia en su próxima misión.
Aunque se lo recordaron de distintas maneras y con el tono más frío que Fabia había escuchado por parte de una noble, Loren no retrocedió en su decisión.
Palacio de Aztelh, Aposentos de Invitados
3 horas después
–Los hombres estarán listos en poco tiempo. He decidido que Fabia guiará el ataque contra Gill.
–¿Y cómo reaccionó?
–No le agradó mucho la idea, se notó en su mirada. Si tengo que adivinar, estará asustada.
–¿No te arrepientes, Loren?
–Sabes que no.
La fe del caballero en ella resultaba conmovedora. Aunque no podía ver su expresión debido a la gran puerta que los separaba, Fabia podía sentir una pequeña sonrisa alzándose en el rostro del hombre.
–Le tienes mucha fe.
–¿Y tú no, Seri?
–Siempre.
La mención del sobrenombre secreto hizo que Fabia pegara más su oído a la puerta, esperando captar con más claridad la conversación que su hermana y su actual líder estaban teniendo.
Tenía claro desde pequeña que, si Ser Loren se refería a Serena como "Seri", significaba que estaban teniendo una conversación informal que nadie más debería escuchar, pues no se vería bien que la reina ventilara su estrecha amistad con su caballero juramentado.
Ella conocía este secreto por la confianza que ambos habían decidido depositar en ella, Fabia misma había escuchado el apodo que Loren tenía para su hermana con regularidad desde que era niña. Era la forma del caballero de asegurarle que le tenía confianza, una que ni siquiera su padre o sus maestros habían profesado por ella.
–¿En verdad crees que esté lista?
–Seri.
–Solo digo que esto es algo diferente a las otras tareas que le hemos encomendado –. Dijo Serena con clara preocupación en su tono –. No quiero que algo malo le pase.
–Debes confiar más en sus capacidades. Le hemos enseñado todo lo que sabe y quien sabe cuánto habrá aprendido por su cuenta con los Peleadores.
–Lo sé, y creo en ella, pero eso no me quita la idea de que algo malo pueda pasar. Es nuestra pequeña, Loren, nosotros la criamos. No mi padre ni sus maestros, fuimos nosotros,
–Es por eso mismo que le tengo tanta fe, Seri.
Una capa de humedad comenzó a formarse en sus ojos, los cuales comenzaban a picar por el llanto que sus emociones a flor de piel amenazaban con generar.
Resultaba un alivio para ella saber que Hawktor y Aranaut no estaba presentes, no habría podido contenerse con el mismo éxito si su compañero hubiera estado presente en primer lugar.
Esas palabras, tan maravillosas y pronunciadas con tanta determinación, era algo que Fabia siempre había deseado escuchar cuando era pequeña. Había tratado de ser lo que su padre y sus maestros habían querido de ella, pero había fallado. Su necesidad de perseguir sus propios deseos había sido la cruz que su herencia real no había podido cargar.
Lo recordaba perfectamente, se reencontraba con el amargo sabor del fracaso cada que se obligaba a sostener un libro de historia o matemáticas, siempre se perdía en las palabras y en los números, incapaz de darle un sentido a todo lo que sus ojos inocentes veían en ese entonces.
Su incapacidad para aprender al mismo ritmo que su hermana había marcado antes que ella la había distanciado de su padre. El Rey Thalar Sheen siempre se había caracterizado por ser un hombre tan duro y frío como el hierro, inflexible incluso con su propia familia y sus hijas no habían sido la excepción.
Su madre había muerto poco después de su nacimiento y su padre, fiel a su carácter, nunca se había permitido ser algo más con ella que no fuera su rey. Se habría sentido sola en su niñez, rodeada únicamente de soldados y sirvientes, de no ser por la pareja que en verdad la trató como a una niña.
–Ella es lo mejor que hemos hecho, lo mejor que podemos ofrecerle al mundo. Ambos la preparamos para afrontar este tipo de situaciones. Tarde o temprano debíamos permitirle volar.
–Ha crecido demasiado rápido. Siempre creí que tendríamos más tiempo antes de que llegara este día.
El tono de Serena, aunque proveniente de un holograma, seguía siendo tan dulce como Fabia lo conocía.
Podía entender su deseo, ella misma quería rechazar el poder y la responsabilidad que se le estaba dando. Daría lo que fuera por volver a los días en los que la guerra no era una preocupación, por recuperar su vida, aquella en la que vivía en una burbuja donde solo existía con su hermana y su caballero.
