"Todo terminó exactamente como debía."

El filo frío de la espada de Suzaku atravesó su pecho, desgarrando carne y hueso. Lelouch sintió un ardor abrasador que se extendía desde el punto de impacto, pero no desvió la mirada de su verdugo. Suzaku, vestido como Zero, mantenía la máscara firme, pero sus ojos traicionaban el torrente de emociones que luchaba por contener.

"Este es el precio que debo pagar... no hay marcha atrás."

Lelouch observó el rostro horrorizado de Nunnally mientras su hermana gritaba su nombre. El Emperador del Sacrificio cayó al suelo, su cuerpo debilitado por el dolor, pero su mente seguía activa, atrapada en una marea de recuerdos y reflexiones.

"Mi vida ha sido un camino de mentiras, sangre y decisiones imposibles. He manipulado a aliados, destruido a enemigos y traicionado incluso a quienes más amaba. Todo para llegar aquí, al punto final de mi reinado."

La multitud a su alrededor estalló en gritos. Algunos celebraban la caída del "tirano", otros lloraban de alivio por el fin de su supuesta opresión. Sin embargo, para Lelouch, todo el ruido se desvaneció en un eco lejano. Sus pensamientos estaban con Nunnally.

"Lo siento, Nunnally. Pero este es mi regalo para ti: un mundo donde puedas sonreír sin miedo. Donde no seas el peón de nadie, ni siquiera mío."

Mientras su visión se desvanecía, una sensación de alivio lo envolvió. Por primera vez, creyó que había cumplido su propósito. La oscuridad llegó rápidamente, llevándose consigo el peso de sus pecados.

O al menos, eso creyó...

Lelouch abrió los ojos, el aire escapando de sus pulmones como si emergiera de las profundidades del abismo. Se llevó la mano al pecho, esperando encontrar la herida mortal que lo había condenado. Pero no había nada: su piel estaba intacta, su corazón latía. La sorpresa inicial fue reemplazada rápidamente por una ola de pensamientos caóticos.

"Estoy vivo... ¿cómo? Suzaku... la espada... el Zero Requiem. Todo salió según el plan. Mi muerte fue el cierre perfecto para un mundo que necesitaba redimirse. ¿Por qué, entonces, sigo respirando?"

La incertidumbre dio paso al análisis. Se forzó a calmarse, como siempre había hecho en las situaciones más desesperadas.

"Si estoy vivo, hay una razón. Esto no es una coincidencia. ¿El Geass? ¿C.C.? ¿O tal vez algo... más?"

Un leve brillo captó su atención cuando se alzó, tambaleándose, y notó su reflejo en una ventana sucia. Su ojo izquierdo seguía marcado por el Geass. La familiar espiral roja giraba suavemente, como si le recordara que el poder absoluto seguía siendo suyo.

"¿El Geass aún está activo?"

—¿Qué... qué está pasando?

Alzó la mirada y quedó sorprendido por lo que veía. Estaba en medio de una ciudad completamente ajena. Las calles eran estrechas y sucias, bordeadas por edificios toscos de piedra. La pobreza impregnaba el ambiente; personas desnutridas y harapientas se arrastraban por los caminos, esquivando a los soldados que patrullaban con actitudes prepotentes.

El aire era denso, cargado de polvo y el hedor del sudor humano. Las calles estaban abarrotadas de gente que apenas levantaba la cabeza al pasar. Sus rostros reflejaban resignación, desesperanza, miedo. Lelouch caminó lentamente, observando cada detalle, comparando este lugar con los guetos del Área 11.

"No importa el mundo, las mismas estructuras se repiten. La opresión siempre encuentra su camino."

Los edificios de piedra, robustos pero descuidados, formaban un laberinto caótico. Los callejones eran oscuros y angostos, repletos de basura. Los mercaderes vociferaban ofertas de productos dudosos mientras guardias armados patrullaban con actitudes amenazantes, listos para golpear a cualquiera que cruzara sus límites.

Un soldado empujó a un anciano que tropezó y cayó al suelo. Nadie intervino. Nadie se atrevió siquiera a mirar.

"Un sistema construido sobre el miedo. Familiar, pero nada insuperable." pensó Lelouch, con un destello de determinación en su mirada.

Sus pensamientos se interrumpieron cuando un grito desgarrador cortó el aire. Una mujer corría frenéticamente por la calle, con un niño en brazos. Los guardias la seguían, sus voces rugiendo con autoridad.

—¡Ladrona! ¡Atrévete a desafiar la ley del Imperio y serás ejecutada!

