Capitulo 27: Reconciliación y ¿una propuesta?

Tras aquella intensa batalla, Kagami fue llevada a la cabaña junto con las demás chicas. Aunque sus heridas físicas fueron atendidas, la verdadera gravedad de su estado se reflejaba en su espíritu, casi roto después de las revelaciones del hombre enmascarado. Su cuerpo, agotado y adolorido, reflejaba la lucha externa, pero su mirada vacía contaba la historia de una batalla interna aún más devastadora.

Las demás chicas, aunque físicamente menos afectadas, bueno también cargaban con el peso de lo que habían vivido, incluyendo a konata con lo de su madre. La incertidumbre, el miedo y la tensión de la pelea habían dejado una marca en cada una de ellas. Ayano, Miyuki, Konata, Misao y Yuki, aún con heridas leves, estaban visiblemente afectadas, sus rostros reflejando la preocupación por su amiga y la confusión por lo que habían presenciado.

El grupo se retiró a la cabaña, donde las emociones se entrelazaban con la calma que ahora reinaba. La tranquilidad de la mañana contrastaba con el caos que habían dejado atrás. A pesar de la aparente victoria, el ambiente estaba cargado de tensión. Todos sabían que, aunque habían sobrevivido, la batalla había dejado cicatrices profundas, no solo en sus cuerpos, sino en sus corazones y mentes. La revelación sobre Kagami había sembrado una semilla de duda y dolor que tardaría en sanar.

Mientras los días pasaban, Kagami permanecía en silencio encerrada en su habitación, luchando con las verdades que había descubierto. Aunque las heridas en su cuerpo comenzaban a sanar, su espíritu seguía fracturado, su mente volviendo una y otra vez a las palabras del hombre enmascarado. La fortaleza que siempre la había caracterizado parecía desmoronarse lentamente, y aunque sus amigas estaban a su lado, la distancia emocional entre ellas se hacía más evidente.

Las demás chicas se esforzaban por seguir adelante, pero la preocupación por Kagami las unía en un lazo silencioso de apoyo mutuo. Sabían que, aunque la batalla había terminado, el verdadero desafío apenas comenzaba. Lo que habían vivido había cambiado para siempre el curso de sus vidas, y todas estaban conscientes de que necesitarían tiempo y fortaleza para sanar las heridas, tanto físicas como emocionales.

Pasó casi una semana antes de que Kagami finalmente abriera los ojos. Al despertar, su mirada vacía se dirigió hacia la ventana, pero no mostraba ninguna emoción. El peso de las revelaciones seguía aplastando su espíritu y aunque su cuerpo había comenzado a recuperarse, su mente y corazón aún estaban atrapados en la oscuridad. Kagami no quería levantarse, sentía que no había razón para hacerlo, pero algo dentro de ella, una pequeña chispa de voluntad, la empujó a moverse.

Con esfuerzo, se levantó de la cama, sus piernas temblando bajo su peso, todavía débiles por el prolongado reposo y el trauma. Cada paso era lento y doloroso, pero necesitaba moverse, sentir que tenía algún control sobre su cuerpo, aunque su mente estuviera en caos. Sin rumbo fijo, Kagami salió de la cabaña, comenzando un paseo sin dirección, sus pies guiados solo por la inercia.

El aire fresco de la mañana no logró despejar su mente. Caminaba con la mirada fija en el suelo, sus pensamientos demasiado pesados para levantarlos. Mientras avanzaba por el sendero, se cruzó con Minami, que estaba cargando unas cosas. Minami la observó brevemente, notando la desolación en los ojos de Kagami, pero no dijo nada y solo paso, Kagami continuó su camino, sumida en su propio mundo, hasta que de repente, un tropiezo la hizo caer al suelo. El impacto no fue fuerte, pero su cuerpo, aún frágil, se sintió sacudido. Minami se detuvo, mirando cómo Kagami luchaba por incorporarse. Durante un momento, pensó en ir a ayudarla, pero antes de que pudiera decidirse, Kagami ya estaba de pie de nuevo, aunque tambaleante.

Kagami no se detuvo a mirar a su alrededor ni a pedir ayuda. Con la misma expresión ausente, retomó su caminata, avanzando con dificultad, pero sin detenerse. Minami la observó mientras se alejaba, sintiendo una mezcla de preocupación y tristeza por lo de Kagami, pero aun así no se atrevió a hablarle. Mientras Kagami continuaba su lento caminar, absorta en sus pensamientos, de repente se chocó con alguien. Sorprendida, levantó la mirada para disculparse, solo para encontrarse con Patricia, quien la saludó con energía. Kagami, sin embargo, apenas pudo esbozar un saludo, su voz apagada y sin ánimo. Patricia notó de inmediato la falta de energía en Kagami y, aunque su expresión mostró una breve sombra de preocupación, decidió no presionar. En su lugar, suspiró suavemente y le sonrió con calidez.

