Capítulo 34: La depresión de Kagami.

El sol apenas se asomaba en el horizonte, tiñendo el cielo de un tenue naranja mientras Kagami terminaba de vestirse frente al espejo. Su reflejo era casi irreconocible: su cuerpo estaba cubierto de vendajes, una venda gruesa rodeaba su cabeza, y sus movimientos eran lentos y pesados. Cada paso que daba con la ayuda de la muleta enviaba un recordatorio punzante del daño que había sufrido.

Se miró fijamente al espejo, intentando ajustar el cuello de su uniforme negro. Su mirada estaba vacía, pero sus labios murmuraron apenas: "Lo siento, papá..."

Cuando finalmente salió de su habitación, el ambiente fuera era solemne. Frente a la casa, una multitud de oficiales, sobrevivientes y aliados estaban reunidos. Todos estaban igual de heridos, algunos con vendas, otros con muletas o brazos en cabestrillos. Sin embargo, cuando Kagami apareció, el silencio se hizo absoluto.

Miki, con la voz firme, aunque sus ojos estaban enrojecidos, rompió el silencio. "¡Todos, agradezcan a quien dio su vida por nosotros!"

Los oficiales respondieron al unísono, llevando sus manos a la frente en un gesto de respeto. No hubo palabras; el sonido de las botas chocando contra el suelo y el murmullo del viento fueron lo único que se escuchó.

Genzo, con un semblante grave y cansado, dio un paso al frente. Su voz era firme, pero tenía un matiz de tristeza que no podía ocultar. "Tadao no solo fue un líder, fue un ejemplo de valentía y sacrificio. Gracias a él, logramos mucho más de lo que creíamos posible. Aunque el plan no salió como esperábamos, su sacrificio nos enseñó una lección invaluable: nunca rendirnos, nunca retroceder. Lo único que nos queda ahora es honrar su memoria, continuar luchando y asegurarnos de que su sacrificio no sea en vano."

Un murmullo de aprobación recorrió a los presentes, y Genzo terminó su discurso con un gesto solemne. "Eso es todo. ¡Saluden!"

Los oficiales, con sincronía perfecta, llevaron sus manos a sus frentes y gritaron al unísono: "¡Sí!"

Mientras el sonido de la trompeta resonaba en el aire, el ataúd de Tadao comenzó a descender lentamente al suelo. Tsukasa estaba abrazada a Matsuri, sus lágrimas cayendo sin control mientras repetía entre sollozos: "Papá... Papá..." Las demás chicas también lloraban en silencio; Minami y Patricia se cubrían los rostros, Ayano sostenía el brazo de Misao para no desmoronarse, y Konata bajaba la cabeza, apretando los puños con fuerza.

Kagami, por su parte, permanecía inmóvil. Su mirada estaba fija en el ataúd, sus ojos vacíos y sin lágrimas. No pronunció una sola palabra, pero su respiración era irregular. Aunque su rostro parecía calmado, su mente era un torbellino de emociones que no podía procesar.

Konata dio un paso adelante, pero se detuvo al instante. Algo en la presencia de Kagami le decía que no era el momento. Las demás también querían acercarse, pero se mantuvieron en sus lugares, respetando el espacio que Kagami parecía necesitar desesperadamente.

La trompeta continuó tocando su melodía solemne mientras el ataúd de Tadao tocaba el fondo del sepulcro. Kagami apenas movió los labios, pero susurró algo inaudible, tal vez una despedida o una disculpa. Nadie lo supo, y nadie se atrevió a preguntar.

Los días comenzaron a pasar lentamente y el silencio en la casa era abrumador. Kagami no salía de su habitación para nada, salvo para ir al baño. No respondía a los mensajes, ignoraba las llamadas, y parecía desconectada del mundo. Matsuri e Inori estaban cada vez más preocupadas, especialmente porque habían comenzado a escucharla murmurar cosas inquietantes desde el otro lado de la puerta.

A veces, mientras pasaban frente a su habitación, la escuchaban repetir frases entrecortadas.
"Si no hubiera estado allí..."
"Él estaría vivo... yo debería haber muerto, no él."
"Esto es culpa mía... siempre lo arruino."
Matsuri e Inori intercambiaban miradas de preocupación, pero ninguna se atrevía a entrar, hasta que Matsuri, incapaz de soportarlo más, decidió enfrentarla directamente.

Esa tarde, Matsuri subió las escaleras y golpeó la puerta de Kagami con firmeza. "¡Kagami! Ya basta, abre la puerta. Necesitamos hablar."

Del otro lado solo se escuchó un murmullo. "Déjame en paz..."

Matsuri apretó los puños y alzó la voz. "No voy a dejarte en paz. Esto no puede seguir así. ¡Abre la puerta ahora!"

La puerta no se abrió, pero se escuchó la voz cansada de Kagami. "No tienes que preocuparte por mí. Estoy bien. Sólo... déjame sola."

