Los personajes de S.M. no me pertenecen, yo solo los tomo prestados.
Capítulo 33
1.-
—Isabella Swan, esta vez no tienes ninguna excusa para no asistir a mi cumpleaños. Será a la tarde, así que Eilan estará muy a gusto haciendo nuevos amigos con los hijos de los demás invitados. —le dijo Alice, sin darle espacio a que ella replicara. Llevaba tres años escabulléndose de asistir al cumpleaños de su amiga. Más que todo porque Isabella siempre salia con la excusa de que Eilan no estaría cómodo de estar alrededor de tanta gente. Pero a Eilan le había ido exelente, durante este mes que llevaba asistiendo al colegio, que su conducta había cambiado un poco, reflejada en que ya por lo menos no se agarraba a sus piernas cada vez que se acercaba un hombre... Aunque Isabella creía que seguía molesto con ella por la mentira. Eilan ya le dirigía la palabra, pero era de reconocer que todavía le guardaba resentimiento, ya que solo lo hacía cuando de verdad necesitaba algo de ella.
Isabella no pudo negarse ante la mirada de cordero de Alice..
Con un suspiro resignado, finalmente cedió.
—Está bien...
Alice estalló en júbilo, como si hubiera ganado un premio.
—¡Sí! Ya verás que te divertirás un montón.
—No lo creo... —murmuró Isabella, pero sus palabras fueron ahogadas por el entusiasmo de su amiga.
En ese momento, Edward apareció.
—Isabella, ya acomodé la mercancía. Puse dos sacos de harina cerca de la amasadora. Les queda muy poco para que caduquen.
—Gracias, Edward. —dijo ella, sonriendo.
Alice, siempre tan astuta, no perdió la oportunidad para invitarle a él también.
—¡Edward! También estás invitado a mi fiesta. Será el sábado a las 3 de la tarde. Te enviaré la dirección por mensaje.
Edward hizo un gesto de incomodidad y se pasó una mano por el cuello. Isabella notó ese gesto familiar, una señal inequívoca de que tampoco estaba muy emocionado por la idea de asistir a una fiesta. Su risa se escapó de sus labios sin aviso.
—No sé, Alice... —comenzó él, pero Alice, inflexible como siempre, lo interrumpió.
—Ah, no, Edward. No me digas que tú también eres un aburrido al igual que Isabella —Edward se encogió de Hombros—. No me importa. Irás a la fiesta y no acepto un no por respuesta. Puedes ir con Anabela. —Alice concluyó, y se dio la vuelta, dejando a una Isabella riéndose y a un Edward, observándola con fingida molestia, por su burla.
—No te puedes salvar de ese duende. Cuando se le mete algo a la cabeza, no hay quien se lo saque. —le dijo Isabella.
Edward suspiró, derrotado.
—Creo que me hará bien asistir —dijo al fin—. No voy a una fiesta desde... —no terminó la frase, pero Isabella supo enseguida que se refería a que no asistía a una fiesta desde la muerte de su esposa.
—Yo no me acuerdo la última vez que asistí a una... Creo que fue cuando tenía 10 años. Una niña de mi calle estaba de cumpleaños y todos los que vivíamos cerca, asistimos a la fiesta. –dijo, a modo de hacer que Edward no se afligiera.
Desde que él había vuelto a la repostería, su relación había cambiado. Ella era más amable, y de vez en cuando compartían alguno que otro comentario, todos, referentes a anécdotas sobre los hijos de ambos.
—Bueno, creo que iré a ver si están listos los bombones. —dijo, ya que aún todavía era algo incómodo hablar con él.
Edward asintió.
