Notas Iniciales: Aquí dejándome caer al fandom con un tópico que estaba muy de moda en mi tiempo como estudiante. Me encontré con un fanart bajitora mientras navegaba en pixiv, en mis audífonos sonó "Sangre" de Anabantha y enseguida "De Perros Amores" de Control Machete, así que combiné ambos ritmos y me dije: «Pandilleros + licántropos/vampiros… ¡Joder, si!» Y así es como llegué aquí. Lo siento, lo tenía que escribir.

Advertencias: Mentes rotas.


I

Pulso.

Bostezó profundamente mientras trataba de poner atención a las palabras de su amigo, quien con toda la disposición y amabilidad que no se merecía, se esforzaba en explicarle la aplicación de las formulas en los problemas matemáticos escritos sobre el cuaderno. Baji Keisuke no era considerado por nadie como un estudiante brillante, con sumo esfuerzo había conseguido pasar el segundo año, así que su meta preestablecida (motivada por una promesa a su madre), era graduarse de secundaria aunque fuera lo único que hiciera con su desafortunado alcance económico. Sin embargo, estaba cruzando por una etapa que parecía actuar en contra de sus grandes ambiciones. No era culpa de Matsuno Chifuyu que su ritmo de vida interfiriera en su concentración habitual, ya que hacía meses que todo se estaba descontrolando dentro de él, lo cual podía verse reflejado en su semblante cada vez más demacrado. El cambio fue gradual, encontrando un punto de quiebre con el paso de estaciones, como un animal influenciado por instintos naturales; era de esa forma como se sentía conforme trascurría el tiempo. Se removió en su asiento, volvió a bostezar y se clavó los colmillos en el labio inferior, antes de que su acompañante al fin notara que algo iba mal.

— ¿Pasó algo, Baji-san?

—No pude dormir otra vez, el insomnio está empeorando —dijo mientras extendía un brazo hacia un frasco de cristal con pastillas que reposaban en la mesa justo en frente de sí, tragando un par directamente de la botella sin sentir necesidad de beber agua, acostumbrado como estaba a consumirlas como caramelos—. Últimamente gasto entre diez y quince píldoras al día sin alivio. Cuando muerdo dejo las mordazas tan destrozadas que quedan inservibles.

— ¿Lo has hablado con tu madre?

—Ella se esfuerza, no quiero preocuparla más de lo necesario. No le he contado la gravedad de la situación. Ella no sabe que cada noche mis energías se renuevan ni que termino vomitando cuando ingiero algo que no contenga carne.

— ¿Y cómo te sientes ahora?

—Hambriento.

Chifuyu no necesitó una explicación extra para apresurarse a hurgar entre los libros de su mochila y sacar un molde, el cual siquiera destapar captó la atención de Baji, quien hubiese aspirado con más ímpetu el aroma al incorporarse de no ser porque aún temía mostrarse demasiado obvio con sus deseos. A pesar de ello, ese muchacho tan atento comprendió cuan intensa era su necesidad ya que esa mañana no había tenido tiempo para cocinar la carne que compró para su amigo, y que este actuara con tal entusiasmo reflejaba el cambio que Keisuke estaba sufriendo. Por un momento reflexionó si sería prudente concederle al otro una alimentación así, pues cabía la posibilidad que sólo estuviera aumentando los riesgos contra los que Baji luchaba, pero simplemente no podía dejarlo a su suerte. Tomó los palillos y sujetó un trozo de carne cruda, elevándola a la altura de la boca ajena que permanecía obstinadamente sellada.

—Aquí.

— ¿En serio me darás de comer en la boca, Chifuyu? No sabía que te gustaba tanto.

—No creas que te daré el molde lleno, te quiero ayudar, no condenar.

Baji se dejó reír, después de todo el otro no estaba negando ni afirmando las sospechas que acababa de tirarle a la cara y de eso se dio cuenta el chico que inevitablemente sintió a sus mejillas arder de vergüenza. Sin embargo, Keisuke tomó la decisión de no insistir. No quería aventurarse a provocar tensión en el ambiente cuando lo que menos pretendía era arruinar la única amistad que logró conservar a pesar de todo, no era su intención darle esperanzas a Chifuyu tampoco cuando él era una bomba de tiempo tan cerca de estallar. Se inclinó sobre la mesa, abrió la boca y recibió con un mordisco obsceno el trozo de carne, un gesto que sorprendió al joven Matsuno de sobremanera, quedándose frío ante la posibilidad de que hubiese logrado romper los palillos de haberlos rozado con los dientes. Por ello observó cómo Baji masticaba sin pudor ni dificultad, tragando con una satisfacción inconcebible cuando era la primera vez que consumía carne en ese asqueroso estado.

—Gracias, Chifuyu. Esto es suficiente.

— ¿Seguro?

—Eso fue exquisito —confesó entrecerrando los ojos—. Me preocupa no ser capaz de parar.

