Notas de autora: ¡Hola a todos! Antes que nada, quiero agradecerle a Arianne Luna por tomarse el tiempo de dejarme un comentario. Pasando a la historia, sé que todavía no transcurrió una semana entera de la última actualización, pero tuve un ratito más de tiempo esta semana y pude corregir antes de lo previsto este capítulo. Así que, para agradecerles a todos y cada uno de los lectores, aquí les traigo este nuevo POV de Harry. Espero que lo disfruten.

Advertencias: el capítulo está escrito desde el POV (point of view = punto de vista) de Harry. Hay una breve mención de sexo anal explícito (top Draco y bottom Harry) al comienzo. Además, el capítulo contiene una muy leve referencia a un intento de abuso sexual (nada explícito), de hecho, es tan pequeña que si parpadeas de más puedes llegar a perdértela, pero, aun así, quería aclararlo de antemano para que no tome desprevenido a nadie. Por favor, leer con la debida prudencia.


8 de enero de 2011

Una maravillosa sensación me recorre el cuerpo entero cuando siento a Draco golpeando ese punto tan sensible dentro mío.

─¡Oh, Marlín, sí! ¡Haz eso de nuevo!

─Con mucho gusto.

Lo escucho murmurarme esas palabras en una especie de risita cargada de diversión, y a pesar de que quiero reprenderlo por burlarse, no consigo hacerlo porque toda mi concentración está puesta en esa perfecta sensación que me asalta cada vez que Draco apunta sus estocadas contra mi próstata. Un fuerte rugido, el cual es una mezcla de gemido y ronroneo, escapa de mi boca y lo único que consigo hacer es enroscar las piernas detrás de su cintura para profundizar las arremetidas. Draco nota de inmediato el placer absoluto y descontrolado que está produciéndome con sus movimientos, porque rápidamente aumenta la velocidad y la fuerza de sus embestidas y las apunta hacia ese punto dentro mi cuerpo que está volviéndome loco de deseo. Gimo aún más fuerte y me retuerzo debajo de él en un intento por aferrarme a algo que me mantenga atado a este mundo, a la vez que mis manos se colocan automáticamente sobre su cuello en un afán por buscar un punto de apoyo, aunque esto no ayuda en nada y de todos modos termino perdiéndome en esa abrumadora sensación de lujuria y placer.

─¡Merlín, sí! No pares, no pares. Estoy… estoy tan cerca, Draco.

Sé que Draco también está cerca, lo sé, puedo sentirlo; pero, conociéndolo, él no querrá correrse hasta yo lo haya hecho. Es por este motivo que no me sorprendo cuando lo siento apretarme con fuerza la parte derecha de la cadera para darse una especie de anclaje, y con la mano que deja libre, toma mi olvidada erección y comienza a acariciarla en un movimiento frenético. Y todo esto lo hace sin dejar de dar embestidas incesantes contra mi próstata para terminar de aniquilar cualquier rastro de cordura que quedara en mí. Unos segundos más tarde, mi cuerpo se arquea imposiblemente y grito con fuerza su nombre, antes de correrme con fuerza entre nuestros cuerpos.

─¡Draco!

Escucharme gritar su nombre de esa forma, con tanto desespero y éxtasis, es todo lo que él parece necesitar para alcanzar el límite. Lo siento dar unas tres apresuradas estocadas más contra esa zona tan sensible dentro de mi cuerpo, y luego se corre con una fuerza increíble. El abrumador mar de satisfacción en el que él se encuentra después de este espectacular orgasmo no le impide escuchar el sensual ronroneo que suelto al sentirlo llenándome por completo. A este paso, no me sorprendería que Draco ya se haya percatado de lo mucho que me gusta sentir su semen en mi cuerpo, ya que no es la primera vez que reacciono de esa forma ante esto. ¡Merlín! ¿Por qué tengo que ser tan obvio con mis reacciones? No hay forma de que él no haya notado aún el fetiche que tengo con ello. Sin embargo, la felicidad que me embarga después de haber hecho el amor con Draco es tan inmensa, que ni siquiera le doy un pensamiento más a esto último. Inmediatamente, todas las hermosas sensaciones que sentí al entregarme por completo a mi dragón consiguen abrumarme lo suficiente, a tal punto que mis ojos se llenan de lágrimas.

Sin embargo, una vez que abro los ojos y descubro que me encuentro completamente solo en el dormitorio, mis lágrimas no son provocadas por una absoluta felicidad, como lo fueron aquellas que sentí la primera vez que hice el amor con Draco. En cambio, éstas comienzan a correr como ríos salados producto de la tristeza y agonía que estoy sintiendo debido al cruel sueño húmedo al que me sometió mi subconsciente. Mi mirada viaja inevitablemente hacia mi entrepierna, y allí descubro la evidencia de mis sospechas. El sueño, el cual no fue nada más que un recuerdo de la primera vez que tuve a Draco dentro mío, consiguió excitarme a tal punto de hacerme correr, pero a diferencia de lo que hubiera ocurrido en cualquier otro momento de mi vida, las emociones que me asaltan no son de satisfacción y placer. Por el contrario, mi pecho se encuentra atorado con un desagradable dejo de insatisfacción y desdicha.

Y odio tener que admitirlo, especialmente porque esto fue provocado por un recuerdo de Draco, pero no hay forma de que no catalogue este orgasmo como el más triste y desgarrador que he tenido. ¡Merlín! Ni siquiera aquellos que me vi forzado a tener con Ginny en contra de mi voluntad consiguieron dejarme en este estado de desconsuelo. Al menos, con estos últimos yo podía cerrar los ojos e imaginar algo que me atrajera, algo que fuera totalmente lo opuesto a Ginny. Sin embargo, el orgasmo que acabo de tener sólo ha conseguido dejarme en un estado de mortificación y angustia tales que, incluso, comienzo a notar cómo se me dificulta el simple hecho de respirar.