Había llegado hasta los aposentos de Ser Loren precisamente para pedirle que asignara a alguien más capacitado para dirigir a los hombres que atacarían a Gill, solo para encontrarse con esta conversación justo cuando tenía las manos en los picaportes.
Ahora, no sabía que sentir exactamente. Por un lado, era cierto que no se sentía segura de este plan, pero tampoco quería decepcionar a Serena o a Loren, los únicos que le habían mostrado tanta confianza y amor desde el primer día.
Ya había lastimado a su hermana con su conducta antes de partir y se sentía terrible por ello, lo que menos quería ahora era ver su expresión al enterarse que se había visto incapaz de realizar una tarea para la cual tanto ella como su caballero la habían preparado.
No quería ni siquiera imaginarse el rostro de su hermana al ver que aquella niña a la que habían criado con tanto amor y dedicación les había fallado a ella y a su mundo por sus temores.
Malditos fueran los gundalianos por hacerles esto, por comenzar esta estúpida guerra y ser responsables de las muertes y desapariciones de miles de personas inocentes. Su ambición, su deseo absurdo de poder había dado como resultado una realidad en la que pelear había dejado de ser una diversión para convertirse en un deber.
Todo esto era su culpa, su maldito egoísmo había provocado esto. De no ser por ellos y su maldita guerra, nada de esto habría pasado. Nick, Dan y todos los Peleadores estarían tranquilos en su mundo y ella estaría en casa con el resto de su familia.
Añoraba los días en los que podía recorrer libremente su tierra sin temor, en los que todos podían estar tranquilos sabiendo que no tendrían que luchar por su supervivencia en una guerra sin sentido.
Los gundalianos les habían quitado eso a todos, le habían quitado su felicidad a la princesa de Neathia y eso era algo que ella jamás podría perdonarles.
–Yo también. Lamento que no hayamos tenido más tiempo cuando era una niña –. Se lamentó Ser Loren con un suspiro.
El ojo lloroso de la princesa se pegó al espacio existente entre las dos puertas de roble que la separaban de su antiguo cuidador.
Ser Loren se encontraba sentado en una silla en el centro del estudio, de costado a las puertas de entrada y un gran ventanal por el que entraba la luz que iluminaba el desordenado espacio bañado en libros, papeles y distintos dispositivos. Frente a él, un proyector plantado firmemente en el suelo dejaba ver la imagen de Serena, vestida con su característica vestimenta real, mirando a su caballero con las manos entrelazadas delante de su vientre.
–¿Crees que esta guerra nos haya arrebatado a nuestra niña?
Una tímida lágrima se asomó por el único ojo visible de Serena, resbalándose por su mejilla hasta quedar colgando de su delicado mentón.
Un impulso trató de motivarla a entrar y asegurarle a ambos que nada había cambiado, que siempre sería su pequeña princesa, que una guerra nunca podría cambiar eso.
Pero estaría mintiendo. Por más que aportara el pasado, sabía que no podía engañarse y mucho menos engañar a aquellos que la habían criado en primer lugar.
Ya no era una niña, no podía serlo. La pequeña que corría a la habitación de su hermana cada que tenía pesadillas había muerto hacía mucho tiempo, y una cruel realidad que debía aceptar es que esa dulce niña nunca volvería.
En respuesta a la pregunta de la reina, Loren solo pudo suspirar mientras jugaba con sus manos enguantadas.
–Dejó de ser nuestra pequeña en el momento en que empezó este conflicto.
Escuchar una afirmación así siempre sería difícil y más para cualquiera que se viera obligado a asumir un rol de madre, como el que Serena había tomado en su vida, pero escucharlo por parte de aquel que la había ayudado en el proceso de criarla debió ser aún más fuerte para la neathiana mayor.
Aunque mantuvo una postura perfecta, Fabia sabía que su hermana debía estar batallando para evitar que su cuerpo cayera al suelo mientras rompía en llanto. Una madre siempre debía estar preparada para el día en que sus pequeños abrieran las alas, pero ninguna lo desearía en el contexto en el que Fabia se había visto obligada a hacerlo.
Y en el rostro del caballero, la joven princesa pudo notar un genuino desagrado, no solo por la revelación que él mismo había puesto sobre la mesa, sino por la imagen que tenía enfrente.
Ser Loren era el mejor amigo de Serena, su caballero de brillante armadura y su confidente de mayor confianza, por lo que era una costumbre en el caballero estar ahí para ofrecerle un hombro en el cual llorar a su reina en sus peores momentos.