Lelouch se detuvo en seco, observando la escena. La mujer tropezó y cayó al suelo, protegiendo al niño con su cuerpo. El guardia que los alcanzó la pateó brutalmente, arrancándole un gemido de dolor.

El estratega en Lelouch tomó el control.

"Es un caso claro de abuso de poder. Esta no es una intervención impulsiva; es una oportunidad."

Se acercó con calma, ignorando las miradas de los espectadores que se apartaban rápidamente. Un soldado notó su presencia y lo encaró.

—¿Qué miras, basura? ¡Aléjate antes de que también recibas un castigo!

Lelouch sonrió, fría y calculadamente, mientras el familiar calor del Geass activándose invadía su ojo izquierdo. Miró fijamente al guardia.

—Te ordeno que dejes a esa mujer y salgas de aquí con tus hombres.

El soldado se quedó inmóvil, sus ojos reflejando la lucha interna contra el poder del Geass, pero al final, obedeció.

—Sí... como ordene...

Sin más palabras, los soldados retrocedieron, dejando a la mujer y al niño atrás. Lelouch los observó unos segundos antes de agacharse junto a ellos.

—¿Están bien?

La mujer lo miró con incredulidad, lágrimas corriendo por su rostro.

—Gracias... señor...

Lelouch no respondió. Ya había obtenido lo que quería: una primera impresión de cómo funcionaba el sistema de este mundo.

Un grito desgarrador interrumpió sus pensamientos. Lelouch giró la cabeza para ver a un grupo de guardias persiguiendo a una mujer. Su rostro estaba bañado en lágrimas mientras intentaba escapar con un niño en brazos.

Esa noche, Lelouch encontró refugio en una taberna oscura y abarrotada. Se sentó en una esquina, observando con detenimiento. Los clientes eran una mezcla de campesinos agotados, mercenarios bebidos y comerciantes nerviosos. El ruido de las conversaciones llenaba el aire, y Lelouch comenzó a escuchar atentamente.

—¿Has oído? Otro pueblo fue arrasado por los soldados del Imperio. No dejaron a nadie vivo.

—Esos malditos rebeldes, Night Raid, están causando más problemas... ¿pero qué podemos hacer?

Lelouch asimiló cada fragmento de información, comenzando a formar un mapa mental del sistema político y militar del Imperio. Identificó rápidamente patrones: un gobierno centralizado pero corrupto, un Emperador débil y un grupo rebelde que actuaba como un desafío directo al régimen.

"Night Raid... parecen ser la pieza más importante en este tablero. Si logro controlarlos, podré cambiar el equilibrio de poder."

Mientras meditaba sobre sus próximos movimientos, una sensación extraña lo recorrió. Un eco lejano resonó en su mente, una voz que parecía surgir desde las sombras de su conciencia.

—No te detengas ahora, Lelouch. Este mundo necesita un verdadero gobernante. ¿No es eso lo que siempre quisiste?

Lelouch se tensó, pero no dejó que su expresión cambiara.

"¿Quién eres? ¿Por qué fui traído aquí?"

La voz no respondió, dejando solo un silencio perturbador que le erizó la piel.

Lelouch dejó la taberna con una sonrisa fría en su rostro. Su mente estaba en marcha, sus planes comenzando a tomar forma.

"No importa si fui enviado aquí por destino o por capricho. Este Imperio está al borde del colapso, y yo lo guiaré. No como un héroe, sino como un gobernante absoluto. Lelouch vi Britannia ha regresado, y este mundo aprenderá lo que significa enfrentarse a un verdadero Emperador."

Con esa promesa, desapareció en las sombras de la ciudad.

Lelouch caminó por las oscuras calles de la ciudad, su silueta deslizándose entre las sombras como un espectro. El frío nocturno se mezclaba con el murmullo distante de la actividad humana: tabernas llenas de borrachos, guardias patrullando con desgano y el ocasional grito que se perdía en el viento.

"Cada rincón de esta ciudad apesta a desesperación... pero también a potencial. La opresión es el mejor terreno para sembrar una revolución. Aquí puedo empezar a construir mi imperio, pero primero necesito información más específica."

Su prioridad era entender los puntos débiles del sistema. Si el Imperio era tan corrupto y débil como lo sugerían los rumores en la taberna, debía haber focos de resistencia o individuos descontentos que pudieran ser utilizados como piezas clave en su tablero.

Finalmente, sus pasos lo llevaron a los límites de un barrio más pobre. Las casas eran poco más que chabolas de madera, los niños jugaban descalzos en el barro, y los adultos evitaban su mirada, demasiado acostumbrados a la desconfianza.

