Antes de empezar quiero aclarar, esta historia es mía pero dragón ball y Naruto, no me pertenecen todo crédito a sus autores. También quiero decir que normalmente se publicará un capítulo a la semana o 2, depende del tiempo en el que disponga, sin más que empieze.

Vegeta cruzó el portal, y lo primero que sintió fue el aire fresco acariciando su rostro. El sol brillaba con intensidad, dándole una calidez reconfortante mientras observaba el vasto bosque que se extendía ante él. Los árboles eran enormes, mucho más grandes de lo normal, como si la naturaleza en este mundo tuviera una energía distinta.

Inmediatamente evaluó su entorno. No había señales de civilización a la vista, lo que significaba que estaba lejos de cualquier asentamiento. Sin perder el tiempo, Vegeta se arrodilló y apoyó una mano en el suelo. Cerró los ojos y concentró su ki. Había desarrollado una técnica en estos últimos años que le permitía extender su percepción mucho más allá de lo habitual.

Su energía se expandió en todas direcciones como una onda invisible, atravesando la tierra, el aire y el cielo. En un instante, pudo sentir cada ser vivo de este mundo: desde los pequeños insectos hasta las criaturas más grandes escondidas en la espesura del bosque. Pero lo más extraño no era la vida en sí, sino la energía que la recorría.

Vegeta frunció el ceño. El chakra de este mundo era peculiar. No tenía la misma intensidad del ki divino, pero su estructura era asombrosamente moldeable. Era como un río de energía en constante flujo, capaz de cambiar y adaptarse de formas que su propio ki no podría replicar.

Sin embargo, su exploración lo llevó a un hallazgo aún más perturbador. Muy por debajo de la superficie, a una profundidad extrema, su percepción chocó contra algo... diferente.

Un sello.

Incluso sellado, la energía detrás de esa barrera era colosal. Vegeta sintió un escalofrío recorrer su espalda. No había dudas: esa presencia tenía un poder descomunal, latente, esperando el momento de despertar.

Abrió los ojos lentamente, con una expresión seria.

"Interesante... "murmuró para sí mismo.

Después de su reconocimiento inicial, Vegeta decidió encontrar a alguien que pudiera orientarlo sobre su ubicación exacta. Aunque su instinto de guerrero le permitía identificar la energía de los seres a su alrededor, necesitaba información más precisa. Además, requería un sitio donde establecerse temporalmente.

Mientras escaneaba el área con su percepción, sintió una concentración de energía a una distancia relativamente corta. No era particularmente poderosa, pero sí suficiente para indicar una comunidad cercana. Sin perder tiempo, Vegeta ascendió unos metros y se desplazó rápidamente en esa dirección, asegurándose de no llamar la atención.

Pocos minutos después, desde las alturas, divisó un pequeño pueblo. No era nada impresionante: unas cuantas casas modestas, caminos de tierra y un puerto con varias embarcaciones. La presencia de guardias en la entrada le indicó que era un asentamiento con cierta organización, aunque no parecía un sitio militarizado.

Descendió con precisión y aterrizó en las afueras del pueblo sin hacer ruido. Caminó con paso firme hacia el guardia que custodiaba la entrada. A simple vista, aquel hombre no representaba una amenaza, pero su mirada reflejaba desconfianza ante la figura de Vegeta. La larga gabardina negra, sumada a su postura altiva y su expresión impasible, lo hacían parecer alguien misterioso, quizá peligroso.

El guardia tragó saliva antes de hablar.

"Bienvenido al País de las Olas. ¿En qué puedo ayudarle?".

Vegeta lo observó con su habitual mirada estoica, sin mostrar emoción alguna. No tenía intención de perder tiempo con cortesías innecesarias.

"¿En qué país continental estoy? "preguntó sin rodeos, su tono firme y autoritario."

El guardia parpadeó un par de veces, algo confundido por la pregunta.

"Esto es el País del Fuego, señor —respondió con un dejo de duda en la voz."

Vegeta asintió levemente. Aún no conocía la geografía exacta de este mundo, pero al menos ya tenía una referencia.

"¿Hay algún lugar donde pueda hospedarme? —preguntó de inmediato."

El guardia pareció relajarse un poco al escuchar una petición común.

"Sí, claro. Tenemos una posada en el pueblo. Para una semana, serían 100 zeni."

Vegeta frunció ligeramente el ceño. ¿Dinero? En su mundo, su estatus de príncipe y su lealtad a Freezer le habían garantizado recursos sin necesidad de preocuparse por algo tan trivial. Pero aquí… maldijo internamente.

Instintivamente llevó una mano al bolsillo de su gabardina. Fue entonces cuando recordó las palabras del Sumo Sacerdote. Su vestimenta no solo lo protegía, sino que aparentemente también le proporcionaba lo necesario para desenvolverse en este mundo. Sus dedos tocaron el inconfundible tacto de billetes.

Sacó el dinero con naturalidad y se lo entregó al guardia sin mostrar sorpresa alguna. El Sumo Sacerdote pensó en todo… más le vale que esto tenga sentido.

