—Leo —murmuró Calipso cuando todos se fueron de la sala.

Leo suspiró, odiaba ver las lágrimas manchando las mejillas de Calipso, pero se sentía extraño. Apreciaba que estuvieran solos, había visto a Bianca llevarse a Esperanza de la mano (le seguía sorprendiendo un poco que la hija de Nico precisamente fuera protectora con ella), pero eso era para pensarse en otro momento.

—Entiendo que esto fue antes que nos conocieramos —empezó a decir Leo —y entiendo que estabas enojada con Percy. ¿Sabes? Cuando recién te conocí, yo también lo estaba, incluso intenté reclamarle… algo así

Calipso lo miró sorprendida

—Eras inocente y él no cumplió su promesa, pero de la misma manera que tú era inocente, Annabeth también lo era. Ni siquiera la conocías.

—No pensé que eso haría algún daño.

—Pero realmente cuando maldices a alguien es lo que esperas ¿no? Qué haga daño —dijo Leo

—Las maldiciones casi nunca se cumplen —murmuró Calipso

Leo suspiró —Entiendo más o menos por qué lo hiciste, pero no estoy de acuerdo sobre todo porque fue un horrible momento. Estoy decepcionado, sí. Pero eso no implica que te vaya a dejar

Calipso se vio aliviada ante eso —Gracias. Sé que hice mal, y que tal vez deba hablar con ellos, pero creo que no es el momento adecuado

Al menos Leo estaba de acuerdo con eso —Te amo, aunque esté enojado.

Calipso se rió un poco —Yo también te amo.

No se justificaba, pero cada quien tenía sus maneras de lidiar con el dolor.

Al final, le lectura se retomó hasta el siguiente día

XXXI Percy

—Yo voy a leer —dijo Poseidón

Percy no estaba muy feliz por eso, ya no quería que todos supieran las cosas que habían vivido en el Tártaro, pero era obvio que sus sueños no se iban a hacer realidad

Durante un emocionante minuto Percy sintió que estaba ganando.

—Fue un minuto increíble —dijo Percy

—Supongo que el mejor minuto de toda tu vida —dijo Thalia

—Sip, lamentablemente duró poco —comentó Percy

—Sí, un minuto —señaló Travis

Contracorriente atravesaba a las arai como si estuvieran hechas de azúcar en polvo. A una le entró pánico y se chocó de frente contra un árbol. Otra chilló y trató de huir volando, pero Percy le cortó las alas y el monstruo cayó en espiral a la sima.

—Imaginate que te mueras porque chocaste con un árbol —dijo Connor

—No juzgo porque perfectamente podría ser yo —comentó Travis

—Cosas que sí me podrían pasar —admitió Percy

—Pero imagínate explicarle eso a los Jueces del Inframundo, que vergüenza —dijo Thalia

Cada vez que una diabla se desintegraba, Percy experimentaba una sensación de temor más intensa: estaba cayendo sobre él otra maldición.

—Yo creo que ya tienes un conteo bastante bueno de maldiciones —señaló Apolo

—Sí, la verdad yo creo que rompí un record o algo así —comentó Percy

—De hecho creo que lo hiciste —suspiró Annabeth

—No cualquiera puede decir eso —dijo Hermes

Algunas eran brutales y dolorosas: puñaladas en el estómago, la sensación abrasadora de estar siendo rociado con un soplete… Otras eran sutiles: frío en la sangre, un tic incontrolable en el ojo derecho…

—¿Es en serio? —preguntó Katie, sabía que era una mala situación, pero ¿un tic en el ojo derecho?

—Supongo que para alguien ese era el peor castigo —comentó Percy

—Pero en ese momento es algo bueno —dijo Rachel

—Aunque sí es para pensarse —dijo Travis

¿Quién te maldice con su último aliento y dice: «Espero que sufras un tic nervioso en el ojo»?

—Es muy larga para una maldición —comentó Hermes

—¿Cómo les va a dar tiempo? —preguntó Bianca

—A lo mejor fue una muerte lenta —señaló Piper

—Y le dio tiempo para decir todo eso —coincidió Thalia

Percy sabía que había matado a muchos monstruos, pero nunca había pensado en ello desde el punto de vista de los monstruos. En ese momento, todo su dolor, su ira y su rencor caían sobre él y minaban sus fuerzas.