"Este lugar... se parece tanto al Área 11 después de la invasión," pensó, con una mezcla de nostalgia amarga y determinación.

Se detuvo frente a un grupo de hombres y mujeres que hablaban en voz baja, sus rostros marcados por la pobreza y la resignación. Aun así, Lelouch detectó algo más en sus ojos: un destello de rabia contenida, de frustración esperando una chispa.

Lelouch se acercó con cuidado, mostrando una postura neutral pero manteniendo su presencia imponente. Uno de los hombres, más alto y robusto que el resto, lo interceptó.

—¿Qué haces aquí, forastero? Este no es lugar para ti.

Lelouch lo miró directamente a los ojos, su tono frío pero lleno de intención.

—Busco respuestas. Sé que este lugar está al borde del colapso, y ustedes son los primeros que lo sufrirán. Pero también serán los primeros en beneficiarse si las cosas cambian.

El hombre frunció el ceño, desconfiado.

—¿Cambiar? Nadie puede cambiar esto. El Imperio es demasiado poderoso.

Lelouch dio un paso hacia adelante, bajando la voz pero manteniéndola firme.

—Eso es lo que quieren que creas. Pero cada sistema, por más grande que sea, tiene puntos débiles. Solo necesitas a alguien con la visión y la voluntad para encontrar esos puntos y derribarlos.

El grupo quedó en silencio, mirándolo con atención. La chispa que Lelouch buscaba estaba comenzando a encenderse.

—¿Quién eres tú para hablar de cambiar algo? —preguntó una mujer, sus ojos llenos de escepticismo.

Lelouch sonrió, su mirada aguda perforando las dudas de los presentes.

—Soy alguien que ha derribado un imperio antes. Y ahora, haré lo mismo aquí.

Antes de que pudiera continuar su conversación, un ruido ensordecedor interrumpió el momento. Desde el centro de la ciudad, una serie de tambores resonaron en la distancia, seguidos por el eco de una voz amplificada por algún tipo de mecanismo mágico.

—¡Ciudadanos del Imperio! Este es un recordatorio de que la lealtad al Emperador es absoluta. Cualquier acto de rebeldía será castigado con la muerte. Night Raid, ese grupo de criminales, será destruido pronto, y todos los que los apoyen compartirán su destino.

Lelouch alzó la vista hacia la dirección de la voz. No podía ver la fuente, pero entendió lo suficiente: el Imperio usaba propaganda directa para mantener a la población en su lugar. Una herramienta efectiva, pero demasiado familiar para él.

"Propaganda burda, diseñada para mantener el miedo. Si el Imperio realmente tuviera control absoluto, no necesitaría recordarlo tan a menudo. Esto confirma mi teoría: están más débiles de lo que aparentan."

Volvió su atención al grupo frente a él, sus rostros tensos por el mensaje. Era el momento perfecto para sembrar la semilla de la duda.

—¿Ven? Ni siquiera confían en su propia fuerza. Solo un sistema podrido necesita recordar constantemente su autoridad.

La mujer, quien había dudado de él momentos antes, asintió levemente.

—¿Y qué sugieres? ¿Que nos levantemos contra ellos?

Lelouch inclinó la cabeza, su sonrisa volviendo a aparecer.

—No ahora. Primero, debemos construir una base. Necesito saber más sobre Night Raid y otros movimientos de resistencia. Y necesito aliados dispuestos a seguir mis instrucciones.

El hombre grande entrecerró los ojos.

—¿Y por qué deberíamos seguirte?

Lelouch activó el Geass, el rojo brillante reflejándose en la penumbra de la noche.

—Porque soy el único que puede ofrecerles un futuro.

Después de lanzar su oferta con el poder del Geass, Lelouch observó cómo el grupo reaccionaba ante la amenaza silenciosa que representaba. Los ojos del hombre grande se abrieron, pero no por miedo, sino por una curiosidad que aún no entendía del todo. La mujer que había dudado antes ahora parecía más cautivada por la calma y la seguridad con la que Lelouch había hablado.

El silencio se extendió por unos segundos, como si el aire estuviera cargado de electricidad. Luego, el hombre grande se acercó un paso, sin apartar los ojos de Lelouch. A su lado, la mujer parecía estar tomando una decisión interna, como si estuviera sopesando la gravedad de lo que acababa de presenciar.

—¿Qué nos garantiza que tu palabra es más confiable que la de cualquier otro líder en este mundo? —preguntó el hombre grande, su voz baja pero firme. A Lelouch no le sorprendió la desconfianza, era una reacción natural ante lo desconocido.