El guardia tomó el dinero, lo contó rápidamente y asintió.

"Perfecto. ¿Su nombre para el registro?"

Vegeta mantuvo la mirada fija en el hombre, sin titubear.

"Vegeta."

El guardia anotó el nombre sin hacer preguntas. Vegeta tomó la llave que le ofrecían y caminó hacia la posada con su característico aire de superioridad. Ahora tenía un punto de partida en este mundo. Pero esto era solo el comienzo.

Vegeta cruzó la entrada del pueblo sin prestarle demasiada atención a la gente que lo rodeaba. Sus ojos afilados se movían con cautela, analizando cada rincón del lugar. No había grandes construcciones ni estructuras militares visibles, solo un poblado costero con un ritmo de vida tranquilo.

Fue entonces cuando su mirada se fijó en una imponente estructura de acero y madera que conectaba el pueblo con el otro extremo del río. Un puente largo y robusto, con una inscripción grabada en lo alto de su arco de entrada:

"El Puente Naruto."

Vegeta se detuvo en seco. Sus pupilas recorrieron las letras con una mezcla de incredulidad y desdén.

"¿Naruto? "murmuró para sí mismo con una ceja arqueada". Qué nombre más ridículo para un puente.

Sacudió la cabeza con fastidio y siguió avanzando. Este mundo ya empezaba a resultarle extraño, y apenas llevaba unas horas en él.

El ambiente del pueblo era pacífico, pero Vegeta percibía la mirada curiosa de algunos aldeanos. No era alguien que pasara desapercibido fácilmente. A pesar de la gabardina que cubría su traje de combate, su presencia imponía respeto. Su postura erguida, su expresión severa y su andar firme lo hacían destacar entre la multitud.

Decidió ignorar las miradas y sacó el papel que el guardia le había entregado. En él estaba escrita su información de registro y la dirección de la posada donde se hospedaría. No tenía intención de vagar sin rumbo, así que siguió el camino indicado.

Las calles estaban cubiertas de polvo, y el olor a mar se mezclaba con el aroma de comida recién preparada proveniente de algunos puestos de mercado. Escuchó risas de niños corriendo, el sonido de martillos golpeando madera y el murmullo constante de los comerciantes vendiendo sus productos. Era un pueblo modesto, sin la grandeza de una ciudad, pero funcional y autosuficiente.

Finalmente, llegó a la posada. Un edificio de dos pisos, con un cartel de madera colgando en la entrada. No era un castillo, pero tampoco era un agujero inmundo.

Empujó la puerta con calma y entró. El interior tenía un diseño rústico pero limpio. Una anciana en el mostrador lo recibió con una leve inclinación de cabeza antes de entregarle una llave. Vegeta no se molestó en responder con cortesía; simplemente la tomó y subió las escaleras.

Cuando llegó a su habitación, giró la llave y empujó la puerta, revelando su nuevo alojamiento temporal.

Era un espacio simple y funcional.

Tenía una pequeña cocina con un lavabo, un baño al fondo, una mesa con dos sillas en el centro y una sala de estar con un sofá de aspecto desgastado, pero aún firme. En la esquina había una cama individual con sábanas blancas y una ventana que daba vista a las calles del pueblo.

Nada impresionante… pero suficiente.

Vegeta se acercó al sofá y se dejó caer en él con un suspiro contenido. Se reclinó ligeramente, cruzando los brazos sobre su pecho y cerrando los ojos por unos segundos.

Ahora era el momento de ordenar sus pensamientos.

¿Por qué demonios el Sumo Sacerdote lo había enviado a este mundo?

Había mencionado que su misión estaba relacionada con un dios antiguo, un ser poderoso que eventualmente despertaría. Borus… ese era el nombre que recordaba.

Pero Vegeta no tenía idea de cuánto tiempo debía esperar. ¿Serían días? ¿Semanas? ¿Años?

Chasqueó la lengua con fastidio. No le gustaba estar en una posición de incertidumbre. Él era un guerrero, un príncipe Saiyajin, no alguien que simplemente se sentaba a esperar.

Sin embargo, si ese tal Borus era lo suficientemente fuerte como para que el Sumo Sacerdote interviniera, entonces la batalla valdría la pena. Tal vez… solo tal vez… este mundo tenía algo interesante para ofrecerle.

Una leve sonrisa, casi imperceptible, se dibujó en su rostro.

No importaba cuánto tiempo tuviera que esperar. Cuando llegara el momento, haría lo que mejor sabía hacer…

Aplastar a su enemigo.

Vegeta abrió los ojos y exhaló con fastidio. Se incorporó del sofá con un movimiento seco, tomó la llave y salió de su apartamento sin molestarse en saludar a la anciana que barría la entrada. La ignoró por completo. No tenía tiempo para trivialidades.

No podía simplemente quedarse sin hacer nada. Desde que llegó a este mundo, el tedio se había convertido en su mayor enemigo. Necesitaba moverse, encontrar algo que valiera la pena.