—Ellos también han matado a muchos de nosotros —masculló Clarisse

—Sí, creo que no les tocaría quejarse —comentó Miranda

—Solo nos defendemos de lo que hacen primero —dijo Zoé

—Y ellos probablemente piensan que se defienden de lo que hacen primero —señaló Dionisio

Los chicos hicieron una mueca

Las arai no paraban de acercarse. Por cada una que mataba, era como si aparecieran seis más. Se le estaba cansando el brazo con el que sujetaba la espada. Le dolía el cuerpo y la vista se le nublaba.

—Definitivamente eso no suena muy bien —dijo Katie

—Sí, no fue mi mejor momento —comentó Percy —pero pudo haber sido peor, así que no me quejo mucho

—Pudo haber sido peor —murmuró Sally negando con la cabeza

Percy le dio una sonrisa inocente

Trató de dirigirse a Annabeth, pero ella estaba fuera de su alcance, llamándolo mientras deambulaba entre los monstruos.

Annabeth hizo una mueca —No fue algo muy divertido

Todos intentaron ignorar el elefante en la habitación, tratando de no voltear ni mirar fijamente a Calipso, funcionó un poco

Cuando Percy se dirigía a ella dando tumbos, un monstruo se echó encima de él y le clavó los dientes en el muslo. Percy gritó. Redujo a polvo a la diabla de un espadazo, pero inmediatamente cayó de rodillas.

—Claro que sí —suspiró Poseidón

—Es que definitivamente no tenías muchas opciones —comentó Thalia

—Nop, no había una salida fácil —dijo Percy

—Lamentablemente —dijo Thalia

La boca le ardía todavía más que al tragar agua de fuego del Flegetonte. Se inclinó, estremeciéndose y sacudido por las arcadas, mientras una docena de serpientes de fuego parecían abrirse paso por su esófago. Has elegido, dijo la voz de las arai, la maldición de Fineas…, una magnífica muerte dolorosa.

—Oh dioses —murmuró Miranda

—Sí, bueno. Creo que a él sí le dio tiempo para una buena maldición —masculló Percy

—Creo que de hecho algo dijo ¿no? —preguntó Frank

—Con todo lo que pasó, puede ser posible —comentó Hazel

Percy trató de hablar. Tenía la lengua como si la hubiera metido en un microondas. Se acordó del rey ciego que había perseguido a unas arpías por Portland con una desbrozadora. Percy lo había retado a un duelo, y el perdedor había bebido un frasco letal de sangre de gorgona.

—Que tiempos aquellos donde todo era fácil —dijo Percy

—Vaya, donde todo era fácil —dijo Chris

—Bueno, realmente fue más fácil —comentó Hazel

—Una simple apuesta de vida o muerte —asintió Percy —fácil

—Cosas sencillas —asintió Frank

Percy no recordaba que el viejo ciego hubiera pronunciado una maldición final, pero, como Fineas se disolvió y regresó al inframundo, probablemente no le había deseado a Percy una vida larga y feliz.

—No, no creo —dijo Piper

—Qué mal que no lo hizo —dijo Percy con una mueca

—Habría sido amable que lo hiciera —comentó Grover

—Pero al parecer no quería ser amable —suspiró Percy

Después de la victoria de Percy, Gaia le había advertido: «No fuerces tu suerte. Cuando te llegue la muerte, te prometo que será mucho más dolorosa que la causada por sangre de gorgona».

—Claro que sí —suspiró Sally

—Bueno, eso suena muy mal para el momento en el que estás —comentó Rachel

—Gracias, sí me di cuenta —dijo Percy

—Cuando quieras —dijo Rachel

En ese momento estaba en el Tártaro, muriéndose a causa de la sangre de gorgona, además de otra docena de atroces maldiciones, mientras veía como su novia andaba dando traspiés, desvalida y ciega, creyendo que él la había abandonado.

—No está siendo su mejor momento —señaló Dionisio

Percy resopló

—Pero podría ser peor —dijo Hermes

—No me quiero imaginar cómo —masculló Poseidón

—Tampoco yo —comentó Sally

Aferró su espada. Sus nudillos empezaron a humear. Volutas de humo blanco salían de sus antebrazos.

