Habia pasado un largo tiempo despues de la pelea de Broly, los guerreros z en estos ultimos años disfrutaron de su paz temporal. Muchos se fueron de vacaciones, otros disfrutaron con su familia haciendo actividades, y otros simplemente seguian entrenando. Los 2 saiyans seguian entrenando y mejorando cada dia,no se cansaban de pelar ni de entrenar, incluso en los años de paz. Aunque ambos estan ansiosos de un nuevo desafio, enetndian que no todo se puede cincebir, todo tiene su tiempo y su espacio. Pero algo que no sabia el principe saiyan era que tendria una aventura de lo mas interesante.

Vegeta estaba meditando fuera en el patio de su casa. Habia tomado este habito por bills el dios de la destruccion. Era irónico ya que bills era un prepotente y soberbio y con muy poca paciencia, y le le dijo que: "meditar le estaba ayudando bastante".

Aunque vegeta al principio no lo tomaba enserio tenia que admitir que ayudaba y le relajaba. Su nivel de poder habia mejorado en estos ultimos años, no alcanzo ninguna transformacion, pero si estaba en algo nuevo. Pero esa sensación de paz fue bruscamente interrumpida. Un poder desconocido, vasto y aplastante, se coló en su conciencia con una claridad perturbadora. Era algo tan inmenso que compararlo con su propio poder era un insulto. Era como si él, un guerrero formidable, fuera solo una mota de polvo ante el océano. "El Sumo Sacerdote", pensó Vegeta, su orgullo resintiéndose ante la enormidad de esa presencia.

A lo largo de los años, Vegeta había aprendido a percibir el Ki de los dioses, incluso a sentir las fluctuaciones de la energía en las dimensiones superiores. Había logrado entender y distinguir, de alguna manera, el poder de entidades como el Sumo Sacerdote. Pero ahora, la diferencia era tan abismal que le era imposible no sentir una mezcla de respeto y frustración. Ese poder no pertenecía a su universo; era algo más allá de su comprensión.

Antes de que sus pensamientos pudieran profundizar más en el tema, la voz de Whis apareció en su mente, cortante y clara: "Señor Vegeta, disculpe la interrupción, pero el Sumo Sacerdote solicita su presencia de inmediato en el planeta del Señor Bills."

Vegeta no dudó. Sabía que algo importante estaba sucediendo. Sin perder tiempo, puso dos dedos en su frente y desapareció.

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Planeta de Bills...

El aire fresco de ese planeta contrastaba con la intensidad de la misión que le esperaba. Vegeta aterrizó con rapidez, observando de reojo a Bills, quien estaba en su usual estado de apatía, y a Whis, quien simplemente lo observaba con una leve sonrisa en el rostro. Pero lo que realmente captó su atención fue el Sumo Sacerdote. Su presencia estaba más allá de cualquier ser mortal, incluso de los dioses que había conocido. Era como si toda la existencia se sintiera... comprimida alrededor de él.

El Sumo Sacerdote habló con una serenidad inquietante. "Buenos días, Vegeta. Siento interrumpir su momento de paz, pero necesito su ayuda."

Vegeta, que por un instante había mantenido una postura estoica, frunció el ceño. La mención de "ayuda" de un ser tan superior a él lo desconcertó ligeramente. A pesar de su imponente poder, siempre había sido él quien estaba a la vanguardia de las batallas, nunca alguien que necesitara asistencia. "¿Mi ayuda? No entiendo en qué podría ser útil para usted, señor sacerdote."

El Sumo Sacerdote inclinó ligeramente la cabeza, como si esperara esa respuesta. "Hace 10.000.000 de años, un dios malvado llamado Borus creó una raza llamada los Otsutsukis. Esta raza tenía la capacidad de plantar semillas en planetas con grandes reservas de energía, y al crecer, esas semillas se transformaban en frutos que contenían un poder abrumador. Los Otsutsukis consumían esos frutos, lo que les otorgaba poderes increíbles. Sin embargo, Borus, el dios que controlaba a esta raza, se apoderó de todos esos frutos y los devoraba, alcanzando niveles de poder inimaginables."

Vegeta frunció el ceño, interesado pero cauteloso. Un dios que absorbía el poder de su propia creación. "¿Y qué tiene eso que ver conmigo?"

