Un cuento de medianoche

El último rayo de luz desapareció cuando la puerta se cerró, dejando la habitación completamente a oscuras.

Esa noche, las estrellas brillaban por su ausencia, acentuando aún más la densa oscuridad. El fuerte viento del exterior aullaba sin piedad, creando una tétrica sinfonía que hacía estremecer a Xie Lian.

La lluvia comenzó a caer, primero ligera y suave, como tenues gotas de rocío al amanecer que acarician al mundo. Pronto, la brizna se transformó en un fuerte golpeteo qué resonó sobre el techo.

Para Xie Lian era imposible dormir con tanto ruido, así que lentamente sacó su cabeza de las pesadas cobijas que le servían como refugio e inhalo profundamente; el calor lo estaba sofocado.

De repente, un resplandor iluminó la habitación, disipando la oscuridad por un breve momento. Xie Lian pudo vislumbrar a través de la ventana las sombras retorcidas de los árboles siendo sacudidos por el viento. Un trueno cimbró la mansión y con ello la oscuridad volvió a reinar.

Un gemido casi imperceptible provino de la cama.

No es que Xie Lian le tuviera miedo a la oscuridad y a la fuerte tormenta que se suscitaba afuera. Bueno, en parte sí tenía miedo pero había una buena razón para eso.

Esa mañana Xie Lian se despertó en un lugar extraño y alejado de su querido Palacio de Xianle.

Al parecer sus padres lo habían enviado con un excepcional guerrero para que lo entrenara en artes marciales. Por lo tanto debía quedarse una temporada lejos de casa.

Su anfitrión, quien se presentó con el nombre de Hua Cheng, fue el que le dijo todas estas cosas.

El mayor anhelo de Xie Lian era ingresar al Monte Taicang para cultivarse, sin embargo, su Guoshi era demasiado estricto con el ingreso de nuevos discípulos, por lo que ser el Príncipe Heredero no sería suficiente para ganarse un lugar en el Monte Taicang. Aprender artes marciales era el primer paso para alcanzar su sueño.

Sus padres se habían negado fervientemente en que Xie Lian fuera cultivador, pues eso implicaba que debía renunciar a tener descendencia y en el futuro el Reino de Xianle se vería desprovisto de un heredero.

Al principio, Xie Lian tuvo dudas: ¿Por qué sus padres de repente tomarían la iniciativa y lo incitarían a seguir el camino de la cultivación?

Pero al ver la majestuosa armería de Hua Cheng, junto a sus habilidades de combate, el espíritu de lucha de Xie Lian aumentó. Mentira o no, Xie Lian quería aprender de este guerrero.

El resto del día se olvidó de lo extraña que parecía la situación, y en cambio, tomó la espada para aprender de Hua Cheng sin cuestionar nada más.

Ahora, en la soledad de su habitación, se daba cuenta de cuán diferente era todo al Palacio de Xianle. Aunque Mansión Paraíso era un lugar enorme, espléndido y opulento; simplemente no era su hogar. No se sentía cómodo del todo.

Todos estos cambios en su cotidianidad hicieron vulnerable su estado de ánimo.

Un rayo rompió el cielo sacando a Xie Lian de sus pensamientos.

Xie Lian suspiró cansado y se levantó de la cama usando solamente su túnica interior, sus pies descalzos caminaron por el suelo cubierto de pieles y alfombras cálidas; y salió de su cuarto en busca de Hua Cheng.

En el pasillo, las velas titilantes proyectaban sombras más grandes y distorsionadas de lo habitual, así que cuando vio la figura de alguien plasmada en la pared, Xie Lian detuvo sus pasos.

La silueta amplificada parecía ser la de un hombre, pero por la forma de su complexión, supo que no se trataba de Hua Cheng.

Un escalofrío lo sacudió de pies a cabeza. Pensándolo bien, Xie Lian no había visto ni una sola alma a excepción de Hua Cheng y él. ¿El extraño hombre sería un intruso? ¿un ladrón tal vez?

Quién quiera que fuera, muy pronto doblaría la esquina y se toparía de frente con Xie Lian.

Otro rayo se hizo escuchar y el viento que se filtraba por una de las ventanas hizo parpadear la luz de las velas. Entonces Xie Lian se encontró frente a frente con el desconocido.