«No pienso morir así», pensó.

—Esa es la actitud —dijo Apolo

—Había muchas maneras mejores —dijo Percy

Annabeth le dio un pequeño manotazo

—Pero sí era una mala manera de hacerlo —asintió Dionisio

Se ganó varias miradas llenas de irritación

No solo porque fuera doloroso y de una cobardía insultante, sino también porque Annabeth lo necesitaba. Cuando él estuviera muerto, las diablas centrarían su atención en ella. No podía dejarla sola.

—Oh por mí —dijo Afrodita —el amor es una fuerza a tener en cuenta

—Bueno, eso realmente siempre se ha sabido —comentó Sally

—Las personas inteligentes lo sabemos —asintió Afrodita —pero hay algunos que no creen que eso sea suficiente

Zeus resopló

Las arai se apiñaron en torno a él, riéndose y siseando.

Su cabeza explotará primero, conjeturó la voz.

No, se contestó a sí misma, procedente de otra dirección. Se quemará de golpe.

—Dioses —masculló Thalia

—Me encantan las apuestas sobre mí —dijo Percy

—Suena como una apuesta muy divertida —asintió Connor

—Aún mejor que la que hice con Phineas —coincidió Percy

Estaban apostando a ver cómo moriría y la marca de chamusquina que dejaría en el suelo.

Bob —dijo con voz ronca—. Te necesito.

Una súplica inútil. Apenas podía oírse a sí mismo. ¿Por qué iba a responder Bob a su llamada dos veces? El titán ya sabía la verdad. Percy no era amigo suyo.

—Porque todos cometemos errores —dijo Hermes

Los chicos (sobre todo sus hijos) lo miraron con cierta ironía

—A veces no necesitas ser amigo de alguien para ayudarlo —señaló Hestia

—Sí, pero yo tampoco lo hice —dijo Percy

Alzó la vista por última vez. Parecía que su entorno parpadease. El cielo hervía y en el suelo se formaban burbujas. Percy se dio cuenta de que lo que veía del Tártaro no era más que una versión suavizada de su auténtico horror: lo que su cerebro de semidiós podía asimilar.

—Y vaya que lo hace —murmuró Nico

—¿Es como La Niebla para los mortales? —preguntó Bianca

—Más o menos, funciona de la misma manera —dijo Nico

—Pero que bueno que lo hace así —dijo Annabeth

—Definitivamente —coincidió Percy —no estoy seguro de soportar todo sin filtro

—Mejor así —coincidió Annabeth

La peor parte estaba oculta, del mismo modo que la Niebla ocultaba los monstruos de la vista de los mortales. Al morir, Percy empezaba a ver la verdad. El aire era el aliento de Tártaro. Todos aquellos monstruos no eran más que glóbulos circulando por su cuerpo. Todo lo que Percy veía era un sueño en la mente del siniestro dios del foso.

—Dioses míos —dijo Hazel con una expresión horrorizada

—Advertencia para que nunca vayan —dijo Percy

—Gracias —murmuró Travis

—Bueno, mientras no lo conozcan en persona —suspiró Poseidón, ya sería el colmo de la mala suerte

El dios se perdió la mirada que intercambiaron Percy y Annabeth

Así debía de ser como Nico había visto el Tártaro, y había estado a punto de acabar con su cordura.

—No solo eso —murmuró Nico —todavía no han llegado al peor sitio

—¿Hay un peor sitio? —preguntó Katie

—Sí, pensar que aun no habíamos llegado —suspiró Percy, sin embargo ninguno de los dos notó que no hablaban de lo mismo

"El peor sitio" fue diferente para cada uno. Para uno la mansión creada con "insectos", para el otro, donde una diosa se ahogaba, pero ambos perdieron algo de sí mismos en esos lugares.

Nico, una de las muchas personas a las que Percy no había tratado demasiado bien. Si él y Annabeth habían llegado tan lejos en el Tártaro había sido porque Nico di Angelo se había comportado como un verdadero amigo de Bob.