Asintiendo en acuerdo, Chifuyu volvió a guardar el molde en su mochila bajo la mirada apenada de Baji, cuyos ojos lamentaron en silencio haber alejado de su alcance ese sabor tan extraordinario aunque todavía podía arrebatárselo; sería sencillo, el chico de cabellos teñidos en rubio era bajo de estatura, su masa muscular y peso no se comparaban a los propios, no le costaría nada someterlo. Baji desvió la mirada temiendo darle seguimiento a sus abruptos pensamientos. Tomó el lápiz con la intención de comenzar a escribir números en su hoja pero se sorprendió rompiendo de la nada la madera con la que estaba hecho su útil escolar, un hecho que dejó anonadados a ambos adolescentes.

— ¿Quieres continuar la lección? —inquirió ofreciéndole su propio lápiz.

—Si no te importa, preferiría que por hoy terminemos, quiero ir a dormir.

—Entiendo pero… son las dos en punto de la tarde, Baji-san. Podría ser contraproducente. Deberías esperar a que anochezca para así tratar de recuperar el ritmo.

— ¿Crees que no lo intenté ya? No va a funcionar, sólo logro conciliar el sueño durante el día y esta noche es luna llena, me será imposible.

— ¿Entonces es cierto ese mito? —inquirió Chifuyu desconcertado. Baji gruñó por lo bajo.

—Aparentemente, este tiempo me ha servido para observar las reacciones de mi cuerpo.

Ambos chicos se despidieron en la entrada del local, por lo que Chifuyu lo observó marcharse con una gran preocupación anidándose en su pecho, así que no fue capaz de frenar el impulso de correr a su lado de nuevo. Baji ni siquiera se molestó en cuestionarlo cuando lo notó, pues a veces ocurría de esta manera y no tenía inconveniente en gozar de su grata compañía más tiempo. El Matsuno era de los pocos estudiantes en la escuela media que conocían su secreto porque el mismo Baji así lo había decidido, un hecho delicado que siempre les era informado previamente a los encargados de cada institución educativa en Japón por temor a que personas con la misma condición de Baji pudieran salirse de control en plenas actividades.

Tokio se trataba de una de las ciudades con mayor experiencia en el asunto, por lo que era más difícil que algún adolescente rompiera las estrictas normas al respecto sin importar cuan despiertos estuviesen sus instintos.

Keisuke no tenía conocimiento de cuándo fue que comenzaron aparecer, pues él había sido diagnosticado con el gen licántropo desde los siete años debido a cierto patrón de comportamiento que había mostrado, y desde entonces había sido medicado con la intención de que estas células disfuncionales –traspasadas de generación en generación– murieran en su organismo para que continuara disfrutando de una vida común. Por lo que había entendido tras leer la etiqueta detenidamente, lo habían estado envenenando con la esperanza de que la sangre mezclada de algún antepasado hibrido fuera eliminada, después de todo era imposible identificar en qué rama familiar ocurrió el encuentro con una de estas criaturas de la noche que –por alguna extraña razón– decidieron mezclarse con los humanos para que estos parieran a sus crías.

Si en dado caso el medicamento llegaba a fallar en su función, Baji no se transformaría en un lobo gigantesco ni aullaría a la luna al mutar para proceder atacar a los humanos, simplemente se volvería más violento, sus fuerzas estarían muy por encima de una persona normal y sufriría severos trastornos alimenticios tanto como de sueño y estos complicarían su desarrollo social. La explicación había quedado grabada en su mente, repitiéndose más que nunca ahora que todo parecía empeorar. No sabía qué método usar para controlarse ya que mientras caminaban no podía evitar mirar con recelo aquellos que despedían un penetrante olor a testosterona, retrayéndose ante la idea de atacarlos por el simple hecho de habérsele acercado demasiado a su perímetro. Con Chifuyu no tenía problema ya que lo reconocía como parte de su círculo, pues inconscientemente lo había identificado como al cachorro de una manada donde Keisuke era el alfa, su aroma le resultaba familiar y amistoso, otros desafortunados no sufrían la misma suerte. Quizás se estaba volviendo territorial; un temor que agregar a la lista.

— ¡Pero miren a quién tenemos aquí! —Baji gruñó instantáneamente, su piel erizándose ante el reconocimiento de aquella voz. Chifuyu miró a sus solicitantes con mala cara, no temiendo a ellos particularmente, más preocupado por el sonido gutural que había escuchado expulsar a su amigo—. Creíamos haberte advertido que si te veíamos rondar nuestro territorio una segunda vez, te partiríamos la cara.

Bloqueándoles los rayos solares a sus espaldas se encontraba un trio de delincuentes juveniles con los que Baji había tenido varios roces antes de siquiera cursar la secundaria, no era extraño que así ocurriera cuando se había involucrado con pandillas desde su tierna infancia y en ese mundo la ley del más fuerte era iderrocable. Los tipos se aproximaron, consiguiendo tensar los puños de Keisuke que se negaba a dedicarles la mirada.