Mi mente se encuentra completamente horrorizada por lo que acabo de hacer. ¿Cómo es posible que mi subconsciente me traicionara de esa manera, a tal punto de excitarme lo suficiente como para tener un orgasmo, siendo que Draco todavía está desaparecido? En lo único que tendría que estar puesta mi atención es en hallarlo y devolverlo de regreso a mí, y no en traer a colación esta clase de cosas que no harán nada más que recordarme lo que Ginny me arrebató. Totalmente asqueado por la falta de control de mi cuerpo, aparto con furia las mantas y apresuro mis pasos hacia el baño. Una vez dentro, me doy una ducha con el agua más caliente que puedo colocar para quitar de mi cuerpo toda evidencia de mi momento de debilidad. Cuando creo haberme castigado lo suficiente, salgo de la ducha y vuelvo al dormitorio para vestirme con ropa de civil. No presto demasiada atención a lo que estoy poniéndome encima, después de todo, nunca me han importado esta clase de cosas, y mucho menos comenzarán a hacerlo ahora siendo que tengo problemas más importantes entre manos. No obstante, me detengo a un segundo de cerrar el armario cuando noto el largo abrigo azul de Draco, ese que tanto me gusta como le queda. Con manos temblorosas, lo quito de la percha y lo acerco a mi rostro. Inmediatamente, una agradable fragancia masculina asalta mis fosas nasales y reconozco en ella el costoso perfume de mi novio, aquel que he llegado a amar sentirlo emanar de su piel. Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas ante esto, pero me obligo a ser fuerte por Draco.

Sin pensar en lo que estoy haciendo, me coloco el largo abrigo de Draco y luego me observo en el espejo que tenemos en el dormitorio. El abrigo me queda claramente ridículo, es demasiado grande y largo para mi baja contextura física, pero, aun así, no me lo quito. No sé por qué, pero tenerlo puesto me brinda una extraña sensación de consuelo y tranquilidad. Es casi como si Draco estuviera rodeándome con sus brazos en un fuerte abrazo. El hecho de que su abrigo huela inequívocamente a él sólo contribuye a reforzar esta idea. Habiendo encontrado una forma de apaciguar la desesperanza que me ha estado acechando desde la desaparición de Draco, salgo del dormitorio y voy a la cocina, y allí encuentro a Pigwidgeon, la lechuza de Ron, golpeteando su pico contra el ventanal de la sala. Rápidamente, la dejo pasar y le quito la carta que lleva atada en una de sus patas.

─Quédate aquí, tengo que enviar una respuesta. Aquí, entretente con esto mientras tanto.

Le esparzo unas cuantas golosinas para lechuza sobre el suelo de la sala, y luego abro el sobre. Internamente me pregunto qué querrá Ron ahora. Honestamente, todavía sigo bastante enfadado con él y no tengo en estos momentos la energía suficiente para lidiar con sus prejuicios hacia Draco. Por fortuna, reconozco la caligrafía de Hermione cuando consigo sacar la carta del sobre. Sin perder tiempo, comienzo a leerla, creyendo que quizás ella haya podido encontrar algo que me ayude a buscar a Draco, y como siempre, Hermione no me decepciona.

Harry:

Espero que anoche hayas podido descansar al menos un poco. Entiendo lo difícil que debe ser para ti en estos momentos, pero no pierdas las esperanzas. Estoy segura de que encontraremos a Draco muy pronto. Hablando de eso, anoche pasé por la casa de George para hacerle algunas preguntas, ya que creía que él podría saber dónde podríamos comenzar a buscar, pero él sólo me dijo lo mismo que te dijo a ti.

De todos modos, me tomé la libertad de buscar información acerca de los barrios de menores recursos que hay en todo el Reino Unido, aquellos donde creí factible que Ginny haya dejado a Draco. Adjunto a esta carta te envío una lista con el nombre y las coordenadas de aparición de cada uno de los lugares que pueden ser catalogados como 'vecindarios peligrosos'. Por favor, ten mucho cuidado. Se dice que estos lugares están plagados de delincuentes relacionados a las drogas, e incluso, al tráfico de personas. Sé que ninguno de ellos debería representar una amenaza para ti, pero de todos modos no te conviene realizar magia frente a ellos. Lo último que necesitas es tener un problema con la Ley Mágica por incumplir el Estatuto del Secreto Mágico.

Ron y yo también trataremos de realizar exploraciones a estos sitios en nuestro tiempo libre, así podremos cubrir un mayor rango de búsqueda en un menor tiempo. De hecho, la lista que preparé para nosotros es totalmente diferente a la que te di a ti.

Nuevamente lo repito, ten mucho cuidado, Harry. No quisiera que nada malo (nada más de lo que ya te ha ocurrido, claro está) te suceda. Y no lo olvides, estamos a un Patronus de distancia. No dudes en llamarnos para lo que sea que necesites.

Con amor,

Hermione

Una agradable sensación se apodera de mi pecho inmediatamente después de terminar de leer la carta. Realmente no podría haber pedido una mejor amiga que Hermione.

Tratando de devolver un poco del cariño que ella me brindó con esta carta, me apresuro hacia el escritorio de Draco para buscar un fragmento de pergamino con el cual responder a su carta. Una vez que la tengo lista, se la ato a la pata de Pigwidgeon y lo envío de regreso a la casa de mis amigos. Luego de que cierro el ventanal, voy a la cocina y me obligo a ingerir una taza de té y algunas rodajas de pan. Mi apetito sigue completamente perdido, pero de nada me servirá realizar un ayuno ahora. No, necesito tener fuerzas suficientes para hallar lo más pronto posible a Draco, y ciertamente no lograré nada de ello si comienzo a morir de hambre. Estoy a punto de terminar la taza de té, cuando un resplandor plateado atraviesa el techo del apartamento y se transforma en el Patronus de Robards.

─Auror Potter, espero que esté sobrellevando esta lamentable situación lo mejor posible. Como se lo prometí, aquí estoy para mantenerlo al tanto de todos los avances de la investigación. Hemos registrado Grimmauld Place y todas las ubicaciones que nos brindó. Lamentablemente, no encontramos nada dentro de ellas que nos brinde una pista del posible paradero de Weasley. Sin embargo, todavía nos quedan otros lugares dentro del mundo mágico para registrar antes de comenzar a rastrear en el mundo muggle. Creo que no necesito decírselo, aunque nunca está de más repetirlo, que debe permanecer de licencia hasta nuevo aviso. No se preocupe, nos encargaremos de devolverle a su pareja pronto.