Lo primero que notó fue que el hombre vestía túnicas completamente negras, dándole una vibra lúgubre. Al subir la mirada se encontró con una máscara fantasmal, la cual estaba pintada con una expresión peculiar, parecida a una sonrisa de resignación. Se quedaron mirando el uno al otro durante unos instantes.

Aterrorizado, Xie Lian corrió en la dirección contraria lo más rápido que sus piernas le permitían.

En medio de su frenética carrera, Xie Lian dejó de fijarse en el camino que seguía y corrió de forma aleatoria cruzando puertas, pasillos y escaleras sin un destino fijo.

Debido a su descuido, Xie Lian no vio un pequeño escalón frente a él y terminó tropezando estrepitosamente, por fortuna, la alfombra le evitó unos buenos raspones.

Xie Lian se quedó quieto en el suelo por un momento tratando de recuperar el aliento, agudizó el oído pero no logró escuchar algo más además de la impetuosa tormenta del exterior.

Seguramente, lo que Xie Lian había visto antes, no lo había seguido, podía estar tranquilo por ahora. Aún así, seguía temblando, sus ojos se nublaron y lágrimas amenazaron con salir.

Xie Lian había sido educado con el orgullo y dignidad de un príncipe, así que para alguien de su posición, sería indigno mostrar tal debilidad como llorar, por lo tanto, Xie Lian se frotó los ojos y así logró contener las lágrimas.

¡Él no lloraría aunque fuera el fin del mundo!

Ante sus ojos llorosos, Xie Lian logró identificar un brillo inusual que se aproximaban a él, no era tan luminoso como un rayo, pero tampoco era débil como la luz de una vela. Cuando el objeto estuvo a pocos centímetros de su rostro, Xie Lian logró distinguir lo que era.

Una preciosa mariposa plateada revoloteaba acercándose a él, una estela de luz la seguía con cada elegante y delicado aleteo qué daba. Sin saber por qué, el acelerado corazón de Xie Lian se tranquilizó.

Había algo en esta mariposa que se sentía bastante… familiar y nostálgico.

Xie Lian se pasó una mano por su cara para limpiar cualquier indicio de llanto y observó como la mariposa volaba a su alrededor, como si le dijera: "no tengas miedo, estás a salvo conmigo".

La mariposa se detuvo en su respingada nariz, sacando una risita al niño. Inesperadamente, Xie Lian dejó de sentir miedo.

La mariposa emprendió el vuelo y se alejó de Xie Lian.

Entonces él la siguió.

Caminó tras la mariposa y en poco tiempo llegaron a una gran puerta de madera. Se colaba un poco de luz por la cerradura, así que Xie Lian supuso que del otro lado se encontraba la persona a la que estaba buscando.

Xie Lian sonrió de alivio al saber que al fin su búsqueda había concluido. Xie Lian iba a tocar la puerta, pero su brazo quedó inmóvil a mitad de camino a la puerta.

¿Y si del otro lado no estaba a quien buscaba? ¿Qué tal que era el monstruo que se había encontrado antes?

La ansiedad se apoderó nuevamente de su corazón, pero entonces la mariposa voló una última vez a su alrededor y finalmente atravesó la puerta, desvaneciéndose.

Bien. Si la mariposa había entrado, entonces significaba qué era seguro ¿no?

Xie Lian respiró profundamente tratando de canalizar toda su valentía en su brazo, y finalmente tocó la puerta.

—Adelante —dijo una voz profunda en el interior de la habitación.

Al escuchar aquella voz, el cuerpo de Xie Lian se relajo. Arregló sus ropas lo mejor que pudo y por fin abrió la puerta.

El hombre de rojo que estaba en el interior, levantó la mirada del pergamino qué tenía en sus manos y miró a Xie Lian.

—¿Su Alteza no puede dormir? —dijo el hombre de rojo mientras se ponía de pie y hacía una rápida reverencia.

Xie Lian cerró la puerta rápidamente tras de sí y enderezó su postura, se tapó la boca con la mano y tosió. En un instante, pasó de ser el niño miedoso qué corría de un lado a otro de la mansión despavorido, a ser el noble y elegante príncipe de Xianle.

—Así es, la tormenta es muy ruidosa y no puedo dormir —dijo Xie Lian con total formalidad. —Me preguntaba, si es posible que me quede aquí un rato para hacerle compañía a San Lang.