—Sólo cállense, no tenemos tiempo que perder con ustedes —respondió Chifuyu incitando a su superior continuar sin volverse ante la potencial amenaza que representaban, consciente de que su amigo no se encontraba en el mejor momento para lidiar con esta clase de enfrentamientos.

— ¡Hey! ¡Pero si es la hembra del perro! —se burló alguien—. No sabíamos que estaban en medio de una cita. A la próxima deberían elegir un mejor lugar para aparearse, ¿no creen?

—Puaj, hasta acá llega el olor, ¡desagradables!

—No les hagas caso, Baji-san —le dijo Chifuyu esforzándose en hacer al otro retomar el camino.

— ¡Oi, perro! ¡No te atrevas a ignorarnos, mierda!

— ¡No creas que porque estás con tu hembra vamos a dejarte pasar sin más!

—Mira acá, cobarde hijo de perra.

— ¿¡Ah!? —Baji se giró bruscamente, razón por la que Chifuyu se vio en la necesidad de rodearlo con un brazo en un vano intento de evitar la confrontación que se avecinaba—. ¡Repítelo si tantos cojones tienes!

—Uy, alguien se emperró —siguieron burlándose los tres pandilleros, tronándose los puños, listos para atacar al chico de cabellos largos.

— ¿Qué pasa, hijo de perra? No debería sorprenderte que te llamemos así, ya que los perros sólo nacen de las perras.

Baji gruñó mostrando los dientes, adoptando una postura que logró inquietar a Chifuyu a pesar de que yacía empecinado en evitar que sucediera el combate, por lo que no apartó el brazo que sostenía a su amigo del pecho. Podía sentir la vibración del gruñido en su palma, motivo por el que tembló nervioso. Sólo podía pensar en que ocurriría lo peor si permitía a su superior golpear a quienes le estaban buscando pelea tan estúpidamente.

—Vámonos, Baji-san. No valen la pena.

— ¡Tu cierra la boca, maldito comemierda! Y deja que este perro reciba lo que se merece.

—Chifuyu… —Escuchar su nombre en un tono tan tranquilo en una situación así lo desconcertó, después de todo la fiereza en las facciones de Keisuke no habían desaparecido, razón suficiente para que una ráfaga de adrenalina lo dejase congelado en su lugar—. Está bien…

—Pero, Baji-san… —intentó renegar.

—Tú mejor que nadie entiende que el respeto se mantiene librando cuantas luchas se nos presenten en estas calles. Y dejar que insulten a mi única familia, a mi madre, llamándola «perra» es lo peor que puedo hacer, al menos necesito partirles un par de huesos por meterse precisamente con ella. —Para nada convencido con su argumento, Matsuno no apartó el brazo de su camino, pero bastó el ligero peso de la mano de Keisuke para que quedara libre—. Si consideras que he perdido el control sólo tienes que llamar a la policía y explicarles lo que soy.

Acto seguido Baji avanzó hacia los tres pandilleros que les amenazaban, un suceso que Chifuyu observó con suma atención, pues apenas su amigo se les plantó enfrente estos le lanzaron fuertes golpes a traición, Baji había conseguido bloquear alguno y librarse de otros pero no del resto, así que el enfrentamiento no tardó en desequilibrarse. Y por mucho que Chifuyu quisiera intervenir para inclinar aunque fuese un poco la balanza, sabía que al hacerlo estaría insultando la amistad que tenía con él; era el orgullo de a quien más admiraba en el mundo lo que estaba en juego. Baji era una persona con tantos matices que resultaba imposible leerlo en su totalidad o siquiera conocer una porción de sus intenciones, pero el Matsuno se consideraba la persona quien mejor podía entenderlo, así que lo dejaba hacer su voluntad sin oponerse a sus deseos y observaba desde la distancia sin importar cuanto le doliera.

Vio con impotencia cómo los tres pandilleros lo pateaban una vez consiguieron tirarlo al suelo entre forcejeos, admirando el momento en el que Baji los superó pateándole a uno la cara para enseguida levantarse y esta vez romperle la nariz a uno de un puñetazo, dejándolo incapacitado para continuar, por eso ahora sólo le quedaba encargarse de dos más.

Los golpes y patadas continuaron repartiéndose entre los tres individuos, así que pareciera que Baji pronto comenzaba a dominar la pelea aun estando en clara desventaja, pues su resistencia se mantuvo firme en ese rincón de la calle. Un puño que le rompió el labio lo hizo retroceder pero volvió para acomodarle otro a quien osó medir fuerzas con él, ejecutándole una llave que probablemente logró dislocarle el hombro debido al grito su víctima que emitió. Baji comenzaba a sentirse extasiado por el dominio que estaba ejerciendo en los otros dos, así que no se detuvo. Para sorpresa de Chifuyu, su amigo había noqueado a uno con sólo un rodillazo certero, empecinándose esta vez con el último de sus adversarios, al cual acorraló contra la pared y continuó golpeándolo repetidas veces sin mostrar misericordia. Esto habría aliviado al más joven de no ser porque notó que el pandillero a quien Baji machacaba había caído desmayado, y él todavía lo golpeaba con tal fuerza que la sangre ya salpicaba de sus pálidos nudillos.

