Capítulo 30: Sentimientos y una petición.

Kagami se quedó congelada por un momento, su mente aturdida por las palabras de Minami. El color en sus mejillas se intensificó hasta que parecía un tomate maduro. "¿Te gusto…?" murmuró con voz entrecortada, su mirada incrédula buscando algún tipo de broma en los ojos de Minami.

Sin responder, Minami tomó la mano de Kagami con firmeza y, sin decir una palabra más, tiró de ella para alejarla del bullicio de los estudiantes. Kagami, sorprendida, trató de resistirse, pero su cuerpo parecía responder de manera automática. "¡Espera! ¿Qué estás haciendo?", exclamó, pero Minami no se detuvo hasta que ambas estuvieron lo suficientemente lejos de las miradas ajenas.

Finalmente, cuando Minami se detuvo, Kagami dejó escapar un largo suspiro, mirando a su alrededor antes de fijar sus ojos en Minami. "¿Qué fue eso? ¿Otra de tus bromas pesadas?" preguntó con el ceño fruncido, tratando de recuperar algo de control en la situación. "Recuerda que ya no pienso jugar de nuevo a la parejita de aquella vez."

Minami no la miró directamente, girando la cabeza a un lado mientras respondía en voz baja. "No es un juego. Y nadie me retó…" Su tono era serio, mucho más de lo que Kagami había esperado. La tensión en el aire era palpable.

Kagami frunció el ceño, sintiendo que algo importante estaba por revelarse. "Está bien... pero al menos dime qué fue todo eso con tu declaración."

Los ojos de Minami, normalmente tranquilos, brillaban con una mezcla de emociones que Kagami no podía descifrar del todo. "Yo… llevo muchos años arrepintiéndome de lo que te hice…y se que posiblemente te haya lastimado en ese entonces" Minami susurró, su voz llena de remordimiento. Kagami trató de restarle importancia, encogiéndose de hombros. "No te preocupes, ya lo sabía."

Minami apretó los labios, claramente sintiendo que había más que decir. "Aun así," continuó, jugando nerviosamente con sus dedos, "yo antes... tú sabes… solía ser más habladora, abierta en cierto modo. No tanto como alguien normal, pero cuando estaba contigo... sin darme cuenta, comencé a hablar más de lo necesario."

Kagami se quedó pensativa por un momento, recordando aquellos días. "Es cierto, solías ser muy habladora. Pero eso no responde a mi pregunta sobre tu declaración."

Antes de que pudiera decir más, Minami la interrumpió de nuevo, esta vez con una voz que empezaba a quebrarse. "Yo… no pienso mentirme más. No quiero estar siempre detrás, sin siquiera intentarlo." Sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, y su respiración era irregular. "Por eso, Kagami-san... no, Kagami… ¿podrías salir conmigo?, No como una broma... sino ¿en una relación seria?." Las últimas palabras fueron casi un grito, como si con cada sílaba Minami estuviera a punto de romperse.

Kagami sintió que el mundo se detuvo por un momento. Estaba impactada. Ver a Minami, normalmente tan controlada, al borde de las lágrimas la descolocaba por completo. No sabía cómo responder. La preocupación en su rostro era evidente, y Minami, al notarla, interpretó su silencio como un rechazo. La tristeza se filtró en sus ojos, y su cuerpo pareció encogerse ante la idea de ser rechazada.

Kagami respiró profundamente, intentando calmar sus pensamientos. "Minami..." comenzó, con voz suave. "Me alegra que seas la primera chica que me ha confesado sus sentimientos, pero ahora mismo no estoy para relaciones." Hizo una pausa, su puño apretándose contra su pecho, como si sostuviera un dolor invisible. "No hasta que esta batalla termine. No puedo soportar la idea de perder a alguien que quiero delante de mis ojos otra vez… no lo perdonaría." Sus palabras eran duras, cargadas de un miedo profundo, mientras miraba al suelo con los ojos llenos de tormento.

Minami, con lágrimas apenas contenidas, escuchaba en silencio, sus ojos fijos en Kagami. Sin embargo, antes de que Kagami pudiera continuar, Minami dio un paso adelante, limpiando sus ojos rápidamente. "No importa," dijo en voz baja, con una suave sonrisa en los labios, "te esperaré el tiempo que sea necesario."

Kagami levantó la vista, sorprendida por la sonrisa cálida de Minami. Se quedó callada, sin saber qué decir ante tal muestra de paciencia y comprensión. Entonces, Minami se acercó aún más, tomando suavemente la mano de Kagami y llevándola hacia su rostro, apoyando la palma de Kagami contra su mejilla. "No voy a retroceder más," susurró, sus ojos cerrándose mientras se acurrucaba contra la mano de Kagami. "Y ya no pienso huir."

El corazón de Kagami se contrajo de dolor y tristeza. Había demasiadas emociones girando en su pecho, pero en ese instante, solo por ese breve momento, se sintió extrañamente relajada. Todo lo que había estado sintiendo pareció calmarse por un segundo, como si el contacto con Minami le ofreciera un respiro temporal.

