Capítulo 28: Coraje.

El padre de Miyuki, un hombre elegante y de voz distinguida, se sentó frente a Kagami. "Buenas tardes, Hiragi-san. Mi nombre es Takeshi Sakuraba." Su tono dejaba claro que estaba acostumbrado a tratar con personas de alto nivel. Kagami, nerviosa, saludó de la misma manera, sintiéndose fuera de lugar en la presencia de alguien tan imponente.

Takeshi permaneció en silencio por unos momentos, como si estuviera pensando en cómo abordar el tema. Luego, con un suspiro, dijo: "Gracias, Kagami-san."

Kagami parpadeó, confusa. "¿Por qué me agradece?"

"Por muchas cosas, la verdad. Entre ellas, por haber salvado a mi hija." Kagami trató de recordar cuándo exactamente había hecho algo por Miyuki, pero todo era un borrón, especialmente después de la última batalla. Tal vez se refería a algo que ocurrió durante ese caos.

"Como muestra de mi gratitud, me gustaría ofrecerte un banquete," continuó Takeshi. Kagami, algo aliviada, aceptó la oferta, pensando que al menos eso sería sencillo de manejar.

Takeshi chasqueó los dedos, y un mayordomo apareció como por arte de magia. "Tu premio quizás sea pequeño," dijo el padre de Miyuki, "pero me encantaría que lo aceptaras, aunque solo sea para empezar."

"¿Para empezar?" Kagami repitió, sin saber qué esperar.

"Te ofrezco mil millones de yenes."

Kagami casi se atragantó con su propia sorpresa. "¿Mil millones de yenes? ¿Ese es el aperitivo?" pensó, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Sin dudarlo, aunque tratando de mantener una sonrisa que apenas lograba ser convincente, dijo: "Eh... no lo quiero."

Takeshi se sobresaltó. "¿¡Por qué?!"

Kagami también se alteró, sintiendo la presión de la situación. "¡Eso debería decir yo!" gritó en su mente antes de responder: "Una joven no puede tener esa cantidad de dinero. Para algunos, les destruirá su sentido del valor y los incitará al camino de la depravación... así que de ninguna manera aceptaré ese dinero."

Takeshi la miró desconcertado y agregó: "Hasta pensaba darte tierras y un coche personal, incluyendo un sirviente..."

Kagami, manteniéndose firme, replicó: "Con solo sus buenas intenciones basta."

"¡¿Al menos tomarás el derecho de llamarme papá?!" exclamó Takeshi, como si esa fuera la cuestión más urgente del mundo.

"¿¡Eso es importante ahora?! ¡¿Por qué saca el tema tan de repente?!" Kagami se sentía cada vez más abrumada por la situación. No entendía por qué el padre de Miyuki estaba hablando de dinero y tierras de una manera tan casual, como si estuviera ofreciéndole un dulce a un niño. Para Kagami, todo era demasiado repentino e incomprensible y no sabía cómo manejarlo.

En ese momento, la puerta se abrió y Miyuki entró, vistiendo un elegante vestido de una sola pieza. Su apariencia era delicada y hermosa, pero la atmósfera ya tensa se intensificó con su presencia. Kagami y Takeshi se sentaron de inmediato, esperando lo que vendría.

"Lamento la demora y los problemas que te ha causado mi padre," dijo Miyuki con una voz suave, su tono reflejando una mezcla de timidez y vergüenza. "También lamento no haberte saludado antes, Kagami-san, pero… quisiera hablar… contigo a solas..."

Kagami se sintió aliviada al escuchar su voz, pero también notó el ligero rubor en las mejillas de Miyuki, lo que la hizo sentirse aún más incómoda. Antes de que pudiera responder, Takeshi se entero de la situación y volvió hacia su sirviente y ordenó: "Dile a todos los demás que dejen la casa hasta mañana por la mañana."

"¡¿Por qué?!" gritó Kagami en su mente, tratando de procesar lo que estaba ocurriendo.

Miyuki, visiblemente nerviosa, tartamudeó, "No es eso..." pero su padre la interrumpió, diciéndole que estaba bien y que dejarían la conversación para otro momento. Sin más palabras, Takeshi se levantó, salió de la habitación con el sirviente y desapareció, dejando a Kagami y Miyuki solas en la amplia sala.

El silencio que siguió fue incómodo, casi insoportable para Kagami, quien ya estaba mentalmente agotada por todo lo que había ocurrido ese día. Miyuki, con un aire más decidido, le dijo suavemente, "Acompáñame a mi cuarto."

