Sinopsis:

"Alegría fue lo último que sintió al mirar fijamente los ojos vacíos que deberían haber sido de un gris brillante. Su rostro siempre había sido afilado y puntiagudo, pero ahora daba paso a la demacración. El pelo, que tanto había cuidado en el colegio, le colgaba largo y mustio. Le recordaba al aspecto de su padre en la foto de su detención. Cómo había querido ser como su padre mientras crecía. Y ahora lo era, quizá más que nunca. Un fantasma".

Después de haber hecho más de lo que le correspondía para salvar el Mundo Mágico y de haber soportado las cicatrices de lo que costó, Hermione Granger cree que se ha ganado un pequeño respiro. Pero cuando un carismático, aunque caótico Theodore Nott la convence de que use una vieja ley para salvar a un querido amigo que está a punto de recibir el Beso del Dementor, no puede quedarse de brazos cruzados. Sigue a Hermione mientras navega por un mundo que aún cree en el estatus de sangre, un matrimonio para salvar la vida de un viejo enemigo y el dolor que conlleva sobrevivir.

.

Nota de la autora:

¡Hola! Es la primera vez que escribo un fic, (aparte de los fics de Crepúsculo cuando tenía 12 años) y soy una ávida lectora de Dramione. Esta historia me la sonsacó una amiga que me mandó un TikTok de pardon_mi hablando de un Matrimonio en la Horca para un fanfic.

Tengo 23/30 capítulos terminados y planeo publicar los domingos y miércoles.

Lo escribí en el móvil, así que proceded con cautela.

No soy dueña de una mierda 3

Por favor, no agreguéis este fic a Goodreads (es solo una historia casera, no una obra publicada). Gracias.

Muchísimas gracias a Rompeprop por ser la mejor beta y la mejor matona que una chica podría pedir.

.

Nota de la traductora:

¡Hola! Ya traduje los 20 capítulos disponibles de Year of the Lioness que hay en el momento que estoy escribiendo esto, y no puedo dejar de traducir así que mientras van saliendo poco a poco capítulos, seguiré con otros Dramione que ya están completos, una vez más culpemos a tiktok de todo lo que me apetece traducir, porque este tenía muy buena pinta. Está completo con 31 capítulos, así que ire publicando como lo hice en anteriores ocasiones, 5 capítulos, 1 al día, según los vaya teniendo listos.

Antes de empezar aclarar que sería Gallow Marriage (específicamente en el mundo mágico): una ley antigua que perdona la vida a cualquier condenado a muerte si una bruja se le declara antes de la ejecución.

Los personajes y todo lo reconocible es de la autoría de JK Rowling, la historia y portada es de MilaBelle.

Traducción oficial autorizada.

.

.

Hermione no podía superar la sensación de pavor que le invadía las entrañas mientras fingía dar un sorbo a su té hacía tiempo frío.

"El receptor más joven del Beso en los últimos 100 años".

Revolvió los papeles de su escritorio por quinta vez, con la esperanza de que el acto organizativo se extendiera de algún modo al revoltijo de pensamientos que se agolpaban en su mente.

"Fin de dos antiguas líneas de sangre de los Sagrados Veintiocho".

Hermione dio unos golpecitos con la punta de la pluma, dispuesta a olvidar las palabras de la portada del Profeta y a concentrarse en la propuesta de los centauros, que debía estar redactada de nuevo antes del fin de semana. Los centauros la necesitaban. No las antiguas líneas de sangre de los Sagrados Veintiocho, a las que probablemente no les vendría mal acabar.

"Fijado para el 15 de junio".

Un último cumpleaños. El recuerdo de una lechuza de aspecto imperioso que transportaba elegantes paquetes envueltos en plata seguía rondando los pensamientos de Hermione mientras esperaba los ascensores del Ministerio de camino a la cafetería. Siempre se había enorgullecido de su memoria, pero en aquel momento deseó poder olvidar un cumpleaños que caía en junio. Y olvidar al chico que cumplía años.

Ya no es un chico, en realidad.