Cuando desaparece el halcón en el cual se transforma el Patronus de mi jefe, siento una nueva sensación de desmotivación apoderarse de mi ser, una que elimina por completo cualquier rastro de luz traído por la carta de Hermione. Sin embargo, no le doy importancia a este hecho y me obligo a ser fuerte por Draco, porque nada bueno saldrá de desmoronarme en estos momentos. Termino de un trago el resto de mi té y mando todo a lavar con un pase de la varita, aunque me detengo a escasos segundos de desaparecerme. Como una ocurrencia tardía, me acerco al marco que tenemos en la sala y observo la fotografía que Draco y yo nos tomamos en ese parque de diversiones. Ver la absoluta felicidad de nuestros rostros plasmadas en esa fotografía muggle me deja con un insoportable nudo en el pecho, pero finjo no notar este hecho y le doy vuelta al marco. Una vez hecho esto, saco la fotografía de este último y realizo una copia de la misma. Me guardo la copia en el abrigo para poder mostrársela a los muggles que vaya a interrogar por el paradero de Draco, y vuelvo a colgar el marco sobre la pared de nuestra sala.

Con esto hecho, me desaparezco hacia la primera parada del día, Grimmauld Place. Si bien sé que no encontraré nada allí, especialmente ahora que sé que los Aurores han registrado todo el lugar, no es por ello que estoy aquí. Mis pies aterrizan sobre el polvoriento suelo al borde de las escaleras que dan a los pisos superiores, y sin perder tiempo, subo los escalones hasta hallar la sala donde recuerdo haber visto libros en esta vieja mansión. Mi memoria no me falla, y rápidamente encuentro el lugar que estaba buscando. Observo de reojo el nombre de cada uno de los tomos que veo, pero ninguno parece estar dedicado a hechizos de rastreo o, en el peor de los casos, a hechizos de sangre. De todos modos, me aseguro de reunirlos a todos sobre una mesa. Luego, los encojo y los guardo dentro de una especie de cofre para joyas que encuentro sobre una repisa. El mismo está hecho de madera oscura, la cual tiene incrustada en ella un sinfín de piedras preciosas, y en el orificio que sirve de cerradura, tiene una placa de plata con el escudo de la familia Black grabado en ella. Cuando termino de guardar el último de los tomos, cierro la tapa y los envío hacia nuestro apartamento con un pase de la varita para leerlos en mayor profundidad más tarde. Quizás pueda hallar algo en ellos que me ayude a rastrear a Draco.

Habiendo terminado con la primera tarea del día, saco la lista que me envió Hermione y busco las coordenadas del primer 'vecindario peligroso' que debo visitar. Mentalizo las coordenadas, y cuando creo habérmelas aprendido de memoria, giro sobre mis talones y me desaparezco. En un parpadeo, reaparezco en una plaza que se encuentra bastante destartalada. La misma tiene casi todos los columpios vandalizados, y el resto de juegos infantiles que todavía quedan de pie parecen haberse convertido en un lugar para que los traficantes de drogas realicen sus ventas. Ignoro este hecho y comienzo a caminar por la calle que bordea la plaza, pero permaneciendo atento a cualquier señal de peligro que se presente. Afortunadamente, el mismo no aparenta tener grandes riesgos a esta hora del día. A lo lejos veo pasar a varias mujeres y ancianos vistiendo prendas que han visto mejores días, mientras acarrean bolsas con las compras del día. Una de esas señoras ingresa en la panadería ubicada a mitad de cuadra, y no puedo evitar detenerme durante unos segundos debido al gran parecido que esta última tiene con la señora Figg.

Sacudo rápidamente la cabeza ante este pensamiento absurdo porque, ¿qué estaría haciendo la señora Figg en un barrio tan alejado de Privet Drive, especialmente en uno tan peligroso como este? Creyendo que sólo ha sido un producto de mi imaginación provocado por el estrés al que estoy siendo sometido, reanudo mi andar y llego hasta una especie de paredón que se encuentra repleto de graffiti con mensajes anárquicos y bastante desagradables, sin embargo, y a pesar de la violencia que exuda de ellos, nada parece estar fuera de lugar. No hay ni un simple rastro de que Draco haya estado aquí.

Me detengo sobre este paredón para pensar qué puedo hacer a continuación para hallar a Draco, porque claramente no puedo lanzar un hechizo de rastreo o uno de brújula, ya que ninguno de ellos funcionará si Draco se encuentra a varios kilómetros de distancia. Y por mucha suerte que haya tenido a lo largo de mi vida, dudo que ésta sea tanta como para que pueda dar con mi novio en la primera ubicación en la que me he aparecido. Totalmente desmotivado, y sin tener la menor idea de cómo proceder a partir de ahora, me giro en dirección hacia el lugar donde parecen encontrarse la mayor cantidad de tiendas de este barrio. Quizás algún comerciante haya visto u oído algo que pueda darme un indicio de dónde buscar a Draco.

Desafortunadamente, la suerte no parece estar de mi lado el día de hoy y frente a mí se detienen tres motocicletas. Los tres sujetos se bajan de ellas, y con más rapidez de la que esperaba, me rodean de forma tal que termino aprisionado contra el muro repleto de graffiti. Los tres hombres no aparentan tener más de treinta años cada uno, pero la mala vida que obviamente llevan los hace parecer más viejos de lo que en realidad son. Y no necesito que nadie me lo confirme, para saber que estos tipos pertenecen a alguna clase de pandilla.

─Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? ─Dice uno de los tres hombres, mientras palmea juguetonamente el bolsillo derecho de su pantalón y por el cual asoma lo que parece ser un arma blanca. ─¿Te perdiste, chico rico?

El resto de los hombres ríen al escuchar esta broma, mientras yo frunzo el ceño en confusión. ¿Por qué me señalarían como alguien rico, siendo que mis prendas distan mucho de ser costosas? Sin embargo, esto no es así en este momento, porque el abrigo de Draco que decidí ponerme esta mañana es claramente de diseñador.

Genial. Bien hecho, Harry. Tú sí que eres listo, sólo a ti se te ocurriría vestir algo como esto cuando vas a estar recorriendo un barrio peligroso y de bajos recursos. Vaya manera de pasar desapercibido.

Ruedo los ojos internamente ante mi gran estupidez y me preparo para lidiar con estos muggles sin tener que usar magia, pero algo me dice que estos tipos no van a ponérmelo tan fácil.