Un detalle que no podía ofrecerle ahora mismo, no mientras los gundalianos mantuvieran su campaña. Hasta el día en que el conflicto bélico en el sur terminara, Ser Loren estaba condenado a permanecer lejos de su reina.
Honestamente, no sabía decir a cuál de los dos le dolía más ese hecho. Si había algo que Fabia supiera con absoluta certeza, era que Loren y Serena se necesitaban el uno al otro, ninguno sería quien era sin la presencia de quien solo podía describir como su otra mitad.
–Ahora es una soldado, Seri, que es justo lo que Neathia necesita.
La reina asintió, entendiendo la importancia de este sacrificio. Si había alguien que supiera sobre ello, tenía que ser Serena, que había puesto sus deberes políticos por encima de la oportunidad de estar con el hombre que había amado desde su más tierna juventud.
–Además es talentosa –. Comentó la reina con un poco más de ánimo.
–Sí, demasiado. Y también es muy inteligente, aunque ella misma no lo crea.
–Siempre tuvo mucho potencial. Me alegra que te tenga, Lor, alguien capaz de mostrarle que puede ser mucho más de lo que ella misma piensa.
–Nos tiene a los dos, Seri –. Aclaró el caballero señalándose tanto a sí mismo como a la reina.
–Sí, sé que hicimos un buen trabajo con ella –. Dijo Serena con orgullo.
–El mejor. Te aseguro que será más fuerte e inteligente que nosotros.
No pudo escuchar más después de eso. Sus pies la hicieron darse la vuelta, alejándola poco a poco de las puertas que mantenían cerrados los aposentos de Ser Loren, esperando que el caballero estuviera lo suficientemente inmiscuido en la plática con su hermana como para ignorar el sonido de sus pasos.
No quería defraudar a ninguno de sus cuidadores, no después de todo lo que habían pasado juntos. Tenía que hacerlo, tenía que demostrar que las enseñanzas de Loren y Serena no habían sido en vano.
En sus hombros reposaba el peso de demostrar que su hermana y su caballero eran mejores que su padre, mejores a todo lo que Neathia podría creer de ellos.
No los decepcionaría, no a ellos.
Miriel, Castillo Real
Hace 9 años
–Comenzaremos el examen de historia y geografía. ¿Está lista, princesa?
–Sí, señor.
–Muy bien. ¿Cuál es la capital de la zona sur del planeta?
Sintió un par de ojos penetrantes enfocarse en ella, atravesándola como si fueran dagas en medio de una evaluación exhaustiva.
La biblioteca se encontraba vacía hoy. Por orden del rey, el espacio debía estar completamente libre de presencias ajenas a la educación de la princesa menor. En consecuencia, grandes pasillos, formados por inmensos estantes de libros, conformaban pasillos entre los cuales se escuchaba el eco de la voz de su tutor actual.
Sin embargo, la figura del anciano se ensombrecía estando enfrente de la imponente imagen del rey en persona.
Thalar Sheen era un hombre grande, de casi 2 metros de altura y una complexión robusta. Poseía una barba poblada por toda la zona de su mandíbula, su cabello largo azulado cano se derramaba por sus hombros y espalda como un río que se divide en varias partes, sus ojos verdes tenían una mirada dura plasmada, rodeaban su ceño fruncido y acompañaban su nariz filosa al mismo tiempo que hacían juego con la fuerte línea recta en sus labios.
Proyectaba un aura oscura, hostil, para un hombre que vestía con finas túnicas de seda blanca y dorada, además de poseer un suave tono celeste en su piel.
Era un poco escalofriante. ¿Cómo era posible que un hombre con una apariencia que debería ser cálida fuera tan intimidante?
–Princesa, ¿me escuchó?
Los ojos del rey se enfocaron en ella con más dureza que antes, mirándola con los brazos cruzados mientras esperaba que pasara algo. Sin embargo, antes de que pudiera asumir una postura más dominante, una fuerte tos ahogó la voz del hombre, obligándolo a inclinarse con una mano en el estante que usaba como soporte.
Esta vez, incluso el maestro tuvo que darse la vuelta con preocupación, esperando una orden para llamar al personal médico para el rey.
–Continúe, tutor –. Dijo el neathiano más grande –. No deje que mi enfermedad interrumpa su lección.
El anciano asintió, devolviendo su atención al examen mientras acariciaba su cabello completamente grisáceo y movía sus labios con nerviosismo, provocando que el gracioso bigote que cubría su boca se moviera arriba y abajo.