Sus pasos resonaron con firmeza mientras atravesaba las calles del pueblo. Las miradas de algunos aldeanos se posaron en él con cautela. Vegeta no intentaba mezclarse con la gente, y su presencia intimidante lo hacía destacar. Vestía su larga gabardina negra, sus botas crujían sobre el suelo de piedra, y su mirada fría no invitaba a la conversación.

Pronto, abandonó el bullicio del pueblo y se adentró en un sendero flanqueado por altos árboles. La brisa agitaba las hojas y el sonido del viento se entremezclaba con el murmullo de la vida silvestre.

Fue entonces cuando lo sintió.

Un cambio en el aire. Un leve crujido en las ramas. Un susurro demasiado controlado.

Ocho presencias.

Desde hacía diez minutos, aquellos insectos intentaban seguirle el paso, ocultándose entre los árboles como si fueran sombras.

Vegeta sonrió con desdén.

"Hmph, el Sumo Sacerdote tenía razón… estos sujetos saben camuflarse con su entorno. Pero a mí no me engañan."

Se detuvo de golpe.

El silencio se extendió como una sombra, envolviendo el bosque en una quietud antinatural. Las criaturas del bosque, instintivamente, dejaron de hacer ruido. Como si presintieran lo que estaba por suceder.

Vegeta cruzó los brazos y alzó la vista hacia los árboles.

"A ver, insectos… "su voz, carente de emoción, perforó el aire como una cuchilla". O salen por voluntad propia o los hago salir a la fuerza. Ustedes eligen.

Por un instante, nadie se movió. Luego, como si su presencia hubiese sido arrancada del camuflaje, un grupo de hombres descendió de las copas de los árboles, aterrizando frente a él.

El que iba al frente parecía el líder. Vestía un uniforme shinobi desgastado y robado, con una katana a la cintura. Su cabello estaba recogido en una coleta descuidada, y su mirada reflejaba la confianza de alguien acostumbrado a cazar presas fáciles.

Detrás de él, otros siete hombres sostenían sus armas. Kunais, espadas, garrotes… sus sonrisas chuecas estaban cargadas de confianza. Como si ya hubieran ganado.

"Vaya, vaya… murmuró el líder con una sonrisa burlona". No cualquiera nos detectaría. Te felicito, forastero. Lástima que no te servirá de nada.

Vegeta ni siquiera pestañeó.

"Ahora escucha bien, muchacho".continuó el bandido, dando un paso al frente. "Vas a entregar todo tu dinero. Si cooperas, te prometo que no te haremos daño."

La respuesta de Vegeta fue inmediata.

"¿Dinero?" arqueó una ceja, su expresión reflejaba absoluto desprecio. "¿Eso es lo que quieren? Tch… patético."

Los bandidos se tensaron.

"¿Qué has dicho? —gruñó el líder, su sonrisa desvaneciéndose."

Vegeta inclinó la cabeza, mirándolo como si fuera un insecto insignificante.

"No mereces ni mi atención. Mejor vete a robarle a alguna anciana por ahí. No me hagas perder el tiempo."

La vena en la frente del bandido palpitó con furia.

"¡Tú te lo has buscado, enano!".

Su mano se movió hacia la katana.

Pero Vegeta ya había decidido.

Estos insectos no valían la pena.

El lider de los bandidos apenas tuvo tiempo de desenfundar su katana.

Un destello. Un crujido seco.

Su brazo izquierdo exploto en una nube carmesi.

Un alarido desgarrador atraveso el bosque cuando el bandido miro con horror su extremidad cercenada. El munon sangrante goteaba a borbotones, su katana aun estaba cayendo al suelo, y la expresion en su rostro paso de la furia a la incredulidad absoluta.

"Agh… ¡MI BRAZO!"

Se tambaleo hacia atras, pero antes de que pudiera procesarlo, Vegeta ya estaba frente a el.

"Lento."

Su puño se hundio en el estomago del bandido con una fuerza inhumana. El sonido de huesos rompiendose resonó como un trueno seco. La boca del hombre se abrio de golpe y vomito mezclado con sangre salio disparado.

Salio volando como una muñeca de trapo, estrellandose contra un arbol. El tronco se partio en dos, y su cuerpo cayo como un saco de carne inutil.

Un silencio de muerte se apodero del bosque.

Los otros siete bandidos, que hasta un instante antes sonreían con confianza, ahora estaban petrificados.

El hedor del miedo impregno el aire.

Vegeta bajo la mirada hacia su guante ensangrentado. Hizo una mueca de disgusto y lo sacudio, dejando caer gruesas gotas de sangre al suelo.

—Tch… pense que al menos podrias esquivar eso.

Los bandidos intercambiaron miradas desesperadas. Uno de ellos, un hombre con una lanza, trago saliva y rugió tratando de convencerse a sí mismo de que podian ganar.

—¡No se queden quietos, es solo un hombre! ¡Matenlo!

El grupo reacciono como bestias acorraladas. Tres de ellos cargaron al mismo tiempo.

Uno blandió un hacha, otro un par de dagas, y el tercero lanzo una lluvia de kunais en direccion a Vegeta.

Vegeta suspiro.

—Insectos.

Desaparecio.