"¡Eso es mentira y lo sabes!" Matsuri empujó la puerta, que no estaba cerrada con llave, y entró al cuarto. La habitación estaba en penumbras, con las cortinas cerradas. Kagami estaba sentada en la esquina de su cama, abrazando sus rodillas. Su mirada estaba perdida, y su rostro reflejaba un cansancio profundo.

"¿Qué quieres, Matsuri? ¿Viniste a asegurarte de que sigo viva?" Kagami dijo con sarcasmo, aunque su tono era débil.

Matsuri cruzó los brazos, claramente molesta. "¡Quiero que dejes de comportarte como si el mundo hubiera terminado! Nosotras estamos aquí para ti, pero no podemos ayudarte si sigues encerrándote y culpándote de todo."

Kagami levantó la vista, sus ojos llenos de dolor. "¿Y qué se supone que haga? ¿Fingir que todo está bien? ¿Seguir adelante como si nada hubiera pasado? Mi padre murió por mi culpa, Matsuri. Si no hubiera estado allí, si no hubiera sido tan inútil..."

"¡Basta ya con eso!" Matsuri la interrumpió, dando un paso hacia ella. "¿De verdad crees que a papá le gustaría verte así? ¿Que su sacrificio fue para que te hundieras en la culpa y el dolor? ¡Él dio su vida por ti porque te amaba, Kagami! Porque creía en ti."

Kagami se rió con amargura, aunque las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. "¿Y de qué sirvió? ¡Soy un desastre, Matsuri! Siempre lo arruino todo. Ni siquiera pude salvarlo. Él debería estar aquí, no yo..."

"¡Eso no es cierto!" Matsuri exclamó, arrodillándose frente a ella y sujetándola por los hombros. "Papá siempre confió en ti. Siempre creyó que eras fuerte, y lo eres. Pero ahora mismo, estás dejando que tu dolor te consuma, y eso no es justo para él, ni para nosotras."

Kagami apartó la mirada, pero Matsuri no la soltó. "Sé que duele. Nos duele a todas. Pero no estamos solas en esto, Kagami. Tienes a Inori, a mamá, a nosotras... No tienes que enfrentarlo sola."

Por un momento, el silencio llenó la habitación. Kagami cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia adelante. Sus lágrimas caían libremente, y finalmente dejó escapar un susurro quebrado. "No sé cómo seguir, Matsuri... No sé cómo vivir con esto."

Matsuri, con lágrimas en los ojos, la abrazó con fuerza. "No tienes que saberlo ahora. Pero lo haremos juntas, paso a paso. No importa cuánto tiempo tome, vamos a salir de esto, Kagami. No estás sola."

Por primera vez en días, Kagami correspondió al abrazo, aunque su cuerpo temblaba. Las dos hermanas permanecieron así, abrazadas en silencio.

Kagami suspiró profundamente después de mirar a Matsuri dijo. "Está bien... intentaré pensar en algo, pero por favor, no me insistas más con esto. Sabes que todo esto es mi culpa, pero tienes razón en algo: mi padre no querría verme así. Siempre encontraba la manera de animarme y hacerme feliz... y ahora esto."

Se levantó lentamente, apoyándose en su escritorio. El dolor en su cuerpo ya era casi evidente, pero la determinación en su voz era lo más parecido a una chispa que Matsuri había visto en días. Kagami caminó hacia las cortinas y después de tanto tiempo, las abrió. La luz del sol llenó la habitación, envolviéndola en calidez. Kagami cerró los ojos y suspiró profundamente.

"Voy a prepararme algo para comer…" murmuró antes de salir lentamente hacia la cocina.

Matsuri se quedó en el cuarto, observando cómo la figura de Kagami desaparecía por la puerta. Soltó un suspiro de alivio. "Supongo que es un avance," murmuró para sí misma. Sin embargo, al cruzarse de brazos, un pensamiento persistía: ¿Cómo le hago entender que no es su culpa?

Mientras reflexionaba, Inori apareció en el umbral de la puerta, apoyándose contra el marco con una sonrisa ligera. "¿Qué tal si le dices sobre tus sentimientos?"

Matsuri se volteó rápidamente, su rostro endurecido. "¿Con que lo sabías, eh?"

Inori se rió suavemente, caminando un par de pasos hacia el cuarto. "Por favor, soy tu hermana. Me doy cuenta de las cosas. Desde que Kagami llegó a nuestras vidas, noté cómo cambiabas cuando estabas cerca de ella. Esa manera torpe de hablarle, lo defensiva que te ponías... Era obvio."

"Eso no significa nada," replicó Matsuri con una voz tensa, intentando desviar la conversación.

"Claro que significa algo. ¿Recuerdas cuando empezaron a pelear de la nada y dejaste de llevarte bien con ella? Fue porque te diste cuenta de lo que sentías, y te alejaste para no herirla. Pero lo que no sabes es que al hacerlo, la lastimaste aún más."

Matsuri apretó los puños, pero no encontró palabras para defenderse.

Inori continuó: "Tus sentimientos siempre estuvieron ahí, pero cuando descubrimos que Kagami no era nuestra hermana biológica... bueno, tu rostro lo dijo todo. Esa sonrisa que pusiste... hasta me dio un poco de miedo la verdad, como si hubieras encontrado una excusa para justificar lo que sientes."