— ¡Baji-san! ¡Ya es suficiente! —exclamó aterrorizado. Si antes la pelea había llamado la atención de los pocos transeúntes que recorrían la calle, esta vez muchos no dudaron acercarse para ver lo que ocurría—. ¡Ya venciste! ¡Puedes parar! ¡Por favor para!

Sin embargo, por mucho que gritara y suplicara, Baji no podía detenerse. El sonido de sus golpes impactando contra aquel rostro ya deformado le parecía lo más adictivo que había experimentado en mucho tiempo, siempre había sido así, cada recuerdo de sus combates se solidificaron en su mente mientras proseguía su cometido. Durante toda la pelea el sentimiento de poder había estado creciendo en su pecho, así que se descubrió disfrutando de aquello más y más hasta que el sonido de los huesos rompiéndose se convirtió en lo único importante. No recordaba el motivo por el que había iniciado el conflicto, ni si tal tenía el más mínimo sentido, sólo podía visualizar con fascinación la manera en que la sangre manchaba al sujeto que tenía delante, inspirándole una sonrisa enloquecida, sus ojos marrones tornándose rojos en consecuencia.

— ¡Baji-san! —la insistencia de Chifuyu no lo amedrentó.

Sin embargo, el muchacho se dio cuenta de las sirenas que se aproximaban a la zona, mirando con horror a quienes observaban la situación junto a él, temiendo que hubiesen llamado a la policía sin conocer los detalles, por ello corrió hacia las patrullas antes que nadie para explicarles lo que sucedía. Los espectadores fueron forzados a dispersarse mientras los oficiales asignados al caso se colocaban en posición.

Entonces Baji sintió que algo atravesaba su carne pero lo consideró tan lejano que no se detuvo, siguió golpeando obsesivamente al causante de su descontrol mientras iba perdiendo fuerzas. Poco a poco sus golpes fueron abandonando constancia, la potencia de las mismas redujo hasta que no pudo hacer más que tomar la cabeza del otro e impactarla contra el muro una última vez. De pronto tenía tanto sueño que percibía sus párpados realmente pesados, lo cual lo confundía, normalmente no podía quedarse dormido en plena batalla, por eso cuando miró a quien tenía enfrente se sintió extrañado. ¿Cuándo había terminado? ¿Ganó? Sonrió para sí mismo con orgullo en cuanto encontró con la vista a los tres rufianes y por fin perdió la consciencia.

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Despertó en su habitación, su corazón como reanimado por un electroshock tras haber visualizado escenarios bizarros contaminados por un entorno carmín semejante a la sangre. Con la respiración agitada se incorporó sobre lo que confirmó como su cama, tratando de darle sentido a las cambiantes visiones que azotaron su subconsciente. Sombras compactas proyectándose en el entorno rojizo como masa, la vista de un cuello tatuado con el rostro de un tigre, pilas de colmillos afilados que no tardaban en ser bañados con sangre y finalmente el tintineo de un cascabel. Los sueños de esta índole no eran recurrentes en su día a día, pero la sensación paranoica que le inyectaban en las venas se tornaba intensa conforme pasaban las noches de luna llena. Recordarlo lo incitó mirar a través de su ventana, comprobando el hecho de que su luz platinada le daba de lleno en la cara. Cuando se mordió el labio inferior se sobresaltó al notar que estos le habían generado un doloroso corte, así que los inspeccionó con las yemas de sus dedos cuidadosamente tan sólo para notar que habían crecido un par de centímetros; el resto de su dentadura se había afilado también, asemejándose más al de una bestia salvaje.

Chasqueó la lengua y salió de la cama por fin, bajando las escaleras para encontrarse a su madre en el comedor, quien recargaba la frente en sus manos y con ello evidenciaba un semblante de profundo estrés por el que estaba pasando. Cuando Baji olfateó por inercia, supuso que había llorado en grandes cantidades ya que la sal de sus lágrimas era dominante en su rostro derrotado. También percibía otros aromas pero prefirió ignorarlos por el momento. Sin saber qué hacer a continuación, decidió volver a su cuarto cuando la voz de Baji Ryoko lo llamó.

—Hijo, ven aquí. —Intuyéndolo por el tono con el que su madre lo retuvo, Keisuke encaminó sus pasos para tomar asiento en la única silla disponible de la mesa frente a ella, aborreciendo que se tomara su tiempo en volver hablar, seguramente eligiendo sus palabras—. Te trajeron los oficiales, fuiste sedado porque no parecía que estuvieras en tus cabales. Destrozaste la cara de ese chico y… le rompiste una pierna y un brazo a otro. Estuviste cerca de romperle el cuello al tercero.

