CAPÍTULO 21:
PRISIONEROS
Su cabeza martillaba, se estremecía con cada segundo que se mantenía en movimiento, estaba desorientado y le costaba decir cuánto tiempo había pasado desde la última vez que estuvo consciente.
Ojalá eso fuera lo único que le costara. Más allá de su dolor de cabeza, también se sentía débil, le costaba mover las manos, con dificultad podía mover la cabeza estando sobre una suave almohada, la idea de mover sus piernas le parecía inconcebible; dudaba que fueran capaces si quiera de soportar su propio peso. Le dolían los costados del cuerpo y la poca luz que iluminaba estos pasillos infinitos ya le resultaba molesta en los ojos, como si quemaran sus orbes oscuros.
Quería volver a dormir, no se le ocurría otra forma de ofrecerle descanso a su cuerpo maltratado, pero unas voces daban todo de sí para impedir que se durmiera nuevamente.
–Nick, no te duermas. Tienes que mantenerte despierto, compañero. Vamos, resiste un poco más –. Pidió alguien conocido.
–Es peligroso dormirte en estas condiciones, humano. Tienes que soportar un poco más –. Dijo otra voz de cerca.
Los reconocía, podía distinguir muy bien esas voces. Leónidas y Vladitor daban todo de sí para evitar que cayera en el valle de los sueños, pero resultaba cada vez más difícil. Apenas podía sentir el peso de su compañero en su pecho, saltando repetidamente para mantenerlo despierto. Era un esfuerzo valeroso y muy notable, pero Nick ni siquiera podía desviar la mirada lo suficiente como para ver al Bakugan, apenas podía mantener entreabiertos los ojos.
Podía imaginar los moretones en su cuerpo, sus huesos agrietados ante el maltrato al que habían sido sometidos, la sangre saliendo de su rostro y manchando las telas de la camilla en la que estaba siendo arrastrado.
Podía oír a su compañero y a su antiguo némesis, pero también podía oír a el chirrido de las ruedas girando sobre el duro suelo de esta prisión, además de la sensación de estar desplazándose y la imagen de luces intercalándose sobre sus ojos.
Estaba herido, en todos los aspectos, y se sentía hundido en un abismo cada vez más profundo. Nunca había experimentado tanto dolor físico en el pasado, nunca lo habían superado por un margen tan amplio, sentía que cualquier movimiento podría romperle todos los huesos del cuerpo. Escuchaba algunos murmullos a su alrededor y podía imaginarse las miradas despectivas y lastimeras de los gundalianos a su alrededor.
–No te rindas, humano.
–Tienes que ser fuerte, Nick. Solo un poco más.
Normalmente, Nick Takahashi no habría dudado en mantenerse despierto, habría luchado para mantenerse consciente, pero ahora no se sentía en condiciones. Nunca en su vida se había encontrado tan débil, tan incapaz de moverse si quiera.
Estaba listo para dejar que sus ojos se cerraran, para dejar que su reposo llegara finalmente, sin importar las consecuencias. No tenía energías para nada, apenas podía ver, apenas podía oler, le costaba hablar, con dificultad podía oír y solo la idea de moverse lo asustaba. El enemigo no había tenido piedad alguna con él.
Estaba listo para dormir una vez más, esperando que pudiera despertar nuevamente al final de su descanso. Sin embargo, cuando estaba a punto de rendirse y dejarse llevar por el dolor que su cuerpo malherido apenas podía soportar, sintió una repentina calidez abrazar su mano.
Era extraño, una sensación así se debería sentir ajena en un sitio como este, pero aquí estaba. Era curioso y muy improbable que una presencia como esa fuera real, tenía que ser una alucinación provocada por su mente maltratada.
Tenía que comprobarlo, tenía que asegurarse de que un fenómeno así fuera real, pues estando en condiciones tan adversas, solo podía temer que su propio cerebro le estuviera jugando una mala broma para burlarse de él y su desgracia.
Con una suavidad que tenía reservada para una serie de individuos muy específicos, Nick correspondió el gesto, devolviendo el apretón con su mano ligeramente temblorosa.
Lo sintió, lo sintió perfectamente, la sensación de una suave mano estrechándose con la suya, combatiendo el frío de su piel con su suave calor. No era un sueño, tenía que ser real.
Poco después, el toque de una mano gemela terminó de abrazar su extremidad, estrechando suavemente su propia mano con algo parecido al afecto.
Intrigado por esta extraña presencia, Nick abrió los ojos una vez más, tratando de combatir el malestar de la luz para tratar de enfocar su atención en el dueño de estas misteriosas manos.
Y la vio, la vio con perfecto detalle por un fugaz momento.
Se trataba de una joven neathiana de piel grisácea con una suave tonalidad clara y mirada gentil, con una alargada cabellera negra que se salía del pobre marco de visión de Nick, enmarcando el rostro de la joven y cubriendo sus hombros con su melena oscura. Tenía una boca pequeña, labios delgados que se torcían ligeramente en un intento de ofrecerle una sonrisa reconfortante. Sus mejillas contaban con un suave tinte rojizo y se dejaban ver un par de pequeños hoyuelos a los costados de su boca gracias a la forma en que se extendía su sonrisa. Su barbilla se notaba ligeramente afilada, presumiendo una forma perfectamente simétrica con la pequeña nariz que descendía en el centro de su rostro.
Era hermosa, pero ninguna de esas características era más llamativa que sus ojos. Era sorprendente, pero los orbes de esta chica, completamente faltos de pupilas, brillaban con un intenso color rojo brillante, mucho más vivos que los de Dan y casi del mismo tamaño que los ojos de Nick, era como ver dos enormes y preciosos rubíes acompañando una de las sonrisas más hermosas que había visto.
–Trata de mantenerte despierto un poco más. Te atenderé en cuanto lleguemos al ala médica, pero tienes que resistir. ¿De acuerdo? –. Dijo la chica con ojos de rubí sin borrar la sonrisa de su rostro.
El sentido común le decía que no debería creer en las palabras de una desconocida tan pronto, que nada en este terreno era de fiar, que debía mantenerse alerta, pero algo más fuerte en su interior le decía que estaba a salvo; que no tenía nada que temer por el momento.
–Resiste un poco, te prometo que verás a tus amigos, ¿está bien? Solo quédate con nosotros –. Juró la chica con tono suave.
Era estúpido, era irracional y no tenía sentido alguno. Pero, a pesar de todo eso, no pudo evitar creer en sus palabras.
Le atribuía todo a sus condiciones tan poco favorables, le atribuía esta extraña seguridad al hecho de tener a alguien tratándolo como una persona, en lugar de un saco de entrenamiento.
Pero, ya fuera verdad o mentira, lo único que importó, mientras era llevado al ala médica, fue que Nick se permitió batallar con el sueño; mientras seguía sujetando la mano de su enfermera y movía un dedo para intentar calmar a Leónidas y a Vladitor.
No volvió a dormir verdaderamente hasta que sintió un colchón más suave en su espalda, hasta que sintió las gentiles manos enguantadas de la chica limpiar sus heridas, hasta que escuchó su voz nuevamente murmurar palabras de aliento y consuelo.
Gundalia, Castillo Real
En el presente
No sabía cuánto había pasado desde que aquella chica lo había traído a este sitio, no podía decir si habían pasado minutos u horas desde su último sueño, pero se sentía un poco mejor.
Aunque aún mantenía los ojos cerrados, podía presentir todo lo que se encontraba a su alrededor. Sus sentidos estaban sanando, comenzaban a percibir un poco mejor todo lo que lo rodeaba. Después de horas de estar prácticamente ciego, se sentía un poco más reconfortante contar con algo más que una pobre visión para ubicarse.
Podía oler los alrededores, lograba captar relativamente bien el aroma de productos de limpieza alrededor de su camilla. Era un olor distintivo, común en los hospitales, por lo que podía decir abiertamente que se encontraba en la dichosa ala médica. Sin embargo, lo más interesante era la intensidad del aroma, pues era fuerte. Si la sala fuera grande, Nick no habría sido capaz de captar ese aroma tan concentrado. Debía ser una habitación pequeña, recién atendida por el personal de limpieza.
Por otro lado, al ser depositado en la camilla del lugar, Nick había logrado sentir la sacudida del objeto y unos suaves golpecitos en la pared tras la cabecera de la cama, por lo que estaba claro que se encontraba a un costado de la habitación.
Su cuerpo se encontraba en mejores condiciones, ya se sentía capaz de moverse con un poco mejor y podía sentir múltiples vendajes a lo largo de su torso desnudo y limpio. Del mismo modo, también contaba con unas cuantas vendas alrededor de su frente y algo parecido al algodón pegado en su sien izquierda. Debajo de la manta que cubría su cuerpo, podía sentir como sus manos y pies comenzaban a recuperar fuerza y podía moverlos.
Estaba seguro de que podría pararse nuevamente sobre sus piernas si lo intentaba, aunque no se sentía seguro respecto a una caminata. Aún tenía el temor de derrumbarse tratando de poner un pie delante del otro.