Kagami suspiró, cuestionándose internamente por qué tenían que hablar en su cuarto cuando podrían hacerlo en la sala. Sin embargo, la fatiga y la curiosidad la llevaron a aceptar. "Está bien," respondió, intentando sonar relajada, aunque su mente estaba en caos.

Ambas se levantaron y caminaron en silencio hacia el cuarto de Miyuki. Mientras caminaba detrás de ella, no podía evitar sentirse abrumada por la situación. Los pensamientos corrían por su mente, y sin querer, la influencia del comportamiento extraño del padre de Miyuki la hacía imaginar escenarios incómodos.

"Todo esto es culpa de ese viejo..." pensaba Kagami, sintiendo que su rostro se calentaba aún más. "Me está haciendo pensar cosas raras..."

Cuando Miyuki abrió la puerta de su cuarto, Kagami trató de calmarse, tomando una respiración profunda. Pero la incomodidad no se iba del todo, ya que no podía dejar de preguntarse qué querría Miyuki hablar con ella en un lugar tan privado.

En el cuarto, la atmósfera se sentía densa y cargada. Miyuki, con su delicado vestido de una sola pieza, se sentó en su cama, y con un gesto tímido, invitó a Kagami a hacer lo mismo. Kagami, que ya estaba nerviosa por la serie de eventos recientes, sentía su corazón acelerarse. En su interior, no podía evitar gritar: "¿Por qué aquí? ¿Por qué en la cama?" Se tranquilizó, aunque solo un poco, y decidió sentarse, pero mantuvo una prudente distancia de Miyuki, evitando contacto directo.

Miyuki, notablemente avergonzada, jugueteaba con su cabello mientras intentaba encontrar las palabras correctas. Finalmente, habló, aunque con voz baja y temblorosa. "Me gustaría pedirte un favor, Kagami-san... Aunque puedes rechazarlo, si así lo prefieres..."

Kagami, incómoda y con la mente llena de pensamientos contradictorios, sintió que la tensión aumentaba en la habitación. Miyuki parecía estar luchando consigo misma, y tras unos minutos de silencio, finalmente estalló en un torpe intento de hablar. "¡Qui… quiero que seas mi novia!"

Kagami quedó en blanco, como si el mundo se hubiera detenido por un instante. Su mente no pudo procesar lo que acababa de oír. "¿Eh?", fue lo único que pudo articular, con una mezcla de confusión y sorpresa.

Miyuki, al darse cuenta de su error, se sonrojó intensamente, cubriendo su rostro con ambas manos por la vergüenza. Luego, con la voz temblorosa, intentó corregirse. "No, no me refería a eso... Lo que quería decir es que... quiero que finjas ser mi novio."

Kagami sintió un alivio repentino, pero al mismo tiempo, una nueva ola de confusión la invadió. A pesar de la aclaración, la petición seguía siendo extraña, y no pudo evitar sentirse aún más incómoda. Miyuki, sintiendo la incomodidad en el aire, decidió explicar su petición.

"Verás... por ser parte de una familia adinerada, siempre hay compromisos... Y... no quiero caer en uno de esos matrimonios arreglados." Miyuki bajó la mirada, claramente afectada por la situación. "Por eso, pensé que, si finjo tener un novio, podría evitar todo eso. Y... bueno, tú eres la única persona en la que confío lo suficiente como para pedirle esto... Por favor, Kagami-san, ¿podrías ayudarme?"

Kagami se quedó en silencio, procesando lo que Miyuki acababa de decir. La situación era mucho más complicada de lo que había imaginado, y aunque entendía las razones de Miyuki, no podía evitar sentirse abrumada por la petición. Además, las palabras del padre de Miyuki resonaban en su mente, haciendo que sus pensamientos se desviaran en direcciones que no deseaba. Finalmente, suspiró profundamente y miró a Miyuki, tratando de darle una respuesta adecuada.

En otro lugar:

Minami estaba en su cuarto, sumida en sus pensamientos mientras examinaba con detenimiento un pequeño cajón en su escritorio. Dentro del cajón, descansaban unos pendientes antiguos, con intrincados diseños de plata y gemas en tonos profundos de azul y verde. Cada pendiente tenía un pequeño colgante en forma de lágrima que brillaba tenuemente cuando el sol se reflejaba en ellos. Minami los miraba fijamente, su mente aparentemente atrapada en un mar de recuerdos y emociones.

De repente, una voz que parecía provenir del techo la sorprendió, haciéndola saltar en su asiento. "Veo que tu corazón está en conflicto", dijo la voz, cargada de una sabiduría que Minami no pudo identificar de inmediato.