Minami bajó la mano de Kagami lentamente, pero antes de que Kagami pudiera reaccionar, sintió los suaves labios de Minami presionándose contra la mano que sostenía minami. El beso fue inesperado, dulce y lleno de una tristeza silenciosa que hacía eco de los sentimientos no expresados entre ambas. Kagami se sobresaltó, sus ojos abriéndose de golpe mientras retrocedía, completamente sonrojada.

Minami soltó una pequeña risa al ver la reacción de Kagami. Minami, aún con una sonrisa suave, miró a Kagami y comentó, con un tono juguetón: "Konata tenía razón... te ves adorable cuando te sonrojas." Pero luego, su expresión se tornó un poco más seria mientras preguntaba: "¿Hasta cuándo tendrás ese cuerpo?"

Kagami, saliendo de su sonrojo, suspiró y respondió: "En cinco días más. No durará mucho." Apenas terminó de hablar, Konata y Misao aparecieron de la nada, irrumpiendo en la conversación.

"¿Escuché bien o acabo de oír a Minami declararse a mi Kagamin?" dijo Konata con una mezcla de sorpresa y picardía.

Kagami, con los ojos en blanco, replicó rápidamente: "¡No soy de nadie! Y Misao, ¿puedes bajarte?" Pero Misao, gruñendo como un toro molesto, no parecía dispuesta a ceder.

"¿Qué le pasa ahora?" preguntó Kagami, exasperada.

Misao, con una mueca en su rostro, respondió: "Eres una chica mala, Kagami, ¡mereces un castigo!" Y, sin previo aviso, empezó a intentar hacerle llaves de lucha. Kagami apenas lograba mantener el equilibrio, sosteniéndose en una sola pierna para no caer.

"¡Konata, ayúdame!" exclamó Misao, y Konata, sonriendo con malicia, se unió al ataque, logrando que Kagami finalmente cayera al suelo con ambas sobre ella.

"¡Aléjense de mí!" gritó Kagami, con una mezcla de frustración y cansancio. "Está bien, les compraré crepes cuando salgamos, ¡pero bájense de una vez!"

Al oír la palabra "crepes", tanto Misao como Konata se detuvieron, bajándose rápidamente de Kagami. Aliviada, Kagami se sentó y suspiró. "Gracias..."

Pero Konata, con una mirada de sospecha, habló de nuevo, y esta vez su tono era más serio. "Pero dime, ¿qué pasó con esa confesión? ¿Cuál es tu respuesta?"

Kagami, con una sonrisa traviesa, respondió: "Eso es un secreto." Después de decir eso miró a Konata con ojos juguetones y se rió suavemente. "No me digas que tú estás celosa…"

El rostro de Konata se sonrojó instantáneamente, explotando con su característico tono exagerado. "¡NO ESTOY CELOSA!"

"Sí, sí, lo que digas," dijo Kagami, riendo entre dientes, claramente disfrutando de la reacción de Konata que rara vez se veía.

Misao, queriendo evitar más discusiones, intervino: "¿Podemos ir las cuatro juntas a casa?"

Kagami asintió, levantándose del suelo y sacudiéndose el polvo de la ropa. "Está bien, vámonos." Pero antes de marcharse, recordó que su hermana la estaba esperando en la otra puerta. Caminó hacia ella, encontrándose con Tsukasa, quien la miraba con una mezcla de curiosidad e impaciencia.

"¿Por qué te demoraste tanto?" preguntó Tsukasa, con una expresión ligeramente preocupada.

Kagami suspiró, encogiéndose de hombros. "Tuvimos un pequeño inconveniente."

Así, las cuatro comenzaron a caminar juntas hacia el puesto de crepes. Konata, aún algo molesta por la conversación anterior, comentó en tono de queja: "No puedo creer que justo hoy, cuando te animas a asistir, Miyuki se enferme."

Tsukasa, siempre la más empática, sugirió: "Tal vez deberíamos ir a verla..."

Pero Kagami, con un tono más realista, respondió: "Ya es tarde. Será mejor no molestarla ahora."

Sin previo aviso, Misao salió corriendo hacia el puesto de crepes, emocionada por ser la primera en recibir uno. Konata la siguió rápidamente, y luego Tsukasa fue detrás de ellas. Kagami, observando la escena con una mezcla de resignación y diversión, suspiró.

El hombre del puesto de crepes la miró, esperando. "¿Quién va a pagar?"

Kagami metió la mano en su bolsillo, sacó un billete de 10,000 yenes y se lo entregó. "Aquí tienes," dijo, tomando el cambio mientras observaba a sus amigas disfrutar de sus crepes. Mientras caminaba con ellas, Misao le ofreció a Kagami un trozo de su crepe. Kagami, con su habitual tono indiferente, dijo: "No quiero, gracias." Sin embargo, Tsukasa, con una sonrisa preocupada, comentó: "Es que nos sentimos mal de que no comas nada, a pesar de que pagaste todo…"

Kagami suspiró, resignada. "Está bien, está bien." Luego miró a Misao y le preguntó: "¿De qué sabor es el tuyo?"