"Con el tiempo," continuó el Sumo Sacerdote, "un guerrero Saiyan llamado Yamoshi derrotó a Borus, pero no lo mató. Lo selló en un planeta lejano. El sello ha mantenido a Borus prisionero durante milenios, pero su estabilidad está en peligro. La energía de un mundo cercano, a través del uso del chakra, ha comenzado a filtrarse y está debilitando el sello. Si Borus despierta, las consecuencias para este universo serían catastróficas."

Vegeta, que había permanecido en silencio hasta ese momento, cruzó los brazos con desdén. "Entonces, ¿por qué me necesita a mí? ¿Por qué no enviar a Jiren o a Kakarotto?" La pregunta surgió sin pensarlo, su tono reflejando más curiosidad que duda, aunque su orgullo se mantenía intacto.

El Sumo Sacerdote sonrió levemente, como si hubiera anticipado esa pregunta. "Jiren sería un excelente candidato para esta misión, pero su presencia en ese mundo podría resultar... problemática. En cuanto a Goku, su naturaleza inocente y su ingenuidad serían un obstáculo. El mundo al que vas es uno donde las mentiras y la traición son moneda corriente, un mundo en el que el poder lo es todo, y donde los débiles son constantemente sometidos. No es un lugar para alguien como él, cuya mentalidad podría ponerlo en peligro."

"Y tú crees que yo soy adecuado para esta misión...," dijo Vegeta, su tono cambiando levemente, como si estuviera buscando más respuestas.

"Usted, Vegeta," respondió el Sumo Sacerdote con calma, "es un hombre de honor, de orgullo, pero también tiene la capacidad de entender y adaptarse a situaciones que otros no podrían. Además, su poder es lo suficientemente grande como para enfrentarse a la amenaza que Borus representa. Y eso es lo que necesitamos: un guerrero con la fuerza necesaria para evitar que ese mal renazca."

Vegeta no respondió de inmediato. Su orgullo estaba a flor de piel, pero algo en las palabras del Sumo Sacerdote lo hizo dudar. Aceptar esta misión significaba enfrentarse a un enemigo más allá de su comprensión, pero también representaba una oportunidad única de probar su verdadero poder. Después de todo, siempre había buscado algo que desafiara sus límites.

Finalmente, dijo, "Entiendo. Aceptaré la misión. Pero hay algo que no entiendo. Si el sello fue tan eficaz, ¿por qué está a punto de romperse ahora?"

El Sumo Sacerdote asintió, su mirada se tornó más grave. "La energía que los habitantes de ese mundo emplean, llamada chakra, ha comenzado a interferir con el sello. Al mezclarse con el ki, crea una energía tan poderosa que afecta las capas profundas del sello, debilitándolo poco a poco. Borus, al ser un ser tan antiguo, parece capaz de absorber esa energía, aumentando su fuerza de manera silenciosa pero efectiva."

Vegeta, al escuchar las palabras del sumo sacerdote, se quedó en silencio por un momento. Su mente, siempre alerta y estratégica, se puso a analizar la situación. Reflexionó sobre el poder que acababa de mencionar el sacerdote, sobre el tipo de seres que habitaban este mundo, y qué tan difícil podría ser para él enfrentarse a ellos. Sin embargo, había algo que no le gustaba. Si bien sabía que su fuerza superaba a la de casi todos, el hecho de que el sacerdote pareciera tan seguro de sí mismo le hizo intuir que había algo más que debía considerar antes de actuar.

Antes de dar una respuesta final, levantó una ceja con esa arrogancia que tanto lo caracterizaba y, con voz grave, preguntó: "¿Esta gente, cuán poderosos son?"

El sumo sacerdote, al ver la mirada desafiante de Vegeta, esbozó una sonrisa que parecía tener la respuesta escrita de antemano. Había algo en su semblante que sugería que sabía perfectamente lo que el príncipe saiyan estaba por preguntar, como si hubiera anticipado sus dudas.

"Si tuviera que comparar a los shinobis con usted...", comenzó, su tono tranquilo pero cargado de sabiduría, "no le resultaría difícil derrotar a todos los seres de ese planeta en una confrontación directa. Su poder es formidable, no hay duda. Pero…"

Vegeta lo interrumpió, dejando escapar una pequeña sonrisa. "¿Pero?", dijo, sabiendo que la respuesta del sacerdote no podía ser tan simple.

