CAPÍTULO 11:
LEÓNIDAS VS BALTASAR
La Tierra, Japón
Tokio
–Carta portal abierta: ¡Dimensión Maldita!
Muerte.
La máxima representación del concepto que era la carencia de vida se alzaba a sus alrededores. Ruinas completas de edificios fueron desplazadas por la dura imagen de miles de cadáveres consumidos por la oscuridad de la muerte, dejando lo que alguna vez fue carne, pelo y escamas como nada más que huesos y piel muerta sobre gruesas capas de tierra, lodo y ceniza decorando el campo de batalla.
Juggernoids, Saurus, Serpenoids, Mantris, Monarus, miles de cuerpos repartidos bajo la atenta mirada de un cielo ennegrecido y sus fuertes corrientes de viento, lo suficientemente frío como para poner a tiritar al mejor montañista de la Tierra, decoraban el campo de batalla, un rastro lleno de muerte y desolación que consumía todo lo que llegaba a sus fauces.
Y en el ojo de este oscuro paraje, dos fuentes de poder puro se podían divisar desde la distancia, una tan dorada como el sol mismo que habría atestiguado este encuentro de no ser por las sombras que bañaron los alrededores, mientras que la otra era tan negra como la noche eterna que los rodeaba, tan oscura como las tinieblas de las que habían nacido.
De pie sobre el cráneo de lo que alguna vez fue un imponente Saurus, una sombra se elevaba con aires de superioridad y orgullo frente al demonio que los había traído aquí, mientras miraba con fascinación a la silueta apenas visible del principal responsable de este cambio de entorno.
En lados opuestos de la gran brecha llena de muerte que los separaba, dos guerreros se mostraron detrás de sus respectivas llamas, ambos con distintas cartas en mano, listos para pelear con todo el poder que habían estado conteniendo.
En el medio del frío y la penumbra de este extraño averno, Nick Takahashi y el Príncipe Freidr de Gundalia se encontraron con la determinación grabada en sus facciones cada vez más aguerridas, mientras la pequeña piedra colgante en la delgada cadena del príncipe destellaba con intensidad en medio de las sombras, sin perder ni un poco de su fuerte luz.
Era imposible decir con certeza que era exactamente ese objeto en los dedos del gundaliano, pero no se atrevía a intentar adivinar su función en medio del preludio a lo que sería uno de los combates más difíciles de su corta vida.
Perdidos en el mar de fuego y sangre que era la mirada del otro, Baltasar Haos y King Leónidas Darkus se preparaban para soltar todo su poder, sin temor a las consecuencias que podría tener su batalla en el mundo que los rodeaba.
Aunque, de cualquier modo, no había mucho que salvar en una réplica exacta de la Dimensión de la Perdición.
–¿Estás listo, Nick? –. Cuestionó el príncipe de Gundalia.
–No tienen que hacer esto, aún no es tarde para terminar –. Recordó Julie al invasor.
–¿Tan seguros están de su victoria? Son más arrogantes de lo que pensé –. Se burló el tal Lud entre risas.
–No vinimos hasta este maldito planeta para retirarnos, terrícola. Aún tenemos mucho trabajo por delante –. Respondió el neathiano con armadura detrás de su líder
–¿Qué beneficio pretenden sacar con todo esto exactamente? ¿Qué es lo que van a ganar con esta batalla? –. Cuestionó Nick sin entender a sus enemigos.
–Lo sabrán con el tiempo, humano. Eso es todo lo que importa –. Contestó Freidr sin más.
Ni una sola palabra más fue pronunciada por parte de los peleadores. Para Leónidas, no quedó nada más que el sepulcral silencio de esta imitación de su lugar de nacimiento mientras chocaba miradas con su contrincante. A pesar de su claro dominio sobre el nuevo terreno, Baltasar se seguía viendo igual de poderoso e imponente, sobresaliendo incluso por delante de la inmensidad de un cielo eternamente oscuro; uno que debería ser capaz de consumir toda su luz, pero que fallaba en sus intentos por lograr dicho cometido.
Dando un paso adelante, Leónidas quedó cara a cara con su oponente, chocando sus ojos rojizos con intensidad, miradas listas que precedían el destructivo encuentro que se avecinaba, delatando las intenciones de los colosos de derramar la sangre del otro.
–¿Ya están listos, Leónidas? –. Preguntó el invasor apretando sus puños con dureza.
–Adelante.
La respuesta de Leónidas y Vladitor no se hizo esperar ni un segundo, ambos guerreros hablaron con la dureza que los caracterizaba en la arena mientras el fuego alrededor de su cuerpo compartido crecía, bañando su armadura con la negrura de su atributo.
Con clara emociones desbordando en su ser, Baltasar respondió nuevamente.
–Asegúrense de pelear con todas sus fuerzas.
Cuando el primer cráneo suelto en la arena cayó de un pequeño risco, cuando la sombra de la muerte anunció con brusquedad el inicio de la batalla, dos cartas poder bañadas en una negrura digna de este abismo se alzaron frente a una brillante tormenta amatista y la mirada expectante del público que serviría como testigo de los resultados a los que conduciría esta lucha.
–Doble poder de fusión activado: ¡Ecos de Hades + Espíritu del Rey Dragón!
Emergiendo de las entrañas de aquel fenómeno que se había llevado sus vidas, postrándose por encima de lo que ya no eran más que un montón de cascarones vacíos y demacrados, un pequeño ejército de espectros de color púrpura se levantó, una horda de Bakugan muertos que abandonaban sus cadáveres en la forma de iracundos fantasmas para rodear a quién los habían invocado.
Llamando al poder del que había nacido, un nuevo fuego comenzó a rodear a Leónidas, nuevas llamas del mismo color de aquellos fantasmas que, poco a poco, comenzaban a desvanecerse al son de esta brillante luz que se ajustaba a la imponente figura del dragón oscuro.
Un llamado a una fuerza casi profana, que serviría como un potenciador clave para lograr la victoria.
–Comienzas a agradarme, humano –. Comentó Freidr con una risita antes de levantar su propia carta –. Poder activado: ¡Destello Luminous!
Contrastando con la poderosa tiniebla que se acumulaba justo frente a él, Baltasar cerró los puños mientras se inclinaba ligeramente hacia abajo y un resplandor digno de su atributo comenzaba a tomar forma en su pecho, extendiéndose poco a poco por todo su cuerpo hasta cubrir hasta la punta más delgada de sus extremidades.
A pesar de la enorme intensidad con la que contaban las sombras en los alrededores, habría sido imposible no divisar, incluso desde la lejanía, aquel brillo del color oro con la fuerza de una poderosa flama que podía surgir de las entrañas del abismo sin perder ni un poco de su intensidad.
Polos opuestos se encontraron en el ojo de este campo lleno de muerte y desolación.
Baltasar: 4000. Leónidas: 4000.
–Nick, esta vez, no dudes en usar todo el poder que tengamos a nuestra disposición –. Recomendó Leónidas a su compañero.
–Usa todo lo que tengamos en nuestro arsenal para destruirlo, humano. No podemos tener piedad –. Concordó Vladitor con su antiguo némesis.