— ¡Ellos se lo buscaron! —espetó con irritación—. Tuvieron las agallas de llamarte «perra».

—Keisuke. —El uso de su nombre en aquel tono severo bastó para callar en el acto al impetuoso adolescente—. Chifuyu me contó lo que te ha estado pasando.

—Ese imbécil… —susurró desviando la mirada con creciente furia.

— ¿Cuándo planeabas contarme?

—No pensaba hacerlo…

— ¿Sabes lo peligroso que es el que ingieras más dosis de la indicada?

—Has estado muy ocupada con el trabajo, no iba a preocuparte con estas estupideces.

— ¡Estas no son estupideces, Keisuke! —Las palmas de la mujer impactaron contra la superficie de la mesa—. ¡Eres mi hijo! —gritó como si quisiera que se le desgarrara la garganta—. ¡Si algo me importa en esta vida eres tú! ¿¡Tienes idea de lo que sufriría si te perdiera por un descuido como ese!?

— ¡Te librarías de una carga!

— ¡No te atrevas-! —Ryoko se levantó de la silla que había estado ocupando de un impulso mientras señalaba con un dedo a su joven hijo pero se interrumpió a sí misma, moderando (tras una serie de necesarias respiraciones) el volumen de su voz—. No te atrevas a decir algo así otra vez. —Pero aunque sonaba más tranquila, la tensión era evidente en su garganta para Keisuke, quien temblaba en su silla, apretando los puños con un cumulo de emociones que era incapaz de suprimir del todo—. El doctor ya nos había dicho que los cambios más importantes se darían durante tu adolescencia, pero se suponía que no sería tan grave gracias al medicamento controlado a menos que… el proceso se hubiese acelerado.

— ¿Me van a encerrar? —La voz del joven emergió más rota de lo que le hubiese gustado.

—Los policías dijeron que sólo sería un aislamiento preventivo, luego podrías volver a intentarlo.

—Claro, porque soy un peligro para la gente común y su perfecta sociedad.

—No digas eso —le reprendió la mujer con tristeza, era obvio que esta noticia la había afectado también.

—Es que lo soy, mamá —declaró Baji con voz temblorosa, cubriéndose el rostro en un vano intento por ocultar las lágrimas que se habían acumulado en sus párpados sin conseguir contener un sollozo—. No dejo de tener pensamientos homicidas. O actitudes dominantes con los demás. No puedo controlarme aunque lo único que hagan sea acercarse a mí.

—Ay, mi vida.

La señora Baji rompió la distancia que estuvo manteniendo con su primogénito y único hijo cuando todavía quería conservarse firme y aparentar una confianza que en realidad no poseía, rodeó la mesa para capturarlo al fin en un abrazo con el cual pretendía brindarle consuelo, transmitirle comprensión y seguridad, demostrarle que como su madre siempre estaría de su lado aunque el mundo entero se pusiera en su contra. Keisuke correspondió al gesto rodeándola también con sus brazos, no logrando ahogar los sollozos que contaminaron el silencioso ambiente que de pronto era tan pesado como el oxígeno que respiraban, mismo que parecía rasgar sus pulmones como alfileres, torturándoles sin piedad.

Aquella noche ambos intentaron robar el mayor tiempo posible como la familia que eran una vez mejoraron un poco su estado de ánimo. Ryoko preparó la comida favorita de su hijo y se quedaron hasta la madrugada conversando todos los temas que pudieron abarcar antes de que la agotada mujer finalmente cediera al sueño que la hizo caer sin previo aviso en el sillón de la sala.

Con una sonrisa enternecida, Keisuke trató de ignorar el dolor en su pecho para llevarla a su cama mientras él volvía a su propia habitación para empacar y disfrutar de la última noche ocupando su guarida preferida. Mirando con melancolía todas sus cosas se preguntó si Chifuyu estaba enterado de su repentina transferencia, tuvo dudas sobre si esta prisión a la que eran enviados tipos como él actuaría como un internado donde podría seguir estudiando, pues no quería atrasarse. Por sorprendente que fuese no maldijo su suerte, ya estaba cansado de hacerlo. Y aunque no se retiró a dormir a sabiendas que no lo conseguiría, sí se recostó en su cama para contemplar la luna, sin pensamientos o anhelos de por medio, sólo una mirada fija e inagotable.