Eran muchas sensaciones las que ahora podía volver a captar, el entrenamiento con Shun había hecho maravillas en su capacidad para sentir y reconocer su entorno, y estaba feliz de contar con esas ventajas nuevamente, aunque fuera en recuperación.
Sin embargo, no había una sensación más llamativa que aquella que lo había despertado en primer lugar y que ahora lo mantenía consciente, aunque fingía lo contrario.
Un pequeño peso se encontraba a un costado del Peleador Darkus, revolviéndose ligeramente para no apoyar su peso sobre su cuerpo magullado o sus brazos en recuperación. El peso no era lo único que sentía, también podía dimensionar el tamaño, siendo más o menos de la longitud de su pierna, debía ser un niño pequeño. Llevaba a su lado poco menos de un minuto y no había hecho nada todavía, razón por la que Nick aún se abstenía de quitársela de encima.
No temía lo que pudiera hacer el pequeño, pero sí temía que pudiera alertar a posibles guardias en la entrada. Lo último que quería era enseñarles a sus enemigos que ya estaba despierto y en recuperación. No sería alocado pensar que el Príncipe Freidr querría retomar la golpiza justo donde la había dejado.
Eran sus principales motivos para dejar al pequeño actuar a su gusto. Aunque tenía que reconocer que su curiosidad era un poco entrañable. Podía sentir su mirada curiosa sobre él, lo veía fijamente, pero no parecía capaz de hacerle daño, tal vez sabía que no sería conveniente para ninguno de los dos.
Además de eso, también podía sentir la punta de su pequeño dedo tocando su mejilla con suavidad, pasando el filo de su uña puntiaguda y la yema por la piel ahora libre de sangre del pelinegro. La enfermera había hecho un buen trabajo en eso también, tenía que reconocérselo.
Suavemente, el pequeño pasaba su dedo por el rostro del peleador, como si fuera una sustancia que debía inspeccionar a cualquier costo. No llevaba guantes y seguro que no se había desinfectado las manos. Claramente, no lo veía como una amenaza, todo lo contrario, parecía verlo como un importante objeto de estudio.
Eventualmente, llegó un punto en que el pequeño se volvió más audaz, usando también su mano libre para inspeccionar la nariz y los labios secos del humano.
Finalmente, Nick decidió revolverse un poco en su camilla para asustar al pequeño y obligarlo a retirarse, esperando que huyera en silencio como si acabara de romper un plato, en lugar de alertar a los guardias del posible despertar del prisionero.
No obstante, nada de eso ocurrió. En lugar de retirarse asustado, el pequeño solo pudo emitir una risita antes de observar a su medio de entretenimiento con más intriga.
Tenía que darle un vistazo al menos, no podía soportar que un niño desconocido siguiera a su lado sin conocer si quiera su apariencia.
Poco a poco, Nick abrió los ojos ligeramente para ver a su curiosa acompañante, solo movió los párpados lo suficiente como para aún dar la impresión de seguir dormido, pero fue suficiente para verla con más detalle.
No era un niño, era una niña, pero una muy peculiar. Podía señalar muchas cosas, sus ojos grandes y anaranjados, sus mejillas redondas a los lados de una pequeña boca con dientes filosos y labios delgados, su barbilla amplia o su pequeña estatura; pero todos esos rasgos palidecían enormemente ante sus características más llamativas.
Sus ojos carecían de iris y pupilas, eran unos grandes orbes completamente ambarinos, idénticos a los neathianos, mientras que su piel era de un tono grisáceo claro. Presumía unos pequeños cuernos dorados en ambos lados de la cabeza uniéndose en su frente y partiendo desde el refugio de su cabello marrón corto, mientras un delgado rastro de lo que parecían ser escamas más oscuras que su piel suave rodeaba su rostro. Por otro lado, sus pequeñas manos visibles parecían estar recubiertas con unas escamas muy similares a las de su rostro y sus dedos concluían con unas pequeñas uñas puntiagudas en el filo de las últimas falanges.
Parecía ser la mezcla de un neathiano y un gundaliano, poseía características de ambas especies en un solo cuerpo, todas ellas conviviendo en una extraña armonía que logró asustar a Nick cuando vio cara a cara a la extraña híbrida.
Por mero instinto, Nick se encontró a punto de saltar asustado mientras terminaba de abrir los ojos, completamente alterado por la mezcla genética que tenía delante y sin importarle que sus heridas aún no sanaban realmente y su velocidad seguía muy baja para sus condiciones.
Sin embargo, antes de que pudiera reaccionar, el chirrido de la puerta abriéndose llamó la atención de ambos individuos, deteniendo la acción instintiva del peleador para dirigir su mirada al sitio del que provino el sonido y la voz que la llamó con autoridad.
–¡Irin! ¿¡Qué fue lo que te dije!?
Esta vez, la pequeña resultó ser más rápida que Nick al identificar a las personas que los miraban desde la puerta y convertir su expresión curiosa en una más avergonzada, pero ligeramente alegre.
–Perdón, Alys –. Dijo la pequeña con repentina timidez a la persona en la puerta mientras se bajaba de la camilla.
Ahí se encontraba, la misma chica neathiana de cabello oscuro y ojos rojizos brillantes, estaba en la puerta con una mirada severa completamente enfocada en la pequeña niña. Sin embargo, la nueva presencia en la habitación no se encontraba sola, detrás de ella estaba una joven de cabello plateado y piel morena. Ambas sostenían en sus manos una serie de objetos oscuros que Nick pudo reconocer muy bien, pero ninguno tan llamativo como la chica más alejada del marco de la puerta y los Bakugan que se encontraban en sus hombros.
–¡Julie, chicos! –. Exclamó Nick aliviado y contento al ver a sus amigos.
Inmediatamente, el pelinegro trató de recomponerse lo suficiente para posar sus pies en el suelo nuevamente. Sin embargo, sus músculos no tardaron en retraerse adoloridos para evitar que el peleador pudiera moverse de su posición.
Sin embargo, ponerse de pie no fue necesario, Julie y los Bakugan no demoraron en acceder a la habitación igual de emocionados para envolverlo en un abrazo que Nick no tardó en corresponder con toda la fuerza que pudo mientras los pequeños guerreros en sus hombros transmitían sus saludos.
–Me alegra ver tu carita de nuevo, tigre –. Saludó Julie envolviendo sus brazos alrededor de su amigo.
–Es bueno ver que se encuentra bien, Maestro Nick –. Dijo Ángel a su compañero mientras Wolf ladraba con alegría.
–Temíamos que algo malo te hubiera pasado –. Confesó Gorem con alivio.
–Tuvimos suerte de que te atendieran a tiempo, Nick. No te esfuerces demasiado –. Dijo Leónidas con un suspiro.
–Debo reconocer que nos diste un susto considerable, humano.
Al escuchar las palabras de Vladitor, Nick no pudo evitar emitir una débil risa, que lo terminó obligando a sostener su torso adolorido, pero sin dejar que su cuerpo lastimado dañara su ánimo por ver de nuevo a sus amigos.
–También es bueno oírte, Vlad –. Saludó Nick con cansancio.
–Supongo que estoy de acuerdo, humano. Haznos un favor y no te mueras tan pronto.
Finalmente, los terrícolas se separaron después de su fuerte abrazo, pero sin perder el contacto mientras se miraban con ojos brillantes por la alegría de verse una vez más.
–¿Están bien? ¿Dónde los retuvieron todo este tiempo? –. Preguntó Nick rápidamente.
–Estamos bien, nos dejaron en una celda cerca de los otros humanos secuestrados –. Respondió Gorem por los demás.
–¿Y usted, maestro? ¿Cómo se siente? –. Preguntó Ángel aún un poco preocupada.
–Un poco lastimado, pero encontrarlos me hace sentir mejor –. Respondió el pelinegro –. Además, ya no me duele tanto.
–Todo fue gracias a Alys, ella te atendió después de que el príncipe mandó a recogerte –. Indicó Julie mirando a la chica de ojos rojos.
La mirada de Nick no tardó en desviarse para ver nuevamente en dirección a la misteriosa joven, que depositaba los objetos traídos con cuidado en una mesa junto a su camilla.
Con extremo cuidado, la pelinegra dejó ver una muda nueva de ropa oscura, constando de una camisa negra y unos pantalones oscuros acompañados por las botas y los guantes de Nick. Además de la chaqueta marrón que Dan le había dado por su cumpleaños, Colmillo en lo que parecía ser una nueva funda similar a la original y el colgante de Elisa encima de la muda de ropa junto a lo que parecía ser un cuaderno oscuro.
Siguiendo de cerca los movimientos de la enfermera, la niña se mantuvo detrás de ella con una mirada arrepentida y curiosa al mismo tiempo, manteniendo los ojos fijos en el pelinegro mientras la mayor hacía una reverencia a modo de saludo antes de presentarse formalmente.