–Lo entiendo, chicos. No se preocupen, atacaremos con todo.
Seguido de las palabras del humano, dos estelas de diferentes colores se formaron fugazmente en el campo de batalla, ambas apuntando al cielo pocos segundos antes de desvanecerse en un suspiro, dejando una nube de tierra elevándose sobre la enormidad de dos pares de huellas.
En el cielo, las nubes se agitaron y se desvanecieron en un parpadeo al recibir lo que sin duda debían ser fuertes ondas expansivas que las movían de su sitio de manera brusca.
Para Leónidas, sería imposible decir a ciencia cierta como Nick se mantenía al tanto de la batalla desde tierra, aunque podía imaginar a Ángel teniendo que guiar a sus amigos para no perderse nada del combate.
Sin embargo, para él, el encuentro ocurría como un destello. No lo sorprendía que este sujeto fuera capaz de volar, después de todo lo que había demostrado en batalla, surcar los cielos no era más que una pequeña muestra de su poder.
Optando probar las capacidades ofensivas y defensivas de Baltasar, Leónidas había optado por una mezcla de combate pasivo-agresivo en pleno vuelo, acercándose tan rápido como podía para dar un golpe en la defensa de Baltasar y alejarse nuevamente.
Por lo que parecía, Nick tenía razón y el gundaliano no era tan veloz como había creído originalmente, pues aún no lograba alcanzarlo a pesar de sus múltiples acercamientos; aunque tampoco podía obviar el hecho de que ahora mismo, en la réplica de su sitio de nacimiento, no tenía que preocuparse por destruir algo o lastimar inocentes. Aquí podía pelear a su máxima capacidad sin temores.
Golpe tras golpe, Leónidas surcó los oscuros cielos que lo escondían mientras atacaba por todos los ángulos que le eran posibles. Baltasar no podía bloquearlos todos a la vez, pero estaba claro que contaba con la resistencia suficiente para impedir su derrota en base a una estrategia así.
Estaba bien con eso, no podía decir que estuviera sorprendido. Sin embargo, eso no significaba que no hubiera sido capaz de ver una abertura en su defensa.
–Por la espalda, Nick, ese lado está libre.
–Entonces, prepárense para obligarlo a bajar –. Avisó el pelinegro a los Bakugan.
Maniobrando ágilmente en medio de unas nubes muy similares a las que lo habían visto nacer, Leónidas voló de frente hacia su enemigo, batiendo sus alas e incrementando su velocidad mientras liberaba un rugido atronador que agitó el viento en su camino.
Esta vez, Baltasar no subió sus brazos para cubrirse, en su lugar, preparó sus manos para atrapar a Leónidas y detener al gran dragón en medio de su vuelo, dejándolo a su merced.
Sin embargo, antes de que las duras manos reforzadas del Bakugan Haos lo atraparan, antes de que los invasores en tierra pudieran burlarse por lo que debían percibir como un movimiento estúpido, un nuevo grito detuvo las miradas burlescas de estos cazadores, obligándolos a ver fijamente al motivo de este fenómeno sonoro.
–Poder activado: Alma Oscura.
Antes de que Baltasar pudiera posar sus manos sobre su oponente, antes de que Leónidas se viera envuelto en el agarre de su enemigo, el cuerpo del Bakugan Darkus se tornó intangible, atravesando con facilidad tanto las manos del Bakugan Haos como su gran cuerpo, volando a través de él como si fuera un fantasma hasta quedar a sus espaldas.
–¡Baltasar, detrás de ti! –. Avisó el príncipe a su compañero.
Siguiendo la advertencia de su compañero, el gran invasor acorazado se giró rápidamente para ver a su enemigo a sus espaldas. Sin embargo, antes de que pudiera divisar los movimientos de Leónidas, éste ya se había puesto a sus espaldas para propinar una fuerte patada con sus dos piernas.
Baltasar era un Bakugan grande, más grande que el mismo Leónidas, pero no contaba con la misma firmeza que tenía en el suelo estando suspendido en el aire. Ese era terreno de los Bakugan como Leónidas y la fuerza con la que el gran cuerpo del invasor abandonó las alturas para precipitarse de lleno hacia el suelo fue la prueba de este hecho.
De parte del gran Bakugan Haos solo se alcanzó a oír un quejido de dolor debido a la dureza del golpe mientras avanzaba de regreso al nivel del suelo.
–¡Vamos, Baltasar, de pie! –. Animó el príncipe a su compañero.
Estando a punto de impactar contra los numerosos cadáveres que decoraban el campo de batalla, Baltasar maniobró contra todo pronóstico aún estando en el aire, girando su cuerpo lo suficiente como para poder posar sus grandes manos en la tierra y usándolas como punto de anclaje para detener su vuelo, mientras sus grandes piernas colisionaban con la arena una vez más, enterrando los grandes pies del caballero entre la tierra, la ceniza y la arena.
–¡No dejes de atacar, mi amor! –. Animó Ángel a su pareja tan fuerte como pudo a pesar del desgaste que le provocaba el ambiente.
–¡Ya escuchaste, Leo! ¡Qué no respiren! –. Dijo Nick a su compañero.
Alzando sus manos y su hocico hacia el cielo, Leónidas emitió un poderoso rugido mientras el interior de sus fauces se pintaba con los intensos colores oscuros de su atributo, al mismo tiempo que sus palmas.
Entonces, una poderosa lluvia compuesta completamente de rayos de energía cayó sobre Baltasar, pintando el negro de la arena y los huesos en descomposición con un intenso color púrpura Darkus que bañó la arena, cubriendo la silueta del gran Bakugan con el tinte del caos que había caído sobre él.
Leónidas: 4500.
En circunstancias normales, la incesante lluvia de ataques se habría detenido justo ahí. Sin embargo, Baltasar Haos no era un Bakugan normal; todo lo contrario, resultaba ser un guerrero extraordinario y sumamente peligroso. Por lo que Leónidas no lo subestimó y no detuvo su ofensiva, prolongando los disparos provenientes de su boca y sus manos con tal de garantizar el mayor daño posible.
Por desgracia, Freidr parecía ya estar preparado para este tipo de situaciones.
–Poder activado: ¡Ondas de Luz Máxima! –. Exclamó el príncipe levantando su siguiente carta.
De pronto, partiendo de la inmensidad de aquellas fuertes explosiones, una enorme sombra emergió del interior del fuego, agitando las llamas a su alrededor con la dureza de sus poderes alterando el caos que pintaba la arena. Rápidamente, aquellos fenómenos de gran tamaño, capaces de devastar todo lo que se encontrara a sus alrededores, se vieron puestas a un lado ante el poderoso ataque de Baltasar; que resurgió de la destrucción para abalanzarse sobre un sorprendido Leónidas.
Baltasar: 4500.
–¡Leo, cuidado! –. Llamó Nick a su compañero.
Tarde, debido al sorpresivo regreso de Baltasar a la batalla, Leónidas apenas tuvo tiempo para alzar los brazos en posición de guardia, buscando cubrirse de cualquier ataque que pudiera lanzar su oponente.