"Plátano" respondió Misao, inflando el pecho con orgullo.

Kagami asintió y luego dirigió su mirada a Konata, quien mordía su crepe con una sonrisa. "¿Y tú, Konata? Déjame adivinar… ¿chocolate?"

Konata asintió con entusiasmo. "¡Sí, chocolate! ¿Qué más podría ser?"

Kagami rodó los ojos con una sonrisa irónica. "Siempre escoges chocolate, ¿verdad?"

Sin más preámbulos, Kagami decidió probar el crepe de Misao, dándole un pequeño mordisco. Pero justo en ese momento, Konata soltó, con un tono juguetón: "¡Eso es un beso indirecto!"

El comentario hizo que Kagami casi se atragantara con el crepe, tosiendo ligeramente mientras miraba a Konata con incredulidad. "¡No digas esas tonterías!" exclamó, tratando de recuperar la compostura.

Konata, haciendo un puchero, añadió en tono algo molesto: "¡Bien que comes de Misao, pero no de mí!"

Kagami suspiró, sabiendo que la única manera de calmar a Konata era dándole el gusto. "Está bien, está bien..." Sin más rodeos, Kagami tomó la mano de Konata y le dio un mordisco a su crepe de chocolate. Luego la miró, arqueando una ceja y con una ligera sonrisa. "¿Ahora estás satisfecha?"

Konata, con una sonrisa victoriosa, asintió emocionada. "¡Sí, ahora sí!"

Después de ese momento, las cuatro continuaron caminando tranquilamente. Kagami, aliviada de que la situación se hubiera calmado, no notó el pequeño detalle y era que Misao y Konata. Ambas se quedaron mirando el lugar exacto donde Kagami había mordido sus crepes, casi como si ya no quieran comer más, pero aun así caminaron tranquilamente entre las cuatro.

En la casa de miyuki:

Miyuki se despertó de repente con un estornudo suave, ella se sentía un poco mareada por lo ocurrido la noche anterior. Con los ojos aún entrecerrados, cogió sus lentes del escritorio y se los puso. Al sentarse en la cama, apretó las cobijas con fuerza, arrugándolas, mientras soltaba un leve murmullo. "Tuve un increíble sueño," dijo en voz baja, casi como si tratara de convencerse. Con una ligera sonrisa, se golpeó suavemente las mejillas con las manos para despejarse el pequeño rubor en su rostro.

Sin embargo, la puerta se abrió de repente, revelando a Yukari, su madre, quien entró con una sonrisa tranquila. "¿Cómo te encuentras?" preguntó con tono casual.

"Ya estoy un poco mejor," respondió Miyuki, sintiendo un pequeño alivio.

"Qué bien," dijo Yukari con una sonrisa pícara "Y... ¿qué tal fue?"

"¿Qué fue de qué?" Miyuki la miró confundida.

"Vamos, no te hagas. Kagami te trajo a tu cuarto anoche y vi su cara. Algo pasó," comentó Yukari con una sonrisa aún más traviesa, observando cada detalle de la reacción de Miyuki.

De repente, el rostro de Miyuki se congeló. Abrió la boca, como si quisiera decir algo, pero las palabras no salían. Sus orejas comenzaron a calentarse visiblemente. "Entonces... no fue un sueño," murmuró con una voz entrecortada, su vergüenza apoderándose de su expresión. Se cubrió la cara con las manos, apretando los ojos mientras trataba de asimilar lo que acababa de pasar esa noche.

"¡Ah, entonces sí pasó algo!" exclamó Yukari, sorprendida, mientras una sonrisa de satisfacción cruzaba su rostro.

Miyuki, en su desesperación, bajó las manos lentamente. "Yo... yo besé a Kagami," confesó con una mezcla de vergüenza y nerviosismo, su voz temblorosa mientras evitaba mirar a su madre.

Yukari, sorprendida por la confesión, preguntó con entusiasmo: "¿Tú la besaste?"

Miyuki asintió, sintiendo cómo su vergüenza aumentaba con cada segundo. "¡¿Qué hago ahora?!" exclamó, mordiéndose el labio, "No podré verla a la cara... ¡Seguramente me odia!"

"Vamos, no pienses así," respondió Yukari con calma, intentando tranquilizarla. "A pesar de lo que pasó, Kagami nos pidió que te cuidáramos. Incluso dijo que vendrá a verte cuando tenga tiempo."

"¿De verdad...?" Miyuki suspiro de alivio, pero su mente seguía agitada. "Aun así... no sé qué decirle cuando la vea."

Yukari, con una risa suave, le acarició la cabeza. "Eso lo dirá tu corazón, hija."