Era sorprendente como es que a pesar de ser solo un niño de diez años, podía hablar y comportarse como todo un adulto.

Debido a su estatus, todos estaban obligados a dirigirse a él con el mayor de los respetos, pero Xie Lian sabía que muchos de los adultos no lo tomaban tan en serio debido a su edad, sin embargo, Hua Cheng lo miraba con demasiada solemnidad, no lo subestimaba. Incluso Xie Lian se atrevió a pensar que Hua Cheng lo miraba como a un igual.

Con Hua Cheng, Xie Lian no se sentía como un niño ignorado y es por eso que le tomó confianza demasiado rápido a pesar de conocerse desde hacía menos de un día.

Hua Cheng sonrió levemente y le señaló a Xie Lian un diván en el que podían caber incluso más de diez personas. A un lado, ya estaba la mesa puesta con varias bebidas y bocadillos, como si Hua Cheng ya estuviera esperando de antemano a algún invitado.

Xie Lian se sentó y tomó la taza de té que Hua Cheng le ofreció. El calor de la bebida le calentó el estómago y se sintió reconfortado. Iba a tomar un dulce cuando se percató que Hua Cheng lo miraba fijamente.

—¿Qué estabas haciendo? —preguntó Xie Lian para llenar el silencio que se había formado entre ellos.

—Nada importante, estaba terminando de leer unos documentos —respondió Hua Cheng mientras se sentaba frente a Xie Lian y lo observaba con un codo sobre la mesa y la mano recargada en su barbilla, su postura perezosa contrastaba con el aura de formalidad de Xie Lian. —Cualquier cosa que necesite Su Alteza, puede pedírmelo.

La sonrisa de Hua Cheng parecía contener varias emociones a la vez. Xie Lian no sabía si se estaba burlando de él o si de verdad era sincero.

De todos modos, el trato que recibía de Hua Cheng no le molestaba en absoluto, esa ambigüedad en su carácter lo hacía sentir cercano y familiar a él.

Xie Lian definitivamente pensó que Hua Cheng, aunque un poco extraño, era una buena persona. Una vez que regresará al Palacio de Xianle, le pediría a sus padres que invitaran a Hua Cheng al Palacio para que pudieran practicar y perfeccionar las técnicas de espada que le había enseñado ese día.

Mientras pensaba en eso, un rayo volvió a resonar en medio de la tormenta y tomó desprevenido a Xie Lian. Accidentalmente derramó su taza de té sobre sus claras túnicas y soltó un pequeño grito, en parte por el susto y por el leve ardor de la quemadura.

Hua Cheng inmediatamente se puso de pie y rodeó la mesa acercándose a Xie Lian.

—Su Alteza, ¿se ha quemado? —Hua Cheng tomó un paño húmedo, de quien sabe donde, y frotó delicadamente el brazo de Xie Lian donde la mancha del té se extendía por su ancha manga.

—No te preocupes, no me pasó nada. Aunque lamento haber arruinado la túnica qué amablemente me prestaste —contestó Xie Lian con mucha dignidad, recordando mantener la compostura. No podía permitir que nunca nadie se enterara de su ridículo miedo a las tormentas, alguien de su posición no debería temer a esas nimiedades.

Hua Cheng suspiró derrotado y Xie Lian se sorprendió de la mirada que ahora tenía, parecía ¿triste? ¿Preocupado? No entendía por qué le importaba tanto una leve quemadura, no era una herida de gravedad y se curaría pronto. Además, no le dolía tanto.

Aún así, Xie Lian se sintió feliz.

Con mucho cuidado, Hua Cheng le levantó la manga hasta la altura del codo revelando así la quemadura provocada por el té. Con un elegante movimiento de sus dedos, Hua Cheng invocó a una de sus mariposas plateadas, la cual voló ligeramente hasta descansar sobre el brazo de Xie Lian.

Sus pequeñas patitas caminaron a lo largo de la herida haciéndole cosquillas a Xie Lian, después se fusionó con su piel, desapareciendo dejando tras de sí un rastro brillante. Inmediatamente, el escozor y ardor provocado con la quemadura desapareció.

Xie Lian se quedó sin palabras por un momento.