Sin embargo, para sorpresa de los Peleadores, el gran invasor optó por dar una fuerte embestida a su contrincante, envolviéndolo en sus brazos, por debajo de las axilas, mientras ambos caían de regreso al nivel del suelo.
–Tenemos que quitárnoslo de encima. ¡Golpea su cabeza! –. Exclamó Vladitor a su antiguo rival.
Rápidamente, Leónidas extendió sus brazos tanto como le fue posible para azotar sus puños con toda la fuerza que le fue posible a los lados de la cabeza de Baltasar, repitiendo la acción una y otra vez mientras se encontraban en el aire.
–¡Resiste, Leo! Poder activado: ¡Corte Profundo! –. Intervino Nick alarmado.
Las garras de Leónidas brillaron tanto como les fue posible en este oscuro ambiente, mostrando la grandeza de las estructuras que coronaban la punta de sus gruesos dedos.
En un movimiento rápido, Leónidas enterró sus inmensas garras tanto como pudo en el yelmo de su contrincante, abollando ligeramente el metal que trataba de oponerse a su fuerte agarre para darse la oportunidad de alejar la cabeza del invasor lo suficiente como para propinar un golpe en su rostro cubierto, aturdiéndolo el tiempo suficiente para subir las piernas al nivel de su estómago y alejar al gundaliano de un empuje con la planta de sus enormes patas, cayendo ambos guerreros a una considerable distancia para recomponerse.
–¡No te duermas, Leónidas! –. Llamó Baltasar abalanzándose sobre su oponente una vez más.
Emitiendo un rugido en clara señal de desafío, el dragón oscuro levantó los brazos al instante, listo para defenderse de su enemigo.
Una veloz andanada de golpes se dio en el piso de la arena, agitando el aire y la tierra que rodeaba a los colosos mientras libraban su duro encuentro, dando golpe tras golpe, todos ellos destinados a impactar de lleno contra los nudillos del otro.
Si sus manos desnudas temblaban o sufrían daño alguno debido a la dureza metálica que recubría los puños de Baltasar, Leónidas no emitió ningún quejido, optando por dejarse llevar por la adrenalina del combate mientras agilizaba sus ataques.
Entre gritos y rugidos, la euforia se hizo presente en la arena nuevamente, dejando que, poco a poco, las fuertes exclamaciones del Bakugan Haos cayeran en oídos sordos antes de ser reemplazadas por unas intensas carcajadas que delataban la emoción que éste debía estar sintiendo.
–¡A esto me refería, esto es justo lo que quería ver! ¡No dejes de pelear, Leónidas! ¡No dejes de pelear!
No podía entender a ciencia cierta porqué rayos esto parecía divertir tanto a Baltasar, pero no le dio importancia. Ya habría tiempo para hacer preguntas, por ahora, lo único que importaba era ganar esta batalla e impedir que estos demonios siguieran dañando su mundo.
Pero algo andaba mal, ¿por qué no parecía debilitarse? ¿Por qué Baltasar era capaz de mantenerse con toda su energía con esta carta portal abierta? Debería estar agotándose, perdiendo poder de forma progresiva, no emocionarse de esta forma. Debería estar en el suelo, suplicando piedad por lastimar a Ángel y Wolf.
Entre risas, el gran invasor dejaba en claro su superioridad a la naturaleza de estos poderes, de la dimensión en la que Leónidas había nacido, aquella que significaba la muerte para tantos de su especie. No debería estar tan contento.
–¡CONCÉNTRATE! –. Rugió el caballero de armadura desgastada antes de atacar.
Tan rápido fue el golpe, que Leónidas apenas tuvo tiempo de levantar sus puños para bloquear el ataque que se avecinaba hacia él, recibiéndolo de lleno con los brazales que había obtenido por parte de Vladitor, pero retrocediendo en el proceso.
–¡Qué no tengan tiempo de reaccionar! –. Ordenó el príncipe a su compañero.
Emprendiendo una veloz carrera hacia su enemigo, el gundaliano alzó sus manos en dirección a Leónidas antes de liberar una potente andanada de disparos de energía amarillos que cortaron la distancia con el dragón acorazado.
–¡Nick! –. Llamó Leo a su compañero.
–Poder activado: ¡Escudo de Hel!
Antes de que los numerosos ataques del gundaliano pudieran alcanzarlo, la silueta de un escudo compuesto de energía se formó en el antebrazo de Leónidas, dándole unos pocos milisegundos para reaccionar al levantar el objeto lo suficiente como para cubrirse con él.
El escudo cumplió su propósito, detuvo los numerosos rayos del Bakugan Haos, pero tuvo más dificultades a la hora de frenar su avance sobre Leónidas, obligando al dragón a enterrar sus pies entre los cadáveres esparcidos por la arena para evitar caer sobre su espalda.
–¡Qué no avance, Leo! Doble poder de fusión activado: ¡Hijo de Anubis + Furia del Rey!
Pocas veces tenían la oportunidad de liberar todo su poder. Por desgracia para Leónidas, tanto Nick como él mismo habían jurado nunca explorar todas las capacidades de su gran poder aún por descubrir, para no asustar a los niños en el IB ni mucho menos lastimarlos. Sin embargo, estando en el calor de una batalla real, esa ya no era una preocupación para ellos y no tendría que preocuparse por dañar a su rival, y mucho menos si era alguien como Baltasar Haos.
Emitiendo un poderoso rugido, combinado con la fuerza de un grito de batalla con la voz de Vladitor, Leónidas levantó sus brazos y sus alas al mismo tiempo mientras un resplandor amatista comenzaba a rodear su cuerpo.
–¡ASQUEROSO GUSANO!
Una gran demostración de poder se hizo presente en el campo de batalla, agitando los alrededores con violencia y provocando que los truenos que antes decoraban el cielo comenzaran a caer al nivel del suelo, quemando la ceniza que se encontraba a su paso y despedazando los huesos que los rodeaba mientras un poderoso rugido estremecía el campo de batalla.
Bastó con un movimiento, un solo tirón por parte del dragón oscuro para quitarse de encima el gran cuerpo de su contrincante mientras extendía sus extremidades, evaporando el escudo de sus brazos mientras la energía de su atributo bañaba su cuerpo y tapaba sus ojos rojizos con una intensa llama púrpura y blanca.
Leónidas: 5500.
Esperaba ver en esos ojos carentes de emoción cualquier rastro de miedo, algún indicio de pánico formándose en esas fugaces luces rojizas que lo veían fijamente. Sin embargo, en lugar de eso, lo único que Leo obtuvo fue una risa llena de algo extrañamente parecido al orgullo.
–¡A esto me refería, Leónidas! ¡Ya comienzas a mostrarme todo tu poder, pero nosotros sabemos la verdad!
–¿La verdad? ¿De qué rayos hablan? –. Cuestionó Nick confundido.
–No finjas con nosotros, humano. Sabemos muy bien que aún te quedan muchos trucos bajo la manga. Es imposible que ese maldito monstruo en nuestras pesadillas enviara a su hijo a este mundo carente de más poder –. Explicó el príncipe empuñando su mano.