"¡Cállate!" Matsuri respondió rápidamente, su rostro completamente rojo. "Y si ya lo sabes, no hables de esto. No puedo decírselo ahora. ¡No puedo!"

"¿Por qué no?" Inori arqueó una ceja. "¿Qué es lo que te detiene?"

"¿Cómo crees que se lo tomaría? Está rota ahora mismo. Decirle algo así solo la confundirá más. Además..." Matsuri bajó la mirada, su voz apenas un susurro. "No creo que ella pueda verme de esa manera."

Inori suspiró y negó con la cabeza. "Piensa lo que quieras, pero ya eres casi mayor de edad, Matsuri. Es hora de que enfrentes lo que sientes, para bien o para mal."

En ese momento, Kagami regresó al cuarto con un plato de cereal y un pedazo de pan. Su cabello despeinado y el vendaje en su cabeza la hacían ver todavía más cansada. Al ver a Matsuri e Inori en el cuarto, levantó una ceja.

"¿Qué hacen todavía aquí? Pensé que ya se habían ido."

Matsuri sacudió la cabeza, volviendo a la realidad. "Sí, ya me iba." Inori solo se fue.

"Pues apúrate," dijo Kagami con un tono seco, haciéndole un gesto para que saliera del cuarto. Matsuri pasó a su lado, y mientras lo hacía, murmuró para sí misma: "A veces esta chica es demasiado bipolar."

Kagami cerró la puerta detrás de ella y se dejó caer sobre la silla. Suspiró profundamente mientras empezaba a comer su cereal, pero su mirada seguía perdida. Las palabras de Matsuri resonaban en su mente, aunque tratara de pensar las cosas nuevamente.

Una semana ya habían pasado desde el entierro de su padre y lo de matsuri, Kagami, después de mucho tiempo encerrada, finalmente había decidido salir de la casa. Su cuerpo, aunque completamente recuperado, aún mostraba cicatrices y algunas quemaduras, testigos silenciosos de la tragedia reciente. Mientras caminaba por las calles del vecindario, sintió el aire fresco golpear su rostro y dejó escapar un profundo suspiro.

"¿Qué debería hacer ahora?" pensó mientras miraba distraída al suelo.

De repente, una voz familiar la sacó de sus pensamientos. "Veo que ya estás mejor, Kagami-san."

Kagami levantó la mirada y vio a Minoru, el hombre que había acompañado a las chicas al lugar del desastre. Llevaba ropa sencilla y una expresión llena de disculpa en el rostro. Sin decir más, Minoru inclinó profundamente la cabeza frente a ella.

"Lamento mucho lo que pasó... y también lamento haber llegado tarde y marcharme sin avisar. De verdad, lo siento."

Kagami observó el gesto por un momento antes de suspirar. "Levanta la cabeza, no tengo ganas ni razones para que te disculpes. No hiciste nada malo."

Minoru enderezó la postura, sorprendido por su respuesta. "Pero..."

"No insistas," interrumpió Kagami, su voz algo cansada pero firme. "Sé que tienes un trabajo en Lucky Channel, y me parece perfecto. No deberías estar involucrado en cosas como estas. Es mejor que te centres en lo tuyo y evites este tipo de problemas."

Minoru asintió, pero su mirada permanecía seria. "Aun así... lamento mucho tu pérdida, Kagami-san."

Por un momento, Kagami pareció tensarse, pero luego suspiró de nuevo, desviando la mirada. "Deja el tema, por favor. Estoy tratando de superarlo, aunque aún me cuesta. Tsukasa, mis hermanas y mi madre han estado insistiendo en que salga adelante... y de alguna manera, les agradezco. Supongo que tienen razón. Por eso estoy aquí ahora."

Minoru esbozó una pequeña sonrisa, sincera pero discreta. "Ya veo... me alegra que estés intentando seguir adelante."

Se hizo un breve silencio entre ambos antes de que Minoru diera un paso atrás. "Bueno, te dejo en paz entonces. Espero que sigas mejorando, Kagami-san. Cuando tenga tiempo libre, prometo pasar a visitarlas."

Kagami lo observó por un momento y luego asintió ligeramente. "Haz lo que quieras. Cuídate, Minoru."

Con una sonrisa, Minoru se despidió y siguió su camino. Kagami lo observó alejarse, su figura perdiéndose entre las calles. Finalmente, dejó escapar un suspiro profundo y continuó su caminata.

En otro lado:

En un claro del bosque rodeado por altos árboles, Ryoko y Kosuke entrenaban juntos. Ambos estaban cubiertos de sudor, sus respiraciones agitadas tras horas de arduo ejercicio. Desde aquel fatídico día, el entrenamiento se había vuelto una especie de escape para ellos, una forma de canalizar sus emociones reprimidas.

Ryoko, deteniéndose por un momento, dejó caer las manos sobre sus rodillas mientras intentaba recuperar el aliento. "Me pregunto qué estará haciendo Kagami..." murmuró, su voz cargada de preocupación. "No puedo dejar de pensar en ella."

