Los personajes de S.M. no me pertenecen, yo solo los tomo prestados.
Capitulo 34
1.-
Ya sabía que era mala idea el haber asistido a la fiesta de Alice... Mala idea para ella, porque Eilan, hace media hora que estaba muy a gusto, correteando con los otros niños que habían asistido junto con sus padres.
Alice la había dejado, sola, con un idiota que le habia presentado, el que ya había comenzado a coquetear con ella.
—Así que... Isabella, ¿no? —dijo Theo, su voz sonando como una melodía desagradable.
Ella asintió sin ganas, tomando un sorbo de su bebida, deseando que el líquido pudiera hacerla invisible. No era la primera vez que se encontraba en una situación así, pero sí era la primera vez que sentía que necesitaba una salida desesperadamente.
—Y me dijiste que tienes un hijo... —continuó él, como si eso fuera un punto a favor en su intento de cortejo.
Isabella rodó los ojos. La conversación no podía ser más aburrida.
—Eso dije —respondió, seca.
Justo cuando el idiota estaba a punto de seguir con su patético intento de ligarla, Isabella vio llegar a su salvación: Edward. Sus ojos brillaron y, sin pensarlo dos veces, le hizo señas para que se acercara.
—Edward, aquí.
Edward le sonrió al verla y no tardó en acercarse. Anabela, su hija, en cuanto vio a Eilan, pidió a su padre ir a jugar con él.
—Leo. ¿no? —dijo Isabella, lanzando una mirada desafiante al chico.
—Theo —lo corrigió él, pero su tono ya había perdido fuerza.
—Ah, sí, Theo. Él es mi novio, Edward —dijo, colocando una gran sonrisa en su rostro, mientras miraba de reojo a Theo, que ahora tenía una expresión de incredulidad.
Edward levantó una ceja, claramente sorprendido por la mentira. Sin embargo, no dijo nada y decidió jugar el juego.
—Mucho gusto, el novio de Isabella, Edward. —dijo, extendiendo su mano hacia Theo, quien la estrechó con incomodidad.
—Voy a buscar otra bebida —musitó Theo, dando la vuelta y alejándose rápidamente.
En cuanto se perdió entre la multitud, Isabella dejó escapar un suspiro de alivio.
—Gracias. —dijo, mirando a Edward con gratitud.
—De nada —respondió él, metiéndose las manos en los bolsillos—. Pero, ¿por qué mentimos?
—Porque me juré a mí misma que no caería de nuevo en las mañas de los hombres —contestó Isabella, y al ver la expresión de Edward, se apresuró a corregir—. De un hombre.
—Entiendo —asintió Edward, su mirada sincera haciéndola sentirse cómoda—. ¿Te importaría que me quede aquí contigo? Es que no quiero que ninguna mujer piense que estoy disponible. Yo no hice ningún juramento, pero Irina fue y es mi único amor.
Isabella sonrió ante la sinceridad de Edward. Era extraño conocer a un hombre como él, uno que no estaba intentando manipular la conversación a su favor, sino que simplemente compartía su verdad.
—De acuerdo. Esta noche, tú y yo seremos novios de mentira para espantarnos a cualquier pretendiente.
Edward sonrió, iluminando su rostro con una calidez que la relajó aún más. Ambos, soportaron la asistencia a la fiesta, charlando amenamente.