Después de aquellos días intensos, casi cinco habían transcurrido, pero Kagami aún mantenía su cuerpo masculino. Durante ese tiempo, hubo pequeños cambios notables. Minami, quien antes parecía distante, ahora saludaba a todos con una calma sorprendente, incluyendo a Kagami. Sin embargo, cada vez que sus miradas se cruzaban, una tensión palpable se colaba en el ambiente. A pesar de los saludos y las interacciones más abiertas, era evidente que algo permanecía sin resolver entre ellas.

Por otro lado, Konata y Misao no parecían haber cambiado mucho; las dos amigas seguían discutiendo, como era costumbre, sobre quién se sentaría al lado de Kagami. Siempre terminaban con alguna pequeña pelea que, aunque infantil, entretenía a todos. Ayano estaba ausente, ya que había viajado con su familia por motivos personales, y Hiyori, a pesar de su presencia silenciosa, pasaba la mayor parte de su tiempo dibujando, completamente absorbida en su mundo artístico.

En el tercer día, Kagami recibió una llamada de Ryoko y Kosuke. Al responder, ellos rápidamente notaron el cambio en su voz, sorprendiéndose un poco, pero sin indagar mucho al respecto. Ambos parecían comprender lo que estaba sucediendo, pero el tema no fue abordado en profundidad. Solo se limitaron a conversar brevemente, asegurándose de que todo estuviera bien en su vida.

Mientras tanto, en la ciudad, la situación había mejorado considerablemente. Tokio había vuelto a la normalidad, y con ello, todos los habitantes regresaron a sus hogares. La vida cotidiana se reestableció, y tanto Kagami como el resto de sus amigos también regresaron a sus respectivas casas, tratando de adaptarse nuevamente a la rutina.

Ya en el casi quinto día, mientras el sol comenzaba a ocultarse, Kagami estaba en su habitación, mirando su teléfono distraídamente, cuando de repente recibió una llamada. En la pantalla, apareció el nombre de Patricia. Curiosa, Kagami respondió al instante.

"¿Qué pasa, Patricia?" preguntó, mientras se acomodaba en la silla.

"¿Recuerdas el favor que me debías de la otra vez?" La voz de Patricia sonaba alegre y juguetona, como si estuviera a punto de revelar algo importante.

Kagami frunció el ceño, intentando recordar. Tras unos segundos, respondió: "Sí, lo recuerdo. ¿Por qué lo preguntas ahora?"

Patricia soltó una pequeña risa antes de continuar. "No te lo voy a decir por teléfono. Quiero que vengas a verme en persona."

Kagami se levantó de su asiento, sorprendida por el misterio en las palabras de Patricia. "¿No puedes decírmelo ahora?"

"¡No!" insistió Patricia, con un tono divertido. "Tiene que ser en persona, y prometo que te gustará."

Suspirando, Kagami se rindió ante la insistencia. "Está bien, no veo ningún problema. Estaré ahí en unos minutos."

Patricia soltó un leve "¡Perfecto!" antes de colgar, dejando a Kagami intrigada.

Antes de salir, Kagami se quedó un momento en la puerta, pensando en lo que podría ser ese "favor". Con la curiosidad picándole la mente, tomó su chaqueta y salió rumbo al encuentro.

Después de unos minutos caminando, Kagami finalmente llegó a la casa de Patricia. No tuvo que esperar mucho antes de que la puerta se abriera, revelando a Patricia con una gran sonrisa.

"¡Hola! Justo a tiempo," dijo Patricia, radiante, mientras la invitaba a entrar.

Kagami levantó una ceja, observando a su amiga con una mezcla de curiosidad y desconfianza. "¿Qué es lo que quieres, Patricia? Déjame adivinar, no me digas que me hiciste venir solo para una cena..."

Patricia se encogió de hombros, manteniendo una expresión juguetona. "¡Sí! Solo eso." Sin perder su tono travieso, se apartó para dejarla pasar.

Kagami soltó un suspiro, claramente desanimada por lo que le parecía un motivo poco importante. "¿Es en serio? Tanto misterio solo por esto... está bien, supongo." Entró a la casa, pero lo que no notó fue la sonrisa pícara que Patricia mantenía detrás de ella, como si tuviera algo más planeado.

La cena comenzó de manera bastante tranquila. Patricia y Kagami se sentaron a la mesa, con una variedad de platos simples pero deliciosos preparados ante ellas. Mientras comían, intercambiaron palabras sobre lo que había ocurrido en los últimos días.

"¿Y tus padres? ¿Cómo están?" preguntó Kagami, tomando un sorbo de su bebida.

"Están bien," respondió Patricia con un tono relajado, mientras tomaba un bocado de su comida. "Se fueron de viaje por unos días, así que tengo la casa para mí sola. Estaban aquí hace unos días pero ya no."

Kagami asintió, recordando cómo la situación en Tokio finalmente se había estabilizado. "Sí, supongo que todos necesitábamos algo de tranquilidad."

La conversación continuó durante la cena, cubriendo desde los eventos recientes en la ciudad hasta pequeñas anécdotas personales. Kagami comentó cómo Konata y Misao parecían estar siempre compitiendo por su atención, mientras que Patricia mencionó algunas cosas sobre su vida diaria, pero en general la conversación fue ligera y sin demasiada profundidad.