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La mañana aún fresca pero clara lo sorprendió, cuando una serie de golpes en la entrada principal de la vivienda lo devolvieron a la consciencia que en algún punto perdió entre la vigilia, escuchó a su madre atender y una serie de voces desconocidas despertaron nuevamente sus instintos territoriales, aunque se forzó suprimirlos para realizar este viaje sin más accidentes. Se despidió de su desdichada madre en la puerta de su departamento con la promesa de regresar lo más pronto posible con ayuda de un buen comportamiento, a pesar de que fue difícil para Baji Ryoko resignarse en dejarlo ir en cuanto los oficiales uniformados indicaron que ya era tiempo. Keisuke obedeció sus indicaciones sobre subir a la camioneta esposado y amordazado como si realmente se tratara de una bestia peligrosa. Vio al paisaje urbano expandirse hasta que arribaron a la estación de policía donde aguardaba un autobús de blindada coraza, en el cual estaban haciendo abordar a otros jóvenes presumiblemente como él, logrando destacar la apariencia de un par de ellos como Hayashida Haruki, su amigo Pah, a quien no había visto desde la primaria y que solamente alcanzó a saludarlo con la cabeza antes de ascender las escaleras metálicas, pues también se encontraba amordazado.

A Keisuke le sorprendió que al llegar hasta su asiento asignado fuera encadenado en el mismo, motivo por el que mostró los dientes a quien le comandaba. Sin embargo, al siguiente instante lo consideró conveniente, pues no había tardado en percibir los distintos aromas que le hacían querer luchar, motivo por el cual terminó por removerse con más fuerza. Nunca se había sentido en tanto peligro como en ese instante.

Por fortuna la desesperante sensación no duró mucho, debido a que mientras el vehículo avanzaba hacia su destino en pleno amanecer, las fuerzas de todos los pasajeros con el gen licántropo a flote fueron drenándose gradualmente, encontrando agotamiento por haber estado luchando contra los asfixiantes horarios. Baji alcanzó a ver una carretera libre saliendo de la ciudad antes de que durmiera profundamente de nuevo a pesar de la incómoda posición. Si el viaje había sido largo no se enteró, supo de sí hasta que el autobús frenó abruptamente y los rines rebotaron agitando el interior donde seguían acomodados. Levantó la cabeza lo más que pudo para perder la vista en la gris construcción precediéndole.

Al parecer el lugar que figuraría como el sitio recomendado de aislamiento se trataba de una cárcel en toda regla, pues al menos en aspecto no simulaba discordar con tantas otras que ya había visto en realities shows de la televisión, y Keisuke no se sentía animado con visitarla a pesar de todo; sólo le quedaba obedecer.

Un golpe en el respaldo de su asiento lo sobresaltó, por lo que miró detrás suyo a sus posibilidades, notando a un chico alto de complexión delgada, rapado con un tatuaje de dragón en la sien y una trenza rubia, quien sumamente irritado gruñía, agitándose mientras el otro rubio a su lado parecía burlarse de él. Ya era raro para Baji que hubiesen sido encadenados juntos cuando ninguno compartía asientos, más dejó de tomarle importancia cuando el oficial de turno anunció entrarían ordenadamente a las instalaciones; él habría gritado si su lengua no estuviera siendo aplastada por la mordaza metálica. Ya odiaba aquel lugar sin siquiera haber puesto un pie en el interior.

Los obligaron a formar una fila, haciéndolos avanzar por un largo pasillo de lámina iluminado sin adornos rumbo a lo que los Guardias de Seguridad llamaron «recibidor», y donde escogerían habitaciones, las cuales iban a compartir con algún otro interno con la intención de que avivaran la convivencia y no resintieran en su psiquis el abrupto cambio. Después de las explicaciones básicas como el reglamento del lugar entre otras dudas, les asignarían un número y dependiendo al orden estarían retirándose junto a su presunto compañero al cuarto donde ya encontrarían sus pertenencias; sería entonces que les retirarían las mordazas y esposas. Baji realmente lo único que quería era irse a dormir, así que no se molestó en prestarles mucha atención, su mirada perdida en quienes serían sus vecinos, acostumbrándose a sus aromas.

Sin embargo, uno en especial llamó su atención.

Un chico de tatuaje de tigre en el cuello, con un arete de cascabel y mechas rubias en su cabello negro yacía de pie en el fondo a su derecha. Sus ojos se mantenían fijos al frente sin expresión, como si en realidad no estuviera ahí, estaba tan tranquilo que parecía muerto. Baji no pudo evitar olfatear hacia él para identificar su olor, atrayendo aquella fría mirada automáticamente, por lo que se tensó de inmediato. Recordaba haber visto el tatuaje que este chico portaba en una de esas visiones carmines, no podía evitar que le resultase inaudito.

—Oficial, me tocó un número que no quería. ¿Puedo hacer cambio? —La jocosa voz distrajo a Baji de su tarea de reconocimiento para mirar en dirección al rubio de antes, el cual sonreía de manera traviesa—. Quiero compartir habitación con Kenchin.

— ¡Soy Draken para ti, bastardo infeliz! —espetó el más alto del grupo, el cual no había tardado en emitir gruñidos agresivos y mostrar los colmillos en su dirección.

—Lo que tú digas, Kenchin. Ya sabes que puedes llamarme Manjirou si no te gusta Mikey —dijo el más bajo divertido, restándole importancia con un ligero movimiento de muñeca. Draken no dejó de gruñir adoptando una posición violenta que rápidamente advirtió a los de su alrededor del peligro, por lo que no tardaron apartarse de él del mismo modo en que otro guardia lo retenía con una vara especial para tratar con la violencia de aquellos adolescentes.