—Definitivamente —dijo Annabeth

—Todos lo sabemos, Nico salvó el día —comentó Thalia

Nico rodó los ojos, pero su gesto de indiferencia se perdió entre su sonrojo

¿Ves el horror del foso?, dijeron las arai con un tono tranquilizador. Ríndete, Percy Jackson. ¿Acaso no es mejor la muerte que soportar este sitio?

Lo siento —murmuró Percy.

¡Se disculpa! Las arai chillaron regocijadas. ¡Se arrepiente de su vida fracasada y de sus crímenes contra los hijos de Tártaro!

—No es por eso ¿verdad? —preguntó Apolo

—No —dijo Percy —todos ellos atacaron primero y pusieron en peligro a personas que quiero, no me voy a disculpar por eso

—En esa parte tiene razón —asintió Hermes

Los chicos estaban completamente de acuerdo con eso

No —repuso Percy—. Lo siento, Bob. Debería haber sido sincero contigo. Por favor… perdóname. Protege a Annabeth.

Afrodita parecía que estaba a punto de desmayarse de tan encantada que estaba

—Percy —suspiró Annabeth dándole un pequeño apretón a su mano

—Era necesario decirlo —comentó Percy

—Gracias —dijo Annabeth

No esperaba que Bob le oyera ni que le hiciera caso, pero descargar su conciencia le pareció lo correcto. No podía culpar a nadie de sus problemas. Ni a los dioses. Ni a Bob. Ni siquiera podía culpar a Calipso, la chica a la que había abandonado en aquella isla.

—Joder —murmuró Percy, no quería volver a sacar el tema a colación. En realidad no la culpaba, pero todavía se sentía enojado y frustrado, cada que recordaba el tono de Annabeth y como había deambulado sola, sentía como si le retorcieran un cuchillo en el estómago

Tal vez ella se había vuelto resentida y había maldecido a la novia de Percy por desesperación. Aun así, Percy debería haber mantenido el contacto con Calipso y haberse asegurado de que los dioses la liberasen de su exilio en Ogigia como le habían prometido.

Todos intentaron no voltear a ver fijamente a Calipso, cosa que seguía sin funcionar, pero tampoco querían que volviera la tensión que hubo antes.

Poseidón se aclaró la garganta y siguió leyendo

No la había tratado mejor de lo que había tratado a Bob. Ni siquiera había pensado en ella, aunque su planta de lazo de luna todavía florecía en la jardinera de la ventana de su madre.

Sally arqueó una ceja ante ello

Percy se removió incómodo y mientras el silencio perduraba, se removía más

—Alguien debería de sacar a su hijo de la miseria —señaló Apolo

—Claro —murmuró Poseidón retomando la lectura

Tuvo que hacer acopio de las fuerzas que le quedaban, pero se levantó. Su cuerpo entero desprendía humo. Las piernas le temblaban. Sus entrañas se revolvían como un volcán. Por lo menos podía morir luchando. Levantó a Contracorriente. Pero antes de que pudiera atacar, todas las arai que había delante de él estallaron en una nube de polvo.

—¡Gracias a los dioses! —exclamaron varios de los chicos

—Aunque realmente los dioses no hicieron nada —señaló Luke

—Bueno, gracias —dijo Hermes

—Pero es la verdad —comentó Apolo

—No estamos ayudando precisamente —coincidió Artemisa

XXXII Percy

Desde luego, Bob sabía usar la escoba. Lanzaba tajos de un lado al otro y destruía a las diablas una detrás de otra mientras Bob el Pequeño reposaba en su hombro, arqueando la espalda y siseando.

—Que bueno que fue —dijo Katie

—Sí, fue increíble —dijo Percy con un suspiro pesado

—Es tierno que el pequeño Bob también se una a la pelea —comentó Miranda

En unos segundos, las arai habían desaparecido. La mayoría se había volatilizado. Las más listas se habían ido a la oscuridad volando y chillando aterrorizadas.

—¡JÁ!— dijo Connor

—Bueno, por lo que escuchamos, Bob es técnicamente inmune, así que… —señaló Travis

—Fue un mal momento para esas arai —dijo Bianca

—Después de todo lo que hicieron, yo creo que merecían un poco de su propia medicina —comentó Reyna

Percy quería dar las gracias al titán, pero le fallaba la voz. Las piernas le flaqueaban. Los oídos le zumbaban. A través del fulgor rojo del dolor, vio a Annabeth a unos metros de distancia, deambulando a ciegas hacia el borde del acantilado.

