El llanto seguía resbalando por su mejilla nublaba su vista, sus ojos dolían por el constante llanto y qué decir de la cabeza, cada que lloraba el dolor de la cabeza crecía como si se fuera romper, sentía un sabor tan metálico en su boca que no podía evitar pensar que lloraba sangre en vez de agua, tenía el corazón hecho pedazos.
Lloraba por la decepción del amor; se había enamorado de su mejor amigo, amigo que solo la veía como su amiga y ella que pensaba en una vida con él, estaba cansada de limpiar su nariz una y otra vez, sentía la nariz rozada de tanto papel, se comenzó a reír entre el llanto porque no podía evitar verse como una patética, ella llorando por amor, debía ser un mal chiste.
Una pareja pasó por el lugar donde se encontraba y bajo el rostro, no deseaba que la vieran en ese estado. Tomó una gran bocanada de aire y lo dejó salir. De una volteo a ver la ventana hacia el bosque prohibido, se levantó y pensó en un lugar donde nadie la molestara, que nadie supiera dónde estaba hasta estar más tranquila.
Se levantó y caminó sin saber realmente a donde ir y de esa manera llegó a la sala de los menesteres, mientras pasaba por esa sala seguía pensando, un lugar donde me amen, donde tengo todo, donde soy feliz, ingresó en la primera puerta que vio.
Estaba segura de que había entrado, pero lo que veía era el mismo lugar donde estaba. Volteó a ver la puerta por donde había salido —sala de menesteres—. La puerta empezó a desaparecer, caminó por la pared tres veces pensando en regresar, pero la puerta no apareció.
Soltó un suspiro, se pasó la mano por el cabello, lo llevó hacia atrás despejando su mirada, se talló los ojos y caminó hacia su lugar sagrado, la biblioteca. Mientras caminaba por los pasillos, se percató de que no se veía como Hogwarts, había algo diferente, siendo totalmente fuera de ella, no prestó atención.
Había visto varios chicos en el camino, no se parecían en nada a sus compañeros de casa o compañeros de otras casas, pero no le dio importancia a ese hecho. Al final del día, eran un sin fin de estudiantes en Hogwarts para estar al tanto de todas las caras.
Volvió a llegar al lugar donde había estado llorando, fue ahí donde se congeló al escuchar él cómo la llamaba el chico.
—¿Má?— preguntó el chico, ella volteó a ver a sus lados pensando que había escuchado mal.
Volteó a ver al joven con un rostro lleno de confusión, preguntó señalando a ella —¿yo?
Por respuesta recibió un abrazo y un beso en la frente. Por alguna razón que no comprendía, correspondió al abrazo, pero cuando recibió el beso en la frente, se congeló realmente.
El chico se separó de ella después del beso, ella lo observó, era un joven realmente guapo, se notaba que tenía un porte de elegancia y orgullo, su cabello era rubio platinado, con unos ojos grises tan hermosos y llenos de vida, una sonrisa cálida, era alto, le sacaba unos centímetros de altura, esbelto, pero fornido, nada exagerado y era de Slytherin, se parecía a Malfoy.
—Creo que te has equivocado— dijo por lo bajo, pero lo suficiente para que él lo escuchara.
—En realidad no, soy uno de tus hijos en el futuro— sonrió y continuó —. Tal vez no te has dado cuenta, pero no estás en tu tiempo. No tengo la menor idea de cómo llegaste, pero estás aquí.
—Yo... yo solo quería llorar y entré en la sala de menesteres
—Entonces fue así, tienes suerte que fuera yo quien te encontró— le tomó la mano —. Vamos, tienes los ojos hinchados, vamos a que te relajes antes de volver a tu tiempo, mamá— la llevó por los pasillos del colegio hacia su sala, tomando mucha preocupación para que no los atraparan.
—Entonces, ¿cómo te llamas?— preguntó Hermione
—Scorpius— sonrió divertido
—¿Yo te puse ese nombre?—preguntó extrañada
—No, ¿está feo?
—No, es un interesante nombre, pero... no importa. ¿Quién te puso ese nombre?