–Es un gusto conocerte, Nicholas. Mi nombre es Alyssandria y fui asignada como tu enfermera personal. Mi deber es velar por tu salud durante el tiempo que dure tu estadía aquí.
La chica cerró los ojos brevemente mientras realizaba su pequeña reverencia antes de abrirlos nuevamente, dejando ver sus grandes orbes rojizos.
Tragando saliva, Nick se permitió responder a las palabras de la chica con un poco de nervios en su tono.
–No tienes que usar mi nombre completo. Puedes llamarme Nick –. Dijo el pelinegro con cortesía.
–Entiendo. En ese caso, es un gusto conocerte, Nick –. Asintió la pelinegra formalmente, probando el nombre del chico por primera vez.
Su voz era suave y tranquila, daba la impresión de emitir suaves susurros que acompañaban su conducta formal. Parecía ser una voz hecha para relajar a quienes la oyeran.
De haber estado en otras circunstancias, Nick incluso se habría permitido relajarse un poco más al escuchar esa voz tan tranquila. Sin embargo, no podía darse el lujo de calmarse en este sitio, tenía que mantenerse alerta.
De pronto, la enfermera no tardó en iluminar su rostro con una sonrisa alegre antes de hablar nuevamente.
–Sin embargo, ya que podemos usar nombres menos formales, le pediré que me llame Alys por favor. Tampoco me gusta que usen mi nombre completo –. Solicitó la pelinegra con tono dulce.
–Alys –. Pronunció Nick con empatía, probando el nombre por primera vez.
Teniéndola de cerca y estando en todas sus facultades mentales, Nick pudo ver a su enfermera con más detalle. Su cabello no era tan largo como había creído, apenas pasaba de sus hombros, vestía con un conjunto oscuro debajo de una corta bata blanca en sus hombros. Era alta, ligeramente más alta que el mismo Nick, pero más delgada en comparación, también debería ser un poco mayor a él.
De pronto, un costado de la bata de la chica comenzó a tensarse y arrugarse rápidamente, jalando ligeramente el hombro de Alys y obligándola a mirar a la pequeña niña que estaba ocasionando el fenómeno.
–Alys, ¿no se te olvida algo? –. Preguntó la niña tirando de la bata de la mayor.
La enfermera no tardó en reaccionar con sorpresa, dándose cuenta de su descuido para, rápidamente, pasar sus manos alrededor de la pequeña y levantándola con extrema facilidad.
–Es cierto, perdonen el descuido –. Se disculpó la pelinegra con la pequeña en brazos –. Nick, Julie, chicos, permítanme presentarles a Irin.
–Hola, ¿qué tal? –. Saludó la niña animada mientras agitaba un brazo.
–La niña a la que voy a castigar en cuanto hayamos terminado aquí –. Comentó la enfermera de pronto.
La expresión de la niña no tardó en pasar de una mueca animada y feliz a palidecer por completo al mismo tiempo que sus grandes ojos naranja se abrían como dos platos al escuchar las palabras de la mayor.
–Pero Alys, no es justo –. Comentó la pequeña como si estuviera a punto de llorar.
–Te dije que dejaras descansar al paciente, que estaba herido y necesitaba reposo. En lugar de eso, te encuentro tocándolo como si estuviera muerto –. Reprochó la enfermera a la niña.
Al escuchar la respuesta de la mayor, la pequeña Irin no tardó un solo segundo en abrir su pequeña boca nuevamente, aparentemente lista para responder a las palabras de la ojirroja, antes de que cualquier réplica muriera antes de salir de sus labios.
Parecía que se había quedado sin argumentos cual hija incapaz de debatirle a su madre.
–Está bien –. Dijo finalmente la niña con tono resignado antes de mirar al terrícola –. Disculpa que haya interrumpido tu sueño, Nick.
–"Señor" –. Corrigió Alys a la pequeña con tono severo.
–Pero él mismo dijo que prefiere que lo llamen Nick –. Respondió la pequeña.
–¿Qué es lo que te he dicho sobre la educación? –. Dijo la mayor a modo de regaño mientras miraba a la niña.
En cierto modo, era divertido verlas discutir así. Parecían las clásicas riñas de una madre estricta y su hija discutiendo por todo lo que se atravesara en el camino.
Parecía que las dos habrían seguido con este intercambio durante más tiempo, obligando a los humanos y a sus Bakugan a contener la risa debido a lo divertida que era su pequeña riña. Sin embargo, las reprendas suaves de Alys y los argumentos de Irin se vieron interrumpidos por una fuerte voz que se escuchó desde la espalda de la pelinegra mayor.
–Chicas, por favor. El joven Takahashi aún no me conoce.
De pronto, un pequeño Bakugan rojo con trazos dorados salió de la espalda de Alys para quedar sobre su hombro, constando de una pequeña cabeza con múltiples puntas intercalando entre tonos rojos y amarillos, junto con unos pequeños brazos pegados de los lados de lo que parecía ser un torso con unas pocas líneas.
–Es cierto. Por favor, disculpen mi descuido –. Dijo la pelinegra mientras acogía al Bakugan en una de sus manos –. Chicos, por favor, conozcan a Hysani Pyrus.
–Es un honor conocerlo finalmente, joven Takahashi. Sus amigos hablan muy bien de usted –. Saludó el Bakugan al peleador.
–Es un placer –. Respondió Nick sin saber que más decir antes de mirar a su enfermera –. ¿Eres una peleadora?
La expresión de Alys pareció desviarse ligeramente con indecisión antes de que pudiera responder. Su boca se cerró tan pronto como se abrió al no saber que podría responder exactamente.
Instintivamente, Nick se revolvió incómodo, esperando cualquier tipo de respuesta, menos la que obtuvo por parte de la pequeña niña que saltó emocionada a un lado de la neathiana.
–¡Sí, Alys es la mejor peleadora neathiana de este lugar! –. Declaró la pequeña Erin emocionada.
–Mi enfermera es una peleadora neathiana –. Comentó Nick incrédulo.
–Es claro que no quieren que escapes por ningún medio. Debe ser tu guardia personal –. Dedujo Vladitor con sospecha.
–No lo sé, si ese fuera el caso, ¿por qué asignarte a una cuidadora con una niña? Es demasiado riesgo –. Comentó Leónidas pensativo.
Alys solo pudo sonrojarse notablemente al escuchar las palabras de la pequeña. Sorprendentemente, el rojo de sus mejillas logró cubrir casi por completo su piel grisácea clara antes de sonreír con un poco de pena.
–Honestamente, no soy tan buena. Hace años que no peleamos –. Confesó la neathiana pelinegra antes de devolver su atención a la niña –. Oye, Irin, ¿por qué no vuelves a nuestra habitación en lo que yo termino aquí? Aún tengo que hacer unas últimas revisiones del paciente antes de terminar el día.
¿El día? ¿Cuánto tiempo había pasado desde su encuentro con Freidr? Hablaba como si fuera rutina revisarlo.
Antes de que Nick pudiera decir algo, la expresión de la pequeña Irin se adelantó a sus palabras para dirigirse a quien parecía ser cuidadora.
–¿Y podemos jugar antes de dormir? –. Preguntó la pequeña emocionada.
–Lo pensaré, pero aún no olvido que me desobedeciste –. Recalcó la neathiana con los brazos cruzados.
–¿Y si me cuentas una historia antes de dormir? –. Negoció la niña mientras la mayor posaba las manos sobre sus hombros.
–Ya te sabes todas nuestras historias, pequeña –. Respondió Hysani por su compañera.
–Pero me las pueden repetir, nunca me canso de oírlas. Por fis, chicos –. Ofreció la pequeña mientras era llevada a la salida.
–Lo pensaremos, pero ahora ve a dormir. Es muy tarde y no quiero que estés despierta –. Reprendió la mayor en la salida.
–Pero igual no hago nada en el día.
–Entonces dejaré que ayudes al personal de limpieza con los baños del castillo.
–Eres muy cruel, Alys –. Dijo la niña con un puchero.
–Ve a dormir –. Finalizó la neathiana con firmeza antes de cerrar la puerta.
Al lado de Nick, era claro que Julie y Ángel batallaban con las ganas de reír por el cómico intercambio entre las chicas. Por supuesto, no duraron mucho antes de que la peliplata estallara en contagiosas carcajadas que motivaron a Ángel a dejar de esconder la verdadera naturaleza de su reacción.
Una vez más, la enfermera se notó sonrojada por el espectáculo que acababa de dar frente a su paciente y sus amigos. Aunque Nick no veía motivos para avergonzarse, dentro de todo, había sido una imagen tranquilizante para todo lo que los rodeaba. Un alivio siempre era bienvenido.
–Veo que la pequeña es hiperactiva –. Comentó Gorem tras un momento de silencio.
–Tiene mucha energía –. Dijo Julie aún entre risas.
Aunque trató de no mostrarlo, fue imposible para Nick no soltar una suave risita al pensar en las interacciones de ambas chicas.