─Miren, no quiero tener problemas. ─Les digo con las manos en alto, para darles una falsa sensación de seguridad, aunque por dentro ya estoy planeando la mejor forma de derribarlos en cuestión de segundos. ─Sólo quiero encontrar a mi novio. Alguien lo secuestró y tengo indicios de que podrían haberlo traído a este lugar. ¿Han visto en el transcurso de estos días a alguien que no pertenezca aquí y que haya aparecido repentinamente?

Evito dar una descripción física de Draco en caso de que estos delincuentes lo hayan reconocido e intenten lastimarlo para obtener algún beneficio de ello, pero, aun así, trato de preguntarles si han visto algo. Soy un Auror, y posiblemente el mejor del escuadrón, así que estoy acostumbrado a interrogar criminales y saber cuándo están ocultando algo. Si hay alguien que puede sonsacarles la verdad a estos tipos, ese soy yo. Desafortunadamente (o afortunadamente, dependiendo desde dónde se lo mire) estos hombres no parecen saber nada al respecto y esto me queda más que claro cuando todos sueltan una carcajada maliciosa, para luego pasar a soltar un amplio repertorio de comentarios homofóbicos.

Oh, alegría. Había olvidado los prejuicios hacia las preferencias sexuales que todavía suelen haber en esta parte del mundo en particular.

─¡Oh, miren eso, chicos! Este pequeño marica perdió a su querido novio.

─¿Estás seguro de que se perdió? ¿No crees que él simplemente se haya cansado de ti y te haya dejado para encontrar otro culo más apretado que el tuyo que poder follar?

Este último comentario me hace querer hechizar las pelotas de estos bastardos hasta dejarlos impotentes por el resto de sus vidas, aunque me obligo a mantener la calma. De nada me servirá exponer la magia frente a estos imbéciles cuando puedo derrotarlos sin la necesidad de ella. Ignoro todas las burlas que siguen lanzándome, y al ver que ninguno de ellos me brindará información de utilidad para hallar a Draco, hago el intento de apartarme de aquí. No obstante, uno de los matones se percata de mis intenciones y extiende su brazo para volver a acorralarme contra la pared, y esta es la oportunidad que estaba esperando tener para liberarme de estos tres imbéciles.

Sin darles tiempo a pensar en lo que está ocurriendo, empleo todo el entrenamiento cuerpo a cuerpo que he aprendido con los Aurores, y esquivo con facilidad el brazo del hombre. Rápidamente, aprovecho el momento de distracción que les produjo mi acto defensivo y le doy un fuerte rodillazo en la entrepierna. El tipo suelta un aullido de sufrimiento y se inclina hacia abajo, mientras sostiene sus partes íntimas en un intento por calmar el agudo dolor que le provoqué. Los otros dos hombres salen de su estado de estupor e intentan hacerme pagar por lastimar a quien parece ser su líder, sin embargo, terminan en cuestión de segundos de la misma forma que su compañero. Una vez que los tengo completamente aturdidos de dolor contra el suelo, me aparto de ellos y comienzo a correr hacia uno de los callejones más despoblados para hallar un lugar donde poder realizar magia sin ser visto. A mi derecha encuentro un callejón sin salida y aprovecho que los hombres todavía siguen doloridos en el suelo para lanzarme un encantamiento desilusionador.

Una vez que me encuentro completamente cubierto y sin posibilidad de que ellos me vean, aguardo en silencio dentro del callejón. A lo lejos escucho las motocicletas encenderse y a los hombres pasar por la calle en la que me encuentro, pero tal y como lo pensé, ninguno de ellos se percata de que todavía continúo aquí. El líder de la pandilla disminuye la velocidad y puedo ser completamente capaz de oír la carcajada maliciosa que suelta, luego, lo escucho gruñir unas palabras que me provocan un desagradable escalofrío.

─Ese marica es hombre muerto, acaba de correr directamente hacia nuestro territorio. Vamos, chicos, andando. Voy a hacerle pagar por lo que hizo. ─El tipo suelta esto con un tono cargado de perversidad, y sé que lo que dirá a continuación hará que agradezca el haberme colocado un hechizo desilusionador. ─Estoy ansioso por ver qué tan fuerte puedo hacer gritar a ese jodido muerdealmohadas.

Las motocicletas se alejan a toda velocidad en dirección opuesta a la que me encuentro, pero sólo retiro el hechizo desilusionador cuando ya no veo rastro de ninguno de los delincuentes. Cuando creo estar a salvo, salgo del callejón y vuelvo mis pasos hacia la plaza del vecindario; allí, tomo asiento en una banca desvencijada y suelto un suspiro de alivio. Sin embargo, la traumática experiencia que viví me deja cargado de terror y desespero, aunque esto no es debido a que me den miedo esos imbéciles. No, claramente mi temor no se debe a lo que ellos podrían haberme hecho, sino al hecho de que la perra de Ginny tranquilamente pudo haber dejado a Draco en un lugar como este, y él sin lugar a dudas se encontraría completamente indefenso y a merced de esta clase de peligros. No sólo Draco se halla sin su varita, sino que, además, e incluso si la tuviera consigo, él ni siquiera recordaría cómo utilizarla porque no tendría ningún recuerdo de ser un mago.

Nuevas lágrimas se apoderan de mis ojos, y sin poder evitarlo, comienzo a dejar salir todo el sufrimiento que estoy sintiendo mediante sollozos desgarradores. Mi mente se encuentra completamente saturada de sensaciones de temor por los peligros a los que pueda haberse visto expuesto mi novio y a la impotencia que me genera el no saber cómo rescatarlo de ellos, aunque esto no evita que escuche el sonido del auto que se detiene frente a mí. Creyendo que los delincuentes han regresado, tomo con fuerza la varita que tengo oculta en uno de los bolsillos del abrigo de Draco y me preparo para hechizar a estos muggles hasta dejarlos asustados de por vida; aunque, al levantar la vista, descubro que no son estos últimos quienes se han aparcado frente a mí.

─¿Te encuentras bien, chico?