—San Lang, la mariposa que me encontré antes y que me guió hasta aquí también es tuya ¿verdad? —preguntó Xie Lian atónito ante lo sucedido con la mariposa.

—Así es, fui yo quien la envió.

—¡¿Entonces también eres un cultivador?! ¿Tienes poderes espirituales? Debes ser muy poderoso para poder convocar una criatura así.

Xie Lian había olvidado ya el acontecimiento anterior y sus ojos brillaron intensamente.

—¡San Lang! Tienes que enseñarme a hacer eso. ¿Sabes? Tengo intenciones de convertirme en cultivador, pero para eso primero debo ingresar al Monte Taicang. Guoshi dice que aun soy muy joven para comenzar a cultivar pero yo se que puedo hacerlo ahora, si tan solo San Lang me ayudará tal vez puedo convencer a Guoshi de que ya estoy listo para ingresar al Monte Taicang y…

Las palabras salían a borbotones de la boca de Xie Lian. Cada vez que hablaba, la emoción en su voz era cada vez más palpable. Hua Cheng pensó que era adorable y se rio.

Entonces, extendió su mano y acarició la cabeza de Xie Lian despeinandolo un poco en el proceso. Fue en ese momento que Xie Lian se dio cuenta de su error.

¡Otra vez había bajado la guardia y se había comportado como un niño pequeño frente a Hua Cheng!

—Por supuesto que te ayudaré, haré todo lo que Su Alteza me pida —dijo Hua Cheng.

La forma tan honesta en la que le respondió hizo sonreír a Xie Lian y le hizo pensar que todo estaba bien, que Hua Cheng no se burlaría de él por su comportamiento infantil.

Después de eso, Xie Lian se calmó e insistió en hacerle compañía a Hua Cheng durante un rato más, aunque en realidad él no quería irse a dormir debido a la tormenta que todavía azotaba el exterior.

Pasado un rato, Hua Cheng volvió a centrar su atención en el pergamino que leía antes de la llegada de Xie Lian, aunque de vez en cuando lo miraba de reojo.

Por otro lado, Xie Lian estaba en el diván fingiendo leer un libro. Fingiendo, porque los ojos de Xie Lian ya no eran capaces de captar ni un solo carácter. El sueño poco a poco se estaba apoderando de él y aunque Hua Cheng varias veces le sugirió que regresará a la cama, Xie Lian siempre se negó.

Tan terco como siempre lo era Xie Lian a esa tierna edad.

Cuando al fin pudo cerrar sus ojos derrotado por el sueño, en su estado de semiinconsciencia, logró distinguir el sonido de la puerta abriéndose. Algunas voces decían algo pero no comprendió bien el contenido de la conversación.

Palabras como: qi, meridianos, desviación; entraron en su campo auditivo, pero estaba tan cansado que no pudo darles un significado, sonaban como ecos lejanos.

Finalmente, abrió los ojos.

Hua Cheng había apagado unas cuantas velas al percatarse de que Xie Lian por fin se había dormido, por lo que la habitación estaba en penumbra. Cuando Xie los ojos de Xie Lian al fin se acostumbraron a la oscuridad, vio que Hua Cheng estaba con alguien más.

¡Era el monstruo del pasillo!

La impresión de Xie Lian fue tanta que abrió los ojos a su máxima capacidad y su corazón dio un vuelco de pánico. Se incorporó rápidamente, y sin pensarlo mucho, hecho a correr. Sus gritos se mezclaron con el ruido de la tormenta.

Su primer instinto fue esconderse pero como la habitación no tenía tantos muebles, termino optando por refugiarse tras la amplia espalda de Hua Cheng.

Su pequeño cuerpo temblaba de pies a cabeza y olvidándose de la etiqueta real, Xie Lian por fin rompió en llanto. Un nuevo rayo se hizo escuchar a lo lejos y por tercera vez en esa noche, Xie Lian gritó de miedo.

No pasó mucho tiempo antes de que sintiera unos cálidos brazos qué lo rodeaban. Era Hua Cheng, quien lo cargo con delicadeza y lo depositó en su regazo.

Xie Lian se aferró a él como si de un salvavidas se tratase, y lloró como hace mucho que no lo hacía. Ya nada le importaba a Xie Lian.

—No tengas miedo, Su Alteza.