Un instante despues, estaba detras del hombre del hacha. Antes de que el bandido pudiera reaccionar, Vegeta le tomo la cabeza con una sola mano y la estrello contra el suelo con tal fuerza que el craneo revento como una fruta madura.

Los restos del rostro del bandido quedaron esparcidos en la tierra ensangrentada.

El que sostenia las dagas intento apuñalarlo por la espalda. Vegeta, sin siquiera voltearse, atrapó la muñeca del hombre en el aire y la apretó.

Un chasquido nauseabundo.

El grito del bandido apenas comenzo a formarse cuando Vegeta giro su brazo en un angulo antinatural. El hueso atraveso la piel y la sangre broto en todas direcciones.

El kunai del tercer hombre se dirigia directo a la cabeza de Vegeta.

Sin moverse de su posicion, Vegeta inclino la cabeza y lo esquivo por milimetros.

Su mirada se cruzo con la del hombre.

El bandido palidecio.

—T-Tch…

No pudo terminar la frase. Vegeta aparecio frente a él y le atravesó el pecho con la mano desnuda.

El sonido de costillas partiéndose fue grotesco.

Los ojos del hombre se desorbitaron. Su boca se abrio y cerro sin emitir sonido, como un pez sacado del agua. Vegeta retiró la mano con un movimiento seco, dejando un agujero sangrante en el torso de su víctima.

El bandido se tambaleo unos pasos, con su propia sangre chorreando de su boca, antes de desplomarse en el suelo, inerte.

Los cuatro restantes dieron un paso atrás, completamente aterrados.

—¡¿Q-que demonios eres?! —balbuceo uno de ellos, su espada temblando en sus manos.

Vegeta le lanzo una mirada aburrida.

—¿Yo? Solo un hombre al que no deberian haber molestado.

Se movió tan rapido que ninguno pudo reaccionar.

Tomó al que hablo de la cara y lo levanto en el aire con facilidad. El hombre grito y golpeó la muñeca de Vegeta con desesperacion, pero era como intentar mover una montaña.

Vegeta cerro el puño.

El craneo del hombre colapso como si fuera de papel.

Los tres restantes no lo pensaron dos veces. Se giraron y comenzaron a correr, el puro instinto de supervivencia apoderándose de ellos.

Vegeta no los persiguió.

Extendió la mano hacia ellos y flexiono los dedos.

Una onda invisible de puro poder salio disparada de su palma.

El impacto fue brutal.

Los cuerpos de los tres bandidos explotaron en una lluvia de sangre y carne. No quedaron rastros, salvo algunas partes esparcidas por el suelo.

Vegeta bajo la mano lentamente.

Miro los cadaveres destrozados a su alrededor y exhalo con aburrimiento.

—Hmph. Y pensar que en este mundo los llaman ninjas… qué chiste.

Giro sobre sus talones y comenzó a caminar de vuelta al pueblo, dejando tras de sí un escenario de pura masacre.

En la densa penumbra del bosque, un par de ojos observaban en silencio, bien ocultos entre las sombras de los árboles. Itachi Uchiha, con su expresión calmada y ojos penetrantes, había percibido la inusual presencia de poder mucho antes de que el primer grito resonara en el aire. Kisame, siempre alerta y desinteresado, se mantenía cerca, observando con curiosidad.

"Este poder..." dijo Kisame en voz baja, su tono grave. El enorme "Samehada" descansaba contra su espalda, mientras sus ojos se fijaban en el escenario que se desarrollaba a distancia. La batalla se volvía cada vez más brutal a medida que el extraño hombre, comenzaba a desatar su furia sobre los bandidos.

Itachi no respondía de inmediato, pero sus ojos rojos brillaron con intensidad bajo su capa, ajustándose a la oscuridad mientras observaba cada movimiento. La pelea era algo más que simplemente una pelea de supervivencia; había una extraña perfección en cada golpe que el hombre propinaba. No era solo fuerza bruta, sino una precisión letal, como si estuviera calculando cada movimiento con frialdad.

"Este no es un hombre común", murmuró Itachi finalmente, su tono bajo, pero cargado de significado.

Kisame sonrió, revelando sus afilados colmillos.

"¿Acaso crees que es uno de esos que se hacen llamar 'ninjas'? No veo mucho de eso en sus movimientos", se giró para mirar a su compañero, una chispa de intriga en sus ojos. "¿Qué piensas, Itachi? ¿Un oponente digno?"

"No lo sabemos aún", Itachi entrecerró los ojos, observando cómo Vegeta, con una rapidez antinatural, destrozaba a los bandidos uno por uno. Cada golpe, cada movimiento, parecía fluir de una manera que desafiaba cualquier lógica conocida para un ninja promedio. "Pero hay algo en él que no encaja. Su poder no es solo físico, es algo más... algo que no hemos sentido antes."

Kisame se rió suavemente, ajustando su espada en la espalda.

"¿Quieres decir que tiene un poder como el nuestro? ¿Algo fuera de lo común? Eso me suena interesante", pausó, disfrutando del espectáculo de los cuerpos desmembrados esparcidos por el suelo. "Parece que se divierte."