La pregunta es realizada con una voz extrañamente amable, y cuando enfoco mi vista borrosa en el hombre que se detuvo frente a mí, descubro que la persona que está hablándome no es otra más que un oficial de policía. No obstante, y para mi mayor sorpresa, este hombre no es cualquier oficial de policía, sino que se parece increíblemente a mi primo Dudley. No creyendo del todo lo que ven mis ojos, suelto una pregunta con un tono que se encuentra cargado de incredulidad, y la forma en la que se elevan las cejas de este hombre con asombro es toda la confirmación que necesito para saber que mis suposiciones son acertadas.

─¿Dudley?

─¿Harry? ─Dice Dudley con sorpresa, a la vez que da un paso hacia adelante para acortar la distancia que nos separa. La cercanía parece confirmarle mi identidad porque, rápidamente, suelta una exclamación que parece tener un deje de alegría debajo de todo ese asombro que todavía tiene por verme aquí. Extraño. ¿Por qué Dudley estaría feliz de verme, siendo que nunca hemos tenido la mejor de las relaciones? ─¡Sí eres tú! ¿Qué diablos haces en un lugar tan peligroso como este, Harry? ¿Y qué te ocurrió? ¿Por qué estabas llorando?

Y a pesar de que Dudley parece genuinamente preocupado por mí, eso no elimina del todo la desconfianza que todavía siento recorrerme el cuerpo. ¿Realmente puedo confiar en Dudley Dursley, el mocoso mimado que solía disfrutar de hacerme la vida un infierno cuando era un simple niño? ¿De verdad puedo hacer a un lado todos los recuerdos desagradables que tengo de mi infancia y que los tiene a él como protagonista, aquellos donde disfrutaba de convertirme en su saco de boxeo? Lo cierto es que no estoy del todo seguro de poder olvidar todo el sufrimiento por el cual me hizo pasar, no sólo Dudley, sino también sus padres. Sin embargo, la situación en la que me encuentro es demasiado delicada y el tiempo ciertamente no está de mi lado. A cada segundo que paso sin encontrar a Draco, es otro más en el que él podría estar enfrentándose a un grave peligro, eso sin contar el hecho de que los efectos de la Poción del Olvido podrían comenzar a ser permanentes. Por lo tanto, y muy a pesar mío, no puedo darme el lujo de desaprovechar cualquier oportunidad de ayuda. Y Dudley, siendo un oficial de policía muggle de este barrio tan peligroso, podría tener mejores herramientas y recursos de los que yo tengo para buscar a Draco.

Forzándome a dejar a un lado todos los resentimientos que puedan haberme quedado por acciones ocurridas en el pasado, suelto un suspiro desganado y me dispongo a pedir su ayuda.

─Es… una historia muy larga.

─Estás de suerte, tengo bastante tiempo antes de que mi turno comience.

Dudley dice esto dando un encogimiento de hombros y me señala su auto de policía para que me suba en él. Asiento para hacerle saber que tomaré su oferta y me coloco en la butaca libre delantera. Dudley toma el volante y enciende el auto, y en cuestión de segundos, nos estamos moviendo por la calle poco concurrida. A unas cuadras del lugar en el que nos reencontramos, Dudley me señala una caja que se encuentra frente a mí, y dice: ─Hay tarta de melaza en esa caja, si quieres. La compré en la panadería del vecindario. Es la mejor que probarás en tu vida, créeme. El dueño cocina las cosas más deliciosas que he probado en toda mi vida.

Asiento para hacerle saber que lo escuché, pero mi estómago es un nudo lleno de preocupación que no me permite ingerir nada a menos que quiera arriesgarme a vomitar, y no creo que Dudley aprecie que ensucie el tapizado de su patrullero. En cambio, decido cambiar de tema y pregunto algo que me ha generado curiosidad desde el momento en el que lo vi portando ese uniforme.

─Así que... policía, ¿eh? Tus padres deben estar muy orgullosos de ti, Dudley.

Dudley detiene la marcha del auto en el semáforo en rojo, y luego se encoge de hombros en un gesto que claramente no parece importarle la opinión que tengan sus padres de él. Extraño, muy extraño. ¿Por qué el niño mimado de la familia Dursley reaccionaría de esa forma a mi pregunta? Aunque mis dudas son aclaradas cuando Dudley carraspea y luego confiesa algo que me deja con la boca ligeramente abierta en sorpresa.

─Sí, supongo que lo están o, al menos, lo estaban hasta que descubrieron la identidad de mi pareja. ─Dice Dudley con marcada irritación, mientras se aferra al volante con fuerza en lo que reconozco como un intento por calmar su temperamento. Una vez que lo consigue, pone primera y vuelve a arrancar el auto cuando la luz del semáforo cambia a verde. Luego, continúa con su explicación del motivo por el cual sus padres parecen estar decepcionados con él. ─Yo estaba saliendo con mi compañero de patrulla, Piers Polkiss. ¿Lo recuerdas?

Asiento nuevamente para hacerle saber que, por desgracia, todavía recuerdo al chico flacucho y con cara de rata que solía ser el mejor amigo de Dudley, aquel que se encargaba de sujetar a los niños por la espalda mientras Dudley les pegaba. Honestamente, me sorprende bastante el hecho de que dos de los matones más famosos de Little Whinging se hayan convertido en agentes de la policía, pero lo que más asombro me produce es conocer las preferencias sexuales de Dudley. ¿Cómo puede ser gay el chico malvado que solía atormentar a todos los niños del barrio y llamar 'maricas' a cada uno de los que hacía llorar? Ciertamente Dudley parece haber cambiado mucho más de lo que creía en estos años que han pasado.

Y a pesar de que no debería sentir lástima por Dudley, especialmente después de que él hizo de mi infancia un absoluto infierno, no puedo evitar sentir un pequeño vestigio de pena por él. Todavía recuerdo con claridad la forma en la cual tío Vernon y tía Petunia solían despreciar e insultar a las personas con preferencias sexuales que escaparan de lo que ellos consideraban "normal". Por lo tanto, no se necesita ser un genio para intuir que no debe haberles hecho nada de gracia que su único hijo, su pequeño retoño, resultara homosexual.

─Supongo que no se lo tomaron bien, ¿verdad? ─Digo con un tono suave y sin pretender mofarme de Dudley, aunque él no parece ofendido por esto. En cambio, suelta una carcajada cargada de diversión, y dice: ─¿Que no se lo tomaron bien dices? ¡Eso es quedarse corto, Harry! Me odiaron y despreciaron por ello. Todo lo orgullosos que estaban conmigo por haberme convertido en un policía respetable del país se fue al diablo cuando descubrieron quién era mi pareja. Me despreciaron, me humillaron y se encargaron de dejarme muy en claro lo mucho que les asqueaba que su hijo sea gay. Y sin importar cuántos años pasen, ellos seguirán sin aceptarme.