Habían pasado cinco años desde la guerra. Una guerra que casi había destrozado el mundo mágico británico y casi le había costado la vida. Hermione seguía comprobando sus protecciones al menos dos veces por noche antes de apagar las luces de su pequeña casa. Guardaba un pequeño bolso de cuentas lleno de provisiones, ropa de recambio y pociones básicas junto a su Flu. Se mentía a sí misma diciendo que era en caso de incendio, como si la magia no pudiera extinguir las llamas. Aún tenía esa palabra grabada en el antebrazo. Hermione se encontraba a menudo tocando ligeramente las letras en relieve por la noche. Cuando el mundo se sentía extra silencioso y juraba que podía sentir el frío amargo del bosque de Dean en invierno, Hermione trazaba cada letra lentamente, recordándose a sí misma que estaba a salvo. Había ganado.

Ya no es un chico. Es un hombre de veintitrés años.

Sacudió la cabeza, con la esperanza de desterrar los pensamientos que la habían perseguido durante todo el día. Terminó el sándwich de huevo y berros, que apenas había tocado, y sonrió al oír lo que había dicho Anthony Goldstein. Hermione esperaba que él no se hubiera dado cuenta de que ella no estaba escuchando la historia del encuentro de su tía abuela con el MACUSA.

Mientras tomaban el ascensor de vuelta al Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, en la cuarta planta del Ministerio, se propuso no pasar ni un momento más pensando en ojos grises tristes, frías muecas de desprecio o cualquier cosa que se pareciera al rubio. Hermione había cumplido con su parte y había escrito en su favor para su juicio junto a Harry y Ron (este último bastante más a regañadientes que ella). Lo había perdonado por sus cobardes acciones como matón en el colegio y había aceptado que había sido un niño descarriado por los adultos de su vida. Había sido un soldado como ella, obligado a tomar decisiones que alteraron su vida demasiado joven. Eran dos caras de la misma moneda. Hermione había hecho su parte por la guerra, por su comunidad y por un antiguo enemigo. Había hecho suficiente. El peso ya no tenía por qué recaer sobre sus hombros. La decisión de condenar sus acciones había sido solo del Wizengamot.

Había hecho suficiente.

Repitió estas palabras mientras probaba una vez más sus protecciones.

Repitió estas palabras mientras comprobaba su bolso de cuentas en el Flu.

Repitió estas palabras mientras las yemas de sus dedos trazaban una S dentada sobre la piel, por lo demás lisa, de su antebrazo mientras se acurrucaba bajo su vieja colcha.

Había hecho suficiente.

Se quedó mirando el techo.

Nubes arremolinadas, estrellas y una luna redonda brillaban sobre ella. El resplandor luminiscente reflejaba un ligero brillo en sus uñas mientras se rascaba las cutículas. Un pequeño truco de magia. Hermione había pasado otra noche en vela intentando recrear el cielo nocturno sobre su cama, que le recordaba a un castillo lejano en las ondulantes colinas de Escocia. Un lugar que guardaba tantos recuerdos, fantásticos y terribles.

Ahora las estrellas parpadeantes y la luz de la luna parecían intensificar sus inquietos pensamientos.

Se había prometido a sí misma dejar de pensar en él.

Con asombroso poco autocontrol, inclinó la cabeza hacia la constelación cuyo homónimo le impedía dormir. Un grupo de diecisiete estrellas. A lo largo de los años se había encontrado a sí misma deteniéndose demasiado tiempo en esa constelación en particular. Igual que a veces se quedaba demasiado tiempo pensando en un chico en particular.

Hermione sintió que el calor líquido le coloreaba las mejillas mientras se presionaba los ojos con las palmas de las manos, con la esperanza de borrar físicamente sus pensamientos. Estaba sola, pero eso no impedía que sintiera vergüenza. Un flechazo de la infancia. Ni siquiera eso. Era curiosidad.

Hermione siempre había sido una niña curiosa. Amante de los rompecabezas. Vivía para el momento en que todo encajara. No podía resistirse a la llamada de un nuevo misterio, descifrar sus entresijos y encontrar la explicación. Y comparado con su educación muggle, un chico de sangre pura le parecía un misterio. Tampoco podía explicar (ni le importaba hacerlo) por qué Ron nunca había tenido la misma atracción innata. No, no era un flechazo. Hermione simplemente sentía curiosidad. No era como si ella entretuviera estos pensamientos por más de un momento fugaz. Muchas veces, aquel cúmulo de estrellas mereció su ira a lo largo de los años. Había sido cruel, y Hermione a menudo se había sentido asqueada por esa crueldad.