¡No! —gruñó Percy.

—No puedo creer que haya estado tan cerca —dijo Annabeth

—Sí, definitivamente fue demasiado cerca, demasiado —dijo Percy, recordando la impotencia que había sentido al no poderse acercar a ella

—No más acantilados para ninguno de los dos —comentó Annabeth

—Pudo vivir con eso —coincidió Percy

Bob siguió su mirada. Saltó hacia Annabeth y la cogió en brazos. Ella se puso a chillar y a dar patadas, aporreando la barriga del titán, pero a Bob no pareció importarle. La llevó hasta Percy y la dejó con delicadeza.

—No sabía que era él —dijo Annabeth

—Sí, imagino que no debe ser divertido que alguien haga eso mientras no puedes ver —dijo Thalia

—Y no sabía que frente a mí había un acantilado —comentó Annabeth

—Así no puedes tomar buenas decisiones —convino Piper

El titán le tocó la frente.

Pupa.

Annabeth dejó de pelear. Su vista se aclaró.

¿Dónde…? ¿Qué…?

—Eso es un alivio —dijo Thalia

—Vaya, no sabía que los Titanes podían hacer eso —el tono de Apolo era sorprendido

—Pero definitivamente es algo bueno que lo pueda hacer —dijo Deméter

—Claro que sí, es de mucha ayuda —asintió Poseidón

Vio a Percy, y una serie de expresiones cruzaron brevemente su rostro: alivio, alegría, sorpresa, horror.

¿Qué le ocurre? —gritó—. ¿Qué ha pasado?

Meció los hombros del chico y rompió a llorar contra su cabeza.

Poseidón suspiró, una especie de culpa se arremolinaba en él

Annabeth hizo una mueca

—Estoy bien —dijo Percy suavemente

—Lo sé —murmuró Annabeth —pero no pude ayudarte

—Pero lo hiciste. Todo está bien —dijo Percy con tono tranquilo

Annabeth se acercó más a él

Percy quería decirle que todo iba bien, pero por supuesto no era así. Ni siquiera se notaba el cuerpo. Su conciencia era como un pequeño globo de helio atado débilmente en lo alto de su cabeza. No tenía peso ni fuerza.

—Eso no fue divertido —dijo Percy

—Por supuesto que no lo fue —dijo Sally suspirando. Como quisiera haberlo protegido de todo eso, que su niño, su bebé no pasara por todo eso, pero no podía por más que quisiera, era algo que tenía que aceptar y fue una de las cosas más difíciles de hacer

Y no paraba de hincharse y se volvía más y más ligero. Sabía que en poco tiempo reventaría o que la cuerda se rompería, y su vida se iría flotando. Annabeth tomó su cara entre las manos. Lo besó y le limpió el polvo y el sudor de los ojos.

—Ay el amor —dijo Afrodita

—Dioses —murmuró Annabeth —¿por qué no podemos quedarnos con nuestros momentos?

—No tengo idea —dijo Percy —sería agradable que tuviéramos un poco de privacidad

—Pero al parecer es mucho pedir —suspiró Percy

Bob se levantó por encima de ellos, con su escoba plantada como una bandera. Tenía una expresión impenetrable de un blanco luminoso en la oscuridad.

Muchas maldiciones —dijo Bob—. Percy ha hecho muchas cosas malas a los monstruos.

—Pero los monstruos también nos han hecho muchas cosas malas —señaló Travis

—Sí, pero ustedes lo ven de su lado, de los semidioses —comentó Hermes —ellos lo ven desde su propio lado

—Pero aun así —murmuró Connor

—Las historias siempre tienen dos versiones —dijo Zoé

¿Puedes curarlo? —rogó Annabeth—. Como hiciste con mi ceguera. ¡Cura a Percy!

Bob frunció el entrecejo. Se toqueteó la placa de identificación del uniforme como si fuera una costra.

—Bueno, tal vez lo era para él —dijo Apolo —en un sentido muy metafórico

—En realidad podría serlo —dijo Përséfone —supongo que descubrir lo que había pasado lo hizo dudar de todo

—Es comprensible que pasara —asintió Hestia

Annabeth volvió a intentarlo.