Itachi no desvió la mirada, pero su mente estaba trabajando a toda velocidad. Había notado algo en la energía del hombre, algo en sus movimientos que no se parecía a lo que un ninja de este mundo podría hacer. No podía ser simplemente una cuestión de entrenamiento o fuerza bruta. Había una disciplina detrás de todo eso, una que no podía identificar con facilidad. Como si el hombre tuviera... un propósito diferente al de un simple guerrero.

"Su control del poder es absoluto", la voz de Itachi era casi imperceptible, pero Kisame la escuchó con claridad. "Y no muestra ni una pizca de esfuerzo. Este hombre... ¿quién es?"

En ese momento, Vegeta alzó su mano hacia los tres últimos bandidos que intentaban escapar, y con un solo movimiento, los destrozó en una explosión de carne y sangre. Kisame observó con un brillo de fascinación en sus ojos. Los cadáveres cayeron como muñecos rotos, su sangre salpicando los árboles cercanos.

"Impresionante", Kisame chasqueó la lengua. "Creo que a ti también te gustaría este tipo de peleas, ¿no, Itachi? Aunque no estoy seguro de que este hombre sea el tipo de persona con la que quieras meterte..."

Itachi hizo un gesto imperceptible con la mano, indicando que Kisame se callara. Algo en su interior había comenzado a inquietarse, aunque no lo mostrara en su rostro. Este hombre, Vegeta, no era algo que simplemente pudiera eliminarse con facilidad. Algo había cambiado en su actitud, un pequeño destello de preocupación en su mente.

"No subestimes a alguien así, Kisame", la voz de Itachi fue firme, pero fría, como una advertencia. "Este tipo de poder no es común, y sus intenciones... no parecen ser las de un simple criminal."

Kisame se encogió de hombros, aunque su rostro se oscureció con una ligera preocupación.

"No suelo subestimar a nadie, pero... este tipo tiene algo especial. ¿Lo seguimos?"

Itachi permaneció en silencio por un momento. Observó cómo Vegeta comenzaba a caminar de regreso al pueblo, como si no hubiera hecho nada más que una ligera molestia. Su postura era desafiante, como si desafiara al mundo entero a enfrentarse a él. Sus ojos se entrecerraron, y por un breve instante, pareció observar al vacío, como si la presencia de Vegeta lo estuviera retando a un duelo de voluntades.

"Por ahora, no", respondió finalmente, con una calma perturbadora. "Pero esto no es algo que podamos dejar pasar. Este hombre... hay algo que nos está diciendo, algo que no estamos viendo. Su poder... será útil para nuestros planes."

Kisame asintió, aunque aún sentía la presión de los poderes desconocidos que emanaban de Vegeta.

"Así que, ¿lo dejamos ir por ahora?"

"Sí. Pero tenemos que estar preparados", Itachi se giró hacia la oscuridad del bosque. "Este encuentro... no es coincidencia. Él tiene un propósito en este mundo. Y su poder... podría ser la clave para algo mucho más grande."

Ambos se desvanecieron en las sombras, sus presencias casi imperceptibles mientras comenzaban a planear su siguiente movimiento. Lo que acababan de presenciar era solo el principio de una serie de eventos que cambiarían el curso de todo.

La brisa fría de la tarde acariciaba la piel de Vegeta mientras caminaba a paso firme por el sendero, sus botas resonando suavemente sobre la tierra. El polvo se levantaba a su paso, arrastrado por el viento. Tras el combate con los bandidos, el eco de la batalla se desvanecía en su mente, y la adrenalina que aún bombeaba en sus venas comenzó a disiparse. Pero lo que quedaba no era satisfacción, sino un vacío extraño que no dejaba de carcomerle por dentro. Había esperado más, mucho más. No era simplemente una cuestión de ganar; era una cuestión de desafío, de algo que lo hiciera sentir que su poder tenía un propósito, que su existencia tenía un sentido más allá de la rutina diaria.

Había desintegrado a los bandidos con una facilidad que ni siquiera le sorprendió. La misma rutina, la misma victoria sin esfuerzo, sin un ápice de emoción. Vegeta sentía que el tiempo comenzaba a arrastrarlo en un torbellino de desinterés. Sin adversarios que lo pusieran al límite, la vida se volvía monótona, insoportable. El poder que había alcanzado en su propio universo parecía fuera de lugar en este mundo, donde los ninja, aunque habilidosos, no ofrecían un desafío real.

A medida que avanzaba por el camino, mirando el horizonte lejano, las palabras del Sumo Sacerdote resonaron en su mente, aunque con una incomodidad creciente. "Tu misión está lejos de terminar, Vegeta. El destino de este mundo depende de ti." Pero ¿cómo podría una misión que dependía del poder de un dios antiguo mantenerse interesante? Vegeta no podía conformarse con ser un simple instrumento. Necesitaba más. Necesitaba algo que lo retara, algo que le ofreciera una excusa para seguir adelante.