Necesitaba dormir. Nada explicaba mejor su indeseado viaje al pasado que la falta de sueño. Ya no era una niña de once años que abría la puerta de un vagón y veía a un chico rubio de ojos grises y barbilla puntiaguda que la miraba fijamente. Ya no era una niña de catorce años que abofeteaba esa misma cara puntiaguda, ahora más alta que ella y ligeramente más ancha que antes. Tampoco era aquella chica de diecisiete años, preocupada por un chico que parecía tan solo y asustado.

No.

Ella ya no era aquella chica. Y él había dejado de ser aquel chico en lo alto de una torre de astronomía una noche de junio hacía cinco años. El mismo mes de su cumpleaños. El mismo mes en el que moriría.

Hermione intentó reprimir un bostezo de forma poco elegante. No recordaba haberse quedado dormida, pero de algún modo la luz del sol la despertó junto con un maullido bastante petulante. Las peticiones de Crookshanks para desayunar eran a veces lo único que la convencía de levantarse de la cama los fines de semana.

—Hermione, pareces agotada. ¿Has dormido bien?

Hermione levantó la vista rápidamente, sintiéndose ligeramente ensimismada y presa de su agotamiento.

—Oh, estoy bien, Sra. Weasley. Ese borrador de los Centauros me sacó un poco de mí.

La mentira se le escapó de la boca con facilidad.

La señora Weasley frunció ligeramente los labios, pero aceptó la respuesta mientras servía una fuerte taza de té y se la entregaba con firmeza a Hermione. Ella agradeció el calor que le proporcionaba la taza desconchada. También le proporcionó algo en lo que ocupar sus manos y su tiempo mientras daba un largo sorbo y apartaba la mirada de los maternos e insistentes ojos marrones.

Hermione estaba tan agradecida de que la señora Weasley hubiera permanecido cercana incluso cuando ella y Ron no habían funcionado según lo planeado. No habían roto. Normalmente había que empezar una relación para terminarla. Después de la guerra habían intentado que las cosas funcionaran. Hacer que las piezas encajaran en un nuevo mundo que no implicaba salir a escondidas a deshoras o esconderse en tiendas de campaña desgastadas. Tuvieron algunas citas, se acostaron con regularidad durante unos meses y luego de forma intermitente durante algunos meses más. Nada parecía asentarse. Hermione comenzó su gratificante, pero a menudo riguroso trabajo en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas. Ron empezó su carrera como Auror.

Al final no rompieron, sino que se apagaron. No hubo explosión, solo un silencioso reconocimiento de que no era el momento adecuado. Hermione a menudo se preguntaba si alguna vez sería el adecuado. Pero a veces Ron la miraba fijamente y sonreía de aquella manera que la hacía sentirse querida y apreciada, y ella volvía a imaginarse una vida con vacaciones en la Madriguera y una boda en un jardín familiar en primavera. El tipo de familia de la que no se había sentido parte desde que oblivió a sus padres.

Hermione agarró con más fuerza la taza que se enfriaba rápidamente, preguntándose si podría romper la cerámica con sus propias manos.

—¡Hermione! ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Ginny entró, escoba en mano, con su larga melena pelirroja ligeramente pegada al sudor de su frente.

—Oh, puede que haga una hora.

—¡Habríamos dejado de jugar de haber sabido que llegabas! Siento como si no te hubiera visto en años.

Hermione sonrió cuando la cara rubicunda de su mejor amigo apareció junto a su voz. No importaban los años que hubieran pasado, cuando miraba el cabello oscuro que nunca parecía estar completamente en su sitio y aquellos llamativos ojos verdes, veía simplemente a Harry. No a Harry, el jefe Auror, ni a Harry, el marido. Solo a Harry, un chico con gafas que a menudo necesitaban ser limpiadas o arregladas.

—He estado disfrutando de un té con la señora Weasley. Sabéis que no me gusta mucho el Quidditch, pero hace tan buen tiempo que no os obligaría a parar. Y siento haber estado ocupada con el...