Después de terminar la cena, Patricia y Kagami se quedaron charlando un rato más en la sala, pero pronto, la conversación tomó un giro más relajado. Patricia sugirió que se quedara a dormir, algo que tomó a Kagami por sorpresa.

"¿Quedarme aquí?" preguntó Kagami, levantando una ceja, un tanto desconcertada. "Es raro... más porque ahora tengo el cuerpo de un hombre."

Patricia se encogió de hombros, con una expresión despreocupada. "No me molesta," respondió, sonriendo como si fuera lo más natural del mundo.

Kagami suspiró, sintiendo que no tenía mucho de dónde agarrarse para rechazar la invitación. "Está bien... Supongo que te debo el favor, así que lo haré." A pesar de su aparente incomodidad, Kagami aceptó quedarse.

Las dos se dirigieron al cuarto de Patricia. Era un espacio acogedor, con posters coloridos en las paredes y algunos libros desparramados por la habitación. Kagami se tumbó en la cama, todavía algo insegura, mientras Patricia hacía lo mismo del otro lado. Después de un momento, Patricia apagó las luces, sumiendo la habitación en oscuridad. Solo el suave sonido de sus respiraciones llenaba el ambiente.

Hubo un largo silencio, pero antes de que Kagami pudiera relajarse del todo, escuchó la voz de Patricia, apenas un susurro.

"¿Estás despierta?" preguntó Patricia en la penumbra.

Kagami tardó un poco en responder, sintiendo una mezcla de cansancio y confusión. "Sí, todavía estoy despierta," dijo finalmente, con voz un tanto apagada.

El silencio volvió a instalarse, y aunque el ambiente era tranquilo, ambas parecían sentir la extraña tensión en el aire.

En medio del silencio, Patricia volvió a romperlo, esta vez con un tono juguetón y relajado.

"Es extraño verte así, Kagami," comentó, con una leve risa en la voz. "Con ese cuerpo, quiero decir... ¿Te has acostumbrado ya?"

Kagami se removió incómoda en la cama, sin saber si debía responder o no. "Un poco... pero no del todo," murmuró, manteniendo la vista fija en el techo, evitando mirarla.

Patricia aprovechó el silencio de Kagami y siguió hablando con naturalidad. "Debe ser raro. Digo, ahora eres un chico y todo... pero, la verdad, no te queda tan mal."

Kagami frunció el ceño. "Eso no es algo que me ayude a sentirme mejor," dijo en un tono algo cortante, aunque no quería parecer brusco.

"¿En serio? No lo digo como algo malo," replicó Patricia, acercándose un poco en la cama, haciendo que Kagami se tensara. "De hecho, creo que te ves bien... de cualquier manera." Patricia la observaba de cerca, sus ojos brillando con diversión.

Kagami sintió que el calor le subía a las mejillas y, aunque no quería ceder ante la incomodidad, desvió la mirada hacia otro lado, evitando el contacto visual. "No digas cosas raras," susurró con voz tensa, sintiendo el rubor en su rostro.

"¿Raras?" Patricia rió suavemente, disfrutando de la situación. "¿Te incomodo, Kagami?" preguntó, sabiendo perfectamente la respuesta. "Es raro verte así... nunca te había visto sonrojarte tanto."

"¡No estoy sonrojada!" protestó Kagami, apretando los labios mientras miraba hacia la pared. Era obvio que mentía, pero se negaba a admitirlo.

Patricia se quedó en silencio por un momento, pero luego, con un tono más suave, añadió: "No me molesta que estés aquí conmigo... en realidad, me alegra que aceptaras quedarte. Me gusta tenerte cerca."

Kagami apretó los puños bajo las cobijas, sintiendo cómo su corazón latía un poco más rápido. "Solo lo hice porque te debo el favor," murmuró, intentando sonar firme, pero el sonrojo en su rostro la traicionaba.

"¿Eso es lo único?" Patricia inclinó la cabeza, sonriendo con picardía. Kagami pudo sentir la mirada de Patricia fija en ella, y eso solo la hacía sentir más expuesta. "Vamos, mírame a los ojos. No puedes ni siquiera mirarme, ¿verdad?"

"¡No es eso!" Kagami se giró de espaldas, tratando de ocultar su cara aún más, su voz cargada de frustración. "Solo... deja de decir esas cosas. Es incómodo."

Patricia rió nuevamente, un sonido suave que llenaba la habitación oscura. "Está bien, no te molestaré más... por ahora," dijo con una voz juguetona, claramente disfrutando de la situación.

En eso patricia mira de nuevo a kagami de espaldas y sonríe maliciosamente y justo cuando Kagami apenas estaba comenzando a relajarse cuando sintió algo que la sacudió por completo: los brazos de Patricia envolviendo su abdomen. Fue un gesto suave, pero inesperado, y Kagami se sobresaltó de inmediato.

