Los personajes de S.M. no me pertenecen, yo solo los tomo prestados.
Capítulo 36
1.-
El lunes por la mañana, Isabella fue uno de los primeros padres que dejó a sus hijos en la escuela. Para sorpresa y agrado de Isabella, su hijo Eilan se despidió de ella con un sincero "Adiós, mami", lo que le decía que las cosas entre ellos ya estaban bien. Había sido un fin de semana complicado tras la fiesta de cumpleaños de Alice, pero sentía que, poco a poco, la relación con Eilan se asentaba.
Con una pequeña sonrisa de satisfacción, Isabella caminó hacia la repostería, sintiendo una mezcla de ansiedad y emoción. Sabía que Edward llegaría a trabajar pronto, y su corazón latía con fuerza al pensar en cómo actuaría al verlo, ahora que había descubierto que sus sentimientos por él era más que una simple sensación de amistad.
Al llegar a la repostería antes de que Alice abriera, entró en la cocina, donde la calidez del horno la abrazó. Comenzó a mezclar ingredientes para hacer unos pastelitos. Pero su mente no podía dejar de divagar en torno a Edward.
A los quince minutos de preparar la masa, la puerta de entrada sonó, y Alice apareció como un torbellino.
—¡Me asustaste! —exclamó su amiga, llevándose las manos al pecho, como si acabara de escapar de una película de terror—. Pensé que había entrado un ladrón.
—Lo siento —se disculpó Isabella, tratando de concentrarse en estirar la masa.
—No pensé que llegarías tan temprano. ¿Cómo está Eilan? —preguntó Alice mientras se ponía su delantal y se dirigía hacia las bandejas.
—Hoy me levanté temprano —explicó Isabella, recortando la masa en cuadros perfectos para rellenarlos con mermelada—. Y Eilan está bien. Pasó gran parte del domingo durmiendo, supongo que cansado todavía por lo de tu fiesta.
—¡Sí! ¡La fiesta! Fue increíble. Jazper me regaló boletos para un crucero en Europa, por 15 días, en diciembre —dijo Alice, sin percibir la leve sombra que cruzó el rostro de Isabella.
Isabella frunció el ceño.
—¿Por 15 días, Alice? ¿Y en diciembre? ¿Qué se supone que haga durante tu ausencia?
Alice sintió que un peso le caía en el estómago. Nunca había querido incomodar a su amiga.
—Lo siento, Isabella, pero tendrás que contratar a alguien más para esa fecha —respondió, sintiéndose culpable.
En ese momento, el timbre de la repostería sonó otra vez, y ambas miraron el monitor. Al ver a Edward, Alice tuvo una idea brillante.
—O podemos entrenar a Edward para que te ayude —sugirió antes de que Isabella pudiera negarse o aceptar.
Un escalofrío recorrió la espalda de Isabella. La sola idea de trabajar tan cerca de Edward y, a solas, la estremecía. Su mente hizo una rápida evaluación de posibilidades. Le daría la oportunidad de conocerlo mejor… ¿pero sería un desastre?
—No sé, Alice… —titubeó.
—Ven, solo pregúntale —la instó Alice y fue abrir la puerta.
Edward entró con una sonrisa encantadora, como si no hubiera notado el conflicto en el ambiente.
—Buenos días. —saludó a Isabella en cuanto la vio.
Isabella sintió que su corazón se aceleraba. Ese gesto era tan simple, pero lleno de significado para ella.
—Alice tiene una idea loca —dijo, tratando de sonar despreocupada—. Sugirió que podrías ayudarme aquí en la repostería durante diciembre. Ella tuvo un regalo para navidad; un crucero, que la hará ausentarse.
Edward la miró sorprendido, como si nunca hubiera considerado que tenía algún talento para la repostería.
—¿Ayudar? —repitió—. ¿Te gustaría que me uniera a ti?
Isabella se mordió el labio.
—Claro, si te interesa —respondió, sintiendo que quizás esto podría ser una oportunidad para acercarse más a él. Tal vez hacer que los sentimientos de Edward cambiaran con respecto a ella.
—Claro, por su puesto. Siempre es bueno aprender algo nuevo.
La sonrisa de Isabella se ensanchó, sabiendo que, por Edward, su corazón estaba dispuesto abrirse de nuevo.