La idea comenzó a gestarse lentamente en su mente, como una chispa que se encendió tras el cansancio de tanto pelear contra enemigos menores. ¿Por qué no? pensó, mirando la tierra ante él como si fuera un vasto campo lleno de posibilidades. ¿Por qué no aprovechar este mundo lleno de caos y guerra? Si los combates lo mantenían en pie, entonces debería buscar más, pero no de la forma tradicional. Necesitaba ser libre de elegir a quién enfrentarse y por qué. Ser un mercenario. Eso podría ser justo lo que necesitaba.

Un mercenario no estaba atado a ningún país, a ninguna causa ni a ningún líder. Era alguien que buscaba el combate por el combate mismo, alguien dispuesto a ofrecer sus servicios a cambio de lo que necesitara, ya fuera oro, información o simplemente la emoción de la batalla. Vegeta se dio cuenta de que esa libertad le daría lo que tanto anhelaba: no solo una forma de ganar dinero, sino una manera de mantenerse entretenido mientras esperaba que algo realmente grande ocurriera.

Al llegar al pueblo, la vida seguía su curso. Los aldeanos no parecían haberse percatado de la masacre que había tenido lugar a las afueras. Algunos caminaban por las calles, otros regateaban en el mercado, ajenos a la presencia de un ser tan poderoso como Vegeta. Mientras observaba la actividad cotidiana, se dio cuenta de lo insignificantes que le parecían esos problemas humanos. Sin embargo, algo en el aire le dijo que este mundo, por más sencillo que fuera, también estaba lleno de oportunidades que podría explotar.

"Si lo que buscan son luchadores, yo seré el primero en presentarme", murmuró para sí mismo, sin dejar de observar a los mercaderes y las tabernas que se alineaban a lo largo de la calle. A lo lejos, escuchó el bullicio de una pelea. Las voces emocionadas de los aldeanos llegaban a sus oídos como un canto lejano, invitándolo a investigar. Decidió acercarse.

Al entrar en la taberna, el ambiente era ruidoso. El aire estaba denso por el humo de la leña y el aroma de la comida se mezclaba con el sudor de los hombres que bebían y discutían en las mesas. Varios mercenarios, cazadores de recompensas y vagabundos de todo tipo se encontraban allí, intercambiando historias y contratos. Vegeta observó con atención.

Una conversación cerca de él llamó su atención. Un hombre con cicatrices en el rostro hablaba con el dueño del local, aparentemente negociando los términos de un trabajo. "La aldea de los Sombra Roja está ofreciendo un buen precio por exterminar a un grupo de ninjas renegados. Dicen que tienen una técnica peligrosa que podrían usar contra los pueblos cercanos. Sería un trabajo limpio, aunque peligroso."

El hombre con las cicatrices dejó caer una bolsa llena de monedas sobre la mesa, sonriendo. "Tú sabes que me encanta un buen reto. Prepárame el contrato."

Vegeta sonrió, casi imperceptiblemente. Aquello era exactamente lo que necesitaba. "Exterminar ninjas renegados..." pensó, imaginándose a sí mismo en la misma situación. Aunque no sentía una verdadera inclinación por los contratos de esa índole, la idea de un combate más complicado, tal vez más arriesgado, le resultaba tentadora.

Se acercó al grupo con paso firme, llamando la atención del hombre cicatrizado. "¿Están contratando?" preguntó sin rodeos, sus ojos fijos en el mercenario. El hombre lo miró de arriba abajo, tomando en cuenta su postura, su ropa y la manera en que caminaba. No era alguien que se pudiera ignorar.

"¿Tú?" dijo el mercenario, sin esconder el escepticismo en su voz. "¿Qué sabes tú de lucha?"

"Lo suficiente como para destrozar a cualquier hombre que se cruce en mi camino," respondió Vegeta con una voz profunda y segura. "Estoy buscando trabajo. Quiero un desafío real, y no me importa si tus contratistas tienen dinero o no. Si lucho, lo haré por la emoción de la batalla. Eso es lo que realmente me interesa."

El mercenario lo miró con desdén, pero al ver la mirada imperturbable de Vegeta, pensó que tal vez no era tan mala idea. Se rió entre dientes. "Bueno, parece que eres más de lo que aparentas. Si estás dispuesto a arriesgarte, el trabajo es tuyo. Pero ten cuidado, hay ninjas por ahí que no son fáciles de derrotar."

Vegeta asintió sin emoción. "Perfecto. Enviaré mi factura cuando termine."

A lo largo de los siguientes días, Vegeta se adentró más en el mundo de los mercenarios, buscando contratos que lo pusieran en situaciones límite. Empezó a obtener una reputación, una que solo lo hacía más deseado entre los que necesitaban alguien con una fuerza imparable. Los desafíos no siempre eran lo que esperaba, pero le ofrecían algo que la rutina de la vida anterior no podía: la constante emoción del combate, la libertad para pelear sin restricciones, y la oportunidad de probar su poder una y otra vez.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, tiñendo el cielo de un tono rojo que reflejaba la sensación de tensión que Vegeta sentía en el aire. Había pasado las últimas semanas trabajando como mercenario, aceptando contratos que, aunque interesantes, no eran suficientes para satisfacer su sed de combate. Cada lucha, aunque efectiva, lo dejaba más insatisfecho, como si hubiera algo más grande esperándole. Pero esa tarde, al entrar en la taberna más oscura del pueblo, algo llamó su atención de inmediato.