Bob…

Jápeto —la corrigió Bob, en un tenue rumor—. Antes de Bob era Jápeto.

—Genial —murmuró Thalia

—No sé si eso sea algo malo o no —suspiró Rachel

—Pero él necesitaba reconocer quien era —comentó Will

El aire estaba totalmente inmóvil. Percy se sentía indefenso, casi desconectado del mundo.

Me gusta más Bob —la voz de Annabeth sonaba sorprendentemente serena— ¿Cuál te gusta a ti?

El titán la observó con sus ojos de plata pura. —Ya no lo sé.

—La verdad suena más bonito Bob —dijo Katie

—No sé cómo pudiste estar tan tranquila —dijo Piper

—Si nos hubiera querido hacer daño incluso cuando supo la verdad, lo hubiera hecho. Tuvo muchas oportunidades —comentó Annabeth —no lo había asimilado del todo, pero creo que él mismo se dio cuenta que ya no era Jápeto

Se agachó al lado de ella y examinó a Percy. El rostro de Bob estaba demacrado y lleno de preocupación, como si de repente notara el peso de todos sus siglos de existencia.

Lo prometí —murmuró—. Nico me pidió ayuda. No creo que ni a Jápeto ni a Bob les guste romper sus promesas.

—Hasta los Titanes cumplen mejor sus promesas que los dioses —dijo Clarisse —es irónico

Algunos de los dioses tuvieron la decencia de parecer avergonzados, porque podría decirse que ese se sintió como un golpe bajo

Tocó la frente de Percy.

Pupa —murmuró el titán—. Pupa muy grande.

Percy se desplomó hacia atrás. El zumbido de sus oídos se desvaneció. Su vista se aclaró. Todavía se sentía como si se hubiera tragado una freidora.

—Pero una freidora menos caliente —dijo Percy

—Una freidora que acaban de poner al fuego —murmuró Leo

—Todavía no se había calentado lo suficiente —asintió Percy

—Eso suena increíble —señaló Jason

Las entrañas le bullían. Notaba que el veneno solo había sido retardado, no extraído. Pero estaba vivo.

—Eso ya es ganancia —dijo Rachel

—No me iba a poner demasiado quejumbroso con eso —dijo Percy

—No, no es momento para hacerlo —comentó Will

Trató de mirar a Bob a los ojos y de expresarle su gratitud. La cabeza le colgó contra el pecho.

Bob no puede curar esto —dijo el titán—. Demasiado veneno. Demasiadas maldiciones acumuladas.

—Bueno, genial —dijo Miranda

—Fui como una esponja que acumulaba maldiciones —señaló Percy

—¡Percy! —exclamaron Annabeth y Sally al mismo tiempo

—Pero es una buena manera de verlo —murmuró Percy

Annabeth abrazó los hombros de Percy. Él quería decir: «Eso sí que lo noto. Ay. Demasiado fuerte».

—Lo siento —dijo Annabeth

—Nada más fue poquito fuerte —dijo Percy encogiéndose de hombros

—No quería lastimarte más —comentó Annabeth, pero recordaba que había querido acercarlo todo lo humanamente posible

—No lo hiciste —Percy le dio una sonrisa tranquilizadora

No hay agua —dijo Bob—. El Tártaro es malo.

«Ya me había dado cuenta», le entraron ganas de gritar a Percy.

Por lo menos el titán se llamó a sí mismo «Bob». A pesar de culpar a Percy por arrebatarle la memoria, tal vez pudiera ayudar a Annabeth si Percy no sobrevivía.

—Es bueno que haya decidido, aunque sea inconscientemente —dijo Reyna

—Como dijo Annabeth, creo que había decidido desde el momento que no los mató —dijo Will

—Creo que desde el momento donde a pesar de todo, decidió contestar al llamado de Percy —comentó Rachel

—Le debemos mucho —susurró Percy

Annabeth asintió de acuerdo

No —insistió Annabeth—. No, tiene que haber una forma. Tiene que haber algo para curarlo.

Bob posó la mano en el pecho de Percy. Un cosquilleo frío como el del bálsamo de eucalipto se extendió a través de su esternón, pero en cuanto Bob levantó la mano, el alivió cesó. Percy volvió a notar los pulmones calientes como la lava.