–¿Es tu hermana? –. Preguntó Nick con curiosidad.
Al escuchar las palabras del pelinegro, la expresión de la enfermera decayó ligeramente mientras acomodaba la muda de ropa del peleador. Julie no tardó en responder a la pregunta con un sutil pellizco en un costado de su amigo mientras sostenía una sonrisa falsa en sus labios y una mirada alegre en sus ojos para Alys.
Una pequeña risita salió de la boca de la neathiana al ver la acción de Julie y el quejido rápidamente silenciado de Nick, un intento desesperado por parte del chico para que Alys no viera lo que había sucedido.
Por desgracia, a pesar de todo, no dejaba de ser una sonrisa triste por parte de la enfermera.
–No, es la hija de una amiga de mi familia. La acogí cuando nuestros padres murieron y prometí cuidar a Irin como si fuera mía –. Explicó la enfermera con la mirada gacha.
El pesar no tardó en pintar los ojos de los terrícolas. Ahora tenía sentido la acción de Julie por su pregunta, estaba claro que la morena ya había tenido tiempo para hablar con Alys y su situación, razón por la que la pregunta le había parecido inapropiada.
Al terminar su explicación, Nick pudo ver como un pequeño brillo pintó la mirada rojiza de la neathiana.
Sabía que no era el momento, pero no podía evitar encontrar fascinante como la biología neathiana compartía similitudes con la humana, hasta el punto en que sus ojos casi vacíos también podían expresar emociones tan palpables como la tristeza o la añoranza.
Negando con la cabeza por los pensamientos fuera de lugar que recorrían su mente, Nick se permitió concentrarse una vez más en su enfermera.
–Lo siento, no quería… –. Trató de disculparse el humano antes de ser interrumpido.
–Está bien, no lo sabías –. Reconfortó Alys al peleador –. Y no me lamento, Irin me da un propósito para seguir soportando este encierro.
Al escuchar las palabras de la pelinegra, Nick no pudo evitar que su mirada se posara una vez más en la neathiana. Sus palabras eran fuertes, lo suficiente como para que alguien como el tal Barodius la hiciera ejecutar por insolencia. Sin embargo, no se encogía ante la idea, de hecho, parecía ser una forma de desahogo para ella.
–¿También son prisioneras? –. Cuestionó Nick confundido.
El semblante de la chica se mantuvo caído, no expresó otra emoción más allá de su amargura y su enojo. Parecía querer decir algo más, pero se calló mientras apretaba el borde la mesa más cercana a la camilla de su paciente.
Se notaba herida y un poco emocional frente a la situación. Sin embargo, no emitía sonido alguno. En su lugar, se mantenía callada mientras buscaba las palabras para responder. O tal vez las tenía, pero prefería no decirlas.
–Alys, no tienes que responder –. Ofreció Gorem a la pelinegra.
–Está bien, es una pregunta válida –. Respondió la chica antes de mirar a su paciente una vez más con una pequeña sonrisa –. Temo que sí, Nick, somos prisioneras. Llegamos aquí por orden del Príncipe Freidr hace unos días y nos dieron una habitación pequeña a cambio de convertirme en miembro del personal médico. Más en específico, en la cuidadora del prisionero más valioso del imperio.
No supo cómo responder al instante, se quedó congelado al pensar en la situación de estas chicas. Parte de Nick mantenía una postura escéptica, que le decía que no debía confiar en las palabras de esta neathiana sin importar lo que dijera, pues ya había visto neathianos traidores antes. Sin embargo, tal como Leónidas había propuesto, Alyssandria no tenía motivos para mentir teniendo una niña comprometida frente a prisioneros como los Peleadores.
No sabía que pensar exactamente de su enfermera y eso lo asustaba.
–Pero supongo que no puedo quejarme –. Comentó Alys finalmente, sin borrar su pequeña sonrisa lastimera de su rostro.
–Eres muy positiva para la situación en la que te encuentras –. Dijo Leónidas a la pelinegra.
–Tengo que serlo. Después de todo, tengo una "hija" –. Respondió Alys haciendo énfasis en la última palabra mientras combatía la risita que quería escapar de sus labios –. No quiero que nada de esto la afecte, apenas puedo protegerla.
–¿A qué te refieres? –. Preguntó Julie.
–Chicos, no tienen que fingir. Está bien, sabemos que no están ciegos y pueden ver claramente que Irin no es… normal –. Respondió la chica cabizbaja.
Alys trató de decir algo más, pero su voz se calló rápidamente antes de que un quiebre alcanzara a oírse para los terrícolas. Al ver a su compañera muda, Hysani tuvo que interferir para continuar con lo que ella decía.
–Debido a su condición, los guardias le tienen asco y seguro que muchos aquí se mueren por hacerle daño. Actualmente, los neathianos no son muy queridos en Gundalia, así que pueden imaginar lo que es para los híbridos.
Podía hacerlo, pero prefería no. Después de su fracaso protegiendo a su misma especie en su propio planeta, Nick prefería ahorrarse el dolor de pensar en más gente inocente sufriendo por esta guerra.
–Lo siento, chicos –. Dijo Nick con pesar.
–Está bien, chicos, no tienen nada que lamentar. Los verdaderos responsables de todo esto son otros –. Consoló la neathiana a los miembros de los Peleadores.
–Descuida, chica. Te prometo que, en cuanto los demás vengan por nosotros, tú y tu pequeña serán las primeras a las que liberemos –. Prometió Julie animada.
En respuesta al juramento de la peliplata, Alys solo pudo mostrar una fugaz mueca llena de tristeza en grandes ojos cristalinos antes de bajar la mirada nuevamente.
–Eso espero –. Murmuró la enfermera con un suspiro.
–Sería un lindo detalle –. Agradeció Hysani con un asentimiento.
Callando las voces pesimistas que debían estar torturando su mente, Alys negó con la cabeza para volver a mostrar una pequeña sonrisa mientras se acercaba a su paciente para revisar sus vendajes.
Sin embargo, antes de que pudiera acercar sus manos nuevamente a las heridas vendadas del pelinegro, las puertas de la habitación se abrieron de forma repentina, llamando la atención de los chicos; que no tardaron en dirigir su atención a las nuevas presencias que se erguían en el marco de la puerta.
Detrás del umbral se encontraban dos guardias, idénticos a las imágenes que Fabia les había mostrado en la Tierra, vestidos con armaduras oscuras que solo dejaban visibles sus mandíbulas bajo las máscaras integradas de sus cascos mientras portaban lanzas hechas completamente de un metal desconocido en sus manos temblantes.
Por otro lado, lo más interesante sin duda era el hombre que guiaba a los guardias.
Se trataba de un gundaliano de baja estatura, apenas llegaba a los hombros de sus soldados y de su cabeza descendía una larga melena de cabello anaranjado que llegaba hasta un bollo que retenía las puntas de cada mechón. Los cuernos que decoraban su frente partían desde la punta de su nariz e iban en dirección ascendente sobre sus oídos, donde se expandían sus puntas, dándole un poco más de altura. Sus dientes eran más afilados que los de Ren o el príncipe y su subordinado, se asemejaban a los colmillos de un gran felino sobre su barbilla pequeña y filosa.
Vestía con una alargada túnica y pantalones azules, morados y negros, decorados con unas hombreras amatistas en forma de U que se conectaban en su pecho; sus mangas eran largas y grandes, pero no lo suficiente como para esconder sus manos escamosas y sus uñas largas afiladas. Era un tipo peculiar, pero nada en él parecía tan sobresaliente como el pequeño Bakugan azulado que reposaba en su hombro.
Honestamente, no era un sujeto intimidante. Desde su lugar en la camilla, Nick podía asegurar que estaba una cabeza por encima de él como mínimo, pero sus guardias parecían temerle y la misma Alys no tardó en ponerse derecha frente al hombre para hacer una reverencia respetuosa.
–General Stoica –. Saludó la neathiana firme.
–Enfermera, el emperador ordenó retirar las restricciones del humano y llevarlos a todos al laboratorio de Kazarina –. Indicó el pequeño gundaliano.
–Señor, pido disculpas, pero el terrícola no se encuentra en condiciones para el tratamiento en el área de ciencias avanzadas –. Justificó Alys posándose delante de los humanos.
–¿Acaso estás sorda, asquerosa neathiana? El emperador dio la orden de llevar a los humanos al laboratorio –. Repitió el enano con una mueca.
–Y yo ya le dije que no es seguro. El paciente no le servirá de nada si colapsa en el camino –. Objetó Alys con firmeza.
Al escuchar la respuesta de la enfermera, el tal Stoica solo pudo mostrar una sonrisa incrédula que dejó ver mejor sus alargados y puntiagudos dientes, reflejando su diversión ante el desafío de la neathiana.
–Parece que no comprende, enfermera –. Interrumpió el Bakugan aparentemente Aquos en el hombro del gundaliano –. No estamos pidiendo permiso, le estamos diciendo lo que va a pasar incluso si tenemos que pasar sobre ustedes.