La verdadera tristeza con la que Dudley dice esto me deja realmente apenado por él. Sin importar cuán cruel solía ser mi primo en el pasado, nadie se merece pasar por algo como lo que él ha pasado. Además, y por lo poco que he visto hasta ahora, Dudley realmente parece haber cambiado para mejor, así que no merece nada de la mierda por la que, aparentemente, Vernon y Petunia están haciéndolo pasar. Siempre creí que nunca sería capaz de odiar más de lo que ya lo hago a mis tíos maternos, pero la vida me ha demostrado una vez más lo muy equivocado que puedo estar a veces; porque sí, sí puedo ser capaz de odiar con mayor fuerza a Vernon y Petunia, los nuevos niveles de desprecio que siento por ellos después de conocer la forma en la cual están discriminando a su hijo sólo por amar a alguien del mismo sexo son algo que jamás he sentido.

Sacudo la cabeza para aclararla un poco de las imágenes que se van creando en mi mente, unas donde estoy torturando de maneras bastante ingeniosas a los imbéciles de mis tíos, y pregunto algo que todavía me genera curiosidad.

─Entonces, ¿no has vuelto a verlos? A tus padres, me refiero.

─No, no lo he hecho. Y después de la forma en la que se comportaron conmigo la última vez que los vi, tampoco quiero tener que verles la cara nuevamente. ─Siento mucha curiosidad por saber qué ocurrió entre ellos para que Dudley no quiera volver a ver a sus padres, pero la forma en la cual se cierra el semblante de mi primo me impide preguntarle. Por lo visto, él no desea seguir hablando de este tema, esto me queda más que claro cuando desvía el tema de conversación hacia mí nuevamente. ─Entonces, ¿qué haces aquí, Harry? Estoy seguro de que no estás simplemente paseando, ya que este no es el mejor barrio para hacerlo.

Mis ojos vuelven a picar cuando recuerdo el motivo por el cual estoy aquí, pero me obligo a ser fuerte para poder contarle a Dudley con el mayor detalle posible todo lo ocurrido. Comienzo la historia hablando un poco sobre Hogwarts y la guerra, y cómo esto se relaciona con Draco, Ginny y conmigo. Luego, le explico a mi primo todo lo relacionado a Ginny y la forma en la cual me tuvo retenido con pociones de amor en contra de mi voluntad. Finalmente, le cuento acerca de los intentos que ella ha hecho para separarnos a Draco y a mí, y cómo este último parece haber tenido éxito. Para cuando termino de narrar todo, ambos hemos llegado a la comisaría de Dudley y mi rostro vuelve a estar plagado de lágrimas.

─No tienes idea, Dudley. No tienes idea de lo que se siente perder al amor de tu vida, saber que es casi imposible que pueda volver a verlo con vida y que, en el mejor de los casos, si llegara a encontrarlo, lo más probable es que él no me recuerde en lo absoluto.

Cierro los ojos con fuerza y dejo que las lágrimas corran como cascadas por mi rostro, mientras siento a Dudley aparcar el auto frente a la comisaría. Cuando el auto se detiene, abro los ojos y poso la vista en mi primo, y en su semblante encuentro algo que no esperaba ver. Su rostro está marcado con un dolor tan latente que es casi palpable, pero lo que más me sorprende de todo ello es la mirada de desconsuelo y resignación que está oscureciendo el brillo de sus ojos. ¿Por qué Dudley se ha puesto así? Claramente su estado no tiene nada que ver con mi historia, ¿verdad? ¿O sí la tiene?

─Sí lo sé. ─Dice Dudley soltando un suspiro apenado, a la vez que eleva la vista al frente y comienza a narrarme otra desgarradora historia de su vida. ─Sí sé lo que es perder al amor de tu vida. Yo perdí a Piers, ¿sabes? Y aunque sé que no fui el responsable de que lo mataran, una parte de mí siempre creerá que él murió por culpa mía.

Dudley suelta otro suspiro y con ello comienza a narrarme la historia de cómo perdió a su novio. Dudley me cuenta sobre la forma en la que él había descubierto varios de los negocios sucios que realizan los policías de la tarde y cómo planeaba delatarlos con sus superiores, sin embargo, nunca contó con el hecho de que sus superiores también estuvieran inmiscuidos en dichos negocios. Dudley me dice que él había pasado a representar una amenaza para estos policías corruptos, por lo tanto, habían querido hacerlo callar. Me cuenta cómo sus propios superiores los enviaron a él y a Piers a una misión muy peligrosa en la cual alguien había contratado a un sicario para darle una amenaza. Dudley me cuenta cómo este sicario, contratado por la misma policía, asesinó frente a sus ojos a Piers para dejarle una advertencia, una en la que indicaba que él terminaría de la misma forma que su novio si decidía delatarlos.

Me quedo completamente horrorizado por la historia que Dudley acaba de contarme, aunque nada me prepara para lo que dice a continuación. Y a pesar de que yo había tenido curiosidad de saber el motivo por el cual él ya no se habla con sus padres, escuchar la verdad de lo ocurrido sólo hace que sienta nuevos niveles de pena por mi primo.

─Jamás podré borrar esa imagen de mi mente. Un segundo, sólo eso se necesitó para arrebatarle la vida a Piers. Un certero disparo en la cabeza, y todo terminó. Todo lo que habíamos planeado hacer juntos, las proyecciones a futuro que teníamos y la felicidad que sentíamos por el simple hecho de estar juntos, todo eso se esfumó en cuestión de segundos. ─Dudley suelta una especie de risa amarga que me provoca escalofríos muy desagradables por todo el cuerpo, y sé que lo que dirá a continuación sólo empeorará aún más esta triste historia. ─¿Sabes qué fue lo peor de todo, Harry? Que ni siquiera en el momento más triste de mi vida mis padres mostraron un poco de compasión por mí. No, por el contrario, aprovecharon el funeral de mi novio para acercarse a mí y decirme que, ahora que Piers ya no representaba una mala influencia para mi vida, yo podía dejar de lado esas enfermas ideas homosexuales y conseguir una chica para formar una verdadera familia. Sí, así como lo oyes.