Kosuke, quien practicaba golpes contra un árbol reforzado con acolchonado, se detuvo y rodó los ojos. "Has estado mencionándola por una semana entera. ¿No te cansas?"

Ryoko se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada. "¿Y qué te pasa a ti? Bien que tú también estuviste llorando cuando todo ocurrió."

El comentario golpeó a Kosuke como un gancho directo. Se quedó en silencio por un momento, sus ojos desviándose, incómodo. "Métete en tus asuntos," murmuró mientras apretaba los puños.

Ryoko arqueó una ceja, esbozando una sonrisa satisfecha. "¿Ves? Así que no te quejes. Además, Kagami debe estar pasándola realmente mal ahora."

Kosuke suspiró, dándole un fuerte golpe al árbol antes de girarse hacia ella. "Gracias a los oficiales y a algunos contactos, lo de la explosión quedó registrado como una falla técnica. Nada más. Nadie está investigando más allá."

"Sí, lo sé," respondió Ryoko, su tono más serio. "Pero también sabemos que descartaron una parte importante: al parecer, el objetivo de ese hombre eran esas piedras preciosas, equivalentes a 100 radianes." (radiación super peligrosa para el ser humano).

Kosuke asintió, cruzándose de brazos. "Esas malditas piedras... ultradensas en radiación. Están protegidas con esferas especiales, pero él se atrevió a usarlas sin dudar, disparando y destruyendo todo a su paso. Y luego simplemente escapó, aprovechando el caos."

Ryoko bajó la mirada, su ceño fruncido. "Y en su locura quiso matar a Kagami... Pero al final, terminó muriendo su padre en su lugar."

El silencio se instaló entre ellos, roto solo por el susurro del viento entre los árboles. Ambos miraron al suelo, sintiendo una mezcla de impotencia y rabia. Kosuke apretó los dientes, y Ryoko, con un suspiro, retomó su postura de combate.

"Sea como sea," dijo Ryoko finalmente, con determinación en su voz, "no pienso quedarme de brazos cruzados. Entrenaré hasta que pueda hacer algo al respecto. Porque si ese tipo vuelve... alguien tiene que detenerlo. Esta vez no habrá sacrificios."

Kosuke la miró de reojo y asintió, volviendo a sus ejercicios en silencio. Aunque no lo dijera en voz alta, compartía el mismo sentimiento. Ambos sabían que la lucha no había terminado.

La noche ya comenzaba a cubrir el cielo, y las luces de los postes titilaban débilmente a medida que Kagami caminaba por las calles. Miró al horizonte, notando el crepúsculo que daba paso a la oscuridad. Se detuvo de repente, frunciendo el ceño al darse cuenta.

"¿Ya es de noche? ¿Tanto caminé?" murmuró, un poco exasperada. Giró la cabeza, observando los alrededores. No reconocía el lugar. Sus manos se cerraron en puños al entender su error. "¿Dónde estoy? ¡Maldita sea!"

Kagami suspiró, llevándose una mano a la frente. "¿Cómo pude ser tan despistada? Esto es ridículo..." se reprochó, sintiendo una mezcla de molestia y cansancio acumulado.

De repente, un fuerte pitido rompió el silencio de la calle, sobresaltándola. Kagami giró rápidamente la cabeza hacia el origen del sonido, sus ojos entrecerrándose al intentar distinguir algo entre la tenue luz de la noche.

"¡Kagami!"

Esa voz... la reconocía. Al enfocar, vio un auto detenerse frente a ella, y al asomarse desde las ventanillas abiertas, dos figuras familiares la saludaron.

"¿Miyuki...? ¿Patricia?" Kagami parpadeó, casi incrédula, mientras ambas chicas le sonreían desde el vehículo.

Miyuki se inclinó ligeramente hacia afuera del auto. "¡Por fin te encontramos! ¿Qué haces caminando sola a estas horas?" preguntó, su tono cargado de preocupación.

Patricia, en cambio, agitó una mano alegremente. "¡Sube! Te llevamos a casa. ¡Es peligroso estar por aquí sola!"

Kagami suspiró aliviada, aunque una parte de ella se sentía avergonzada. "No esperaba encontrarme con ustedes..." murmuró mientras se acercaba al auto.

"¿Qué esperabas, Kagami?" Miyuki arqueó una ceja, sin ocultar su inquietud. "Después de todo lo que ha pasado, no podíamos dejarte sola por mucho tiempo."

Patricia asintió con entusiasmo. "Sí, ¡te necesitamos sana y salva! Vamos, entra, que hace frío y nosotras también tenemos hambre."

Kagami sonrió débilmente, subiendo al auto mientras murmuraba un bajo "Gracias".

Mientras el auto avanzaba por las calles iluminadas por las luces de los postes, Kagami observaba por la ventana, sintiendo el leve calor del asiento junto a Patricia. Tras un rato en silencio, Kagami rompió el hielo.