—Borrador de los Centauros, —el coro de voces salió al unísono seguido de una ligera risita. Hermione sonrió avergonzada.

—Puede que lo hayas mencionado varias veces, —sonrió Ginny.

—O todo el tiempo, —retumbó una voz mientras Ron entraba, escoba en ristre. Sonrió jovialmente, dando a entender que no quería ofender a nadie. Hermione le devolvió la sonrisa con afecto. Ron era bastante atractivo. Su pelo se había oscurecido un poco hasta convertirse en un castaño rojizo y había recuperado su larguirucho cuerpo de antaño. A medida que crecía y se convertía en un muy buen Auror, adquiría una confianza de la que había carecido en su juventud. Había momentos en los que estaba tan segura de que podía amar y ser amada por Ron que le hacía preguntarse por qué no habían funcionado. Otro enigma con el que Hermione se encontraba obsesionada algunas noches.

—Hola, Hermione, me alegro de que hayas venido, —Ron la abrazó. Olía a hierba y a sudor, pero ella se dejó hundir en el abrazo por un momento. Ron daba algunos de los mejores.

—Por supuesto, Ronald, no me lo perdería.

Y era cierto. Aunque Hermione no estaba segura de que alguna vez formaría parte de la familia como lo era Harry incluso antes de casarse con Ginny, se sentía feliz incluso de estar cerca.

—¡Hermione!

La paternidad había tratado bien a Bill Weasley. Su rostro lleno de cicatrices brillaba de afecto mientras abrazaba a Hermione. Un paso por detrás, Fleur estaba tan exquisita como siempre, con un bebé de aspecto querubín y rizos rubios fresa.

Fleur sonrió a Hermione y le dio dos pequeños besos en las mejillas en rápida sucesión. Luego, sin miramientos, plantó al bebé en brazos de Hermione mientras le quitaba de las manos el té ya frío.

—Feliz cumpleaños, Victoire, —dijo Hermione con cierta torpeza a la niña de dos años que llevaba una corona de papel. La niña sonrió y procedió a contarle a Hermione una elaborada y confusa historia hecha sobre todo de balbuceos mientras la paseaba. Al cabo de unos minutos, enredó sus pequeños dedos en los rizos de Hermione.

—Oh, no, no lo harás, mon chou, —Bill apartó hábilmente el pelo de las regordetas garras de su hija y la cogió de los brazos de Hermione—, Lo siento, Hermione, una fase de tirar del pelo. —Y los dos se fueron.

Hermione oyó una risita a su lado.

—Mucho trabajo, ¿verdad? No estoy seguro de cómo la Sra. Weasley manejó a siete.

—Ya veo por qué mis padres solo tuvieron una. —Hermione estuvo de acuerdo con Harry.

Asintió.

—Sí, pero también creo que es agradable. Tener siempre a alguien con quien jugar. Tener a alguien con quien vivir aventuras.

—Creo que tuvimos muchas aventuras mientras crecíamos.

Harry puso los ojos en blanco.

—Sí, pero me refiero a aventuras normales, como aprender a volar en escoba o retarnos a probar distintas grajeas Bertie Botts. No luchar contra un malvado Señor Tenebroso cada año justo antes de las vacaciones de verano.

La displicencia con que Harry hablaba de su educación poco convencional siempre conseguía sorprender a Hermione. Cuando ella le había preguntado cómo podía hablar de ello con tanta facilidad, él se limitaba a responder: "Ganamos, Hermione. Lo conseguimos. Podemos estar bien".

Luego le explicó que vencer a uno de los magos más fuertes a los diecisiete años también daba derecho a presumir y, a veces, a comer gratis, y ella le dio un codazo en las costillas.

—Sabes que Ginny y yo estamos pensando en tener hijos en el futuro.

Hermione lo sabía, por supuesto. Harry quería la gran familia, la que le habían arrebatado. De algún modo, la mención de ello aún la sobresaltaba. Había momentos en que se sentía como si estuviera en aquella tienda del bosque de Dean y Harry estuviera pensando en tener hijos. Sentía una fea ráfaga de envidia. No es que no quisiera que Harry y Ginny, dos de sus mejores amigos, fueran felices. Simplemente los veía más cerca que a ella.