Está frase se repetía una y otra vez. Una mano grande se encargaba de frotarle la espalda y de vez en cuando de cepillarlo el cabello con los dedos. Hua Cheng lo consolaba con tanta ternura que Xie Lian se sentía seguro en el perímetro de sus brazos.

Pasado un rato, Xie Lian se tranquilizó y por fin tuvo el valor de separarse de Hua Cheng. Ahora que la conmoción había pasado, se sentía demasiado avergonzado, mostró su lado más vulnerable a un desconocido a quien solo llevaba conociendo desde hace un día.

—Su Alteza, no puedes dormir porque… ¿Tienes miedo?

¡Lo había descubierto!

Ahora sería el hazmereir de todo el reino. De pensar en lo risible que era que el Príncipe Heredero, futuro gobernante de Xianle, le temía a algo tan ridículo como a una tormenta; le hacía querer cavar un agujero en la tierra y enterrarse a sí mismo. Las lágrimas amenazaron con volver a brotar de sus ojos.

Tenía que arreglar esta situación y pedirle a Hua Cheng que guardará su secreto, nadie debía saber que el Príncipe Heredero era un niño miedoso.

Xie Lian, quien tenía los ojos fuertemente cerrados, los abrió despacio y la mirada solemne de Hua Cheng lo conmovió. No había ni un solo indicio de burla o desprecio.

—Está bien tener miedo —dijo Hua Cheng mientras secaba las nuevas lágrimas que se deslizaban por las pálidas mejillas de Xie Lian. —No es de cobardes tener miedo.

—Pe-pero soy el Príncipe Heredero —hipo Xie Lian con las voz entrecortada. —Yo no debo tener miedo… Po-porque yo tengo un sueño…

Hua Cheng volvió a abrazar a Xie Lian y lo animó a hablar.

—Yo-yo quiero salvar a la gente común. Por eso tengo que ser valiente y-y más fuerte.

Más lágrimas se deslizaron por el pequeño rostro de Xie Lian, empapando así las túnicas rojas como el arce de Hua Cheng.

Era la primera vez que Xie Lian hablaba abiertamente sobre sus aspiraciones con alguien más. Ahora que lo decía en voz alta, se sentía tonto y ridículo. Era imposible que un niño como él, que le temía a una simple lluvia, pudiera lograr siquiera salvar a una persona.

—Crees que es una tonteria ¿verdad? —dijo Xie Lian escondiendo su cara en el pecho de Hua Cheng y aferrándose con sus pequeñas manos a la túnica del hombre. No quería que lo viera en ese estado.

Después de estar un rato en silencio, Hua Cheng depósito un suave beso en la parte superior de la cabeza de Xie Lian y le dijo:

—Para nada es tonto, en realidad, es admirable que tengas un sueño tan noble —dijo Hua Cheng pasando su mano por el cabello de Xie Lian, consolandolo como una vez a él lo consolaron. —Tener miedo no te hace débil, te hace humano. La valentía es como decides enfrentar tus miedos para superarlos.

—¿D-de verdad? —habló al fin Xie Lian en voz baja.

—Hmn.

Es curioso como es que los papeles ahora estaban invertidos. Una vez fue un pequeño niño sucio y abandonado por el mundo quien terminó en brazos del Príncipe Heredero. Hong'er recibió por primera vez el calor y protección que en toda su miserable vida se le negó.

Y ahora era Xie Lian de diez años, quien buscaba calidez y seguridad en los brazos de Hua Cheng. Tal vez ser criado como un Príncipe también le proporcionó una infancia difícil a Xie Lian. Tener que reprimir sus emociones y aparentar madurez a una corta edad no es algo con lo que un niño se tenga que agobiar.

De cualquier forma, Hua Cheng quería transmitirle a Xie Lian todos esos sentimientos que él alguna vez recibió del joven príncipe hacía ya mucho tiempo. Entonces lo abrazó con más fuerza.

—Su Alteza, no tengas miedo. Si tienes miedo, yo estaré aquí contigo, pídeme lo que quieras y te lo concederé.

Después de meditarlo por un momento, Xie Lian lentamente asintió con la cabeza y se acurruco un poco más contra el pecho de Hua Cheng, aunque su temperatura corporal era fría, Xie Lian se sintió cálido y su corazón al fin pudo estar en paz. Sabía que todas esas palabras por parte de Hua Cheng eran sinceras así que por fin pudo sentirse seguro.