"¿Has comido algo hoy?" preguntó Patricia, inclinando ligeramente la cabeza mientras observaba a Kagami.

Kagami negó con la cabeza. "No, no he comido..."

"Entonces andando," dijo Patricia con una sonrisa animada. Sin esperar una respuesta, tomó suavemente a Kagami por el brazo y la condujo hacia el comedor de la cabaña. La sentó en una silla, asegurándose de que estuviera cómoda, y luego se puso un delantal, lista para preparar algo rápido.

Con movimientos ágiles, Patricia comenzó a cocinar algo sencillo pero reconfortante: huevos, tocino, y arroz. El aroma de la comida recién hecha llenó la cocina, creando un ambiente acogedor. Mientras cocinaba, Patricia intentaba mantener una conversación ligera, aunque consciente de que Kagami no estaba del todo presente.

Después de un rato, Patricia colocó el plato frente a Kagami con una sonrisa, diciendo, "Es hora de comer."

Kagami, aunque inicialmente quería negarse, no pudo ignorar el esfuerzo que Patricia había puesto en la comida. Sin decir nada, comenzó a comer lentamente, agradecida en silencio por el gesto. Patricia, sentándose frente a ella, continuó conversando, hablando sobre cómo las chicas habían salido con Tsukasa a hacer compras o algo parecido, pero que regresarían por la tarde.

Kagami escuchaba en silencio, asintiendo de vez en cuando, aunque sin mucha convicción. Las palabras de Patricia parecían resonar a lo lejos, como si estuviera escuchando desde otra habitación, pero el sonido reconfortante de su voz y el calor de la comida le dieron un pequeño respiro del abismo en el que se encontraba. Mientras Patricia hablaba sobre lo que las chicas estaban haciendo, notó que Kagami seguía comiendo en silencio, perdida en sus pensamientos. Patricia hizo una pausa, como si estuviera considerando algo, y luego, con una pequeña sonrisa, dijo suavemente, "Kagami, ¿te importaría si hago algo?"

Kagami levantó la vista, ligeramente confundida por la petición inusual. "Claro… supongo," respondió, sin estar segura de qué se trataba.

Patricia se levantó de su silla y caminó hacia Kagami, que continuaba comiendo lentamente. De repente, Kagami sintió unos brazos cálidos posarse alrededor de su cuello, rodeándola en un abrazo. Sorprendida, giró ligeramente la cabeza para ver a Patricia inclinada sobre ella, con una expresión suave y serena.

"¿Qué estás haciendo?" preguntó Kagami, su tono mezcla de sorpresa y curiosidad.

Patricia, sin soltarla, susurró con dulzura, "¿No lo ves? Te estoy abrazando... Hay veces en momentos así que alguien necesita un abrazo."

Kagami suspiró, sintiendo el calor y la cercanía del gesto, algo que no esperaba pero que, de alguna manera, se sintió reconfortante. Lentamente, alzó una mano y la posó ligeramente sobre las manos de Patricia, que descansaban alrededor de su cuello. "Gracias," murmuró Kagami, cerrando los ojos mientras dejaba escapar otro suspiro, como si se permitiera liberar un poco de la carga que llevaba dentro.

Patricia sonrió, manteniendo el abrazo durante un largo rato. En su mente, pensó para sí misma, Esto es lo único que puedo hacer ahora... pero, tal vez, en un futuro, podré hacer algo más por ella...

Mientras se abrazaban, Tadao entró en la habitación justo cuando Kagami y Patricia estaban aún abrazadas, la calidez del gesto contrastando con la dureza del mundo exterior. Al verlas así, Tadao sintió una punzada en el pecho, una mezcla de culpa, dolor, y una desesperada necesidad de aclarar la verdad. Se detuvo en la puerta, su presencia interrumpiendo el momento de intimidad.

"Lamento molestarlas" dijo, con voz baja, que casi se perdía en el silencio de la habitación.

Kagami, aún con los brazos de Patricia rodeándola, alzó la cabeza lentamente para mirarlo. Su expresión era seria, pero en su mirada se percibía la confusión y el dolor que la atormentaban.