"¿Qué haces?" exclamó, su voz nerviosa y sorprendida, intentando moverse, pero los brazos de Patricia la mantuvieron en su lugar.

Patricia, sin soltarla, apoyó suavemente su frente contra la espalda de Kagami. "Solo te abrazo," susurró, su tono despreocupado, pero con una pizca de diversión. "Es raro verte tan nerviosa."

Kagami intentó apartarse, pero la firmeza de Patricia era sorprendente. "¡Déjame! Es... incómodo." No se atrevía a girarse ni a mirarla. Sentía su corazón latir rápido, y el calor en su rostro regresaba, más intenso que antes. Nunca había estado en una situación así, y no sabía cómo reaccionar.

"¿De verdad te incomoda?" preguntó Patricia, sin aflojar su abrazo. "¿O es que simplemente no estás acostumbrada a que te traten así?" Su voz tenía un tono travieso, pero también algo más suave, como si realmente estuviera disfrutando del momento.

"¡Es raro! ¡Y no es normal, sobre todo ahora que... ya sabes...!" Kagami intentó explicarse, pero las palabras parecían atascársele en la garganta. "¡Soy un chico ahora!"

Patricia rió suavemente, sin separarse. "Eso no me molesta, Kagami. No importa cómo te veas... sigues siendo tú."

Esas palabras hicieron que Kagami se sintiera aún más avergonzada. Sentía la calidez de Patricia a través de la fina ropa, y aunque no quería admitirlo, algo en ese abrazo la hacía sentir una mezcla extraña de incomodidad y... otra cosa que no quería explorar.

"Suéltame," murmuró Kagami, su voz menos firme, casi como si estuviera rindiéndose un poco ante la situación.

"Solo un momento más..." Patricia apretó un poco más, apoyando su mentón en el hombro de Kagami. "Es agradable abrazarte así."

Kagami cerró los ojos con fuerza, tratando de calmar su mente. "¿Por qué me haces esto?" preguntó en voz baja, su tono más vulnerable de lo que pretendía.

Patricia sonrió contra su hombro. "Porque eres mi amiga, Kagami. Aunque no quieras admitirlo, sé que en el fondo no te molesta tanto como dices."

Patricia sonrió de nuevo maliciosamente y dijo: "No me digas que porque no te gusta es que te da ánimos de hacer algo más". Dijo eso casi riéndose. En eso, la mano de Patricia se metió debajo del polo de Kagami, haciendo que Kagami se sonrojara tanto que incluso sus orejas se tiñeron de rojo. Kagami, sobresaltada, se giró rápidamente y terminó encima de Patricia, completamente sonrojada, ambas viéndose fijamente.

Patricia, aún con esa sonrisa juguetona, dijo suavemente: "No me comas…", mientras continuaba sonriendo de forma traviesa. Sin embargo, algo cambió en el rostro de Kagami. Un click interno se activó en kagami, de repente, su respiración se volvió pesada, y Patricia notó cómo Kagami comenzaba a jadear y su cara tornarse roja y fuera de si.

"¿Estás bien?" preguntó Patricia, algo preocupada. Kagami, sin responder, lentamente puso sus manos en los botones de la camisa de Patricia, y Patricia, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, rápidamente dijo: "¡Espera, Kagami! ¡Aún no estoy lista!", exclamó, ahora un poco asustada.

Pero justo en ese momento, el cuerpo de Kagami explotó en vapor, llenando la habitación. El vapor se disipó lentamente, revelando que Kagami había vuelto a su forma original. Kagami, aún aturdida, miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba encima de Patricia.

"¡Lo siento!" exclamó Kagami, rápidamente apartándose y levantándose de la cama, completamente avergonzada. "¡No sé qué pasó, no fue mi intención!"

Patricia, con una sonrisa traviesa pero también divertida, se sentó lentamente y se abrochó la camisa. "Vaya, eso fue... inesperado," comentó Patricia mientras se reía ligeramente. "No te preocupes, Kagami. No pasó nada."

Kagami, sin poder mirar a Patricia a los ojos, se cubrió el rostro con las manos. "¡Eso no es lo importante! ¡Casi hago algo terrible!"

Patricia soltó una pequeña risa y se acomodó en la cama, mirándola con una expresión despreocupada. "Relájate, Kagami. Además, ¿quién dice que no lo habría disfrutado?"

"¡Patricia!" Kagami se sonrojó aún más y dio un paso atrás. "¡Eso no es gracioso!"

Patricia levantó las manos en señal de paz, aunque no podía ocultar su sonrisa. "Está bien, está bien, era una broma. Además, parece que ya has vuelto a la normalidad. Al menos eso es algo positivo, ¿no?"

Kagami suspiró, finalmente sintiéndose un poco más tranquila. "Sí... eso es algo bueno."

Patricia le sonrió a Kagami con tranquilidad y le hizo un gesto con la mano, invitándola a regresar a la cama. "¿Por qué no vuelves? Ya está todo bien."