Pasado el periodo de tiempo equivalente a una varita de incienso, Xie Lian comenzó a bostezar y a quedarse dormido.

—Su Alteza, tal vez ya es hora de que vaya a dormir —dijo Hua Cheng despertando de su somnolencia a Xie Lian.

Afuera la lluvia seguía aunque ya en menor intensidad que antes. Aun así, Xie Lian seguía teniendo miedo a dormir solo. No solo era el hecho de la estruendosa tormenta que atormentaba su sueño, sino que también había que considerar que no estaba en el Palacio Real de Xianle, y aunque hasta ahora Hua Cheng había sido un excelente anfitrión, Xie Lian seguía extrañando su propia habitación.

Hua Cheng interpretó el silencio de Xie Lian como una negativa a irse a dormir, no le fue imposible adivinar la razón.

—¿Qué te parece si me quedo a lado de tu cama hasta que te duermas?

—¿De verdad harías eso? —preguntó Xie Lian tímidamente.

—Lo dije antes ¿no? Pídeme lo que quieras y te lo concederé.

Xie Lian suspiró y miró a los ojos a Hua Cheng, ese ojo obsidiana que lo miraba con tanta intensidad al fin lo convenció y pudo dejar de lado su orgullo. Asintió con las mejillas coloreadas de rojo incapaz de pronunciar palabra alguna.

Una cosa era aceptar que quería que Hua Cheng se quedara con él, y otra cosa era decirlo en voz alta.

Hua Cheng sonrió y repitiendo el mismo movimiento con la mano que había hecho antes, volvió a invocar a sus mariposas espirituales. Esta vez eran decenas de mariposas que con su tenue resplandor iluminaron la estancia opacando la tenue luz de las velas.

Eran tan hermosas que Xie Lian se quedó embelesado observando como cada una de las mariposas revoloteaban de aquí para allá, en torno a ellos dos.

Sin previo aviso, Hua Cheng se puso de pie trayendo a Xie Lian con él. Debido al rápido movimiento, el pequeño Principe envolvió sus brazos alrededor de su cuello.

De por sí ya era bastante bochornoso exponer su miedo irracional a las tormentas, ahora, dejar que un hombre adulto lo llevara en brazos como si fuera un niño pequeño, empeoraba las cosas. Xie Lian cumpliría los once años el siguiente año, así que ya no estaba en edad de dejarse mimar de esa manera.

Al final Xie Lian no le reclamó nada a Hua Cheng aunque el rubor de sus mejillas no desapareció.

El camino a su habitación era tan enrevesado y complicado que pronto perdió la noción de la orientación.

Cierto, que lo pudiera encontrar en primer lugar fue gracias a una de sus mariposas que lo guió a él. Estaba agradecido de que Hua Cheng invocará a muchas más pues de esa forma el camino por los pasillos de Mansión Paraíso eran menos escalofriantes.

Pronto llegaron al pasillo en el que Xie Lian se encontró por primera vez con la criatura que le dio un buen susto y no pudo evitar estremecerse.

—¿San Lang?

—¿Ocurre algo? —preguntó Hua Cheng con voz suave y conciliadora.

—E-el monstruo que apareció antes… ¿Qué es? ¿Es tu amigo?

Por la forma en que los escucho conversar cuando Xie Lian estaba dormitando, pudo deducir que no tenía malas intenciones. A decir verdad, ahora que lo estaba pensando bien, Xie Lian reaccionó de forma abrupta y dramática cuando vio al hombre de la máscara.

—¿Monstruo? —Hua Cheng guardó silencio tratando de hacer memoria, después de un momento su semblante cambió a uno de reconocimiento. —Seguramente te refieres a Yin Yu, el Oficial de la Luna Menguante.

—¿Oficial de la Luna Menguante?

—Así es. No debes preocuparte por él, Yin Yu es mi ayudante de mayor confianza. No es un monstruo, tal vez lo confundiste debido a su máscara fantasmal.

—Y-ya veo…

Xie Lian suspiró y escondió su cara nuevamente en el hombro de Hua Cheng. Saber que había confundido al ayudante de confianza de su anfitrión con un monstruo, y además había armado todo un alboroto por eso, fue la gota que derramó el vaso.