"No interrumpes nada" respondió con tono monótono, casi sin vida.

Tadao bajó la vista, consciente del peso de sus palabras. Quería decirle tantas cosas, pero no encontraba las palabras adecuadas. Suspiró profundamente antes de reunir el valor para hablar.

"Kagami... necesitamos hablar" pidió, casi rogando.

Kagami se quedó en silencio, sin apartar la vista de él, su mente debatiendo si tenía la fuerza para enfrentar la conversación que sabía que venía. Finalmente, respiró hondo y, con un suspiro resignado, asintió.

"Está bien" dijo, separándose con suavidad de Patricia, aunque sentía un deseo de quedarse en ese abrazo, en esa seguridad.

Patricia, al comprender la situación, le dio un suave apretón en el hombro antes de soltarla. Su mirada era cálida, comprensiva, y Kagami sintió un leve consuelo en ese pequeño gesto.

"Gracias por estar aquí" murmuró Kagami, un intento de expresar su gratitud por el apoyo silencioso de Patricia.

"Siempre" respondió Patricia con una sonrisa amable. Antes de salir, Patricia se giró una última vez hacia Kagami, sus ojos reflejando una determinación tranquila.

"A veces, un abrazo es lo único que podemos ofrecer. Y a veces, es suficiente para aliviar el dolor, aunque sea por un momento".

Kagami asintió ligeramente, absorbiendo las palabras. Luego, se volvió hacia Tadao, quien ya había avanzado hacia la sala adyacente. Lo siguió, sus pasos sintiéndose más pesados a medida que se acercaba a él.

En la sala, ambos se sentaron en sillas enfrentadas, con una mesa de por medio que parecía simbolizar la distancia emocional que ahora existía entre ellos. Tadao observó cómo Kagami evitaba su mirada, sus ojos fijos en un punto indeterminado del suelo. La tensión en el aire era palpable, cargada de palabras no dichas y emociones reprimidas.

El silencio se prolongó durante unos minutos, cada uno lidiando con sus propios pensamientos y sentimientos. Finalmente, Tadao rompió el silencio, su voz temblorosa por la culpa y el dolor.

"Kagami..." comenzó, sus palabras cargadas de un peso que parecía casi insuperable. "Sé que esto es difícil, y entiendo por qué estás enfadada. Tienes todo el derecho a sentirte así. Pero quiero que sepas que nunca quisimos hacerte daño. Todo lo que hicimos fue para protegerte".

Kagami permaneció inmóvil, sus manos temblando ligeramente sobre sus piernas. Aunque quería gritar, pedir explicaciones, exigir respuestas, se sentía abrumada por una mezcla de emociones que la mantenía en silencio. Finalmente, levantó la mirada, sus ojos encontrándose con los de Tadao, llenos de dolor y confusión.

"¿Por qué me mentiste?" preguntó, su voz rota por la desesperación. "¿Por qué no me dijiste la verdad desde el principio? ¿No confiaste en mí?".

Tadao bajó la cabeza, sintiendo el peso de la culpa aumentar sobre sus hombros. Sabía que esta conversación era inevitable, pero enfrentarse a la realidad de las emociones de Kagami era más difícil de lo que había anticipado.

"No sabíamos cómo decirte la verdad" admitió con un suspiro profundo. "Cuando te encontramos, eras solo un bebé. Inocente, vulnerable... Y después de lo que descubrimos en ese laboratorio, lo único que queríamos era darte una vida normal, alejada de todo ese horror. Pensamos que ocultar la verdad te protegería, que podrías crecer sin el peso de lo que ocurrió".

Kagami tragó saliva, sintiendo un nudo formarse en su garganta, haciendo que respirar se volviera difícil. Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos, aunque luchó por contenerlas.

"Entonces... ¿no soy tu hija biológica?" preguntó, su voz temblorosa, como si esperara que todo esto fuera solo un mal sueño.

Tadao negó con la cabeza lentamente, su rostro marcado por la tristeza.

"No, Kagami. Eres hija de otra mujer... Mi hermano te crio durante unos meses, antes de que todo se torciera. Mi hermano se obsesionó con Miki, tu madre, y cuando él no logró conquistarla, su resentimiento lo consumió. Llegué después, por casualidad, y Miki y yo terminamos juntos. Te criamos como nuestra hija porque te amamos, Kagami, no por obligación. Pero la verdad es que... nunca quisimos que descubrieras esto de esta manera".