"Gracias por recogerme," dijo con un tono calmado, intentando sonar normal.

Patricia sonrió, girándose hacia ella ligeramente. "No hay de qué. Aunque caminar hasta ese lugar... ¡Menos mal que te encontramos! ¿Qué hacías tan lejos?"

"Solo... necesitaba despejarme," respondió Kagami, sin entrar en detalles.

Miyuki asintió desde el asiento del conductor. "Bueno, al menos ya estás con nosotras. ¿Estás bien?"

"Sí, no se preocupen," respondió Kagami con una pequeña sonrisa.

Tras un rato de recorrido, Kagami empezó a notar las calles conocidas. Frunció el ceño al ver la casa de Patricia frente a ellas.

"Miyuki, esta es la casa de Patricia," comentó señalando.

Miyuki asintió tranquilamente. "Sí, lo sé."

Patricia intervino con entusiasmo. "Vamos a quedarnos aquí esta noche. Es tarde, alrededor de las 8:30 pm por ahí y pensé que podríamos cenar juntas."

Kagami consideró la idea por un momento y luego asintió. "Está bien, solo déjenme avisar a mi familia."

Ambas chicas estuvieron de acuerdo, y Kagami rápidamente llamó a casa, explicando la situación. Su familia no puso objeción alguna, incluso alentándola a pasar tiempo con sus amigas. Al colgar, Kagami suspiró y se giró hacia ellas.

"Bueno, permiso," dijo mientras entraba en la casa.

Patricia la guió hacia la cocina, mientras Miyuki se ponía cómoda. "¿Te ayudo con la cena?" ofreció Miyuki a Patricia.

"Claro, aunque no hay mucho que hacer," respondió Patricia mientras sacaba ingredientes.

"Entonces, yo también ayudo," agregó Kagami, cruzándose de brazos. "No quiero ser una vaga, especialmente porque me invitaron."

Patricia rió. "Está bien, cada una tendrá una tarea."

Las tres comenzaron a cocinar juntas, charlando de cosas triviales para mantener el ambiente ligero.

"Patricia, ¿cómo haces para no perderte entre tantas cosas en tu casa?" preguntó Kagami mientras cortaba unas verduras.

Patricia rió. "No es tan grande, Kagami. Pero admito que mi otra habitación sí es más espaciosa."

Miyuki se unió a la conversación. "¿Otra habitación? ¿Para qué necesitas tanto espacio?"

Patricia sonrió de manera misteriosa. "Digamos que me gusta tener opciones."

"Ya veo," comentó Kagami, arqueando una ceja, claramente escéptica.

Miyuki cambió el tema. "Por cierto, Patricia, ¿no ibas a hacer algo especial para la cena?"

"Sí, pero decidí no complicarme. Además, es más divertido cuando todas cocinamos juntas, ¿no creen?"

Kagami asintió, sintiendo un pequeño alivio en su interior.

Después de terminar de cocinar y servir, las tres se sentaron a la mesa.

"Gracias por la comida," dijeron en coro antes de empezar a comer.

La cena fue tranquila, con comentarios ligeros sobre la comida y risas ocasionales. Patricia, siempre animada, hizo algunos chistes, mientras Miyuki intentaba mantenerse seria, pero terminaba riendo y avergonzándose. Kagami se permitió relajarse un poco, disfrutando del momento.

Cuando terminaron, Patricia se levantó de la mesa. "Bueno, sin más que agregar, ¡vamos a mi otra habitación!"

Miyuki y Kagami intercambiaron miradas de sorpresa.

"¿Otra habitación? ¿De verdad?" preguntó Kagami mientras seguían a Patricia.

Patricia asintió. "Sí, es más grande. Ideal para noches como esta."

Cuando entraron, ambas quedaron impresionadas por el espacio amplio y ordenado.

"Es... agradable," comentó Kagami mientras recorría el lugar con la mirada.

"Se siente cómodo," añadió Miyuki, asintiendo ligeramente.

"Perfecto," dijo Patricia con una sonrisa. "Voy a preparar unos tés para dormir. Espérenme aquí."

Salió de la habitación, dejando a Kagami y Miyuki solas.

El silencio se instaló entre ellas por un momento, hasta que Miyuki habló.

"Te ves mejor," dijo suavemente, observándola de reojo.

Kagami sonrió levemente. "Gracias, aunque todavía me cuesta... Pero estoy tratando."

Hubo un largo silencio después de aquellas palabras, delante de ellas estaba una chimenea al frente, las llamas bailaban suavemente, llenando la habitación con un cálido resplandor anaranjado. Kagami permanecía en silencio, observando cómo el fuego crepitaba, mientras el calor abrazaba su piel. Miyuki, sentada a su lado, la miraba con atención, como si tratara de descifrar lo que pasaba por su mente.

"Kagami, ¿puedo hacerte una pregunta?" dijo Miyuki, rompiendo el silencio.

Kagami se giró hacia ella, algo sorprendida. "Claro, dime."

Miyuki suspiró profundamente, reuniendo el valor para hablar. "¿En verdad estás bien?"