Xie Lian se sintió en extremo desconsolada. Ya había perdido bastante cara ante Hua Cheng.

Había sido una noche larga donde su orgullo y dignidad habían desaparecido ante este hombre de rojo, ahora lo único que quería era dormir y tratar de olvidar todas las cosas vergonzosas que habían sucedido en las últimas horas.

El resto del camino transcurrió en completo silencio.

—Bien, ya hemos llegado.

Xie Lian despegó su cabeza del hombro de Hua Cheng y este lo depositó suavemente en el suelo.

Con diligencia y cuidado, Hua Cheng arropo a Xie Lian; después, arrastró una silla y la colocó a un lado de la cama. Tal como le prometió antes, él tenía la intención de hacerle compañía a Xie Lian hasta que se quedara dormido.

Pero Xie Lianl no se durmió.

Aunque Xie Lian había estado de acuerdo en que se quedara con él, no estaba acostumbrado a que lo vieran dormir y eso le espantaba el sueño.

—San Lang, no puedo dormir —dijo Xie Lian en apenas un susurro —¿puedes contarme una historia?

—Claro, ¿qué clase de historia quiere escuchar Su Alteza?

—No sé. Tal vez una con un final feliz.

—Está bien, te contaré la historia de una persona noble, amable y especial que conozco. —El cariño y el anhelo se vio reflejado en el rostro de Hua Cheng. —También es el más fuerte y valiente a lo largo y ancho de los tres reinos. Yo lo admiro mucho.

—¡Imposible que exista alguien con todas esas cualidades! —dijo Xie Lian con incredulidad. —La única persona que reúne todos esos requisitos es el Emperador Celestial, Jun Wu. ¡Nadie es más poderoso que él!

Una mueca de desagrado apareció en el rostro de Hua Cheng, pero la borró enseguida. Por otra parte, los ojos de Xie Lian brillaron al mencionar a Jun Wu, quien era como su ídolo, su modelo a seguir.

—Creeme cuando te digo que esta persona que te digo es mucho mejor que Jun Wu, en todos los sentidos —dijo Hua Cheng.

—Si de verdad es tan asombrosa esta persona de la que hablas, entonces ¿por qué no he escuchado nada sobre él? —dijo Xie Lian entrecerrando los ojos.

—Porque él es una persona humilde, no le gusta presumir sus logros —respondió Hua Cheng con orgullo. —Si Su Alteza está dispuesto a saber sobre él, sería un placer para mí contarte sus más grandes hazañas.

Xie Lian no creía que una persona como la que le describía Hua Cheng de verdad existiera, entonces fingió creerle. Aún así, tenía muchas ganas de escuchar el cuento.

—Está bien, solamente porque tengo un poco de curiosidad sobre esta persona. Aún no puedo creer que exista alguien que supere a Jun Wu.

Hua Cheng sonrió y se enderezó en la silla, aclaro su garganta y entonces comenzó:

—Entre los dioses de los cielos, había un famoso hazmerreír conocido en los tres reinos. La leyenda decía que hace ochocientos años…

Los rayos del sol se filtraron por la ventana dando de lleno contra el rostro de Xie Lian. Lentamente se removió entre las cobijas y se acurrucó.

Pronto se dio cuenta que algo faltaba.

Desde que se había mudado con Hua Cheng, todas las mañanas despertaba junto a él. Por lo general, Xie Lian amanecía abrazado a él con miembros de piernas y brazos enredados entre sí. Entonces, cuando Xie Lian abría los ojos, lo primero en su campo de visión siempre sería la cara serena de Hua Cheng saludándolo con un "buenos días, Gege".

Pero esta vez, el vacío en su cama lo angustió.

Se levantó abruptamente para escrutar la habitación. Cuando vio a Hua Cheng dormido en una silla junto a la cama se tranquilizó en seguida.

Sin embargo, esa tranquilidad fue momentánea.

Xie Lian recordó todos los acontecimientos del día anterior: desde su desviación de qi, que lo llevó a retroceder su edad a la de un niño de diez años; como fue que Hua Cheng le siguió la corriente a su "yo" de diez años; y finalmente, recordó su desastroso comportamiento de la noche, como es que hizo el ridículo ante su amado haciendo todo un jaleo y lloriqueando sin parar.

También recordó la confusión con Yin Yu, y pensó que más tarde le ofrecería una disculpa.