–¡Sigue peleando! ¡Sigue peleando! ¡Demuéstrame que eres el demonio de mis pesadillas o destruiré este maldito planeta! –. Rugió Baltasar con furia.
"¿Su hijo?" ¿El hijo del mismo monstruo que moraba en sus pesadillas? Nada de esto tenía sentido, no deberían saber tanto de los sueños que compartían con su compañero. Era una información que debería mantenerse en secreto, estos gundalianos no deberían conocerla.
–Lo descubriremos después, Leónidas. Ahora tenemos que ganar esta batalla. ¡Ataca sin temor a matar! Es el único modo de derribar a este miserable.
Temía que las palabras de Vladitor fueran ciertas, pero, si lo eran, debía luchar; pero no por la victoria en este encuentro, sino por la supervivencia de la Tierra.
Por más que le doliera, por más que lastimara el código que trataba de respetar con todo su ser, a veces se presentaban circunstancias en las que no tenía elección y debía anteponer el bienestar de los inocentes a sus deseos. Si Baltasar quería morir por sus manos, tendría que cumplirle su deseo si con eso protegía todo aquello que amaba.
Nick parecía disgustado con la idea, pero no le quitaba razón a Vladitor. Parecía que, a pesar de su indisposición a convertirse en un asesino, de forma directa o indirecta, entendía que no tenían más opciones.
Para ganar, para sobrevivir, para proteger, tendrían que abrazar la oscuridad.
Dejándose llevar por el poder de las sombras que abrazaba su corazón comprometido con la protección de su mundo, Leónidas permitió que el salvajismo y la brutalidad que había negado mancharan su visión de un intenso color rojo sangre que lo llevó a abalanzarse sobre su presa.
Cubierto por la sombra de aquel depredador que había despertado de las profundidades de su ser, Baltasar se veía pequeño, se veía diminuto a pesar de su gran tamaño, se veía como un mero pedazo de carne fresca metida en una hojalata.
Cubriéndose con sus enormes brazos, el invasor trató de protegerse de la ofensiva de su contrincante, anticipando la fuerte patada que recibió en su guardia, pero cuyo avance no pudo impedir antes de retroceder un par de metros por la fuerza del golpe.
Siguiendo rápidamente a su oponente, y sin darle tiempo de respirar, Leónidas agitó sus alas mientras perseguía a su presa, repartiendo una veloz sucesión de golpes, cortes y patadas con la intención de romper sus defensas.
Ataque tras ataque, una danza en busca del deseo de sangre, venganza y justicia agitó la arena, mientras Baltasar Haos se retorcía por los golpes de su oponente, quebrándose poco a poco al recibir la ofensiva del dragón.
Finalmente, su risa había desaparecido, y había sido reemplazada por la dureza de quejidos que delataban el dolor que debía estar sintiendo bajo esta lluvia de golpes que castigaban su armadura sin piedad, dejando rasguños y abolladuras seguidas del metal retorciéndose.
–¡Sin piedad, Leónidas! ¡Él no la merece! –. Incentivó Vladitor a su antiguo rival.
Pateando con fuerza la pierna del enemigo, Baltasar cayó de rodillas, dejando su cabeza a la altura de su contrincante. Viendo una gran oportunidad de atacar, Leónidas azotó sus puños con fuerza a los costados de la cabeza cubierta del gundaliano, provocando que éste emitiera un pequeño grito de dolor que fue rápidamente seguido por el intenso de dolor que trajo la rodilla del dragón oscuro clavándose en su estómago.
–¡Elévate, mi amor! –. Aconsejó Ángel a su pareja.
Batiendo sus alas con fuerza, Leo se elevó lo suficiente como para estrellar su otra rodilla en la cabeza de Baltasar, obligando al Bakugan a enviar la cabeza hacia atrás debido a la fuerza del ataque antes de recibir el fuerte azote de dos manos empuñadura justo en su rostro cubierto por su máscara, devolviendo su cabeza al suelo mientras trataba de evitar caer con el apoyo de sus manos clavadas en la tierra.
–¡Qué no se levante!
Siguiendo la instrucción de su antiguo némesis, Leónidas retomó su vuelo brevemente para quedar un par de metros más alto sobre la espalda de su enemigo, dándose la oportunidad de patearlo con la suficiente fuerza como para obligarlo a caer de bruces al piso del campo de batalla con el peso del gran dragón oscuro sobre él.
Con un fuerte salto, Leo tomó el impulso que necesitaba para pisotear la espalda de su enemigo con toda la fuerza que pudo reunir en su pierna, en lo que parecía ser un feroz intento de enterrarlo en este cementerio dimensional, mientras rugía con un fuerte desafío retumbando en sus acciones.
–¡Aquí se termina todo, Freidr! –. Declaró Nick al intrigado príncipe gundaliano con dos cartas poder entre sus dedos –. Triple poder activado: ¡Hermanos Fantasma + Gemelo Oscuro + Esfera del Silencio!
Leónidas: 6500.
Elevándose al nivel de las nubes que lo bendecían con su oscuridad, cuatro copias exactas de Leónidas decoraron el cielo con sus imponentes siluetas que bañaban el campo de batalla con toda su oscura gloria, mientras elevaban sus brazos a los cielos más altos de esta réplica dimensional al compás que marcaba aquel que los había creado.
De pronto, cinco esferas de energía pintaron la extensión de estos tormentosos cielos, borrando cualquier rastro de púrpura con una intensa aura de color negro y rojo en estos nuevos ataques que devoraban la imagen de las nubes como un intenso vacío que no dejaba de expandirse.
Normalmente, la Esfera del Silencio de Vladitor era del tamaño de las manos del Bakugan que la usaba. Sin embargo, reforzada gracias a los efectos de esta carta portal y los poderes de fusión utilizados por Nick a lo largo del combate, Leónidas pudo ver con orgullo como los cinco ataques adquirían un tamaño mucho mayor al común; pasando de ser del tamaño de sus propias manos a ser casi tan grandes como él mismo y sus clones.
Cinco ataques del tamaño de un coloso mismo se impusieron en el cielo, marcando el territorio con toda su oscura magnificencia en una espiral de destrucción y muerte anunciada desde el inicio de este encuentro.
Cuando Baltasar sacó su cara de la tierra, solo tuvo tiempo de ver fugazmente como los instrumentos de su derrota se terminaban de formar sobre él antes de que cinco esferas de energía oscura, casi de su mismo tamaño, fueran arrojadas en su dirección al mismo tiempo que la voz de Vladitor tomaba control momentáneamente del cuerpo que compartía con Leónidas para liberar un rugido de batalla que solo él podría expresar de una manera única.
–¡HASTA NUNCA, GUSANO!
Cinco ataques bañaron la arena, pero solo una explosión se produjo en la misma, un cántico de destrucción que callaba cualquier sonido que no fuera el estruendo de la muerte que se veía a lo lejos y de la llama crepitante que consumía la tierra, la ceniza y los cadáveres que tuvieron la desgracia de estar en medio de la furia de los Bakugan Darkus y su objetivo.