Kagami, aún recuperándose de la vergüenza, pensó para sí misma, "Supongo que ahora es seguro... ya que regresé a la normalidad..." Con un suspiro, se puso de pie y volvió a sentarse en el borde de la cama, pero la incomodidad persistía. No podía evitar recordar la reacción de Patricia de hace unos minutos, lo que hizo que el rubor regresara a su rostro. Kagami, incapaz de contenerlo, se tapó la cara con las manos. "Lo siento de nuevo..." murmuró, su voz llena de vergüenza.

Patricia la miró y, aunque intentaba mantenerse seria, una pequeña sonrisa juguetona se formó en sus labios. "No te preocupes," le respondió con suavidad. "Aunque... debo admitir que no me esperaba esa reacción de tu parte."

Mientras hablaba, Patricia comenzó a abotonar su camisa nuevamente, pero parecía tener dificultades para hacerlo. Sus manos temblaban ligeramente, o quizás era que los botones eran más complicados de lo que recordaba. Después de varios intentos, finalmente logró abotonar la prenda y dejó escapar un suspiro de alivio.

"Bueno," dijo Patricia mientras se recostaba de nuevo en la cama, "¿Qué te parece si regresamos a dormir? Esta noche ha sido... interesante, pero creo que ambas necesitamos descansar."

Kagami, tomando un profundo suspiro para calmarse, asintió lentamente. "Sí... creo que es lo mejor," dijo mientras intentaba relajarse, aunque su mente aún se sentía un tanto inquieta. Sin embargo, se recostó junto a Patricia, todavía algo incómoda por lo ocurrido, pero sabiendo que la situación se había calmado... por ahora.

La luz del sol bañaba la habitación mientras los cantos de las aves despertaban lentamente a Kagami. Aún somnolienta, sintió un peso inusual sobre su cuerpo. Confundida, levantó ligeramente la manta y su rostro pasó de la confusión al pánico cuando vio a Patricia dormida sobre ella, completamente desnuda bajo las cobijas. En un instante, Kagami tapó de nuevo a Patricia y se cubrió la cara con la almohada cercana, soltando un grito ahogado de pura vergüenza.

"¿Por qué Patricia tiene esa maldita costumbre de quitarse todo mientras duerme?" pensó Kagami mientras intentaba calmarse. Tratando de moverse, se dio cuenta de que Patricia la abrazaba firmemente y no la soltaba. Kagami, con un suspiro de frustración, intentó salir de la cama sin despertarla, pero sus esfuerzos fueron inútiles. Después de varios minutos de lucha, resignada, miró hacia la ventana, tratando de pensar qué hacer ahora.

De repente, escuchó pasos acercándose al cuarto, y el corazón le dio un vuelco. Kagami se puso en alerta, intentando con más desesperación liberarse del abrazo de Patricia, pero nada funcionaba. La puerta se abrió suavemente y la mamá de Patricia entró alegremente, diciendo, "¡Buenos días!" Pero al ver la escena frente a ella—Patricia abrazada a Kagami bajo las mantas—su expresión cambió de sorpresa a una sonrisa nerviosa.

"Oh, lamento interrumpir," dijo la madre de Patricia, alejándose rápidamente con un gesto de disculpa.

"¡Espere!" gritó Kagami, roja como un tomate. "¡Esto es un malentendido!" Pero la mamá de Patricia ya había salido del cuarto, aunque con una sonrisa traviesa en el rostro. Kagami suspiró, derrotada, mientras intentaba explicarse. "De verdad, no es lo que parece..."

"Ya veo," respondió la madre de Patricia desde el pasillo, con una voz que dejaba claro que no estaba convencida. Ella entró de nuevo al cuarto, sacudiendo suavemente a su hija hasta que Patricia despertó, aún adormilada. Con Patricia finalmente despierta, Kagami pudo liberarse y salir de la cama con rapidez.

Después de una pequeña charla incómoda entre Kagami y la mamá de Patricia, la situación comenzó a calmarse.

"¿Así que, Kagami?" comenzó la madre de Patricia con una sonrisa. "¿A qué se debe tu visita tan temprana?"

"Patricia me llamó para pedir un favor," respondió Kagami, aún un poco tensa. "Aunque… la situación se salió un poco de control."

"Entiendo," dijo la madre de Patricia, asintiendo. "Es bueno ver que se llevan tan bien. Yo vine porque tenía un poco de tiempo libre y pensé en pasar por aquí. ¿Te quedarás a desayunar?"

Kagami negó rápidamente con la cabeza. "No, no quiero molestarla. De verdad, ya es suficiente con lo de esta mañana."

La madre de Patricia la miró con ternura. "Está bien, pero la próxima vez espero que aceptes. Sería un placer tenerte."

Kagami asintió con una leve sonrisa. "Lo tomaré en cuenta. Gracias."

Justo antes de que Kagami se fuera, la madre de Patricia la detuvo. "Por cierto," dijo con una mirada algo curiosa, "me sorprende enterarme de que mi hija tiene la costumbre de quitarse todo mientras duerme. Ella nunca hizo eso en casa, ni las veces que la desperté. Qué raro, ¿verdad?"