–¿De verdad crees que es buena idea, Lythirius? ¿Creen que están a la altura de este reto? –. Cuestionó Hysani con escepticismo.
–No se ofenda, general, pero no creo que sea buena idea desafiar a una neathiana solo con la ayuda de dos hombres –. Dijo Alys mirando a los guardias que se tensaron detrás del pequeño.
–Nunca dije que ellos fueran a pelear, solo irán por tu mocosa si siguen estorbando –. Respondió el pelinaranja con una sonrisa sádica.
Se tensaron notablemente ante las palabras del sujeto, Nick incluso pudo escuchar un pequeño gruñido de Alys, la cual no permitió que su postura flaqueara ni un momento. Tanta era la ferocidad expresada en el gesto, que Nick no pudo evitar sentir cierta similitud con los gruñidos de Wolfang en su hombro. Era un intento conmovedor, pero no podía permitir que una niña inocente sufriera solo por él.
–No se atreverían –. Gruñó la neathiana de ojos rojos mientras empuñaba sus manos.
Parecía estar lista para arremeter, así que Nick no tardó en posar una de sus manos en la más cercana de la chica, impidiendo que hiciera algo de lo que sin duda se arrepentiría después.
–Está bien, Alys, iremos –. Dijo Nick a su enfermera.
–Nick, no estás en condiciones –. Recordó Alys a su paciente.
–Eso no importa ahora. Tenemos que hacerlo –. Respondió Leo con un suspiro.
–Es cierto, señorita, tiene que pensar en su pequeña –. Confortó Ángel a la enfermera.
–Julie, Gorem, ¿están de acuerdo con esto? –. Preguntó Hysani al resto de los Peleadores.
Ambos susodichos solo miraron brevemente con un asentimiento compartido antes de devolverle la mirada a la enfermera con un gesto triste antes de hablar.
–Es lo mejor, chicos. Tenemos que proteger a esa niña –. Aseguró Julie con convicción.
El rostro de Alys mostró una gran conmoción hacia los chicos, parecía querer llorar por la mezcla de emociones que la recorría, pero logró contenerse sin decir una palabra para evitar que su voz se quebrara. Sin embargo, el brillo en sus ojos, prueba de las pequeñas lágrimas que quería dejar salir, nunca abandonó sus orbes rojizos.
–Ya escucharon, muchachos, llevemos a esos sacos de carne roja al laboratorio –. Ordenó el gundaliano a sus hombres.
Esta vez, Alys se hizo a un lado y no emitió palabra alguna. Todo lo contrario, se quedó callada cuando los hombres accedieron a la sala y obligaron a Nick a ponerse de pie para esposar sus manos, sin darle tiempo de ponerse su chaqueta o sus botas, y forzándolo a caminar con sus calcetines negros como la única barrera entre su piel y el frío suelo.
Se quedó callada cuando sacaron a ambos terrícolas y a sus Bakugan a la fuerza, con la punta de sus lanzas apuntándoles directo al cuello.
Pero la hostilidad en su rostro no desapareció nunca, ni siquiera cuando siguió a los guardias a las afueras del ala médica.
–¿Qué cree que hace ahora, enfermera? –. Cuestionó el tal Stoica con desagrado.
–Nick Takahashi es mi paciente, tengo que estar ahí para verificar que no le pase nada hasta que llegue al laboratorio –. Respondió Alys con firmeza.
–¿Y qué te hace creer que vamos a permitir algo así, neathiana? –. Preguntó el Bakugan con sorna.
–Ustedes dijeron que el emperador dio la orden de llevar a los humanos al laboratorio, pero no mencionaron nada de quedarme atrás –. Respondió Alys antes de ver a su Bakugan –. Hysani, ¿puedes hacerle compañía a Irin y asegurarte de que duerma?
–Por supuesto, Alys. Cuentas conmigo –. Respondió el Bakugan Pyrus antes de partir hacia su objetivo.
–¡Un momento, nosotros no dimos autorización para que esto…! –. Comenzó el enano mientras Nick y los demás avanzaban.
–Si tiene alguna queja, puede llevarla con el Príncipe Freidr. Él me asignó el cuidado de Nick Takahashi y estoy segura de que no le gustará que me alejen de él hasta que se haya recuperado por completo.
Al escuchar el nombre del príncipe, el gundaliano se quedó helado momentáneamente, incapaz de pronunciar algo que no fueran balbuceos inentendibles.
¿Qué tan poderoso tenía que ser Freidr para que uno de los hombres de Barodius se quedara estático ante la idea de hablarle? Sabía que el príncipe se jactaba de estar por encima de los hombres de su pariente, pero Nick nunca había pensado que la brecha entre ellos pudiera ser tan grande.
Aprovechando el momento de confusión del enano, Alys se permitió trotar para quedar al nivel de su paciente y los demás prisioneros, ayudando a Nick a avanzar dejando que uno de los brazos del terrícola pasara por encima de sus hombros, y posando sus manos en la espalda y el pecho del peleador para mantenerlo estable.
–Gracias, Alys –. Dijo Nick con cansancio.
–No tienes que, no después de lo que van a hacerles –. Murmuró la enfermera con pesar.
Sin saber cómo podría responder ante tal declaración, Nick solo pudo compartir el pesar de su cuidadora antes de asentir y apoyarse en ella para seguir su camino al laboratorio, temiendo lo que se encontrarían y lo que podría pasar.
Lo único que le trajo un poco de consuelo y confort para callar sus temores fue el suave apretón que dio a la mano de Alys y como ésta correspondió el gesto con una sonrisa triste y una caricia en la espalda aún herida del terrícola.
Sin importar que los estuviera esperando, al menos podrían contar con el apoyo de Alys para enfrentar el largo camino que tenían delante.
Gundalia, Castillo Real
Aposentos del Príncipe
Estaba oscuro, no muchas cosas en la habitación eran visibles. Sus ojos se habían acostumbrado a este tipo de ambientes, pero era extraño estar aquí a pesar de todo, especialmente por las apabullantes sombras que consumían este gran espacio.
Estaba bien con la oscuridad que la rodeaba, no era la primera vez que compartía las sombras con la calidez del cuerpo pegado a su espalda y la compañía de las pequeñas esferas en el estante al lado de esta gigantesca cama. Pero se sentía raro el exceso de espacio de este sitio, resultaba un poco incómodo después de haber pasado tantas noches en zonas más estrechas, aún si seguía envuelta en los brazos que la sostenían como si fuera el tesoro más grande del universo.
Resultaba un poco gracioso para ella, habían viajado a través de varios mundos y habían contemplado distintos tipos de tesoros esparcidos por las estrellas, pero el hombre que la abrazaba en estos momentos no parecía aceptar la idea de un tesoro más grande que ella.
A su alrededor tenían múltiples sillones y alfombras de distintas pieles, decoraciones de distintos materiales, libros con años de antigüedad y algunas pocas reliquias familiares de lo que debía ser un valor incalculable. Sin embargo, desde el momento en que habían llegado besándose con furia a este espacio oscuro y cómodo, el hombre a sus espaldas no había dejado que nada desviara su atención de ella y la ferocidad de su apasionado amor compartido había provocado que sus compañeros, alarmados, los buscaran para asegurarse de que estaban bien.
Seguro que muchos guardias habían escuchado su intercambio, sus gemidos, sus gritos, sus súplicas. Seguro que a muchos de ellos les debía estar dando asco la idea de seguir a personas como ellos. Sin embargo, a su amante no parecía importarle eso en lo más mínimo, había dejado en claro por todos los medios que la opinión de seres tan pequeños no influía en él y no iba a permitir que afectaran su relación.
Había pasado mucho tiempo desde que habían comenzado sus apasionados encuentros y la llama de su afecto no se había debilitado ni un poco. Tal vez era el destino, tal vez, su encuentro de pequeños no fue más que el primer paso que los terminaría encaminando al amor que ahora compartían.
–¿Sigues despierta, cariño? –. Preguntó su amante repartiendo besos sorpresivos en su largo cabello azulado, su mejilla clara y la comisura de sus suaves labios.
Honestamente, parte de ella le gustaba pensar que era su destino estar enamorados. Aunque, por supuesto, esa no era una idea que le agradara a su amado, después de todo, él siempre había desafiado su destino.
–No podía dormir, es raro estar en una cama tan suave después de tantos viajes –. Respondió ella correspondiendo entre besos los gestos de su amado.
–Siempre que estés a mi lado, cualquier sitio es igual de cómodo para mí –. Respondió el hombre incapaz de despegar sus labios de su piel.
Aún sudaban y seguirían desnudos para salvar su escasa ropa de la humedad si no fuera por la compañía que habían adquirido después de su prolongada sesión de amor.
–No sabía que eras poeta –. Comentó el compañero de su amado desde el estante.
–Me enseñaste bien, Baltasar –. Respondió el hombre a su compañero con sarcasmo.