El lugar estaba lleno de figuras sombrías: mercenarios, cazadores de recompensas y otros tipos que vivían de la violencia y el caos. La conversación usual era sobre dinero, territorio y leyendas locales. Vegeta se sentó en una esquina apartada, observando con cautela mientras un hombre encapuchado entregaba un pergamino a un mercenario de aspecto robusto. El tipo lo miró y asintió, satisfecho, antes de salir por la puerta con una bolsa de monedas en la mano.

Sin embargo, lo que le llamó la atención no fue el acto en sí, sino el pergamino que había sido entregado. Sabía por experiencia que los trabajos más importantes siempre venían con cierto misterio, y ese rollo de papel parecía tener algo especial. Cuando el hombre encapuchado se dirigió hacia la barra, Vegeta aprovechó la oportunidad para acercarse.

"Te interesa un buen contrato," dijo el hombre, sin mirar a Vegeta, como si ya supiera que él sería el siguiente en acercarse.

Vegeta lo observó un momento, su mirada fija, penetrante. "¿Qué tipo de contrato?" preguntó, con una calma casi inquietante en su voz. En ese momento, su instinto le decía que este trabajo podría ser el que estaba buscando. Algo le decía que detrás de esa oferta había más de lo que parecía a simple vista.

El hombre encapuchado deslizó el pergamino hacia Vegeta, quien lo tomó sin pensarlo. Al desenrollarlo, sus ojos recorrieron las palabras escritas en tinta oscura. Había un objetivo claro: un ninja renegado conocido por su habilidad para manipular las sombras, un asesino frío que había traicionado su aldea y ahora operaba en las sombras, destruyendo aldeas pequeñas y dejando caos en su camino.

"Este hombre ha matado a muchos, no solo por dinero, sino por diversión," dijo el encapuchado, inclinándose hacia Vegeta. "Es un ninja de élite, con habilidades que no se ven a menudo. Pero lo que más me llamó la atención es que no trabaja para nadie. Está en busca de algo... algo grande. Y eso es lo que me interesa. ¿Te atreves?"

Vegeta sonrió con arrogancia. "Un ninja renegado, ¿eh? ¿Y qué te hace pensar que soy el adecuado para este trabajo?" Su voz era desafiante, como si nada en el mundo pudiera intimidarlo.

El hombre no pareció perturbarse por la pregunta. "Porque lo que busco no es simplemente un asesino que lo atrape. Busco a alguien que lo destruya. Alguien que lo haga sufrir como él ha hecho a tantos otros. Ese tipo no será fácil de encontrar, pero alguien con tu poder podría hacerle frente. El precio es alto, y las recompensas... bueno, digamos que tus expectativas serán superadas."

Vegeta observó el pergamino una vez más, sus ojos recorriendo cada detalle. El ninja renegado estaba descrito como un hombre de apariencia normal, pero con habilidades inhumanas: capaz de manipular las sombras a su voluntad, desaparecer y atacar sin previo aviso, creando ilusiones de sí mismo y de sus víctimas. Además, su única motivación era el caos, lo que lo convertía en una amenaza impredecible. En términos sencillos, el tipo era peligroso. Pero eso solo alimentaba el deseo de Vegeta.

"Este tipo... tiene un poder interesante," pensó Vegeta mientras sus labios se curvaban en una sonrisa. "¿Qué tan lejos podría llegar con habilidades como esas?"

La curiosidad creció dentro de él, pero no era solo curiosidad. Era una excitación pura. El tipo podría ser un reto, y eso era todo lo que necesitaba. La idea de enfrentarse a alguien que jugaba con las sombras lo cautivaba, y la oportunidad de destruir a un ninja renegado con habilidades tan únicas despertó su sentido de la batalla, su deseo de probar algo realmente desafiante.

"Considera el trabajo hecho," dijo Vegeta finalmente, deslizando el pergamino de regreso hacia el hombre encapuchado con una mirada que dejaba claro que ya no había vuelta atrás.

El hombre asintió, satisfecho, y se levantó para irse. "Lo esperaré en las montañas de Kurogawa, cerca del borde de la aldea perdida. No es un lugar fácil de encontrar, pero alguien como tú no tendrá problemas."

Vegeta permaneció allí por un momento, procesando la información. Montañas de Kurogawa, al borde de la aldea perdida. Sabía que el terreno sería peligroso, pero eso solo aumentaba el atractivo del desafío. Los ninja renegados no solo eran peligrosos por su habilidad, sino por su astucia. Este trabajo no sería sencillo, pero sería interesante. Y si algo sabía Vegeta, era que siempre estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para encontrar un desafío digno.