—papá, obviamente— rio un poco
—¿Puedo saber quién es?—temió la respuesta
—Draco— volteó a ver a su mamá y le sonrió alegremente y continuaron hasta la sala de Slytherin.
No dijo nada, la respuesta le había caído como balde de agua fría... ¿Un hijo con Malfoy? Vaya, las preguntas se arremolinaron en su cabeza, el dolor de cabeza creció más, sonrió por ello en ironía.
—No sabía que la sala de menesteres podía hacer viajes en el tiempo— comentó mientras veía la espalda de su hijo
El joven se detuvo y la vio con confusión —yo tampoco
—Supongo que jamás sabremos lo que puede hacer la sala de menesteres— sonrió. Su hijo le regresó la sonrisa y asintió, le volvió a tomar de la mano y continuaron su camino.
Por fin habían llegado a la sala de Slytherin. Su hijo dijo la contraseña y segundos después ingresó en la sala. No llevaba su uniforme, pero aun así los pocos alumnos que estaban en la sala la voltearon a ver con extrañeza.
—No me sorprende que estés en Slytherin, pero mencionas que eres uno de mis hijos, así que ¿alguno fue a Gryffindor?— preguntó tomando asiento en la cama de su hijo. Scorpius se sentó en un cojín enfrente de ella.
— Cassiopea está en su segundo año y está en Gryffindor, en este momento está en clases— comentó como si nada
—una niña— sonrió con ternura
— Dos en realidad
Ella lo vio incrédula —¿Dos?— volvió a repetir en pregunta
—Sí, dos niñas y dos niños. La pequeña se llama Irene, apenas tiene 6 años. Antes de ella está Ethan, tiene 8 años, Cassi es la segunda, tiene 12, y yo el mayor, tengo 14.
—Así que 4 hijos con Malfoy— sonrió extrañada por lo que escuchaba.
—Él te ama mucho, demasiado para ser sinceros y tú también. Cada vez que los veo, veo mucho amor en sus ojos, para el otro, en sus palabras... hay dulzura, hay respeto, en el trato... — Sonrió mientras recordaba a sus padres —Yo también quiero amar así.
No le entraba en la cabeza lo que escuchaba, ese no puede ser Malfoy, durante años anteriores en Hogwarts siempre mostró una actitud horrible con ella, años llenos de insultos y humillaciones, miradas llenas de odio y repulsión y ahora en su sexto año apenas y la mira y está agradecida por ello, pero vamos no podía ser cierto lo que escuchaba, pero ahí estaba su hijo con una mirada llena de ilusión al hablar del amor que ella y Malfoy se tenían, así que debería ser cierto, ¿no?
—¿Cómo?, ¿cómo nos enamoramos?—preguntó jugando con sus dedos
—no te puedo contar el cómo o el cuándo porque tú mejor que nadie debe saber que el conocerme, contarte quién es mi padre, de mis hermanos es arriesgado, podrían no conocerse, podría yo no nacer y mucho menos mis hermanos —dijo con cierto miedo a la idea —pero solo diré que aún falta para que se enamoren, pero cuando suceda solo déjate amar, déjate querer, permite que él sane las mismas heridas que abrió y que no has podido cerrar tú, él va a reparar el daño que él ocasionó— le tomó las manos y le habló con dulzura y delicadeza.
Sonrió levemente mientras dejaba caer sus lágrimas —veo que te educamos bien
—claro que si, a todos, papá no nos ha educado como él fue educado, no, por el contrario, nos está enseñando a respetar a todos sin importar su origen y tú nos das tanto amor y nos has enseñado a ser leal con nuestros amigos, con la familia y con nosotros mismo, a ser independientes, a tener criterio propio y bueno los dos hacen un buen equipo— sonrió divertido.
Siguiendo su instinto, le acarició su mejilla y asistió con lágrimas en los ojos. A ese punto ya le daba igual el dolor en los ojos, el dolor de cabeza y el sueño que le invadía. —Tendré una familia maravillosa— le acomodó el cabello —cuéntame algo más antes de irme— pidió
Se dejó querer por su madre, que aún no era su madre— mmm... Bueno, mi mejor amigo es Albus Potter, de hecho compartimos casa.