Kagami sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba, como si el mundo que había conocido se derrumbara ante sus ojos. La vida que había vivido, la identidad que había construido, todo parecía ser una mentira.

"¿Y mi verdadera madre?" susurró, su voz quebrada, incapaz de contener las lágrimas que ahora caían libremente por sus mejillas.

Tadao cerró los ojos con dolor, recordando ese momento.

"Ella te amó desde el primer momento en que te vio" dijo con voz suave. "Hicimos todo lo posible por salvarte. Cuando te encontramos, estabas flotando en un cilindro de vidrio, rodeada de maquinaria que no entendíamos. No podíamos dejarte ahí. Estabas en peligro, y lo único que importaba era sacarte de ese lugar".

Kagami apretó los puños, sintiendo una mezcla de ira y tristeza. Su existencia, todo lo que había conocido, parecía desmoronarse.

"Entonces... ¿todo lo que soy, todo lo que he hecho... es falso?" dijo con un hilo de voz, su mente luchando por comprender la magnitud de lo que había escuchado.

Tadao se inclinó hacia adelante, queriendo reconfortarla, pero sabiendo que sus palabras podrían no ser suficientes.

"No, Kagami. Todo lo que eres, todo lo que has hecho, es real. Eres nuestra hija porque te amamos, porque elegimos amarte. Tu existencia no es un error, no es un experimento fallido. Eres nuestra hija, aunque no seas biológicamente nuestra. No dejes que lo que te han dicho te haga dudar de quién eres".

Kagami sintió una lágrima solitaria rodar por su mejilla, seguida rápidamente por otra. Cerró los ojos, dejando que el dolor la envolviera por completo, sin saber cómo manejarlo. La vida que había conocido hasta ahora ya no tenía sentido, pero ahora que sabe la verdad siente que ahora ese no fue el caso y puede seguir peleando por la gente que quiere, kagami sonrió entre lágrimas, dando a entender que todo termino bien.

De repente, sintió unos brazos rodeándola con fuerza. Al abrir los ojos, vio a Miki, llorando mientras la abrazaba con desesperación.

"Gracias por aceptarnos como tus padres, Kagami" dijo Miki entre sollozos. "Aunque no seas nuestra hija biológica, te amamos como si lo fueras. Siempre lo hemos hecho, y siempre lo haremos. Eres parte de esta familia, no importa lo que haya sucedido".

Kagami se permitió llorar, finalmente soltando toda la angustia que había estado reprimiendo durante tanto tiempo. Sentir el amor y la calidez de sus padres adoptivos, su familia, le daba un pequeño respiro en medio de la tormenta de emociones que la consumía. Aunque el dolor seguía ahí, supo que, a pesar de todo, no estaba sola.

"Gracias a ustedes por darme un hogar" dijo Kagami con una voz suave, entre lágrimas. "Siempre seré su hija, sin importar nada. Ustedes me dieron una vida, una familia... y no podría estar más agradecida por eso".

Tadao y Miki la abrazaron con fuerza, y en ese instante, el dolor y la confusión quedaron en segundo plano. Kagami sonrió, sintiendo que, a pesar de todo, todavía tenía un lugar al que pertenecer. Sentía que aunque su mundo había cambiado para siempre, aún había algo sólido en lo que podía apoyarse.

Después de la conversación, Kagami se sintió agotada, tanto física como emocionalmente. Se dejó guiar de vuelta a su habitación, donde se recostó en la cama, mirando al techo. Las palabras de Tadao y Miki resonaban en su mente, mezclándose con las revelaciones recientes y la verdad sobre su origen. El dolor seguía ahí, profundo y persistente, pero también había un destello de esperanza, un pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad.

Kagami después de eso se dirigió a su habitación y Patricia que estaba esperando fuera, con el corazón acelerado y una ligera ansiedad acumulada en su pecho. Después de lo que parecían ser unos minutos interminables, decidió tocar suavemente la puerta. Dentro, Kagami se limpió las lágrimas apresuradamente y respondió: "Pasa."

Patricia entró con una sonrisa reconfortante, y se sentó al lado de Kagami, sintiendo la atmósfera cargada de emociones. "Me alegra que las cosas hayan salido bien," dijo, su voz suave y comprensiva.

Kagami asintió, pero en su respuesta había una mezcla de incertidumbre. "Sí... aunque todavía tengo mucho que procesar. Posiblemente esté así por unos días más," admitió, su mirada desviándose hacia el suelo mientras hablaba.