—No de inmediato, por supuesto, a Ginny le encantan las Holyheads, y quiero que juegue todo el tiempo que quiera. Tal vez pronto, tal vez no. Pero algún día.

Hermione se tragó el nudo que tenía en la garganta.

—Vas a ser un padre increíble, Harry. —Hermione sabía esto como sabía que la Amortentia tenía que hacerse en un caldero de oro y que un unicornio representaba el "1", en aritmancia.

—Gracias, Hermione, —sonrió, con las mejillas ligeramente sonrosadas. Luego salieron al exterior, donde había una fiesta digna de una niña con una corona de papel.

El sol estaba bajo en el cielo y su padre llevaba a la cumpleañera dormida escaleras arriba.

El señor y la señora Weasley estaban reprendiendo a George, que había probado con Ron un nuevo caramelo de Sortilegios Weasley que le hizo graznar involuntariamente como un pato durante treinta minutos, ("¡Los distintos sabores tienen distintos sonidos! Pero tengo que ver cuánto dura. ¡Seguro que se le pasa pronto!"). Harry y Ginny estaban sentados uno al lado del otro en un sillón, con la cabeza de Ginny apoyada en el hombro de Harry. Ron estaba sentado en una silla, soltando graznidos rebeldes mientras comía el trozo de tarta que le quedaba. Una ligera brisa entraba por una ventana abierta. La habitación tenía el resplandor propio de una noche de mayo inusualmente cálida y de un día lleno de amigos y comida. Hermione estaba contenta.

—¿Viste ese artículo sobre Malfoy en el Profeta? —preguntó Harry de repente.

Y con eso la alegría de Hermione se escabulló de la habitación con los últimos rayos de sol primaveral.

—No puedo creer que realmente lo sentenciaran al Beso. —Continuó.

Ginny parecía incómoda mientras se removía en su asiento.

—Sabía que era una posibilidad, pero sinceramente pensé que vuestros testimonios habrían tenido un mayor impacto.

Hermione no quería hablar de esto. Ni siquiera quería pensar en ello, pero no había sido capaz de detener los casi interminables bucles de pensamientos desde que había leído el artículo. Visto la foto.

Hermione siempre había sentido admiración por la magia. Cuando leyó su primer libro de magia y se dio cuenta de que los dibujos podían moverse, sintió una gran alegría.

Alegría fue lo último que sintió al mirar fijamente los ojos vacíos que deberían haber sido de un gris brillante. Su rostro siempre había sido afilado y puntiagudo, pero ahora daba paso a la demacración. El pelo, que tanto había cuidado en el colegio, le colgaba largo y mustio. Le recordaba al aspecto de su padre en la foto de su detención. Cómo había querido ser como su padre mientras crecía. Y ahora lo era, quizá más que nunca.

Un fantasma.

Ese había sido el primer pensamiento de Hermione. Parecía un fantasma. Mirando fijamente a la cámara, sin inmutarse. Ya no estaba orgulloso, enfadado o asustado. Simplemente ausente.

Hermione no quería hablar de esto.

Harry asintió con la cabeza.

—Intenté hablar con Robards, pero se mostró muy reservado. Quizá porque yo di el testimonio. Al parecer, fue una sesión a puerta cerrada del Wizengamot. Por eso nos hicieron escribir nuestros testimonios en lugar de compartirlos en el juicio. Ni siquiera deliberaron durante más de treinta minutos. Entraron sabiendo cómo iba a terminar.

—¿Es eso siquiera legal?

Hermione no había sentido las palabras salir de su boca hasta que oyó su propia voz. Intentó parecer despreocupada mientras daba un mordisco al pastel ligeramente endurecido que había estado empujando en su plato.

—Creo que está en una zona gris. A estas alturas llevan años con juicios a Mortífagos. Tom tenía muchos seguidores, muchos que cometieron actos más atroces y querían procesarlos rápidamente. Sube la moral del país tras la guerra. Malfoy estuvo en arresto domiciliario unos años y luego lo encerraron hace un año.

—Eso no parece ético en absoluto. Así no debería funcionar el sistema. Merece un juicio justo.