–Princesa –. Llamó el tutor al verla reír.
–Responde la pregunta, Fabia.
La fuerte exigencia del rey hizo saltar a la pequeña niña, que respingó notablemente en su silla debido al susto que su padre le había provocado.
–Nirius, señor –. Respondió la niña asustada.
–¿Y por qué se le dio ese nombre?
–En honor al fundador de la ciudad, el primer rey sureño.
–¿Y de dónde provenía el rey?
Tal vez era cosa suya, pero no entendía por qué la obligaban a estudiar la historia de las demás regiones de Neathia. ¿Cuál era el propósito de conocer la historia de una tierra ajena a la suya y que igual le costaba tanto memorizar?
Era absurdo.
–Fabia.
Lo sabía, tenía la respuesta en la punta de la lengua. Era de la ciudad más al sur, una gran metrópolis comparable con la de la mismísima Nirius. Solo tenía que recordar su nombre.
¿Elfent? ¿Elfanter? ¿Elefante? Tenía un nombre que, a su parecer, resultaba bastante absurdo para ser el lugar de origen de un rey.
–Responde la pregunta, niña.
Su mirada se desvió automáticamente a la mesa, esperando encontrar algún indicio invisible de la respuesta, una búsqueda falta de todo rastro de éxito como cabría esperar.
Odiaba profundamente los exámenes orales, ¿por qué tenían que descubrir sus pequeñas hojas de apuntes durante la última prueba? Su descuido había provocado esta tortura.
–Princesa, ¿puede responder la pregunta? –. Cuestionó el tutor con voz suave.
Aunque el hombre aparentaba una calma excepcional, Fabia sabía que era una farsa. Muchos tutores habían abandonado el castillo después de un periodo de prueba fallido con ella, todos con las manos vacías debido a su fracaso en la única tarea impuesta por el rey: educarla.
Este examen no era solo para ella, también era la prueba que determinaría la permanencia del tutor en su puesto.
Al ver a su hija en silencio, el rey dejó salir un último tosido, antes de tomar la palabra.
–No lo sabes, ¿cierto?
Lo sabía, podía sentir la respuesta queriendo escapar de su boca, pero no lograba que abandonara su prisión.
En medio del silencio que ofrecía la biblioteca del castillo, solo se escuchaban los pasos del rey acercarse a la mesa, posicionándose junto al tutor y encogiendo la figura del anciano.
A pesar de su persistente enfermedad, Thalar Sheen resultaba genuinamente intimidante.
–No estudiaste, ¿verdad?
Lo había hecho, en verdad lo había hecho. Se le había dado el aviso de que su padre supervisaría su siguiente evaluación y había pasado todo el día anterior estudiando a solas en su cuarto.
Quería impresionarlo, mostrarle que ella también era capaz de enorgullecerlo.
¿Por qué no podía recordar un simple nombre? No debía ser tan difícil.
–Lo hice, padre –. Se animó a responder con un hilo de voz.
–¿Y por qué no sabes algo tan sencillo como eso? Es geografía básica, Fabia. Si te pones así con materias tan sencillas, no quiero imaginarte estudiando áreas más avanzadas.
Su mirada cayó a su regazo, avergonzada por la reprimenda que recién comenzaba. Sus pequeñas manos apretaron con fuerza la incómoda tela de su vestido, expresando con su silencioso agarre la frustración que jamás podría con la voz.
–He traído los mejores maestros posibles de toda Neathia para enseñarte, pero no has demostrado avance con ninguno de ellos.
Sus palabras fueron duras, sonando más como una fría acusación antes que cualquier otra cosa.
Podía sentir los orbes fulminantes de su padre, cayendo sobre ella como la presión de un mundo entero.
–Estoy cansado de verte fallar hasta en las cosas más simples.
–Majestad, si me permite…
–Instructor, guarde silencio. ¿No cree que ya me hizo desperdiciar suficiente tiempo?
El anciano se calló inmediatamente, consciente de lo que pasaría una vez que la reprimenda a la princesa terminara.
Falto de la voluntad para intentar interceder nuevamente, el tutor se volvió a sentar, quedando completamente empequeñecido ante la figura del enfermo rey.
Una serie de fuerte tos silenció brevemente el discurso del rey, obligando al hombre a sujetar su pecho y desviar la mirada para toser lejos de su hija.