El brillo de su mirada se volvió aún más intenso. "Esto será divertido." Pensó, mientras salía de la taberna, con la firme determinación de encontrar al ninja renegado y demostrarle que ningún ser en este mundo, por poderoso que fuera, podría enfrentarse a él sin pagar el precio de la derrota.

La caminata hacia las Montañas Kurogawa fue larga, pero Vegeta no tenía prisa. El terreno agreste, lleno de rocas y matorrales, no era un obstáculo para él. Con cada paso, sus ojos escaneaban el paisaje, observando cada detalle, cada sombra que se deslizaba entre los árboles, como si estuviera buscando algo más allá de la misión que tenía entre manos. Su mente estaba centrada en una sola cosa: el encuentro con ese ninja renegado, un hombre envuelto en el misterio de las sombras, con un poder capaz de desafiar incluso su inmenso poder. Aquella misión, más que una simple tarea, comenzaba a sentirse como una prueba que despertaba sus instintos más primitivos.

Tras varias horas de caminata, llegó finalmente al borde de la aldea perdida, un pequeño asentamiento escondido entre las montañas. El lugar estaba desierto, pero el silencio de la zona no le resultaba extraño. "Perfecto," pensó Vegeta, "siempre me han gustado los sitios desolados. Aquí nadie interrumpirá el combate."

No tardó mucho en notar la presencia de alguien más. En una esquina de una pequeña cueva, una figura oscura apareció, casi fundiéndose con la oscuridad misma. Era el hombre encapuchado que le había dado el contrato, su silueta reconocible aún en la penumbra.

La figura no parecía sorprendida por la presencia de Vegeta, como si hubiera estado esperándolo todo el tiempo. La capucha cubría la mayor parte de su rostro, pero sus ojos brillaban con un brillo extraño y calculador. En sus manos, llevaba una bolsa pequeña, que parecía contener algo más que simples pertenencias.

"Vegeta," dijo la voz del hombre, profunda y grave, aunque no sin cierta confianza. "Parece que has llegado a tiempo. Ya esperaba que no perderías la oportunidad de enfrentar lo que te he ofrecido."

Vegeta no hizo ningún intento por ocultar su desprecio hacia el tono de la voz del hombre. El encapuchado estaba claramente buscando una reacción, pero Vegeta no iba a darla. Su mirada era de puro desdén mientras observaba al hombre en su totalidad, evaluando cada detalle de su postura, cada movimiento. El aire estaba tenso, como si ambos supieran que estaban al borde de algo peligroso, algo que podría marcar un cambio irreversible.

"¿Dónde está?" dijo Vegeta, su voz cargada de impaciencia. No había tiempo para juegos. El ninja renegado que debía cazar estaba cerca, y Vegeta no iba a perder el tiempo con rodeos.

El encapuchado asintió lentamente, dando un paso atrás hacia una roca plana en la entrada de la cueva. Con un movimiento fluido, sacó de la bolsa una especie de mapa, arrugado y desgastado por el tiempo. Lo extendió hacia Vegeta, quien lo miró con atención, observando cada línea y símbolo trazado con precisión.

"Lo encontrarás allí," indicó el encapuchado señalando con el dedo un punto marcado en el mapa. "No te será fácil, pero es tu única opción. El renegado se mueve constantemente, se esconde entre las sombras de la región. Es un maestro del sigilo. Te sugiero que no subestimes su habilidad."

Vegeta frunció el ceño al escuchar las advertencias. No le gustaban las personas que trataban de cautelar su orgullo. Sabía que no debía subestimar al enemigo, pero también sabía que la única forma de alcanzar un verdadero desafío era enfrentarse a él sin reservas.

"Yo no subestimo a nadie," dijo, con una sonrisa arrogante. "Pero tampoco tengo tiempo para perder con un cobarde que se esconde entre las sombras."

El encapuchado lo observó fijamente, como si estuviera evaluando su respuesta. Un leve suspiro escapó de su pecho, y su voz adquirió una tonalidad más grave.

"Solo recuerda," dijo, con una mirada más seria, "que los enemigos que juegan con las sombras son mucho más peligrosos de lo que crees. No pienses que la luz siempre te guiará. Estarás en un terreno desconocido, y cada movimiento que hagas podría ser observado."

Vegeta no respondió de inmediato. En su mente, las palabras del hombre se desvanecieron rápidamente. Él no temía a las sombras ni a los trucos mentales. Solo confiaba en su poder, en su habilidad para destruir cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino.

"Vete," dijo finalmente, su tono ya impaciente. "Tengo una pelea que ganar."

El encapuchado no dijo nada más, simplemente asintió y dio un paso atrás, perdiéndose en la oscuridad de la cueva. Vegeta observó su figura desaparecer, pero su mirada no se apartó del mapa. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia el lugar señalado, sin mirar atrás.

A medida que se adentraba en la oscuridad de la noche, una nueva sensación lo invadió. La anticipación de la batalla. El desafío que estaba por venir. Un ninja que jugaba con las sombras, que parecía ser tan elusivo como peligroso. "Este será un buen combate," pensó Vegeta con una sonrisa sádica, mientras sus puños se cerraban con fuerza. "Este hombre no sabe lo que le espera."