Tan fuerte resultó ser el ataque de Leónidas, que Nick incluso se había visto obligado a enterrar la hoja de su ninjato en la tierra, mientras sujetaba la mano de Julie, en un intento de ofrecer un punto de apoyo a todos los miembros de los Peleadores presentes para no ser empujados por la onda expansiva.
Estando en la falsa corona de humo y fuego que encabezaba la destrucción que sus ataques habían provocado, los clones de Leónidas rugieron con una fuerza capaz de igualarse con la de la misma explosión que habían generado en una señal de victoria mientras alzaban los brazos y golpeaban sus pechos con euforia, llamando a cualquier ente de orgullo que pudiera verlos mientras festejaban con un holocaustico canto de victoria sobre lo que ahora no debía ser más que las cenizas perdidas de uno de sus enemigos más fuertes.
Sin embargo, el destino es extraño y siempre encuentra el modo de sorprendernos. En esta ocasión, fue la estela que dejaron tres luces destellando entre los dedos del príncipe gundaliano la que detuvo todo rastro de festejo para dar lugar a una nueva llamada al destino, la de la evolución y combate, uno encarnizado, lleno de sangre y violencia.
–Doble poder de fusión activado: ¡Recuerdo de Amida + Lucie Eterna!
Baltasar: 5500.
Un destello eléctrico se alzó con majestuosidad al nivel de los cielos que se movían violentamente con el pasar del viento y el poder que lo empujaba en direcciones aleatorias, moviendo un pequeño agujero en las oscuras nubes de esta falsa dimensión para dar lugar a un enorme capullo que se movía a una gran velocidad en dirección a Leónidas, uno que se destruyó en un parpadeo para dar forma a la imponente imagen de Batalsar Haos, envuelto en las llamas que bañaron el campo de batalla; pero obviando las quemaduras que debía estar sufriendo su blindaje para mantener su carrera hacia su contrincante.
–¡Imposible! ¿¡Cómo es que sigue con vida!? –. Exclamó Vladitor con iracundo asombro.
Por unos milisegundos, tanto Nick como Leónidas se quedaron pasmados, presas del asombro que este invasor les provocaba, que emergía de entre las llamas del caos y la destrucción que uno de sus mejores ataques había provocado como si no fuera nada más que una molestia ligera.
¿Cómo podía existir alguien así? Un sujeto con tanto poder debería ser una fantasía y nada más. ¿Qué clase de Bakugan era Baltasar Haos como para resistir las bombas que caían sobre él y seguir levantándose para pelear?
–¿¡Recuerdas esto, Vladitor!? –. Cuestionó el invasor posándose brevemente frente a sus enemigos.
Antes de que Leónidas pudiera reaccionar, antes de que pudiera realizar cualquier acción en un desesperado intento por detener al monstruo que lo había alcanzado y que tenía a unos cuantos centímetros de distancia, un poderoso golpe descendente impactó de lleno en su pecho, abollando las protecciones de su propia armadura y provocando que el gran dragón oscuro emitiera un poderoso rugido de dolor antes de que su enorme cuerpo se precipitara hacia los suelos con un delgado hilo de sangre escapando del interior de sus fauces.
–¡Leónidas! –. Gritaron Nick y Ángel con preocupación.
–¡Resiste, Leónidas! ¡Tienes que ganar esta batalla! –. Trató de motivar Gorem a su amigo tan fuerte cómo pudo.
Maniobrando tanto cómo le fue posible a pesar de la fuerza con la que se precipitaba hacia un suelo semejante a aquel que lo vio nacer, Leónidas logró posar sus pies mirando hacia las cenizas que su ataque había dejado, aún decorada con alargados rastros de llamas rojizas bailando a lo largo del campo.
El gran dragón cayó con fuerza en el suelo, provocando un pequeño estremecimiento en la tierra al sentir el peso del Bakugan impactar una vez más sobre su gran extensión.
Para este punto, los pocos cadáveres que aún quedaban esparcidos por la arena habían sido completamente destruidos, consumidos por las llamas purificadoras que engullían todo lo que se encontraba a su paso. Poco a poco, la desolación por la que se caracterizaba este infierno comenzaba a perder aquella identidad que lo definía, mientras aquel que había nacido de sus entrañas comenzaba a debilitarse sin que su oponente mostrará signos sumamente notorios de sucumbir a una condición similar.
Ni siquiera tener activo el Espíritu del Rey Dragón estaba logrando darle una ventaja notoria en este encuentro y cada golpe recibido, aunque lo fortalecía, no era suficiente para ponerse a la cabeza del encuentro y Baltasar se las ingeniaba para mantenerse al nivel que estás extremas condiciones exigían.
Nada de esto podía ser real, tenía que ser una pesadilla, un enemigo tan fuerte como estos invasores tenían que ser una alucinación.
Leónidas odiaba reconocerlo, pero la sensación de inseguridad que comenzó a recorrer su cuerpo mientras a su enemigo, brillando como la luz de un faro en medio de la niebla, no se sintió como un sueño. Y el dolor que comenzaba a recorrer su cuerpo se sentía muy real.
Del otro lado de la arena, un sitio lo suficientemente alejado como para salir afectado directamente por el intercambio de poderosos ataques, el Príncipe Freidr sonreía orgulloso por el desarrollo del combate mientras jugaba distraídamente con el colgante en su mano y la llamativa piedra del color de su atributo saliendo y entrando repetidamente de la palma de su mano.
–Debo decir que estoy muy contento con lo que han demostrado hasta ahora, Nicholas. No imaginé que sería más divertido pelear con ustedes sin que recibieran ayuda, pero me alegra ver que así es –. Comentó el gundaliano sin dejar de jugar con su colgante –. Pero creo que llegó la hora de medir su resistencia y su determinación.
Seguido del final de su pequeño discurso, Freidr enseñó entre los dedos de su mano libre una interesante carta del color del oro, brillando incluso en medio de la niebla que intentaba cubrirla.
–¿Listo, Baltasar? –. Preguntó el príncipe a su compañero.
–Adelante, Freidr. No tengas piedad –. Respondió el Bakugan Haos con un asentimiento.
–Poder activado: ¡Haos Máximo!
Emitiendo un poderoso grito de batalla, Baltasar se vio envuelto en un intensa aura blanca y amarilla, una que produjo una poderosa onda expansiva que borró las nubes del gran pizarrón negro que era el cielo y provocando que sus brillantes colores sobresalieran a pesar de las sombras que decoraban este espacio.
Juntando las palmas de sus manos frente a su pecho, una enorme onda de luz Haos se formó en el frente del enorme Bakugan de armadura desgastada, destilando una serie de relámpagos que caían furiosamente al campo de batalla, dando fuerza a las llamas que pintaban su blanca ceniza.
De pronto, la tierra comenzó a temblar al compás del fuerte grito de batalla emitido por el guerrero gundaliano.
–¿Qué está… sucediendo? –. Expresó Julie con temor.
Ambos terrícolas comenzaron a tambalearse al ritmo en que la tierra se estremecía y los rayos impactaban en el suelo.
–No lo sé, Julie –. Respondió Nick confundido mientras se aferraba a su ninjato en el suelo.