La pregunta hizo que un nudo se formara en la garganta de Kagami. Su sonrisa vaciló, pero rápidamente trató de cubrirlo con una risa nerviosa. "Sí, claro que estoy bien. Mira, puedo moverme mucho mejor ahora," dijo mientras levantaba los brazos y daba un par de movimientos exagerados para demostrarlo.

Miyuki no se dejó convencer. "Kagami-san, mírame, por favor."

Kagami dudó por un instante, pero finalmente sus ojos se encontraron con los de Miyuki. Esta vez, la pregunta se repitió con más suavidad, pero también con una sinceridad que atravesaba cualquier defensa.

"¿En verdad estás bien?"

Kagami desvió la mirada, sintiendo cómo sus emociones amenazaban con desbordarse. Sin embargo, Miyuki no permitió que se escondiera. Extendió su mano, sujetando suavemente el rostro de Kagami y obligándola a mirarla de nuevo.

"Se que estás sufriendo mucho ahora," comenzó Miyuki, su voz calmada y reconfortante. "Y, aun así, actúas y finges delante de nosotras, como si estuvieras bien. Pero sabemos que es solo una fachada."

"No es..." intentó protestar Kagami, pero Miyuki no la dejó continuar.

"Sí lo es. Tú siempre estás allí para nosotras, apoyándonos, animándonos, siendo fuerte incluso cuando no deberías. Pero esta vez, Kagami, no tienes que hacerlo sola. Está bien sentirse rota. Está bien llorar. Nosotras estamos aquí para ti, igual que tú siempre has estado para nosotras."

Las palabras de Miyuki rompieron la coraza que Kagami había construido con tanto esfuerzo. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas, y antes de darse cuenta, se derrumbó en el pecho de Miyuki, aferrándose a ella como si fuera su única ancla en un mar tormentoso.

"Soy tan inútil," sollozó Kagami entre lágrimas. "No pude hacer nada en ese momento... Quise detenerlo, evitarlo, pero no pude... No pude salvarlo..."

Miyuki envolvió a Kagami en un abrazo cálido y protector, acunándola suavemente mientras las lágrimas de su amiga empapaban su camisa. "No eres inútil, Kagami. Eres una de las personas más valientes que conozco. Hiciste todo lo que pudiste, y estoy segura de que él estaría orgulloso de ti. No te castigues por algo que estaba fuera de tu control."

El tiempo pareció detenerse mientras Miyuki la sostenía, dejando que Kagami liberara todo el dolor que había estado conteniendo.

Lentamente, Kagami se apartó del abrazo, aunque sus ojos aún estaban llenos de lágrimas. Ambas se miraron fijamente, sus rostros tan cerca que podían sentir el calor de la respiración de la otra.

Los ojos de Miyuki se suavizaron, y sin decir una palabra más, cerró la distancia entre ellas, presionando sus labios contra los de Kagami en un beso cálido y sincero.

Kagami se quedó helada al principio, sorprendida por el gesto. Sus manos temblaron mientras trataba de empujar a Miyuki suavemente, pero su resistencia pronto se desmoronó. Cerró los ojos y cedió al beso, dejándose llevar por la ternura y la sinceridad que Miyuki le transmitía.

Cuando finalmente se separaron, el silencio regresó, pero esta vez estaba lleno de una nueva comprensión entre ellas, ellas se miraron fijamente, Kagami, con el rostro ardiendo de vergüenza, se movió ligeramente debajo de Miyuki, tratando de encontrar las palabras correctas.

"¿¡Por qué me besaste, tonta!?" dijo con una voz que oscilaba entre la confusión y el enfado, aunque sus mejillas rojas delataban más vergüenza que otra cosa.

Miyuki simplemente se rió suavemente, inclinándose ligeramente hacia atrás mientras respondía con calma. "Porque quería hacerlo."

Kagami abrió los ojos de par en par, sorprendida por la respuesta tan simple. "¿¡Porque solo querías hacerlo!? ¡Ese tipo de cosas no se hacen solo porque sí! Es algo que haces con alguien que... que te gusta..." dijo, intentando ocultar su rostro detrás de sus manos.

"Pues... tú me gustas."

La confesión de Miyuki fue directa, sin rodeos, pero su tono era serio. Kagami se congeló, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.

"¿¡Qué estás diciendo!?" respondió Kagami, mirando a Miyuki con incredulidad.

Miyuki bajó un poco la mirada, pero mantuvo su sonrisa tranquila. "Me gustas, Kagami. Y sé que tú me quieres como amiga y me respetas, ¿no es así?" añadió con una risa nerviosa.

Kagami intentó responder, pero antes de que pudiera decir algo coherente, Miyuki la sujetó por los hombros con delicadeza, pero firmeza, atrayéndola más cerca.

"Si así lo deseas, te daré mi lealtad y mi amistad. Siempre estaré a tu lado, Kagami."

El rubor de Kagami se intensificó. "¡Espera, Miyuki! ¡Algo está raro contigo! Tú no eres así de directa," dijo rápidamente, intentando apartarse, pero sin mucho éxito.