–Si algo malo me pasa, a mí y a tu hermana, tú serás la heredera al trono –. Recordó el rey batallando con su propia tos –. Sería indignante que alguien en tu posición se descuide tanto en sus estudios.
Las lágrimas comenzaron a picar en sus pequeños ojitos, amenazando con revelarse frente al rey, pero logró contenerlas a tiempo. Fabia sabía que su padre no se compadecería de ella solo por llorar, en realidad, tal acción podría tener el efecto contrario y solo decepcionarlo aún más.
El rey se dio la vuelta, sujetándose de uno de los estantes cercanos para conversar el equilibrio mientras se alejaba.
–A veces no entiendo que salió mal contigo. Estudiar es la única responsabilidad que he puesto sobre tus hombros y fallas, es como si lo hicieras a propósito. No te esfuerzas.
–¡Sí lo hago! –. Objetó Fabia envalentonada.
Sin embargo, su bravura murió en cuanto el enfermo rey se dio la vuelta, mirándola con cuchillos en los ojos y silenciando cualquier protesta que pudiera intentar emitir.
El agarre del hombre también se cerró, estrujando la fuerte madera del estante como si no fuera más que plástico.
–No es suficiente, es un milagro si te quedas a medias. Siempre consigues decepcionarme en la única cosa que te pido que hagas.
Los pequeños hombros de la princesa comenzaron a temblar, un indicativo claro del llanto que estaba tratando de ahogar con éxito mixto.
Aunque en verdad lo intentó, finalmente no pudo evitar que un par de lágrimas cayeran sobre la fina tela de su vestido.
Y tal como había previsto, tal demostración de debilidad emocional no hizo más que endurecer el corazón de su ya frío padre.
–Es mi culpa, he sido demasiado tolerante con tu mediocridad, contratando falsos expertos que no saben cómo realizar esta tarea.
–Majestad, ¿qué quiere decir? –. Preguntó el tutor nervioso.
–Qué no estoy dispuesto a invertir ni una sola leda más en educadores incompetentes –. Declaró el rey con dureza
Una vez más, los helados ojos de su padre cayeron sobre la pequeña princesa, que lo miró con pequeñas lágrimas cayendo de sus ojos.
–Hablaré con Lady Eltarn en la mañana. Aprenderás de la misma manera que lo hice yo cuando tenía tu edad. Serás acogida por la casa del sur y seguirás tu educación ahí.
Los ojos de la niña se abrieron como un par de platos ante la noticia. No, todo menos eso, no quería irse de su hogar, aún con todas las diferencias que tenía con su padre, no concebía la sola de irse para estudiar durante años en un territorio desconocido.
No, por favor no. No quería pasar por eso, dejar a las únicas personas que quería, lo que fuera menos eso.
–P-Padre… yo…
Quiso objetar con el mayor respeto posible, pero la tos del rey la detuvo en seco.
–No quiero… quejas de tu parte… Fabia –. Dijo el hombre entre tosidos –. Ya me has… decepcionado mucho…
El mundo se cayó a pedazos después de oír la última declaración de su padre. Estaba tan sumida en sus propios pensamientos, que no se dio cuenta del momento en que su padre abandonó la biblioteca con el tutor a cuestas.
Lo único que pudo hacer, al quedarse sola en el gran espacio, fue llorar. Sus pequeñas lágrimas infantiles fluyeron libremente por sus mejillas sonrojadas mientras sus sollozos interrumpían el silencio del lugar.
No sabía cuándo volvería la gente a la biblioteca y tampoco le importaba, solo quería un momento para desahogar todas las emociones que había tenido que mantener reprimidas por la presencia de su padre.
Sabía que el rey era un hombre duro e implacable, su formación en la guerra lo había obligado a ser así, pero eso no le ofrecía un consuelo para tal decisión.
No se imaginaba lejos de su hogar, siendo el blanco de las miradas penetrantes de desconocidos y los constantes reproches de otro tutor.
No quería, no podría soportarlo.
Estaba tan consumida en su propio llanto, que no se dio cuenta del momento en que la puerta de la biblioteca se abrió nuevamente hasta que escuchó un llamado.
–¡Fabia!
La pequeña miró con sus pequeños ojos dilatados por el llanto a la puerta, donde tres figuras se revelaron en el gran marco, rodeadas por lo que solo podría describirse como un brillante haz de luz.
La primera en acercarse fue la mujer que parecía dictar el camino por el que iban las tres.
Normalmente, Fabia preferiría mantener las distancias con la servidumbre y los invitados, esperando enorgullecer a su padre con su obediencia a pesar de su naturaleza curiosa.