Mientras sostenía firmemente la carta poder entre sus dedos, el príncipe gundaliano se permitió retomar la palabra con aires de autosuficiencia.
–Escuchen bien, terrícolas. Haos Máximo es uno de los poderes más fuertes de la primera forma de Baltasar, tiene la capacidad de volar un planeta entero en pedazos –. Declaró el gundaliano con una aterradora sonrisa en sus labios –. ¡Su trabajo ahora será evitar que convirtamos este miserable mundo en un montón de rocas inertes flotando en el espacio!
¿¡Cómo!? ¿¡Acaso lo habían escuchado bien!? ¿¡En verdad estaban dispuestos a volar el planeta en pedazos!? No, no podía ser. Estos malditos miserables iban a volar su mundo en pedazos.
Tenían que detenerlos, tenían que evitar que esto sucediera.
Rápidamente, Leónidas se giró lo suficiente para ver a su compañero anonadado en su lado de la arena. No culpaba a Nick por procesar con dificultad todo lo que estaba ocurriendo, pero no era el momento para eso. Sus problemas estaban muy lejos de terminar, no solo era el hecho de que Baltasar estuviera dispuesto a volar su planeta en pedazos, también estaban esas malditas palabras de parte del gundaliano.
"La primera forma de Baltasar Haos".
De algún modo, este maldito podría evolucionar y eso era un gran problema. Si chocaban poderes con Baltasar y ganaban, aún tenían el problema de una posible transformación después y dudaba tener la energía para continuar la lucha si su oponente seguía incrementando sus poderes.
Pero no podían darse el lujo de buscar alternativas, Baltasar iba a disparar y no había nada que pudieran hacer para evitar la destrucción de su mundo más que ponerse en medio para impedir el avance del golpe que se avecinaría.
Habían llegado a un punto crítico en esta batalla, el momento de decidir finalmente había llegado, ya era de poner a prueba su gran poder y esperar que fuera suficiente para ganar la batalla. Después de todo, iba a quedar muy cansado si ganaba esta confrontación, pero era la única oportunidad que tenían.
–Nick, hora de usar el cañón a su máximo poder. No podemos dejar que destruyan nuestro mundo.
En los ojos de su compañero, el temor se hizo presente, la emoción ganó fuerza en su mirada y Nick apenas tuvo la fuerza para salir de su estupor mientras su labio temblaba visiblemente y una diminuta lágrima se asomaba en borde su ojo.
–Nick, por favor, necesito que te concentres, el mundo entero necesita que te enfoques en lo que está pasando ahora mismo –. Llamó Leo a su peleador.
Tratando saliva mientras salía del estupor que mantenía su cuerpo paralizado, Nick miró con una mezcla de emociones negativas al príncipe que se cernía con orgullo por encima de su posición, mirándolos como si no fueran nada.
–¿¡ACASO ESTÁN DEMENTES!? ¿¡DESTRUIRÁN EL PLANETA Y NI SIQUIERA SABEN SI PODRÁN ABANDONARLO A TIEMPO!?
En respuesta a sus fuertes gritos, Freidr solo emitió risas más fuertes mientras seguía con su extraño juego con la pequeña cadena envuelta alrededor de su mano.
–¡No tememos morir aquí, humano! ¡Nos hemos preparado para enfrentarte durante mucho tiempo, sin importar el resultado! –. Respondió el príncipe con ánimo –. ¡Si quieren salvar su mundo, tendrán que detenernos!
–¡DEFIÉNDANSE, TERRÍCOLAS!
Seguido del fuerte rugido de Baltasar, un poderoso rayo fue liberado de las palmas de sus manos, saliendo disparado en dirección a la tierra que se preparaba para recibir su fin si sus defensores no hacían algo.
Las rocas se levantaron, un océano de cenizas se movió por lo aires en dirección a la causa de su futura destrucción y las sombras que los rodeaban, aquellas que de una forma retorcida eran capaces de proveerlos de un sentimiento de poder y grandeza, se encogían y se quemaban ante la intensa luz del ataque de este misterioso invasor carente de escrúpulos.
En la luminosa penumbra de un final aparentemente inevitable, solo voces aterorrizadas se oyeron, solo el eco de fuertes súplicas y gritos de batalla, mezclados con ladridos y aullidos desesperados; cubrieron los campos de muerte de esta eterna jaula donde la única respuesta era el final de aquellos que pedían algo mejor en las entrañas de este abismo.
–¡Leónidas! ¡Maestro Nick!
–¡Tienen que detenerlo!
–¡Reacciona, Nick!
–¡Haz algo, humano!
Miles de gritos abandonaban las gargantas destrozadas de aquellos que se encontraban en el lado receptor de tan temible ataque.
Pero fue en el marco del fin que una respuesta fue pronunciada, una pintada con la carga del deber y cuyo peso recaía en la esperanza de lograr algo, una victoria significativa en la tiniebla infinita que parecía ser este combate.
Una respuesta, en la forma de dos cartas bañadas en el poder de las sombras, un poder que aún les podían proveer fuerzas.
–Poder activado: ¡CAÑÓN SILENTE!
Impulsado por el espíritu combativo de su compañero y sintiendo el poder recorriendo su cuerpo, mezclándose con la energía lograda a través del transcurso de esta batalla, Leónidas se puso de pie y encaró de frente aquel ataque destinado a traer el fin de todo lo que amaba.
Tenía que pelear, tenía que persistir, tenía que detener el apocalipsis que descendía del cielo y estar listo para luchar otro día, para detener este mal. Ya no solo por su amada familia, ni por sí mismo, sino por todo lo que había aprendido a amar en este maravilloso planeta y todo lo que esperaba seguir experimentando en él.
Dejando que la oscuridad envolviera su ser y la energía de su atributo predominante fluyera libremente a través de su cuerpo para llegar a sus fauces, King Leónidas Darkus liberó un potente rayo de múltiples colores hacia el cielo.
Un ataque negro, rojo, blanco, azul y púrpura se aventuró con valor hacia el instrumento de la muerte, listo para frenar su paso y representar la esperanza que quedaba detrás de él, sobre los hombros de aquel que lo había liberado en primer lugar.
El choque fue de tal magnitud, que la tierra no solo tembló y se partió en múltiples zonas cuando los ataques de ambos Bakugan colisionaron violentamente, sino que los mismos cielos comenzaron a cambiar de color repentinamente, alternando entre distintas tonalidades de negro y blanco al recibir directamente los residuos luminosos que desprendía el choque de poderes.
Un intenso forcejeo en el que el poder de la oscuridad, salido de la mismísima muerte que le servía como impulsor, luchaba por ascender en un desesperado intento de impedir que el poder de la luz caída de las estrellas quemara un mundo inocente sin piedad alguna.
Una acalorada confrontación en la que todo se reducía a la voluntad de sus combatientes por ganar, por defender unos ideales y un hogar en el marco del final que amenazaba la Tierra.
Una batalla donde los numerosos fueron los encargados de definir al ganador de esta terrible confrontación entre la luz y la oscuridad.
Baltasar: 6000. Leónidas: 7000.
–¡ATACA, LEÓNIDAS!