Miyuki sonrió con un aire de nostalgia. "Tú me cambiaste, Kagami. Desde siempre me gustaste. Solo que nunca tuve el valor de decirlo. Tuve que tomar unas cuantas clases para hacer esto" confesó, riéndose suavemente.

"¿Clases...?" Kagami apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Miyuki la empujó suavemente hacia la cama, quedando encima de ella.

Ambas estaban completamente sonrojadas, incapaces de apartar la mirada. Kagami intentó protestar, pero la cercanía de Miyuki y la intensidad de sus sentimientos la dejaron sin palabras.

"Miyuki..." murmuró Kagami, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza.

"Shh... solo esta vez, déjame ser egoísta," susurró Miyuki, mientras la luz de la chimenea iluminaba sus rostros, y el calor del fuego parecía reflejarse en sus corazones.

Kagami estaba paralizada en la cama, los ojos cerrados con fuerza mientras sentían a Miyuki acercarse aún más.

"Espera..." susurró, apretando los labios y girando ligeramente el rostro, pero antes de que Miyuki pudiera volver a besarla, la puerta de la habitación se abrió bruscamente.

"¿Miyuki, no pudiste esperarte?" Patricia entró cargando una bandeja con tazas humeantes, su tono era una mezcla de reproche juguetón y calma.

Miyuki retrocedió de inmediato, completamente sonrojada. "Lo siento... fue un impulso," dijo bajando la cabeza, evitando la mirada de Kagami.

Kagami, por su parte, respiró profundamente al fin, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. Quería decir algo, alguna excusa para aclarar la situación, pero Patricia, con su habitual actitud despreocupada, se adelantó.

"Ah, ya lo vi todo, Kagami. No necesitas explicarte. Y no me molesta... bueno, quizás solo un poco," dijo mientras dejaba las tazas sobre una mesa cercana.

"¡Lo siento, Patricia!" se apresuró a decir Miyuki, claramente avergonzada.

Patricia suspiró y tomó asiento junto a Kagami. "Está bien, está bien. No voy a dramatizarlo. Ahora, relájate un poco," dijo mientras le ofrecía una de las bebidas a Kagami.

Antes de que Kagami pudiera tomarla, Patricia acercó el vaso directamente a su boca, insistiendo en que bebiera. Kagami, sorprendida, intentó protestar, pero terminó tomando unos sorbos hasta que, a mitad del vaso, logró apartarlo.

"¡Puedo hacerlo sola y además estaba caliente!" dijo, ligeramente molesta, mientras recuperaba algo de compostura y soplaba su taza.

Patricia se rió suavemente, y Miyuki, más relajada, no pudo evitar unirse a la risa. Kagami miró a ambas, entre confundida y un poco irritada.

"Bueno, Miyuki, creo que te fuiste muy directa," comenzó Patricia con una sonrisa traviesa mientras miraba a Miyuki, "aunque, debo admitir, fue valiente de tu parte."

Miyuki suspiró, mirando el fuego en la chimenea. "Lo sé... pero sentí que debía hacerlo. Kagami siempre ha sido fuerte por todos nosotros. Si no daba ese paso ahora, tal vez nunca lo haría."

"Sí, entiendo eso," respondió Patricia, tomando un sorbo de su bebida. "Pero aún así, ir tan de golpe pudo haber sido un poco... intimidante. Especialmente para Kagami."

"¡Estoy aquí, ¿saben?!" interrumpió Kagami, claramente avergonzada por la conversación que estaban teniendo delante de ella.

Patricia la miró y sonrió. "Lo sabemos, Kagami. Pero escúchame bien," dijo con un tono más serio mientras la miraba directamente a los ojos. "Como te dijo Miyuki antes, tú no estás sola. Y ya no vas a estarlo más."

Kagami parpadeó, confundida por las palabras de Patricia.

"Tú siempre nos ayudaste, siempre cargaste con más de lo que te correspondía. Ahora es nuestro turno de ayudarte a cargar esa carga y, si podemos, liberarte un poco de ella," dijo Patricia, con una sinceridad en su voz que Kagami no esperaba.

Miyuki asintió al lado de Patricia, su expresión completamente seria. "Estamos aquí para ti, Kagami. Siempre lo estaremos."

De repente, Patricia, con una sonrisa traviesa, la empujó suavemente hacia atrás, haciéndola recostarse de nuevo sobre la cama.

"¿Qué haces, Patricia?" preguntó Kagami, nerviosa mientras intentaba sentarse, pero Patricia se inclinó hacia ella, colocando un dedo en sus labios.

"Shh, tranquila," dijo Patricia con un tono suave pero provocador. "Tanto Miyuki como yo estaremos aquí para apoyarte, siempre. Así que déjanos encargarnos de esta noche."

"Esperen, chicas..." Kagami intentó hablar, pero de repente sintió cómo su cuerpo comenzaba a sentirse extraño, pesado y cálido. Una sensación desconocida se apoderaba de ella, como si sus pensamientos se nublaran. "Patricia... me siento rara. ¿Qué me diste?"