Xie Lian se tapó la cara con ambas manos tratando de ocultar su rostro rojo. Con un gemido de indignación, volvió a recostarse en la cama y se tapó nuevamente con todas las cobijas hasta cubrir todo su cuerpo.

Poco después, Xie Lian sintió como un peso se unía a él en la cama. Desde fuera de las cobijas lo abrazaron.

—Buenos días, Gege.

—...

Una risita burlona se escuchó sobre su cabeza. Xie Lian sabía que Hua Cheng lo molestaría el resto del día con el asunto de su "mini yo".

—San Lang, por favor no te burles —dijo Xie Lian encogiéndose más dentro de las cobijas.

—Yo no he dicho nada —respondió Hua Cheng en un tono que sugería falsa inocencia.

—Te conozco, sé que lo harás. Así que por favor hay que olvidar lo que sucedió ayer.

—Pero Gege, ¿cómo me pides que olvide la versión más adorable de ti? —dijo Hua Cheng haciendo un ligero puchero, lastimosamente Xie Lian no pudo observarlo.

—...

Xie Lian a menudo se preguntaba hasta donde llegaba el nivel de sinvergüenza de Hua Cheng, ¿cómo podía decir que era adorable así como así? Cuando se trataba de Xie Lian, Hua Cheng nunca había dudado o titubeado al momento de decir ese tipo de cosas.

Bueno, pero así era Hua Cheng, de lejos estas palabras no eran lo más sinvergüenza que le había hecho.

No dispuesto a olvidar el tema, Hua Cheng dijo:

—No sabía que a Gege le daban miedo las tormentas, sin duda es agradable conocer esa faceta tuya. Tal vez debería lanzar un hechizo a Mansión Paraíso para que nunca llueva aquí.

—¡San Lang! Por favor no te burles—lo reprendió Xie Lian —Además, eso era antes. Hace mucho tiempo que lo supere, por lo que ya no es necesario seguir hablando de esto.

Hua Cheng soltó una carcajada.

—Yo nunca me atrevería a burlarme de ti.

Xie Lian salió de su improvisado refugio hecho de cobijas y se encontró cara a cara con Hua Cheng. Su ojo brillaba con tanta intensidad que Xie Lian pensó que no podía enojarse con él… Por mucho tiempo.

La sinceridad en la mirada de Hua Cheng era tan palpable que el corazón de Xie Lian se estremeció. De repente, Hua Cheng acercó su frente a la de Xie Lian y cerró los ojos.

—Parece que ya todo está en orden —dijo Hua Cheng en voz baja. —¿Cómo te sientes?

—Lamento haberte preocupado—respondió Xie Lian frotando su frente con la de Hua Cheng de forma conciliadora. —Ahora me encuentro bien, aunque mi cuerpo tendrá que acostumbrarse de nuevo a tener tanta energía espiritual.

Resulta que la aparición del Xie Lian de diez años se debió a una desviación de qi. El cuerpo de Xie Lian se había acostumbrado durante ochocientos años a estar vacío, así que después de toda la energía que habían intercambiado recientemente y añadiendo los méritos obtenidos por sus nuevos creyentes; hizo que el cuerpo de Xie Lian lo resintiera poco a poco, desencadenando el resultado del día anterior.

Hua Cheng se apartó de él y posteriormente junto sus labios a los de Xie Lian. El beso fue lento y suave. Cuando se separaron, Xie Lian estaba ruborizado aunque esta vez no era debido a la vergüenza.

—Aunque no quiero que vuelvas a pasar por algo así, debo admitir que me encariñe de tu "yo" infantil —dijo Hua Cheng. —Ahora comprendo por qué a Gege le gusta cuando me transformó en un niño. Yo amé mimar y consentir a Su Alteza. Si se llega a dar nuevamente la oportunidad, entonces te volveré a arropar, te contaré un cuento y…

—¡San Lang! Es suficiente. —grito Xie Lian mientras colocaba ambas manos sobre la boca de Hua Cheng.

A veces ese hombre lo desesperaba, pero aún así lo amaba.

Afuera la lluvia al fin había cesado, los primeros rayos de amanecer refractaban la luz en las gotas de rocío ocasionando un efecto arcoiris. El día era bueno y con suerte, esa noche ya no llovería.

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