Un poderoso rugido se escuchó desde la lejanía y un gigantesco capullo de energía oscura devoró completamente la luz que se asomaba en este inframundo de muerte y desolación, donde la esperanza de los ajenos venía a morir en el barro más frío del universo conocido y donde un grito de batalla de un gran guerrero se vio empequeñecido, sin posibilidad alguna de remontar, por el atronador rugido del mismo dragón nacido en este infierno.
Consumiendo sin piedad alguna el Haos Máximo en la inmensidad de su oscuro interior, el Cañón Silente se sobrepuso a las expectativas de los invasores mientras devoraba sin piedad alguna la luz que en encontraba a su paso y dejaba la dura marca de su existencia grabada en la tierra, en la forma de un cráter tan negro como la noche que los veía, tan negro como el destino que debería esperar a Baltasar Haos al ver su ataque ser consumido por la ofensiva de su rival y cortando la poca distancia que quedaba entre ellos.
Lo último que se escuchó antes de que el Cañón Silente diera de lleno en su objetivo y la gran forma del Baltasar Haos cayera de espaldas al suelo, bañado en fuego, fue el espectro de las fuertes carcajadas del príncipe al ver a su propio compañero derrumbarse en el suelo, envuelto en gruesas capas de infernales llamas que consumían la tela que envolvía cuerpo.
Estaba hecho, Baltasar Haos había caído con violencia al suelo, había recibido el ataque más poderoso de Leónidas hasta el momento y, como resultado, se encontraba tirado en el suelo después de sacudir la arena una vez más con su gran peso en la tierra.
Leónidas nunca podría olvidar lo gloriosa que le había resultado la imagen de su enemigo siendo consumido por el poder de su gran ataque, mientras soltaba un grito de dolor que se vio rápidamente callado por la explosión que lo devolvió al nivel del suelo con su armadura ennegrecida por el persistente fuego oscuro que cubría su cuerpo, buscando convertir en cenizas todo lo que se encontraba.
Finalmente, Baltasar Haos había caído y la Tierra se había salvado.
Pero la victoria carecía de sabor, pues el tiempo avanzaba y el imponente invasor gundaliano, aunque se estremecía ligeramente por lo que debía ser el dolor provocado por el ataque recibido, seguía sin volver a su forma de esfera.
Y la sonrisa confiada en los labios del Príncipe Freidr aún no se borraba.
–¿¡Por qué te ves tan feliz!? ¿¡No lo estás viendo!? ¡Perdiste, amigo! ¡Toma a tu compañero y sal de nuestro mundo! –. Exigió Julie tan fuerte como pudo.
Normalmente, Leónidas respaldaría las declaraciones de su amiga con algún gesto o alguna pose que pudiera intimidar a sus indefensos enemigos. Sin embargo, en esta ocasión, sus músculos estaban tan cansados y adoloridos después de derrotar a Baltasar, que no se atrevía si quiera a extender sus alas.
El poder aún corría en su interior, pero no se atrevía a usarlo solo para presumir.
No mientras el líder de esta retorcida expedición aún se encontrara delante de ellos, mirándolos con la misma sorna que había persistido en sus ojos toda la batalla y que ahora acompañaba sus declaraciones.
–Debo decir que estoy sorprendido, terrícolas. Sabía que serían fuertes, pero no esperaba esto, aunque veo que aún les falta profundizar más en todas las capacidades latentes de Leónidas, en especial aquellas que son independientes de Vladitor –. Dijo el príncipe mientras extendía con delicadeza el colgante en su mano, con la pequeña piedra brillando en su centro con mayor intensidad a la antes vista.
–¿Qué es esa cosa? –. Preguntó Nick con el corazón retumbando por la adrenalina mientras su ninjato temblaba en su mano.
–Lleva con ese objeto toda la batalla, ¿cuál es su propósito? –. Cuestionó Ángel desde el hombro de su compañero.
–¿No saben lo qué es? Veo que están más desinformados de lo que creímos que estarían –. Comentó la tal Elena a un lado de su príncipe.
–Está bien, Elena, sabíamos que aún les faltaba mucho por descubrir al venir aquí. Aún no han vivido lo suficiente como para entenderlo –. Respondió Freidr con tono compresivo.
–¡Ya basta de estas estupideces! –. Rugió Leónidas con frustración –. ¡Su amigo está vencido! ¡Salgan de aquí ahora o lo siguientes serán ustedes!
–Cantas victoria demasiado pronto, Leónidas –. Respondió el Príncipe Freidr antes de ver a su compañero en el suelo –. Ya basta de juegos, Baltasar. Aún no terminamos.
Seguido de las palabras del príncipe, la visión más aterradora que Leónidas había presenciado en su vida tomó forma en el momento en que Baltasar Haos, aquel que había caído del cielo envuelto en las llamas de su atributo tras perder uno de los choques de poderes más intensos en toda la vida de Leónidas, se levantó del enorme cráter que había dejado con su caída como si nada hubiera pasado; como si las múltiples heridas que decoraban su cuerpo apenas existieran.
–S-Se… puso de… de p-pie… –. Murmuró Julie impactada.
–Pero… eso es… es… imposible –. Dijo Nick asombrado mientras retrocedía.
–¿Quién rayos es este sujeto? –. Dijo Vladitor igual de sorprendido.
Acomodando su hombro ligeramente dislocado como si no fuera más que una pequeña herida, Baltasar Haos retornó al combate mientras se sacudía el polvo que había quedado en su armadura.
–No se sientan mal, terrícolas. Ya he pasado por cosas peores antes como para que un ataque así acabe conmigo, incluso si es solo en esta forma inicial. Seguro que Vladitor lo sabe mejor que nadie –. Dijo el Bakugan Haos a modo de falso consuelo.
–Ustedes nos mostraron todo su poder. Es justo que ahora nosotros hagamos lo mismo –. Comentó el príncipe gundaliano mientras se soltaba la cadena de su mano y la apuntaba hacia su compañero –. ¡Reconozcan, terrícolas, la llave del poder absoluto de un Bakugan!
De pronto, emergiendo de las profundidades de capas y capas de cenizas, tierra y polvo, una poderosa llama de tres colores emergió del suelo para cubrir completamente el cuerpo de Baltasar, borrando su silueta en un grueso fenómeno lumínico que cegó momentáneamente a los Peleadores Bakugan, mientras este nuevo poder ascendía hasta el nivel de los cielos. Y el martillo de guerra del invasor, enterrado entre los restos del caos producido a lo largo de este segundo asalto, se elevaba una vez más para volar directamente hacia su portador, sin importarle si se adentraba en un océano de luz ardiente que parecía consumir la tierra sobre la que el gundaliano estaba parado.
Esta vez, los estoicos invasores que parecían ver la batalla como si fuera un juego, se alejaron un par de pasos con aparente cautela.
Ahí, para sorpresa de los Peleadores Bakugan, un nuevo resplandor engulló nuevamente las sombras que rodeaban a los combatientes para dar paso a la silueta de un gigante, uno más grande y robusto que el mismo Leónidas, una sombra a la que el dragón acorazado apenas podía llegar a ver a los ojos estando a la altura de su enorme pecho, mucho más alto que su alargado cuello. Todo esto al mismo tiempo que sus grandes hombros y brazos empequeñecían la figura del Bakugan Darkus hasta el punto de quedar completamente invisible para los invasores delante de este fenómeno tan extraño y único.