Al escuchar eso, se le desencajó la mandíbula — ¿en serio?—preguntó
—Es un buen chico, es muy idéntico al tío Harry, pero también al tío Sirius...—sonrió pensando en su amigo
—¿Harry y Ginny?— pregunto mera curiosidad, él negó —¿puedo saber con quién?
—Daphne Greengrass— rio al ver la expresión de su mamá
—¿Cómo pasó?
—según Albus me contó que tía Ginny y tío Harry terminaron porque apenas se veían por sus respectivos trabajos y por ende se fue acabando el amor, tío terminó conociendo a la tía Daphne en el ministerio, tía había ido a levantar una denuncia si mal no recuerdo y él la atendió, el punto es que terminaron en citas y luego nació James— se rascaba la nuca tratando de recordar y omitir cosas por temor a que no nazca ninguno de los hijos de Harry Potter.
Observó a su hijo con una sonrisa llena de ternura, su hijo era realmente guapo, no dudaba de su inteligencia y sin conocerlo sabía que era una gran persona, tanto Malfoy como ella habían hecho un trabajo grandioso educándolo, además estaba feliz por su amigo, tendría dos hijos o tal vez más, el pensar en ese futuro le parecía divertido, imposible y ¿por qué no?, mágico.
—¿Te ha ido bien en Hogwarts?— le revolvió el pelo
—No realmente— susurró
—¿Cómo? ¿Hay algo que vaya mal?—preguntó preocupada
—Ahora ya no me afecta, pero antes era difícil de llevar, pero lo logré en parte por Albus, tú y papá— caminó hacia la pequeña ventana que daba al lago negro.
—¿Y con qué te molestaban?—preguntó. Le entró preocupación y la necesidad de cortar cabezas estaba fuertemente en su cabeza y no podía evitar preguntar.
—Bueno...— se rascó la nuca dudando si debería contarle, pero al final lo hizo. Se volvió a sentar a su lado —no sé cómo nació el rumor, pero antes decían que era hijo de Voldemort, que papá te había hecho un imperius para que fingieras amarlo y cuidar de mí— cansado de ello.
—¿Qué?
—Ni yo comprendo el cómo surgió, en primer año, nadie quería sentarse conmigo en el tren, pero fue Albus quien se sentó conmigo porque a él también le daban el mismo trato. Te imaginarás que ser hijo de Harry Potter e ir a Slytherin no fue sencillo, de hecho no lo es. Albus la tiene más difícil.
—¿Y cuándo paro?—preguntó abrazando a su pequeño
—cuando nació Cassi, empezaron asistir a tantos eventos y presumir su amor con cariños y eso hizo que fuera difícil de pasar por un imperius, y cuando estabas embarazada de Cassi, presumías el embarazo que al final la sociedad acepto su amor y el hecho de que tal vez yo si era tu hijo y digo tal vez por qué aún hay cada tipo que no lo cree.
—Bueno, está claro que son unos idiotas, si no pueden ver la realidad.
Ella sonrió sorprendida de cómo terminarían las cosas, no sabía cuántas sonrisas había sacado en ese poco tiempo. Escuchó a su hijo contarle sobre su estadía en Hogwarts; parecía una broma por parte de la vida, pero al ver lo feliz que era su hijo, no temía ese futuro, lo esperaba.
La pesadez de sus ojos, después de llorar tanto le pasaba factura, se acomodó en la cama de su hijo. Él seguía hablando de su primera escoba, su primera ida a Disneyland, las travesuras que realizó; sus ojos se cerraban con la voz de su hijo.
—Tendrás una buena vida, papá, te ama mucho, mis hermanos te aman y yo te amo mucho.
Le costó abrir los ojos, abría y cerraba los ojos tratando de comprender donde se encontraba y no seguir durmiendo, al poco tiempo lo comprendió, estaba en la sala de menesteres, en una cama suave, bajo los pies para levantarse, pero no lo hizo, recordó su futura vida, a su pequeño no pequeño, sonrió con nostalgia, se levantó y con un movimiento en su varita arreglo su rostro.
—Seré paciente —sonrió mientras tomaba la manija de la puerta y salió hacia su torre.