— ¿Cuál es tu número? —inquirió el guardia que estaba al frente por mera cortesía al alborotador.

—Es el ocho.

—Pues me temo que tendrás que conformarte, no tenemos permitido-

— ¿Ah? —Manjirou se inclinó hacia el rostro del adulto, haciendo brillar sus negros ojos en un tono blanquecino que fácilmente podría confundirse con la esclerótica que los componía. Sólo fue un instante pero Baji había alcanzado a notar la hipnosis que aquel chico acababa de ejercer en el guardia y se preguntó si sería conveniente delatarlo, después de todo no sabía que alguien con el gen licántropo fuera capaz de hacer algo así.

—Ryuuguji Ken, te asignaré el número siete —declaró el oficial girándose hacia el recién aludido.

— ¿¡Ah!? ¡Deben estar bromeando!

— ¡Si! ¡Seremos compañeros, Kenchin! —Manjirou celebró alzando el puño en señal de victoria.

— ¡Si me dejan solo con este enano juro que lo mataré! —señaló encolerizado.

—No hay necesidad de ser tan tímido, Kenchin. Vamos, ven. Te dije que te compensaría, ¿verdad? No puedo hacerlo si estoy lejos de ti.

—Serás… —En este punto la vena que resaltaba en la sien de Draken estaba a punto de estallar de la frustración—. Maldito… —gruñó mirándolo directamente a los ojos, gesto que fue correspondido con una mueca maliciosa.

—Vayan en esta dirección —indicó el guardia, logrando con ello que aquel peculiar dúo partiera del lugar con Draken encabezando la caminata y el otro detrás suyo dando saltos con cada paso.

Baji no podía con su incredulidad al igual que todos, simplemente no entendían qué acababa de ocurrir. Sin embargo, era pronto para que las asignaciones de números terminaran; transcurrieron alrededor de quince minutos más para que por fin concluyeran. Keisuke observó la pulsera con el número once que acababa de recibir, mirando con curiosidad al chico que desde el principio había resaltado para él con el número doce en su propia pulsera.

— ¿Vamos? —sugirió este con una sonrisa apenas perceptible, a lo que Baji asintió.

—Sí, no tiene sentido quedarse cuando nos dijeron a donde ir.

Así ambos abandonaron el recibidor, visualizando las habitaciones grises que únicamente se diferenciaban por las placas numéricas en la parte superior de la puerta, subieron las escaleras y continuaron avanzando en un silencio absoluto hasta que cruzaron delante de la habitación 7-8.

—Ese tipo posee el gen vampírico —comentó Hanemiya Kazutora de la nada una vez dieron vuelta en el pasillo al fondo donde pudieron divisar su recamara, Baji lo miró con interés—. Te diste cuenta, ¿cierto? Lo que hizo frente a todos. Se sabe que aquellos con esa condición son capaces de desarrollar habilidades psíquicas con las que pueden leer mentes, hacer que las personas hagan lo que ellos quieren y también reescribir recuerdos o borrarlos, pero es algo que no nos afecta a nosotros gracias a nuestro gen. Por eso es tan difícil que humanos comunes los capturen, son sumamente peligrosos. Llaman a ese poder «don oscuro».

— ¿No deberíamos entregarlo de ser así?

—No tendría caso, bastarían unas palabras para que los guardias olviden la verdad y en el peor de los escenarios recibiríamos un castigo a cambio. Desconozco lo que vino hacer aquí pero será mejor no volvernos sus enemigos.

—Sabes mucho del tema, ¿uh?

—Lo suficiente para sobrevivir. —Cerraron las puertas a sus espaldas mientras Kazutora proseguía con su historia—. Nací en un barrio dominado por pandillas con líderes que profesaban este gen. Cada noche era un espectáculo sangriento, estuve obligado a bajar la cabeza ante ellos para conservar mi integridad y la de mis padres, al menos hasta que perdí el control de mí mismo.

—Yo estoy aquí por algo similar —dijo Baji observando a su compañero de cuarto retirarse para abrir sus maletas—. Con la diferencia que nunca había visto a alguien como ese tal Mikey.

—Son criaturas desagradables, mantente lejos de ellos si sabes lo que te conviene.

— ¿No lo somos nosotros también?

—Nosotros sólo somos bestias dominadas por nuestros instintos —declaró Kazutora enfrentándolo nuevamente sin borrar su sonrisa hueca. Baji la contempló sin reconocer las sensaciones que esta misma le inspiraba bajo la piel—. Ellos son inteligentes, aunque poseen impulsos similares a los nuestros, le dan uso de una manera que logre favorecerles. Se podría decir que son nuestro equivalente psicópata.

—Entiendo… —dijo, en cierta forma conmocionado por la comparación.