Minami se giró con rapidez, buscando la fuente de la voz. "¿Eres... el padre de Miki?" preguntó, su voz temblando ligeramente por la sorpresa y el temor.

Desde una sombra en el techo, el viejo descendió suavemente, aterrizando con gracia en el suelo. Su presencia era imponente, a pesar de su avanzada edad. Vestía con elegancia, en un traje oscuro con detalles sutiles que hablaban de una vida de refinamiento y poder. Su rostro estaba marcado por líneas de sabiduría y experiencia, y sus ojos reflejaban una profundidad que Minami encontró desconcertante.

"Sí, soy yo," respondió el viejo con una inclinación de cabeza. "Me preguntaba si podríamos hablar."

Minami se recuperó rápidamente del sobresalto inicial, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza. Asintió, señalando una silla cercana para que el anciano se sentara. Se sentó en la silla opuesta, sintiendo el peso de la conversación que estaba a punto de comenzar.

"Claro, señor… ¿cómo debo llamarte?" preguntó Minami, su voz un poco temblorosa.

"Puedes llamarme Masaru," dijo el viejo mientras se acomodaba en la silla. "No es necesario el honorífico, Minami. Ahora, hablemos."

Minami observó a Masaru, preguntándose qué motivos tenía para buscarla. La habitación quedó en silencio durante unos minutos mientras Minami, visiblemente incómoda, trataba de mantener la compostura. Sin embargo, el anciano Masaru observaba cada detalle, sus ojos penetrantes notando la leve tensión en su postura. Finalmente, el viejo rompió el silencio.

"Estás sufriendo por un amor no correspondido, ¿verdad?" dijo con una voz suave, pero directa.

Minami parpadeó, sorprendida. "¿De qué estás hablando?" respondió rápidamente, intentando esconder su reacción. Ella siempre había sido alguien que mantenía sus emociones bien guardadas, y que Masaru pudiera leerla con tanta facilidad la tomó por sorpresa. Su rostro, que intentaba permanecer neutral, reflejó una chispa de incredulidad.

Masaru la miró con una leve sonrisa. "Sabía que estaba en lo cierto", dijo con calma, observando cómo la expresión de Minami traicionaba su intento de negarlo.

Minami abrió la boca para objetar, tratando de encontrar las palabras correctas para desviar el tema, pero antes de que pudiera articular algo, la puerta de la habitación se abrió bruscamente. Miki apareció en el umbral, su mirada fija en Masaru.

"¡¿Qué haces aquí molestando a Minami?!" gritó Miki, sin ocultar su enfado.

Antes de que Masaru pudiera responder, Miki se acercó rápidamente, agarrándolo sin dudarlo y levantándolo como si no pesara nada. "¡Vámonos de aquí!" le dijo mientras lo cargaba hacia la puerta.

Masaru, sin perder su compostura, murmuró mientras lo llevaban fuera: "Hija, bájame. Puedo caminar solo."

Pero Miki, claramente irritada, respondió sin detenerse: "No."

Mientras los dos desaparecían por el pasillo, Miki se giró brevemente hacia Minami. "Lo siento mucho por esto. Mi padre no tiene límites."

Minami, todavía sorprendida por la rápida secuencia de eventos, logró sonreír débilmente. "Está bien, no te preocupes."

Cuando las voces de Miki y Masaru se desvanecieron, Minami se quedó sola, reflexionando sobre lo que sucedió.

En otro lugar cerca de ahí:

Ryoko y Kosuke, ya recuperados de aquella intensa pelea, caminaban por un sendero tranquilo, disfrutando del aire fresco y de la serenidad del entorno. Mientras avanzaban, Kosuke se quejaba con una ligera sonrisa, tocándose las costillas. "Todavía no puedo creer que Kagami se haya despertado antes que nosotros. ¡Es como si nunca hubiera estado herida!" comentó, casi incrédulo.

Ryoko asintió, mirando al cielo. "Sí, pero bueno, estábamos hablando de Kagami, después de todo. No deberíamos sorprendernos tanto."

Kosuke soltó una risa irónica. "Tienes razón. Con ella, nada es normal." Hizo una pausa antes de cambiar de tema. "¿Y qué hay de Minoru? ¿Has sabido algo de él?"

"Se fue a su trabajo," respondió Kosuke encogiéndose de hombros. "Parece que está ocupado con sus cosas."