Patricia asintió en silencio, comprendiendo lo abrumador que debía ser para Kagami. Un silencio incómodo se instaló entre las dos, hasta que Patricia, intentando romperlo, preguntó: "Kagami... ¿aún tienes aquello, no?"

Kagami levantó la vista, algo confundida. "¿De qué hablas?"

Patricia sonrió con un toque de picardía. "Aquella poción que te cayó encima y que te volvió hombre por un tiempo... ¿la sigues teniendo?"

El rostro de Kagami se sobresaltó, recordando el incidente. Se había olvidado por completo de eso. Evitando la mirada de Patricia, susurró: "Sigue ahí... todavía la tengo ahí."

Patricia, sin perder su sonrisa, bromeó mientras se acercaba: "Déjame verla."

Antes de que Kagami pudiera responder, Patricia levantó juguetonamente la camisa de Kagami, provocando una reacción inmediata. "¡Detente!" exclamó Kagami, sorprendida por el atrevimiento. Pero Patricia insistió, riendo, mientras Kagami luchaba por mantener su dignidad.

En medio de ese forcejeo amistoso, Kagami perdió el equilibrio y cayó sobre Patricia en la cama. El tiempo pareció detenerse mientras Kagami se encontraba con las manos apoyadas al costado de la cabeza de Patricia, ambas mirándose fijamente, los rostros tan cerca que podían sentir el calor de la otra.

"Patricia..." murmuró Kagami, su voz temblando ligeramente.

"Kagami..." respondió Patricia, su tono suave y casi hipnotizante.

De repente, la puerta se abrió de golpe, y Konata junto con las demás chicas irrumpieron en la habitación, atrapando a Kagami y Patricia en lo que parecía una escena sacada directamente de un manga romántico. El aire se llenó de risas y exclamaciones sorprendidas, mientras Kagami y Patricia intentaban torpemente levantarse, sus rostros sonrojados por la situación inesperada.

Konata, siempre la bromista, levantó una ceja con una sonrisa pícara. "Vaya, vaya... parece que interrumpimos algo interesante aquí."

Kagami se levantó rápidamente, sacudiéndose la ropa y tratando de evitar las miradas inquisitivas de las chicas. "No es lo que parece..." comenzó a decir, pero las risas de las demás la interrumpieron, aliviando un poco la tensión de la escena.

Patricia se sentó en la cama, riendo suavemente, mientras las chicas seguían bromeando y haciendo comentarios juguetones. "Quizás deberíamos dejarlas solas," dijo Konata con un tono travieso, lo que provocó una nueva ronda de risas.

Finalmente, el grupo comenzó a dispersarse, porque dijeron que estaban agotadas de tanto caminar dejándolas a Kagami y Patricia solas una vez más, pero esta vez con un aire más relajado. Kagami, todavía avergonzada, no pudo evitar sonreír al ver la expresión de Patricia, quien parecía estar disfrutando del momento.

"Creo que necesitamos más momentos como este," dijo Patricia, mirándola con calidez. Kagami asintió, su sonrisa volviéndose más genuina, mientras sentía una pequeña chispa de alegría regresar a su corazón herido.

"gracias, patricia" dijo kagami, agradeciendo a patricia.

Patricia miró el reloj en la pared y notó la hora, su expresión cambió ligeramente al darse cuenta de lo tarde que se había hecho. "Mira la hora, debo regresar a mi habitación," dijo, su voz suave, pero con un tono que dejaba entrever una ligera urgencia. Kagami, aún envuelta en los sentimientos que habían compartido, le devolvió una sonrisa pequeña, como si con ese gesto quisiera aferrarse un poco más a la compañía de Patricia. "Está bien, descansa," respondió, su voz cargada de una mezcla de gratitud y cansancio.

Patricia asintió, pero antes de dar por finalizada la noche, se detuvo en el umbral de la puerta. Giró la cabeza ligeramente y, con una sonrisa juguetona, dijo: "Posiblemente mañana al atardecer eso se irá, y volverás a la normalidad."

Kagami, sorprendida por el comentario, no supo cómo responder de inmediato. Sus pensamientos estaban dispersos, aun tratando de procesar todo lo que había sucedido en las últimas horas. Finalmente, logró murmurar: "Está bien... gracias." Aunque sus palabras eran simples, llevaban consigo un peso emocional, como si esa pequeña conversación fuese un ancla en medio de la tormenta que aún rugía en su mente.