Sin embargo, esta persona no era ni una sirviente ni una desconocida. Todo lo contrario, era a quien más amaba en todo el mundo.
–¡Serena! –. Exclamó la niña saltando de su asiento.
Ambas hermanas corrieron tan rápido como les fue posible hacia la otra, reuniéndose a mitad de camino gracias a un salto que dio la pequeña princesa para quedar fuertemente abrazada su hermana.
Si le dolió o no el ímpetu puesto en la acción, Serena no lo demostró. En su lugar, solo se limitó a abrazar fuertemente a su hermanita mientras acariciaba su cabello azulado con amor.
Rodeada por la calidez que solo su hermana mayor podía emitir, Fabia pegó su carita en el regazo de la princesa heredera mientras se sentaban en el suelo, importándoles muy poco si sus vestidos se ensuciaban o no.
Estando ambas tranquilas en un solo lugar, las otras dos figuras se acercaron, revelándose ante Fabia como los caballeros de su hermana, siempre junto a ella como dictaba su juramento.
Ser Loren y Ser Hawktor Ventus.
–¿Está bien, princesa? –. Preguntó el peleador preocupado.
Quiso responder con palabras, pero no salieron más que sollozos mientras negaba con la cabeza, frotando sin querer su rostro lloroso en el vestido de su hermana, cuya mancha de humedad se hacía más y más notoria por obra de su llanto.
–¿Qué pasa, bebé? Me estás asustando –. Dijo su hermana preocupada.
–Lo decepcioné, Serena, lo decepcioné –. Respondió la niña sin más.
–¿A qué se refiere, Alteza? ¿Y dónde está el instructor? Pensé que hoy tenía su prueba –. Preguntó Ser Hawktor confundido.
Falta de las palabras necesarias para explicar lo ocurrido, no pudo hacer más que asentir mientras seguía aferrándose a su hermana.
Serena siempre había sido más lista que ella, era una de las razones por las cuales la admiraba tanto y no demoró mucho en atar los cabos.
–Es por papá, ¿cierto? ¿Te dijo algo, pequeña?
–Él… d-dijo que… q-que… quiere… que…
Trató de hablar claramente, pero los sollozos y el hipo no le permitían expresarse con claridad. Sentía que podría ahogarse en cualquier momento en sus propias lágrimas.
–Tranquila, princesa. Respire profundo antes de hablar –. Dijo Ser Loren suavemente.
El caballero más joven se agachó junto a las princesas, tomando suavemente el hombro de la más joven con una mano mientras marcaba el ritmo de las respiraciones con la otra.
Inhaló y exhaló despacio, al compás de los gestos de Ser Loren mientras Serena le limpiaba las mejillas con las suaves yemas de sus dedos.
El ejercicio de respiración dio sus frutos y Fabia pudo sentir como un breve bálsamo de calma invadía su corazón acelerado.
–¿Se siente mejor, princesa? –. Preguntó Hawktor en el mismo tono que su compañero.
–Creo que sí –. Asintió la pequeña peliazul batallando por controlar su hipo.
–Tranquila, bebé. Dinos que está pasando y nosotros te ayudaremos a resolverlo.
Miró a ambos jóvenes adultos esperando una confirmación por parte de ambos, no quería falsas promesas en este momento, siendo la respuesta inmediata que recibió un asentimiento compartido por parte de ambos.
–Papá… él… él… me quiere enviar lejos…
–¿¡Qué!? –. Exclamaron ambos adultos al unísono.
–Tranquilos –. Reprochó Hawktor aturdido por la fuerza del grito de la pareja.
–Dice que quiere enviarme lejos para que aprenda cómo lo hizo él –. Dijo finalmente la niña –. ¡No quiero irme, Serena! ¡No quiero dejarlos!
Rompió en llanto una vez más, lanzándose con lágrimas en los ojos sobre su hermana y su protector, tratando de envolverlos a ambos en un fuerte abrazo.
–No entiendo, ¿por qué el rey haría algo así? –. Expresó el Bakugan confundido.
–Es obvio, Hawktor –. Declaró Serena con un suspiro.
Una vez más, los delicados dedos de la princesa heredera se enredaron con afecto en los suaves mechones de su hermana.
–Fallaste la prueba del último tutor, ¿cierto?
Al escuchar las palabras de Serena, Fabia se alejó ligeramente de los regazos de la pareja para justificarse. Si había algo de verdad en las decepciones que se vivían constantemente en el castillo, era que fallarle al rey era doloroso para Fabia, pero no podría haber un tormento mayor para ella que decepcionar a su hermana.