Patricia soltó una risita traviesa, su mirada chispeante mientras se acercaba más a Kagami. "¿Qué tal si lo descubrimos juntas?" dijo con una sonrisa pícara, ignorando completamente las protestas de Kagami.

Antes de que Kagami pudiera decir algo más, Miyuki tomó una de sus manos, entrelazando los dedos con los suyos, mientras Patricia inclinaba su rostro hacia ella, atrapándola en un beso suave pero insistente. Los movimientos de la boca de Patricia eran lentos, exploradores, y Kagami, atrapada entre la confusión y la extraña calidez que sentía, apenas podía procesar lo que estaba sucediendo, estaba comenzando a corresponder.

"No puedo... pensar con claridad," murmuró Kagami, sus palabras interrumpidas por la cercanía de Patricia y Miyuki. "¿Por qué... me siento tan tranquila?"

Miyuki, que había permanecido en silencio hasta entonces, se inclinó hacia Kagami, su voz apenas un susurro. "Porque esta noche no tienes que ser fuerte, Kagami. Déjanos cuidarte... solo esta vez."

Kagami sintió cómo sus pensamientos se desvanecían, como si la realidad misma se difuminara en ese momento. Patricia se separó lentamente del beso y un fino hilo de saliva quedó colgando entre sus labios y los de Kagami. Patricia lo limpió con un dedo, su mirada fija en Kagami mientras trazaba con suavidad sus labios.

"En serio, me gustas mucho, Kagami," dijo Patricia con una sonrisa sincera y algo juguetona. "He estado esperando este momento durante tanto tiempo..."

Kagami parpadeó, tratando de procesar las palabras de Patricia. "¿En serio…?" murmuró, su tono una mezcla de sorpresa y desconcierto.

Antes de que pudiera decir algo más, sintió cómo Miyuki tomaba su mano con delicadeza, acercándola a sus labios para plantar un beso suave en el dorso.

"Es la verdad, Kagami," dijo Miyuki, su voz firme pero cálida. "Te amamos, ambas."

Kagami las miró a ambas, Patricia con su sonrisa radiante y Miyuki con esa expresión serena y llena de determinación. Algo dentro de Kagami comenzó a relajarse, como si, por primera vez en mucho tiempo, no tuviera que cargar sola con todo el peso de sus emociones y responsabilidades.

Aunque la situación seguía siendo surrealista, Kagami sintió una inesperada tranquilidad, y una leve sonrisa se formó en su rostro. Había algo reconfortante y genuino en sus palabras y acciones.

"Supongo que... no estoy sola, después de todo," dijo Kagami en voz baja, mientras miraba a ambas con una mezcla de gratitud y timidez.

Patricia sonrió al escuchar a Kagami. "Sí, Kagami. Nunca más te dejaremos sola."

Kagami, todavía sonrojada, bajó la mirada por un instante, pero luego, con un leve temblor en su voz, tomó las manos de Patricia y Miyuki. Las sujetó con fuerza, como si estuviera aferrándose a un nuevo comienzo.

"Entonces... aceptaré su ayuda," dijo Kagami, sus mejillas encendidas mientras levantaban la vista para mirarlas a ambas.

El ambiente se tornó más íntimo. Kagami, aunque nerviosa, se dejó llevar por el momento. Primero, Patricia, quien la miraba expectante. Patricia se inclinó lentamente y rozó los labios de kagami con los suyos en un beso suave y tímido que poco a poco se volvió más intenso. Kagami respondió, profundizando el beso con delicadeza, mientras una de sus manos acariciaba el rostro de Patricia y ella hacia los mismo.

Al separarse, ambas estaban ligeramente jadeantes, sus rostros iluminados por el tenue resplandor de la chimenea. Kagami se giró hacia Miyuki, quien sonreía, claramente esperando su turno. Kagami dudó un momento, pero Miyuki, tomando la iniciativa, la atrajo hacia sí, capturando sus labios en un beso apasionado. Sus manos se entrelazaron, y Kagami sintió cómo el calor en su interior crecía con cada segundo.

Los besos continuaron, Kagami alternando entre Patricia y Miyuki. Algunos eran dulces y suaves, mientras que otros eran más intensos, cargados de emociones contenidas y deseos largamente reprimidos. Patricia acariciaba su cabello mientras le susurraba palabras de aliento, y Miyuki se aseguraba de mantenerla cerca, abrazándola con firmeza.

En medio de aquel intercambio, Kagami no podía evitar pensar en lo surrealista que todo se sentía. Sin embargo, la calidez de sus labios y el apoyo genuino que ambas le brindaban la hacían sentirse más segura que nunca.

Mientras todo se volvía más desenfrenado, Kagami notó que su mente comenzaba a nublarse. Entre suspiros y risas suaves, pensó para sí misma:

Gracias… chicas…

"Desde aquella noche, kagami se dejó llevar... y todo se volvió borroso para kagami, viendo nuevas expresiones que nunca antes no vio."

Cap. 35: Un nuevo comienzo y confrontación.