Patricia cerró la puerta suavemente tras de sí y comenzó a caminar por el pasillo que la llevaría a su habitación. A medida que avanzaba, sentía cómo una marea de emociones se acumulaba dentro de ella. Apenas logró llegar a su habitación antes de ser arrollada por esos sentimientos. Al entrar, se lanzó sobre su cama, y sin poder contenerse, empezó a girar de un lado a otro, abrazando su almohada con todas sus fuerzas. "Kagami..." susurraba repetidamente, su rostro enrojeciendo al recordar la cercanía que habían compartido.

Cada vez que giraba en su cama, el recuerdo de Kagami sobre ella, con esa mirada intensa, se volvía más vívido. Patricia cerró los ojos, dejándose llevar por la oleada de emociones. "Si ellas no hubieran entrado... posiblemente nos hubiéramos besado," pensó en voz alta, la sola idea causando que su corazón palpitara más rápido. El pensamiento la hizo detenerse un momento, su rostro completamente sonrojado, antes de volver a girar con una mezcla de euforia y timidez.

Los minutos pasaban, y Patricia seguía inmersa en su propio pequeño mundo de felicidad y vergüenza. Finalmente, agotada de tanto girar, se detuvo, tumbada boca arriba, mirando el techo. Una sonrisa cálida y sincera se dibujó en sus labios mientras abrazaba su almohada con ternura. "En verdad, Kagami me gusta..." susurró, como si admitirlo en voz alta fuese un pequeño triunfo para ella. Mientras lo decía, sentía que, aunque el mundo a su alrededor seguía moviéndose, en ese momento todo estaba en su lugar. Patricia se quedó así, abrazando su almohada y sonriendo, mientras su mente navegaba por los recuerdos y las esperanzas, imaginando cómo podría ser un futuro donde esos sentimientos crecieran aún más.

Afuera, el cielo comenzaba a oscurecerse, marcando el final de un día que había sido tan complejo como significativo para ambas. La brisa fresca de la noche se filtraba por la ventana entreabierta de la habitación de Patricia, pero ella no lo notaba, perdida en sus pensamientos. Sus últimas palabras resonaban en la habitación en un susurro que apenas rompía el silencio, pero que llevaba consigo todo el peso de sus emociones: "Kagami... ¿Qué haré contigo?"

Con ese pensamiento, Patricia cerró los ojos, abrazando su almohada con más fuerza. Sabía que las cosas cambiarían, que aquel beso que no se había dado dejaba un espacio vacío que quizás algún día se llenaría. Pero por ahora, se permitiría disfrutar del calor que esa esperanza le traía, mientras el sueño comenzaba a tomarla suavemente, arrullándola en la expectativa de un mañana incierto, pero lleno de posibilidades. A las 8:50 de la noche, Kagami se levantó de su cama, sintiendo el frío de la noche filtrarse por las paredes de la casa. Se cambió de polo, optando por uno más abrigado para mantenerse cálida. Al salir de su habitación, notó que la luz de la cocina estaba encendida y se dirigió hacia allá. Al llegar, vio a Tsukasa, Miyuki, y Konata ocupadas preparando la cena. El aroma cálido de la comida llenaba el ambiente, creando una atmósfera acogedora.

Kagami saludó a las chicas, y ellas le devolvieron el saludo con sonrisas. Sin perder la oportunidad, Konata le hizo una broma: "¿Qué tal estuvo con Patricia?" La pregunta la tomó por sorpresa, y Kagami sintió cómo sus mejillas se sonrojaban ligeramente. "Ya deja eso," respondió, un tanto avergonzada, mientras trataba de disimular su incomodidad. Sin embargo, Miyuki, que estaba junto a la estufa, hizo un sonido extraño, como si algo le incomodara en la garganta.

(nota: son celos XD).

Kagami la miró preocupada. "¿Estás bien? Ten cuidado," le dijo, acercándose un poco. Miyuki asintió, recuperándose rápidamente. Konata, que había estado observando la interacción, decidió dejar de molestar a Kagami y volvió a concentrarse en lo que estaba cocinando. Miyuki, por su parte, aprovechó la pausa en su tarea para conversar un poco con Kagami.

"Me alegra verte de mejor ánimo, Kagami," comentó Miyuki con una sonrisa cálida.

Kagami, aún con la broma de Konata en mente, se sintió un poco culpable por sus anteriores arrebatos. "Miyuki... quería disculparme por lo de antes," dijo con seriedad, refiriéndose a las veces en que se había comportado de forma brusca durante los días difíciles que habían pasado.