Hanemiya acrecentó su sonrisa para él volviendo tranquilamente a su actividad, sacando objetos que procedió a colocar en su costado, elevando algunos en el aire para presentarlos a la estantería a su disposición y seleccionar cuál le gustaría que adornara dicho espacio mientras Baji todavía no se apartaba de la puerta, abstraído con sus movimientos.

—Por cierto, no disimulaste nada tu interés en mí allá atrás. ¿Nos conocemos de algún lado?

—No… —Keisuke carraspeó la garganta con incomodidad—. Me pareció ver tu tatuaje en uno de mis sueños rojos. Y el sonido de tu cascabel… pues…

— ¿Oh? ¿Ya vives sueños rojos?

— ¿Qué quieres decir? ¿Tú no tienes?

—He leído sobre ellos… tal parece que sólo quienes poseen el gen licántropo bien desarrollado puede vivirlos, ya que son una especie de premoniciones. Estos aparecen con la luna llena y nueva cuando algo de mortal peligro se aproxima al portador, son algo parecido a un guía que te brinda su luz. Como si divinidades de la noche quisieran protegerte.

— ¿Mortal peligro? ¿Significa que debo cuidarme de ti?

—Bueno, eso sería desafortunado ya que estaremos cerca el uno del otro gran parte del tiempo.

—No lo estás negando —señaló, impresionado por tal hecho.

—Como ya dije, somos bestias dominadas por nuestros instintos. No puedo asegurarte que estarás o no a salvo conmigo. Por supuesto, me gustaría que formáramos una amistad pero si no es posible tampoco pienso lamentarlo. —Hanemiya se puso de pie y se aproximó a Baji tendiéndole una mano—. Aunque podemos intentarlo, ¿no crees?

Baji observó el gesto, inseguro de si corresponder ya que no podía ignorar las sensaciones que despertaba en él después de todo. Sin embargo, se dio cuenta que ese extraño chico tenía más experiencia que él en todo el asunto de los genes, así que supo que sería mala idea rechazarlo cuando podía compartirle más información valiosa. Alzó el brazo y cuando estuvo a punto de tomarla, Kazutora la quitó, sorprendiéndolo. La sonrisa del adolescente con mechas rubias era traviesa, pero no dudó entregarle el apretón merecido cuando Keisuke no reaccionó más allá.

—Lo siento, no debí haber hecho eso, esperaba que fuera una broma graciosa.

— ¿Buscabas romper tensión? —inquirió confundido—. Hay maneras más efectivas.

—Si tú quieres nos besamos ahora.

Keisuke se puso rígido al instante, usualmente era él quien bromeaba de manera tan descarada, así que no estaba preparado para que alguien lo hiciera en su contra. Kazutora se dejó reír a carcajadas por la expresión que su compañero de cuarto acababa de ofrecerle, y es que hace mucho que no se sentía tan libre como en esos momentos, no quería desperdiciar la oportunidad. De igual modo le sorprendió que Baji lo acompañara en su risa segundos más tarde, así que tuvo que detenerse un momento para admirarlo, maravillado por lo bien que se veía sin ese rostro serio, no pudo evitar sentir una estocada en el pecho.

— ¿Sabes algo? Me caes bien. Indudablemente sería una lástima que tuviera que molerte a golpes para mantenerme en una pieza. Espero que no suceda.

—Esperemos —asintió el chico con tatuaje—. Soy Hanemiya Kazutora.

—Baji Keisuke.

—Bien, Baji, mejor sea que elijamos nuestra posición en la litera. El oficial de antes dijo que nos llamarían pronto a comer y seguramente nos manden a dormir ahora que podemos hacerlo de día.

— ¿Piedra, papel o tijeras por la cama de arriba? —propuso mostrando el puño.

—El mejor de tres —aceptó evidenciando diversión en su tono.

Y así dieron inicio al juego que les abriría paso a una coexistencia lo más tranquila posible. Era seguro que tendrían una estancia complicada en aquel edificio pero Baji estaba listo para enfrentar los próximos cambios de su cuerpo ahora que estaba lejos de sus personas queridas, a quienes pudo causarles un daño irreversible. Y aunque le dolía un poco saberse solo, decidió que por ahora era lo mejor. De igual modo se sentía bastante desconfiado por lo que el futuro le deparaba. Estaba la aparente advertencia de aquella visión carmín clavada en su subconsciente y la amenaza que representaba alguien con el gen vampírico entre ellos. Lo único que podía hacer por el momento era dejarse llevar por la corriente hacia un destino incierto.


Notas Finales: Siempre pertenecí al Team de los licántropos, quiero decir, si, amaba a los vampiros y todo pero me resultaban en cierto modo insufribles; demasiado perfectos para empatizar con ellos, en cambio los lobos… uff, esos con sus errores colosales me hacían desear que vencieran en la guerra, sufrían demasiado, tal vez se nota en mi modo de tratarlos, jaja. Aunque, claro, nuestros protagonistas aquí no son pura sangre pero se entiende.