Dudley debe haber notado a través de mi rostro el horror que me produzco su confesión, porque se apresura a encogerse de hombros y dice algo que me consuela ínfimamente.

─De más está decir que mi padre conoció el puñetazo más doloroso del oficial Dudley Dursley ese día.

Suelto unas risitas al imaginarme el rostro ensangrentado de Vernon por obra de su propio hijo, aunque eso no elimina toda la tristeza que me produzco la historia de Dudley. Honestamente, no sé cómo puede estar tan entero después de perder a su novio de esa forma. Si yo perdiera a Draco de esa forma…

Y sólo cuando recuerdo que Draco todavía sigue desaparecido y que nada me garantiza que él se halle con vida, comienzo a sentir un agudo dolor apoderándose de mi pecho. La respiración se me entrecorta y me siento desfallecer, pero me obligo a permanecer consciente y seguir prestando atención a las palabras que Dudley está dejando salir con tanta determinación.

─Sí, Harry, sé lo que es perderlo todo; es por ello que te ayudaré a recuperar a Draco, sea como sea. No dejaré que nadie, en especial tú, vuelva a pasar por lo mismo que yo, no si puedo evitarlo.

Siento un nuevo nivel de respeto por mi primo inmediatamente después de que lo escucho ofrecerse a ayudarme con la búsqueda de esa manera tan decidida, uno que jamás he podido sentir por él en el pasado. Sintiéndome muy agradecido con Dudley y con renovadas esperanzas corriendo por mis venas, elevo una ceja en alto al mejor estilo Draco Malfoy, y digo: ─¿Sabes? Realmente me agrada este nuevo Big D.

Dudley se ríe al escuchar el apodo que solían darle sus amigos de la pandilla, pero, inmediatamente, deja de lado cualquier diversión que haya sentido y se vuelve hacia mí con toda la seriedad que sólo un entrenamiento de una fuerza policial te puede dar.

─¿Tienes alguna fotografía de Draco que pueda ver? Quizás lo haya visto deambular por el vecindario en alguna de las patrullas que hice ayer.

Rápidamente, busco la copia que hice esta mañana y se la doy a Dudley. Él la toma en sus manos y la examina con detenimiento y una marcada confusión. La forma en la que Dudley frunce el ceño ante el rostro de Draco me hace pensar que hay algo que claramente le ha llamado la atención. Creyendo que quizás Dudley haya reconocido a Draco, me giro completamente hacia él y pregunto: ─¿Qué ocurre? ¿Lo has visto?

─No… yo no… no lo conozco; aunque, ─Dice Dudley totalmente perdido en su mente, mientras sus ojos recorren el rostro de Draco como si intentara grabarlo a fuego en su memoria. Finalmente, y después de lo que parecen haber sido horas, Dudley aparta la mirada de la fotografía y me confiesa el motivo de su ensimismamiento. ─por algún motivo que no puedo ubicar, su rostro me parece conocido, ¿sabes? Quizás lo haya visto en alguno de los casos o denuncias ocurridos ayer. Buscaré a fondo en las computadoras de la comisaría, tenemos un sistema específicamente dedicado para localizar personas perdidas. Quizás pueda haber algo que nos ayude a dar con el paradero de tu novio.

─Gracias, Dudley. Eso sería realmente de mucha ayuda.

Dudley me extiende la fotografía para devolvérmela, y luego dice: ─Se nota que él te hace muy feliz. Me alegro por ti, Harry. Te lo mereces.

Vuelvo a sostener en mis manos la fotografía que nos tomamos en ese parque de diversiones, y no puedo evitar sonreír con tristeza. Incluso en ese momento, cuando todavía no estábamos juntos debido a las maquinaciones de Ginny, aun así, éramos capaces de hacernos felices el uno al otro simplemente con pasar tiempo juntos. Todo esto solo me sirve para reafirmar mi determinación de encontrar a Draco cuanto antes, después de todo, sé que nunca podré volver a ser verdaderamente feliz sin él a mi lado.

─Sí, él realmente me hace la persona más feliz del mundo.

Le doy una última mirada a la fotografía y vuelvo a dársela a Dudley. Es posible que a él pueda servirle tenerla para encontrar a Draco en su base de datos, y así se lo hago saber.

─Consérvala. De todos modos, es una copia de la original, así que no la necesito devuelta. Además, podría servirte para colocar su rostro en tu sistema de búsqueda digital.

─¿Estás seguro?

Dudley dice esto con algo de duda, pero, de todos modos, toma la fotografía que le extiendo. Asiento para hacerle saber que estoy de acuerdo y espero a que él la tome para presionar la perilla de la puerta, no obstante, Dudley me detiene antes de que pueda abrirla.

─Espera, Harry. ¿Cómo voy a contactarte para mantenerte al tanto de las novedades? Vas a tener que darme tu número.

─No tengo teléfono. No usamos esa clase de elementos de comunicación en mi mundo. ─Le digo con el cerebro trabajando a toda marcha para hallar una forma en la que podamos comunicarnos. Afortunadamente, se me ocurre una solución momentánea a este problema. Definitivamente tengo que obtener un teléfono móvil y encontrar la forma de protegerlo de manera tal que la magia no lo arruine; aunque eso será un problema que resolveré más adelante, cuando encuentre a Draco y logre hacerle recuperar sus recuerdos. ─Pero puedes buscarme en el apartamento que comparto con Draco. Aquí…

Tomo nuevamente la fotografía de manos de Dudley, y con un pase de la varita, anoto en el reverso la dirección de nuestro apartamento. Dudley queda bastante asombrado ante ese simple despliegue de magia, aunque no parece encontrarse tan asustado como solía estarlo en el pasado, lo cual es un verdadero alivio.

─Oh, genial. Te visitaré si llego a encontrar algo que pueda servirte para hallarlo.

─Gracias, Dudley.