—Porque los líderes como tú y yo no luchan por ideales, luchan por poder —respondió Lelouch sin titubear—. Y el poder es la única verdad en este mundo. Todo lo demás son ilusiones.

El hombre grande frunció el ceño, pero algo en las palabras de Lelouch resonó dentro de él. La mujer, por su parte, parecía haber tomado su decisión. Dio un paso adelante, acercándose un poco más a Lelouch.

—¿Y qué quieres de nosotros? —preguntó ella, su voz ahora más directa y menos dudosa.

Lelouch dejó que su mirada se posara brevemente sobre ella antes de volver a la ciudad distante, observando las sombras de la noche que se cernían sobre el Imperio. Las luces lejanas de la ciudad, los muros de su palacio, y los ecos de la propaganda seguían vibrando en su mente.

—Quiero lo que cualquier hombre que busca poder quiere —respondió sin perder su compostura—. Quiero que todo este Imperio esté a mis pies, bajo mi control. Y tú, mi querida, serás una de las piezas claves de este juego.

La mujer no dijo nada en ese momento, pero su mirada cambió. Había algo en su respuesta que la intrigaba, que la impulsaba a considerar las posibilidades. El hombre grande, aunque aún escéptico, parecía dudar por un instante.

—¿Qué hay de los demás? —preguntó finalmente—. Si vamos a hacer esto, necesitamos saber qué tan grande es tu visión.

Lelouch sonrió levemente, y por un momento, su rostro mostró una fría determinación que iba más allá de cualquier duda. Esta era la etapa inicial de su plan, y cada movimiento debía ser calculado con precisión.

—Esta ciudad está llena de gente que no sabe lo que realmente está pasando. La mayoría de ellos son solo peones en un tablero más grande. Pero los peones pueden ser reemplazados... y los reyes pueden caer. En cuanto a Night Raid, sé que son solo una pieza en este rompecabezas. La única pregunta es, ¿quién será el próximo rey de este Imperio?

El grupo observó en silencio, el peso de sus palabras comenzando a calar en ellos. No necesitaba más que una chispa para encender el fuego de la rebelión, y eso era lo que había logrado.

Finalmente, el hombre grande asintió, su rostro endurecido por una mezcla de desconfianza y aceptación.

—Está bien. Te seguimos, pero no olvides que también serás probado. Y si fallas... serás el primero en caer.

Lelouch no dijo nada al respecto. Sabía que la lealtad de estos individuos no se ganaba fácilmente, pero eso era parte del juego. Se trataba de hacerlos creer que sus intereses se alineaban, que su supervivencia dependía de seguirle. Él no estaba interesado en ser amado; estaba interesado en ser temido.

—Lo que importa es que ahora sabemos quiénes somos —respondió simplemente.

Con eso, el grupo de rebeldes aceptó su oferta. No era una victoria completa aún, pero era un comienzo, el primer paso en su largo y calculado camino hacia la toma de control del Imperio.

El sonido de los tambores retumbó una vez más desde la lejanía, pero Lelouch no prestó atención. Sus pensamientos ya estaban mucho más allá de la simple resistencia. Lo que había comenzado como un plan para derrocar un Imperio ahora se había transformado en una lucha por dominarlo.

Y, como siempre, Lelouch sabía que el primer paso era sembrar la semilla de la duda, y él ya había comenzado a hacerlo.

Con una sonrisa fría, caminó hacia el horizonte junto a sus seguidores, su mente ya maquinando los próximos movimientos que garantizarían que, finalmente, el Imperio sería suyo.

Al día siguiente, Lelouch y su grupo comenzaron a dar los primeros pasos en su plan. Sin embargo, algo que desconcertaba a los miembros de su grupo era la rapidez con la que Lelouch parecía obtener información crucial sobre la estructura del Imperio. No solo sobre los movimientos de las tropas o los patrones de los nobles, sino sobre los secretos más oscuros que solo los propios miembros del Imperio podrían conocer.

El grupo se encontraba en una taberna cercana, escondidos en la penumbra de una esquina, cuando el hombre grande no pudo más y preguntó:

—¿Cómo es posible que sepas todo eso? Apenas hemos estado aquí un par de días y ya sabes tanto sobre el Imperio, sobre sus fuerzas y sus vulnerabilidades. ¿De dónde sacas toda esa información?

Lelouch, quien se encontraba revisando algunos papeles, alzó la mirada lentamente, con una sonrisa fría que desbordaba confianza.