Traicionado por sus instintos, Leónidas dio un paso atrás mientras cubría su rostro con sus manos, pero dejaba un lugar pequeño disponible para que sus ojos vieran con asombro como un par de orbes dorados, perdidos en un vacío tan oscuro como esta noche eterna, le devolvían la mirada fijamente.
De pronto, el gran poder que se arremolinaba frente a Leónidas detuvo su movimiento agresivo para ser velozmente absorbido por el guerrero que se encontraba adentro, un gigante de tal altura, que Leónidas se vio obligado a alzar la cabeza tan alto como pudo para tan solo verlo a los ojos.
El monstruo que se había levantado en la arena.
–¡Piedra de la Evolución, dale forma al Campeón del Imperio Gundaliano: Invictus Baltasar Haos!
La luz se disipó a la orden del príncipe, la oscuridad los abrazó a todos nuevamente, pero no logró consumir la figura del imponente Baltasar Haos y su nueva apariencia revelada antes ojos temerosos e impactados.
Delante del dragón nacido de la muerte, un caballero de armadura completamente blanca, pero con capa negra y gruesos trazos dorados se alzó con imponencia, empequeñeciendo su figura y viéndolo como si hubiera un niño del otro lado de la arena, y no un miembro de los Peleadores Bakugan.
Gruesas capas de metal se formaron en sus brazos y piernas, cubriendo sus extremidades de una forma que ofrecía mucha más seguridad que en la forma original del invasor. Su peto ahora contaba con una placa en forma de estrella de cuatro puntas que se alzaban a los costados de la cabeza del guerrero y su ancha cintura recubierta. Estando en esta forma, Baltasar estaba libre de cualquier rastro de tela desgastada en sus hombros, para dejar ver la llamativa corona de oro y plata que se encontraba en su cabeza, conformada por lo que parecían ser diversas espadas pequeñas con una curvar hacia atrás mientras apuntaban al cielo.
Sus ojos también habían cambiado, ya no eran rojos, eran tan dorados como el oro mismo en su estado más puro. Y el martillo de guerra, al igual que su usuario, ahora era mucho más grande, siendo de un tamaño casi exacto al del mismo Leónidas, con púas más grandes en ambos lados planos del arma y una serie de puntas de lanza en forma de círculo en la parte más alta del objeto.
Frente a ellos, Invictus Baltasar Haos.
Una vez más, Baltasar era mucho más grande e imponente, pero no fue su apariencia lo que detuvo el tiempo para los Peleadores Bakugan, no fue su ostentosa armadura de colores aún más brillantes o su enorme martillo de guerra, nada de eso.
Aquello que los congeló fue, nuevamente, su nivel de poder.
Baltasar: 10000.
–Ganaron la segunda ronda y los felicito por eso, Peleadores. ¿Listos para la tercera?
Bastó con el retumbar que provocó el fuerte golpe del martillo de guerra de Baltasar para que los alrededores se estremecieran, para que los campos oscuros, teñidos con el color de la muerte y el misterio, se cubrieran con una intensa tonalidad amarilla; una que cubrió la tierra y que pintó los cielos, quemando las sombras que rodeaban la arena.
Fue un parpadeo breve, uno muy pequeño y fugaz, pero fue tiempo más que suficiente para que aquello que alguna vez fue una réplica exacta de la Dimensión de la Perdición se perdiera en un destello dorado al compás de un duro grito de guerra por parte del invasor que hacía temblar los alrededores sin misericordia.
Sin más que unos breves milisegundos para contemplar por última vez este campo de muerte y sombras, Leónidas vio con horror como las ruinas del centro de Tokio se alzaban una vez más en su entorno mientras una intensa flama dorada obligaba a los escombros que decoraban los alrededores a elevarse, suspendidos en el aire bajo las propiedades de este gran poder capaz de sacudir el demacrado campo de batalla y los restos de numerosos cadáveres manchando las piedras.
Con un solo movimiento, lleno de brusquedad y poderío puro, la Dimensión Maldita se había desvanecido en un suspiro para dar lugar nuevamente a una arena destrozada, una en la forma de una ciudad inocente que había caído presa de las propiedades de una batalla titánica que no debía librarse en su corazón.
–Esta vez, nosotros decidiremos el campo de batalla, Nicholas.
Después de mucho tiempo creyendo ser el diablo de escamas negras, Leónidas finalmente podía ver la verdad.
No todos los demonios salían del infierno, no todos los demonios poseían escamas o colores oscuros; algunos provenían de las estrellas, algunos reemplazaban las escamas y los colores sombríos con una fuerte y brillante armadura.
Algunos no eran criaturas de fuego y oscuridad. No, algunos también podían ser de luz.
Originalmente, pensaba subir este capítulo, el anterior y el siguiente en uno solo, pero habría sido demasiado largo incluso para mí; así que decidí fragmentarlo en tres partes, aprovechando que encapsulan la misma batalla, para dar la sensación de los clásicos tres asaltos.
Con respecto a Baltasar, sé lo que están pensando: "Pero, Fan, ¿no crees que estás exagerando?" y tienen razón, Baltasar está demasiado OP, es cochinamente poderoso, pero tanto él como Freidr serán importantes para entender mejor las pesadillas de Nick y Leónidas en el fic pasado, y planeo que sean relevantes para la escala de poder a futuro. Veamos adónde nos llevan mis dedos y mi muy dañada cabeza xP.
Por supuesto, también planeo indagar un poco en la Piedra de la Evolución y el lore que esconde, pero les pediré tiempo para empezar a dar respuestas. Una vez me dijeron que una historia es cómo cocinar y aquí estoy practicando mis habilidades culinarias (aunque solo sepa hacer cereal con leche XDD).
Por cierto, tengo que advertir algo, estoy consciente de que he fallado en mis intentos de actualización semanal por una serie de cuestiones que me superan y esta semana no será la excepción. Tengo que hacer un viaje de una semana y no sé si tenga tiempo para escribir mientras estoy fuera. Sin embargo, prometo subir el tercer asalto entre Leónidas y Baltasar lo más pronto posible.
Ah, y antes de irme, imagino que algunos están confundidos con la razón por la que nadie ha llegado a ayudar a Nick y Leónidas, a pesar de la destrucción que el combate ha generado. Pensé que lo había dejado claro en el capítulo anterior, pero, para aclarar todo rastro de duda, las batallas fuera del IB son distintas a las que se dan en el mundo real. Si recuerdan, en la temporada 2, el tiempo se detenía cuando una batalla comenzaba; razón por la que no hay gritos de dolor ni pánico en el capítulo pasado, pues el mundo real está (qué curioso decirlo) en pausa. Aclaro esto para asegurarme de que todos puedan entender la historia sin problemas, pues puede que se compliqué con el tiempo. Aunque no me atrevo a asegurar nada, el 50% de estas historias son improvisadas y el otro 50% sí es planeado :P