Se podrían decir muchas cosas del hombre que ahora mismo la besaba con insistencia, podía ser aterrador, implacable e incluso atemorizante, pero nunca se podría decir que el Príncipe Freidr de Gundalia no era romántico con la mujer que amaba. Sin importar la diferencia o el conflicto entre sus razas.
Era estando en los brazos del otro que podían olvidarse de la guerra y sus alrededores, de Gundalia y Neathia, para enfocarse únicamente en el gran amor que sentían por el otro.
–Elena no te dejes engañar por sus dulces palabras, solo repite discursos –. Advirtió el Bakugan Haos a la neathiana.
–Querido, por favor, no los interrumpas –. Pidió amablemente la pareja del Bakugan.
–¿No lo ves, Yamui? Son las mismas frases que yo usaba –. Objetó Baltasar a su pareja.
Aunque hicieron un esfuerzo de forma genuina, ni Elena ni Yamui Aquos fueron capaces de contener las risitas que soltaron debido a la conducta infantil de sus parejas.
Alguien ajeno que viera esta interacción pensaría que estos no podían ser el Príncipe Freidr y el verdadero Baltasar Haos, pues no concordaba con los rumores que tanto se escuchaban de ellos en los corredores del castillo.
Pero aquí estaban, discutiendo por unas tonterías sin pena alguna frente a sus chicas como un par de viejos amigos incapaces de no discutir por una banalidad.
–Vamos, tienes que darle crédito a Narik. Él también me enseñó ese tipo de frases durante mis lecciones –. Respondió el príncipe a su compañero.
–No sabía que él enseñaba algo más que historia –. Comentó Elena acariciando los brazos de su amante.
–Tiene muchos talentos y me enseñó muchas cosas, no subestimes a mi nodrizo –. Respondió el peligris entre risas.
–Eres muy cruel con el hombre que te crio, cariño –. Bromeó la neathina alcanzando los labios del príncipe.
–Saben que aún estamos aquí, ¿cierto? –. Preguntó Yamui a su pareja.
Aunque trataron de contener la risa, ni el gundaliano ni la neathiana fueron capaces de resistir por mucho tiempo antes de estallar en risas.
Siendo sincera, Gundalia seguía sin ser un mundo cómodo y era tan frío y poco acogedor como lo recordaba de cuando era pequeña. Sin embargo, eran este tipo de momentos los que le decían que este mundo valía la pena, solo la presencia de su amante y sus compañeros le recordaba que había cosas valiosas en este mundo, cosas que valía la pena proteger.
Se habrían quedado así un poco más de tiempo, aprovechando cada segundo de este hermoso momento entre abrazos, besos y bromas, pero el destino era caprichoso y no parecía dispuesto a ofrecerles un descanso ni siquiera en la tranquilidad de la noche.
–Alteza, Alteza, perdone que lo moleste –. Llamó una voz muy conocida por las parejas desde el otro lado de la puerta.
Con un suspiro de frustración y cansancio, Elena vio como Freidr cortaba sus besos para mirar a la puerta de la gran habitación irritado.
Estaba claro que su amante tenía la fuerte tentación de fingir que estaba dormido, que no se encontraba disponible para nada ni nadie. Y la misma Elena trató de motivar dicha tentación sosteniendo sus brazos y pasando sus ágiles piernas por los muslos casi escamosos de su pareja.
–No digas nada, ya se irá a descansar. Debe estar agotado después de su viaje a Neathia –. Susurró la peleadora repartiendo besos por el rostro de su amado.
–Tengo que hacerlo, él no suele molestarme por tonterías –. Respondió el príncipe con un suspiro antes de mirar a la puerta –. ¿Qué sucede, Lud?
Molesta, Elena solo pudo cubrirse de mala gana con las frazadas de su príncipe mientras veía como las puertas del cuarto se abrían, dejando pasar la invasiva luz de los pasillos y obligándola a entrecerrar los ojos para contrarrestar el molesto fenómeno lumínico.
Lundarion Eximus pasó junto a su Bakugan con una reverencia respetuosa al estar frente a su príncipe y su compañero, ambos dejando de lado el semblante tranquilo y familiar de antes para comportarse como el príncipe que era.
–Confío en que tienen una buena razón para molestarnos –. Comenzó el peligris con seriedad.
En otro tiempo, Lud se habría avergonzado de ver cara a cara a su príncipe después de una intensa sesión de sexo con su general neathiana favorita, pero les había pasado en tantas ocasiones a lo largo de sus vidas, que ninguno de los subordinados parecía verse verdaderamente afectados más allá de una sutil incomodidad.
–Discúlpenos, Alteza, pero tenemos noticias –. Justificó Elfar Ventus a su príncipe.
–¿De qué se trata? –. Cuestionó Baltasar Haos compartiendo la conducta de su peleador.
–Es el emperador, Alteza –. Respondió el ojiverde sorprendentemente alarmado.
Al escuchar la respuesta de su soldado, el cansancio se borró completamente de los ojos del príncipe, dejando ver una seriedad impropia del hombre con el que Elena había estado compartiendo la cama durante las últimas horas.
–¿Qué hizo? –. Preguntó el príncipe con frialdad.
–Es Takahashi, señor. Barodius ordenó comenzar el proceso de programación inmediatamente. Ahora mismo, sus guardias deben estar en camino al ala médica.
Los ojos felinos del príncipe no tardaron en abrirse como dos platos antes de salir disparado de su sitio junto con su compañero a cuestas, dejando a un estupefacto Lud, que solo pudo ver asombrado como su líder desaparecía entre los pasillos mientras arreglaba sus túnicas y a Elena prepararse para seguirlo.
–¿Dónde está mi padre? –. Preguntó Elena a su compañero de trabajo.
–Está con los esclavos en las mazmorras, el príncipe le dio la orden de llevarles comida y agua –. Respondió Lud con los brazos cruzados.
–Bien, díganle a él y a Belftan que estén preparados. Presiento que nos espera un nuevo trabajo –. Indicó Elena palmeando el brazo de su colega.
–Claro –. Asintieron ambos antes de seguir a las mujeres a la salida del cuarto.
Castillo Real, Estudio Principal
5 minutos después
Freidr se veía inquietantemente tranquilo, un semblante opuesto al que había mostrado hacía unos pocos minutos en su propia habitación. Era un poco extraño ver ese cambio, incluso si ya sabía que su amante era increíblemente habilidoso para controlar sus emociones en favor de sus propósitos. Sin embargo, a pesar de poseer ese conocimiento y haberlo visto en práctica a lo largo de los años, no dejaba de ser inquietante como el príncipe era tan capaz de controlar su ira en estas circunstancias.
De ser por Elena, ya se habría lanzado a la yugular de Barodius por meterse en asuntos fuera de su incumbencia.
Por suerte, Freidr siempre había estado ahí para fungir como el lado racional de su grupo, siempre el más tranquilo y sabio del equipo.
–¿Estás seguro de esto? –. Preguntó Elena a su príncipe.
–Sí, debo atender este asunto ahora –. Respondió el peligris con firmeza.
Se encontraban cara a cara con las puertas del estudio privado de Barodius, un área reservada únicamente para el emperador y aquellos a los que deseara ver. Nadie se atrevía a acercarse a este lugar sin permiso, ni siquiera los generales del propio emperador.
Sin embargo, aquí estaban ellos, delante de las grandes puertas metálicas de Barodius y listos para encarar al sujeto que estaba metiendo sus narices donde no debería.
La mayoría de los individuos en este castillo no se atreverían si quiera a pensar acercarse a este lugar, pero el Príncipe Freidr y sus servidores no eran como la mayoría y estaban listos para enfrentar al demonio del otro lado de las puertas.
Nada en el lenguaje corporal del príncipe delataba un solo rastro de miedo, su postura era firme y recta, sus hombros anchos no se elevaban producto de la tensión y el rostro determinado que cubría sus facciones no lo abandonaba.
Estaba listo para esto, sin miedo a avanzar y lo demostró cuando dio un paso adelante, incitando a las puertas a abrirse de par en par para su príncipe.
El estudio se encontraba sumergido en la oscuridad, los estantes que lo decoraban apenas eran visibles estando cubiertos bajo las sombras. Era un espacio grande, más grande que el mismo estudio del príncipe, tenía el doble de objetos y antigüedades, pero todos ellos estaban acumulando polvo; a diferencia de Freidr, el emperador no tenía el mismo cuidado o interés en la educación.
Desde la perspectiva de Elena, que Barodius conservara todas esas cosas no tenía sentido si ni siquiera les daba importancia. Parecía ser solo un medio para presumir de algo, aunque fuera solo para sí mismo.
Al final, la única fuente de luz verdadera en esta oscura y escalofriante cueva fue la del proyector holográfico que se encontraba en el centro de la sala, el cual era visto fijamente por una de las dos presencias que se encontraban presentes en el estudio.