—No es difícil obtener información cuando sabes cómo preguntar —respondió con calma, como si fuera la respuesta más natural del mundo.

La mujer, aún intrigada, se acercó más, sin poder evitarlo.

—Pero... ¿cómo lo haces? ¿No te has dado cuenta de que estamos en territorio enemigo? Los guardias no son precisamente amigables. ¿Cómo logras que te den información tan sensible?

Lelouch se recostó en su asiento, sus ojos brillando con una calma peligrosa. No era la primera vez que se enfrentaba a situaciones que requerían manipulación y persuasión. De hecho, le era familiar.

—Lo primero que deben entender es que el miedo y la desesperación son herramientas poderosas. La gente, especialmente los guardias del Imperio, no son tan diferentes de nosotros. Están atrapados en una estructura de poder que los aplasta tanto como a los demás. Y cuando alguien está atrapado, busca una salida. Les he dado una salida.

El hombre grande frunció el ceño, claramente desconcertado.

—¿Les... diste una salida? ¿Qué quieres decir con eso?

Lelouch sonrió ligeramente, sabiendo que la respuesta no sería tan fácil de entender. Había logrado obtener la información que necesitaba de los guardias del Imperio, pero lo había hecho a través de métodos que no podría explicar sin revelar demasiado. Había hecho que algunos de ellos creyeran que podrían escapar del yugo del Imperio, que sus vidas podrían mejorar si le ayudaban. Había sembrado una pequeña semilla de duda en sus mentes, y eso había sido suficiente para obtener la información.

—No es magia, es comprensión. El Imperio es un monstruo grande y aterrador, pero incluso el monstruo más grande tiene sus grietas. A esos soldados, muchos de los cuales son jóvenes y asustados, les ofrecí una salida. Les mostré una forma de liberarse, de evitar el castigo que podría llegar a sus puertas si el Imperio se enteraba de sus dudas o traiciones. Una simple promesa de que su vida será más fácil bajo mi liderazgo. Y cuando temen por sus vidas... las lenguas se sueltan.

La mujer parecía pensativa, mientras el hombre grande aún procesaba las palabras de Lelouch.

—¿Entonces todo esto lo conseguiste a través de...? —empezó a preguntar la mujer, pero no terminó la frase. Su rostro mostraba una mezcla de asombro y desconfianza.

Lelouch dejó que el silencio llenara la habitación durante un largo momento. La mirada inquisitiva de la mujer era casi palpable, pero él no se iba a dejar arrastrar por su curiosidad. No les revelaría sus métodos, no aún. El Geass, su poder, era algo que debía mantener oculto. Y la idea de explicar sus movimientos como si fueran meros trucos no le interesaba.

—El Imperio no es una máquina perfecta, como pretenden que sea. Es un sistema corrupto, lleno de grietas. Y lo que yo hago es aprovechar esas grietas —respondió finalmente, con una calma que desbordaba seguridad.

El hombre grande asintió lentamente, aún confundido pero aceptando lo que Lelouch decía. Sin embargo, la mujer no podía dejar de preguntar.

—¿Pero cómo? No puedo entender cómo logras que los demás te entreguen información tan fácilmente. Los guardias no son personas fáciles de manipular.

Lelouch simplemente sonrió.

—La información está por todas partes, si sabes dónde mirar y cómo pedirla. Los guardias son tan humanos como tú o yo. Solo necesitan ser guiados en la dirección correcta.

La mujer no estaba convencida del todo, pero decidió no presionar más. Era claro que Lelouch no iba a revelar sus secretos tan fácilmente. Y aunque sus métodos seguían siendo un misterio, lo que era innegable era su efectividad.

Finalmente, el hombre grande se cruzó de brazos, aún desconcertado.

—Lo que sea que estés haciendo, funciona. Pero que no se te olvide: si fallas, no habrá segunda oportunidad.

Lelouch lo miró con una leve sonrisa.

—No hay necesidad de preocupaciones. El juego ha comenzado, y yo siempre gano.

Con eso, el grupo comprendió que no todo lo que Lelouch hacía podía ser explicado. Había algo detrás de su comportamiento, algo que lo hacía aún más peligroso. No era solo su carisma ni su inteligencia; era algo más profundo, algo que ningún miembro del grupo parecía comprender por completo. Pero lo que sabían con certeza era que seguirlo les aseguraba una oportunidad de cambiar el Imperio, un cambio que solo Lelouch podría lograr.

Con una última mirada de confianza, Lelouch se levantó y se dirigió hacia la puerta. El camino hacia el poder había comenzado, y nada podría detenerlo.

Fin de la Parte 1.

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