–Sí, pero te juro que estudie. Me pasé todo el día en mi cuarto estudiando, Serena –. Dijo rápidamente la niña.
–Lo sé, pequeña, te creo. Altair me dijo que tuvo que llevarte el almuerzo y la cena a tu habitación para no interrumpir tus estudios.
–Pero no comprendo, ¿por qué falló la prueba si pasó todo el día estudiando? –. Preguntó Ser Loren.
–Es un mal de familia, Lor. Yo también tenía dificultades para aprender cuando tenía esa edad –. Confesó la princesa mayor abiertamente.
La pequeña boca de Fabia se abrió con sorpresa, incrédula ante lo que acababa de oír. Serena, la princesa perfecta, ¿había tenido los mismos problemas de aprendizaje que ella?
–Imposible –. Dijo la pequeña aún asombrada.
–Créelo, bebé. No había nada que yo odiara más que sentarme a estudiar y más con nuestro padre encima.
–Pero ¿cómo hiciste para superarlo? –. Preguntó Fabia con asombro.
–Mamá, ella me ayudó a estudiar y sacaba tiempo para encargarse de mis lecciones en las mañanas –. Respondió la princesa mayor con una pequeña sonrisa –. Papá nunca ha sido bueno tratando con las niñas, especialmente las más pequeñas.
La respuesta resultó conmovedora. No pudo evitar imaginarse a una versión pequeña de su hermana, estudiando diariamente con su madre para evitar que su padre se enojara.
Parecía ser una solución efectiva para tratar con el rey, pero solo había un problema y es que Fabia no podría contar con esa ventaja.
–Pero… mamá no está para ayudarme…
La declaración de la pequeña Fabia hizo que la mirada de Serena cayera brevemente, como si tuviera que estar avergonzada por algo que no era su culpa.
–No, temo que no, pequeña –. Dijo la heredera con pesar.
No obstante, el gesto solo duró unos pocos segundos, reemplazada rápidamente por la claridad que solo podía emitir una idea en el rostro angelical de Serena.
–Pero tienes algo igual de bueno o incluso mejor.
El ánimo renovado de la princesa mayor era contagioso, se notaba claramente eufórica por lo que parecía ser una idea brillante iluminando su mente.
–¿En serio? ¿Qué cosa? –. Cuestionó la niña animada.
–Nosotros. Hablaré con papá para que tus lecciones estén a nuestro cargo a partir de ahora.
El silencio inundó la solitaria biblioteca nuevamente, callando hasta el más tímido sonido que la princesa menor o los caballeros pudieran emitir.
Loren y Hawktor miraron a Fabia, pero ésta no pudo siquiera devolverles el gesto, estaba perdida mirando a su hermana con los ojos húmedos nuevamente.
No podía creer que Serena en verdad estuviera dispuesta a hacer esto, a ayudarla en sus clases sin importar su historial fallido con sus instructores previos.
Quiso controlarse, tal como su padre lo habría hecho, pero no pudo contener más su alegría, su euforia, su afecto y no dudó en abalanzarse sobre su hermana nuevamente.
–¡Gracias, chicos!
Los abrazó a ambos una vez más, tratando de encerrar los cuerpos más grandes de su hermana y su caballero en sus pequeños bracitos sin mucho éxito.
–Un momento, un momento, no pueden pedirnos que hagamos esto –. Objetó Ser Loren aún impactado –. Alteza, nuestro deber es protegerla. Somos soldados, no tutores.
–Por eso mismo quiero su ayuda. No se me ocurre nadie mejor para dar historia y geografía que los hombres que han recorrido el planeta entero en nombre de la corona –. Argumentó Serena con una sonrisa –. Vamos, Lor. No podemos hacerlo sin ustedes.
Alzando la cabeza para ver a su hermana, Fabia pudo ver cómo Serena le ofrecía su sonrisa más brillante y tierna a su caballero.
Conocía esta táctica, la había visto en acción múltiples veces y sabía que el peleador más fuerte, por más rudo y firme que se mostrara frente al público, era incapaz de decirle que no a su princesa. Y las mejillas fuertemente sonrojadas del hombre eran un indicativo de que no demoraría mucho en ceder.
Sin embargo, Fabia no disfrutaba quedándose quieta mientras los demás actuaban, se consideraba una niña con mucha energía y sentía que era su responsabilidad apoyar a su hermana a convencer a su caballero.