Se trataba de dos gundalianos, un hombre y una mujer, ella ostentaba una piel azulada llamativa que se mezclaba perfectamente con su vestido color lavanda con tonos blancos en los accesorios de la espalda en forma de plumas gigantes. Su cabello rubio recogido se elevaba sobre su cabeza, quedando detrás de unos grandes cuernos amarillos que simulaban una especie de tiara. Escamas moradas enmarcaban el rostro de la gundaliana, centrando sus ojos dorados y conduciendo a una barbilla afilada.
Era alta, media cabeza más alta que Elena, pero no tanto como para compararse con los hombres presentes en el estudio, especialmente que estaba sentado delante del proyector, mirándolos a través de la luz que enseñaba la máquina antes de cerrar los archivos que tenía a la vista para ponerse de pie.
El Emperador Barodius era un sujeto intimidante, incluso más que el mismo Freidr a pesar de sus múltiples semejanzas. Su cabello gris claro descendía por sus hombros y quedaba oculto tras su espalda, la unión de sus cuernos en su frente estaba oculta debajo de un mechón de cabello oscuro, pero las puntas ascendentes sobre las orejas eran perfectamente visibles. Contaba con un patrón delgado de escamas oscuras bajo sus ojos afilados, encerrando su nariz y apuntando a su boca, que dejaba ver unos cuantos colmillos visibles sobre su nariz recta y larga. Vestía una túnica morada con grandes hombreras negras y un interior gris con rojo, además de múltiples accesorios dorados y verdes. Sus pantalones eran oscuros y usaba unas botas cortas que le llegaban poco más debajo de las rodillas.
Contrario a lo que Elena recordaba de él, Barodius era más alto ahora y mucho más robusto, daba una imagen intimidante incluso frente a un neathiano y emanaba un aire de autoridad imponente en su propio territorio. Y los Bakugan Darkus y Haos que lo acompañaban a él y a su acompañante respectivamente, no hacían más que reafirmar esa idea de poder.
Sin embargo, eso no bastó para intimidar al príncipe, que no dejó de avanzar en ningún momento.
–¿Cómo osan entrar aquí sin el permiso del emperador? –. Comenzó la gundaliana con fuerza en su voz.
–Es el Príncipe Freidr con quién estás hablando. Tiene derecho a estar aquí, Kazarina –. Respondió Elena con desagrado.
–¿Y tú? ¿Qué te hace pensar que compartes ese derecho, asquerosa neathiana? –. Respondió el Bakugan Haos con acidez en el hombro de la mujer.
–Ten mucho cuidado con la forma en la que te diriges a mi compañera, Lumagrow. No me obligues a lastimarte –. Defendió Yamui a su compañera.
–Ambas están en este lugar solo porque el príncipe las recogió de la calle. Ninguna tiene voz aquí y será mejor que tengan eso presente –. Escupió el Bakugan Haos con odio.
–Lumagrow, si no quieres que te aplaste como el insecto que eres, será mejor que cierres la boca –. Amenazó Baltasar al Bakugan de Kazarina.
Esta vez, ninguno de los acompañantes del emperador pudo emitir palabra alguna contra Elena o Yamui. Ambos se vieron obligados a callarse ante la fuerte amenaza del Bakugan del príncipe, que no dejaba de avanzar mientras mantenía su mirada fija en el hombre que lo esperaba en silencio aún en su posición.
Normalmente, Freidr siempre era el primero en defenderlas de los pobres ataques de los gundalianos. Qué su amante se callara para mantener su atención en un solo punto era un indicio claro de lo mucho que la noticia de Lud lo había afectado y no estaba en este horrible sitio para perder el tiempo.
–Ya basta, Kazarina –. Indicó el gundaliano mayor a su acompañante.
–Pero, señor, esto es un insulto –. Defendió la susodicha.
–Solo es una neathiana, me da igual su presencia siempre que la tengan con la correa puesta –. Respondió el hombre una vez más.
–Emperador… –. Trató de decir algo Lumagrow antes de ser interrumpido.
–¿Acaso estás sordo? Ya escuchaste, cierra la boca –. Calló el Bakugan Darkus las palabras de su compañero.
–Claro, Lord Dharak –. Asintió Lumagrow con desagrado.
Al conseguir el silencio de sus molestos acompañantes, el emperador y su Bakugan se permitieron mirar fijamente a Freidr y a Baltasar una vez más.
Usualmente, cuando alguien miraba al príncipe y a su compañero, lo primero que se asomaba en sus ojos era un temor avasallante. Lo común después de tantos años juntos era que el pobre desafortunado que se encontrara en la mira del príncipe se encogiera de miedo al tenerlo delante.
Sin embargo, Barodius no era así. A pesar de tener delante suyo a alguien mucho más poderoso que él en todos los aspectos, el emperador no mostraba ni un indicio de temor frente al príncipe.
Todo lo contrario, esta vez, de forma sorpresiva, fue el príncipe quien se encogió con cierto respeto ante su pariente; dejando de lado su tono alto y lleno de un liderazgo que Barodius solo podría aspirar a tener para reemplazarlo con una cortesía y un trato igualitario con este sujeto.
Casi parecían estar al mismo nivel. Casi.
–¿Qué quieres, Freidr? –. Comenzó Barodius con indiferencia.
–Saber qué crees que haces con los humanos –. Respondió el príncipe con firmeza.
Ante su afirmación, la expresión del emperador pasó de la indiferencia a una clara incredulidad, frunciendo el ceño con mal humor.
–No entiendo a qué te refieres. Acordamos que Takahashi y su compañero serían sirvientes, que lucharían en mi nombre –. Respondió el peligris mayor –. No estoy haciendo nada que no supieras.
–El humano no se encuentra en condiciones de luchar nuevamente, Barodius –. Objetó Baltasar con fuerza.
–¿Y debemos recordarles el motivo de ese inconveniente? –. Cuestionó Dharak al Bakugan del príncipe.
–Ya se le dio el suficiente tiempo para reponerse después de la tortura a la que ustedes lo sometieron –. Dijo el emperador con los brazos cruzados –. No hago nada que ustedes no supieran. Después de todo, este era nuestro acuerdo y ya esperé los suficiente para ver los frutos de la captura del terrícola y su compañero.
–Tan solo han pasado dos días, las heridas que sufrió en nuestra batalla y las que pasó aquí tomarán más tiempo que sanen –. Argumentó Freidr al emperador.
–No veo el problema. Después de todo, tú mismo lo enviaste al ala médica con la enfermera personal que solicitaste antes de tu llegada. Y no se me escapa el hecho de que reservaste una habitación especial solo para él.
Al terminar su explicación, Barodius y Dharak se miraron un momento con una expresión de complicidad y sorna en los ojos del emperador antes de devolver su mirada al príncipe.
–Te notas un poco preocupado por ese terrícola, Freidr. ¿Qué pasa? ¿Acaso arruinamos tus planes para él? –. Cuestionó el hombre a su pariente más joven con burla.
–¿De qué hablan ahora? –. Preguntó el príncipe con molestia.
–Es un poco obvio que tenías algo planeado para Takahashi antes de que diéramos la orden de comenzar el proceso de programación –. Comentó Dharak con sospecha.
–Resulta conveniente que nos prometieran un nuevo soldado en la forma de los "herederos de Vladitor" y que lo único que hayamos obtenido hasta el momento sea un pobre saco de entrenamiento –. Comentó el emperador jugando con sus afiladas uñas –. ¿Crees que no me doy cuenta de lo que haces, niño? ¿De verdad piensas que puedes verme la cara de imbécil?
–Dos veces hemos tenido la oportunidad de hacer que ese inmundo humano se arrodille, pero siempre se encuentra en "condiciones poco favorables" para el proceso. No es coincidencia que las dos ocasiones en las que se enfrentó a ti resultara demasiado herido como para enviarlo al laboratorio –. Observó Dharak con un oscuro tono.
De pronto, para sorpresa de Elena, el emperador se acercó lentamente a Freidr con aires de una superioridad inmerecida, rodeando al príncipe como una especie de depredador a su presa, mientras éste solo lo permitía con un rostro lleno de desagrado y enojo.
Esto no tenía sentido, ¿Freidr en verdad estaba perdiendo la discusión con este pobre insecto? No tenía sentido, Barodius no le llegaba ni a la suela de las botas a Freidr, pero aquí estaba ese miserable, rodeando a su príncipe como si fuera una presa indefensa. Todo mientras descifraba lentamente sus intenciones.
Esto no podía ser posible, tenía que ser un mal sueño.
–Entonces, ¿puedo asumir que tenemos razón? ¿Qué planes tienes para el humano? –. Cuestionó el emperador a su pariente con escepticismo.
Incapaz de hacer algo más que devolverle una mirada llena de desprecio al hombre, Baltasar se vio obligado a responder por su compañero.
–Ese no es su asunto –. Escupió el Bakugan Haos con altivez.
–Al contrario, Baltasar, todo lo que ustedes hagan es nuestro asunto –. Respondió Dharak con el mismo tono.