Miyuki sacudió la cabeza suavemente. "No tienes que disculparte, Kagami. Entiendo por lo que has pasado. Todos lo entendemos. Si para ti está bien, entonces todo está bien," respondió, tratando de tranquilizar a su amiga.

Justo en ese momento, Matsuri entró en la cocina, atraída por el aroma que se esparcía por toda la casa. "¡Qué bien huele aquí!" exclamó, acercándose para ver lo que estaban cocinando. Al notar a Kagami, una sonrisa traviesa apareció en su rostro. Sin previo aviso, levantó el polo de Kagami, provocando que esta se sobresaltara, casi derramando su taza de té.

"¡¿Qué estás haciendo?!" protestó Kagami, tratando de mantener el equilibrio mientras agarraba su taza con firmeza.

Matsuri, como si no hubiera hecho nada fuera de lo común, respondió con naturalidad: "Nada, solo estaba revisando algo." Luego se quedó en silencio por un momento, antes de agregar con un tono más serio: "Ya no está."

Kagami la miró, confundida. "¿Qué no está?" preguntó, mientras su mente intentaba comprender de qué hablaba su hermana.

Matsuri señaló la zona donde había levantado el polo de Kagami. "El corte que te hizo aquella mujer, ya no está. Recuerdo que cuando te atacó, el traje que llevabas puesto se endureció con tu sangre seca, deteniendo el sangrado. Sacarlo fue difícil porque ya estaba pegado a tu piel. Pensé que al menos quedaría una cicatriz, pero ahora que lo veo, ni siquiera eso."

Kagami se quedó atónita. No había prestado atención a la herida después de la pelea, enfocándose en todo lo que había sucedido después. Pero era cierto: el corte había sanado por completo, sin dejar rastro alguno. Era sorprendente, y a la vez, inquietante, lo rápido que su cuerpo se había recuperado.

Tsukasa, que había estado observando la conversación con preocupación, se acercó tímidamente, con los ojos brillantes, como si estuviera a punto de llorar. "Kagami... ¿estás bien?" preguntó con voz temblorosa, el miedo evidente en su tono.

Kagami, al ver la preocupación en los ojos de su hermana, sintió una oleada de ternura. Sin pensarlo, la abrazó con fuerza. "No hay nada que temer, Tsukasa. Todo ha pasado, y estoy bien," le susurró, acariciando su cabello suavemente.

Tsukasa se aferró a Kagami, como si el abrazo pudiera disipar todas las sombras que aún la perseguían, luego de un rato se separan del abrazo y continuaron lo que seguían haciendo.

Kagami y las demás se separaron y comenzaron a disfrutar de la cena en familia. El ambiente en la mesa era relajado, una rara sensación de normalidad que Kagami había extrañado. Mientras comían, una sensación inquietante comenzó a surgir en su mente. Sentía como si se estuviera olvidando de algo o de alguien, pero decidió no darle importancia en ese momento.

Minoru, ryoko, kosuke y koji: No me puedo mover… dijeron ambos postrados en cama.

Estaba cansada, y su mente estaba agotada por todo lo que había sucedido recientemente.

Después de la cena, Kagami se retiró a su habitación. Se cambió, y en cuanto su cabeza tocó la almohada, sus párpados pesados se cerraron, sumergiéndola en un sueño profundo. Pensó que se despertaría a otro día más, uno como cualquier otro, pero no sería así.

Al amanecer, un sonido seco de golpes en la puerta la despertó. Aún adormilada, Kagami se levantó y abrió la puerta, solo para encontrarse con dos hombres vestidos de negro. Eran serios y no mostraban ninguna emoción en sus rostros. Uno de ellos hizo un gesto para que los acompañara, señalando hacia un auto negro estacionado frente a la casa.

Kagami estaba a punto de protestar, pero uno de los hombres interrumpió sus pensamientos diciendo: "Venimos de parte de Yukari." Al escuchar el nombre de Yukari, Kagami dudó por un momento, pero decidió seguirles. Subió al auto, donde el viaje apenas duró unos veinte minutos. Mientras estaban en el auto, Kagami suspiró, pensando que en su mejor estado físico podría haber llegado corriendo en menos tiempo, pero en su condición actual, eso era poco probable.

Al llegar, Kagami se sorprendió al ver la casa donde la llevaron. Era mucho más grande de lo que recordaba, lo cual la impresionó. Los hombres de negro la escoltaron hasta una sala y le indicaron que tomara asiento. Kagami obedeció, aunque su mente estaba llena de preguntas. Se preguntaba por qué la habían llamado, y de repente recordó algo que la hizo ponerse un poco nerviosa: el traje que le habían preparado especialmente para ella se había destruido durante la batalla, y temía que Yukari estuviera enfadada por ello. Mientras pensaba en cómo disculparse, una pequeña ranura en la mesa frente a ella se abrió, revelando una carta.