–Por favor, chicos. En verdad necesito su ayuda –. Pidió Fabia poniendo la cara más tierna que pudo.
–No puedo hacer esto sin ayuda. Por favor.
En el rostro del peleador se podía notar la batalla interna que se debía estar librando en su mente, llegaba al punto de desviar la mirada para no caer en los encantos de su princesa favorita o en la ternura de la más pequeña.
Grande fue la sorpresa para las hermanas cuando el mismo Ser Hawktor tomó la delantera, posándose en el hombro de su conflictuado compañero.
–Hazlo ya, Loren.
–¿Qué? ¿Estás de acuerdo con esto? –. Preguntó el caballero sorprendido.
–Claro que no, pero voy a terminar haciendo lo que elijas y sé que no eres capaz de negarle nada a la Princesa Serena, así que no tiene sentido postergar esto –. Respondió el Bakugan con sencillez.
Ambas hermanas no pudieron contener más la risa y estallaron en carcajadas al ver el sonrojado rostro del peleador más fuerte mientras miraba a su compañero como si acabara de cometer la mayor traición de la historia.
–Lo dices cómo si no tuviera voluntad.
–No cuando se trata de la princesa, Loren. Ambos sabemos que vas a terminar cediendo, así que deja de intentar fingir que no lo harás.
–Jamás pensé que serías tú quien me traicionaría, Hawktor.
Aunque el caballero más joven hizo su mejor intento de parecer enojado o tan siquiera molesto, no pudo evitar que una pequeña sonrisa se asomara en sus labios antes de suspirar.
–Entonces, ¿lo harán? ¿Ustedes me darán mis clases a partir de ahora?
No sabía decir con claridad el porqué, pero sintió la necesidad de confirmar lo que se estaba materializando frente a sus ojitos llorosos.
Sin más remedio, Ser Loren solo suspiró mientras imitaba el gesto de Serena y volvía al suelo, tomándose un momento para acariciar el cabello de Fabia mientras asentía con una pequeña sonrisa aún plasmada en sus labios.
–Supongo que sí, princesa.
En la boca del caballero, el uso de su título real no se sentía como tal. En realidad, se sentía más como el apodo cariñoso que un hombre le pondría a su pequeña.
–A partir de ahora, nosotros seremos tus tutores. Y no vamos a permitir que te alejen de nosotros, bebé.
No pudo evitarlo. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, ya se encontraba dando un fuerte abrazo a Serena, agradeciéndole una y otra vez por este enorme favor. Del mismo modo, su hermana no dudó en corresponder el gesto de la misma manera, abrazando a Fabia como si fuera su propia hija, en lugar de su hermana.
Incluso pudo escuchar como Serena alentaba a Loren a hacer lo mismo, indicándole que se les uniera sin miedo y dando como resultado que el enorme cuerpo del peleador las cubriera a ambas, protegiéndolas de todos los males del mundo exterior.
Esto era algo que había deseado de su padre, sentir su calidez y el amor que solo un padre podía ofrecer, pero el Rey Thalar Sheen no era así, él era un hombre duro con todos por igual y eso le había dolido.
Sin embargo, ahora se daba cuenta de que tampoco lo necesitaba. Tenía todo el amor que podía necesitar con su hermana y su caballero, sus guardianes, sus protectores, su auténtica familia.
Si había una cosa que pudiera reclamarle a la vida, solo una, siempre sería la misma: ¿por qué hacerla hija de un hombre tan frío y distante como Thalar Sheen? ¿Por qué negarle la alegría de ser hija de Loren y Serena?
Después de hacerle varias menciones al padre de Fabia y Serena, creo que ya iba siendo hora de mostrarlo en la historia. Por supuesto, esta no será la última vez que lo veamos, pues ese bicho es importante para la historia del trío neathiano y porque Loren está como está.
Los siguientes capítulos estarán más enfocados en las batallas, así que prepárense para los combates. El primero estará desde la perspectiva de Fabia y Aranaut, luego desde la de Dan y Drago y el último desde los ojos de Marucho, con la participación de un nuevo personaje que tengo la intención de que sea importante para el pequeño rubio. Se me ocurrió compartir los puntos de vista entre peleador y Bakugan como una forma de reflejar la conexión que hay entre cada dueto.
Por cierto, escribí la mitad de este capítulo mientras estaba enfermo y tosía como loco. Si alguien pregunta, el Rey Thalar me pegó la peste XDDD