–¿Me estás desafiando, Dharak? –. Retó el compañero del príncipe.
–Lo hago, Baltasar, porque los días en los que dabas las órdenes se acabaron hace mucho tiempo –. Respondió el Bakugan del emperador con deleite –. Después de eones, viejo amigo, ahora soy yo quien está por encima.
–Solo por títulos, algo fácil de romper –. Comentó el príncipe de pronto con veneno en su voz.
Esta vez, toda la sala quedó en silencio y la mano de Elena se movió debajo de su vestido azulado, a los pequeños cuchillos asegurados en su pierna, lista para defender a su amante de cualquier posible reacción de parte del emperador.
Sin embargo, antes de que la hoja clara de la primera de las armas se mostrara a la oscuridad del estudio, el emperador dejó escapar una risa seca en respuesta a la provocación de su pariente.
–¿En verdad crees que puedes superarme, niño? ¿Acaso debo recordarte lo que pasaría si intentaras algo en mi contra? –. Cuestionó el peligris entre carcajadas burlonas –. Recuerda bien, niño, que tú tienes mucho más que perder que yo.
Al terminar su pequeño discurso, Barodius se sentó nuevamente en la ostentosa silla en la que reposaba antes de su intromisión con una sonrisa llena de satisfacción en su rostro.
–Tu problema, Freidr, es que tu poder se limita al campo de batalla. Fuera de ahí, solo tienes los títulos que subestimas, nada más –. Respondió el emperador con sorna, escupiendo el nombre del príncipe –. Parece que no aprendiste nada de Narik. Después de tantos años, aún no comprendes que el poder debe estar contigo, todo el tiempo.
Al escuchar las palabras de su pariente, Freidr mostró una expresión tan dura y fría como el acero en sus ojos felinos, tratando de penetrar el alma del imbécil que tenía como familia y mostrando un poco de su orgullo latente delante de esta pobre excusa de líder.
–Al contrario, aprendí bien. Y por eso siempre trato de mostrar mi poderío frente a mis enemigos, pero te olvidas de algo, Barodius –. Expresó el príncipe envalentonado con énfasis en el nombre de su pariente.
–¿Y qué sería eso, niño? –. Preguntó el emperador con desagrado al escuchar su nombre salir de la boca de Freidr.
–El poder siempre puede cambiar de dueño, nadie lo ostenta por siempre.
Una mirada severa y enojada apareció de pronto en el rostro de Barodius cuando se levantó con energías renovadas frente a lo que sin duda debía ser una amenaza por parte de su familiar.
–¿Me amenazas, mocoso? –. Dijo el emperador con apabullante fuerza en su voz.
–Tómalo como quieras, idiota –. Escupió Freidr con veneno.
Logrando su objetivo, Freidr vio con disimulado deleite como el emperador ignoraba las palabras de Dharak y Kazarina para ponerse delante de él, chocando sus miradas con dureza.
Esto no era algo nuevo para Elena, ya había visto al príncipe y al emperador chocar antes hasta el punto en que parecía algo natural en ellos. No obstante, era la primera vez en toda su vida, que Freidr amenazaba e insultaba a su pariente como si no fuera más que un insecto. Y, si bien sí lo era, nunca se lo había dicho abiertamente a la cara.
Las facciones del emperador reflejaron perfectamente su furia, tensando su mandíbula y mostrando los afilados colmillos delanteros decorando el interior de su boca, apretados unos contra los otros, mientras sus ojos ardían con una furia casi incontenible.
Del mismo modo, las manos de Barodius se apretaron en fuertes puños de los que salieron unos tímidos hilos de sangre morada oscura que mancharon la mesa debido a la fuerza de sus uñas penetrando la carne de sus palmas.
–Nicholas Takahashi y su Leónidas Darkus serán enviados al laboratorio para servir a nuestra causa. Y tú cerrarás la boca y lo aceptarás, Freidr, o juro que haré que la ejecuten por tu insolencia. ¿Entendido? –. Finalizó el emperador dándose la vuelta tras amenazar a alguien que no estaba presente.
Parte de Elena estaba segura de que Freidr iba a arremeter una vez más, iba a mostrar la fuerza que acompañaba su orgullo hasta las últimas consecuencias. Estaba lista para dar un paso al frente y calmar a su amante cuando éste, de pronto, dejó salir unas cuantas carcajadas.
–Ya no tienes el poder de antes, ¿cierto? La presencia de los Peleadores Bakugan te ha obligado a reacomodar tus planes –. Comentó el príncipe con su propia sorna marcada en su tono –. Tú no vas a hacerle nada, no todavía.
–Lárgate ya, mocoso –. Ordenó Barodius con enfado.
Esta vez, sorprendentemente, Freidr obedeció la orden del hombre mientras se dirigía a la puerta de salida a sus espaldas, haciendo una seña a Elena y a Yamui para que lo siguieran.
Sin embargo, antes de desaparecer entre las débiles sombras de los pasillos, el príncipe se giró una vez más para ver a su familiar con clara burla en sus facciones.
–No vas a hacerle nada. Después de todo, es gracias a nosotros que te sientas en tu trono –. Remarcó Freidr con una enorme sonrisa en sus labios –. Nos debes todo, tío. Nunca lo olvides.
Finalmente, las puertas se cerraron detrás de ellos, callando cualquier objeción que Barodius pudiera tener detrás de las gruesas capas de metal que los separaron.
Freidr avanzaba rápido, no prestaba atención a los pocos sirvientes que se quedaron en su rango de visión para hacer una reverencia respetuosa ante él. Parecía perdido en su mundo, incapaz de salir de las cavilaciones que borraron la sonrisa con la que había provocado a su tío.
–¿Estás seguro de que fue buena idea provocarlo? –. Cuestionó Baltasar a su compañero mientras avanzaban por los pasillos.
–Claro que no, pero no le permitiré pensar que puede controlarme –. Respondió el príncipe a su compañero calmando su malestar –. No se preocupen, por ahora no hará nada contra nosotros. Querrá que mantengamos contenidos a Nick y a Leónidas en caso de que se salgan de control o se liberen.
–¿Y qué haremos ahora? –. Preguntó Elena confundida.
–Nosotros vamos a preparar el equipo anti-hipnosis. No permitiré que el poder de Leónidas caiga en las manos de Barodius. Esa energía ya le pertenece a alguien más –. Respondió Freidr rápidamente.
–¿Y nosotras? –. Preguntó Yamui al príncipe.
–Hagan un mapeo completo de la ciudad de Kharth, quiero un reporte completo de su población, la dama que la lidera y organícenme una reunión con ella en privado –. Indicó el peligris en voz baja.
–¿Algo más? –. Preguntó Elena con el mismo tono.
–También hagan una revisión de los miembros que conforman la Iglesia del Hazhini, quiero estar al tanto del número de monjas que atienden su templo a las afueras de Kharth.
–Entendido, señor –. Asintieron ambas peleadoras al unísono.
Los esperaba mucho trabajo, pero era parte del gran plan que Freidr tenía delante. Por ahora, tendrían que cumplir las órdenes más inmediatas de su líder y esperar que Nick Takahashi tuviera la suficiente voluntad para desafiar a la tenaz y retorcida mano de Kazarina.
Tiempos difíciles se acercaban, pero podían contar con el que Príncipe Freidr sabría cómo afrontarlos y los guiaría en el duro camino que tenían delante.
Hagan sus apuestas: ¿qué creen que pase cuando Kazarina le ponga las manos encima a Nick y Leónidas? ¿Se salvarán o se convertirán en marionetas de Barodius?
Mi más sincera felicitación a mi amigo, Darth Mando, que ya se olía desde el inicio que Freidr no era hijo de Barodius. Eres grande, viejo. Muy bien ahí. Con el tiempo, conoceremos mejor a la familia de Barodius en esta historia y lo que pasó con su sobrino.
Cambiando de tema, en cuanto al Freidr x Elena, no está ahí por casualidad. Y es que siempre he querido hacer un villano con virtudes, alguien que despierte emociones en la gente más allá del desagrado o la admiración por su facilidad para hacer el mal. En este caso, Elena nos va aportar su perspectiva para los capítulos del príncipe y será su lazo más humano a la hora de escribirlo. Sí, esa es mi forma de decir que no planeo darle puntos de vista a Freidr xd
Por otro lado, puede que noten un Barodius un poco más inteligente y provocador aquí, la idea es hacerlo un antagonista para todo el mundo, y para la historia que pretendo contar necesito un villano un poco más astuto del que recuerdo.
Del mismo modo, también vamos a ahondar un poquito en la situación social de Gundalia con los neathianos y para eso, eventualmente, requeriremos del apoyo de Elena, Alys e Irin. Así que vamos introduciendo a las chicas de una vez. Díganme sus impresiones de la enfermera personal de Nick. No se preocupen, ellas también contarán con su propia dosis de historia conforme vayamos avanzando.