El sumo sacerdote dejó que el silencio llenara el aire antes de continuar, sus ojos brillando con un conocimiento profundo. "Pero no subestime a los shinobis. Aunque sus habilidades físicas pueden ser insignificantes comparadas con la suya, son hábiles asesinos. Lo que les da ventaja no es el poder bruto, sino su astucia. La habilidad de usar el entorno, los trucos y las ilusiones para confundir y desorientar a sus enemigos. En su mundo, la batalla no solo se gana con fuerza, sino con estrategia, engaños y la capacidad de leer al oponente."

Vegeta frunció el ceño, tomando en cuenta la advertencia. No estaba acostumbrado a escuchar que su poder no era la clave absoluta para la victoria, pero su orgullo no le permitió dudar. Aun así, un destello de curiosidad cruzó su mirada. El mundo de los shinobis parecía tener más capas de lo que había anticipado. El sacerdote, al notar el cambio en su actitud, concluyó con un tono casi maternal:

"Recuerde, príncipe saiyan", dijo el sumo sacerdote, su voz grave y llena de misterio. "El poder solo le llevará hasta cierto punto. La verdadera clave de su éxito, sin embargo, no reside únicamente en la fuerza. Lo que verdaderamente definirá su destino dependerá de algo más... de su mente."

Vegeta, aún incrédulo ante la revelación, frunció el ceño, pero no dijo nada. Sabía que el Sumo Sacerdote no hablaba sin fundamento. El hombre ante él, rodeado de energía mística, parecía saber más de lo que cualquier ser podría entender.

"Bueno," continuó el sacerdote, "supongo que sus dudas han quedado despejadas, ¿verdad? Ahora, permítame darle todos los detalles sobre el mundo al que irá." El sacerdote extendió su mano hacia el aire, y de repente, Vegeta sintió una oleada de información atravesando su mente. Los recuerdos de otros mundos, las historias de civilizaciones lejanas, las leyes que regían cada rincón de aquel nuevo universo, todo inundó su conciencia en un segundo. Abrió los ojos de golpe, sus pupilas dilatadas por la sobrecarga de información.

El Sumo Sacerdote, observando su reacción, sonrió levemente. "Entiendo que esto puede ser mucho de procesar, pero no se preocupe, príncipe. Este es solo el principio."

Vegeta, aún tratando de asimilar todo lo que había recibido, miró hacia el portal que se abría ante él. Era un umbral oscuro, lleno de una energía desconocida, pero tan poderosa como cualquier ataque que había lanzado en su vida. No era un simple portal; era una puerta hacia lo desconocido.

Antes de que pudiera hacer una sola palabra, escuchó la voz de Wish detrás de él, interrumpiéndolo suavemente. "No se preocupe, señor Vegeta. Me encargaré de informar a su familia sobre su ausencia. Ellos sabrán que está haciendo lo que debe."

Vegeta asintió sin volverse, confiando en la seriedad de Wish. Aunque no era un hombre dado a compartir demasiados sentimientos, sabía que podía confiar en él. "Gracias," murmuró en voz baja.

Estaba listo para cruzar el portal y adentrarse en el nuevo mundo. No había vuelta atrás, y una parte de él se sentía excitado por lo que encontraría al otro lado. Pero justo cuando estaba a punto de dar el paso final, el Sumo Sacerdote lo detuvo con una mano levantada.

"Un momento, señor Vegeta," dijo, su tono más serio ahora. "Si me permite, puedo darle algo más que le será de gran ayuda en su misión."

Vegeta, impaciente y con la mirada fija en el portal, dudó por un segundo. Luego, asintió con la cabeza, sabiendo que cualquier ventaja que pudiera recibir podría ser útil. "De acuerdo," respondió, sin mucho entusiasmo.

El sacerdote se acercó y, con un movimiento suave, le entregó una gabardina negra. Era una prenda imponente, de un material tan oscuro que parecía absorber la luz misma. La tela era suave al tacto, pero tan resistente como el acero. Su cuello alto se elevaba hasta cubrir casi todo su rostro, ocultando su identidad y dándole un aire de misterio y poder. "Esta gabardina," dijo el sacerdote, "no solo lo protegerá del ojo curioso. También le permitirá mantener su anonimato, algo vital en el mundo al que va."

Vegeta observó la prenda con desdén al principio, pero algo en su interior le decía que no debía rechazarla. La tomó y, sin una palabra más, se la puso, ajustando el cuello para cubrir su rostro.

Con la gabardina puesta y listo para atravesar el portal, miró una última vez a Wish y al Sumo Sacerdote. "Este mundo será mío," murmuró para sí mismo, antes de dar el paso hacia lo desconocido.