Kagami se quedó callada por un momento, una extraña sensación recorriéndole la espalda. "¿Cómo que nunca lo ha hecho en casa?" pensó. Con una sonrisa nerviosa, respondió, "Sí, qué raro... ¿Quién sabe por qué será?"

Ambas rieron, pero Kagami no podía dejar de sentir un escalofrío al salir de la casa. Mientras caminaba hacia su propia casa, sus pensamientos seguían dando vueltas. "Patricia no tiene la costumbre de quitarse todo mientras duerme... entonces, ¿por qué solo conmigo lo hace?" Se mordió el labio, sintiéndose aún más confusa. "Tengo más preguntas que respuestas. Será mejor no pensar mucho en ello." Con esa idea, Kagami decidió seguir adelante, alejándose del extraño evento que acababa de vivir.

Kagami caminaba tranquilamente por la calle, pero una extraña sensación le recorrió la espalda. Sintió una presencia detrás de ella. Instintivamente giró, pero no tuvo tiempo de reaccionar cuando una fuerza invisible la lanzó contra un puesto de comida a una velocidad impresionante. El impacto fue brutal, rompiendo mesas y esparciendo comida por todas partes, pero Kagami, con su agilidad, se levantó rápidamente, sacudiéndose el polvo de encima.

"¿Qué demonios eres tú?" preguntó con frialdad, observando al hombre que estaba frente a ella. El sujeto tenía guantes de vendajes enormes, que parecían mucho más grandes que lo que un humano común podría llevar. Él no dijo nada, su mirada fija y su postura amenazante hablaban por sí mismas. Kagami estaba a punto de hablar de nuevo, pero fue forzada a esquivar un golpe que vino directo hacia ella.

Con un salto hacia atrás, evitó el ataque. Los golpes del hombre eran lentos, demasiado lentos para alguien que la había lanzado tan lejos. Kagami duda, desconcertada mientras seguía esquivando.

"¿Por qué no me ataca con más fuerza? No tiene sentido..." pensó, manteniéndose en guardia.

Pero mientras esquivaba los golpes, algo cambió. Los ataques se hacían más precisos, más rápidos. Cada vez le costaba más evitarlos. "Espera… está acelerando," se dio cuenta, alarmada. Los golpes que antes parecían lentos ahora eran mucho más difíciles de evadir.

De repente, el hombre desató una ráfaga de golpes tan rápida que Kagami apenas tuvo tiempo de bloquearlos. Sintió cada impacto en sus brazos, notando un leve dolor que empezaba a intensificarse. Dio un salto hacia atrás para poner distancia entre ambos y tomar un respiro.

"Es rápido, pero no tiene mucha fuerza...," murmuró Kagami, tratando de analizar la situación.

Entonces, el hombre tomó una postura extraña, saltando de pie en pie como si estuviera concentrándose en algo. Kagami lo miró con cautela, pero fue entonces cuando lo escuchó susurrar: "287..."

"¿Qué?" pensó Kagami, confundida. Pero antes de que pudiera procesarlo, un dolor punzante mas fuerte recorrió sus brazos. Miró hacia abajo y vio que estaban cubiertos de moretones. La piel estaba morada y sentía que le ardía. El dolor era soportable, pero intenso.

Antes de que pudiera reaccionar, un fuerte gancho ascendente la golpeó directamente, lanzándola hacia el aire. Apenas tuvo tiempo de sentir el aire golpeando su rostro cuando el mismo hombre la devolvió al suelo con un golpe aplastante. Kagami tosió mientras el polvo se levantaba a su alrededor. El dolor en sus brazos era casi insoportable, pero se obligó a levantarse.

"¿Cómo es posible que me haya golpeado tan rápido?"

Se puso de pie, tambaleándose ligeramente, pero cuando miró hacia el frente, el hombre ya no estaba. Miró alrededor rápidamente, buscando alguna señal de su enemigo.

"¿Dónde demonios se metio?" murmuró, su respiración agitada.

Buscó en varias direcciones, pero no encontró rastro de él. Kagami apretó los dientes, frustrada. "¿Huyó...?"

Sacudiéndose el polvo una vez más, se dio cuenta de que había algo mucho más peligroso en ese encuentro. "¿Qué rayos fue eso?" pensó, todavía sintiendo el dolor en sus brazos. Esto no podía quedarse así, tenía que informar a los demás.

Sin perder más tiempo, Kagami salió corriendo del lugar, mucho más rápido que antes, con una sensación de urgencia que no podía ignorar. Sabía que ese extraño ataque no había sido casualidad y lo que fuera que enfrentó, debía ser algo mucho más peligroso de lo que imaginaba.

Narrador: Cada vez mas enemigos aparen al frente de kagami, ¿qué giros más aparecerán en esta historia? Descúbranlo en el siguiente capitulo.

Bay.

Capítulo 31: Reunión y contraataque.

Se les informa que ya vamos un poco mas de la mitad de la historia (eso espero).