Ryoko miró de reojo a Kosuke mientras seguían caminando. Después de un rato de silencio, habló con un tono más serio. "Tú también has cambiado, ¿sabes? No solo en cómo peleas, sino en tu forma de ser... tu carácter."

Kosuke la miró, sorprendido por la observación. "¿Ah, sí? Supongo que tienes razón. Esa última pelea me hizo ver las cosas de forma diferente. Como que... me dio una nueva perspectiva."

Ryoko sonrió suavemente, asintiendo. "Ya veo. Me alegro por ti."

Kosuke frunció el ceño, notando el tono de voz peculiar de Ryoko. "¿Y qué pasa con esa forma de hablar? ¿Te estás burlando de mí?"

Ryoko soltó una risa ligera, deteniéndose por un segundo para mirarlo con picardía. "¿Burlarme? ¡Claro que no!" respondió mientras comenzaba a caminar más rápido.

"¡Espera!" gritó Kosuke, acelerando el paso para alcanzarla. Ryoko se rió mientras se alejaba, adentrándose en unos arbustos cercanos, y Kosuke la persiguió un poco enojado. Los sonidos de sus voces se perdieron entre los árboles, hasta desaparecer.

De regreso a kagami:

Kagami suspiró, sintiendo el peso de la situación en sus hombros, y finalmente dijo, con resignación en su voz: "Si te parece bien que esté contigo, entonces está bien...". Apenas terminó de hablar, pudo ver cómo los ojos de Miyuki se iluminaban de pura emoción. Sin poder contenerse, Miyuki dio un pequeño grito de alegría y, sin pensarlo, se abalanzó hacia Kagami, abrazándola con fuerza.

"¡Gracias, gracias, gracias!" exclamó Miyuki, apretando a Kagami con todo su entusiasmo. Kagami, en cambio, sintió cómo todo el calor subía a su rostro, volviéndose completamente roja por la vergüenza. Su cuerpo se tensó ante el abrazo inesperado, y con una voz temblorosa y nerviosa, apenas pudo decir: "¡Ca-cálmate! ¡Esto es vergonzoso en varios sentidos!" Su corazón latía con fuerza, no solo por el abrazo, sino por la confusión emocional que la envolvía.

Mientras Kagami intentaba apartar suavemente a Miyuki, la puerta de la habitación se abrió de repente, interrumpiendo el momento. Ambas chicas giraron rápidamente la cabeza hacia la puerta, sus ojos ampliándose al ver a Takeshi, el padre de Miyuki, parado en el umbral. Takeshi, con una expresión educada y despreocupada, entró al cuarto con una bandeja de bocadillos, diciendo con una voz tranquila: "Qué descortesía no haberles traído unos bocadillos antes."

Pero cuando Takeshi vio la escena frente a él —su hija abrazando estrechamente a Kagami—, sus ojos se abrieron ligeramente por la sorpresa. Rápidamente, retrocedió con un movimiento elegante y forzado, cubriéndose la boca con una mano, claramente incomodado. "Oh... lo siento, continúen con lo que estaban haciendo," dijo con una voz falsamente cortés, mientras hacía una reverencia respetuosa y se disponía a salir.

El silencio se rompió cuando tanto Kagami como Miyuki gritaron al unísono, sus rostros completamente rojos de vergüenza: "¡No se trata de eso!" Sus voces resonaron en la habitación mientras el calor en sus mejillas aumentaba, y el padre de Miyuki apenas podía ocultar una sonrisa divertida antes de cerrar la puerta con discreción.

Kagami y Miyuki se miraron mutuamente, la incomodidad palpable en el aire. Kagami no podía evitar sentir que la situación se había salido completamente de control. Sus pensamientos eran un torbellino de emociones, mientras Miyuki, aún sonrojada, soltaba una tímida risa, tratando de disipar la vergüenza del momento. Después de que Takeshi abandonara la habitación, Miyuki intentó romper el hielo, aún sonrojada y con una risa nerviosa en su voz. "En verdad... gracias," murmuró, jugando con las puntas de su cabello mientras desviaba la mirada. "No quiero casarme con alguien que no amo..."

Kagami, sentada aún en la cama, reflexionó sobre esas palabras. De repente, las insistencias de Takeshi de minutos atrás cobraron sentido. Su padre había estado tan insistente y, ahora, Kagami entendía por qué. Él solo quería asegurarse de que su hija estuviera bien emparejada. Pero, mientras el razonamiento se formaba en su mente, otra pregunta surgió inevitablemente: "¿Por qué yo?"