Kagami tomó la carta, y la ranura se cerró automáticamente, volviendo a parecer una parte normal de la mesa. Al leer la carta, Kagami se sorprendió al ver que estaba firmada por Yukari. La carta decía:

"Lo siento, Kagami-san. La razón por la que te llamé no fue plan mío, sino que el padre de Miyuki insistió en tener una charla contigo y no tuve otra opción más que aceptar. Lo único que te diré es que no importa lo que te diga, no aceptes nada a la ligera, porque antes él era un negociante de ventas. Con cariño, Yukari."

La carta estaba firmada con una elegante firma que reflejaba el estilo meticuloso de Yukari. Kagami, un poco desconcertada, comentó en voz baja: "Vaya, Yukari realmente se tomó su tiempo para escribir esta carta."

Justo cuando terminaba de leer, un fuerte sonido resonó en la habitación. Kagami alzó la mirada y vio a un hombre entrar. Era alto, de apariencia elegante, con un bigote perfectamente cuidado que le daba un aire de distinción. El hombre avanzó con paso seguro y se sentó frente a Kagami. La tensión en el aire era palpable, y Kagami, aún con la carta de Yukari en la mano, se preparó para lo que vendría a continuación.

El hombre la observó detenidamente antes de hablar. "Kagami-san, es un placer conocerte finalmente," dijo con una voz profunda y autoritaria. "He escuchado mucho sobre ti, y hay algo que quiero discutir contigo." Kagami mantuvo la calma, recordando el consejo de Yukari, pero no pudo evitar sentir un leve nerviosismo. ¿Qué podría querer el padre de Miyuki de ella?.

En un lugar lejano, en una instalación oculta y oscura, se encontraba el hombre conocido como 1,75, con el rostro marcado por heridas y el cuerpo visiblemente agotado. A su lado estaba el hermano de Tadao, observando en silencio, hasta que finalmente rompió el silencio con una risa burlona. "Vaya, que te dieron una paliza, ¿eh?" comentó, sin intentar ocultar su diversión.

El 1,75 soltó una risa seca, encogiéndose de hombros. "Sí, ya estaba agotado de tanto haber peleado," respondió, pero su tono carecía de convicción. El hombre que lo acompañaba, sabiendo bien que era una mentira, simplemente asintió, sin darle más importancia. Ambos sabían que la verdadera razón detrás de la derrota que tubo del 1,75 era más profunda que lo que pensaba.

El 1,75 desvió su mirada hacia una chica que yacía inconsciente en una mesa cercana, una de las víctimas de su lucha anterior. Frunció el ceño y preguntó con un tono de curiosidad: "¿Y qué piensas hacer con ella?"

El hermano de Tadao observó a la chica con una mirada fría y calculadora. "Parece que está recuperando la conciencia... Ya veré qué hago con esta mujer," respondió, sin emoción, como si estuviera hablando de un objeto inanimado y no de un ser humano. Sus ojos la escrutaban con desprecio, como si estuviera evaluando su utilidad.

El 1,75 asintió lentamente. "Ya veo," murmuró, antes de darse la vuelta para salir del lugar. Mientras caminaba por los oscuros pasillos de la instalación, los recuerdos de su reciente enfrentamiento con Kagami comenzaron a invadir su mente. La imagen de sus ojos, llenos de determinación y rabia, lo perseguía. Y entonces, recordó ese momento fugaz durante la pelea... el momento en que su propio grito de miedo rompió la tensión en el aire.

"¿Por qué grité de miedo?" pensó, su mente girando en un torbellino de confusión y vergüenza. La lucha había sido intensa, pero no era el dolor físico lo que lo había desestabilizado; era el miedo, un miedo visceral que no había sentido en años.

Finalmente, llegó a una esquina oscura y solitaria, donde se dejó caer al suelo, abrazando sus piernas y escondiendo su rostro entre sus rodillas. "¿Esto es realmente lo que quería?" se preguntó en voz baja, su voz temblando con una mezcla de desesperación y duda. El hombre que había luchado durante tanto tiempo, que había perseguido sus objetivos con una voluntad inquebrantable, ahora se sentía perdido.

Capítulo 28: Coraje.

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