Hermione podía sentir el familiar latido de su corazón mientras se frustraba cada vez más con lo que oía. Nunca se había quedado de brazos cruzados cuando sentía que se cometía una injusticia. Un zumbido de bajo nivel llenó sus oídos y pudo sentir la adrenalina furiosa aumentar.

—No creo que haya mucha gente pidiendo un trato justo para los Mortífagos. De nuevo, las leyes son un poco inestables. Muchas leyes mágicas son muy antiguas y no se han actualizado en años. Es decir, he leído algunas leyes extravagantes que uno no pensaría que siguen siendo relevantes, pero que técnicamente siguen siendo ley. Por ejemplo, si tienes Thestrals, tienes que tener al menos ocho. No hay otra razón que el creador de la ley tenía ocho y pensó por qué no. Esa es otra razón por la que es tan difícil conseguir una licencia para tenerlos...

Hermione cortó a Harry.

—¿Así que un hombre está siendo condenado a muerte por acciones que hizo de niño, y se decidió en treinta minutos? Eso es ridículo.

Ahora estaba sentada y había dejado el plato con un fuerte ruido. Estaba realmente incrédula. Hermione creía que había habido un juicio completo. Cuando le pidieron un testimonio por escrito, pensó que se trataba más bien de un procedimiento judicial. No sintió la necesidad de ir al juicio personalmente porque había asumido que sería manejado con el cuidado que la vida de una persona, cualquier persona, merecía. Y se había equivocado.

Hermione odiaba equivocarse.

—Quiero decir, aunque es culpable.

Todos volvieron la cabeza hacia el pelirrojo que, por fin, había dejado de hacer cantos de pájaro.

—No es que Malfoy sea inocente. Todos sabemos que era un Mortífago. Todos sabemos que dejó entrar a los Mortífagos a Hogwarts. Y sí, no le lanzó la maldición asesina a Dumbledore, pero tampoco intentó escapar. Y siguió siendo Mortífago después de la muerte de Dumbledore.

—¡Era un niño! ¡Tom vivía en su casa! ¡No tenía muchas opciones! —Hermione apretó los puños.

—Sí, bueno, tuvo algunas. Y no olvides esas entrevistas en el Profeta. Usó Imperdonables durante la guerra en la gente. En nacidos de muggles.

Hermione tragó saliva. Había leído aquellos artículos. Sobre cómo un Malfoy adolescente había llegado a utilizar la Maldición Cruciatus con los cautivos llevados a la Mansión Malfoy. Historias de un Malfoy con expresión pétrea que lanzaba la maldición mientras Bellatrix Lestrange le daba instrucciones desde detrás de su joven alumno. Hermione se rascó inconscientemente el antebrazo izquierdo por encima de la manga del jersey.

—Malfoy no es una buena persona. Tomó sus decisiones. Y ahora se enfrenta a las consecuencias de esas elecciones. Murió gente. Eligió el bando equivocado.

—No tenía un bando que elegir, Ron. ¿Irías en contra de tu familia? ¿Toda tu vida?

—Bueno, mi familia estaba en el lado correcto. Toda su familia es mala Hermione. Tú misma lo acabas de decir. Sé que te gusta defender a las criaturas y a los que crees que no pueden defenderse. Pero Malfoy es una criatura mala, y tú no puedes arreglar este problema, por mucho que quieras. Ni siquiera la Bruja Más Brillante de su Generación puede salvar a un hombre del Beso por segunda vez.

Ron no lo dijo de forma cruel. En lugar de eso, habló en voz baja, como si estuviera hablando con una niña que acababa de preguntar si el Ratoncito Pérez era real. Como si necesitara que le desmenuzaran el concepto en trozos del tamaño de un bocado para poder entenderlo del todo.

Hermione siendo Hermione. Todo el mundo se reía de Hermione yendo a salvar a los elfos. Hermione, presentando documentos en el Ministerio con la esperanza de cambiar las cosas; Hermione, hablando de la propuesta de los Centauros, que les proporcionaba tierras seguras después de que les hubieran arrebatado tantas cosas. Algo que tal vez solo era importante para ella. Y los centauros, por supuesto, si es que alguna vez volvían a comunicarse.

—No todos merecen ser salvados, Hermione. Y probablemente Malfoy ni siquiera querría que alguien como tú lo salvara.