Le doy una última sonrisa de agradecimiento y salgo del auto en dirección a uno de los callejones más oscuros y menos concurridos para poder desaparecerme hacia mi nuevo destino, uno que se encuentra plagado de tumbas. En pocos segundos, siento mis pies aterrizar sobre una acera cubierta por una gruesa capa de nieve, y frente a mi vista, aparece el cementerio del Valle de Godric. No estoy seguro del motivo por el cual me aparecí aquí, siendo que debería estar empleando este tiempo para buscar a Draco en alguna otra de las coordenadas que me dio Hermione, pero hay algo dentro mío que está empujándome a visitar a mis padres. Quizás esto sólo es un producto del gran deseo que tengo por hallar algo de consuelo, de poder descargar todas mis frustraciones e inseguridades sin tener que seguir interpretando el papel del héroe. Quizás sólo necesito poder llorar en paz sin sentirme culpable por hacerlo.

Mis pies comienzan a moverse automáticamente en dirección al lugar donde descansan mis padres. Por fortuna, el día está lo suficientemente frío y con un cielo cubierto que promete descargar una ventisca muy pronto, con lo cual el cementerio se encuentra absolutamente vacío. Después de pasar por varias tumbas de personas que no reconozco, llego frente a lápida de mármol blanco que tiene grabados los nombres de mis padres. Me dejo caer frente a esta última, y como una ocurrencia tardía, saco la varita y conjuro unos lirios para ellos. Y sólo cuando estoy a punto de guardarla en uno de los bolsillos, me percato de que estuve usando la varita de Draco durante todo el día. Mis ojos vuelven a llenarse de lágrimas, y como no tengo la obligación de fingir ser fuerte frente a mis padres, dejo que estas rueden libremente por mi rostro.

─Hola, mamá. Hola, papá. ─Los saludo con una especie de susurro, el cual se pierde por completo con el sonido que realiza el fuerte viento que sopla, aunque no es como si esto fuera a importar. Estoy seguro de que ellos no serán capaces de oírme incluso si yo les gritara. No queriendo adentrarme en esta clase de pensamientos que sólo conseguirán deprimirme más, inspiro con fuerza y comienzo a hablarles como si ellos realmente pudieran escucharme. ─Me hubiese gustado visitarlos en una ocasión más alegre, pero, por desgracia, mi vida es un absoluto caos en estos momentos. Realmente los extraño, y quisiera que pudieran estar junto a mí porque han pasado muchas cosas desde la última vez que los visité, muchas de las cuales estoy seguro que les habría gustado saber.

No obtengo respuesta, obviamente, pero eso no evita que siga hablándoles como si realmente pudieran oírme. Después de todo, hablar frente a la tumba de mis padres está resultando ser algo que está consiguiendo aliviar gran parte de mi sufrimiento.

─Estoy saliendo con Draco, ¿saben? ¿Recuerdan que les hablé sobre él la última vez que vine a visitarlos? ─Digo todo esto en un pequeño murmullo y con nuevas lágrimas cayendo por mi rostro, mientras hago rodar la varita de Draco sobre mis manos, pero en ningún momento dejo de hablar. ─Él es maravilloso, de verdad lo es. Estoy seguro de que ustedes lo habrían amado.

Una risita llorosa escapa sin mi consentimiento cuando una idea asalta mi mente, y como no veo el daño de confesar estos pensamientos verbalmente, así lo hago.

─¿Saben? En cierto modo, nuestra relación me recuerda a la que tuvieron ustedes dos. Draco se parece mucho a ti, papá. Él solía ser un niño sangre pura muy mimado y que, en ocasiones, podía llegar a ser bastante inmaduro y desagradable, especialmente cuando él se ponía en la piel del "matón escolar" y se encargaba de hacernos la vida imposible a mí y a mis amigos.

Suelto otra risita al recordar alguna de las tantas veces en las que Draco hizo el ridículo en Hogwarts motivado por una infantil rivalidad escolar, mientras siento nuevas lágrimas rodando por mi rostro.

─Y yo me parezco a ti, mamá, porque sólo comencé a ver a Draco con otros ojos (a pesar de que dentro de mi mente siempre lo consideré, muy a regañadientes, como un chico bastante atractivo) cuando dejó de lado toda esa inmadurez y comenzó a mostrar ese lado amable y cariñoso, ese que siempre ha tratado de ocultar de las demás personas producto de sus enseñanzas sangre pura.

Observo completamente ensimismado los nombres de mis padres grabados en el mármol blanco, a la vez que me aferro a la varita de Draco como si ésta pudiera ser capaz de transmitirme alguna clase de consuelo, aunque nada elimina el agonizante dolor que siento en el pecho.

─Él me hace muy feliz, ¿saben? Más de lo que jamás creí que sería posible ser. Es por eso que no sé qué es lo que haré si no puedo volver a verlo.

Y eso es lo último que puedo decir, porque, inmediatamente, cualquier autocontrol que me quedara se termina de quebrar y me convierto en un absoluto reguero de lágrimas y llanto incontrolable. Todo el peso de lo ocurrido durante estas semanas se arremolina dentro de mi mente y busca una manera de escapar a través de esas saladas gotitas que escurren por mis ojos. Me siento temblar de dolor y desesperanza, y siento un dolor opresor en el pecho que me impide respirar con normalidad; y justo cuando creo que estoy a punto de dejar salir mi magia de forma descontrolada, una fuerte ráfaga de viento atraviesa el lugar en el que me encuentro y remueve los lirios que conjuré. Inmediatamente, la agradable fragancia que exuda de estas flores consigue brindarme algo de consuelo entre todo este sinfín de sufrimiento. Y aunque sé que el pensamiento es ridículo, encuentro este repentino acto de la naturaleza como una especie de representación de que mis padres están acompañándome. Es casi como si ellos se hubieran materializado de esta forma para tratar de confortarme.

Sonrío con tristeza ante este pensamiento que me asalta, y me permito, por última vez, descargar mediante lágrimas toda la desesperación que siento por no ser capaz de hallar a Draco. Este será el último desliz que me permitiré tener, después de este momento, tendré que dejar de lado cualquier sentimentalismo que me quede y enfocar por completo toda mi atención en encontrar a Draco; pero, por ahora, me permitiré ser débil y dejaré que el olor de los lirios y la compañía de mis padres me consuelen.


Notas finales: espero que les haya gustado. Estamos cada vez más cerca del reencuentro de estos dos tortolitos, sólo eso voy a decirles. Ahora sí, me despido. Nos leemos el fin de semana que viene.