—Eso definitivamente es muy malo —dijo Travis

—La freidora ya había alcanzado su punto máximo —dijo Percy

—Claro, el aceite se calentó de un momento a otro —señaló Connor

El Tártaro mata a los semidioses —dijo Bob—. Cura a los monstruos, pero vuestro sitio no está aquí. El Tártaro no curará a Percy. El foso odia a los de vuestra condición.

—Sí, nos dimos cuenta —murmuró Percy

Para Poseidón, el hecho de que pudiera ver a su hijo ahí y saber que tuvo una buena vida —antes de todo—, era un completo milagro. Había ido a parar al lugar más horrible para un semidiós, con alguien que los odiaba completamente y aun así había sobrevivido, eso lo hacía pensar si realmente merecía el perdón de su hijo

Me da igual —dijo Annabeth—. Incluso aquí tiene que haber algún sitio donde pueda descansar o una cura que pueda recibir. A lo mejor en el altar de Hermes o…

—Esa no es tan mala idea —dijo Hermes

—Aunque los m no creo que ayuden mucho —dijo Connor con una mueca

—¿Nunca vas a superar la perdida de tus dulces? —preguntó Miranda con cariño

—Fueron años Miranda, ¡Años!— señaló Connor

—Pero regresando al punto —dijo Hermes con una pequeña sonrisa —podría ser buena idea, ya que el altar tiene algo de esencia divina

A lo lejos, una voz grave rugió; una voz que lamentablemente Percy reconoció.

¡LO HUELO! —bramó el gigante—. ¡CUIDADO, HIJO DE POSEIDÓN! ¡VOY A POR TI!

Polibotes —dijo Bob—. Odia a Poseidón y a sus hijos. Está muy cerca.

—Claro que sí —masculló Poseidón

—Parece que todo lo que pueda salir mal, va a salir mal —se quejó Zoé

—Es la ley de Percy —asintió Percy

Annabeth rodó los ojos

Annabeth se empeñó en levantar a Percy. Él detestaba que se esforzara tanto, pero se sentía como un saco de bolas de billar. Incluso apoyando casi todo su peso en Annabeth, apenas se tenía en pie.

Bob, voy a seguir, contigo o sin ti —dijo ella—. ¿Me vas a ayudar?

—¿Crees que es la mejor manera de hablarle? —preguntó Dionisio

—No lo era —admitió Annabeth con una mueca

—Pero estaba desesperada, Percy no estaba en buena forma y no pueden esperar ahí, no resistirían una pelea contra Polibotes —señaló Perséfone

Bob el Pequeño maulló y empezó a ronronear, frotándose contra el mentón de Bob. Bob miró a Percy, y Percy deseó poder descifrar la expresión del titán. ¿Estaba enfadado o solo pensativo? ¿Estaba planeando vengarse o simplemente se sentía dolido porque Percy le había mentido diciéndole que era su amigo?

—O ambas, también existe esa posibilidad —dijo Chris

—Eso siempre es una posibilidad —dijo Jason

—Aunque tal vez podía estar enfadado, pero muchas criaturas ayudan a quien lo necesita a pesar de eso —dijo Hestia

—Él fue mejor amigo que yo —murmuró Percy

Hay un sitio —dijo Bob finalmente—. Hay un gigante que podría saber qué hacer.

A Annabeth por poco se le cayó Percy.

Un gigante. Bob, los gigantes son malos.

—Bueno, lo mismo podríamos decir de los Titanes —dijo Thalia

—Es un punto válido —dijo Annabeth

—Aunque debe ser un poco chocante con las ideas que tenemos de otros —comentó Zoé

Hay uno bueno —insistió Bob—. Créeme. Os llevaré…, a menos que Polibotes y los demás nos pillen antes.

—Ojalá que no —dijo Apolo

—Esperemos que no pase eso —dijo Hermes

—El capítulo acabó —anunció Poseidón con una mueca

—Por fin —suspiró Percy

—¿Quién quiere leer? —preguntó Poseidón

—Yo —dijo Jason y le pasaron el libro, pasó la página y sus ojos se abrieron con incredulidad—.Eh, tenemos un problema