Ese pensamiento, sin embargo, fue rápidamente interrumpido por la voz tímida de Miyuki que la sacó de sus cavilaciones. "Si vas a ayudarme... tendrás que tomar eso de nuevo..." Kagami frunció el ceño, sin entender a qué se refería Miyuki en un principio. Pero, poco después, el recuerdo de lo que había pasado antes le llegó de golpe. La fórmula de Patricia, aquella que la transformaba en hombre.

Suspirando, Kagami asintió con resignación. "Sí... parece que será necesario si queremos que esto sea convincente." Su tono era de incertidumbre, como si aún no estuviera del todo segura de lo que estaba aceptando.

"¿Me das un momento?" Kagami pidió con un ligero movimiento, y Miyuki asintió comprensivamente. Kagami bajó de la cama, su corazón latiendo con fuerza. Con pasos lentos, caminó hacia la ventana. Abrió el celular, y antes de marcar, soltó un profundo suspiro, como si necesitara prepararse mentalmente para lo que venía.

Finalmente, marcó el número de Patricia. El sonido del timbre resonó en sus oídos hasta que, después de algunos tonos, la conocida voz de Patricia respondió al otro lado de la línea. "Kagami, ¿qué sorpresa? No es común que me llames," dijo Patricia con una ligera curiosidad en su tono. Kagami, sin embargo, estaba demasiado nerviosa para responder adecuadamente. Su garganta se sentía seca, y las palabras se atoraban en su mente. Finalmente, lo soltó en un tono casi jadeante, lleno de vergüenza y tensión: "qu…quie... quiero que me des eso de nuevo, me lo puedes dar?... porfavor…."

Patricia quedó en silencio. Kagami apretó el teléfono contra su oreja, notando la tensión que invadía el otro lado de la llamada. El silencio era ensordecedor, y Kagami, en su nerviosismo, rápidamente corrigió sus palabras. "Lo siento... me refería a la fórmula... la que me transforma en hombre... la necesito de nuevo."

Patricia, aún atónita por la forma en que Kagami había expresado su petición, respondió en voz baja, con una mezcla de vergüenza y sorpresa. "¿Eso...? Claro, Kagami... no hay problema..." Su voz temblaba ligeramente. Kagami, aunque algo confundida por el tono de Patricia, mantuvo su atención en el asunto. "¿Puedo saber por qué la necesitas?"

"Una misión," respondió Kagami rápidamente, tratando de evitar cualquier explicación innecesaria. No quería que nadie más supiera sobre el plan que había hecho con Miyuki. Era un secreto que debía permanecer entre ellas.

Patricia dudó por un momento, pero luego aceptó. "De acuerdo... pero hay dos cosas que debes saber antes de que te la dé." Kagami frunció el ceño. "Dime," respondió con firmeza.

"Primero... me deberás un favor a cambio de la fórmula," dijo Patricia. Kagami asintió mentalmente, sabiendo que no tenía otra opción. "Y lo segundo... la fórmula durará una semana entera. ¿Estás segura de que quieres seguir adelante?"

El silencio llenó el aire mientras Kagami consideraba sus opciones. Una semana... Era más tiempo del que había esperado, pero no tenía elección si quería que el plan de Miyuki funcionara. Después de unos segundos, respondió con determinación. "Sí, estoy segura. ¿Cuál es el favor que me pedirás?"

Patricia, aún con voz temblorosa, respondió: "Eso te lo diré después de que termines tu misión." Kagami suspiró, aliviada de que, al menos por ahora, no tendría que preocuparse por lo que Patricia le pediría a cambio. "Está bien. Gracias," dijo finalmente.

"De nada..." respondió Patricia con una voz casi inaudible antes de que Kagami colgara el teléfono.

Mientras Kagami regresaba al lado de Miyuki, Patricia, del otro lado de la línea, se dejó caer lentamente al suelo, apoyando una mano en su pecho. Su corazón latía con fuerza, y su rostro estaba completamente sonrojado. "Eso... realmente me tomó por sorpresa..." murmuró para sí misma, apretando los labios. "No esperaba que me lo pidiera así, tan directamente... ¡Casi hace que mi corazón se detenga!" Patricia respiraba con dificultad, aun recuperándose del impacto emocional que la llamada le había causado. "¿Para qué necesitará esa fórmula...?" se preguntó en voz baja, un poco confundida, pero también intrigada.

Volviendo con Miyuki, Kagami se sentó junto a ella. Ahora, con el acuerdo cerrado, sabían que la verdadera prueba estaba por comenzar.

Capitulo 29: La cita de miyuki y kagami.