Ay.

Hermione siempre había estado orgullosa de su herencia, incluso cuando se la habían echado en cara. La gente solía mencionar su sangre cuando se sentían intimidados por ella, y eso le gustaba. Pero la forma en que Ron lo decía, despreocupadamente, como si fuera de sentido común... De algún modo, eso le escocía más.

Sabía que su curiosidad no era recíproca. Incluso durante la escuela, cuando había jurado que lo pillaba mirándola de reojo o cuando veía una leve sonrisa de satisfacción ante un comentario ingenioso que ella hacía, cualquier comentario agriaba esos momentos ocultos. Él la fulminaba con la mirada, se burlaba o espetaba rencor. No, su curiosidad era suya. Draco Malfoy era sangre pura. Hermione Granger no lo era.

—Ron, deja de ser un idiota. —Ginny miró a su hermano mayor como solo una hermana puede hacerlo.

—No, Hermione, sabes que no quise decir eso.

—Ron, en serio, sigues siendo un idiota.

— ¡Ella sabe que no quise decir eso!

Hermione no lo sabía. Pero esa sensación de tranquilidad que había sentido antes, cuando vio a Ron de nuevo, fue rápidamente reemplazada por un pensamiento común. Tal vez Ron no la comprendía tan bien como ella esperaba después de tantos años. A menudo sentían que no estaban a la altura el uno del otro.

Hermione suspiró y esbozó una sonrisa algo tensa.

—Sí, Ronald, claro que sé que no querías decir eso.

A veces, mentir era menos agotador.

Terminaron el té en el silencio más confortable que pudieron conseguir. Después Ginny la acompañó al Flu mientras Ron y Harry iban a ayudar a George a limpiar como penitencia por el caramelo.

—No le hagas caso a Ron. Está mejorando mucho, pero la muerte de Fred... le afectó mucho. Y aún no se ha recuperado del todo. No sé si lo hará algún día. Además, Malfoy siempre ha sido un punto de conflicto para Ron. Harry tenía una rivalidad con él, pero Malfoy lo trataba casi como a un igual. Siempre trató a Ron como la suciedad bajo sus pies. Pero eso no es excusa para que fuera un imbécil. Y lo lamento. Puedo darle más de esos caramelos si quieres.

Hermione se rio y le dio un abrazo a su amiga.

—Gracias por estar siempre dispuesta a proteger mi honor. Sé que Ron no quiso decir nada cruel con lo que dijo. Sé que a veces se me escapan las ideas.

—Tienes ideas increíbles, Hermione. Eres una buena persona y luchas por lo que crees. No te avergüences de eso.

Hermione sintió un ligero pinchazo detrás de los ojos ante las dulces palabras de una amiga querida. Palabras que a veces necesitaba más de lo que estaba dispuesta a admitirse a sí misma, y mucho menos a cualquier otra persona.

—Y sé que Malfoy es un punto sensible para ti.

Hermione se sorprendió.

—¿Qué... qué quieres decir?

Ginny le dedicó una sonrisa irónica.

—Hermione, no eres la única lista. Yo veía la forma en que lo mirabas cuando nadie más miraba. Estaba en forma, aunque su personalidad era más bien pobre. Soy lo bastante mujer para admitirlo. Y sé que no había nada por lo que fingir. A veces los enamoramientos escolares no tienen sentido.

—Ginny, te casaste con tu amor de la escuela.

—Sí, pero estuvo a punto de morir todos los años y ese año sí que murió. Si hubiera sido más lista en ese momento me habría decantado por un Hufflepuff. Todo lo que digo es que tuviste un flechazo...

—Curiosidad, no flechazo.

—Bien, curiosidad, lo que sea. Y ahora con la sentencia... bueno, es real. Y da miedo. Y solo quiero decir que lo siento. Te conozco. Sé que te sentirás culpable por no haberle salvado, pero hiciste todo lo que pudiste. Hiciste suficiente.

Esas palabras se repitieron en su mente aquella noche, después de llegar a casa y completar su ritual nocturno. Comprobó sus protecciones, revisó su bolso y tocó sus cicatrices.

Había hecho suficiente.

Solo que ahora Hermione no estaba segura de poder fingir que se lo creía.